Capítulo 1: LA ATALAYA
El corpulento Swampert se arrodilló ante la escultura del árbol blanco, el icono de Xerneas, el Dios de la vida y la fertilidad. Dijo unas palabras en el lenguaje antiguo, mientras sujetaba con fuerza el amuleto que tenía en la mano.
—…y danos fuerza en los momentos de debilidad —terminó la oración en la lengua común, ya que no era capaz de recordar las palabras originales.
Se incorporó, sin dejar de mirar el altar con el único ojo que podía usar. Su ojo derecho mostraba una profunda herida, que lo había dejado inutilizado. Se quedó pensativo unos instantes, y se giró para regresar junto a su compañero.
—¿Has terminado? —preguntó el Ampharos que le esperaba en la entrada del claro.
—No habré terminado hasta que la Corporación pague por todo el mal que ha causado, Lugnos —al ver que la respuesta había dejado a su amigo algo anonadado, le puso un brazo en el hombro—. Tengo la sensación de que todo esto se acabará pronto, y, entonces, podremos volver a nuestras vidas y recuperar el tiempo que nos han arrebatado. Ven, volvamos a casa.
Dejando atrás el claro, avanzaron entre los árboles.
—Ya debe ser casi las diez de la noche, Paldus —dijo espontáneamente Lugnos, haciendo gala, como de costumbre, de una capacidad innata para conocer la hora por la posición de los astros.
—Entonces apresurémonos —respondió el Swampert, cortante—. Piensa que la hora a la que lleguemos será directamente proporcional al enfado de Astrid una vez estemos allí.
Durante un minuto, avanzaron en silencio. Sin embargo, en un punto, Paldus detuvo la marcha y se agachó. Lugnos hizo lo mismo.
—He visto algo. Mira allí —dijo, señalando un punto en la oscuridad. Lugnos no vio nada en un principio, pero, al momento, pudo observar un pequeño resplandor fugaz, que apenas duró una fracción de segundo. Una observación más detallada les permitió adivinar que era algún tipo de luz intermitente, y que se estaba moviendo.
—La Brigada de la Noche utiliza fuegos fatuos para comunicarse entre ellos. Ese agente debe de estar buscando a otros por la zona -comentó Lugnos.
—Pues no se va a encontrar precisamente con otros de los suyos… —murmuró Paldus, avanzando hacia el origen del resplandor.
Lugnos lo detuvo.
—¿Qué diablos haces? Si lo atacas y hay otros por aquí, van a saber que algo le ha pasado e irán a investigar —le dijo, moderando la voz—. Arriesgarás años de esfuerzo…
—Lugnos, no me fastidies -lo cortó Paldus—. Si está usando fuegos fatuos, es precisamente para que lo localicen, y eso sólo puede querer decir que está perdido. Yo al menos no veo a ningún otro fantasma respondiéndole por las inmediaciones ¿tú sí?
Lugnos respiró hondo.
—De acuerdo, haremos como tú dices. Pero, si nos capturan, les diré que te interroguen a ti primero.
Paldus soltó una risa floja mientras avanzaba hacia la luz. Lugnos, con algo menos de sigilo a causa de sus cortas extremidades, lo siguió. Mientras andaba, activó su sistema eléctrico por si le hacía falta cargar un ataque al llegar, si Paldus no acababa con el fantasma de un golpe.
Poco a poco, se fueron acercando a la luz intermitente. Curiosamente, no era regular, ya que distintos períodos de tiempo separaban cada destello. Cuando estuvieron a pocos metros del fantasma, Lugnos detuvo a Paldus.
—Espera un momento -le susurró—. Eso no es ningún agente de la Brigada. Es un Cyndaquil. Y va acompañado de otro Pokémon pequeño, pero no puedo deducir exactamente cuál es.
—¿Cómo? —se sorprendió Paldus—. Eso facilita las cosas bastante. Vemos de qué bando están, y, si son de la Corporación, los mazamos a golpes para llevárnoslos a la base e interrogarlos. ¡Arceus bendiga tu buena vista!
Sin que Lugnos tuviera tiempo de reaccionar, Paldus saltó de la maleza delante de los dos Pokémon.
—¡Ajá! —gritó.
