Autor Tema: [Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom  (Leído 5493 veces)

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IDG

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[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« en: 25 de Noviembre de 2015, 04:24:40 am »
¡Hola, usuarios de Pokéxperto! Puede que no me recordéis, pero hace tiempo comencé un fanfiction en este foro. Sin embargo, dicho fanfiction se quedó en el capítulo 2, al no ocurrírseme una forma de continuar la historia. Sin embargo, he reescrito el fic, y a día de hoy, casi un año después, la historia está casi completa en teoría. Por lo tanto, me ha parecido una falta de respeto a las personas que comenzaron a leer el fic no publicarlo aquí. Por lo tanto, os dejaré con el prólogo y, en aproximadamente una hora, el primer capítulo. Iré subiendo un capítulo cada semana hasta el quinto, pues es todo lo que tengo escrito de momento. Puede que encontréis diferencias en lo nombres de los peronsajes (ni ya mencionar la historia, que cambia por completo). Disfrutadlo y, por supuesto, siempre podéis dejar un comentario en el tema de comentarios del fic.

Prólogo: UN MUNDO OSCURO

Gront alzó la vista para poder observar Villa Plata… o lo que quedaba de ella. La mitad de la antes tranquila villa estaba totalmente calcinada. De las casas, abandonadas a su suerte durante el sangriento saqueo, surgían sendas columnas de humo, que se elevaban hacia el cielo estrellado, y dificultaban la visión del Garchomp. Gront notó como pasaba sobre los cadáveres chamuscados de pequeños Pokémon, que alguna vez habían vivido pacíficamente en aquel lugar. ¿Realmente era aquello lo que quería? Tal vez su objetivo era noble, pero no creía que fuera necesaria la pérdida de tantas vidas inocentes.

"Pero lo haces para acabar con esos asquerosos traidores. Recuérdalo siempre". Las palabras del Líder resonaban en su cabeza cada vez que se cuestionaba su cometido. Él seguía órdenes, aún sin tener ni idea de cómo estas influirían en la misión Así eran, de hecho, la mayoría los trabajos que la Corporación de Inteligencia les asignaba. Rápidos, sencillos, y, lo más importante, totalmente exentos de preguntas por su parte. Si hacía alguna pregunta a su superior, Vylos, éste sistemáticamente lo despachaba con un "eso es confidencial" o "no es relevante para el cumplimiento de la misión". Pero aun así era reconfortante servir a aquella causa. La causa que aseguraría la victoria contra los traidores, la causa que limpiaría Pellaria de la calaña más nauseabunda que aquel mundo había conocido. Sólo se preguntaba si merecía la pena la muerte de tantos civiles.

Agitando la cabeza para olvidar estos pensamientos, se acercó a un estandarte derribado en el suelo. De él colgaban los restos de una bandera que llevaba el símbolo de Villa Plata. Gront levantó la bandera para limpiar sus cuchillas de sangre, y, cuando lo hizo, pudo ver que bajo ella se escondía una Furret con sus dos bebés Sentret. La pequeña roedora abrió los ojos, aterrorizada, y miró a Gront, que, sin apenas inmutarse, miró hacia ambos lados, y luego susurró:

—Venga, lárgate —al no obtener respuesta, aclaró—. No quiero mancharme de sangre más de lo que ya estoy. Vete rápido o te encontrarán.

Esto pareció ser lo suficientemente estimulante para la Furret, pues salir corriendo con sus dos bebés a la espalda. Grunt los observó alejarse, hasta que el humo le nubló la vista. Se quedó mirando, distraído, en aquella dirección, sin percatarse de que alguien se acercaba por el lado contrario.

—He reunido al equipo, señor. Estamos listos para regresar al Fuerte Flarah a su señal.

Gront se giró, sólo para ver a Kiroh, el líder del Pelotón Incendiario número 3, delante de él. La voz del Heatmor lo sacó de su distracción.

—De acuerdo, capitán —respondió Gront—. Vámonos.

Ambos se giraron y abandonaron la zona, dejando atrás aquel horrible escenario de muerte y desolación.

Cynder se tapó los oídos con sus patas delanteras. El sonido que las explosiones causaban rompía la calma del bosque nocturno, y, aunque se había alejado ya medio kilómetro, podía oírlas como si las tuviera al lado. Agotado, se detuvo y miró a su alrededor, esperando, deseando que no hubiera nadie cerca; ya tenía suficientes preocupaciones para que, precisamente en ese momento, un Trevenant saliera de la maleza y lo atacara. Sin embargo, todo parecía muy calmado.

Las explosiones y el fuego habían ahuyentado a todo Pokémon salvaje de la zona… por el momento. Tenía que seguir corriendo, antes de que apareciera otro Pokémon para capturarlo, o incluso matarlo. Con este pensamiento, trató de retomar su carrera, pero pronto se tropezó con una roca y se derrumbó, haciendo obvio que, en su estado, no podía continuar corriendo.

Se acercó a un pequeño claro en medio del bosque, alejándose del camino, para poder sentarse tranquilamente. Solo entonces, en la tranquilidad de la noche, comenzó a asimilar la situación.

Recordó la última visión que tuvo de sus padres. Su padre, un regio Emboar, le dio una pequeña bolsa de viaje, mientras gritaba los nombres de los lugares que debía atravesar, y lo empujó fuera de casa por la puerta trasera, mientras su madre, una Thyplosion, lo abrazaba fuertemente antes de dejarlo ir, para luego girarse y tratar de defender la Villa junto con su marido. Cynder no miró atrás, sabiendo que lo que vería podría no gustarle no sabiendo ni siquiera si el hecho de ser Pokémon de Fuego los había salvado de la muerte. Su padre le había dicho que fuera a Roca Flama, un poblado en las Montañas del Hierro, en el que vivían amigos y familiares suyos. Las provisiones que portaba, si las repartía bien, le podrían llegar a durar hasta cinco días, pero desconocía que debía hacer luego. Se encontraba sólo y perdido en un mundo oscuro y totalmente nuevo para él.

Miró hacia el cielo, pasando la vista por cada una de las estrellas que era capaz de ver desde su posición. La luna, en medio de la cúpula celeste, bañaba el claro con su luz, permitiendo a Cynder ver más allá de su propio morro. Los ojos del pequeño Pokémon aún no estaban desarrollados del todo, así que necesitaba algo de luz para poder visualizar su camino. Su madre le había enseñado a producir fuego, pero tenía miedo de causar un incendio, y prefería arriesgarse a tantear el camino y no llamar la atención de nadie.

Cuando bajó la cabeza para abrir su bolsa, se dio cuenta de algo. Una figura de color azul se hallaba tirada en el suelo a unos metros de él. A causa de su reducida visión, no se había fijado en ella con el primer vistazo. Se levantó y dio un par de pasos, para asegurarse de que estaba, de hecho, ante un Pokémon dormido. Y no cualquier Pokémon. Las cuatro patas y las aletas en la cabeza y la cola indicaban que se trataba de un Mudkip.

¿Qué diablos hacía allí ese Mudkip? No eran nativos de la zona. Cynder pensó que tal vez ese Pokémon había acabado allí escapando de la Corporación de Inteligencia, como él. No lo consideraba realmente peligroso, así que decidió despertarlo.

Cruzó la distancia que los separaba, dudoso de si tocarlo o no. Finalmente, tocó al Mudkip en la mejilla y zarandeó su cabeza. Al ver que esto no era suficiente, le propinó un pequeño manotazo en la cara. De esta manera, el Mudkip reaccionó, levantando su cabeza del suelo y abriendo los ojos. Al ver a Cynder ante él, se sorprendió, y adoptó una expresión confusa.

Cynder se decidió a dar el primer paso.

—Hola, me llamo Cynder —le habló amistosamente—. ¿Quién eres tú?

—¡Aaaaaah! —Gritó el Mudkip, con los ojos abiertos como platos, al mismo tiempo que se levantaba de un salto.

Cynder retrocedió, elevando los brazos.

—¡Perdona! ¡No sabía que te iba a asustar tanto! ¿Qué te ocurre? —preguntó Cynder, inquisitivo- ¿Y cómo has llegado hasta aquí?

—E-eres un… Cyndaquil. Y estás… ¿hablando? —Replicó el desconocido, con pánico en la voz— ¿Esto es algún tipo de broma?

—Oye, ¿qué pasa? —Interrogó Cynder, arqueando una ceja mientras se cruzaba de brazos— ¿Crees que solo los Mudkip saben hablar?

—¿Mudkip? No, un Mudkip es un Pokémon… yo soy… —El Mudkip se miró de arriba abajo— ¿Soy un Mudkip? ¡Soy un Mudkip!

Cynder se quedó pasmado ante los movimientos del desconocido, que daba vueltas tratando de identificar su propio cuerpo al tiempo que recorría el claro mascullando como un histérico. Se empezó a preguntar si no estaría loco, y, de todas formas, decidió intervenir.

—Oye, relájate. Te habrás llevado un golpe en la cabeza o… algo —trató de reconfortarlo el Cyndaquil—. Mira, tú cuéntame lo que te pasa, y haré lo posible por ayudarte.

—¡No lo entiendes! —gritó el Mudkip— N-no se supone que deba tener este aspecto. Escúchame: yo, por muy raro que te pueda parecer, ¡no soy un Pokémon! ¡Yo soy un humano!

Cynder se quedó mirando al Mudkip. No sabía si sentir pena o preocupación por él. Claro que tampoco sabía si estaba o no diciendo la verdad. De todas formas, la manera en la que hablaba era la de alguien que estaba siendo totalmente honesto. Por el momento, le daría el beneficio de la duda.

—De acuerdo… yo me llamo Cynder ¿cómo te llamas tú? —lo interrogó el Cyndaquil.

—Yo… me llamo -el Mudkip puso cara de concentración—… ¡Maldita sea! ¡No soy capaz de recordar mi propio nombre!

—¿Al menos recuerdas como acabaste aquí? Cualquier información que me puedas dar sería de gran ayuda —lo tranquilizó Cynder, tratando de hacerlo sentir mejor.

—No, yo… tengo un dolor de cabeza terrible… no puedo pensar con claridad…—el desconocido se calló un instante— ¿Me creerías si te digo que no recuerdo absolutamente nada?

—Bueno, te he creído cuando me has dicho que eras un ser humano transformado en Pokémon —le respondió Cynder, encogiéndose de hombros-. Así que no veo motivo para no creerte ahora. Ven, siéntate aquí.

Cynder llevó al Mudkip al lugar en el que había dejado su bolsa de viaje, junto a una roca, y se sentó allí. Rebuscó en la pequeña bolsa y sacó una baya caquic.

—Ten —dijo, poniendo la baya ante los ojos del Mudkip—. Esto aliviará el dolor de cabeza.

—Gracias —respondió gentilmente el pequeño pokémon de agua.

Durante los segundos siguientes, sólo el sonido de los mordiscos del Mudkip comiendo ávidamente la baya.

"Devora esa baya como si no hubiera comido en toda su vida" pensó Cynder. "No creo que pueda permitirme llevarlo conmigo… apenas tengo comida para mí. Si se viene conmigo, con ese apetito, se comerá todas las bayas antes de que el sol se ponga mañana".

Mientras Cynder se debatía, el Mudkip se acababa la baya y escupía las semillas en el suelo.

—A propósito… ¿qué haces aquí, en medio del bosque? —preguntó inocentemente.

Cynder, saliendo de sus cavilaciones, lo miró con sorpresa. "La verdad es que no tengo a nadie más. Confiar en él es lo único que me queda de momento…"

—He escapado de Villa Plata. La Corporación de Inteligencia ha incendiado la aldea, y matado o capturado a todos los habitantes. Es poco probable que haya otros supervivientes. Mis padres me han enviado a las montañas del Norte, donde dicen que hay una aldea de pokémon de fuego.

—Vaya, eso es… crudo —respondió el Mudkip, algo impactado por la respuesta de Cynder.

Se hizo un incómodo silencio, que Cynder decidió romper. Extrañamente, su timidez natural parecía decrecer cuando hablaba con aquel curioso Pokémon.

—Oye, puede que esto resulte brusco, pero la verdad es que no me siento seguro aquí —dijo el Cyndaquil con tono preocupado—. Prefiero seguir avanzando a través del bosque, al menos hasta que lleguemos al claro que hay a kilómetro y medio de aquí, casi al final del bosque. Si avanzamos a buen ritmo, creo que a la una de la madrugada podremos llegar allí. Una vez que lleguemos, podrán ayudarte a recuperar tu memoria.

El Mudkip, curiosamente, sonrió animado.

—Me parece bien. No sé exactamente quienes te persiguen, pero, si han llegado a incendiar una aldea, no pueden ser Pokémon decentes.

Cynder, extrañado por el espontáneo arrebato de energía del Mudkip, pero sin reprochar, recogió la bolsa, y, respirando hondo, retomó la marcha.

—Oye, por cierto —dijo, con timidez. El Mudkip, que ya había empezado a andar, se giró—, ¿Te molestaría que te llamase Marvin? Quiero poder llamarte de alguna forma, y, la verdad, no se me ocurre un nombre mejor.

El Mudkip se lo pensó un momento, alzando la cabeza.

—Sí, por qué no. De todas formas, no recuerdo mi nombre anterior, así que no sé si será más bonito o más feo.

Satisfecho por su ocurrencia, Cynder sonrió y se dispuso a liderar la marcha.


¡Échale un vistazo a Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom!
http://www.pokexperto.net/foros/index.php?topic=64664.0

"Practice and more practice. Repeat the same thing over and over again. Keep going until you're happy with it. It's the only way."
-Kaworu Nagisa, Evangelion 3.33: You Can (Not) Redo

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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #1 en: 25 de Noviembre de 2015, 05:41:11 am »
Capítulo 1: LA ATALAYA

El corpulento Swampert se arrodilló ante la escultura del árbol blanco, el icono de Xerneas, el Dios de la vida y la fertilidad. Dijo unas palabras en el lenguaje antiguo, mientras sujetaba con fuerza el amuleto que tenía en la mano.

—…y danos fuerza en los momentos de debilidad —terminó la oración en la lengua común, ya que no era capaz de recordar las palabras originales.

Se incorporó, sin dejar de mirar el altar con el único ojo que podía usar. Su ojo derecho mostraba una profunda herida, que lo había dejado inutilizado. Se quedó pensativo unos instantes, y se giró para regresar junto a su compañero.

—¿Has terminado? —preguntó el Ampharos que le esperaba en la entrada del claro.

—No habré terminado hasta que la Corporación pague por todo el mal que ha causado, Lugnos —al ver que la respuesta había dejado a su amigo algo anonadado, le puso un brazo en el hombro—. Tengo la sensación de que todo esto se acabará pronto, y, entonces, podremos volver a nuestras vidas y recuperar el tiempo que nos han arrebatado. Ven, volvamos a casa.

Dejando atrás el claro, avanzaron entre los árboles.

—Ya debe ser casi las diez de la noche, Paldus —dijo espontáneamente Lugnos, haciendo gala, como de costumbre, de una capacidad innata para conocer la hora por la posición de los astros.

—Entonces apresurémonos —respondió el Swampert, cortante—. Piensa que la hora a la que lleguemos será directamente proporcional al enfado de Astrid una vez estemos allí.

Durante un minuto, avanzaron en silencio. Sin embargo, en un punto, Paldus detuvo la marcha y se agachó. Lugnos hizo lo mismo.

—He visto algo. Mira allí —dijo, señalando un punto en la oscuridad. Lugnos no vio nada en un principio, pero, al momento, pudo observar un pequeño resplandor fugaz, que apenas duró una fracción de segundo. Una observación más detallada les permitió adivinar que era algún tipo de luz intermitente, y que se estaba moviendo.

—La Brigada de la Noche utiliza fuegos fatuos para comunicarse entre ellos. Ese agente debe de estar buscando a otros por la zona -comentó Lugnos.

—Pues no se va a encontrar precisamente con otros de los suyos… —murmuró Paldus, avanzando hacia el origen del resplandor.

Lugnos lo detuvo.

—¿Qué diablos haces? Si lo atacas y hay otros por aquí, van a saber que algo le ha pasado e irán a investigar —le dijo, moderando la voz—. Arriesgarás años de esfuerzo…

—Lugnos, no me fastidies -lo cortó Paldus—. Si está usando fuegos fatuos, es precisamente para que lo localicen, y eso sólo puede querer decir que está perdido. Yo al menos no veo a ningún otro fantasma respondiéndole por las inmediaciones ¿tú sí?

Lugnos respiró hondo.

—De acuerdo, haremos como tú dices. Pero, si nos capturan, les diré que te interroguen a ti primero.

Paldus soltó una risa floja mientras avanzaba hacia la luz. Lugnos, con algo menos de sigilo a causa de sus cortas extremidades, lo siguió. Mientras andaba, activó su sistema eléctrico por si le hacía falta cargar un ataque al llegar, si Paldus no acababa con el fantasma de un golpe.

Poco a poco, se fueron acercando a la luz intermitente. Curiosamente, no era regular, ya que distintos períodos de tiempo separaban cada destello. Cuando estuvieron a pocos metros del fantasma, Lugnos detuvo a Paldus.

—Espera un momento -le susurró—. Eso no es ningún agente de la Brigada. Es un Cyndaquil. Y va acompañado de otro Pokémon pequeño, pero no puedo deducir exactamente cuál es.

—¿Cómo? —se sorprendió Paldus—. Eso facilita las cosas bastante. Vemos de qué bando están, y, si son de la Corporación, los mazamos a golpes para llevárnoslos a la base e interrogarlos. ¡Arceus bendiga tu buena vista!

Sin que Lugnos tuviera tiempo de reaccionar, Paldus saltó de la maleza delante de los dos Pokémon.

—¡Ajá! —gritó.


Marvin y Cynder dieron un salto de sorpresa cuando el Swampert se abalanzo hacia el camino ante ellos. Antes de que tuvieran tiempo de pensarlo, un Ampharos apareció en la retaguardia, cortándoles la huida.

—¿De qué bando estáis, pequeñajos? —preguntó Paldus, mientras alzaba su puño.

Cynder decidió tomar la iniciativa diplomática.

—N-no estamos de ningún bando… nosotros sólo escapábamos de Villa Plata, y…

—Y ¿por qué escapabais de villa plata? —inquirió Lugnos detrás de ellos.

Cynder tragó saliva antes de contestar.

—La Corporación de Inteligencia la ha quemado hasta los cimientos.

Paldus y Lugnos se quedaron congelados en el sitio. Paldus bajó el puño, y, empujando a los dos pequeños Pokémon y a Lugnos, comenzó a andar en la dirección contraria.

—Hijos de puta —soltó, mientras se dirigía a Villa Plata.

—¿A dónde vas? ¡Paldus, no seas loco! ¡Te van a matar! -le gritó Lugnos, intentando hacerle entrar en razón.

Paldus, sin dejar de avanzar, giró la cabeza para responderle.

—Voy a echar un vistazo. ¡Envía a un par de compañeros a que me ayuden cuando llegues a la base!

Lugnos suspiró.

—Cuando se le mete una idea entre ceja y ceja no hay nada que hacer - susurró, negando von la cabeza. Entonces, se dio cuenta de que no estaba solo y, ya que su compañero se había ido, le tocaba a él dar todas las explicaciones-. Er… veréis, chicos, dejad que os explique esto. Me llamo Lugnos, y mi compañero y yo somos miembros de la Resistencia de Pellaria.

Cynder lo miró con admiración.

—¡Vaya! O sea que vosotros sois los q-que… q-que… —Cynder puso un par de caras raras, y luego soltó un pequeño ataque de tos, que provocó que de su espalda surgiese un destello de fuego, característico de los Cyndaquil.

Lugnos se echó a reír. Cuando los dos Pokémon lo miraron extrañados, él se explicó.

—Verás, hemos confundido los destellos que produces al toser con un fantasma de la Brigada de la Noche haciendo señales, y por eso nos hemos acercado.

Cynder soltó una risita nerviosa, y Marvin los miró extrañado. Al darse cuenta de la reacción de su nuevo acompañante, Cynder se dirigió a Lugnos.

—Verás, er, Lugnos… mi amigo es amnésico. No recuerda nada de nada, ni siquiera su propio nombre, y… —se lo pensó dos veces, ya que no quería revelar la condición de humano de su nuevo amigo por si lo trataban como a un loco— y estábamos intentando llegar al Claro de la Vida para pasar allí la noche. Nuestro objetivo final es un poblado en las Montañas del Hierro.

Lugnos frunció el ceño. Se quedó pensativo unos momentos, mirando a la nada.

—Y ¿decís que sois refugiados de Villa Plata? —los dos Pokémon asintieron— Pues entonces supongo que no ocurrirá nada si os llevo a la base, donde os podéis quedar hasta mañana por la mañana. Operamos en una base dentro de las montañas, así que podemos enviar a alguien para escoltaros a las Montañas del Hierro.

Cynder miró a su compañero.

—Realmente, no tengo ni idea de qué opinas tú. ¿Quieres acompañarme?

Marvin se lo pensó unos instantes. "No tengo elección. Aquí sólo conozco a Cynder, y, si me quedo aquí, quien sabe lo que pasará… maldita sea. Si tan solo pudiera recordar algo, todo esto sería más sencillo". Detuvo sus pensamientos cuando se dio cuenta de que Lugnos y Cynder lo estaban mirando fijamente, a expectación de una respuesta.

—Eh, pues… sí, por qué no -se encogió de hombros—. De todas formas no tengo ningún sitio al que ir.

Cynder sonrió.

—No te preocupes —dijo, mientras pasaba una de sus patas delanteras por encima de la espalda de Marvin—. Encontraremos una solución para devolver tu memoria a su sitio.

Lugnos se acercó a ellos, dispuesto a consolar a Marvin a su vez.

—Tranquilo, te llevaremos con Elina. Es una Espeon con unos poderes psíquicos impresionantes, y, entre sus muchos poderes, se halla el de leer mentes. Ya ha curado muchas amnesias en el pasado, y podrá desbloquear tus memorias perdidas.

Marvin asintió con la cabeza.

—De acuerdo, iremos a ver a esa Espeon.

—Habrá tiempo para eso cuando hayamos llegado a la base —aclaró Lugnos—. Nos espera una caminata bastante larga…



Después de cinco minutos de caminata, el silencio entre Lugnos, Cynder y Marvin se hizo insoportablemente incómodo. Lugnos, aclarándose la garganta, se dispuso a romperlo.

—Entonces… —inquirió, refiriéndose a Marvin— ¿No recuerdas absolutamente nada?

—Absolutamente nada. No sé ni donde estamos, ni como he llegado a aquel bosque… —respondió, con un tono tristón.

Lugnos, con una media sonrisa, lo animó.

—No te preocupes, Elina podrá curarte de tu amnesia. En todos los años que lleva como Maestra Psíquica, ha curado a docenas de Pokémon con recuerdos bloqueados. La amnesia es más normal de lo que piensas: golpes, ataques de psíquicos, accidentes… es casi tan común como la gripe. De hecho… ¿Os interesaría oír acerca de la vez que mi hermana Pharia perdió la memoria?

Los dos Pokémon más pequeños asintieron enérgicamente, ansiosos por oír alguna historia de lo que parecía un veterano.

Lugnos, orgullosamente, se dispuso a relatar.



Astrid, la majestuosa Ninetales plateada, soltaba maldiciones desde la mesa del consejo, en el Gran Comedor. Afortunadamente, ninguno de los numerosos Pokémon de los equipos de resistencia que cenaban en el lugar podía oírla, gracias al impresionante ruido del que se llenaba la cámara a aquella hora de la noche.

—No es que me considere a mí misma la Pokémon más lista del mundo, Elina, pero mi sentido común me dice que la tardanza de Paldus se debe a alguna absurda cruzada. No me extrañaría nada que se haya liado a golpes con algún vigilante nocturno, intentando sacarle alguna información que sólo le importa a él.

Elina, sentada a su lado, respondió tranquilamente, sin levantar la cabeza del plato.

—Conozco la cabeza de ese tontorrón como si fuera la mía propia. Estará echando unas risas con Lugnos, o tal vez… —se detuvo, levantando las orejas.

—¿Qué pasa, Elina? —preguntó Astrid, extrañada ante el comportamiento de su compañera.

—Un Murkrow va a entrar por una de las puertas de la izquierda —respondió, con rostro inexpresivo—. Va a informarte de algo, creo.

—¿Qué? —Astrid dejó de masticar y miró a la Espeon— ¿qué quieres decir con…?

En ese instante, un Murkrow se precipitó a través del Gran Comedor, volando atropelladamente hacia la mesa del consejo. Su ala izquierda se movía considerablemente mal, delatando que había sufrido una herida.

—¡Señora Astrid! ¡Señora Astrid! —gritó, con la voz afectada. En ese momento, su ala izquierda falló finalmente, precipitándose hacia la mesa.

Elina, con un movimiento de ojos, detuvo al Murkrow en su caída, haciéndolo levitar unos instantes antes de depositarlo suavemente al lado de Astrid.

—Han atacado Villa Plata. La han quemado hasta los cimientos —dijo Elina, preocupada.

—Así es, Maestra -añadió el Murkrow—. Mi equipo volvía de una misión, y fuimos atacados al parar allí a por provisiones… sólo yo he salido airado. Ignoro si los demás han sido capturados o los han matado.

Astrid le puso una pata sobre el ala.

—Bien hecho, aprendiz. Serás recompensado por esta información —le dijo al Murkrow, sin resaltar el hecho de que Elina ya lo había leído en su mente antes de que el mismo Pokémon lo dijera—. Elina, llévalo a la enfermería, por favor. Yo me encargo de esto.

Groud, el Exploud, que estaba atendiendo a la conversación, se levantó de la mesa, consciente de que iba a tener que actuar.

—Groud, si eres tan amable, informa a los agentes de lo que ocurre, por favor, y diles que los equipos de rango Plata como mínimo pueden salir en busca de supervivientes y guiar a los refugiados al Valle Gris, donde se les proporcionará comida y cobijo. Yo misma me adelantaré para ayudarles y vigilar que el camino sea seguro.

El Exploud, tras asentir, comenzó a dar el anuncio con su potentísima voz, que resonaba en las paredes de la cámara y llegaba a cada uno de los Pokémon que estaban comiendo.

Mientras Groud vociferaba, Astrid y Elina se levantaron y se dirigieron a los pasadizos que daban al Valle Gris. Astrid le habló a su mano derecha.

—Elina, quiero que te quedes en el emplazamiento médico y ayudes a curar a los Pokémon que lleguen de Villa Plata. Yo encabezaré la marcha. Evitaremos el camino del bosque, ya que una cantidad de Pokémon demasiado grande atraería la atención hacia esa zona. Usaremos los senderos ocultos.



Tras veinte minutos de caminata e historias entretenidas, junto con algún que otro encuentro con miembros de la Resistencia que partían a ayudar a los refugiados, Lugnos y sus dos acompañantes habían llegado a la montaña conocida como la Espina de Groudon, y estaban avanzando por un camino efectivamente colocado para acortar el camino a través de la montaña. Entonces, Lugnos informó acompañantes:

—Ya casi hemos llegado, chicos. En unos minutos llegaremos a la base —mirando a Marvin, añadió—. Normalmente llevamos a los refugiados al Valle Gris, el lugar que sirve como entrada y salida encubierta para los equipos de resistencia, pero debido a lo excepcional de tu caso, os llevaremos a las dependencias de Elina, para que ella te ayude con tu problema… Tal vez incluso nos puedas proporcionar información vital sobre cómo llegaron esos agentes sin que los pudiéramos detectar.

Unos minutos más tarde, habían terminado de atravesar el camino de la montaña, y se hallaban ante el Valle Gris. Las luces encendidas de los puestos de refugiados iluminaban el lago que decoraba la zona central, dejando al menos atisbar la silueta del lugar.

—Elina debería estar en la enfermería auxiliar, ayudando a los heridos. Acerquémonos y hablemos con ella.

Abriéndose paso entre la hilera de Pokémon que corrían por la zona, bien llevando provisiones o guiando a los refugiados, los tres caminantes llegaron a un edificio rectangular, con una marca roja en la parte superior del marco de la puerta. Al entrar, fueron iluminados por las piedrasluz que decoraban la sala. Las hileras de camas que llenaban la sala estaban en su mayoría vacías, esperando a que los refugiados las llenaran, mientras los especialistas en la curación merodeaban la zona, preparándose para cuidar a los heridos. Nada más entrar, un Azumarill se acercó a ellos con una media sonrisa.

