Tema interesante, felicidades a
@Alpha Shelea por crearlo. El hashtag no merece demasiado comentario. Simplemente, una de tantas cosas que pasan todos los días por las redes pero que ha levantado un viejo debate que, claramente, no está cerrado.
Comenzaré quejándome, como de costumbre. Hoy le toca al lenguaje: algo funciona mal en nuestra sociedad cuando se acepta que una cosa llamada 'feminismo' defiende la igualdad entre hombres y mujeres. Creo que todos nos escandalizaríamos si el nazismo fuera la ideología que defiende la igualdad entre alemanes de origen ario y personas de origen judío que viven en Alemania. Leo arriba que inicialmente los movimientos feministas estaban compuestos casi exclusivamente por mujeres y, bueno, entiendo que en un contexto de desigualdad, decirle a una congénere que estás luchando para equiparar derechos y obligaciones es algo que la va a favorecer si comparamos con la situación anterior y de ahí la palabra. Si bien esto explica el origen de la palabra, no por ello deja de parecerme una barbaridad. Pero está tan extendido y aceptado que me siento luchando contra molinos que parecen gigantes cada vez que un respingo recorre mi cuerpo tras escuchar o leer este vocablo. Al final pasa lo que pasa: cuando puedes decidir el significado de las palabras, ya has ganado.
Siguiendo el post de
@Kokolate, entiendo que hay tres olas, cada una respondiendo a problemas concretos de sociedades concretas. La primera surge como respuesta a la subordinación de las mujeres en la vida pública con respecto a los hombres. Venimos de una época (hace mucho tiempo, en unas tierras no tan lejanas) en la que las mujeres estaban casi limitadas a ser amas de casa. El hombre aportaba y gastaba dinero, y relacionaba a la familia con el exterior y la mujer administraba, llevaba la casa, los niños y las relaciones con la familia. Eran papeles muy definidos donde una mujer no necesitaba leer o escribir, tan solo saber si hay para hacer la compra de mañana si vivían en una ciudad. Esto también cambiaba de ciudades a pueblos, pero era más o menos así. En estas sociedades propias del Antiguo Régimen, las mujeres no podían ser propietarias (o sus propiedades pasaban al marido con la boda), no podían salir de casa sin permiso o consentimiento del marido o del padre, no podían ofender al marido con el vestuario o la palabra. La primera ola vino a decir 'oye, nosotras también somos personas'. No fue hasta finales del siglo XIX que empezó a ser menos raro que una mujer fuera a la universidad o que pudiera vivir sin casarse o meterse a monja.
Cuando se establecieron los primeros gobiernos representativos algunos hombres comenzaron a votar. Esto fue mediado el siglo XIX, tras las revoluciones liberales burguesas. Antes de esto, la idea de elegir quién nos gobierna era poco menos que un pecado capital, así que la igualdad era plena: aquí no votaba ni dios. Tras establecerse estos primeros gobiernos basados en el consentimiento de los gobernados se estableció que solo las personas que tuvieran cierta riqueza (hacían pagar por votar o exigían demostrar que se tenían algunas propiedades o algún dinero), no había más de 5000 tíos en toda España que pudieran votar y sus mujeres no estaban muy necesitadas de hacer revoluciones. Los y las pobres no podían votar, ni unos ni otros. Esta barrera económica se fue haciendo cada vez más fácil de superar hasta que se llegó al sufragio universal masculino, momento en el que empieza el runrún feminista. Cuatro gatos (o gatas) preguntándose con tino por qué ellas no podían votar o trabajar por su cuenta. Nos metemos ya en la primera guerra mundial, la mayoría de hombres europeos luchando en una guerra sin fin que hizo que los rifles y los aviones pasaran a ser hechos por mujeres, llegando muchas a trabajar muy bien en la industria pesada. Trabajaban como habrían hecho sus maridos unos pocos años antes, así que ahora era evidente que debían gozar de los mismos derechos. Acabada la guerra, esto fue razonablemente bien hasta 1929: la economía mundial se pegó una hostia de las gordas, deja de haber dinero y adiós trabajo, adiós riqueza, adiós preocuparse por la igualdad, tocaba preocuparse por aguantar. Luego unos señores hicieron de las suyas en el centro de Europa y vino la 2ª guerra mundial, las mujeres de vuelta a las fábricas y, por el momento, ningún debate público pero con la cuestión de la igualdad latente. Tras la recuperación de esta guerra fue cuando vino ya en serio esta segunda ola, en tiempos de paz (está aquella cosa de la guerra fría, pero no pasaba de un sustillo de cuando en cuando). Alrededor de 1965 ya cuestiones como el aborto, el divorcio o la política iban en serio y los avances llegaron inexorablemente en las sociedades abiertas de Europa.