Marvin y Cynder dieron un salto de sorpresa cuando el Swampert se abalanzo hacia el camino ante ellos. Antes de que tuvieran tiempo de pensarlo, un Ampharos apareció en la retaguardia, cortándoles la huida.
—¿De qué bando estáis, pequeñajos? —preguntó Paldus, mientras alzaba su puño.
Cynder decidió tomar la iniciativa diplomática.
—N-no estamos de ningún bando… nosotros sólo escapábamos de Villa Plata, y…
—Y ¿por qué escapabais de villa plata? —inquirió Lugnos detrás de ellos.
Cynder tragó saliva antes de contestar.
—La Corporación de Inteligencia la ha quemado hasta los cimientos.
Paldus y Lugnos se quedaron congelados en el sitio. Paldus bajó el puño, y, empujando a los dos pequeños Pokémon y a Lugnos, comenzó a andar en la dirección contraria.
—Hijos de puta —soltó, mientras se dirigía a Villa Plata.
—¿A dónde vas? ¡Paldus, no seas loco! ¡Te van a matar! -le gritó Lugnos, intentando hacerle entrar en razón.
Paldus, sin dejar de avanzar, giró la cabeza para responderle.
—Voy a echar un vistazo. ¡Envía a un par de compañeros a que me ayuden cuando llegues a la base!
Lugnos suspiró.
—Cuando se le mete una idea entre ceja y ceja no hay nada que hacer - susurró, negando von la cabeza. Entonces, se dio cuenta de que no estaba solo y, ya que su compañero se había ido, le tocaba a él dar todas las explicaciones-. Er… veréis, chicos, dejad que os explique esto. Me llamo Lugnos, y mi compañero y yo somos miembros de la Resistencia de Pellaria.
Cynder lo miró con admiración.
—¡Vaya! O sea que vosotros sois los q-que… q-que… —Cynder puso un par de caras raras, y luego soltó un pequeño ataque de tos, que provocó que de su espalda surgiese un destello de fuego, característico de los Cyndaquil.
Lugnos se echó a reír. Cuando los dos Pokémon lo miraron extrañados, él se explicó.
—Verás, hemos confundido los destellos que produces al toser con un fantasma de la Brigada de la Noche haciendo señales, y por eso nos hemos acercado.
Cynder soltó una risita nerviosa, y Marvin los miró extrañado. Al darse cuenta de la reacción de su nuevo acompañante, Cynder se dirigió a Lugnos.
—Verás, er, Lugnos… mi amigo es amnésico. No recuerda nada de nada, ni siquiera su propio nombre, y… —se lo pensó dos veces, ya que no quería revelar la condición de humano de su nuevo amigo por si lo trataban como a un loco— y estábamos intentando llegar al Claro de la Vida para pasar allí la noche. Nuestro objetivo final es un poblado en las Montañas del Hierro.
Lugnos frunció el ceño. Se quedó pensativo unos momentos, mirando a la nada.
—Y ¿decís que sois refugiados de Villa Plata? —los dos Pokémon asintieron— Pues entonces supongo que no ocurrirá nada si os llevo a la base, donde os podéis quedar hasta mañana por la mañana. Operamos en una base dentro de las montañas, así que podemos enviar a alguien para escoltaros a las Montañas del Hierro.
Cynder miró a su compañero.
—Realmente, no tengo ni idea de qué opinas tú. ¿Quieres acompañarme?
Marvin se lo pensó unos instantes.
"No tengo elección. Aquí sólo conozco a Cynder, y, si me quedo aquí, quien sabe lo que pasará… maldita sea. Si tan solo pudiera recordar algo, todo esto sería más sencillo". Detuvo sus pensamientos cuando se dio cuenta de que Lugnos y Cynder lo estaban mirando fijamente, a expectación de una respuesta.
—Eh, pues… sí, por qué no -se encogió de hombros—. De todas formas no tengo ningún sitio al que ir.
Cynder sonrió.
—No te preocupes —dijo, mientras pasaba una de sus patas delanteras por encima de la espalda de Marvin—. Encontraremos una solución para devolver tu memoria a su sitio.
Lugnos se acercó a ellos, dispuesto a consolar a Marvin a su vez.
—Tranquilo, te llevaremos con Elina. Es una Espeon con unos poderes psíquicos impresionantes, y, entre sus muchos poderes, se halla el de leer mentes. Ya ha curado muchas amnesias en el pasado, y podrá desbloquear tus memorias perdidas.