—¡Bienvenido, Lugnos! —saludó—. Veo que traes a algunos refugiados más. Si necesitas que los trate, estoy disponible ahora mismo. Supongo que por poco tiempo, además, porque aún no han llegado todos los refugiados que, espero, hayan sobrevivido.

—No será necesario, Dom, este Mudkip necesita la intervención de Elina —mirando a Cynder, añadió—. Pero no estaría mal que vieras si el Cyndaquil tiene alguna herida. Cynder, ve con Dom. Él se asegurará de cuidarte bien de momento.

Cynder asintió, y, siguiendo las indicaciones de Lugnos, acompañó al Azumarill a través de las hileras de camas que llenaban el lugar. Marvin, por su lado, siguió a Lugnos hacia la cama en la que estaba postrado un Murkrow, con una Espeon a su lado, mezclando unas medicinas sobre una pequeña mesa.

—Me alegro de verte, Lugnos —dijo la Espeon, sin girarse, detectando al Ampharos antes siquiera de que se dirigiera a ella—. Nuestro jefe, según veo, estará ocupado un rato en Villa Plata. Has venido para que ayude a ese Mudkip…

—En efecto. Quiero que le leas la mente. Parece que tiene recuerdos bloqueados, y necesita que los desbloquees.

Elina se giró para mirarlos con sus penetrantes ojos púrpuras. Tras echarle un rápido vistazo a Marvin, colocó sus patas sobre los hombros del Mudkip, mientras Lugnos daba un paso atrás.

—No te muevas, pequeño Mudkip. Te aseguro que no te va a doler si te mantienes quieto y no opones resistencia. Esto no debería llevarnos más de unos minutos… —al centrar su mirada en los ojos de Marvin, añadió—. Y no te preocupes por tu intimidad. Solo desbloquearé tus recuerdos, no los miraré. Ahora quédate quieto…

Marvin miró fijamente los hermosos ojos de la Espeon. En ese instante, sintió como si no pudiera desviar la mirada de ellos. Sintió como si estuviera atrapado en un espiral de pensamiento, y entonces…

—Esto no es normal… —dijo Elina, rompiendo la conexión—. Es como si… como si no tuvieras memoria alguna de tu vida -mirando a Lugnos, aclaró-. Estos no son recuerdos bloqueados, Lugnos. Alguien ha extraído la memoria de este Pokémon a propósito.

Marvin la miró, sorprendido.

—¿Me han borrado la memoria? ¿P-por qué alguien querría hacer algo así?

—No, no creo que la hayan borrado. Ningún psíquico sería suficientemente estúpido para hacer algo así. Si hubieran querido librarse de algo que sabes, te habrían eliminado, o habrían borrado por completo hasta tu consciencia de que puedes andar, convirtiéndote en un vegetal por el resto de tu vida.

Tanto Lugnos como Marvin permanecieron en silencio ante la revelación.

—Tu memoria, Mudkip, ha sido extraída —continuó Elina—. Alguien la ha sacado de tu mente y almacenado en algún tipo de esfera mágica por alguna razón. Lamentablemente, eso ya escapa a mi comprensión, y no puedo ofrecerte más ayuda que esta. Aun así, puedo decir con un ochenta por ciento de posibilidades de estar en lo cierto, que parece un trabajo de un agente de la Corporación de Inteligencia.

Marvin bajó la cabeza, decepcionado.

—¿Es decir… que es imposible recuperar mi memoria?

—Yo no diría imposible… pero es altamente improbable que encuentres el orbe en el que guardan tu memoria. Eso a menos que… —Elina miró de reojo a Lugnos, como queriendo decir algo.

Lugnos, comprendiendo el mensaje, le respondió

—Pero… es muy joven ¿no crees? Y además, necesitaría a… pues, la verdad, ese Cyndaquil… parece que se compenetran mucho.

—¿De que estáis hablando? —interrogó Marvin, confundido ante las especulaciones de los miembros de la Resistencia.

—Hablamos de que Cynder y tú podríais ser miembros de la Resistencia —respondió Elina, lentamente—. Piénsalo, ambos tenéis algún motivo, y, si eventualmente lográramos derrotar a la Corporación, sería relativamente fácil recuperar tu memoria perdida.

Marvin se puso a pensarlo.

"No es una mala idea, realmente. No tengo recuerdo alguno, así que luchar por recuperarlos es lo único que puedo hacer… esto es tan confuso… no sé si esto es realmente lo que debería hacer… pero si Elina dice que mi memoria ya no está en mi cabeza, es obvio que, si no hago algo, no va a volver por su cuenta…"

—E-está bien -respondió, dudoso—. Me uniré a vuestra Resistencia, pero quiero que le deis la oportunidad a Cynder también. Se merece tanto como yo unirse.

—Lugnos, ve a preguntarle al Cyndaquil si la idea le parece bien —comandó Elina—. Quiero hablar en privado con Marvin un momento.

Mientras Lugnos se iba, Marvin comenzó a escuchar a Elina. Sin embargo, su voz no se proyectaba a través de su boca. Su voz estaba sonando única y exclusivamente en su cabeza.

"No he podido evitar notar que eres un humano" confesó la Espeon. "No sé cómo has llegado a convertirte en Pokémon, pero déjame decirte que no es algo que ocurra precisamente todos los días, lo que me lleva a pensar que hay algo más grande detrás de ello. Si han arrancado esos recuerdos de tu mente, es porque tú sabías algo que ellos necesitaban. ¿Soy la única que sabe que eres humano?"

"¿Por qué lo preguntas?" inquirió Marvin, algo molesto. Podrías haberlo leído, como has leído eso…

"Tu condición de humano fue algo que no quise saber, pero parece ser lo que más ocupa tu cabeza. No he podido evitarlo. Por lo demás, prefiero que me digas tú mismo lo que necesito saber."

"Pues la verdad es que Cynder también lo sabe. Se lo conté cuando nos conocimos" confesó Marvin.

Bien. Entonces este será nuestro secreto. Eres un espécimen altamente interesante, Mudkip, y puede que tu presencia aquí tenga algún significado. Te ayudaré en lo que pueda a descubrir la verdad, si me mantienes informada de todo lo que ocurre.

Antes de que Marvin pudiera contestar, Lugnos estaba de vuelta, acompañado de Cynder.

—He dicho que sí -declaró el Cyndaquil, decidido—. Si mis padres están vivos, unirme a la Resistencia es la única forma de recuperarlos. Sin ellos no tengo nada, así como tú no tienes nada sin tus recuerdos, Marvin.

Marvin le sonrió a su compañero. Por algún motivo, estaba seguro de que accedería.

—Os aviso de que no será nada fácil —les dijo Lugnos, severamente—. Tendréis que formar un Equipo de Resistencia, y salir casi a diario para hacer misiones. Al principio, serán cosas fáciles y mundanas -como rescatar Pokémon o encontrar objetos para conseguir dinero y ayudar a la causa-, pero se irán haciendo más difíciles a medida que pase el tiempo.

—Yo estoy dispuesto —dijo Marvin, decidido—. Mis únicos recuerdos serán los que consiga durante nuestras misiones, y eso me ayudará a no distraerme.

—Teniendo en cuenta que soy la líder en funciones de la Resistencia —habló Elina—, y que ninguno de nuestros líderes está aquí… supongo que estoy autorizada a daros permiso a quedaros aquí. Y, ya que es muy tarde para hablar más de esto, os aconsejo ir a la zona de descanso. Quedaos en una de las tiendas de campaña que hemos situado en el exterior. Mañana tendréis una audiencia.



—Esto ha sido demasiado —rugió Astrid, moderando su voz para no despertar a ninguno de los Pokémon que dormían en los niveles inferiores de la base.

Paldus la siguió a través del pasillo, a paso lento y con una mueca de cansancio en la cara.

—Desde luego, lo de esta noche ha sido una brutalidad —dijo, restregando su derecha mano con su ojo bueno—. Arceus sabe cuántos Pokémon han perdido su vida hoy. Y cuántos estarán ahora en los calabozos de la Torre Negra, siendo torturados y…

—Paldus, por favor… —lo interrumpió Astrid, con voz lastimera— Ya tengo bastante. Hemos salvado a todos los Pokémon que hemos podido. Ahora sólo quiero descansar y dejarlo todo para mañana. Así que, si no te importa, quiero tener un poco de intimidad.

Paldus, sin mediar palabra, se dirigió a la puerta de su habitación. A medio camino, sin embargo, se detuvo para preguntar algo.

—¿Crees que no lo noto? —dijo el Swampert.

Astrid lo miró extrañada, sin responder.

—Estás evitando hablar. Llevas casi un mes entero así, Astrid, pero, por mucho que lo evites, sigue estando ahí —girándose para irse definitivamente, añadió—. Eventualmente tendrás que enfrentarte a ello. Tú misma. Buenas noches.

La Ninetales vio como Paldus entraba en su habitación y cerraba la puerta de un portazo. Suspiró. Entonces, decidió entrar en su propia habitación para dormir y olvidarse de todos sus problemas.

La luz de la luna se filtraba por la ventana del cuarto, dibujando reflejos blancos en el pelaje plateado de la Ninetales. Ella, exhausta, depositó los contenidos de su bolsa de viaje sobre su mesa de noche. Luego, se tumbó en la cama. Sabía que no iba a dormir. Sabía que se quedaría dándole vueltas a lo que Paldus le había dicho. Y también sabía que tenía que dejar de pasar las noches en vela pensando en ello.



A la mañana siguiente, Marvin y Cynder se hallaban sentados en un largo banco de madera, mirándose el uno al otro sin saber qué decir. Estaban esperando a que las grandes puertas se abrieran y les permitieran entrar, para que el Consejo decidiera su destino.

Marvin ignoraba el estado mental de Cynder en aquel momento, pero suponía que estaba tan confuso y abrumado como él. Todo había pasado tan deprisa…

"Tal vez si nos permiten formar parte de la Resistencia me sea más sencillo recuperar mis recuerdos. Aunque, la verdad… no tengo ni idea del panorama en este lugar. Ni siquiera sé quiénes son esos de la Corporación de Inteligencia".

Entonces, se le ocurrió algo.

—Cynder -dijo, en voz baja, aunque no hubiera nadie cerca para oírlos. Cuando el Cyndaquil lo miró, le preguntó—. ¿Qué es la Corporación de Inteligencia?

Cynder, confuso, le echó una mirada difícil de definir, a causa de los achinados ojos del Pokémon.

—¿Es una broma? Cuando me dijiste que no te acordabas de nada, creía que te referías a… no sé, varios años, o meses, pero no a absolutamente todo.

—Ya ves —dijo Marvin, con una sonrisa tímida—. No tengo la más remota idea de nada. Ni siquiera sé cómo se llama el país en el que estamos.

Cuando Cynder iba a responder, las puertas se abrieron, y la cabeza de Lugnos asomó por entre ellas.

—Chicos, ya podéis pasar.

Los dos pequeños Pokémon se sobresaltaron por la aparición del Ampharos. Sin embargo, reaccionaron rápido, y, con Marvin a la cabeza, entraron en la Sala de Audiencias. Lugnos cerró la puerta tras ellos.

La habitación tenía numerosas filas de bancos, encarados hacia un pedestal en el fondo de la sala, con varios Pokémon sentados, que miraban fijamente a los dos aspirantes, lo que hizo que ambos se sintieran intimidados y mucho, mucho más pequeños. Afortunadamente, Lugnos se situó a su lado.

—No os sentéis —dijo en voz baja—. En las audiencias, hay que estar de pie.

Marvin, obedeciendo a Lugnos casi por puros reflejos, prestaba atención a los Pokémon que estaban sentados allí. De izquierda a derecha, distinguió a Elina, Paldus, una Ninetales plateada y un Beartic de aspecto malhumorado. Paldus se incorporó sobre el pedestal. Carraspeó.

—Antes de comenzar, quería pedir perdón a los aspirantes por…—titubeó un momento— amenazarlos durante los eventos de la pasada noche. Actué movido por el instinto, y no debí hacerlo.

Marvin sonrió. Paldus podía parecer siniestro por su aspecto, pero en el fondo no le parecía que fuera un mal tipo.

Elina tomó la palabra a continuación.

—Quiero aclarar que el aspirante Marvin, el Mudkip, posee una anomalía mental. Sufre de amnesia. Más que un impedimento, lo considero algo de gran relevancia, ya que mi análisis indica que su memoria ha sido extraída por, intuyo, un miembro de la Corporación de Inteligencia. Por tanto, es más que probable que fuera poseedor de algún tipo de información que pudiera resultarnos útil.

Astrid, pensativa, decidió intervenir.

—¿Quieres decir que un psíquico le ha extraído la memoria?

—Eso mismo —asintió Elina—. Y, por lo bien hecho que está el trabajo, según mi humilde opinión, es más que probable que sea un psíquico de nivel alto. Yo diría que es obra de un Alakazam.

Paldus volvió a carraspear con su áspera voz, dando a entender que la tertulia había terminado.

—Señoritas, no hemos venido a discutir acerca de psíquicos hipotéticos. Nos llega con saber que puede que poseyera información importante. Así que, si no os importa, quiero hacerle unas preguntas.

Astrid le echó una mirada de reojo, pero Elina se sentó de nuevo sin rechistar.

—Bien, bien… debo advertir que, sin ninguna duda, cualquier otro caso de amnesia habría sido descartado como posible candidato —dijo Paldus, autoritario—. Pero, según Elina me ha contado, para recuperar los recuerdos sin daño alguno, es necesaria la mente de la que fueron extraídos los mismos originalmente —dirigió su mirada hacia Cynder—. Tú eres Cynder ¿no? Pues quiero preguntarte algo.

Cynder se puso firme, como si un Pokémon eléctrico le hubiera tocado la espalda.

—¿Tendrías la responsabilidad de explicar a Marvin todo lo que no comprenda? Elina ya me ha contado que no tiene ningún recuerdo, y, aunque me duele tener que delegar esta responsabilidad tan grande en un chaval, ninguno de nosotros podemos permitirnos educar a un Pokémon —preguntó—. Es la única condición que te pongo para unirte a la Resistencia. No te preocupes, si no aceptas, te llevaremos a donde lo necesites, y le asignaremos un compañero a Marvin.

Cynder, con la voz temblorosa, declaró enérgicamente.

—¡P-por supuesto, señor! Le explicaré todo lo que me pregunte, y me aseguraré de que no le falte información.

"Cynder… apenas le conozco y está dispuesto a ayudarme. Eso… eso es algo que haría alguien que no tiene nada. La verdad, yo también quiero ayudarlo a él". Pensó Marvin, consciente por primera vez de la situación de su amigo.

—Buen chico —dijo Paldus, sin poder contener una sonrisa—. Quiero que le des unas buenas lecciones de historia. En cuanto a los tipos elementales, no te preocupes. Os asignaré a alguien para que os acompañe en vuestras primeras exploraciones. Aunque no pueda encargarse personalmente de la educación de Marvin, será el que os entrene a los dos en cuanto a lecciones de campo se refiere. De hecho… —Paldus levantó la vista— le tenemos aquí, entre nosotros.

Marvin, Cynder y Lugnos se giraron. Detrás de ellos, en una de las filas de bancos más cercanas a la puerta, un Marowak daba vueltas a un fémur de aspecto robusto.

"¿Cuándo diantres ha entrado ese aquí?" pensó Marvin, sorprendido.

—¿C-cuánto tiempo lleva ahí? —preguntó Cynder, tan confuso como su amigo.

El Marowak soltó una carcajada, mientras se ponía de pie y se acercaba, para ofrecerles la mano.

—Rawkan Terrafin, encantado —dijo, con una voz potente y autoritaria, estrechando la pata delantera de Marvin—. El más sigiloso de todos los Marowak.

—A Rawkan le encanta tomar por sorpresa a la gente —explicó Paldus, mientras el Marowak daba la mano a Cynder enérgicamente—. Será vuestro mentor hasta que vuestro equipo abandone la etapa de entrenamiento. Normalmente os asignaríamos a un equipo de entrenamiento, pero Elina se niega a dejarme hacerlo. Dice que quiere confiar en vosotros para crear vuestro propio equipo desde cero.

—Tiene su gracia ¿sabéis? —dijo Rawkan, indignado—. Cuando Paldus habló con el Equipo Estratos pidiendo voluntarios para cuidar de dos chavales ¡yo fui el único pazguato que levantó la pata para ofrecerse!

Marvin no pudo evitar reír ante la forma de hablar del Marowak. Paldus llamó al Beartic con la mano.

—Éste es Haku —explicó Paldus a los futuros miembros—. Es el que se encarga de toda la burocracia aquí dentro. Rawkan os explicará mañana lo que tenéis que hacer para encargaros de realizar misiones, pero, por el momento, tenéis que decirle quién va a ser el líder titular del equipo, y, por supuesto, el nombre que tendrá vuestro equipo.

Marvin se quedó clavado en el sitio. Miró a Cynder, como pidiendo ayuda. Al ver que su compañero estaba tan perdido como él, decidió tomar la iniciativa.

—N-no hemos decidido quién será el líder del equipo, pero…

—¡Será Marvin! —lo interrumpió Cynder, sin previo aviso— ¡Yo no tengo madera de líder!

Marvin lo miró con reproche. "¿Ahora me quiere encasquetar el liderazgo del equipo?".

—¿No deberíamos hablarlo? Recuerda que tú eres el que me tiene que enseñar cosas sobre… bueno, sobre absolutamente todo.

—Precisamente por eso —respondió el Cyndaquil—. Piénsalo: si yo me encargo de instruirte, tú te encargas del papeleo y el liderazgo del equipo. No hay que tener mucho conocimiento de historia para hacerlo.

—Cynder tiene razón —intervino Paldus—. Si alguien tiene que ser el líder, yo creo que debería ser Marvin.

"¿Por qué me siento observado por todos de repente?" se preguntó Marvin, sintiéndose más obligado que nunca a aceptar el liderazgo.

—En fin, de acuerdo —respondió finalmente—. Seré el líder.

Haku apuntó eso en un pergamino.

—¿Nombre del equipo? —interrogó Haku, sin levantar la vista del pergamino.

Marvin se quedó pensando un instante.

—No había pensado en…

—¡Oh, oh! —saltó Cynder— ¡Yo había pensado un nombre para el equipo!

Todos miraron al pequeño Cyndaquil.

—¿Y cuál es ese nombre?

—Es… —hizo una pausa en medio de la frase, como si estuviera intentando crear tensión— ¡Equipo Tormenta!
¡Échale un vistazo a Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom!
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #2 en: 02 de Diciembre de 2015, 03:28:18 am »
Capítulo 2: EQUIPO TORMENTA

Tras abandonar la sala de audiencias, Rawkan los llevó por un pasillo de piedra, estrecho, largo y vacío, prometiéndoles que los de los pisos superiores serían algo más cómodos.

—Hum ¿equipo Tormenta? —musitó Rawkan, mientras llevaba a los aprendices en una visita guiada por las instalaciones— Suena bien. Me gusta. Los nombres de los equipos nuevos no suelen ser tan originales. Últimamente hemos visto cosas como "Equipo Chachiguay" o chorradas parecidas, pero eso de ponerle el nombre de un fenómeno meteorológico… le da un toque de carisma.

Marvin notaba que Cynder se inflaba un poco más con cada palabra del Marowak. El nombre del equipo, y Marvin tenía que reconocerlo, inspiraba confianza.

—El nombre del equipo es muy importante —continuó Rawkan, bastante orgulloso de su discurso—. Aunque aquí en la Resistencia nos ocupamos de pelear contra las fuerzas de la Corporación de Inteligencia, tenéis que saber que ante todo lo hacemos clandestinamente.

—¿Clandestinamente? —le preguntó Marvin, curioso—¿Cómo se libra una lucha clandestinamente?

—No se trata de una lucha como tal —respondió el Marowak—. Es mucho más efectivo hacer misiones para ayudar a los habitantes de Pellaria que lanzarse como psicópatas contra las fuerzas de la Corporación. Pensadlo, ellos nos superan en una proporción de uno a diez. Llevar a cabo una guerra abierta no sólo sería un suicidio estratégico, sino que, además, morirían muchos inocentes. Por eso realizamos misiones de rescate y exploración de forma clandestina. Así no solo ayudamos a los Pokémon necesitados, sino que también podemos luchar contra la Corporación con los fondos que nos proporcionan.

Entonces, a Marvin se le ocurrió una duda.

—Oye, Rawkan, desde que abandonamos el Valle Gris, hemos estado dentro de una montaña. La Atalaya… ¿se encuentra totalmente incrustada dentro de la montaña?

—Por supuesto —asintió Rawkan—. La única forma de ocultarnos de la Corporación es tener la base dentro de una montaña. Durante años, los miembros de la Resistencia hemos ampliado los túneles y diseñado nuevos pasadizos. Y lo mejor de todo es que nadie sospecha de nosotros. Los puntos de entrada a la montaña están repletos de puestos de mercaderes, que cubren perfectamente las entradas encubiertas.

—Pero ¿los mercaderes no se tendrán que ir en algún momento? Son vendedores ambulantes, al fin y al cabo -preguntó Marvin, todavía dudoso.

Rawkan dejó escapar una risita.

—Ahí está la parte más interesante —respondió, haciéndose el misterioso—. Nosotros les abastecemos de productos. De esta forma, no tienen que moverse, y nosotros tenemos nuestras entradas bloqueadas. Como a la Corporación le dan igual los mercaderes, casi nunca frecuentan estos puestos, y así es imposible que se den cuenta de que son siempre los mismos. Si lo pensáis, el trato nos beneficia a ambas partes.

Cynder se llevó una pata a la boca.

—Tiene sentido, la verdad —admitió Cynder—. Cuando entramos con Lugnos en La Atalaya, era de noche. Por eso no había mercaderes.

—Duermen en sus recámaras, así que es normal que no los hayáis visto. Y, si no os importa, dejemos esta conversación para más tarde. Hemos llegado a la siguiente parada de nuestro tour. En el piso que habéis visto sólo están la zona de descanso y la sala de audiencias. Ahora vamos a subir por aquí.

Los tres se detuvieron ante una escalera de caracol. Rawkan se volvió para mirarlos.

—En el piso inferior —comenzó su explicación—está la enfermería. Aquí entre nosotros, sólo he ido un par de veces, así que no tengo ni la más remota idea de cómo se organiza. Pero tranquilos, si estáis heridos sólo tenéis que bajar como locos, gritando o algo, y os atenderán, estoy seguro. Debajo están los dojos de entrenamiento, aunque hoy están cerrados, así que no podremos echarles un vistazo.

"No parece tener mucha idea de cómo funciona la enfermería… espero que controle mejor las demás secciones de la base" pensó Marvin.

—¡Conozco esa cara! —saltó Rawkan, mirando a sus aprendices—¡Es la cara de "¿por qué puñetas nos han asignado a un instructor que tiene menos idea que nosotros?"! Pues tranquilizaos, porque ahora vamos a internarnos en la zona de trámites y misiones. ¡Y en cuanto a conocimiento del papeleo pre y post misiones, nadie me gana!

Más decidido que nunca, el Marowak comenzó a subir la escalera de caracol, dejando atrás a sus pupilos, los cuales, al darse cuenta de que su maestro no los iba a esperar, lo siguieron apresuradamente, tratando de no perderlo de vista.

Al llegar arriba, se encontraron con una enorme sala circular, cuyo techo se cerraba en forma de cúpula a varios metros sobre sus cabezas. Las paredes estaban repletas de puertas, por las que no dejaban de entrar y salir Pokémon de todos los tipos, tamaños y formas. En los muros, se podían ver grandes tablones de anuncios, con muchas notas pegadas en ellos, que eran recogidas y depositadas por algún que otro Pokémon que pasaba.

—Oye Rawkan, ¡Esto es enorme! ¿Dónde se supone que estamos? —preguntó Cynder, confuso e impresionado a partes iguales.

—Esta es la oficina central —contestó el Marowak—, el lugar en donde ocurre casi toda la actividad. Acompañadme

Siguiendo a Rawkan, los dos aprendices se deleitaron con la vista del bonito lugar. Había varios tragaluces que iluminaban la cámara, al parecer tallados en la roca de la montaña de forma sutil. Además, había varias piedras día colocadas en las paredes y el techo cupular, asegurando la iluminación perpetua del lugar, incluso de noche.

Rawkan, poniéndose ridículamente firme, llamó la atención de sus alumnos, indicando uno de los tablones que cubrían los muros con el fémur haciendo la función de varita.

—Esto es un tablón de anuncios —dijo, con aire de importancia—. Aquí reunimos papeletas de misiones, que nuestros agentes recogen de las ciudades y pueblos de Pellaria. Como podéis ver, hacen un buen trabajo, porque jamás veréis uno de estos tablones completamente vacíos. Antes de venir a parar aquí, las solicitudes y misiones son filtradas según su lejanía, su dificultad y el número de Pokémon máximo que podría ir a cumplirlas. En este tablón tenemos las misiones más sencillas, las de rango D, que serán las únicas que os permitiré coger de momento, debido a vuestra inexperiencia general a la hora de cumplir misiones.

Marvin y Cynder miraban fascinados el tablón, pasando la vista por las papeletas que lo cubrían. Estaban escritas en diversos tipos de pergamino y con muchos tipos de letra, casi tanto como las clases de Pokémon que requerían servicios y los lugares de los que provenían.

—Esto parece muy bien organizado —comentó Marvin, sorprendido—. ¿Qué ocurre con las misiones que requieren ir demasiado lejos para ser cumplidas?

—Es sencillo —contestó el Marowak, aclarándose la garganta—. Tenemos un sistema de Pokémon voladores que pueden transportar a los equipos hacia sus misiones, lo que reduce a menos de la mitad el tiempo que tienen que consumir para hacer el viaje. De todas formas, la Resistencia tiene otras dos bases, así que, en el remoto caso de que nuestros efectivos no puedan llegar a un territorio específico, enviamos un correo expreso a una de esas bases, y con correo expreso me refiero a un Swellow.

—Espera ¿me estás diciendo que hay más bases como esta? —Preguntó Cynder, cada vez más entusiasmado.

Rawkan rió despreocupadamente ante la pregunta del Cyndaquil.

—Por supuesto, Cynder —respondió, al cabo de un momento—. Pellaria es demasiado grande para delegar toda la Resistencia a un solo lugar concreto ¿no crees? Cuando la Resistencia fue creada, los miembros originales se repartieron Pellaria. Cerca del Mar Remolino, en el este, se encuentra La Ciudadela, un asentamiento subterráneo, y al noreste de aquí, en el Desfiladero Sinuoso, fue construido el Bastión de las Tormentas, una ciudad aún más inexpugnable que este lugar. Tengo que decir que los miembros de la Resistencia que ocupan La Ciudadela están en un riesgo mucho mayor, al encontrarse dentro del territorio enemigo. Pero ¡eh! ¡Nosotros somos mucho más organizados e higiénicos que esos tipos!

Cynder estaba fascinado por la localización de las bases, pero Marvin, al no tener ni idea de la geografía de Pellaria, se encontraba bastante confuso. No tuvo tiempo a preguntar nada, sin embargo, ya que Rawkan cogió una de las misiones del tablón y la levantó en el aire, como si de un trofeo se tratara.

—Y esta será vuestra primera misión, mis queridos aprendices —dijo, victorioso—. Una Hariyama requiere que se le recupere una lanzosfera en un plazo de tres días. Creo que podréis con esto, pero, aun así, me han encargado que os acompañe a vuestras primeras misiones, y es lo que pienso hacer.

—¿Una lanzosfera? —Inquirió Marvin— ¿Qué es eso?

—Una lanzosfera —explicó Rawkan— es una esfera mágica. Las esferas mágicas, por si no lo sabes, se encuentran con bastante facilidad en el mercado y en los territorios misteriosos, pero las lanzosferas en concreto son bastante difíciles de encontrar alrededor de Ciudad Prisma, el lugar del que proviene esta nota, así que comprendo que sea difícil para la clienta encontrar una nueva. Además, es más que probable que tenga algún tipo de valor sentimental para ella.

"¿Territorios misteriosos?" se preguntó Marvin. "Maldita sea, otra cosa de la que no tengo ni idea… pero tampoco quiero interrumpir a Rawkan. Se le ve muy entusiasmado, y no quiero saber qué pasaría si se enfadase. Mejor será que me lo calle y se lo pregunte más tarde."

