El problema de Nintendo es que sigue viviendo en el siglo pasado. Entonces ser una multinacional que vendía sus juegos en Japón varios años antes que en Europa era fácil. Tan sencillo como valerse de las restricciones a la exportación impuestas a sus distribuidores. Como restringir toda información a los medios oficiales, único canal autorizado y con la suficiente envergadura como para llegar al gran público.
Sin exportaciones, sin Internet y controlando los medios de publicación de contenidos con mano férrea, cualquier empresa puede controlar el ciclo de vida de sus productos en mercados diferenciados por lenguaje y localización.
Esto permite a Nintendo analizar si un juego publicado en Japón va a atraer a un público más occidental, hacer pruebas a tal efecto, lograr los permisos necesarios, y organizar el marketing y la distribución de los productos en un mercado no sólo más grande sino también con distintos idiomas.
Este sistema, que Nintendo sigue aplicando en 2010 aunque con plazos más reducidos, le supone una gran ventaja estratégica, de marketing, de distribución y por tanto económica.
Ventajas todas ellas que son inconvenientes para los consumidores finales de sus productos. Porque los consumidores ahora tenemos Internet, odiamos las revistas tradicionales que tradicionalmente han encadenado nuestro conocimiento, y no estamos dispuestos a esperar varios meses a que Nintendo se digne de acordarse de España.
Los consumidores ahora tenemos el poder. Ese poder es patente en la medida en que tenemos la capacidad de comprar y pagar el juego o sencillamente descargarlo y que les jodan. El poder de hundir un juego con críticas que puedan leer miles de personas, o fomentar su compra con recomendaciones. El poder de llegar a la información según sale fresca en Japón, de traducirla, y tenerla expuesta ante decenas de miles de aficionados españoles en apenas unos minutos. De años a meses, de meses a días, de días a horas, de horas a minutos.
Nintendo tiene miedo. Sólo quien tiene miedo ataca a sus seguidores, a sus fans, a quienes le hacemos publicidad gratis. Tiene miedo porque nosotros no vamos a someternos a sus reglas, a sus cadenas, porque por el mismo motivo por el que amamos sus juegos estamos dispuestos a matar por jugarlos antes.
Amor y odio siempre han sido uno.