Marvin asintió con la cabeza.
—De acuerdo, iremos a ver a esa Espeon.
—Habrá tiempo para eso cuando hayamos llegado a la base —aclaró Lugnos—. Nos espera una caminata bastante larga…
Después de cinco minutos de caminata, el silencio entre Lugnos, Cynder y Marvin se hizo insoportablemente incómodo. Lugnos, aclarándose la garganta, se dispuso a romperlo.
—Entonces… —inquirió, refiriéndose a Marvin— ¿No recuerdas absolutamente nada?
—Absolutamente nada. No sé ni donde estamos, ni como he llegado a aquel bosque… —respondió, con un tono tristón.
Lugnos, con una media sonrisa, lo animó.
—No te preocupes, Elina podrá curarte de tu amnesia. En todos los años que lleva como Maestra Psíquica, ha curado a docenas de Pokémon con recuerdos bloqueados. La amnesia es más normal de lo que piensas: golpes, ataques de psíquicos, accidentes… es casi tan común como la gripe. De hecho… ¿Os interesaría oír acerca de la vez que mi hermana Pharia perdió la memoria?
Los dos Pokémon más pequeños asintieron enérgicamente, ansiosos por oír alguna historia de lo que parecía un veterano.
Lugnos, orgullosamente, se dispuso a relatar.
Astrid, la majestuosa Ninetales plateada, soltaba maldiciones desde la mesa del consejo, en el Gran Comedor. Afortunadamente, ninguno de los numerosos Pokémon de los equipos de resistencia que cenaban en el lugar podía oírla, gracias al impresionante ruido del que se llenaba la cámara a aquella hora de la noche.
—No es que me considere a mí misma la Pokémon más lista del mundo, Elina, pero mi sentido común me dice que la tardanza de Paldus se debe a alguna absurda cruzada. No me extrañaría nada que se haya liado a golpes con algún vigilante nocturno, intentando sacarle alguna información que sólo le importa a él.
Elina, sentada a su lado, respondió tranquilamente, sin levantar la cabeza del plato.
—Conozco la cabeza de ese tontorrón como si fuera la mía propia. Estará echando unas risas con Lugnos, o tal vez… —se detuvo, levantando las orejas.
—¿Qué pasa, Elina? —preguntó Astrid, extrañada ante el comportamiento de su compañera.
—Un Murkrow va a entrar por una de las puertas de la izquierda —respondió, con rostro inexpresivo—. Va a informarte de algo, creo.
—¿Qué? —Astrid dejó de masticar y miró a la Espeon— ¿qué quieres decir con…?
En ese instante, un Murkrow se precipitó a través del Gran Comedor, volando atropelladamente hacia la mesa del consejo. Su ala izquierda se movía considerablemente mal, delatando que había sufrido una herida.
—¡Señora Astrid! ¡Señora Astrid! —gritó, con la voz afectada. En ese momento, su ala izquierda falló finalmente, precipitándose hacia la mesa.
Elina, con un movimiento de ojos, detuvo al Murkrow en su caída, haciéndolo levitar unos instantes antes de depositarlo suavemente al lado de Astrid.
—Han atacado Villa Plata. La han quemado hasta los cimientos —dijo Elina, preocupada.
—Así es, Maestra -añadió el Murkrow—. Mi equipo volvía de una misión, y fuimos atacados al parar allí a por provisiones… sólo yo he salido airado. Ignoro si los demás han sido capturados o los han matado.
Astrid le puso una pata sobre el ala.
—Bien hecho, aprendiz. Serás recompensado por esta información —le dijo al Murkrow, sin resaltar el hecho de que Elina ya lo había leído en su mente antes de que el mismo Pokémon lo dijera—. Elina, llévalo a la enfermería, por favor. Yo me encargo de esto.
Groud, el Exploud, que estaba atendiendo a la conversación, se levantó de la mesa, consciente de que iba a tener que actuar.
—Groud, si eres tan amable, informa a los agentes de lo que ocurre, por favor, y diles que los equipos de rango Plata como mínimo pueden salir en busca de supervivientes y guiar a los refugiados al Valle Gris, donde se les proporcionará comida y cobijo. Yo misma me adelantaré para ayudarles y vigilar que el camino sea seguro.