—Ciudad Prisma queda relativamente cerca de aquí, si no me equivoco —dijo Cynder—. ¿Dónde dices que ha perdido su lanzosfera?

—Parece ser que en la Cueva Caliza —leyó Rawkan—, un territorio misterioso que queda también cerca de aquí. Como hoy os tengo que enseñar las instalaciones, y está misión no corre prisa, será mejor que nos pongamos en marcha mañana por la mañana. Hablando de eso… —el Marowak se llevó el fémur al cráneo de Tyrantrum que adornaba su cabeza— nuestro próximo destino es el banco de objetos. Pero, ya que estamos cerca, os voy a enseñar la habitación que os hemos asignado. Quiero asegurarme de que sabéis donde tenéis que dormir, no me apetece tener que aguantaros llamándome por la noche para que os lleve.

Rawkan los llevó cerca de una de las puertas que comunicaban la oficina con el resto de la base. Al acercarse a la puerta, pudieron ver que tenía una marca con forma de letra C, y, aunque antes no se habían fijado, vieron que el resto de puertas también tenían una letra asignada, por orden alfabético según su posición.

—Estas puertas —explicó señalando la que tenía la letra C en ella— llevan a cada uno de los sectores de la base. Las habitaciones de los equipos se organizan por sectores, para hacer más fácil la organización y la memorización de las mismas, en vez de tener que hacer mapas para todos los miembros, porque admitámoslo, si fuera así todo el mundo se perdería. Todo el mundo menos el viejo Rawkan, por supuesto. De todas formas, las puertas están numeradas. La vuestra es la C7, si no me equivoco.

Rawkan abrió la puerta, y, con una cómica reverencia, indicó a sus pupilos que pasaran primero. Los dos Pokémon cruzaron el arco de la puerta y se encontraron con un pasillo considerablemente más ancho que los que habían atravesado anteriormente, y hecho de madera, al contrario que los de los pisos inferiores. A ambos lados del pasillo había más puertas, cada una de ellas con una pequeña placa. No podían leerlas desde allí, pero Marvin supuso que se trataba de los nombres de los equipos de resistencia que las ocupaban.

Entonces, Rawkan cerró la puerta y tomó el liderazgo de la marcha de nuevo, con su preciado fémur señalando hacia el frente, como si estuvieran a punto de embarcarse en alguna suerte de épica aventura. Sin mediar palabra, los dos aprendices lo siguieron evitando preguntar, atravesando el pasillo.

Tras andar un rato y doblar un par de esquinas, se vieron ante una puerta que no tenía placa, y Marvin supuso que se trataba de la puerta de su futura habitación, ya que se pararon justo delante.

—Vaya —comentó Rawkan—. Que interesante. Tenía la impresión de que me iba a equivocar de puerta, como me ocurre casi siempre con este tipo de cosas. Gracias a Arceus que no ha sido así.

Ninguno de sus alumnos supo cómo reaccionar a eso, así que el despistado Marowak abrió la puerta y les mostró el interior.

El interior de la habitación era bastante más amplio de lo que Marvin había imaginado. Delante de ellos había una única sala rectangular iluminada también con piedras día, con una mesita redonda en el centro, sobre la que reposaba una llave. La habitación daba a seis dormitorios, tres en cada lado, cuyas camas eran visibles porque las puertas estaban abiertas. Marvin se preguntó para qué habría seis camas si ellos eran dos.

—Sé que parece pequeño para un equipo —comenzó a explicar Rawkan, como si hubiera leído la mente de Marvin—, pero de momento sólo se os permite tener otros cuatro miembros. Cuando subáis de rango, se os permitirá tener más miembros, no os preocupéis. A parte, ahora mismo vuestra prioridad es hacer misiones; ya habrá tiempo para reclutar nuevos miembros. De momento estáis bien así, pero, cuando demostréis lo que sabéis hacer, probablemente os dejemos reclutar miembros nuevos…

Cynder se había adelantado, y estaba inspeccionando la habitación a fondo. Marvin hizo lo propio, y, tras un vistazo corto pero efectivo, pudo notar que era un lugar acogedor y hogareño. Identificó también una chimenea apagada en la pared de enfrente, y un cuadro con lo que parecía ser un mapa de Pellaria, que se sumaban a la adecuada colocación del mobiliario

Rawkan se adelantó y cogió la llave que yacía encima de la mesa.

—Esta es la llave de la habitación de vuestro equipo —dijo, dándosela a Marvin—. Cuidadla bien, porque no es la primera vez que un equipo entra en la habitación de otro para gastar bromas o robar.

—Yo la guardaré —intervino Cynder, cogiendo la llave y guardándola en su bolsa de viaje, de la cual no se había separado desde que Marvin lo conoció.

—Y ahora —dijo Rawkan, dándose aires de autoridad de nuevo— es el momento de que os lleve al banco de objetos, donde podréis depositar los objetos que queráis guardar antes de salir de misión.

Y, de nuevo, levantó su hueso y se dirigió hacia el exterior a paso firme, dando poco tiempo a Cynder y Marvin para cerrar la puerta.

Los tres Pokémon estaban ahora ante la puerta del banco de objetos. Después de cruzar de nuevo la oficina central, habían bajado unas pocas escaleras, mientras Rawkan les explicaba que el banco se encontraba en ese nivel para asegurarse de que había espacio suficiente para almacenar los objetos de todos los miembros, por lo que se había desarrollado un almacén que se extendía entre el bajo y el primer piso.

—Antes de entrar —advirtió Rawkan— quiero que nos asustéis cuando veáis al gerente del banco. Ultron es un Pokémon un tanto… peculiar. Dejádmelos a mí.

El Marowak abrió la puerta, y los tres se encontraron dentro de una sala cuadrada, con un mostrador en medio. Tras el mostrador se podía apreciar el marco de una puerta, a través del cual se percibían cientos de pilas de cajas, que se perdían en la distancia.

Rawkan tocó el pequeño timbre que reposaba en el mostrador. El eco del sonido que causó rebotó en las vacías paredes de la sala. En silencio, Marvin se preguntó qué clase de Pokémon aparecería ahora.

Antes de que ninguno de ellos pudiera decir nada, una chispa azul vino rebotando desde el interior del almacén, acercándose a velocidad de vértigo. Cuando se dieron cuenta, un Pokémon pequeño, esférico y de color rojo, se hallaba delante de ellos con una sonrisa.

—¡Bienvenidos! —Gritó eufórico— ¡Clientes nuevos! ¡Genial, hace tanto que no tenemos clientes nuevos…!

—Chicos, os presento a Ultron —dijo Rawkan—. Ultron es un Rotom, y sí, siempre está así de feliz. Ultron, estos son Marvin y Cynder, unos miembros nuevos de la Resistencia, que se han unido a nosotros recientemente. Quiero que les abras una cuenta, depositando… esto… —volviéndose hacia sus aprendices, preguntó— Cynder, puedes dejar aquí lo que tengas en la bolsa. No necesitarás eso para comer, porque en el comedor hay comida abundante. Ultron cuidará bien de lo que lleves.

Cynder vació su bolsa, dejando sólo la llave de su nueva habitación, mientras Ultron iba guardando cada objeto en una caja de madera, en la que, con un carboncillo, escribió un número.

—¡Vuestra caja es la número 723! —gritó entusiasmado— ¡Cuando queráis algún objeto, sólo tenéis que traerme una lista con lo que queréis recuperar, y en un instante lo tendréis!

—Gracias, Ultron —agradeció Rawkan al entusiasta Rotom—. Ahora, chavales, creo que hemos andado bastante por hoy, y ya va siendo la hora de la comida ¿Qué os parece si vamos a comer?

Unos minutos más tarde, Cynder y Marvin devoraban la comida de su plato, mientras Rawkan mordisqueaba una baya sin mucho entusiasmo. El comedor, que se situaba justo encima de la oficina central, estaba casi vacío, a excepción de uno o dos Pokémon, a causa de que la mayoría de miembros de la Resistencia estaban fuera, haciendo encargos o misiones.

—Creo que ahora deberíais dormir —comentó Rawkan, mirando su baya—. Quiero decir, mañana habrá que madrugar para hacer la misión, y os quiero más frescos que una rosa para vuestro primer encargo. Así que haremos lo siguiente: os dejo la tarde libre para echaros una siesta, ya que supongo que no habréis dormido nada en más de veinticuatro horas.

Mientras asentía, a Marvin se le ocurrió presentar la duda que le había surgido en la oficina central, mientras Rawkan les buscaba una misión.

—Oye, chicos —llamó—, ¿alguien me puede decir qué es un territorio misterioso y por qué les llamáis así?

Tanto Cynder como Rawkan lo miraron con una cara que le hizo sentirse el Pokémon más estúpido del universo. "Gracias, chicos" pensó con condescendencia. "Esto no ayuda en lo absoluto a mi memoria."

—Es un tanto difícil de explicar, si te soy sincero —comenzó Rawkan—, pero puedo intentar que lo entiendas, o al menos, que comprendas un concepto básico.

Rawkan entonces cogió el plato de su ensalada, de la cual había comido muy poco, y la puso en el centro de la mesa.

—Bien —explicó—. Pongamos que esta mesa es Pellaria, y que la ensalada que hay en este plato es un territorio misterioso —luego, cogió varias bayas zanama de un bol y las fue desperdigando por encima —. Estas bayas representan a Pokémon. Bien, pues un territorio misterioso, la ensalada, está dentro de una anomalía espaciotemporal, que está representada por este plato, por la cual, cuando un Pokémon entra, ocurre esto —metió la pata en la ensalada y la revolvió completamente—. El territorio cambia y se reorganiza por completo, reubicando los diferentes sectores y Pokémon salvajes, así como los objetos que pudiera haber dentro, por lo que un territorio misterioso nunca es igual, por muchas veces que entres en él. Nadie sabe con certeza qué es lo que causa esta anomalía espaciotemporal, pero se extiende por algunos lugares específicos, y es extremadamente peligrosa si no se va preparado para afrontarla.

Aunque resultara algo terriblemente inusual, Marvin lo entendió bastante bien.

Tras acabar de comer, Marvin y Cynder se fueron a su habitación, donde, agotados, se arrojaron sobre las sillas.

—Menuda mañana, chico —soltó Marvin—. Nunca había pasado una noche prácticamente sin dormir como la anterior… o al menos eso creo.

—Yo sí, alguna que otra vez —le contestó Cynder. Entonces, se le ocurrió algo—. Oye, antes de ir a echarnos esa siesta ¿qué te parece si te explico un poco de la historia de Pellaria?

Marvin se incorporó en la silla, interesado.

—¡Claro! —Contestó con entusiasmo— Iba a proponértelo ahora mismo.

Cynder se aclaró la garganta, preparado para comenzar su oratoria.

—Voy a empezar explicándote lo más reciente, porque creo que es lo que más importante debería ser para ti en este momento, para que sepas qué es la Corporación de Inteligencia y por qué la Resistencia lucha contra ellos.

Acomodándose en la silla, comenzó a explicarle la historia reciente de la región.

Hacía unos sesenta años, antes de que la Corporación de Inteligencia fuera considerada malvada, existía un presidente en Pellaria, al que todos recuerdan como Tazzar el Salamence. No era el mejor presidente del mundo, pero era mejor que la tiranía que la Corporación trataba de imponerles. La Corporación de Inteligencia era la principal agencia del gobierno, y se encargaba de investigar los territorios misteriosos y sus cualidades, entre otras muchas cosas, y por eso les llamaban Corporación de Inteligencia. Se invertían muchísimos fondos y recursos en hacer más fuerte a la Corporación, y eso los mantenía fieles al gobierno. El problema surgió cuando el líder de la Corporación de aquel entonces murió en una expedición arriesgada, haciendo que el poder recayera sobre su hijo Halfug, un Pokémon mucho más avaricioso e inteligente que su padre.

Al asumir el mando, se dio cuenta del poder real que la Corporación tenía, y pensó que su padre no había conseguido aprovecharlo del todo, por lo que lanzó un llamamiento a filas a todos los miembros de la agencia repartidos por Pellaria. Aunque esto sorprendió al gobierno, supusieron que se trataba de una medida para afianzar su nuevo puesto del poder, pero eso no podía estar más lejos de la realidad. Cuando todos los efectivos estuvieron listos, les lavó el cerebro y los convenció de atentar contra el gobierno vigente. Al haber delegado casi todo el sistema de seguridad del país en la Corporación, el ataque fue rápido y totalmente desolador, ya que el gobierno no estaba preparado en lo absoluto para afrontar un golpe de estado de esa magnitud.

Pero aquí es donde la historia gira de nuevo. Una pequeña facción de la Corporación, liderada por un Volcarona llamado Alys, logró enfrentarse a Halfug y matarlo, haciendo que la Corporación perdiese su poder absoluto sobre Pellaria, y dejando sólo la zona este del país bajo su yugo. El régimen fascista de la horrible agencia no ha dejado de crecer poco a poco desde entonces, al igual que el grupo de desertores conocidos como La Resistencia, cuyos miembros se separaron para reunir más efectivos y poder enfrentarse al inminente ataque de la Corporación contra las tierras del oeste. Pero en la actualidad la Resistencia era más una ayuda pasiva dedicada a colaborar con los Pokémon en apuros de toda la región que una fuerza de guerra, aunque se rumoreaba que de vez en cuando organizaban escaramuzas contra la Corporación.

La Atalaya, según Cynder explicó, se encontraba más o menos en la frontera, ya que la Espina de Groudon servía como barrera natural entre las dos facciones. No obstante, la zona de Pellaria ocupada por la Corporación era considerablemente mayor que la que defendía la Resistencia.

Marvin, sorprendido e interesado en el tema, preguntó entonces.

—Entonces ¿no somos más que soldados? ¿Vamos a tener que luchar sí o sí contra la Corporación?

—La verdad es que no lo sé —contestó Cynder, llevándose una mano a la cabeza—. Puede que tengamos que llevar a cabo misiones un poco más secretas, o puede que no luchemos en absoluto… pero, si no te importa, hablaremos de eso mañana, que tengo sueño y necesito echar una cabezada.

—No hay problema —respondió Marvin alegremente—. Tú eres el maestro, tú decides cuando dar las clases. Hasta mañana, Cynder.

—Hasta mañana —dijo el Cyndaquil entrando en su dormitorio, mientras Marvin entraba en el suyo.

No pasó mucho tiempo antes de que los dos Pokémon se quedaran profundamente dormidos.
¡Échale un vistazo a Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom!
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #3 en: 20 de Diciembre de 2015, 11:37:22 pm »
Capítulo 3: TERRITORIOS MISTERIOSOS

Marvin se encontraba caminando en la más inmaculada de las blancuras. A su alrededor, nada más que puro color blanco, extendiéndose hasta donde le alcanzaba la vista. ¿Por qué seguía caminando entonces? No estaba seguro, pero algo lo impulsaba a avanzar, cada vez más rápido, por la blancura resplandeciente.

Entonces, se dio cuenta de que, en medio de la inmensa blancura, había aparecido una figura que no supo identificar. Suponía que era un Pokémon, pero no se parecía en absoluto a ninguno de los que conocía. Su cuerpo azulado tenía forma de luna menguante, al igual que su cabeza, de color amarillo, semejante a un pico, que mostraba un bulto rosa del tamaño de un puño. Además, dos arcos de color rosa brillante salían de los costados de su cuerpo, mientras un tercero salía de su espalda a forma de cola.

Antes de que Marvin pudiera darse cuenta, aquel Pokémon estaba frente a él, mirándolo fijamente con unos ojos hermosos y penetrantes. El pequeño Mudkip se sintió extrañamente bien, como si le estuvieran cantando una hermosa nana.

—Marvin —dijo el Pokémon misterioso con una voz familiar, sorprendiéndolo—. ¡Marvin! ¡Despierta, venga! ¡Ya son las ocho!

—¿C-cynder…?

Entonces, Marvin abrió los ojos, despertando de su sueño y encontrándose en su cama, con la cabeza Cynder sobre él.

—¡Marvin, tenemos que salir! ¡Rawkan nos espera en las oficinas centrales!

—¡La misión! —Exclamó Marvin, recordándolo todo— ¡De acuerdo, vamos!

Los dos aprendices corrieron atropelladamente por el corto y abarrotado pasillo que comunicaba las habitaciones con la oficina central, tratando de no chocarse con ninguno de los Pokémon que transitaban la zona.

Mientras se acercaban a la oficina, Marvin no podía evitar pensar en el extraño sueño que había tenido. "¿Acaso ese Pokémon existe de verdad, o es sólo fruto de mi imaginación? Aunque, según creo, es imposible que yo conozca a ese Pokémon, al no tener recuerdos. Debería preguntarle a Elina acerca de ello cuando vuelva."

Cuando llegaron, Rawkan los estaba esperando apoyado en uno de los tablones, con una bolsa de viaje de cuero gris. En esta ocasión, el Marowak llevaba una calavera diferente sobre su cabeza, semejante a la de un Rhydon. Marvin supuso que le resultaría muy incómodo moverse en un lugar cerrado con una calavera tan pesada como la de un Tyrantrum.

—Ya pensaba ir a buscaros —dijo el Marowak, con un atisbo de severidad—. Hoy os lo perdono por ser el primer día, pero no contéis con que mañana no os despierte a base de golpes con el hueso.

Marvin tragó saliva. Cuando quería, Rawkan podía ser bastante siniestro.

—Me he tomado la libertad de ir a recoger los objetos necesarios al almacén —dijo su mentor, dándole la bolsa a Cynder—. No es que tuvieras muchos objetos útiles, así que he tenido que sacar algunos objetos de mi cuenta.

El Marowak sacó unos cuantos objetos de la bolsa y se los fue mostrando uno por uno. Los dos jóvenes aprendices aprovecharon para coger unas bayas y tomar algo parecido a un desayuno.

—Ya teníais comida de sobra, así que tan sólo he cogido unas semillas cura, para libraros de cualquier enfermedad, unas espinas de acero, por si fueran necesarias… y la siempre útil fugasfera, por supuesto —dijo orgulloso, mostrándoles una esfera naranja de aspecto frágil—. Con esta cosa podremos escapar de cualquier territorio misterioso al instante, sin ningún problema. Todos estos objetos son de mi arsenal personal, por supuesto, y, en condiciones normales, tendríais que pagármelos de alguna forma, pero, para hacer vuestra primera misión más emocionante, no os pediré nada a cambio, pero sólo si superáis la misión ¿qué os parece?

Rawkan se veía tan satisfecho con su idea que los dos aprendices no vieron necesario contestarle, a lo que el Marowak respondió simplemente alzando su hueso al frente y dirigiéndolos hacia la salida.

Esta vez, Rawkan los llevó por una salida diferente. Tras cruzar varios pasillos de los pisos inferiores, repletos de Pokémon ansiosos por partir hacia sus destinos, llegaron a una puerta de madera azul, ante la que Rawkan los detuvo.

—Bien, chicos, esta es la puerta encubierta número 7. La usaréis principalmente para dirigiros a territorios que estén al norte, así como a la Ruta 114, que conecta con los poblados norteños. Ahora tan sólo tenéis que mirar lo que hago y memorizarlo, así que estad atentos.

Tras la explicación, alzó su hueso y golpeó la puerta seis veces, con un ritmo concreto. Después de unos instantes, la puerta se abrió, y pudieron ver que el Pokémon que les había abierto la puerta era un Absol. Más allá del marco de la puerta, pudieron ver un pequeño saliente al pie de la montaña, con un camino cerca de él.

—Cómo os dije —prosiguió Rawkan— tenemos las salidas cubiertas con puestos de mercaderes para no levantar sospechas. Luego os daré unas tablillas en las que se explica el patrón de golpes necesario para golpear la puerta.

Tomaron el camino de tierra, que se alejaba del saliente y se perdía ondulando en los pies de la cordillera. Mientras Rawkan los guiaba, hueso en alto y con paso ligero, Cynder le señalaba a Marvin un punto en el mapa, en las montañas, al norte de donde estaba la base.

—La Cueva Caliza está en este punto de la Espina de Groudon. Tiene una profundidad considerable, pero por lo que parece nuestra clienta no había llegado a las zonas más profundas cuando perdió su objeto, así que no debería ser demasiado peligroso —miró a su amigo, con una sonrisa—. Al menos para ti, que eres un tipo agua. Yo debería quedarme atrás y apoyarte desde las espaldas.

Entonces, Marvin se dio cuenta de algo. Iba a tener que luchar contra otros Pokémon, lo que le suponía un problema considerable: no sabía cómo usar sus poderes. Alarmado, decidió consultar a Rawkan antes de cometer una estupidez.

—Oye, Rawkan —alzó la voz, con la esperanza de que el Marowak lo oyera —.

—Dime, Marvin —respondió el Rawkan, sin girarse.

—Creo que nadie me ha explicado cómo… ya sabes, atacar.

Rawkan no pudo evitar soltar una risotada. Se detuvo, girándose para mirar a sus aprendices.

—Nadie tiene que explicarte como andar ¿cierto? Es tan fácil como pensar en lanzar un proyectil de agua, y te saldrá sólo. Es como cuando… bueno, cuando recibes la llamada de la naturaleza.

Los dos aprendices fruncieron el cejo ante esa comparación.

—Bueno, ya me entendéis —concluyó el Marowak, intentando no sonar desagradable—. Cuando llegue el momento de hacer algo, me encargaré de que no lo fastidies demasiado. Y ahora, si no os importa, tenemos una misión que hacer.

Con esto, los tres Pokémon tomaron rumbo a la Cueva Caliza.

Durante los diez primeros minutos de caminata, mientras atravesaban la poco concurrida Ruta 114, Rawkan no dejó de hablar, explicándoles las diferencias de los huesos de Pokémon a la hora de hacer armas y armaduras, pero, al notar que sus alumnos se estaban aburriendo, decidió dejarlos conversar por su cuenta mientras él se deleitaba con el paisaje matutino. A su izquierda se alzaban las montañas de la Espina de Groudon, mientras que a su derecha podían apreciar un terreno de campo, con algún que otro árbol alzándose entre la hierba.

—Cynder —comentó entonces Marvin, queriendo entablar conversación con su compañero de equipo—. Me alegro de que hayas decidido unirte a la Resistencia conmigo.

—Bueno, no es nada… —respondió humildemente el Cyndaquil, llevándose una mano a la cabeza—. Sería bastante cruel por mi parte dejarte tirado. Además, esto puede ayudarnos a desarrollar nuestras capacidades, y a encontrar… bueno, lo que nos falta a cada uno.

Marvin notó como su amigo perdía un poco de su entusiasmo habitual al recordar a sus padres.

—Creo que… —comenzó a hablar Cynder— creo que es posible que el hecho de que nos hayamos hecho amigos tan rápido y con tan poca interacción puede deberse a que… los dos estamos incompletos de alguna manera. Piénsalo, a ti te han quitado la memoria, y a mí a mis padres.

—Es posible —respondió Marvin, elevando las cejas—. Además, ambas pérdidas están relacionadas con la Corporación de Inteligencia.

El Cyndaquil asintió con la cabeza, pensativo.

—Según lo que he oído, a la Corporación no le gusta eliminar nada. Quiero decir, preservan vivo casi todo lo que capturan, y eso es una ventaja tanto para ti como para mis padres. Si han extraído tu memoria, es probable que hayan estado buscando algo en ella.

Ambos Pokémon permanecieron en silencio durante un rato, siendo sus pisadas y los silbidos de Rawkan, a la par que el sonido de los Pokémon pájaro sobrevolando sus cabezas, lo único que se podía escuchar. El camino no se despegaba del pie de la cordillera, mientras la hierba se iba haciendo más oscura, y los árboles cada vez más escasos.

—Nos estamos acercando a nuestro destino, caballeros —avisó Rawkan—, así que será mejor que hablemos de nuestra estrategia de entrada.

El Marowak se detuvo para que sus pupilos pudieran llegar hasta él, y, comenzando a andar una vez se hallaron a su lado, se aclaró la voz.

—Bien —comenzó, con aires de importancia—. Ahí dentro no hay Pokémon demasiado peligrosos; a saber: Geodude, Roggenrola, Aron, Zubat... ah, y Kakuna. Al notar que van a evolucionar, los Weedle se dirigen a la cueva más cercana para colgarse del techo y poder pasar su fase como Kakuna más tranquilos. Si tenemos muy mala suerte, puede que aparezca un Onix, pero lo dudo bastante, porque suelen encontrarse en los niveles inferiores, y nuestra clienta ha dicho que su objeto se perdió en el bajo 4.

—¿Bajo 4? —Preguntó Marvin, algo confundido— Creía que los territorios misteriosos cambiaban de forma ¿cómo es que se puede localizar un punto concreto?

—Muy perspicaz, Marvin —respondió Rawkan—. Olvidé mencionar que en los territorios misteriosos se ha observado un patrón de niveles. Es decir, que aunque cambien continuamente, el número de pisos o sectores del territorio sigue siendo el mismo. Por ejemplo, la Cueva Caliza siempre tiene 12 pisos, separados por unas escaleras descendentes, y eso será siempre así, ya que cada piso cambia independientemente del resto ¿lo entiendes ahora?

Marvin asintió, complacido por la explicación.

—Excelente —continuó Rawkan—. Debemos estar muy cerca, a juzgar por el aspecto del terreno… de hecho, según el mapa, la cueva está a unos pocos metros de aquí.

Los tres Pokémon alzaron la cabeza y pudieron ver una pequeña abertura entre las rocas de la montaña, a unos pasos de donde se encontraban. Estaban tan absortos conversando que, no hubieran levantado la cabeza en aquel momento, muy probablemente habrían dejado atrás la Cueva Caliza.

Se acercaron a la abertura, de unos cuatro metros de altura y dos de anchura, y se fijaron en unas runas escritas sobre el marco. Aunque Marvin era incapaz de leer aquellas runas, suponía que alguno de sus compañeros podrían hacerlo.

—Hemos llegado, en efecto —confirmó Rawkan, leyendo las misteriosas runas—. Esto es la Cueva Caliza. Supongo que es la primera vez que entráis en un territorio misterioso, así que simplemente os diré que no intentéis hacer un mapa mental del sitio, porque eso sólo os confundirá más.

Sin más preámbulos, el equipo se adentró en las sombras de la cueva. Rawkan sacó su piedra solar y la alzó, para poder tener una visión clara de su terreno. La caverna tenía un aspecto bastante decadente; la piedra gris y negra parecía erosionada y dañada por el paso del tiempo y los constantes paseos de sus habitantes. Mientras comenzaban a andar, el Marowak decidió instruirlos sobre la geografía del lugar.

—Este es un territorio algo extraño, si me permitís la observación, ya que, al llegar a su punto subterráneo más bajo, hace una parábola y vuelve a ascender, por lo que atraviesa la montaña y tiene una salida en el otro lado. Ahora estad atentos: como esto es un territorio misterioso, nunca es igual, por lo que yo no puedo ser un guía fidedigno. Nuestro deber es encontrar el camino hacia el Bajo 4 lo más rápido posible, porque, por si no lo sabíais, otra de los síntomas de respirar el aire viciado de un territorio misterioso es un aumento gradual del hambre. Aunque estéis llenos o hayáis comido recientemente, llegará un momento en el que el hambre se hará insoportable, así que más os vale no gastar muchas energías en la búsqueda.

—Eso lo sabía yo —dijo Cynder, orgulloso—. Además, puede que encontremos objetos dejados por otros exploradores o coleccionados por Pokémon salvajes, así que podemos llevarnos un buen botín de objetos.

Marvin apenas pudo responder mientras analizaba toda la nueva información que estaba recibiendo. Los territorios misteriosos parecían ser lugares muy extraños.

Los tres exploradores se adentraban más y más en la cueva, eligiendo cuidadosamente su camino y evitando los caminos sin salida. De repente, Rawkan detuvo al grupo, señalando con su hueso al frente.

—¿Veis eso? —susurró, como si tuviera miedo de que alguien lo oyera— Hay dos Geodude observándonos.

—¿Puedes librarte de ellos? —inquirió Marvin, algo nervioso al notar la presencia de los dos Pokémon.

—De hecho, pensaba dejarte que tú te encargaras de ellos, Marvin —respondió el Marowak, pillando a Marvin por sorpresa—. Los Geodude son extremadamente débiles al agua, así que no te debe resultar un problema vencerlos. Tómatelo como un entrenamiento sencillo.