Una vez liquidados estos problemas, hay unas cuestiones que vienen arrastradas desde hace tiempo: una mujer puede presentarse a las elecciones pero son pocas las que tienen carreras exitosas en la política. Una mujer puede trabajar en cualquier empresa pero pocas llegan a la jefatura y muchas son discriminadas desde que entran. ¿Qué pasa si un hombre abusa de su esperable mayor fuerza para someter manu militari a una mujer y hacer con ella lo que este quiera? Aquí llega la tercera ola y se encuentra con otros (movimiento LGBT, por ejemplo) que tienen un enemigo común: la sociedad del momento. Es la única explicación a que haya gays que se declaren feministas y se encuentren unos y otras con los mismos obstáculos.
¿De dónde vienen los problemas? Pues del abuso de posición dominante que algunas personas cometen. En toda cesta hay alguna manzana podrida y está claro que ser mujer no protege de ser una persona con un morro que se lo pisa: hay caraduras macho y caraduras hembra. Entiendo que al hombre que se topa con una legislación que le pide que demuestre que es 'mejor' que su ex pareja para tener la custodia compartida se cabree. También pasa que hay, por lo general, menos sueldo en el mismo puesto de trabajo para una mujer o menos mujeres en sectores directivos de las empresas porque las mujeres llevan pocos años trabajando igual de masivamente que los hombres y los cambios en estos estadísticos tardan en llegar generaciones con unas políticas de igualdad. Si a esto le sumamos que haya alguno que decide proteger a los hombres de su empresa y decide tener una gestión totalmente machista (y hay más de uno...), pues pasa lo que pasa. Claro que tal vez imponer cuotas no sea la mejor idea para combatir la desigualdad...
España ha sido bastante especial para esto puesto que nuestra historia da para un par de películas de terror. A finales del siglo XIX estábamos en plena restauración borbónica con un Alfonso XII que la diñó en 1885 (creo) con 26 añitos y privando al país de un reinado que parecía prometedor, nos dejó al mal bicho de María Cristina de regente y la tónica del gobierno fue que 'la vida sigue igual', cuando se estaba empezando a gestar la primera ola. La segunda nos pilló en un momento de aislamiento internacional con el PATÁN de Alfonso XIII dando poder al ejército y la Iglesia para reprimir todo lo reprimible. Este se fue por patas cierto 14 de abril (de 1931, para más señas) y la 2ª república no terminó de salir bien (porque los 40 años que la siguieron fueron un desastre, nos perdimos la 2ª mitad de la 2ª ola y los primeros 10 años de la 3ª).
Por último, vuelvo a la mezcla con LGBT, anti-racismo y veganismo me parece algo bastante peculiar: si bien es cierto que el feminismo y LGBT pueden tener un enemigo claro común (el heteropatriarcado), el resto es bastante peculiar. A día de hoy, la inmigración no tiene por qué resultar un problema para estos movimientos, pero podría llegar a serlo. No en vano, son muchos los partidos de extrema derecha europeos que dicen querer proteger a los homo, trans y bisexuales de la invasión islámica (véase el video de Vox comprometiéndose a que no se puedan arrojar a homosexuales desde La Giralda). No es una mezcla que pueda sobrevivir bien a un momento en que se lograra la sociedad social-liberal perfecta o en que aparezcan graves conflictos raciales.
Perdonad el tocho-post. Hay mucho que decir al respecto...