El Exploud, tras asentir, comenzó a dar el anuncio con su potentísima voz, que resonaba en las paredes de la cámara y llegaba a cada uno de los Pokémon que estaban comiendo.
Mientras Groud vociferaba, Astrid y Elina se levantaron y se dirigieron a los pasadizos que daban al Valle Gris. Astrid le habló a su mano derecha.
—Elina, quiero que te quedes en el emplazamiento médico y ayudes a curar a los Pokémon que lleguen de Villa Plata. Yo encabezaré la marcha. Evitaremos el camino del bosque, ya que una cantidad de Pokémon demasiado grande atraería la atención hacia esa zona. Usaremos los senderos ocultos.
Tras veinte minutos de caminata e historias entretenidas, junto con algún que otro encuentro con miembros de la Resistencia que partían a ayudar a los refugiados, Lugnos y sus dos acompañantes habían llegado a la montaña conocida como la Espina de Groudon, y estaban avanzando por un camino efectivamente colocado para acortar el camino a través de la montaña. Entonces, Lugnos informó acompañantes:
—Ya casi hemos llegado, chicos. En unos minutos llegaremos a la base —mirando a Marvin, añadió—. Normalmente llevamos a los refugiados al Valle Gris, el lugar que sirve como entrada y salida encubierta para los equipos de resistencia, pero debido a lo excepcional de tu caso, os llevaremos a las dependencias de Elina, para que ella te ayude con tu problema… Tal vez incluso nos puedas proporcionar información vital sobre cómo llegaron esos agentes sin que los pudiéramos detectar.
Unos minutos más tarde, habían terminado de atravesar el camino de la montaña, y se hallaban ante el Valle Gris. Las luces encendidas de los puestos de refugiados iluminaban el lago que decoraba la zona central, dejando al menos atisbar la silueta del lugar.
—Elina debería estar en la enfermería auxiliar, ayudando a los heridos. Acerquémonos y hablemos con ella.
Abriéndose paso entre la hilera de Pokémon que corrían por la zona, bien llevando provisiones o guiando a los refugiados, los tres caminantes llegaron a un edificio rectangular, con una marca roja en la parte superior del marco de la puerta. Al entrar, fueron iluminados por las piedrasluz que decoraban la sala. Las hileras de camas que llenaban la sala estaban en su mayoría vacías, esperando a que los refugiados las llenaran, mientras los especialistas en la curación merodeaban la zona, preparándose para cuidar a los heridos. Nada más entrar, un Azumarill se acercó a ellos con una media sonrisa.
—¡Bienvenido, Lugnos! —saludó—. Veo que traes a algunos refugiados más. Si necesitas que los trate, estoy disponible ahora mismo. Supongo que por poco tiempo, además, porque aún no han llegado todos los refugiados que, espero, hayan sobrevivido.
—No será necesario, Dom, este Mudkip necesita la intervención de Elina —mirando a Cynder, añadió—. Pero no estaría mal que vieras si el Cyndaquil tiene alguna herida. Cynder, ve con Dom. Él se asegurará de cuidarte bien de momento.
Cynder asintió, y, siguiendo las indicaciones de Lugnos, acompañó al Azumarill a través de las hileras de camas que llenaban el lugar. Marvin, por su lado, siguió a Lugnos hacia la cama en la que estaba postrado un Murkrow, con una Espeon a su lado, mezclando unas medicinas sobre una pequeña mesa.
—Me alegro de verte, Lugnos —dijo la Espeon, sin girarse, detectando al Ampharos antes siquiera de que se dirigiera a ella—. Nuestro jefe, según veo, estará ocupado un rato en Villa Plata. Has venido para que ayude a ese Mudkip…
—En efecto. Quiero que le leas la mente. Parece que tiene recuerdos bloqueados, y necesita que los desbloquees.
Elina se giró para mirarlos con sus penetrantes ojos púrpuras. Tras echarle un rápido vistazo a Marvin, colocó sus patas sobre los hombros del Mudkip, mientras Lugnos daba un paso atrás.