A Marvin le dio un vuelco el estómago. No esperaba tener que enfrentarse a sus primeros adversarios tan temprano.

—Tranquilízate —lo instruyó Rawkan—. No te harán daño si consigues debilitarlos a tiempo. Tan sólo acumula agua en tu boca, y escúpela con toda tu fuerza, es la técnica básica de los Pokémon de agua.

Cogiendo aire, Marvin comenzó su lento camino hacia los Geodude, tan concentrado en ellos que apenas era capaz de oír los susurros de ánimo de Cynder. Los dos Geodude lo miraban fijamente, preparándose para atacarlo. Entonces, Marvin se detuvo, al notar que una extraña y fría sensación recorría su cuerpo, como si la sangre de sus venas hubiera bajado su temperatura.

"Esto debe de ser a lo que se refería Rawkan." Pensó Marvin, mientras la sensación, lejos de molestarlo, le hacía sentir poderoso. Retomó el paso hacia los Geodude, y, cuando estaba a apenas dos metros de ellos, y como si de un acto reflejo se tratara, su boca se comenzó a llenar poco a poco de agua.

Los dos Geoudude se lanzaron entonces contra él, intentando golpearlo antes de que liberara su ataque. Sin embargo, Marvin reaccionó a tiempo, disparando el agua desde su boca y empapando a los dos Geodude, que cayeron hacia atrás con un grito rabioso, perdiendo sus fuerzas y desmayándose.

—¡Eso ha sido genial! —Gritó Cynder, tan emocionado como sorprendido ante la demostración de poder de su amigo— ¡No puedo esperar para enfrentarme a mi primer enemigo yo también!

El Cyndaquil golpeó cariñosamente la espalda de Marvin, que todavía estaba mirando hacia el frente, tan sorprendido como sus compañeros.

—Me temo que eso tendrá que esperar —dijo Rawkan, acercándose—. No quiero que te lleves una buena paliza en esta cueva, que, por si no lo recuerdas, está llena de Pokémon de tipo roca…

—No pasa nada, ya encontraré un momento para probar mis poderes —respondió Cynder, sin perder su euforia.

Marvin pestañeó, aún sin terminar de creer lo que acababa de hacer, y miró a su amigo con una sonrisa.

—Cuando vayamos a un hábitat de Pokémon de tipo planta, ¡vas a ser tú el que tenga que cubrirme a mí las espaldas, Cynder!

Mientras los dos amigos reían despreocupadamente, Rawkan no pudo evitar esbozar una sonrisa debajo de su casco de hueso. Aquellos dos tenían un buen entusiasmo, y eso era precisamente lo que se necesitaba para empezar allí.

El viaje a través de la cueva continuó sin muchas incidencias, salvo la aparición de una bandada de inofensivos Zubat en el bajo 2, molestos por la luz que emanaba de la piedra solar de Rawkan.

Habían recorrido un camino considerable, y habían bajado ya por dos escaleras de piedra, por lo que se hallaban en el bajo 3, a tan sólo un piso de su objetivo. Habían roto la tensión que los había oprimido durante el inicio de su exploración, y ahora los tres Pokémon hablaban a raudales, eso sí, en susurros, para asegurarse de no encontrarse con más Pokémon salvajes de los necesarios.

No obstante, Cynder llevaba un tiempo bastante callado, dejando que sus dos compañeros monopolizaran la conversación. El Cyndaquil miraba hacia sus patas, como si le estuviera dando vueltas a algo.

—¿Ocurre algo, Cynder? —inquirió Rawkan, al fijarse en el comportamiento de su pupilo.

—Nada, es que… quiero hacerte una pregunta desde hace un tiempo, pero no estoy seguro de que deba hacerlo. Es decir, no quiero herir tus sentimientos.

Rawkan rió despreocupadamente.

—¡Mis sentimientos son a prueba de fuego, pequeño Cyndaquil! —explicó, golpeándolo suavemente con su hueso en la sien —Pregúntame lo que sea que está dando vueltas en esa cabezota tuya.

—Bien, pues… —Cynder miró a su instructor— ¿Realmente los Cubone usáis el cráneo de vuestra madre y os pasáis la mayor parte de la infancia llorándola?

Rawkan dejó de andar. Sus dos alumnos se detuvieron casi al mismo tiempo que él, y Cynder deseó que la tierra se abriera y Groudon se lo tragara de un mordisco. Pero entonces, Rawkan comenzó a reír, ante las asombradas caras de sus acompañantes, que lo miraban con los ojos muy abiertos.

—¡Esa sí que es buena! —comentó alegremente el Rawkan, retomando la marcha— Voy a tener que ilustrarte sobre la biología de los Cubone, querido Cynder. En contra de la creencia popular, los Cubone solemos conocer a nuestros progenitores. El mito de que los Cubone lloran todo el rato se debe a que nuestros ojos no se desarrollan totalmente hasta los diez años de vida, por lo que cada mínima partícula que entre en ellos nos provoca lágrimas. Durante la adolescencia, desarrollamos unas membranas protectoras más gruesas en nuestros ojos, y por eso dejamos de "llorar".

Cynder y Marvin se habían quedado un poco atrás a causa del acelerón que había metido Rawkan, pero escucharon cada palabra que salía de su boca, y sintiéndose aliviados de que no se hubiera puesto sentimental.

Entonces, Marvin escuchó un ruido, como una especie de "click". Cynder miró en su dirección y abrió la boca, a punto de decir algo que nunca llegó a salir de su garganta, porque el suelo bajo sus pies se abrió, y ambos Pokémon se encontraron a sí mismos cayendo hacia la oscuridad.

Marvin no tuvo tiempo a sentir miedo, de tan repentino que había sido todo. Lo siguiente que supo fue que una sensación altamente agradable estaba recorriendo cada centímetro de su cuerpo, como si estuviera flotando en el aire, sólo que no estaba en el aire. Estaba sumergido en el agua. De repente, todo lo que acababa de pasar dejó de importarle al Mudkip. Sólo quería quedarse allí para siempre, sin preocuparse por nada en absoluto. Se relajó, olvidándose de todos sus problemas. Desde el agua, todo parecía más simple, más sencillo, como si todos los problemas de aquel mundo fueran tan pequeños e insignificantes que daba igual si se resolvían o no.

Estuvo así por lo que le parecieron horas, dejándose llevar por la corriente. Pero, entonces, escuchó un grito familiar que provenía de algún punto.

—¡Marvin, estoy aquí, en la orilla! ¿Dónde estás?

El Mudkip despertó de su trance, sacando la cabeza del agua, para ver un pequeño foco de luz en la orilla del agua, aproximadamente en el punto del que provenía la voz. Sin pensarlo dos veces, nadó hacia aquella orilla, acercándose a Cynder, que, por supuesto, era el que estaba provocando la luz, emanando fuego desde su espalda.

—¡Qué susto me has dado! —exclamó el Cyndaquil, abrazándose a su amigo cuando éste hubo pisado tierra.

—Lo siento, Cnyder —se disculpó su amigo, separándose de él—. No sé qué me ocurrió, al caer al agua me sentí tan bien que… es como si todo dejara de importarme.

—No pasa nada —contestó Cynder amablemente—. Eso es porque ahora eres un Pokémon de tipo agua, y aún tienes que adaptarte a tu elemento. El verdadero problema es que hemos perdido a Rawkan.

—¿Qué ha pasado, Cynder? —preguntó Marvin, confuso, mirando en la dirección en la que suponía estaba el agujero.

Antes de que Cynder pudiera responder, se oyó una voz desde el agujero.

—¿Podéis oírme? ¡Soy yo, Rawkan! —la inconfundible voz del Marowak llegó a sus oídos amplificada por el eco de la cueva— Habéis caído en una trampa puesta por algún Pokémon salvaje para cazar a los visitantes desprevenidos, o eso creo. He oído los chapoteos, así que supongo que hay agua ahí abajo, pero yo… digamos que no me llevo muy bien con el agua, así que no voy a bajar por aquí. Estáis en el bajo 4, así que no me será difícil encontrar las escaleras y localizaros. No os mováis, os encontraré en seguida.

Marvin miró a Cynder, que se encogió de hombros. Sólo les quedaba esperar allí a que Rawkan los encontrara.

—De todas formas, esto está demasiado oscuro cómo para seguir por nuestra cuenta —comentó Marvin—. Creo que lo mejor que podemos hacer es esperar a Rawkan.

Cynder se sentó a su lado, procurando mantener el fuego de su espalda a un nivel prudente, lo suficientemente intenso para iluminarlos, pero no demasiado llamativo, para no llamar la atención de otros Pokémon.

Los dos Pokémon permanecieron en silencio durante unos minutos, aguardando pacientemente con sólo los sonidos de la cueva rompiendo el silencio. Ninguno de ellos se atrevió a volver a hablar, desde que sabían que era muy probable que un Pokémon salvaje potencialmente peligroso estuviera muy cerca de ellos.

Eventualmente, Marvin oyó un extraño ruído. Al principio, era un sonido muy leve, pero a medida que pasaban los minutos se iba haciendo más y más fuerte, lenta pero inexorablemente.

—Tú también lo estás oyendo… ¿verdad? —inquirió Cynder, con una clara inseguridad en su voz.

Marvin simplemente asintió, intentando identificar la fuente del sonido. Pero este se iba haciendo cada vez más fuerte y no era capaz de identificar de donde venía.

—Creo… creo que tengo miedo, Marvin —dijo Cynder, con la voz temblorosa—. Eso se está acercando, y, sea lo que sea, no me gusta el sonido que hace. N-no quiero tener que enfrentarme a un Pokémon de roca, Marvin.

—Tranquilo —intentó tranquilizarlo el Mudkip, a pesar de estar casi tan nervioso como él—. Yo estoy aquí, Cynder. Juntos podremos con todo lo que venga.

El sonido se había hecho casi insoportable. Era semejante al sonido que hacía un Tepig escarbando en el suelo en busca de bayas, pero notablemente más ruidoso. Y, fuera lo que fuera lo que lo estaba produciendo, estaba muy cerca.

Entonces, escucharon el sonido de rocas quebrándose. Cynder, consciente de que ya era inútil esconderse, aumentó la llama de su espalda para poder ver lo que acababa de interrumpir su espera. A unos metros de ellos, podían ver el lago subterráneo en el que habían caído. Y, desde el otro extremo del lago, podían distinguir una forma, semejante a un lagarto y presumiblemente protegida con metal, a juzgar por los destellos que producía su coraza ante la presencia de la llama de Cynder.

—Creo que estamos en la guarida de ese Pokémon… —comentó Cynder en voz baja, aun sabiendo que el ser no podía entenderlos— y no parece muy contento.

El Pokémon, entonces, comenzó a correr torpemente hacia ellos, rodeando el lago. No era demasiado rápido, pero tampoco le hacía falta; sabía que sus dos presas no estaban en su terreno.

Marvin empujó a Cynder con la cabeza, instándolo a girar en la misma dirección que el Pokémon salvaje, con la intención de encontrar una salida mientras el lagarto acorazado los perseguía. Así, los dos aprendices se mantenían alejados de él, pero podían seguir buscando una forma de escapar.

Entonces, Marvin localizó una salida por la que el lagarto acorazado los podría seguir, pero prefería pensar que se estrecharía a medida que se alargaba, como la mayoría de pasadizos de la cueva. Se la señaló a Marvin con la cabeza, y, haciendo un esfuerzo por acelerar, los dos Pokémon lograron colarse por el agujero antes de que el feroz salvaje los atrapara.

—Eso… ¡eso era un Aggron! —exclamó Cynder, mientras se adentraban en el pasadizo, intentando perder de vista la entrada— ¡No te imaginas lo peligrosos que son esos Pokémon para un tipo fuego como yo!

De repente, Marvin se detuvo. Había visto algo delante de ellos, y no le parecía algo que debiera estar ahí.

—Cynder… —comenzó a hablar, mientras su compañero intentaba diferenciar las figuras que había visto— creo que hemos metido la pata. Hasta el fondo.

Delante de ellos había una pared de roca, que terminaba con el pasadizo. Y, en frente de esta, un pequeño grupo de Aron dormían plácidamente en el suelo.

—El Aggron… es su madre. Y este es su nido, Cynder —soltó Marvin, tembloroso.

No tuvieron tiempo de girarse para escapar de allí, pues la madre Aggron ya estaba en la entrada de la madriguera, preparándose para embestirlos con sus cuernos.
« Última modificación: 31 de Diciembre de 2015, 12:52:57 am por IDG »
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« Respuesta #4 en: 24 de Diciembre de 2015, 03:17:41 am »
(Ya que el capítulo anterior se quedó corto con respecto a otros, he decidido subir hoy el capítulo siguiente)
Capítulo 4: CRESSELIA

Rawkan se alejó del agujero que ocupaba el lugar que sus protegidos habían dejado. "Esto es sencillamente genial" pensó el Marowak mientras recorría a toda prisa los estrechos pasillos de la cueva, totalmente oscura salvo por la piedra solar que brillaba en su mano derecha. Sus años de experiencia explorando territorios misteriosos le recordaban que, si un miembro se separase del grupo, debía permanecer en el sitio y aguardar a que el equipo lo encontrase de nuevo. No conviene perderse en un territorio misterioso, y menos aún en uno tan oscuro como aquel, y Rawkan lo sabía. Tan rápido como pudo, se dirigió a las escaleras, dispuesto a rescatar a sus pupilos.
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—No muevas… ni un músculo —susurró Marvin a su atemorizado compañero, mientras la madre Aggron los miraba desde la entrada de la madriguera, tal vez pensando la mejor forma de ensartarlos —. Tenemos que estar muy atentos al más mínimo movimiento que haga y lanzarnos a un lado justo en ese momento. Con suerte podremos evitar la embestida y salir pitando de aquí.

Los dos Pokémon, totalmente petrificados de terror, aguardaron pacientemente a que la Pokémon salvaje hiciera la más pequeña señal de que iba a comenzar su ataque. Sin embargo, la criatura no parecía dispuesta a atacarlos. Más bien parecía confusa, como si no tuviera muy claro que los dos invasores fueran realmente sus enemigos, y los miraba con una expresión difícil de identificar.

Al principio, Marvin no sabía por qué la bestia no se lanzaba contra ellos para ensartarlos con sus cuernos. Sin perder a la Pokémon de acero de su campo visual, dirigió una mirada de reojo a los Aron que yacían tras ellos, y entonces lo comprendió todo.

Durante la primera visual que los pequeños Pokémon habían echado al interior de la madriguera, habían pasado por alto dos detalles importantes. El primero era que los Aron que poblaban el pequeño agujero eran muy pequeños, tanto que la capa de acero que normalmente cubría sus cuerpos no estaba desarrollada del todo. La Aggron no los atacaba por temor a dañar a sus pequeños, así que estaba esperando a que ellos atacaran primero.

Y el segundo era que, entre los Aron, había una esfera de textura suave y color oscuro, tan sólo visible a causa de los reflejos que el fuego de Cynder proyectaba en ella. Marvin no tardó en dar un codazo al Cyndaquil para captar su atención y poder transmitirle sus hallazgos.

—Esto cambia las cosas —explicó Marvin, sin dejar de vigilar a la bestia de metal cuyos ojos sentía clavándose en su piel como dos afilados cuchillos—. Coge esa esfera, porque es posible que sea la que estamos buscando, mientras yo improviso algo.

Cynder asintió, y, retrocediendo lentamente y sin perder de vista a la amenazadora Aggron, agarró la esfera, tratando de no molestar a los durmientes Aron. El Cyndaquil entonces notó que la esfera era de un color marrón oscuro, el color habitual de las lanzosferas. Sí, definitivamente aquel era el objeto que estaban buscando.

Marvin, tragando saliva, se acercó a los Aron y comenzó a agarrar a uno con sus patas delanteras. La Aggron soltó un bufido, temiendo por la seguridad de sus crías pero dudando atacar al mismo tiempo. El pequeño reptil apenas se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Marvin miró a la bestia fijamente, con el Aron entre sus patas, e hizo un movimiento de cabeza para indicar a Cynder que lo siguiera. "No vamos a hacerle daño a tus crías, pero sólo si tú no nos haces daño a nosotros" intentó transmitir Marvin con su mirada, mientras avanzaba hacia la criatura acorazada.

Y para sorpresa de los dos Pokémon, la Aggron relajó sus músculos y se apartó de la entrada de la madriguera. Aunque esto aumentó considerablemente las esperanzas de los dos aprendices, no aceleraron la marcha por temor a causar una reacción negativa en la Pokémon salvaje. Sin embargo, Marvin estaba notando una extraña sensación de poder sobre la Aggron. Sentía que la Pokémon se había movido porque él se lo había ordenado mentalmente.

Poco sabían que un confuso Rawkan los observaba desde la entrada de la caverna, preguntándose si debería intervenir o no. Aparentemente, sus protegidos habían encontrado la forma de salvar el pellejo por su cuenta.

Marvin, obligando a su mente a deshacerse de la extraña sensación, depositó al Aron en frente de su madre, temblando pero sin dejar de mirarla fijamente. Los dos Pokémon se fueron alejando de la salvaje paulatinamente, hasta que ella dejó de darles importancia, acogiendo al pequeño Aron entre sus patas para llevarlo de vuelta a la madriguera. Más rápido de lo que canta un Combusken, Marvin y Cynder se hallaban ante Rawkan, con la lanzosfera en su poder.

El Marowak dejó caer su hueso al suelo, y, ante la mirada de sus sorprendidos pupilos, comenzó a aplaudir silenciosamente. Los tres querían reír, pero el temor a atraer a la Aggron o a algo peor los mantuvo con la boca cerrada.

El camino de vuelta fue considerablemente más animado que el de ida, e incluyó una parada en Ciudad Prisma para devolver la esfera a su dueña, que les entregó la recompensa de 400 pokés encantada. Además de eso, la acogedora Hariyama los invitó a unos panecillos recién horneados al enterarse de que llevaban horas sin comer nada.

Llegaron a La Atalaya a las seis de la tarde, con el sol todavía en alto, aunque cubierto por las nubes. Rawkan les enseñó al colocar el sello que indicaba que una misión había sido completada, para luego clavar la carta en un tablón situado en frente del que se usaba para seleccionar misiones.

—Ahora viene la parte difícil, chicos —dijo Rawkan, sacando la bolsa y contando el dinero de la recompensa.

—¿A qué te refieres? —cuestionó Cynder, curioso.

—La Resistencia se lleva un veinte por ciento de las compensaciones monetarias de las misiones que cumplen los equipos más novatos—explicó el Marowak—. De esta forma, podemos organizar expediciones para ampliar nuestras conquistas y poder eliminar algún que otro campamento de la Corporación.

Rawkan miró hacia ambos lados, registrando la sala rápidamente. Cuando se aseguró de que ningún Pokémon podía oírlos, añadió en voz baja.

—Se supone que vosotros no sabéis nada, pero mañana Paldus va a liderar un asalto contra el Fuerte Flarah.

Marvin frunció el ceño. No tenía ni idea de lo que era el Fuerte Flarah.

—El Fuerte Flarah, para vuestra información —dijo el Marowak en un susurro, haciendo lo posible por no llamar la atención de otros Pokémon—, es el lugar en el que mantienen prisioneros a los supervivientes de Villa Plata. Así que sí, también estarán tus padres, Cynder.

A Cynder se le iluminó rápidamente el rostro, y sus pequeños y rasgados ojos brillaron como nunca antes lo habían hecho. Marvin no era un Pokémon psíquico, pero no le hacía falta serlo para saber que, si pudiera, su amigo gritaría de felicidad.

Rawkan carraspeó, asegurándose de nuevo de que nadie hubiera oído aquella parte de la conversación.

—Bueno, chicos, ahora tengo que cumplir con mi parte del trato y dejar que os quedéis con los objetos que os había prestado para la misión, porque lo cierto es que lo habéis hecho muy bien para ser vuestro primer día —dijo el Marowak, tratando de no sonar demasiado complaciente—. Pero no os penséis que esto va a ser así siempre ¿eh? Mañana no os llevaréis más que la recompensa que la que os den en la misión.

Marvin iba a contestar, pero Cynder se le adelantó con una sonrisa.

—¡No te preocupes, Rawkan, no te decepcionaremos! —exclamó el Cyndaquil y, acto seguido, le dio a su protector la parte del dinero que le correspondía.

La noticia acerca de sus padres le había sentado muy bien al pequeño Pokémon de fuego, al parecer, pero Marvin aún tenía una duda que quería plantearle a su amigo, aprovechando que podían estar a solas.

Después de depositar sus nuevos objetos en el almacén de Ultron, Marvin y Cynder se dirigieron a su habitación. Cynder no dejaba de tararear una pegadiza cancioncilla que Marvin no tardó en comenzar a repetir con él hasta que llegaron a la habitación.

—Cynder —dijo el Mudkip, tras cerrar la puerta—, hay una cosa que te tengo que preguntar.

—Vaya ¿qué pasa? —interrogó su amigo, sentándose en una de las acolchadas sillas del cuarto.

—En este país… ¿hay humanos? —preguntó tímidamente Marvin— Quiero decir, a parte de mí mismo, claro. Se me ocurrió hace un rato, porque con todo este embrollo… ya sabes, no he tenido mucho tiempo de preguntarte cosas sobre el tema.

—Entiendo —respondió Cynder después de unos segundos—. Lo siento, Marvin, pero no creo que haya humanos aquí en Pellaria. Antes los había, hace casi cien años, pero comenzó a ocurrir algo muy extraño entre sus gentes, y…

Entonces el Cyndaquil se quedó en silencio. Marvin lo miró durante unos momentos, esperando que continuara, pero no lo hizo. En su lugar, miró a Marvin de vuelta y comenzó a hablar muy lentamente

—Marvin… es posible que tú fueras el último humano antes de transformarte.

La afirmación pilló al Mudkip desprevenido. Notó como un escalofrío recorría toda su espina dorsal, como si un Pokémon de hielo le hubiera susurrado una palabra al oído con su gélido aliento.

—¿Q-qué quieres decir con eso? —se atrevió a preguntarle a su amigo, casi temiendo la respuesta.

—No estoy muy seguro—contestó el Pokémon de fuego, confuso—. De pequeño me decían una extraña enfermedad se había propagado entre los humanos, impidiéndoles tener descendencia, así que hablaron con un poderoso chamán. El chamán les dijo que debían irse a las Tierras del Oeste, más allá del mar, para encontrar una cura. Y los humanos dejaron a sus amigos Pokémon atrás con la promesa de volver si encontraban esa cura… y nunca regresaron. Pero eso fue hace casi cien años, Marvin… es totalmente imposible que tú seas el descendiente de uno de esos humanos.

Se hizo el silencio. Ninguno de los dos sabía cómo reaccionar al descubrimiento de Cynder, y, por lo tanto, no se atrevían a abrir la boca de nuevo.

—L-lo siento… —dijo Cynder al fin, con melancolía en su voz— Estaba tan feliz por lo de mis padres que no he tenido ningún tacto contigo.

—No, no —contestó Marvin, intentando que su amigo no se sintiera mal—. Me alegro de que me hayas contado esto, pero cambia muchas cosas… —entonces, se acordó de lo que Elina le había dicho en su primera noche en la Resistencia— ¡Tenemos que ir a ver a Elina! A lo mejor ella puede darnos alguna explicación.

—Buena idea —asintió su amigo, levantándose de la silla.

Abandonaron la habitación en total silencio, casi temiendo decir algo que los pusiera todavía más nerviosos. Al salir de la zona de habitaciones, Marvin se acercó a un Nidoking que rebuscaba en su bolsa para pedirle dirección.

—Buenas tardes, señor —dijo, captando la atención del corpulento Pokémon—. ¿Puede indicarnos cómo llegar a las dependencias de la Maestra Psíquica?

—Su despacho está en el piso 5 —explicó el Nidoking, con una voz ronca pero amable—. Una vez lleguéis allí, seguid el pasillo hasta la puerta que tiene una gema púrpura incrustada en ella. Es fácil de diferenciar, así que no tendríais por qué perderos.

Tras darle las gracias al Pokémon, Marvin y Cynder se dirigieron a la escalera de caracol.

El ascenso fue bastante incómodo, sobre todo porque no estaban acostumbrados a subir tal cantidad de escaleras

—¿Cómo diablos hará Elina para hacer este trayecto todos los días? —preguntó Cynder, hablando por primera vez desde que habían dejado la habitación.

—No seas exagerado —respondió Marvin, cuando ya veía la indicación del piso 5. No sabía leer las runas huella, pero había ido contando los pisos para poder orientarse.

Una vez hubieron llegado arriba, se hallaron en un pasillo bastante largo con puertas a ambos lados. Marvin supuso que se trataba de las dependencias de los demás altos cargos de la Resistencia. Cuando estuvieron delante de la puerta con la joya púrpura, Cynder volvió a hablar.

—Oye, Marvin… —comenzó a decir, tímidamente—. Quiero que sepas que, salga lo que salga de esta visita, yo voy a seguir ayudándote. Me… me siento bien colaborando contigo, y no voy a dejar que cualquier vicisitud nos pare. Somos un equipo ¿vale?

Marvin sonrió, y le puso una pata en el hombro a su amigo.

—Claro que somos un equipo. Y te prometo que siempre seremos un equipo —dijo, con un tono paternal que lo sorprendió hasta a él—. Cualquier otro Pokémon me habría tomado por un loco, pero tú te has quedado conmigo. Eso significa mucho para mí.

Cynder le devolvió la sonrisa. Sin volver a hablar, el Cyndaquil se adelantó y llamó a la puerta, dando dos toques en ella.

Pasados unos segundos, la puerta se entreabrió para dejar ver la cara de un Murkrow. La puerta estaba asegurada con cadenas, por lo que apenas podían ver el interior de la habitación.

—¿Tienen cita previa? —preguntó el Murkrow, sin darles tiempo a decir nada.

Marvin abrió la boca para responder, pero antes de que su boca dejara salir un sonido, oyó la melodiosa pero severa voz de Elina desde el interior de la habitación.

—No pasa nada, Kroven. Déjalos pasar.

El Murkrow los miró, alzando una ceja, para luego cerrar la puerta. Los dos cadetes oyeron como el pequeño Pokémon pájaro abría los candados que mantenían la puerta cerrada. Al terminar los ruidos, abrió de nuevo, esta vez apartándose para dejarlos pasar.

El despacho de Elina era algo digno de ver. Las paredes -o más bien, las zonas de pared que no estaban ocultas tras una estantería- mostraban grabados y curiosos objetos colgando de ellas, a cada cual más pintoresco. El Murkrow, al que ahora podían ver de pies a cabeza, tenía el ala derecha cubierta de vendas. Cerró la puerta tras ellos y los acompañó hacia Elina.

La Espeon se hallaba en el fondo de la habitación, en su escritorio. Cuando se acercaron, cerró el libro que estaba leyendo con una ráfaga psíquica.

—Que agradable sorpresa —dijo, con su tono monótono de siempre—. Disculpadme, normalmente os habría abierto yo misma, pero estos días tengo a Kroven como mi asistente personal. Veréis, en el incendio de Villa Plata perdió a todo su equipo y se rompió un ala, así que se queda conmigo hasta que se encuentre mejor y pueda solicitar puesto en un nuevo equipo. Puedes dejarnos, Kroven.

Kroven asintió y se dirigió hacia una de las estanterías, dónde empezó a recolocar algunos libros.

—Y bien ¿qué os trae por aquí? —preguntó Elina, volviendo su atención hacia ellos.

Marvin y Cynder se miraron. La verdad era que ninguno de ellos sabía por dónde empezar.

—Cynder me ha estado contando lo que ocurrió con los humanos —explicó Marvin, dando un paso hacia la Espeon. Antes de continuar, miró de reojo a Kroven, dando a entender a la psíquica de que la conversación que iban a tener no podía ser escuchada.

Elina, entonces, miró a Kroven. No podían oírla, pero Marvin notó en su expresión que estaba mandándole un mensaje telepático. El Murkrow se levantó y, tras hacer una reverencia, abandonó el despacho.

—Si Cynder, como buen guía tuyo que es, te ha contado acerca de los humanos… —comenzó Elina, con un tono de misterio en su voz— sabrás que es físicamente imposible que tú seas descendiente directo de los humanos de Pellaria. Soy consciente de ello. De hecho, le he estado dando vueltas desde que te conocí por primera vez. Eres humano, eso es innegable, pero no puedo evitar sentir que se me escapa algo de información -algo que, si me permitís, no ocurre a menudo- y me molesta.

