En mi habitación, acostado en mi cama, me encontraba. Frente a mí, una criatura de una figura tan elegante que impresiona. Con sus cabellos rojizos y risa burlona, me miraba. El cálido ambiente que mi cuarto siempre poseía era cada vez menor, y se tornaba en una suave brisa, fría, que embargaba mis emociones. El aire se hacía ligero con el tiempo, y era... divino. Me sentía como en una nube...
Entonces, con solo pensar eso, mi cuarto desapareció. Sólo pude ver nubes, nubes que hacían que todo se sintiera mejor. Nubes blancas y mullidas. Nubes frías. Nubes. Me levanté rápidamente, y floté junto a la figura. Di vueltas, me acosté en las nubes, y reí junto a este ser. Definitivamente, una nube es mejor que una cama.
Pero recordé que debía trabajar mañana. En ese instante, me puse a pensar en lo que debía hacer: tenía un concierto, y debía asistir tan temprano como pudiera. Esto no hizo feliz a mi compañero. Al contrario, frunció el ceño. Agitó la mano, y volvimos a mi habitación. Esta criatura no habló en ningún momento, sólo se movía haciendo una especie de baile, ejecutado con bastante habilidad y calma. De un lado al otro, tranquilamente. Sus brazos, sus piernas, su figura y demás, todo coordinado. Pero me dio hambre, así que me llevé las manos al estómago. Y el baile terminó, sólo para verme con cierta gracia y decir que "no" con el dedo. Con un chasquido, y antes de que lo pidiera, una serie de platillos que se veían deliciosos aparecieron. Dispuesto uno al lado del otro. Mi fascinación ante esto fue enorme, ¡y los devoré todos, uno a uno! Cada delicado sabor estaba bien medido, en su punto exacto. El ser me miraba con felicidad, y disfrutaba, pero no sabía por qué.
Y desde ese entonces, cada pensamiento, cada deseo que pasara por mi mente fue cumplido. Ni tan siquiera tuve que pedirlos, ¡esta criatura logró saberlo todo! Aunque, pensándolo bien, "criatura" suena muy despectivo, pero no sé cómo decirle a este ser... porque supongo que no es nada que conozcamos. Las delicias que se presentaban, los objetos tan hermosos y demás caprichos ya no eran suficientes. Quise un poco más de la esencia de la humanidad, de aquello que me apasiona: arte. Pero no cualquier clase de arte, ¡quería algo que impresionara a todos! Pedí ver los cuadros más exquisitos que pudieran existir, y con un destello, mi habitación se llenó de estos, pero no era ni la mínima parte de lo que quería. Algo más precioso,... música.
Así es, quise una pieza musical. Levanté mi violín, y se lo di, aunque esta vez no supo lo que quise. Con una voz suave, me dijo que qué quería. Debo admitir que esto me pareció de lo más raro, pero le dije que quería que me tocara la pieza musical más hermosa que pudiera, y así lo hizo. Rápidamente, agarró el violín y empezó a tocar. Fue un sonido magnífico, ¡algo digno de un dios! La destreza que tenía... ¡era impresionante! Agudo, hermoso. Grave, glorioso. Perfecto, diría.
Era la fusión perfecta entre sonidos, y deleitándome ante tan perfecto ser, me pregunté, ¿quién era? Y no tardó mucho en decírmelo, pues paró un momento y esta vez, su voz dejó de ser preciosa, ahora era... áspera.
—Adivina adivinador, ¿quién yace en el fondo, entre el horror?
Sólo esto bastó para saber quién era. Sí, el mismísimo Lucifer, en mi presencia, tocando una canción a petición mía. Por extraño que suene. me sentí honrado; ¡la criatura gobernante del infierno yacía al borde de mi cama, tocando una canción! Me animé, y salté emocionado. Le dije, con alegría, que este día era especial. Pero, al darme cuenta de lo que ocurría, me senté en la cama otra vez. Lucifer se acercó a mí, pero esta vez no era la criatura agraciada, ahora era una cosa grotesca y humanoide. Con su tosca piel, me rozó, y me dijo que todo estaría bien.
Y desperté. Asustado, pensé en que todo era una fantasía demencial, ¡y que todo estaría bien! Fui a la cocina a prepararme un desayuno, pero tal fue mi sorpresa al ver que no tenía hambre... y que un violín estaba esperando por mí. Pero entonces pensé en aquel ser... no, en Lucifer, y en su hermosa melodía, así que me dispuse a tratar de recrearla. Con las notas que recordé, la volví a componer. Traté de que, en lo posible, se creara la misma hermosa melodía.
Pero... algo iba mal. No se parecían en nada. Mi composición, si bien era buena, carecía de ese toque que hacía que la de Lucifer fuera una obra maestra. Simplemente no eran iguales.
¡Aún así, no me rendí! Practiqué día y noche, dejando de lado mis obligaciones. Mi concierto... ¡si no fuera por eso, si no fuera por eso! Una nota, dos notas, tres,... ¡y error! Una composición difícil, sin duda. Y entonces, uno dos y tres, una y otra vez.
Ya al final del día, me harté. Simplemente no podría ser aquel que compusiera la canción más hermosa. La rabia, la cólera. La tristeza y decepción... ¿por qué no puedo?
Esto fue lo último que pude pronunciar al final de mi vida terrenal. Un simple cuchillo bastaba para terminar con una vida, ¿no es irónico? La línea es tan delgada, ¡y es tan fácil cruzarla con aquello que hemos inventado!
Lo único que sé, es que un número "siete" decora mi frente, y mi cuerpo es desgarrado por arpías.
Es una clara referencia a dos obras de arte. ¿Quién me dice cuáles?
「 H a l l o w e e n ~ G i f t 」