—No te muevas, pequeño Mudkip. Te aseguro que no te va a doler si te mantienes quieto y no opones resistencia. Esto no debería llevarnos más de unos minutos… —al centrar su mirada en los ojos de Marvin, añadió—. Y no te preocupes por tu intimidad. Solo desbloquearé tus recuerdos, no los miraré. Ahora quédate quieto…
Marvin miró fijamente los hermosos ojos de la Espeon. En ese instante, sintió como si no pudiera desviar la mirada de ellos. Sintió como si estuviera atrapado en un espiral de pensamiento, y entonces…
—Esto no es normal… —dijo Elina, rompiendo la conexión—. Es como si… como si no tuvieras memoria alguna de tu vida -mirando a Lugnos, aclaró-. Estos no son recuerdos bloqueados, Lugnos. Alguien ha extraído la memoria de este Pokémon a propósito.
Marvin la miró, sorprendido.
—¿Me han borrado la memoria? ¿P-por qué alguien querría hacer algo así?
—No, no creo que la hayan borrado. Ningún psíquico sería suficientemente estúpido para hacer algo así. Si hubieran querido librarse de algo que sabes, te habrían eliminado, o habrían borrado por completo hasta tu consciencia de que puedes andar, convirtiéndote en un vegetal por el resto de tu vida.
Tanto Lugnos como Marvin permanecieron en silencio ante la revelación.
—Tu memoria, Mudkip, ha sido extraída —continuó Elina—. Alguien la ha sacado de tu mente y almacenado en algún tipo de esfera mágica por alguna razón. Lamentablemente, eso ya escapa a mi comprensión, y no puedo ofrecerte más ayuda que esta. Aun así, puedo decir con un ochenta por ciento de posibilidades de estar en lo cierto, que parece un trabajo de un agente de la Corporación de Inteligencia.
Marvin bajó la cabeza, decepcionado.
—¿Es decir… que es imposible recuperar mi memoria?
—Yo no diría
imposible… pero es altamente improbable que encuentres el orbe en el que guardan tu memoria. Eso a menos que… —Elina miró de reojo a Lugnos, como queriendo decir algo.
Lugnos, comprendiendo el mensaje, le respondió
—Pero… es muy joven ¿no crees? Y además, necesitaría a… pues, la verdad, ese Cyndaquil… parece que se compenetran mucho.
—¿De que estáis hablando? —interrogó Marvin, confundido ante las especulaciones de los miembros de la Resistencia.
—Hablamos de que Cynder y tú podríais ser miembros de la Resistencia —respondió Elina, lentamente—. Piénsalo, ambos tenéis algún motivo, y, si eventualmente lográramos derrotar a la Corporación, sería relativamente fácil recuperar tu memoria perdida.
Marvin se puso a pensarlo.
"No es una mala idea, realmente. No tengo recuerdo alguno, así que luchar por recuperarlos es lo único que puedo hacer… esto es tan confuso… no sé si esto es realmente lo que debería hacer… pero si Elina dice que mi memoria ya no está en mi cabeza, es obvio que, si no hago algo, no va a volver por su cuenta…"—E-está bien -respondió, dudoso—. Me uniré a vuestra Resistencia, pero quiero que le deis la oportunidad a Cynder también. Se merece tanto como yo unirse.
—Lugnos, ve a preguntarle al Cyndaquil si la idea le parece bien —comandó Elina—. Quiero hablar en privado con Marvin un momento.
Mientras Lugnos se iba, Marvin comenzó a escuchar a Elina. Sin embargo, su voz no se proyectaba a través de su boca. Su voz estaba sonando única y exclusivamente en su cabeza.
"No he podido evitar notar que eres un humano" confesó la Espeon.
"No sé cómo has llegado a convertirte en Pokémon, pero déjame decirte que no es algo que ocurra precisamente todos los días, lo que me lleva a pensar que hay algo más grande detrás de ello. Si han arrancado esos recuerdos de tu mente, es porque tú sabías algo que ellos necesitaban. ¿Soy la única que sabe que eres humano?""¿Por qué lo preguntas?" inquirió Marvin, algo molesto.
Podrías haberlo leído, como has leído eso…"Tu condición de humano fue algo que no quise saber, pero parece ser lo que más ocupa tu cabeza. No he podido evitarlo. Por lo demás, prefiero que me digas tú mismo lo que necesito saber.""Pues la verdad es que Cynder también lo sabe. Se lo conté cuando nos conocimos" confesó Marvin.