—Entonces ¿no hay duda alguna de que Marvin sea un humano? —preguntó Cynder, de repente.

—No —respondió Elina, tajante—. Está claro que lo es. Sus pensamientos fluyen de manera diferente, y su cerebro se aferra a la idea de una forma tan desesperada… puedo afirmar que es humano, sin duda. Sin embargo, debo investigar sobre cómo ha podido llegar hasta Pellaria. Ahora, Cynder, si no te importa, quisiera hablar con Marvin a solas un momento.

Cynder asintió con la cabeza, hizo una pequeña reverencia y abandonó la estancia. Cuando cerró la puerta, Elina miró fijamente a Marvin.

—Eres un caso excepcional, Marvin —comenzó la gata psíquica—. Un desafío para la mente, sin duda. Tienes algo que contarme ¿verdad?

Marvin suponía que Elina se había dado cuenta de ello, pues su cabeza no había hecho más que pensar en el sueño que había tenido por la mañana.

—Verás… —dijo Marvin— He tenido un sueño un tanto extraño en el que me hablaba un Pokémon de color azul, y con unos aros muy extraños alrededor de su cuerpo.

Elina no dijo nada. Uno de los muchos libros que poblaban las estanterías se separó del resto y se dirigió volando hacia ellos. El libro se abrió en una página que mostraba a un Pokémon de forma semejante al que Marvin había visto en su sueño.

—Era éste, ¿verdad? —interrogó Elina.

Marvin, tras mirar la imagen unos segundos, asintió lentamente.

—Este Pokémon —explicó la Espeon— se llama Cresselia. Es una raza excepcionalmente rara, y, según cuenta la mitología, tienen el poder de eliminar las pesadillas y curar mentes enfermas.

Marvin no pudo evitar sentir un pinchazo de esperanza.

—¿Eso quiere decir que una Cresselia podría curarme?

—Es poco probable, pero no imposible —contestó Elina—. Lo que no me cuadra es que apareciera en tus sueños. Nunca habías visto a una antes ¿verdad?

Marvin negó con la cabeza.

—Entonces no tiene sentido —Elina había roto su tono monótono habitual, y Marvin podía detectar un atisbo de molestia en la poderosa Pokémon psíquica—. Marvin, quiero que me informes de todas las apariciones de esa Pokémon en tus sueños. Puede estar relacionada con tu pasado.

Marvin asintió con la cabeza de nuevo, y se disponía a despedirse, cuando de pronto recordó la sensación que había tenido durante su aventura en la Cueva Caliza.

"Es probable que fuera la sorpresa de que la Aggron me obedeciera" Pensó Marvin. "La adrenalina habrá hecho que piense que ha sido cosa mía… pero, visto de otra forma, no pierdo nada por preguntar."

—Elina, sé que sabes mucho acerca de la mente de los Pokémon, así que… —dudó unos instantes, pensando las palabras correctas para describir la extraña sensación que había tenido— creo que tú podrías hablarme acerca de un sentimiento que he tenido hoy.

Elina lo invitó a continuar, mirándolo interesada.

—Puede que sea una tontería. Quiero decir, seguro que a muchos Pokémon les pasa —ahora que tenía la atención de la Espeon, tenía miedo de decir una estupidez—. El caso es que, en la Cueva Caliza, miré fijamente a una Aggron, intentando expresar sólo con mi mirada que se apartara, porque no queríamos hacerle daño. Lo extraño no fue que funcionara, sino que, además, me sentí poderoso. Sentí que realmente tenía el control sobre la Aggron, y que podría ordenarle que hiciera lo que yo quisiera.

Elina se quedó en silencio unos segundos. Marvin sintió que la Pokémon estaba leyéndole la mente, pero no le importó. Sabía que tenía una confidente en ella. Cuando Elina rompió la conexión, la luz de sus ojos se apagó, pero siguió mirando al Mudkip. Esta vez, Marvin sintió un profundo respeto en su mirada. Por primera vez, la Espeon lo miraba como a un igual.

—No es ninguna tontería, Marvin —su voz sonaba casi quebradiza a causa de la emoción—. Eso que estás describiendo es muy parecido a lo que me contaron de pequeña. Se trata de un poder antiguo y que, de hecho, yo misma creía extinto, pues sólo los humanos son dignos de poseerlo. Tienes el Don de Sazira.

Marvin no tenía ni idea de por qué, pero sintió que aquellas palabras caían sobre él como si de una piedra se tratase.

—El don de Sazira —continuó Elina, sin esperar una respuesta— es un poder ancestral que han poseído tan sólo unos pocos humanos a lo largo de la historia. Se dice que, en momentos de necesidad, el portador es capaz de tomar control de la mente de un Pokémon durante un breve periodo de tiempo. Esto lo cambia todo, Marvin. Durante años, hemos estado esperando a que los humanos volvieran a Pellaria, para que uno de ellos usara el Don y nos liberara de la Corporación de Inteligencia de una vez por todas.

Marvin abrió los ojos como platos. De repente, se sentía el centro del universo.

—¿Me estás diciendo que puedo destruir a la Corporación?

—Por tu cuenta no —explicó la Espeon—. Pero, llegado el momento, podrías llevar a sus agentes hacia trampas, hacer que se enfrenten entre ellos, e incluso hacer que te cuenten sus planes. Marvin, tengo que informar a Paldus y Astrid de esto, pero tranquilo, no voy a revelar tu condición de humano. No quiero que sientas demasiada responsabilidad puesta encima de ti, pero debes saber que, con el entrenamiento adecuado, tu poder podría volverse una ayuda incomparable para ganar esta absurda guerra.

"Pues si lo que querías era que no sintiera la responsabilidad, lo estás haciendo bastante mal" pensó Marvin, sintiendo que un sentimiento de importancia invadía su cuerpo.

—Haré como que no he oído eso —dijo la gata psíquica—. Ahora, si no te importa, tengo que informar de tu descubrimiento. Ah, y, antes de que me lo preguntes, se lo puedes contar a Cynder, pero a nadie más. Esto debe permanecer entre tú y los altos cargos de la Resistencia.

Marvin, tras hacer una reverencia con la cabeza, abandonó la estancia. Tenía que pensar en una forma adecuada de contarle a Cynder lo que había descubierto.

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—Ya me han hablado de tu éxito en Villa Plata, Gront —dijo Zipher, sirviéndose una jarra de cerveza de raíces, mientras golpeaba a su mejor amigo en la espalda—. Felicidades.

El Garchomp respondió con una media sonrisa y un gruñido. Él y su viejo compañero Zipher el Bisharp, que acababa de volver de su misión en el norte, eran los únicos dos Pokémon en la cantina de los comandantes en aquel momento. El establecimiento subterráneo era uno de los pocos lugares del Fuerte Flarah que no apestaba a óxido, al encontrarse a varios metros bajo tierra.

Zipher, como de costumbre, ignoró el gruñido de su compañero, pues era algo totalmente habitual en él. Por el contrario, Zipher parecía algo diferente, aunque Gront no supo determinar qué era lo raro en el comportamiento de su compañero, a pesar de llevar muchos años siendo su amigo y compañero.

—Tengo buenas noticias —habló el Bisharp al fin, después de dar un largo trago a su cerveza—. Ya no tenemos que quedarnos más tiempo en este agujero de Rattatas.

Gront alzó la vista de su propia jarra, desconcertado.

—¿A qué te refieres?

—Ha llegado una carta del Alto Mando. Nos han reasignado —dijo Zipher, dejando la carta abierta sobre la mesa, considerando el hecho de que su compañero no tenía manos —. Hemos recibido órdenes de operar en la Torre Negra a partir de mañana.

La Torre Negra. Gront no pudo evitar sentir una sensación de inquietud ante la mención del antiguo campo de concentración. Aquel lugar no solo había sido una prisión y un punto estratégico importante para la Corporación, también había sido usado como campo de concentración y experimentación con Pokémon vivos. No obstante, el lugar se había clausurado hacía dos años a causa de la muerte del miembro del Alto Mando que se encargaba de su supervisión.

—¿La Torre Negra? — Preguntó, mirando la carta — ¿Van a reabrir los laboratorios?

—Exacto — respondió Zipher, sin emoción alguna —. Meruclus ha vuelto del Norte, y no ha dejado en paz al Alto Mando hasta que le han dejado reabrir el viejo laboratorio. Y, como Vylos está harto de nosotros, ha accedido a reasignarnos a la Torre Negra. Estaremos bajo las órdenes de Meruclus y monitorizaremos sus experimentos.

—Ese psicópata… —gruñó el dragón, tratando de evadir los recuerdos de la única conversación que había tenido en su vida con el desagradable Hypno—. Arceus sabe lo que estará tramando en esa retorcida y enferma mente suya.

—Será un enfermo y un retorcido, pero no es un cobarde —replicó Zipher—. Ningún general o miembro del Alto Mando ha querido entrar jamás en esa torre desde la muerte de Azoth.

Gront era perfectamente consciente de aquello. Durante los meses que siguieron a la extraña desaparición de Azoth, se habían esparcido los rumores de que cualquiera que entrara en la torre se veía hostigado por horribles imágenes que eran capaces de volver loco a cualquiera. Por supuesto, Gront no creía nada de eso, pero era una buena forma de mantener alejados a los miembros de la Resistencia.

—Puede que sí… o puede que simplemente esté demasiado loco para sentir miedo.

Zipher no respondió. Con sus habituales movimientos mecanizados, vació la jarra en su boca, se levantó de la silla y se dirigió a la salida del establecimiento.

—Al menos no apestará a óxido — soltó simplemente el Bisharp, antes de abandonar la estancia.

Gront se dejó caer sobre la mesa. Pensaba quedarse a dormir allí. Todo le daba igual, ahora que sabía que al día siguiente no iba a tener que luchar contra la fetidez del lugar, así que decidió que no volvería a pasar una mala noche por culpa del mal olor.
¡Échale un vistazo a Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom!
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #5 en: 01 de Enero de 2016, 12:49:12 am »
Capítulo 5: COMPAÑÍA INESPERADA

Una Sableye atravesaba el oscuro pasillo de las estancias superiores de la Atalaya. La oscuridad no suponía un problema para ella, pues sus ojos le permitían ver en la oscuridad de la noche. Al llegar a la puerta que se hallaba al final del pasillo, sacó una llave dorada de su pequeña bolsita y, tratando de no hacer ruido para no molestar a los Pokémon que dormían metros más abajo, abrió la puerta.

En el interior de la gran sala circular, un curioso grupo de Pokémon se había reunido, llenando casi todo el lugar. Las habitaciones de los miembros del Equipo Estratos, sin embargo, estaban cerradas al fondo de la cámara, pues los Pokémon que las llenaban habitualmente se reunían perfectamente despiertos alrededor de la mesa de operaciones del centro de la habitación.

Sin embargo, no sólo los miembros del Equipo Estratos estaban allí. La Sableye también pudo ver a miembros de otros equipos, como Sylar el Luxray, líder del Equipo Valor -uno de los más antiguos de la Resistencia-, Gamira la Dragonite, del Equipo Ventisca, y los dos hermanos Talonflame, Bulsy y Tatrum, del Equipo Estelar.

—¡No hemos tenido un asalto cómo este en, por lo menos, dos años! —gritó triunfal un horondo Feraligatr.

—Relájate, Gatram, pues esto no es algo que deba tomarse como una diversión —Respondió con severidad Lugnos, el segundo al mando del Equipo Estratos, y la voz de la razón en muchas ocasoines—. Así que más os vale manteneros despiertos y atentos durante toda la reunión.

Se oyeron varias risas mientras varios Pokémon se giraban para mirar al Marowak que bebía zumo de baya caoca, una baya rica en cafeína, apoyado en la mesa. Él, al darse cuenta de que lo miraban, alzó su taza en el aire.

—¡No es culpa mía que nadie más quisiera encargarse de los novatos! —gruñó Rawkan— ¡Y ya me diréis como voy a llevar a cabo nada si no me dejáis pegar ojo! ¿A quién puñetas se le ocurre organizar una reunión a las tres de la noche, por todos los Vivillon?

—¡Oh, disculpe que la reunión no ocurra a la hora que usted desea, señor niñera! —Respondió Gamira con condescendencia— ¡Algunos tenemos cosas que hacer!

Rawkan saltó encima de la mesa, desenvainando uno de sus cuchillos de hueso de su envoltura y apuntando a la Dragonite con él.

—¡Vuelve a llamarme señor niñera, tripa floja, y te meteré este hueso por el…!

Las voces se apagaron de repente. Tanto el Marowak como la Dragonite miraron hacia la puerta para encontrarse con un corpulento Swampert que les devolvía la mirada con su único ojo bueno. Y no con una mirada relajada, precisamente.

Rawkan recuperó la compostura en meros segundos, envainando su cuchillo y volviendo a su sitio. Cuando hubo acabado de acomodarse, Paldus cerró la puerta para luego acercarse a su equipo y colocar las manos sobre la mesa. Soltó un profundo suspiro antes de comenzar a hablar.

—Se os oye desde el otro extremo del pasillo —afirmó, con su profunda y autoritaria voz—. Creo que se os ha olvidado que esto es una misión secreta, y que nadie, absolutamente nadie, debe saber nada sobre ella. ¿Tengo que recordároslo?

Casi al unísono, todos los Pokémon de la habitación negaron con la cabeza. Paldus se frotó las manos.

—Bien. Astrid ya está en el puesto de avanzadilla del sur, según nos han dicho los mensajeros. Por lo tanto, todo estará dispuesto y organizado para mañana por la noche.

El Swampert miró fijamente a Rawkan, que seguía bebiendo su zumo de baya.

—Rawkan, tú tienes que dormir. Te autorizo a tomarte la mañana libre y empacar los suministros del equipo al mediodía. Ten en cuenta que el viaje nos llevará más o menos una hora, y, como no podemos ser detectados, tendrás que…

—¡Para el carro, grandullón! —soltó Rawkan, alzando un brazo—. ¿Qué les digo a mis pupilos? Se supone que mañana íbamos a ir a cumplir una misión en las Jardines Meloc.

—Ya me he encargado de eso —contestó Paldus con una media sonrisa—. Los acompañará otro equipo de novatos un poco más experimentados. Estarán bien, no te preocupes.

Rawkan tenía que admitir que Paldus tenía razón. No estaba en calidad de cumplir ninguna misión si no dormía antes. Con un asentimiento, apartó lo que quedaba de su zumo de baya a un lado, esperando poder dormir aun habiendo consumido más de la mitad.

—Bien, caballeros —dijo Paldus, con una sonrisa de oreja a oreja—. Es el momento de ultimar los preparativos.

Marvin desearía no haberle contado a Cynder nada sobre su Don. Tan sólo llevaban media hora despiertos, y el Cyndaquil ya estaba asaltándolo con continuas preguntas en voz baja -aunque bastante ininteligibles a causa de las bayas que continuamente se llevaba a la boca-, para evitar que los otros Pokémon del comedor los escucharan.

La misión del día era relativamente fácil: su objetivo era rescatar a un Poliwag en los Jardines Meloc, una pequeña parcela de terreno a apenas veinte minutos de caminata de allí, y luego llevarlo a su casa en el pequeño Pueblo Basalto. El único problema era que Rawkan no había aparecido todavía, y Marvin no dejaba de buscarlo con la mirada por el comedor. En su concentración, sin embargo, no se dio cuenta de que una Buizel y un Weedle se habían acercado a la mesa en la que ellos estaban.

—Disculpe —intervino el Weedle, con un cómico pero elegante acento.

Marvin y Cynder giraron sus cabezas hacia él, dándose cuenta de repente de que los dos Pokémon estaban allí.

—Somos miembros del Equipo Rastros, un equipo de entrenamiento, y nos han pedido avisemos al Equipo Tormenta de que su instructor no podrá acompañarlos hoy, y que los acompañemos en su misión del día. Lo único que nos han dicho era que el equipo estaba formado por un Cyndaquil y un Mudkip ¿son ustedes?

La pregunta del pequeño Pokémon insecto los pilló desprevenidos. Cynder miró a Marvin, que a su vez contestó igualando el tono educado del Weedle.

—Sí, somos nosotros. Muchas gracias por darnos esta información. Yo soy Marvin, el líder del equipo, y mi compañero es Cynder.

Cynder agitó una pata en señal de saludo.

—Yo soy Flass, y ella es Winona —dijo el Weedle a su vez, señalando con su puntiaguda cola a la Buizel—. Estamos a su disposición.

Marvin frunció el ceño.

—No hace falta que me trates de usted, Flass —dijo, sonriéndole al pequeño gusano—. Creo que será mejor tutearnos para mejorar el ambiente durante nuestra exploración.

Flass asintió con la cabeza. Winona se acercó a Marvin.

—Tenemos que ir a buscar nuestros objetos—explicó, con un tono bastante animoso—. Tranquilos, ya sabemos a qué clase de lugar vamos, y también cómo llegar, así que nos veremos en la puerta encubierta número 6 cuando acabéis de comer.

—Me parece bien —replicó Cynder, con la boca llena de bayas.

Cinco minutos más tarde, cuando acabaron de comer, Marvin y Cynder, el primero cargando con la bolsa de cuero que Rawkan les había proporcionado el día anterior cargada de objetos, bajaron hacia la salida número 6. Flass y Winona ya estaban en la puerta, esta última con su bolsa de viaje al hombro. Ambos se habían puesto unos pañuelos amarillos alrededor del cuello.

—¿Y esos pañuelos? —preguntó divertido Cynder una vez se hubieron acercado.

Los dos miembros del Equipo Rastros los miraron con incertidumbre.

—Son los pañuelos estándar que llevan los miembros de los equipos de entrenamiento —explicó Flass—. ¿A vosotros no os dieron unos también cuando llegasteis?

Marvin y Cynder se miraron. No podían explicarle a Flass que Elina les había dejado crear un equipo sin entrenamiento previo, por muy irresponsable que ello pareciera. Por lo tanto, Marvin decidió disimular.

—¡Oh, es cierto! —dijo Marvin, golpeándose la cabeza con la pata delantera izquierda— Paldus nos dijo que no quedaban de esas cuando nos apuntamos, así que pasamos nuestro entrenamiento sin ellas.

Aunque Flass les devolvió una mirada extrañada, Marvin supuso que los había creído. "De todas formas, y ahora que me doy cuenta de que existen estos equipos de entrenamiento, creo que Elina debería habernos metido en uno antes de darnos vía libre" pensó el Mudkip.

Utilizaron un sistema semejante al que Rawkan había empleado para abrir la puerta de la salida número 7. En esta ocasión, la puerta daba al oeste, justamente la dirección hacia la que debían ir para llegar a los Jardines Meloc. Al salir, pudieron ver que el sol estaba saliendo, y que apenas había nubes para cubrirlo. Tras revisar el mapa para asegurarse de que tomaban la ruta correcta, el equipo se puso en camino.

Flass y Marvin iban encabezando la marcha, y Winona acompañaba a Cynder detrás de ellos.

—No debería llevarnos más de veinte minutos llegar hasta los jardines—explicó Flass—. ¿Sabéis a qué clase de Pokémon nos enfrentaremos allí? No puedo recordarlos a todos.

Cynder se llevó una mano a la barbilla.

—Rawkan nos dijo que serán comunes los Pokémon de tipo bicho, veneno y planta. Creo recordar que mencionó a Paras, Cherubi, Caterpie, Oddish y alguna de sus formas evolucionadas.

—Recuerdo que, cuando fui por primera vez, hará más o menos dos semanas, también vi un Ekans —intervino Winona—. Son raros de ver, pero deberíamos tener cuidado con sus picaduras.

Marvin miró a Cynder, que cargaba con la bolsa de viaje.

—Hemos cogido varias bayas meloc ¿verdad? —le preguntó.

Su compañero asintió.

—Sí, Rawkan nos dijo que serían muy necesarias. De todas formas, también habrá muchas desperdigadas por el territorio misterioso. Por algo se llaman Jardines Meloc, digo yo…

—Nunca está mal ir prevenidos, de todas formas —soltó Winona con una risita.

El camino se hizo relativamente corto a causa del buen ambiente que fluía entre los cuatro Pokémon. Atravesaron una ruta poco transitada y se cruzaron con algún que otro miembro de la Resistencia que partía también hacia su misión. En cierto momento, se desviaron de la ruta para avanzar a través de un campo, indicación de que ya estaban cerca de su objetivo.

"De acuerdo. Esta va a ser mi primera misión a solas, y tan sólo es la segunda" trataba de mentalizarse Marvin. "Intentaré no pensar acerca del Don de Sazira. No me conviene distraerme, ahora que tres Pokémon confían en mi liderazgo".

Perdido en sus cavilaciones, no había notado que Winona se le había acercado.

—Así que eres un Mudkip… —dijo, con tono pícaro, la Buizel—. El instructor de nuestro equipo nos habla maravillas de los de tu especie. Aunque, sinceramente, yo creo que todo es hacerle la pelota a Paldus para que lo ascienda.

Marvin no pudo evitar una sonrisa.

—Bueno, si te soy sincero, ser un Mudkip me parece bastante normal —respondió, tratando de sonar lo más natural posible—. Quiero decir, no me siento un Pokémon especial.

"Soy un maldito mentiroso"
pensó hacia sus adentros, mientras la Buizel le dedicaba una mirada de simpatía.

—Oye, ¡no te subestimes! —contestó, dándole una palmada en la espalda—. Después de todo, los Mudkip sois de los pocos Pokémon que podéis usar vuestro Torrente Interior…

"¿Torrente interior? Más palabras raras no, por favor…"

Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, se dio cuenta de que habían llegado a la puerta de un terreno lleno de maleza, mucho más alta que la hierba que estaban pisando, tras la cual había unos enormes árboles.

—Hemos llegado —indicó Flass—. Esto son los Jardines Meloc.

Marvin inclinó la cabeza para ver mejor el terreno. Desde luego, aquello no parecía un jardín. Aunque los árboles tenían alguna que otra baya meloc, no parecía que nadie hubiera estado cultivando allí por mucho tiempo. Las malas hierbas se extendían por las cortezas de los árboles, y la entrada del territorio apenas era accesible a causa de las enormes plantas que crecían en el borde.

—Intimida bastante ahora que estamos justo en las puertas —comentó Winona, frunciendo el ceño.

Marvin se giró para mirar a su equipo.

—¡No os dejéis intimidar, chicos! —los animó—. No podemos dar la vuelta ahora.

—¿Quién ha dicho nada de dar la vuelta? —gruñó Winona, haciéndose la ofendida.

Una vez estuvieron listos, los cuatro se metieron de cabeza en el pequeño bosque. El interior era bastante oscuro a causa de las pobladas ramas de los árboles, que bloqueaban el sol. El camino estaba claro, ya que a ambos lados la maleza bloqueaba el paso, impidiendo salir de él.

—Este territorio está organizado por sectores, en lugar de otros que están organizados por pisos —explicó Winona—. Por lo tanto, aquí no hay escaleras, sino arcos.

—¿Arcos? —preguntó Cynder, confundido.

—Los arcos —dijo de nuevo la Buizel— son el sustituto de las escaleras en los territorios que no tienen niveles superiores o inferiores. Cuando encontremos un arco, la anomalía nos dejará pasar al siguiente sector del territorio, pero no podremos volver atrás, pues el arco desaparecerá después de cruzarlo. Ay, los territorios misteriosos son tan… misteriosos…

Nadie hizo ningún comentario sobre la redundante apreciación de Winona. En su lugar, siguieron avanzando.

—¿Y en qué piso dices que se ha perdido el Poliwag? —preguntó Cynder a Marvin.

—En la nota no lo ponía —respondió su amigo—. Creo que ni siquiera saben dónde se ha perdido, así que tendremos que buscarlo por todo el territorio. Sin embargo, en la nota también ponía que si no encontramos al Poliwag y en su lugar llevamos un informe de los enemigos del territorio a sus padres, nos darán una pequeña recompensa.

—Pues este territorio tiene ocho sectores —dijo Winona, lastimera—. Nuestra búsqueda va a ser algo monótona.

El paso por el primer sector fue lento y aburrido. No encontraron ningún Pokémon, pero la sensación de que estaban siendo observados aumentaba prácticamente con cada paso que daban. El territorio tenía un patrón básico: estaba formado por caminos rectos, con alguna que otra curva, y claros de tamaños variables. Cada uno perdido en sus cavilaciones y sin mediar palabra, el equipo se adentró en el segundo sector con mucho menos entusiasmo del que tenían cuando accedieron al primero.

Apenas atravesaron el primer arco, Marvin detuvo al grupo. Ante ellos, en el medio del camino, un Nidorino dormía plácidamente. El equipo se detuvo a unos metros de él para observarlo sin que notara su presencia.

—Los Nidorino no deben tener predadores naturales en este territorio —comentó Flass—, por eso duerme tan tranquilo en medio del camino. Pero no dudéis en que nos atacará cuando se despierte. Wafren siempre nos dice que los Pokémon salvajes se vuelven agresivos al pasar demasiado tiempo dentro de un territorio misterioso, y atacarán aunque sean pacíficos por naturaleza.

Marvin miró a la criatura púrpura. Su piel rugosa podía relacionarlo con el tipo roca, pero el color púrpura era una obvia advertencia de que sus cuernos poseían un letal veneno.

—No podemos rodearlo. ¿Alguien sabe si pertenece al tipo tierra? —preguntó Winona— Sé que Nidoking, su evolución, sí, pero no estoy seguro de si lo adquiere en este estado o todavía es sólo veneno.

Los demás integrantes del grupo negaron con la cabeza. Marvin, sin embargo, estaba pensando en otra cosa.

"¿Podré usar mi Don sobre este Pokémon?" se preguntó, mirando al durmiente pokémon venenoso. "Tal vez no sea buena idea arriesgarme, pero nunca aprenderé a usarlo si no lo pruebo".

Entonces, se giró para mirar a su equipo. Tenía un plan.

—Chicos ¿tenemos alguna forma de inmovilizarlo?

—Yo puedo lanzar un disparo demora —dijo Flass—. No puedo frenarlo totalmente, pero sí volverlo más lento. ¿Qué planeas hacer?

Marvin no contestó. En su lugar, concentró una pequeña cantidad de agua en su boca y la escupió con fuerza contra el Nidorino. El Pokémon salvaje se despertó en un instante, y aprovechando el tiempo que estaba tardando en reaccionar, Marvin dio la orden y Flass lanzó un fino pero fuerte hilo desde la punta de su cola, envolviendo al Nidornio.

Marvin, sin perder un segundo, se acercó al Pokémon salvaje y lo miró fijamente a los ojos. El Nidorino le devolvió una mirada de furia desenfrenada. Concentrándose, Marvin comenzó a darle órdenes con la mente.

"No queremos problemas" se esforzó por expresar. "Sólo queremos que te vayas del camino y nos dejes pasar".

Desde la distancia, el resto del equipo miraba a Marvin con incertidumbre. Cynder se hacía una idea de lo que su compañero estaba haciendo, pero no estaba seguro de si era el mejor momento.

El Nidorino, sin embargo, reaccionó. Ignorando por completo los ruegos de Marvin, le asestó una potente cornada. Marvin logró evitarla, pero no pudo impedir que el venenoso Pokémon salvaje rompiera los hilos que lo amarraban. Fue entonces cuando Winona se lanzó al ataque, empujando a Marvin hacia un lado y golpeando de lleno al Nidorino con su cola, que había cargado previamente con energía elemental de agua.

—¿¡Se puede saber qué estabas haciendo!? —preguntó la Buizel, exasperada. No obstante, Marvin no tuvo tiempo de contestar, ya que el Nidorino se lanzó de nuevo contra ellos con la intención de atacar.

Marvin, aún confuso por la reacción del Pokémon salvaje, se levantó y lanzó un chorro de agua a presión sobre la cabeza de su enemigo, ralentizando su ataque. Winona reaccionó rápido, soltando su propio disparo de agua contra el costado del Nidorino, desequilibrándolo y haciéndolo caer hacia un lado del camino.

Una vez en el suelo, el Pokémon soltó un gruñido de furia. Cynder tomó entonces la iniciativa. Al principio Marvin no sabía lo que estaba haciendo, ya que su compañero estaba poniendo unas caras muy extrañas, pero finalmente lo vio soltar una espesa nube de humo desde la punta de su nariz, bloqueando la visión del enemigo.

—¡Creo que es un buen momento para echar a correr! —gritó Flass.