Bien. Entonces este será nuestro secreto. Eres un espécimen altamente interesante, Mudkip, y puede que tu presencia aquí tenga algún significado. Te ayudaré en lo que pueda a descubrir la verdad, si me mantienes informada de todo lo que ocurre.Antes de que Marvin pudiera contestar, Lugnos estaba de vuelta, acompañado de Cynder.
—He dicho que sí -declaró el Cyndaquil, decidido—. Si mis padres están vivos, unirme a la Resistencia es la única forma de recuperarlos. Sin ellos no tengo nada, así como tú no tienes nada sin tus recuerdos, Marvin.
Marvin le sonrió a su compañero. Por algún motivo, estaba seguro de que accedería.
—Os aviso de que no será nada fácil —les dijo Lugnos, severamente—. Tendréis que formar un Equipo de Resistencia, y salir casi a diario para hacer misiones. Al principio, serán cosas fáciles y mundanas -como rescatar Pokémon o encontrar objetos para conseguir dinero y ayudar a la causa-, pero se irán haciendo más difíciles a medida que pase el tiempo.
—Yo estoy dispuesto —dijo Marvin, decidido—. Mis únicos recuerdos serán los que consiga durante nuestras misiones, y eso me ayudará a no distraerme.
—Teniendo en cuenta que soy la líder en funciones de la Resistencia —habló Elina—, y que ninguno de nuestros líderes está aquí… supongo que estoy autorizada a daros permiso a quedaros aquí. Y, ya que es muy tarde para hablar más de esto, os aconsejo ir a la zona de descanso. Quedaos en una de las tiendas de campaña que hemos situado en el exterior. Mañana tendréis una audiencia.
—Esto ha sido demasiado —rugió Astrid, moderando su voz para no despertar a ninguno de los Pokémon que dormían en los niveles inferiores de la base.
Paldus la siguió a través del pasillo, a paso lento y con una mueca de cansancio en la cara.
—Desde luego, lo de esta noche ha sido una brutalidad —dijo, restregando su derecha mano con su ojo bueno—. Arceus sabe cuántos Pokémon han perdido su vida hoy. Y cuántos estarán ahora en los calabozos de la Torre Negra, siendo torturados y…
—Paldus, por favor… —lo interrumpió Astrid, con voz lastimera— Ya tengo bastante. Hemos salvado a todos los Pokémon que hemos podido. Ahora sólo quiero descansar y dejarlo todo para mañana. Así que, si no te importa, quiero tener un poco de intimidad.
Paldus, sin mediar palabra, se dirigió a la puerta de su habitación. A medio camino, sin embargo, se detuvo para preguntar algo.
—¿Crees que no lo noto? —dijo el Swampert.
Astrid lo miró extrañada, sin responder.
—Estás evitando hablar. Llevas casi un mes entero así, Astrid, pero, por mucho que lo evites, sigue estando
ahí —girándose para irse definitivamente, añadió—. Eventualmente tendrás que enfrentarte a ello. Tú misma. Buenas noches.
La Ninetales vio como Paldus entraba en su habitación y cerraba la puerta de un portazo. Suspiró. Entonces, decidió entrar en su propia habitación para dormir y olvidarse de todos sus problemas.
La luz de la luna se filtraba por la ventana del cuarto, dibujando reflejos blancos en el pelaje plateado de la Ninetales. Ella, exhausta, depositó los contenidos de su bolsa de viaje sobre su mesa de noche. Luego, se tumbó en la cama. Sabía que no iba a dormir. Sabía que se quedaría dándole vueltas a lo que Paldus le había dicho. Y también sabía que tenía que dejar de pasar las noches en vela pensando en ello.
A la mañana siguiente, Marvin y Cynder se hallaban sentados en un largo banco de madera, mirándose el uno al otro sin saber qué decir. Estaban esperando a que las grandes puertas se abrieran y les permitieran entrar, para que el Consejo decidiera su destino.
Marvin ignoraba el estado mental de Cynder en aquel momento, pero suponía que estaba tan confuso y abrumado como él. Todo había pasado tan deprisa…
"Tal vez si nos permiten formar parte de la Resistencia me sea más sencillo recuperar mis recuerdos. Aunque, la verdad… no tengo ni idea del panorama en este lugar. Ni siquiera sé quiénes son esos de la Corporación de Inteligencia".
Entonces, se le ocurrió algo.
—Cynder -dijo, en voz baja, aunque no hubiera nadie cerca para oírlos. Cuando el Cyndaquil lo miró, le preguntó—. ¿Qué es la Corporación de Inteligencia?
Cynder, confuso, le echó una mirada difícil de definir, a causa de los achinados ojos del Pokémon.
—¿Es una broma? Cuando me dijiste que no te acordabas de nada, creía que te referías a… no sé, varios años, o meses, pero no a absolutamente todo.
—Ya ves —dijo Marvin, con una sonrisa tímida—. No tengo la más remota idea de nada. Ni siquiera sé cómo se llama el país en el que estamos.
Cuando Cynder iba a responder, las puertas se abrieron, y la cabeza de Lugnos asomó por entre ellas.
—Chicos, ya podéis pasar.
Los dos pequeños Pokémon se sobresaltaron por la aparición del Ampharos. Sin embargo, reaccionaron rápido, y, con Marvin a la cabeza, entraron en la Sala de Audiencias. Lugnos cerró la puerta tras ellos.
La habitación tenía numerosas filas de bancos, encarados hacia un pedestal en el fondo de la sala, con varios Pokémon sentados, que miraban fijamente a los dos aspirantes, lo que hizo que ambos se sintieran intimidados y mucho, mucho más pequeños. Afortunadamente, Lugnos se situó a su lado.
—No os sentéis —dijo en voz baja—. En las audiencias, hay que estar de pie.
Marvin, obedeciendo a Lugnos casi por puros reflejos, prestaba atención a los Pokémon que estaban sentados allí. De izquierda a derecha, distinguió a Elina, Paldus, una Ninetales plateada y un Beartic de aspecto malhumorado. Paldus se incorporó sobre el pedestal. Carraspeó.
—Antes de comenzar, quería pedir perdón a los aspirantes por…—titubeó un momento— amenazarlos durante los eventos de la pasada noche. Actué movido por el instinto, y no debí hacerlo.
Marvin sonrió. Paldus podía parecer siniestro por su aspecto, pero en el fondo no le parecía que fuera un mal tipo.
Elina tomó la palabra a continuación.
—Quiero aclarar que el aspirante Marvin, el Mudkip, posee una anomalía mental. Sufre de amnesia. Más que un impedimento, lo considero algo de gran relevancia, ya que mi análisis indica que su memoria ha sido extraída por, intuyo, un miembro de la Corporación de Inteligencia. Por tanto, es más que probable que fuera poseedor de algún tipo de información que pudiera resultarnos útil.
Astrid, pensativa, decidió intervenir.
—¿Quieres decir que un psíquico le ha extraído la memoria?
—Eso mismo —asintió Elina—. Y, por lo bien hecho que está el trabajo, según mi humilde opinión, es más que probable que sea un psíquico de nivel alto. Yo diría que es obra de un Alakazam.
Paldus volvió a carraspear con su áspera voz, dando a entender que la tertulia había terminado.
—Señoritas, no hemos venido a discutir acerca de psíquicos hipotéticos. Nos llega con saber que puede que poseyera información importante. Así que, si no os importa, quiero hacerle unas preguntas.
Astrid le echó una mirada de reojo, pero Elina se sentó de nuevo sin rechistar.
—Bien, bien… debo advertir que, sin ninguna duda, cualquier otro caso de amnesia habría sido descartado como posible candidato —dijo Paldus, autoritario—. Pero, según Elina me ha contado, para recuperar los recuerdos sin daño alguno, es necesaria la mente de la que fueron extraídos los mismos originalmente —dirigió su mirada hacia Cynder—. Tú eres Cynder ¿no? Pues quiero preguntarte algo.
Cynder se puso firme, como si un Pokémon eléctrico le hubiera tocado la espalda.
—¿Tendrías la responsabilidad de explicar a Marvin todo lo que no comprenda? Elina ya me ha contado que no tiene ningún recuerdo, y, aunque me duele tener que delegar esta responsabilidad tan grande en un chaval, ninguno de nosotros podemos permitirnos educar a un Pokémon —preguntó—. Es la única condición que te pongo para unirte a la Resistencia. No te preocupes, si no aceptas, te llevaremos a donde lo necesites, y le asignaremos un compañero a Marvin.
Cynder, con la voz temblorosa, declaró enérgicamente.
—¡P-por supuesto, señor! Le explicaré todo lo que me pregunte, y me aseguraré de que no le falte información.