Los cuatro Pokémon corrieron por el camino, dejando al confuso Nidorino atrapado tras una espesa pantalla de humo. El equipo giró varias esquinas, y, cuando se hubieron asegurado de que el salvaje no los seguía, se detuvieron.

—Marvin ¿se puedes saber qué estabas haciendo? —preguntó Winona, furiosa— ¡Ese bicho casi te arranca la cabeza de una cornada!

El Mudkip tragó saliva. Sabía que no era sensato andar hablándole a todo el mundo acerca del poder que tenía, así que decidió quitarle hierro al asunto.

—Lo siento, tan sólo intentaba calmarlo… —se defendió.

—Pues no te ha funcionado muy bien que digamos —reprochó la Buizel, con tono sarcástico.

Flass decidió intervenir.

—No pasa nada, Win —dijo con su tranquilizante tono de voz—. Todos cometemos errores de vez en cuando, y es comprensible que Marvin intentara calmarlo. Ese Pokémon podría habernos hecho pedazos si lo hubiéramos despertado sin más.

Winona bufó, girando la cabeza. Entonces, para su sorpresa, pudo ver algo brillante en un borde del camino. El color ámbar del objeto resaltaba entre la verde espesura, así que era fácil de diferenciar. De un salto, la Buizel se acercó al objeto y lo recogió. Era una esfera del tamaño de un puño, de un material semejante al cristal.

—¿Qué es eso? —preguntó Flass, curioso.

—Es una esfera mágica, creo —dijo Cynder, acercándose para tocar el objeto—. Solo que no tengo ni idea de lo que hace. Marvin ¿tenemos alguna de estas?

Marvin negó con la cabeza.

—Tenemos alguna azul, una roja y dos grises, pero ninguna naranja —respondió—. Rawkan no nos ha contado lo que hacen las naranjas.

Los cuatro se quedaron mirando la esfera.

—Creo… creo que es una radarosfera —comentó Winona, arqueando una ceja y mirando la esfera desde distintos ángulos.

—¿Una radarosfera? —inquirió Marvin— ¿Y qué hacen las radarosferas exactamente?

—Permiten detectar Pokémon a través de murallas y otros obstáculos —contestó la Buizel—. Creo que nos podía ser útil.

—Eso si es realmente una radarosfera —puntuó Marvin—. No nos conviene usarla en un momento de necesidad, porque no sabemos lo que hace al cien por cien y podría dejarnos tirados.

—Bien visto, Marvin —dijo Cynder, sonriente—. Si realmente es una radarosfera, la usaremos más adelante, cuando sea más probable encontrarnos al Poliwag perdido.

Ningún miembro del equipo puso objeciones, así que Winona guardó la esfera en su propia bolsa. El equipo continuó caminando a través del espeso bosque, con Marvin y Cynder a la cabeza, y, no sin antes enfrentarse a algún que otro Pokémon débil, lograron encontrar el paso al tercer sector.

Cuando hubieron pasado al tercer sector, Marvin comenzó a notar algo extraño en Winona. Aunque estaba a sus espaldas, se giraba de vez en cuando para verla, y lo que veía no le gustaba. La Buizel parecía estar algo enferma, a juzgar por su aspecto. Flass, sin embargo, no parecía darse cuenta de ello, pues continuaba conversando con ella como si nada sucediera. Marvin decidió entonces hablar con ella.

—Winona ¿te encuentras bien? —le preguntó, deteniendo el avance del grupo— No tienes buen aspecto.

Ella lo miró con su enfermiza expresión.

—Sí, es que estoy… cansada y no… no sé si debería… tumbar… tumbarme un rato —contestó, con la voz temblorosa.

Antes de que ninguno de ellos pudiera decir nada, la Buizel se desplomó en el suelo. Flass se dio cuenta de lo que había ocurrido.

—¡Cuando golpeó al Nidorino, su piel venenosa debió haberla afectado! —exclamó, acercándose para asistir a su amiga— El veneno de algunos Pokémon tarda en hacer efecto, pero cuando lo hace ¡puede ser letal!

Marvin dejó la bolsa en el suelo y la abrió, dispuesto a buscar un objeto que curara el envenenamiento. Cynder se dio cuenta y se dispuso a ayudarlo.

—Me aseguré de coger bayas meloc ayer por la noche, —dijo el Cyndaquil— así que no debería ser un problema.

Cuando encontró las rosadas bayas, Cynder corrió hacia Winona y le ofreció la fruta. La Buizel, semi-inconsciente, tardó en reaccionar, pero al final mordió la baya.

—Tardará un poco en hacer efecto, así que será mejor que busquemos un lugar más tranquilo para descansar —dijo Flass, vigilando que ningún Pokémon salvaje los cogiera desprevenidos.

Marvin entonces se dio cuenta de que estaban llegando a un claro, así que instó al equipo a seguir para instalarse allí, lo que los haría menos vulnerable al ataque de un Pokémon salvaje. Entre él y Cynder levantaron a Winona para llevarla a cuestas, repartiendo el peso entre ambos.

Cuando se fueron acercando al claro, Marvin pudo ver que había otra esfera mágica tirada en el suelo. Y, cerca de ella, había un pañuelo de color amarillo paja. Lo que era más: el suelo del claro estaba poblado de objetos varios.

"Qué extraño"
comentó para sus adentros. "Rawkan nos había dicho que los territorios misteriosos solían tener objetos tirados, pero nunca mencionó que hubiera tantos juntos. Supongo que tendremos tiempo para revisarlos mientras Winona se recupera".

Al llegar al claro, depositaron a Winona en una de las esquinas. Flass se ofreció para hacer un reconocimiento por el lugar y tratar de localizar el siguiente arco mientras Cynder y Marvin se hacían con los objetos que se hayaban desperdigados por el suelo del territorio.

Una vez Flass se hubo ido, los dos Pokémon se acercaron a los objetos, vigilando que ningún Pokémon salvaje apareciera de la nada y los atacase. Sin embargo, cuando Cynder recogió el primer objeto -una esfera mágica de color azul marino- comenzaron a escuchar un extraño zumbido.

—¿Qué es eso? —preguntó Cynder, asustado.

La respuesta del Cyndaquil fue contestada rápido, pues un Oddish emergió del suelo. Detrás de él, dos Gloom también hicieron su aparición de entre la tierra. Marvin y Cynder corrieron hacia el cuerpo de Winona para protegerla. Con horror, Marvin vio como la sala comenzaba a llenarse de Pokémon salvajes que llegaban de todos lados. Paras, Venonat, Oddish, Gloom y algún Parasect llenaron rápido la sala, mirándolos fijamente y preparándose para atacar.

Sin pensarlo dos veces, Cynder lanzó unas pequeñas llamaradas desde su nariz, ahuyentando a los Pokémon que se acercaban. Sin embargo, esto no era suficiente, ya que al poco tiempo volvían a estar peligrosamente cerca.

—Cynder, creo que vas a tener que atacarlos en serio —dijo Marvin, cargando su propia energía elemental —. ¡Tenemos que evitar que le hagan daño a Winona!

Marvin ni siquiera intentó invocar su Don en aquel momento, a sabiendas de que podía no funcionar. Comenzó a disparar pequeños proyectiles de agua contra los Pokémon, pero esto parecía no molestarlos demasiado, ya que los resistían con facilidad. Un Parasect se adelantó de un salto, golpeando a Marvin e hiriéndolo en el hombro derecho con su pinza. Ese fue el momento de Cynder para lanzar una potente espiral de fuego sobre sus enemigos, haciendo que el Parasect retrocediera y causando que muchos otros salieran dañados.

—¡Mis ataques de agua no les hacen nada, Cynder! —gritó Marvin, alterado y sintiendo que la sangre se escapaba de la herida.

—¡Lo sé! —dijo su amigo, sin dejar de arrojar fuego contra sus enemigos.

Varios Oddish se acercaron con intención de asaltar a Cynder, pero Marvin lanzó un potente y único proyectil de agua a presión contra ellos, tirándolos al suelo. Cynder quemaba un enemigo tras otro, pero después de unos instantes recuperaban fuerzas y volvían a la carga.

—¡No sé si podré lanzar fuego por mucho más tiempo! —gritó Cynder, preocupado.

Entonces, Marvin tuvo una idea. Era una idea basada

—¡Hazme un favor y cúbreme! ¡Voy a buscar algo en la bolsa! —le dijo a su compañero, dejando la bolsa en el suelo y abriéndola. Todavía le era algo difícil hacerse a la idea de que tenía que estar a cuatro patas la mayoría del tiempo.

Mientras su amigo lanzaba humo para nublar la visión de sus enemigos, Marvin logró rebuscar en la bolsa con su dolorido brazo derecho y hacerse con una de las esferas mágicas de color gris, que Rawkan les había nombrado como petreosferas.

"Espero que esto funcione" pensó el Pokémon de agua antes de lanzar la esfera contra el suelo. En un instante, la esfera se rompió en pedazos, y una misteriosa energía grisácea se elevó del punto del suelo en el que había caído, y se ramificó para golpear a cada uno de los Pokémon salvajes de la sala.

En un instante, todos sus enemigos se hallaban congelados en el sitio, incapaces de mover un músculo. A los pocos momentos, Flass regresó de la exploración, algo impactado al darse cuenta del curioso espectáculo que sus ojos presenciaban.

—Una petreosfera —comentó, con un tono de voz extrañamente calmado—. Muy hábil, pero creo que ahora deberíamos irnos de aquí antes de que el efecto se pase. El arco no está muy lejos de aquí.

Habiendo vendado el hombro herido de Marvin y dejando a los petrificados Pokémon salvajes -y también los objetos- atrás, el equipo recogió a Winona y siguió su camino, atravesando el tercer arco. Afortunadamente, la Buizel se iba recuperando y pudo comenzar a andar de nuevo.

Una vez hubieron recorrido el cuarto sector y alcanzado el quinto, comiendo algo por el camino, pues los territorios misteriosos eran conocidos por causar una extraña sensación de hambre debido a su ambiente viciado, creían que el bosque no tenía nada más que ofrecerles. El quinto sector estaba bastante vacío de Pokémon, con el ocasional Paras u Oddish salvaje que no suponía más que una molestia momentánea.

Cuando pensaban que el trayecto iba a continuar así durante los tres sectores que quedaban, Cynder se detuvo en seco.

—¿Pasa algo, Cynder? —inquirió Marvin.

—Sí, tan solo es que… creo que he oído algo.

Los miembros del equipo se detuvieron para escuchar. En efecto, en el lugar resonaba un extraño sonido, semejante al de una pelota botando contra el suelo. En unos instantes, el ruido se comenzó a acercar, y, antes de que ninguno pudiera comentar nada, un pequeño Pokémon azul apareció rebotando ante sus ojos.

—¡Por fiiiiiiiiin! —gritó el Pokémon, corriendo hacia Marvin y compañía.

El equipo dio un suspiro de alivio colectivo.

—Es el Poliwag que estábamos buscando —sonrió Marvin, mientras el pequeño Pokémon renacuajo saltaba hacia él con lágrimas en los ojos.

—E-estaba muy asustado… —dijo el pequeño, sollozando—. N-no me atrevía a moverme de mi e-escondite para que no me encontraran esos Pokémon malos…

—Pobrecito —se compadeció Cynder, abrazando al Poliwag—. No pasa nada, ahora te vamos a llevar a casa.

El Poliwag sonrió, aún lleno de lágrimas. Marvin no pudo evitar contener su propia sonrisa. Era la primera vez que rescataban a un Pokémon, y la cálida sensación que lo invadió lo hizo sentirse el Pokémon más afortunado del mundo.

Winona, con un suspiro de alivio, sacó una esfera naranja de su bolsa.

—Voy a usar una fugasfera para poder irnos de aquí sin más contratiempos —explicó—. Daos la mano, chicos, porque si no os vais a quedar tirados aquí.

El camino hacia Pueblo Basalto fue placentero y tranquilo. Después de dejar al Poliwag con su familia y presenciar una alentadora escena de reencuentro con sus padres, el equipo recibió una recompensa de 560 pokés, dos semillas sueño y una pequeña bolsa de suplementos energéticos conocidos comúnmente como gomis. Aunque Winona y Flass aceptaron recibir la mitad del dinero, dejaron a los miembros del Equipo Tormenta quedarse con los objetos, ya que, como equipo de entrenamiento que eran, no podían recibir la recompensa del equipo al que acompañaban.

Durante el camino de vuelta, el sol del mediodía brilló sobre sus cabezas. Cynder y Marvin les contaron a sus compañeros acerca de la manada de Pokémon que los había atacado, y de cómo Marvin había tenido la iniciativa de usar la petreosfera.

Los otros no se dieron cuenta, pero Marvin podía sentir que Cynder se ponía más nervioso cuanto más se acercaban a la Atalaya. Y sabía muy bien por qué. Le dio un codazo a su amigo.

—No te preocupes —le dijo, sonriendo—. Todo va a salir bien.

Cynder le respondió con una sonrisita nerviosa. En el fondo, ninguno de los dos estaba seguro de que el rescate del Fuerte Flarah fuera a salir perfecto.

—Ojalá, Marvin —dijo su amigo, la nostalgia invadiendo su voz—. Ojalá.

Sin embargo, Winona interrumpió su conversación al acercarse a ellos.

—¡Si hubiera estado despierta, no habríais necesitado usar una petreosfera! —fardó la Buizel— Aunque no lo creáis, sé usar ataques de hielo ¡El mismo Wilder me enseñó a usarlos!

Tanto Cynder como Marvin se quedaron mirándola unos instantes, sumidos de nuevo en la ignorancia. Cynder decidió hacer la pregunta.

—Perdona si sueno estúpido, pero ¿quién es Wilder?

Winona arqueó una ceja, mirándolos como si fueran de otro planeta.

—¡Wilder es el mejor instructor de movimientos de la Resistencia! —exclamó, alzando los brazos— ¡Me parece indignante que no hayáis oído hablar de él! ¡Deberíais ir a verlo!

Winona se dispuso a volver atrás para hablar con Flass, pero Marvin se quedó con una duda, así que se acercó a Winona para preguntársela.

—Winona, cuando estabamos entrando en el territorio me hablaste de algo llamado torrente interior... ¿se puede saber a qué te refieres?

—Eres un Mudkip muy raro —rió la Buizel—. Tienes tantas dudas sobre todo... pero en fin, tendré que hablarte de él, porque tarde o temprano acabarás descubriéndolo. Verás, existen ciertas razas de Pokémon de Agua que tienen una afinidad elemental superior a la de los demás, y los Mudkip sois una de ellas. El torrente interior es el poder que demostráis cuando vuestra vida corre peligro, y os permite un control total y puro de la energía elemental del Agua. Yo nunca he visto a ningún Pokémon usarla antes, pero mi instructor dice que ha visto a Paldus hacerlo, y qiue le causó auténtico miedo... y él es un Tyranitar, así que imagínate.

Marvin se quedó sin habla. "Así que tengo ese poder" pensó. "Es interesante. Tal vez pueda ponerlo en práctica un día de estos". Cuando se giró para mirar a Cynder, vio que se había enredado en una conversación con Flass, y que parecía algo más relajado. Por lo tanto, decidió no interrumpirlo y continuar hablando con Winona en su lugar.

La Atalaya estaba muy silenciosa cuando llegaron. Al ser un equipo novato, las misiones que les asignaban requerían un tiempo relativamente corto para completarse, de aproximadamente unas cinco horas. Por lo tanto, cuando llegaron acababa de pasar la hora de comer, y muchos Pokémon encargados de las misiones de la tarde habían partido ya, mientras que los que habían salido en sus misiones de mañana todavía no habían llegado o estaban descansando en sus dependencias. Ningún Pokémon se cruzó en su camino a la hora de llevar los objetos de vuelta al almacén de Ultron o declarar la misión como completada en el departamento de misiones. Winona y Flass se despidieron, pues tenían sus propios trámites que hacer, y los dejaron solos para relajarse. Cuando volvieron a bajar a las oficinas centrales, se encontraron con una curiosa estampa: Un Marowak tiraba de dos bolsas de cuero de casi dos veces su tamaño.

—¡Hola, jóvenes! —saludó Rawkan, con su tono cómico de siempre— ¡Llegáis en el momento justo! ¡Echadme una mano con esto, haced el favor!

Marvin y Cynder no pudieron evitar soltar una risita ante la petición del Marowak, pero se dispusieron a ayudarle. Cargaron las bolsas hasta el exterior, donde las depositaron en un carro convenientemente oculto bajo una lona.

—¡Gracias a Arceus que habéis aparecido! —suspiró Rawkan al librarse de su pesada carga. Entonces, bajó la voz—. Estoy seguro de que andáis un poco nerviosos acerca de lo de esta noche ¿verdad? —sin esperar una respuesta, añadió— Pues haremos una cosa: cuando acabe de hacer inventario, os llevaré a ver a Wilder, el tutor de movimientos. Esperadme en el dormitorio de vuestro equipo, esto no debería llevarme más de quince minutos.

Los dos Pokémon asintieron enérgicamente. Tras despedirse del Marowak, subieron hacia la oficina central. No obstante, cuando Marvin se disponía a entrar en la habitación del equipo, se dio cuenta de que Cynder se había quedado quieto. Se giró para ver a su amigo con lágrimas en los ojos, mirándolo fijamente.

—M-marvin... —dijo, entre sollozos— Eres el m-mejor Pokémon que he conocido nunca.

El afligido Cynder se lanzó hacia su amigo, dándole un cálido abrazo.

—N-no sé que habría hecho si tu no estuvieras a mi lado todo este tiempo y... —su voz se cortó unos instantes— r-realmente aprecio que estés conmigo en esta situación.

Marvin se sorprendió ante la repentina muestra de afecto por parte de su compañero. Sin embargo, le devolvió el abrazo, reprimiendo sus propias lágrimas. No podía mostrarse inseguro ante su amigo en aquel preciso momento.

Los dos Pokémon permanecieron abrazados durante unos minutos, que parecieron hacerse eternos.
¡Échale un vistazo a Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom!
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #6 en: 06 de Enero de 2016, 09:54:28 am »
Capítulo 6: ESPERANZA

Rawkan guió a Marvin y Cynder por la escalera de caracol. Al contrario que en las secciones superiores de esta, iluminadas por piedras día, la zona inferior que llevaba a los dojos de entrenamiento no poseía iluminación propia. Sin embargo, un pequeño rayo de luz salía desde la entrada sin puerta de los dojos, que permitía a los Pokémon no sufrir un accidente al descender.

Cuando cruzaron el arco de la puerta, se hallaron ante una gran sala de base rectangular y techo alto, iluminada de la misma forma que los pisos superiores. No obstante, había una diferencia bastante notable con respecto a las otras zonas de la base: estaba hecha de acero. Marvin supuso que era para que los Pokémon que iban a entrenar no causaran daños en la estructura. En el centro de la sala, un Pokémon humanoide de color gris daba vueltas alrededor de otro más grande y robusto, con una piel verde recubierta de escamas y aspecto reptiliano.

El Pokémon más pequeño, un Machop, parecía estar intentando encontrar un punto flaco en la defensa de su rival, que no lo perdía de vista. Entonces y sin el mínimo aviso, el Machop desvió su trayectoria de giro y cargó contra el enorme Pokémon verde, que parecía ser un Tyranitar, tomándolo por sorpresa. El Machop asestó una patada rápida pero firme contra el talón del Tyranitar, haciendo que su cuerpo cediera y se desplomara contra el suelo.

—¿El Tyranitar es Wilder? —inquirió Cynder, con un tono de preocupación en su voz.

—Si te soy sincero, no tengo ni idea —respondió Rawkan, llevándose una pata a la barbilla.

Marvin y Cynder se miraron extrañados ante la inusual respuesta del Marowak. Antes de que pudieran plantear sus dudas, el Tyranitar comenzó a hablar.

—¡Bien, muy buen puntapié! —soltó el Pokémon entre risas, levantándose del suelo—. Lo has hecho muy bien, Kars. Espero que esto te ayude a salir de tu equipo de entrenamiento.

El Machop le dio la mano al Tyranitar y, acto seguido, se fue corriendo hacia la salida. Rawkan indicó a sus protegidos que se acercaran.

—Lamento haber tardado en saludar, Rawkan, pero como podías ver, estaba ocupado —dijo el Tyranitar cuando se acercaron.

Rawkan se acercó al enorme Pokémon y lo golpeó amistosamente en un brazo.

—Hola, Wilder —saludó—. Te he traído a un par de chavales nuevos. Cynder y Marvin han tenido unos problemillas lidiando con un nido de monstruos, así que me gustaría que les enseñaras algún que otro movimiento efectivo en esos casos.

El Tyranitar miró a los miembros del Equipo Tormenta. Marvin pudo notar cómo el Pokémon lo analizaba de arriba abajo con sus fríos ojos de reptil.

—Veré qué puedo hacer —dijo simplemente Wilder, sonriendo—. Tengo algunos movimientos en mi repertorio que les podrían ser útiles.

—Excelente —respondió simplemente Rawkan—. Aunque creo que tal vez sería apropiado que te presentes tú mismo.

Wilder asintió. De repente, su piel comenzó a emitir un intenso brillo de color blanco, que cubrió todo su cuerpo. Su figura se hizo cada vez más pequeña, hasta ser del tamaño de Rawkan. Cuando el brillo se desvaneció, Marvin y Cynder observaron incrédulos a un Pokémon de pelaje blanco y marrón, con una cola larga y grandes ojos negros.

—No os sorprendáis tanto —habló entonces Rawkan, aguantando una risa—. Wilder es un Smeargle, y por lo tanto es capaz de aprender todos los movimientos habidos y por haber.

—Eso me permite transformarme casi de la misma manera en la que lo haría un Ditto —explicó orgulloso Wilder—. Aunque tengo algunas restricciones, por supuesto. Pero bueno, ahora no os aburriré con tecnicismos. Encantado de conoceros, Marvin y Cynder.

La forma normal de Wilder era considerablemente más amigable que su forma como Tyranitar, y su voz desprendía sabiduría y experiencia. El Smeargle le estrechó la pata a los dos asombrados Pokémon, con una sonrisa en la boca.

—Y con esto concluye mi trabajo aquí —dijo Rawkan con su habitual tono de importancia—. Os dejo con Wilder, que yo tengo que preparar ciertas cosillas para el equipo. Os dejaré la misión de mañana pegada en la puerta de vuestra habitación, así que preparaos.

Dicho esto, el Marowak abandonó la estancia con paso apresurado.

—Decidme ¿qué movimientos queréis aprender?

Marvin decidió contestar primero, ya que tenía bastante claro qué era lo que quería.

—Me gustaría aprender algún movimiento que me ayude a debilitar a los Pokémon de tipo Planta —contestó Marvin—. He tenido problemas con ellos en la misión de hoy, y no quiero que vuelva a pasar.

—Puedo ayudarte —dijo Wilder—. Te enseñaré un movimiento de tipo Hielo.

—Yo… aún no lo tengo claro —dijo por su parte Cynder, con timidez—. Primero prefiero ver como aprende Marvin.

—Está bien —asintió el Smeargle—. Sé unos cuantos movimientos que podrían ayudaros a ambos si volvéis a caer en un nido de monstruos.

Entonces, Wilder volvió a transformarse. En esta ocasión, tomó la forma de un Swampert semejante a Paldus, pero algo más joven y con ambos ojos operativos.

—Creo que te voy a enseñar la táctica del viento de hielo —explicó Wilder, poniéndose a cuatro patas—. Es muy eficaz para enfrentarte a Pokémon de tipo Planta, y contra grupos grandes de enemigos en general. Ponte a mi lado.

Marvin se posicionó a la izquierda de Wilder, mientras Cynder se alejaba unos pasos para no estorbar.

—La táctica del viento hielo —dijo Wilder— es una táctica que los Mudkip podéis aprender con relativa facilidad. Vuestra especie, al ser de tipo Agua, tiene afinidad elemental con el tipo Hielo, y por lo tanto podéis aprender movimientos de este elemento con más facilidad. Observa.

Wilder comenzó a acumular agua en su boca, pero en lugar de dispararla, mantuvo en su garganta. Instantes después, abrió la boca y liberó una ráfaga de viento helado que Wilder esparció por el aire mientras Marvin y Cynder lo observaban fascinado.

—Es el movimiento de tipo Hielo más fácil de ejecutar, y muchos Pokémon sin afinidad con el elemento pueden ejecutarlo —explicó Wilder—. Es especialmente efectivo contra grupos grandes de enemigos, ya que el viento helador entumece sus músculos y los ralentiza. No obstante, debes tener cuidado, pues los Pokémon que carecen de musculatura, como los tipo Acero, o los que resisten el frío, como los Hielo y Agua, son resistentes a la técnica y te podrían causar problemas. Ahora es tu turno: acumula agua en tu boca y mantenla en tu garganta unos instantes para que se enfríe. Luego, libérala como si estuvieras echando el aliento.

Marvin acumuló agua en su boca como si fuera a lanzar una pistola de agua, pero la retuvo en su garganta.

"Wilder tiene razón" pensó. "El agua se enfría si la retengo en la garganta".

Concentrándose, Marvin liberó su aliento helado. Una sensación de frescor invadió su boca mientras lanzaba el ataque. Sin embargo, en lugar de la poderosa ráfaga helada que había lanzado Wilder, apenas logró exhalar una pequeña nube de vaho. Marvin frunció el ceño.

—No te preocupes —le dijo Wilder—. Al aprender un ataque, lo más normal es que necesites un tiempo para que tu cuerpo se adapte. Prueba de nuevo, ya verás como te sale mejor.

Marvin asintió, y buscó una postura cómoda para estar sobre sus cuatro patas. Respirando hondo, repitió el proceso. Esta vez, no obstante, el vaho helado que salió de su boca era considerablemente más denso, y llegó un poco más lejos.

—¡Muy bien, Marvin! —lo animó Wilder— Es probable que sientas la garganta fría durante unos minutos, pero es normal; todos los ataques de tipo Hielo que lances por la boca te harán sentir así. A partir de ahora, procura usar el ataque al menos una vez al día para que tu cuerpo se adapte a él más rápido. Así, cuando necesites usarlo en un momento de peligro, tu cuerpo no te traicionará.

"Creo que le caigo bien"
pensó Marvin. "Debería preguntarle ahora sobre el torrente interior".

—Ahora ¿podría explicarme qué es exactamente el torrente interior y cómo puedo activarlo? —cuestionó el Mudkip, mirando al tutor de movimientos— Me han hablado de él, pero nunca lo he experimentado por mi cuenta.

Wilder asintió con una sonrisa.

—Es considerablemente sencillo, Marvin —dijo—. Sin embargo, me temo que no podré activar ese poder aquí, ya que los métodos para que se accione por su cuenta son demasiado… extremos, por decir algo. Verás, —hizo una pausa para aclararse la garganta y regresar a su forma de Smeargle— el torrente interior es un método de defensa que sólo poseen ciertos Pokémon de tipo Agua. Estos Pokémon se caracterizan por pasar más tiempo fuera del agua que otros, y por lo tanto su sistema ha desarrollado este poder, que les permite desatar un poderosísimo ataque elemental de Agua sin apenas esfuerzo.

Marvin alzó las cejas, ligeramente sorprendido.

—¿Y qué tengo que hacer para activar ese poder? —preguntó, algo ansioso por saber más sobre sus habilidades.

—Ese es el problema —explicó Wilder, rascándose la barbilla—. No puedes activarlo por tu cuenta: tan sólo se activará cuando a tu cuerpo apenas le queden fuerzas. Entonces, tu energía elemental se apoderará de ti y desatará un ataque desesperado para eliminar a casi cualquier enemigo que pueda amenazarte. Sin embargo, después de utilizarse, te quedarás totalmente sin fuerzas, y lo más probable es que te desmayes.

Marvin no supo cómo responder a eso. Se quedó en blanco, imaginando una serie de posibles escenarios en los que ese poder podría resultarle útil. Wilder se giró hacia Cynder.

—Tú también tienes un poder semejante, Cynder, sólo que el tuyo recibe el nombre de "mar de llamas" —le dijo al Cyndaquil—. Se activa de la misma forma, pero el tuyo puede causar más daños colaterales. Así que Marvin —volvió a mirar al Mudkip—, controla el mar de llamas de Cynder. Si se vuelve demasiado poderoso, deberás asegurarte de apagar un potencial incendio.

Cynder miró a su amigo a los ojos, y Marvin pudo sentir la comprensión que esa mirada le transmitía. El agua y el fuego eran de naturalezas opuestas, y, si se daba el caso, él debía saber contener a Cynder. Era algo que tarde o temprano iba a tener que asimilar, así que era mejor comenzar a interiorizarlo.

—En mi opinión —comentó Wilder— la combinación de fuego y agua es una de las combinaciones de tipos más sólidas que existe a la hora de formar un equipo. Tenéis suerte en ese sentido, chicos. Ahora, Cynder ¿quieres qué…?

Antes de que Wilder pudiera terminar la frase, las piedras solares que iluminaban el dojo comenzaron a producir una luz de color verde intenso.

—Oh, vaya —soltó Wilder—. Parece que está pasando algo importante en el comedor.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué las piedras han cambiado de color? —preguntó Cynder, confuso.

—Se trata de un mecanismo de aviso para toda la base —explicó el Smeargle—. Normalmente se usa cuando el consejo tiene algo importante que comunicar. Venid conmigo, vamos a ver qué ocurre.



Cuando llegaron al comedor, se encontraron con un amplio grupo de Pokémon de diversos tipos y formas acumulados en el lugar, hablando entre ellos y tratando de encontrarle sentido a la repentina llamada. En la mesa del consejo, situada en un palco alto en el otro extremo de la sala rectangular, Paldus se masajeaba la frente, mientras Groud, el portavoz del consejo, lo miraba impaciente esperando órdenes. La silla de Astrid estaba vacía, pero el resto de miembros del consejo estaban presentes. Además de Elina, Haku y Paldus, en la mesa del consejo estaban sentados un Camerupt, un Mienshao y un Malamar.

Wilder se dirigió hacia una Gabite, tocándole el hombro para llamar su atención.

—Denga ¿tienes alguna idea de qué está pasando? —le preguntó a la dragona.

—No tengo ni la menor idea —respondió, encogiéndose de hombros—. Mi equipo y yo acabamos de llegar de una misión y sabemos tanto como cualquier otro.

Sin embargo, en ese momento Groud soltó un potente grito que retumbó en las paredes de l sala.

—¡SILENCIO! —gritó el Exploud— ¡El consejo tiene una noticia importante, así que será mejor que escuchéis!

El comedor se quedó en completo silencio tras el anuncio de Groud. Paldus se levantó de su silla y puso sus manos sobre la barandilla del palco en el que se hallaba la mesa del consejo.

—Sé que estáis acostumbrados a que Astrid sea la que da este tipo de anuncios, pero me temo que hoy tendréis que conformaros con mi voz ronca —dijo Paldus, provocando unas pocas risas entre los presentes—. El motivo que nos reúne hoy aquí es de alta importancia, y por eso no hemos podido esperar a que todos los Pokémon llegaran de sus misiones. Confío en que os encargaréis de informar a aquellos que no están presentes ahora mismo.

Un murmullo de incertidumbre se extendió por el comedor mientras Paldus se aclaraba la garganta.

—Hace unas horas, varios mensajeros nos han avisado de dos sucesos llamativos —continuó—. El primero es el más serio: Meruclus ha vuelto del Norte.

El comedor estalló entonces en gritos ahogados y susurros nerviosos. Groud tuvo que volver a gritar para recuperar el silencio.

—Para los más nuevos —explicó Paldus— el nombre de Meruclus no significará nada, pero para los veteranos es un nombre que inspira terror y respeto. Se trata de uno de los más peligrosos generales de la Corporación de Inteligencia, un Hypno lunático con complejo de dios que nos mantuvo en el estado de alerta máxima durante dos meses, y que casi descubre nuestra base. Es por ello que se declara el estado de alerta de nivel 2: los equipos novatos y de entrenamiento deberán estar en la base antes del anochecer, y no podrán aceptar misiones que los obliguen a permanecer fuera más de un día entero.

No hubo objeciones. Marvin se esperaba que algún imprudente cadete protestara por las medidas, pero no hubo un solo Pokémon que se atreviera a abrir la boca.

—En cuanto al segundo tema —continuó Paldus—, se trata de algo bastante menos problemático. Tendremos el honor de recibir a Raegis, el líder de la Resistencia, dentro de unas semanas. Confío en que sepáis comportaros durante su estancia en la Atalaya y en que no se repita el incidente del año pasado, por el amor de Arceus. Aún tengo pesadillas con el total ridículo que hicimos ese día.

La tensión del ambiente se disolvió bastante con aquella última noticia. Sin embargo, la presencia de Meruclus ya se podía notar entre los presentes, que reían nerviosamente o susurraban entre ellos con preocupación.

—Esto no es bueno —comentó Wilder, con expresión preocupada—. Meruclus es un Pokémon muy poderoso.

Marvin se giró hacia él, curioso.

—¿Te has enfrentado a él? —preguntó al Smeargle.

—Se puede decir que sí —respondió este—. Quiero decir, no me enfrenté yo solo a él, eso sería un suicidio. Es un Pokémon muy poderoso, os lo aseguro, pero también muy cobarde, y usa trucos mentales para engañar y poseer a otros Pokémon que hagan el trabajo sucio por él. Por eso Paldus no quiere que los novatos salgan de noche: las patrullas nocturnas podrían capturarlos, y sería cuestión de tiempo que Meruclus lograra sacarles información acerca de la localización de la Atalaya, como casi pasa hace cinco años.

—¿Qué ocurrió? —intervino Cynder, que hasta entonces había permanecido en silencio.

—Capturaron a un Pokémon que conocía muchos de nuestros secretos, y fue llevado ante Meruclus —expuso Wilder—. De no ser porque se trataba de un Siniestro, habría podido leer su mente mucho antes, y todos los años que la Resistencia lleva protegiendo esta fortaleza habrían sido en vano. Afortunadamente, Elina, Rawkan y yo logramos entrar a tiempo en su escondrijo y rescatarlo —bajando la voz, añadió—. Permitidme deciros que Elina demostró una compostura legendaria al enfrentarse a Meruclus, pues el Pokémon que fue capturado era su hermano.

Marvin pestañeó. Por algún motivo, no se imaginaba a la fría y calculadora Espeon sintiendo algo por un Pokémon, menos aún se esperaba que tuviera un hermano.

—Que Elina no te oiga hablar de ella a sus espaldas, Wilder —los interrumpió una voz familiar.

Marvin y Cynder se giraron para ver a un sonriente Paldus devolviéndoles la mirada. Se sorprendieron de no haberlo visto acercarse, dada la corpulencia del Swampert. El poderoso Pokémon de Agua, sin embargo, semejaba cansado: tenía unas profundas ojeras y su ojo bueno parecía algo enrojecido.

—En realidad no venía para cotillear —habló de nuevo—. Marvin, tengo que hablar contigo a solas. Acompáñame, por favor.

Marvin sintió como si un yunque le aplastara el estómago. Tenía que volver a hablar en privado con un Pokémon poderoso y superior a él en rango. Y se trataba de Paldus, ni más ni menos.

—Ve tú, Marvin —dijo Cynder—. Yo me iré a preparar la misión para mañana. Te veo luego en la habitación.

A Marvin lo pilló por sorpresa la reacción de su amigo, que había estado bastante callado desde que entraron al dojo. No obstante, no puso objeciones y le dio la llave de la habitación del equipo para acompañar a Paldus.

Paldus estuvo callado durante todo el trayecto. Marvin caminaba a su derecha, sin atreverse a mirarle a la cara por temor a recibir una de las siniestras miradas que el Swampert era capaz de dirigir con su ojo malo, que ya de por sí era un rasgo bastante intimidante. El Swampert lo llevó por los pasillos superiores tras subir la ya familiar escalera de caracol, pero no entraron por ninguna de las puertas que Marvin ya conocía. En su lugar, se pararon delante de una de las últimas puertas del pasillo, situada en el lado izquierdo. La puerta en cuestión, al contrario que las demás, no poseía ninguna placa o indicación.

Paldus, sin decir una sola palabra, sacó una pequeña llave de su bolsa de viaje y la introdujo en la cerradura. La puerta se abrió con un quejido leve, y el Swampert lo invitó a pasar. Marvin se sorprendió, pues la puerta llevaba al exterior. El viento lo golpeó en la cara mientras sus ojos se maravillaban con el vasto terreno verde que se estendía ante sus ojos. Sin duda alguna, estaba mirando hacia el Sur, pues podía ver el Bosque Sombrío y, casi en el horizonte, los restos de la destrozada Villa Plata. El sol poniente teñía el cielo de naranja y rosa, haciendo la vista todavía más bella.

—Éste —dijo Paldus, cerrando la puerta tras de sí— es mi balcón privado. Bueno, técnicamente no es mío, Astrid también puede entrar, pero ella ha ido perdiendo interés en él desde hace un tiempo y ahora casi nunca viene. Aunque te aseguro que venía mucho por aquí cuando era joven.

Marvin notó un ápice de nostalgia en la voz del Swampert, como si tratara de recordar viejos tiempos. Vio cómo el líder del Equipo Esmeralda apoyaba los codos en la barandilla y soltaba un largo suspiro mirando al horizonte.

—Aquellos eran buenos tiempos —soltó, con una mueca que casi parecía una sonrisa—. Tiempos en los que todos éramos ingenuos y optimistas, con toda una vida por delante y la creencia de que realmente estábamos cambiando el mundo. Entonces fue cuando la realidad nos golpeó con toda su fuerza y nos obligó a tomar medidas, a volvernos más fríos y metódicos y olvidar los tiempos felices en los que llevábamos acabo nuestras misiones con una sonrisa en la cara.

Marvin titubeó. Por como hablaba, parecía que el Swampert se había olvidado de que estaba allí con él.

—Durante años —continuó— hemos luchado contra la Corporación casi sin esperanza, con apenas unos pocos Pokémon entre nuestras filas que realmente creyeran que estábamos marcando la diferencia. Y entonces llegaste tú, Marvin.

Paldus lo miró a los ojos por primera vez desde que habían abandonado el comedor. Marvin pudo sentir una inmensa gratitud en los ojos del Swampert, que lo miraba como si estuviera presenciando un milagro.

—Tú eras la pieza que nos faltaba para completar el puzle —dijo, sin apartar la mirada—. Elina me ha hablado de tus poderes, y me ha hecho recuperar la esperanza de poder usar el Don de Sazira contra la Corporación; esperanza que había perdido al no haber signos de vida humana en Pellaria. Pero por obra de algún milagro de Arceus, tú, un Pokémon, has aparecido prácticamente delante de nuestra puerta con ese Don, y lo que es más importante, con unas intenciones nobles.

El Mudkip puso los ojos en el suelo unos instantes. De repente, se sentía pequeño e impotente, al no saber controlar su poder. Por primera vez comenzaba a darse cuenta de las implicaciones que su poder traía consigo. "Esto… es mucho más grande de lo que me imaginaba" pensó. "No me siento capaz de estar a la altura de tanta responsabilidad…"

—¿De… de verdad hay una forma de derrotar a la Corporación usando el Don? —preguntó entonces, volviendo a mirar a Paldus.

El Swampert retomó su postura original de cara al horizonte, con rostro pensativo.

—No estamos seguros —explicó—. La única forma en la que podría ser aprovechado a gran escala es mediante el uso de un objeto de leyenda, por lo que ni siquiera sabemos si es factible.

—¿Un objeto de leyenda? —inquirió Marvin extrañado— Suena algo absurdo.

—Lo es —respondió el corpulento Swampert—. Pero es todo lo que tenemos. Verás, la leyenda cuenta que los humanos se fueron de Pellaria para recuperar la capacidad de engendrar hijos, pero no es del todo cierto. Fuentes posteriores han declarado que, de hecho, fue un Pokémon el que les dijo que debían abandonar el país para recuperar su fertilidad. Les dio una piedra que supuestamente brillaría al acercarse al reino de Xerneas, y les indicó la ruta marítima que debían tomar.

—¿No deberían haber vuelto entonces? —preguntó Marvin— Elina me ha dicho que se fueron hace más de cien años. Parece tiempo suficiente para ir y volver.

—El problema está en que el camino que les dio era incorrecto, Marvin —contestó Paldus con pesar—. Los envió directos a un laberinto de rocas y niebla, y suponemos que todos ellos murieron ahogados. La piedra, además, era también falsa, pues nada tenía que ver con el reino de Xerneas. De hecho, se trata del objeto del que te estaba hablando antes. La piedra focal, según las leyendas, era un objeto ancestral que permitía amplificar el poder del Don para afectar a cientos de Pokémon al mismo tiempo. Por eso creemos que podría servir para derrocar a la Corporación de Inteligencia.

Marvin comenzó a conectar los puntos de la historia. "Si esa piedra puede usarse para derrotar a la Corporación, y el Don solo puede ser usado por los humanos... ¡espera!"

—Eso quiere decir… —comenzó tímidamente— que el que los envió hacia el laberinto de rocas se libró de la piedra, que podía derrotar a la Corporación, y de los humanos, que podían poseer el Don de Sazira. Eliminó por completo cualquier rastro del Don.

—¡Exacto! —exclamó Paldus— Eres más inteligente de lo que parece, pequeño Mudkip. Sí, esa sería la teoría más lógica, pero hay un pequeño problema: la Corporación no se revelaría hasta treinta años después, cuando Gars, el antiguo líder, estiró la pata. Fue su hijo Halfug (que no había nacido cuando los humanos se fueron) el que sublevó a la Corporación, y por eso no cuadra que alguien intentara librarse del Don antes de saber que la organización se iba a intentar apoderar del país.

Marvin asintió con la cabeza. Después de todo, tenía sentido. Los dos Pokémon anfibios se quedaron en silencio unos instantes, observando la puesta de sol. Paldus dejó escapar un segundo suspiro.

—Te he traído aquí porque quiero que sepas que cuentas con el apoyo del Equipo Esmeralda —dijo entonces, interrumpiendo el silencio—. Voy a llevar a cabo una investigación para encontrar otra piedra focal que nos permita amplificar tu poder y librarnos de este horror de una vez por todas. No te preocupes, será privada: ningún Pokémon fuera de los que tú quieras informar sabrá nada acerca de tus poderes. Aun así, te aconsejo llevarlo con algo de secretismo y sólo contárselo a Pokémon con los que tengas una gran confianza.

Marvin pensó automáticamente en Cynder, literalmente el único Pokémon fuera de los altos cargos de la Resistencia que conocía su Don. Tendría que informarlo de todo lo que había aprendido durante su conversación con Paldus.

—Ahora, si no te es molestia, deja a este viejo Swampert con sus pensamientos un rato, anda —dijo el líder del Equipo Esmeralda—. Tengo trabajo que hacer esta noche, y quiero tener unos momentos para mí. Me alegra que hayamos tenido esta conversación.

Marvin se fue sin despedirse, pues pensó que sería maleducado interrumpir los pensamientos de Paldus. El Swampert le abrió la puerta, pero tampoco dijo nada. Dejó que el cadete abandonara el balcón y se alejara por el pasillo.

Mientras descendía por la escalera de caracol, Marvin no podía evitar sentir el peso de la responsabilidad cayendo sobre él. Los nuevos datos que Paldus le había proporcionado le hacían plantearse una duda aterradora.

"¿Y si el que me borró la memoria y me convirtió en Pokémon lo hizo por el mismo motivo? ¿Y si me consideraban una amenaza y decidieron… quitarme de en medio?"


Un escalofrío le recorrió la espalda. No podía descartar la posibilidad de que uno –si no varios- de los sicarios de la Corporación de Inteligencia estuvieran tras su pista.

"No" pensó. "Deja de suponer tanto, ni siquiera sabes si fueron ellos los que te borraron la memoria. Lo último que necesita esta gente es que te muestres inseguro sin razón alguna. Ahora confían en mí para algo, y no puedo decepcionarles. Es la única forma de recuperar mis recuerdos".

La sensación de terror se disipó un poco tras aquel reconfortante pensamiento. Sin embargo, Marvin se dio cuenta de que era la primera vez desde que era un Pokémon que realmente tenía tiempo para detenerse un momento y pensar sobre su situación. Hasta entonces, había estado todo el tiempo de un lado para otro, sin detenerse y con las voces de otros Pokémon continuamente en sus oídos. Allí, en aquella escalera de caracol, estaba en paz por primera vez desde que tenía memoria.

Entonces, su reflexión se detuvo, ya que Lugnos apareció subiendo las escaleras. El Ampharos parecía algo preocupado; el sudor corría por su cara y su respiración era rápida y entrecortada.

—Vaya, hola Marvin —lo saludó el Pokémon eléctrico—. ¿Has visto a Paldus? Fui a buscarlo después de dar las noticias pero no lo he encontrado.

—Claro —respondió Marvin— está en el balcón.

—Vale, gracias —contestó Lugnos entre jadeos.

Durante unos incómodos instantes, Lugnos se apoyó contra la pared para descansar, y estuvieron en silencio mientras el Ampharos recuperaba el aliento.

—Bueno, Marvin —dijo, por fin—, tengo que irme a buscarlo. Que tengas una buena noche. ¡Nos vemos!

—Buenas noches, Lugnos—respondió Marvin con una sonrisa.

Lugnos le guiñó un ojo al Mudkip antes de continuar subiendo las escaleras y dejarlo atrás. Cuando llegó a la puerta del balcón, la golpeó tres veces. Paldus no tardó en abrirla y mirarlo de arriba abajo.

—¿Qué diantres te ha pasado, Lugnos? —preguntó, frunciendo el ceño—. Estás hecho un Garbodor.

—Tú eres lo que me ha pasado —saltó el Ampharos—. Fui a buscarte cuando acabaste de dar tu discurso y no te encontré. Llevo quince minutos buscándote por todas partes. Tenía miedo de que te hubieras ido por tu cuenta a hacer alguna locura.

Paldus soltó una carcajada y cogió a su amigo por el hombro.

—Esperaré por vosotros, no te preocupes —le aseguró—. ¿Están los demás listos?

Lugnos asintió.

—Incluído Rawkan. Creo que es la primera vez que llega a tiempo a una reunión en lo que lleva en la Resistencia.

Los dos rieron.

—Bueno, yo he tenido unas palabras con Marvin —dijo Paldus, cerrando la puerta—. Le he contado el tema de la leyenda y todo eso, y se lo ha tomado bastante bien. No quiero presionarlo demasiado, el pobre es solo un crío.

—Y un crío sin memoria, por si fuera poco —añadió Lugnos con un tono de severidad—. Creo que no deberías tener tantas esperanzas en el Don, al menos no a corto plazo.

—No he dicho que el plan fuera a corto plazo, Lugnos —le contestó Paldus, alzando las cejas—. De hecho, no tengo ningún plazo en mente. Pero hay que entrenarlo y curtirle. El mundo que le espera es uno muy feo, y apuesto a que la Corporación ya sabe algo sobre él. No podemos dejar que le pase nada, ni por él ni por nosotros.

Su compañero asintió lentamente. Comenzaron a avanzar hacia las escaleras con paso ligero. La tarea que los aguardaba esa noche no se iba a cumplir sola.



Cuando Marvin entró en la habitación de su equipo, se encontró a Cynder recontando los objetos.

—Hola, Marvin —lo saludó su amigo con tono alegre.

—Hola —correspondió el Mudkip—. Ya estás preparando la misión de mañana, por lo que veo.

—Sí —contestó Cynder con una sonrisa—. Rawkan nos ha asignado la misión de recuperar la reliquia familiar de un Persian en un sitio llamado Pradera Concordia. Tiene 6 sectores, así que no debería suponer un problema.

—¿Te ha dicho qué clase de Pokémon hay en ella? —preguntó Marvin, temiéndose otro territorio misterioso lleno de Pokémon tipo Planta.

—En su nota ponía que nos encontraríamos sobre todo con Pokémon de tipo Normal y algún que otro Pokémon venenoso —respondió Cynder, para alivio de su amigo—. Puede que algún Volador pequeño también.

Cynder acabó de guardar los objetos en la bolsa y miró a su amigo.

—¿Sabes? —dijo— Estoy muy tranquilo acerca de lo de mis padres. Antes tenía mucho miedo, pero ahora… ahora veo que estos Pokémon son muy fuertes, y dudo que haya contratiempos.

—Tú lo has dicho —corroboró Marvin, sonriendo—, son una gente muy competente. He hablado con Paldus y parece muy tranquilo. Va a salir bien, no te preocupes.

—Sí, ahora lo veo. En su nota, Rawkan me decía que eran profesionales y que no tenía que preocuparme por nada. Es un buen tipo —dijo Cynder. Alzó los brazos y soltó un largo bostezo—. Yo debería irme ya a dormir, porque dudo que duerma mucho por la impaciencia.

—Los dos deberíamos irnos a dormir —respondió Marvin—. Así nos despertaremos más temprano y podremos irnos rápido a hacer la misión. Buenas noches, Cynder.

Su amigo no respondió, pero le dirigió una sonrisa y le dio una palmada en la espalda mientras se dirigía hacia su habitáculo. Cogió una lona y tapó la piedra solar que iluminaba el lugar desde encima de la mesa. Marvin se dirigió hacia su propio dormitorio, se metió en cama y no tardó en quedarse dormido.



Marvin abrió los ojos. No sabía cuánto tiempo llevaba dormido, pero lo que sí sabía era que alguien lo había despertado. La figura familiar de un Marowak se hallaba en frente de su cama, de pie.

—¡Despierta, Marvin! ¡Venga, arriba! —dijo Rawkan en voz baja.

"¿Ya es hora de salir?"
se preguntó el Mudkip. Su reloj interno le decía que no.

—¿Nos vamos de misión temprano, Rawkan? —preguntó, adormilado, mientras se quitaba las sábanas de encima y se levantaba de la cama.

Cynder apareció al lado del Marowak.

—Marvin ¡acaban de volver del asalto al Fuerte Flarah!

"¡El asalto, es cierto!" pensó Marvin, recordándolo todo. Salió de la habitación, y Rawkan los invitó a sentarse en las sillas del cuarto comunal. Cuando apartó la lona de la piedra solar, pudieron ver que el Marowak tenía un brazo vendado, y que cojeaba un poco. Tampoco llevaba sus vainas ni su bolsa de viaje. Cogió una silla y se sentó enfrente de los dos miembros del Equipo Tormenta.

—Ha ido bien —dijo simplemente—. Hemos sacado a casi todos los Pokémon que mantenían encerrados.

El Marowak se giró hacia Cynder.

—Tu madre está bien, Cynder, está a salvo en Pueblo Papiro —le dijo, con tono de circunstancias—. Pero tu padre… cuando llegamos, ya se habían… encargado de él. No pudimos hacer nada. Lo siento.

Cynder se quedó mirando a la piedra solar del centro de la mesa, pensativo. No dijo nada. En unos instantes, comenzó a sollozar, y Rawkan se levantó de su silla para darle un abrazo reconfortante. Marvin, mientras tanto, decidió no intervenir y quedarse recostado en su silla. Poco a poco, los tres Pokémon se quedaron dormidos.



—¡YAAAAAARGH!

La cuchilla de Zipher impactó contra la roca, causándole una mella. El metal que la formaba reflejó los destellos de la luz de la mañana cuando la retiró de la pared.

—¿Cómo habéis permitido que pasara eso? —gritó enfurecido, girando la cabeza hacia el grupo de Pokémon que yacían cabizbajos enfrente suya— ¡Nos vamos un día y no sólo se apoderan del fuerte, sino que además liberan a los prisioneros! ¿Cómo habéis podido ser tan ineptos?

Un Charmeleon decidió dar un paso adelante para explicar la situación.

—Cre… creemos que fue un espía, señor —trató de explicarse—. Er… no sabemos exactamente cómo, pero suponemos que se ha filtrado la información de que usted y el comandante Gront abandonaban el fuerte con parte de sus tropas, y bueno… han aprovechado la oportunidad.

Gront decidió intervenir. El Garchomp había estado sentado en una de las sillas de piedra del campo de entrenamiento desde que los fugitivos llegaron con las noticias.

—Si ese fuera el caso, tendría sentido —dijo—. No se habían atrevido a atacarnos antes, y parece una coincidencia demasiado grande que ataquen el fuerte precisamente la noche después de que nosotros lo abandonemos.

Zipher no dijo nada. Miró enfurecido a la muchedumbre, alzando una de sus cuchillas.

—Ahora vais a decirme todo lo que sepáis sobre las bajas y los prisioneros que esos traidores se hallan llevado —sentenció—. Y, cuando hayáis acabado, voy a…

—No harás nada, Zipher.

La interrupción los tomó a todos por sorpresa. Todas las cabezas se giraron hacia el punto del que provenía la voz, la entrada del patio. Allí, entre dos robustos Gigalith, yacía un Hypno apoyado en un bastón de hierro.

—¿No os da vergüenza? —soltó, con una pegajosa y siniestra voz— ¡Llego a mi querida Torre Negra después de tanto tiempo y lo primero que veo es a uno de mis recién asignados comandantes amenazando a los fugitivos!

Zipher hizo una reverencia. Gront, a regañadientes, se levantó e hizo lo mismo.

—Lo lamento, lord Meruclus —dijo Zipher—. No volverá a ocurrir.

Meruclus no dijo nada. Se separó de sus guardaespaldas Gigalith y se acercó al Bisharp. Lo miró de arriba abajo.

—Me han hablado muy bien de vosotros dos —dijo, mirándolo a los ojos—. Pero lo cierto es que… no me gusta tener comandantes del tipo Siniestro ¿sabes, Zipher? No puedo saber en qué están pensando… no puedo adivinar qué engranajes giran en sus pequeñas cabecitas, y eso me preocupa. Me hace desconfiar.

Zipher no supo qué responder. Gront, sin embargo, intervino.

—No se preocupe por él, señor —dijo, con el mejor tono servicial que era capaz de poner—. Ha sido fiel durante veinte años. Lo sé porque trabajé con él durante ese tiempo.

El Hypno le lanzó una mirada amenazadora. Gront sintió que estaba rebuscando en su cabeza.

—Entonces tendré que confiar en ti, Gront —replicó, con un tono casi sarcástico—. Vigila a esta fiera que tienes por compañero. Puedo ver que no te caigo del todo bien, pero eso se arreglará… con el tiempo. Oh sí, tiempo. Vamos a tener mucho de eso. Y yo voy a poder ver lo que pasa en tu cabeza. Así que si pasa algo que no me guste… lo sabré. Lo sabremos.

Gront asintió con la cabeza, algo confuso por el discurso de su general. Meruclus sonrió y le dio un pequeño cachete en la cara al Pokémon Dragón.

—No es que no me fíe de vosotros —añadió, sin dejar de sonreír—, es tan sólo que no me fío de vosotros.

Los Pokémon de la muchedumbre se miraron extrañados ante la curiosa forma de hablar del Hypno. Él lo notó, y, señalando la puerta con su bastón, los invitó a entrar en la fortaleza.

—Pasad, pasad… —dijo— tenemos muchas cosas de las que hablar. Y no tardéis mucho, ya que quiero empezar con mi plan cuanto antes. Arceus sabe cuánto nos puede llevar.

Cuando los Pokémon entraron, el Hypno les hizo una señal con la mano a sus comandantes para que se acercaran.

—Veréis, aquí trabajamos de una forma un poquito especial. Cuando hay algún prisionero u Pokémon inútil, se me trae a mí para que yo lo interrogue. Cuando dejen de sernos útiles, yo me encargaré de que se conviertan en... miembros productivos de nuestra pequeña comunidad.

La forma en la que dijo esa última frase no le gustó a Gront. Sin embargo, no dijo nada. No convenía hacer enfadar a aquel energúmeno.

—Haced lo que tengáis que hacer —añadió Meruclus—. Quiero veros en media hora en el comedor. El desayuno es una buena forma de conocer a un Pokémon.

Tras dedicarles otra de sus grimosas sonrisas, indicó a los Gigalith que montaran guardia en la entrada del patio. Luego, con un portazo cerró la puerta y desapareció de la vista.
« Última modificación: 06 de Enero de 2016, 09:55:59 am por IDG »
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #7 en: 29 de Enero de 2016, 07:13:10 am »
Capítulo 7: LEGADO

Rawkan cerró la puerta del habitáculo de Cynder. Respirando hondo, miró a Marvin, que lo estaba esperando fuera.

—Muy bien, Marvin —dijo—. Vamos a hacer una cosa: ya que Cynder no se encuentra en condiciones de salir de exploración, vas a tener que ir con algún equipo de entrenamiento en alguna otra misión. ¿Con quién os fuisteis ayer?