"Cynder… apenas le conozco y está dispuesto a ayudarme. Eso… eso es algo que haría alguien que no tiene nada. La verdad, yo también quiero ayudarlo a él". Pensó Marvin, consciente por primera vez de la situación de su amigo.
—Buen chico —dijo Paldus, sin poder contener una sonrisa—. Quiero que le des unas buenas lecciones de historia. En cuanto a los tipos elementales, no te preocupes. Os asignaré a alguien para que os acompañe en vuestras primeras exploraciones. Aunque no pueda encargarse personalmente de la educación de Marvin, será el que os entrene a los dos en cuanto a lecciones de campo se refiere. De hecho… —Paldus levantó la vista— le tenemos aquí, entre nosotros.
Marvin, Cynder y Lugnos se giraron. Detrás de ellos, en una de las filas de bancos más cercanas a la puerta, un Marowak daba vueltas a un fémur de aspecto robusto.
"¿Cuándo diantres ha entrado ese aquí?" pensó Marvin, sorprendido.
—¿C-cuánto tiempo lleva ahí? —preguntó Cynder, tan confuso como su amigo.
El Marowak soltó una carcajada, mientras se ponía de pie y se acercaba, para ofrecerles la mano.
—Rawkan Terrafin, encantado —dijo, con una voz potente y autoritaria, estrechando la pata delantera de Marvin—. El más sigiloso de todos los Marowak.
—A Rawkan le encanta tomar por sorpresa a la gente —explicó Paldus, mientras el Marowak daba la mano a Cynder enérgicamente—. Será vuestro mentor hasta que vuestro equipo abandone la etapa de entrenamiento. Normalmente os asignaríamos a un equipo de entrenamiento, pero Elina se niega a dejarme hacerlo. Dice que quiere confiar en vosotros para crear vuestro propio equipo desde cero.
—Tiene su gracia ¿sabéis? —dijo Rawkan, indignado—. Cuando Paldus habló con el Equipo Estratos pidiendo voluntarios para cuidar de dos chavales ¡yo fui el único pazguato que levantó la pata para ofrecerse!
Marvin no pudo evitar reír ante la forma de hablar del Marowak. Paldus llamó al Beartic con la mano.
—Éste es Haku —explicó Paldus a los futuros miembros—. Es el que se encarga de toda la burocracia aquí dentro. Rawkan os explicará mañana lo que tenéis que hacer para encargaros de realizar misiones, pero, por el momento, tenéis que decirle quién va a ser el líder titular del equipo, y, por supuesto, el nombre que tendrá vuestro equipo.
Marvin se quedó clavado en el sitio. Miró a Cynder, como pidiendo ayuda. Al ver que su compañero estaba tan perdido como él, decidió tomar la iniciativa.
—N-no hemos decidido quién será el líder del equipo, pero…
—¡Será Marvin! —lo interrumpió Cynder, sin previo aviso— ¡Yo no tengo madera de líder!
Marvin lo miró con reproche.
"¿Ahora me quiere encasquetar el liderazgo del equipo?".
—¿No deberíamos hablarlo? Recuerda que tú eres el que me tiene que enseñar cosas sobre… bueno, sobre absolutamente todo.
—Precisamente por eso —respondió el Cyndaquil—. Piénsalo: si yo me encargo de instruirte, tú te encargas del papeleo y el liderazgo del equipo. No hay que tener mucho conocimiento de historia para hacerlo.
—Cynder tiene razón —intervino Paldus—. Si alguien tiene que ser el líder, yo creo que debería ser Marvin.
"¿Por qué me siento observado por todos de repente?" se preguntó Marvin, sintiéndose más obligado que nunca a aceptar el liderazgo.
—En fin, de acuerdo —respondió finalmente—. Seré el líder.
Haku apuntó eso en un pergamino.
—¿Nombre del equipo? —interrogó Haku, sin levantar la vista del pergamino.
Marvin se quedó pensando un instante.
—No había pensado en…
—¡Oh, oh! —saltó Cynder— ¡Yo había pensado un nombre para el equipo!
Todos miraron al pequeño Cyndaquil.
—¿Y cuál es ese nombre?
—Es… —hizo una pausa en medio de la frase, como si estuviera intentando crear tensión— ¡Equipo Tormenta!