—Con Winona y Flass, del… Equipo Rastros, creo que se llamaba —dijo Marvin.

—El Equipo Rastros… —repitió Rawkan, pensativo— Creo que su líder es Grindar. Voy a hablar con él mientras tú desayunas. Cuando te vayas de misión con ellos, llevaré a Cynder a Pueblo Papiro para que vea a su madre. En cierto modo, creo que se lo debo.

Marvin asintió lentamente. Por un lado, quería entrar y despedirse de su amigo antes de salir, pero suponía que eso sólo lo molestaría. Cynder se había quedado dormido entre sollozos, y temía que ir a hablar con él le provocara un llanto de nuevo.

Rawkan le entregó la bolsa de viaje a Marvin, junto con la llave de la habitación. El Marowak tenía una copia, como instructor suyo que era, por lo que no necesitaba la original.

—No me esperes —añadió—. Sal directamente con el Equipo Rastros cuando hayáis acabado de comer. Y ahora date prisa y ve a buscarles al comedor, ¡no vaya a ser que se marchen sin ti!

Marvin se despidió del Marowak a toda velocidad y abandonó rápidamente las oficinas generales, corriendo hacia la escalera de caracol. Con una impresionante maestría, logró evitar a todos los Pokémon con los que se encontraba sin chocar con ninguno durante su descenso.

Aunque tardó en localizar a los miembros del Equipo Rastros entre la muchedumbre, finalmente logró identificarlos sentados en una mesa de la esquina del comedor, junto con unos cuantos Pokémon más.

—¡Chicos! —exclamó Marvin acercándose a la mesa a toda velocidad.

—¡Hola, Marvin! —lo saludó Winona, vivaracha— ¿A qué viene tanta prisa?

—Cynder está… indispuesto y no va a poder venir conmigo a hacer una misión, así que Rawkan me ha dicho que os acompañe en la misión que tengáis pensado hacer hoy —explicó Marvin.

Flass fue el primero en reaccionar.

—Dudo que haya problema con eso —contestó—. ¿Has hablado ya con nuestro entrenador?

Marvin titubeó.

—Er… yo no, pero Rawkan ha ido a hablar con él —respondió finalmente—. Me ha dicho que saliéramos sin esperar su confirmación.

—Pues la que se va a liar —dijo Winona con una risita—. Grindar y Rawkan no pueden ni verse sin que haya un conflicto.

—¿Y eso por qué? — inquirió Marvin, sorprendido.

—Bueno —Winona puso los ojos en blanco—, digamos que tuvieron una pelea hace unos meses, y Grindar dijo unas cosillas algo insultantes sobre su madre.

—Por cierto, Marvin —la interrumpió Flass—. Queríamos daros las gracias por vuestra actuación de ayer en los Jardines. Si no fuera por vosotros, quién sabe lo que habría pasado en aquel nido de monstruos.

A Marvin lo tomó por sorpresa el comentario.

—No… no es nada, Flass —contestó, quitándole importancia—. Vosotros habríais hecho lo mismo. Además, he ido a visitar a Wilder y me ha enseñado un movimiento de tipo Hielo, así que no tendremos problemas en enfrentarnos a Pokémon de tipo Planta.

—¡Te dije que era un buen profesor! —dijo Winona— De todas formas, aunque no creo que haya Pokémon de tipo Planta en el sitio al que vamos, puede que haya algún tipo Tierra, así que nos será útil tu nueva técnica.

—Y… ¿a dónde vamos? —preguntó Marvin.

Winona sacó el mapa de su bolsa y lo desplegó en la mesa, apartando patosamente los platos casi vacíos.

—Pues mira —respondió, haciéndose la interesante—, se trata de un sitio llamado Ruinas de Virmis. Dicen que antes de convertirse en un territorio misterioso, era un poblado habitado por los Pokémon antiguos. Queda un poco lejos, así que supongo que volveremos poco antes del anochecer.

Señaló un punto en el mapa señalado con un nombre que Marvin no pudo leer, ya que estaba en ese extraño lenguaje que no comprendía. No obstante, asintió con la cabeza en señal de comprensión.

—Saldremos en un momento —dijo Flass, masticando una manzana—. Tan solo dejad que me acabe esto.

Una vez que Flass hubo terminado su desayuno, el equipo abandonó el comedor y se dirigió a las salidas. Cuando abandonaron la base, pudieron comprobar que el Sol apenas acababa de salir. El cielo, algo nublado, estaba lo suficientemente iluminado como para que su camino transcurriera sin problemas. A lo lejos se podía ver una serie de colinas que bloqueaba la vista del horizonte.

El camino de tierra que se extendía ante ellos los dirigía al oeste, lejos de los territorios controlados por la Corporación y perdiéndose entre las colinas. Marvin supuso que todas las misiones que hacían los equipos más novatos se localizarían o bien en las cercanías de la base o bien en el oeste de la misma, para evitar que los más jóvenes cayeran en las garras de la Corporación.

—Vamos a tener una buena hora de camino —explicó Winona, estirando los brazos—. Las Ruinas están algo lejos, pero apenas tienen unos seis pisos. Va a ser pan comido. Al menos hasta que encontremos a esos criminales.

Marvin se detuvo en seco al oír aquello.

—¿Criminales? —preguntó, confuso— ¿Qué criminales?

Flass se acercó a él.

—La misión consiste en recuperar unos objetos robados por un par de criminales que se esconden en la zona de reposo de las Ruinas —le explicó con tono tranquilizador—. Tranquilo, no serán difíciles de vencer: la misión es de rango E. No deben ser unos criminales con mucha experiencia…

Winona soltó un gruñido.

—Puede que no, pero no se van a quedar esperándonos allí ¿verdad? —soltó con molestia en su voz—. En la hoja ponía que frecuentabanel lugar, no que fueran a estar allí de por vida. Así que ¡en marcha, chicos!

Tras decir esto, la Buizel se adelantó y comenzó a andar por el camino de tierra. Flass miró a Marvin alzando las cejas, el equivalente de muchos Pokémon sin extremidades de encogerse de hombros. Los dos Pokémon comenzaron a seguirla.

—Por cierto —decidió preguntar Marvin— ¿A qué os referíais con "zona de reposo" de las Ruinas Virmis?

Antes de que Flass pudiera contestar su pregunta, Winona lo miró por encima del hombro para responder ella misma.

—Eso es conocimiento básico de territorios misteriosos, Marvin —lo reprendió—. Pero bueno, siendo un Mudkip que desconoce hasta su propia biología, no me extraña que tengas ese tipo de dudas.

A Marvin no le gustó aquel comentario. Sin embargo, Winona rió e hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.

—Algunos territorios misteriosos —explicó— tienen una zona intermedia en la que la anomalía que los cubre se disipa. Eso es lo que los exploradores llaman "zona de reposo". Básicamente se trata de sitios en los que puedes quedarte todo el tiempo que quieras, ya que no serás atacado por ningún Pokémon salvaje. Aun así, si un explorador llega a la zona de reposo puede localizarte.

—Los ladrones suelen usarlas como escondrijos —añadió Flass— ya que los Pokémon salvajes que viven en los territorios misteriosos sirven como una suerte de barrera natural.

Marvin asintió. Tenía bastante lógica que usaran los territorios misteriosos como escondite, ya que los equipos de resistencia irían a buscar algo en concreto y luego abandonarían el lugar sin pararse a buscar la zona de descanso.

La mayor parte del viaje pasó excepcionalmente rápido y sin muchas complicaciones. Marvin se enzarzó en interesantes conversaciones acerca de los territorios misteriosos con Flass y Winona, lo que hacía la caminata bastante más amena. El paisaje, no obstante, había cambiado para convertirse en una zona más escarpada, con algunas formaciones rocosas de curiosas formas a ambos lados del camino. Además, se cruzaron con un número considerable de Pokémon, comerciantes y viajeros por igual, que atravesaban la zona.

—Las rocas que puedes ver por ahí —dijo Winona, señalando las curiosas rocas que rodeaban el camino— no son naturales. Nos lo explicó Grindar la primera vez que pasamos por aquí. Fueron colocadas por los habitantes del asentamiento que eran antes las Ruinas Virmis antes de convertirse en un territorio misterioso.

Marvin observaba maravillado las formaciones de roca, de varios metros de altura. Los Pokémon que las habían colocado allí debían ser increíblemente fuertes. También se dio cuenta de que el camino descendía, y que estaban acercándose a una zona cubierta de lo que parecían ser restos de antiguos edificios. Pronto pudo presenciar la entrada a las Ruinas: un arco situado en la base de un altísimo muro de piedra.

—Bueno, aquí estamos —comentó Flass, satisfecho—. Nuestro objetivo es llegar a la zona de descanso, así que procuraremos no dar demasiadas vueltas por el territorio: iremos directos al grano.

—Y, a todo esto —añadió Winona—. Marvin ¿quieres ir delante?

La pregunta pilló desprevenido a Marvin, que creía que la orgullosa Buizel lideraría la marcha.

—Bueno… —titubeó— De acuerdo. Pero necesitaré que alguien me susurre consejos al oído, si no es mucho pedir.

Los tres Pokémon rieron. Marvin alzó la vista para mirar el arco de piedra que servía como entrada del territorio misterioso, de unos cinco metros de altura y otros cuatro de ancho. Sin muchos preámbulos y con Winona y Flass justo detrás de él, avanzó hacia el interior del territorio.

Nada más entrar, el aire viciado y pesado típico de los territorios misteriosos llenó sus pulmones. El panorama era curioso: los caminos se conformaban entre los edificios semidestruídos y las columnas de piedra, acompañadas de diversos montones de rocas. Todo estaba cubierto de una capa de tierra y polvo bastante espesa, dándole un aspecto desolado al territorio.

—Tenemos que tener cuidado —advirtió Winona desde detrás de Marvin—. Es posible que salga algún Pokémon de tipo Fantasma de entre las paredes.

Marvin tragó saliva mientras empezaban a caminar, con la vista puesta en el frente. El lugar parecía bastante tétrico y árido, y daba la sensación de que nada pudiera sobrevivir en él. Marvin pensó que tal vez por eso había Pokémon del tipo Fantasma.

Tras unos buenos cinco minutos de andadura, el grupo llegó a un camino sin salida. Marvin se detuvo y les hizo una señal con la cabeza a sus compañeros, pues al final del camino había un extraño Pokémon marrón. Tenía forma de peonza y no dejaba de balancearse de un lado a otro. No obstante, no parecía que los hubiera visto.

—Es un Baltoy —dijo Flass—. Son bastante peligrosos si les damos tiempo.

—Pues parece bastante frágil —objetó Marvin, inclinando la cabeza.

—Lo es —añadió Winona, cruzando los brazos—. Pero el problema de los Baltoy radica en que, si te ven, llamarán a sus compañeros con una onda psíquica, y antes de que te des cuenta estarás rodeado de ellos y sin posibilidad de huir. Sugiero que lo ataquemos rápido y no le demos tiempo a llamar a nadie.

Marvin asintió. Dio unos pasos hacia delante, evitando hacer ruido y llamar la atención del Baltoy. Sin embargo, cuando iba a lanzar una pistola de agua, Winona lo detuvo.

—En vez de soltar un proyectil, trata de hacer una "O" con la boca al disparar el agua —le aconsejó—. Llegará más lejos.

Marvin hizo lo que la Buizel le decía, y de su boca salió un aro de agua a toda velocidad, que golpeó al Baltoy de lleno. El Pokémon psíquico cayó al suelo, confundido y tomado por sorpresa. Mientras se levantaba usando sus poderes, Winona corrió hacia él y le propinó un potente golpe con su cola, cargada de energía de Agua. El Baltoy cayó de nuevo al suelo, esta vez inconsciente.

—¡Muy bien, chicos! —los felicitó Flass—. Lamento no ser de más ayuda, pero… no es que conozca muchos movimientos, la verdad.

Marvin le quitó importancia al asunto dándole unas palmadas en la espalda. Winona volvió con el grupo y le dio un codazo al Weedle, riendo.

—No te preocupes, Flass, yo te aprecio igual —dijo—. Ahora tenemos que buscar otro camino. ¡Guíanos, Marvin!

Y con esto, el equipo se puso en marcha de nuevo, esta vez en la dirección contraria.



Cynder masticaba la comida de mala gana. No tenía hambre. Sin embargo, debía comer algo, ya que la atenta mirada de Rawkan, sentado en frente de él, lo hacía sentirse obligado a tragar.

El Marowak, por su lado, apenas había dicho algo desde que habían salido a desayunar. Engulló el desayuno como si no hubiera comido en días y se dedicó a vagar con la mirada por todo el Comedor, casi vacío a causa de los horarios de muchos equipos.

Entonces, Cynder vio a un Pokémon conocido entrando en el Comedor por una de las puertas principales. Elina la Espeon, con su gracilidad y elegancia habituales, atravesaba la puerta acompañada de Kroven, su asistente temporal. Rawkan no tardó en darse cuenta de que su protegido miraba a un punto detrás de él.

Elina se sentó elegantemente al lado de Marowak, mirándolo con sus profundos ojos.

—Querido Rawkan —dijo, con forzada educación—, me he enterado de que planeas llevar a Cynder a ver a su madre en Pueblo Papiro.

—En efecto —asintió Rawkan—. Y tengo autorización de Paldus y de Astrid, así que no necesito que vengas a darme la…

—Venía a preguntarte si podías llevar también a mi asistente Kroven —la interrumpió la Espeon—. Me gustaría poder ir yo misma, pero gracias a nuestro amigo Meruclus ahora tengo demasiado trabajo como para hacerlo.

Rawkan estaba visiblemente sorprendido. Sin embargo, no tardó en acceder.

—Claro —contestó finalmente, con la misma educación falsa que la Espeon había usado antes—. Un placer quitarte trabajo de encima.

Elina abandonó la mesa con brusquedad. Cynder no sabía por qué, pero había algo de rencor entre aquellos dos. La tensión entre ellos podía haberse cortado con la guadaña de un Scyther.

—Cuidad bien de Rawkan —soltó Elina mientras se iba—. Es propenso a meterse con cosas que no sabe manejar.

Rawkan dejó escapar un gruñido mientras Kroven se sentaba y le estrechaba el ala.

—¿A quién vas a ir a ver tú? —preguntó Rawkan.

—Al único miembro de mi equipo que ha sobrevivido —dijo el Murkrow con pesar—. Me separé de ellos en el incendio y esta mañana Elina me ha contado que solo ha sobrevivido el líder.

Cynder lo miró con tristeza. Sabía que no podía compararse con perder a un padre, pero aun así debía ser duro perder a todos tus compañeros de exploración de una vez. Mientras pensaba esto, se dio cuenta de que Kroven lo estaba mirando.

—Sé a quién vas a ver tú —le dijo—. Elina me lo ha contado. Lo siento mucho, de veras.

Cynder asintió pesadamente con la cabeza. No quería hablar de ello, pero sabía que muy probablemente acabaría llorando otra vez cuando viera a su madre.

Los tres Pokémon abandonaron el comedor antes de que Cynder acabara, ya que no podían quedarse allí toda la mañana. Aunque Cynder creía que el Rawkan los llevaría a las salidas comunes para los equipos de resistencia, pero en su lugar les indicó el camino que llevaba a las escaleras de caracol. Mientras bajaban, comenzaron a hablar.

—Rawkan ¿vamos a usar una salida alternativa? —preguntó Cynder, dándose cuenta de esto.

—Algo así —contestó el Marowak—. Verás, vamos a usar el centro de teletransporte. Es mucho más rápido y seguro en este caso.

—Ignoraba que la Atalaya poseyera un centro de teletransporte —comentó Kroven, frunciendo el ceño.

—La tenemos —afirmó Rawkan—. Pero no solemos usarlo a causa de que los teletransportes a lugares lejanos acostumbran a salir mal. Por eso nuestros teletransportadores solo se atreven a hacerlo en un radio pequeño. Y ya que Pueblo Papiro queda cerca de aquí y que mi pierna no está demasiado bien, creo que será mejor ir vía teletransporte.

Cynder asintió en silencio mientras llegab al centro de teletransporte. Se trataba de una única habitación algo más grande que el banco de objetos, pero con una iluminación considerablemente mejor. Varios Pokémon psíquicos se hallaban sentados en el suelo de la cámara, algunos de ellos meditando. Uno de ellos, un Kadabra, se dio cuenta de su presencia y se acercó levitando.

—Buenos días, Rawkan y compañía —saludó, con una voz grave pero gentil—. Espero que las heridas que te fueron infringidas anoche no fueran muy graves…

—No te preocupes, Suh —contestó el Marowak—. Sólo fueron unos rasguños. Te traigo a dos Pokémon que van a visitar a los fugitivos. Espero que no sea mucho problema que nos teletransportes.

El Kadabra les dedicó una mirada a Kroven y Cynder. Alzó una ceja.

—Me dejará bastante débil teletransportar a un Siniestro —dijo finalmente—, así que tendréis que esperar un poco más de lo que quizás desearíais para que yo pueda recuperar mis energías… tal vez una hora ¿Es eso un problema?

Rawkan se encogió de hombros.

—Dudo que a estos dos les moleste pasar un tiempo más con sus seres queridos —respondió—. Recuerdas el refugio, así que no debería haber problemas ¿verdad?

—Por supuesto —asintió Suh—. Soy un Kadabra, amigo mío. Nuestra memoria es larga como el tiempo.

Entonces, el Kadabra les indicó que se situaran en un punto en frente de él y, cerrando los ojos, comenzó a concentrarse. Cynder comenzó a sentir un extraño cosquilleo por todo su cuerpo, justo antes de que todo se volviera blanco.



El suelo tembló con la caída del poderoso Graveler. El poderoso Pokémon de Piedra había sido tumbado por un potente hidropulso.

—¿Está debilitado? —preguntó Flass desde la distancia— No me gustaría que se levantara de repente y me golpeara con una piedra.

—Tranquilo, Flass —respondió Marvin, examinando al robusto Pokémon de cuatro brazos—. Éste no se va a levantar en un buen tiempo.

Flass suspiró aliviado. Los dos primeros sectores del territorio habían sido bastante llevaderos y con pocos enemigos, pero el pobre Weedle no había tenido oportunidad de ayudar demasiado a sus amigos a causa de la falta de variedad de sus movimientos. Sus compañeros de equipo le habían dado la bolsa durante su paso por el segundo piso para intentar que no se sintiera tan inservible, pero apenas había tenido que usar objetos un par de veces.

—Por cierto, Marvin ¿qué le pasó a Cynder? —preguntó Winona—. Ayer estaba bastante bien, al menos cuando fuimos a explorar.

Marvin se detuvo en seco. Antes de responder, se paró a pensar en su amigo. No creía que fuera lícito hablar de él a sus espaldas, y menos sobre un tema que desconocía si su amigo quería revelar a dos Pokémon que apenas conocía del día anterior. Por lo tanto, decidió responder con alguna mentira plausible.

—Su estómago le jugó una mala pasada —dijo, tratando de sonar lo más creíble posible—. Cenó demasiado y por la mañana era incapaz de andar sin sentir un pinchazo dolorosísimo en el vientre.

—Una vez me pasó algo parecido —intervino Flass—. Fue horrible, porque Grindar me obligó a salir de exploración igual y tuve que caminar todo el día con el dolor de estómago.

—La peor parte me la llevé yo —bromeó Winona—, que tuve que aguantarlo durante el camino por toda la mazmorra.

Los tres rieron con la broma de la Buizel. Afortunadamente, el tema se dejó ahí y ninguno de los miembros del Equipo Rastros volvió a mencionar a Cynder.

El grupo había encontrado una cantidad de objetos considerable durante su exploración. Dispersados por el suelo de la mazmorra había una variedad de objetos como gravelerrocas, semillas y alguna que otra esfera mágica. Winona examinaba cada objeto que se encontraban y decidía si era útil o no, de modo que no guardaban ni la mitad de los que se topaban.

El equipo llegó a una zona de las ruinas que se abría en un pequeño descampado con apariencia tranquila. Al final del descampado, se podía apreciar la puerta para acceder al siguiente sector.

Marvin, que había estado notando el hambre en su estómago desde hacía un buen rato, les propuso a sus compañeros detenerse y comer algo, ya que estaban a punto de entrar en el tercer sector.

—Es extraño —comentó—. No hace tanto tiempo que he comido como para tener tanta hambre.

—Eso es un efecto del territorio misterioso —dijo Winona mientras rebuscaba en la bolsa que Flass llevaba—. Su aire pesado y su ambiente hacen que gastes más energías y que tengas hambre mucho más rápido.

Dicho esto, la Buizel sacó unas manzanas pequeñas de la bolsa y las repartió entre sus compañeros. El grupo apenas se detuvo cinco minutos, ya que no querían que apareciera un inoportuno Pokémon salvaje. Cuando acabaron de comer, cruzaron el arco y se dirigieron al siguiente sector del territorio.

El nuevo sector no era en absoluto como cualquier otro que Marvin hubiera visto antes. Normalmente, el territorio creaba complejos y laberínticos caminos con alguna que otra sala cada varias decenas de metros, pero en aquella ocasión era simplemente un terreno rectangular de un tamaño exagerado, delimitado por los pilares y estructuras semidestruídas. El sector era tan solo una enorme sala rectangular, con algunos Pokémon pequeños merodeando unos metros más allá.

—Vaya —comentó Flass—. He visto esto antes. A veces, por un motivo desconocido, el territorio genera un sector formado por una sola sala. Es algo muy curioso, pero por lo general es algo bueno para los exploradores.

Winona lo miró desconcertada.

—Entonces será mucho más fácil encontrar el arco, digo yo —dijo— . Aunque deberíamos evitar pelear contra los Pokémon de la zona.

—Iremos pegados a la pared —soltó Marvin, que hasta el momento parecía haber estado ajeno a la conversación—. Aunque tardemos un poco más, los Pokémon no nos van a molestar.

Sus compañeros accedieron, y el equipo se puso en marcha rozando las paredes. Aunque tuvieron que tumbar a un grupo de Sandshrew que se les acercaron demasiado, no tuvieron problema en encontrar el arco y atravesarlo.

La familiar estructura laberíntica volvió a materializarse ante sus ojos una vez pasaron por debajo del arco. Dos caminos se extendían ante ellos, y Marvin decidió coger el de la derecha.

No tardaron en encontrarse en una pequeña sala con varias salidas. Sin embargo, no tuvieron tiempo para apreciarla, ya que una figura azulada voló en su dirección, golpeando de lleno a Flass y derribándolo.

Winona y Marvin se pusieron en guardia, listos para contraatacar. Cuando la figura se detuvo en el aire, pudieron ver que se trataba de un extraño Pokémon azul verdoso, con forma de campana y la piel recubierta de acero. Dos enormes ojos rojos los miraban desde la parte inferior de su cuerpo.

—¡Es un Bronzong! —exclamó Winona— Marvin, yo me encargo de él, me he enfrentado a alguno. ¡Tú ve a ayudar a Flass!

Marvin corrió hacia su amigo caído sin pensárselo dos veces. El pobre Pokémon bicho había recibido un impacto potente, y se tambaleaba intentando levantarse. La bolsa yacía en el suelo, a unos pasos de él.

—¿Estás bien? —preguntó Marvin, ayudándolo a levantarse.

—Sí, estoy… bien, es sólo que… no me lo esperaba —dijo el Weedle con voz entrecortada.

Se giraron para ver a Winona, que esperaba a que el Bronzong hiciera su primer movimiento. No obstante, el Pokémon de Acero no tenía la más mínima intención de golpearla a ella, ya que ignoró por completo a la Buizel y se lanzó de nuevo contra Flass. Marvin, viéndolo venir, se arrojó contra su compañero, tirándolo al suelo y evitando la embestida del Pokémon, que daba vueltas en el aire.

—¡Está intentando debilitar a Flass primero porque sabe que es el más débil a sus ataques! —dijo Winona.

Y, en efecto, el Bronzong volvió a cargar contra Flass, esta vez lanzándose en bomba desde el aire. Flass rodó para esquivar el golpe, que falló por muy poco. Marvin, aprovechando que su enemigo estaba por fin en el suelo, le lanzó un hidropulso. El Bronzong, sin apenas reaccionar ante el impacto, se levantó y disparó un rayo de energía psíquica hacia él.

Y entonces Marvin sintió el impacto de un ataque de ese calibre por primera vez. La cabeza le deba vueltas a la vez que su cuerpo sufría el dolor del golpe y se veía arrastrado hacia atrás por su potencia.

El efecto no duró demasiado, pero logró apartarlo del combate durante unos segundos. Cuando se incorporó, recuperando el equilibrio, el Bronzong ya había cargado contra Flass de nuevo. Y esta vez le había dado.

Flass cayó de nuevo al suelo, esta vez soltando un chillido. Winona, soltando un aullido de furia al ver a su amigo caído, saltó contra el Pokémon salvaje, golpeándolo con su cola. Marvin, habiendo recuperado plenamente la conciencia, atacó al Bronzong con su propio ataque, un proyectil de agua que golpeó a su adversario en la cara.

El Pokémon retrocedió, pero estaba lejos de caer derrotado. Esta vez, sin embargo, no se lanzó de nuevo contra ellos, sino que se detuvo en el aire. Mientras Winona y Marvin se ponían delante del derribado Flass para protegerlo. El Bronzong comenzó a emitir una energía extraña, y antes de que el equipo pudiera darse cuenta, la lanzó contra ellos.

Marvin rodó lateralmente para evitar el ataque psíquico, que impactó en el suelo. Winona saltó hacia el Bronzong, evitando ágilmente su ataque y propinándole un colmillo helado en uno de sus apéndices. El Pokémon de Acero se agitó en el aire, tratando de librarse de la dentadura de la Buizel.

Este fue el momento que Marvin eligió para atacar. Cargó un potente hidropulso en su boca y lo lanzó con toda su fuerza hacia su adversario. Esta vez el ataque impactó con mucha más fuerza, tirando al Bronzong al suelo. Winona saltó en el aire justo antes del impacto, para dispararle un certero proyectil de agua al Bronzong.

Tras el impacto, el único sonido que se escuchaba era el de los jadeos de ambos Pokémon de agua. Winona aterrizó al lado de Marvin, todavía alerta por si el Bronzong se levantaba. Esto no ocurrió, pues el Pokémon había dejado de moverse totalmente. Winona rompió el silencio con un grito.

—¡Toma ya, Marvin! —gritó eufórica, rodeando al Mudkip por el cuello.

Marvin, aunque algo molesto por el brusco gesto, se sentía genial. La adrenalina le corría por las venas a toda velocidad cada vez que recordaba la potencia de su impacto contra el Bronzong. Ser un Pokémon no estaba nada mal, después de todo.

Entonces se dieron cuenta de algo. Flass no se había movido desde el último ataque del Bronzong. Se giraron para mirar a su compañero, que todavía yacía en el suelo a unos metros de ellos.

—¡Oh, no! —exclamó Winona, corriendo hacia su amigo y arrodillándose sobre su cuerpo.

Cuando Marvin se acercó, pudo ver como Winona agitaba el cuerpo inconsciente de su amigo para tratar de despertarlo.

—¡Maldita sea! —maldijo la Buizel—. Se ha desmayado. El territorio misterioso no tardará en expulsarlo…

Antes de que pudiera terminar la frase, el cuerpo de Flass lanzó un destello que los cegó durante unos instantes. Cuando la luz desapareció, Flass ya no estaba allí.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Marvin, un poco asustado.

Winona no contestó inmediatamente. Suspiró y recogió la bolsa que apenas unos minutos antes llevaba su amigo. Cuando se giró para mirarlo, Marvin pudo notar un atisbo de ira en sus ojos.

—Empieza a molestarme tu falta de formación en cuanto a explorar mazmorras, Marvin —dijo, cruzando los brazos—. Hay algo que me huele bastante mal acerca de ti, y más te vale que empieces a cantar o juro que te dejo aquí mismo.

Marvin se quedó algo embobado ante el cambio de humor de su amiga. Ignoraba si llevaba todo el tiempo pensando acerca de eso, o si había sido la pérdida de Flass lo que la había hecho reaccionar así, pero en cualquier caso lo estaba metiendo en una situación muy comprometida. Decidió proceder con cautela.

—Te lo voy a contar —dijo, respirando hondo—. Pero no se lo puedes contar a nadie. Si Elina se entera de que se lo he contado a alguien, me puedo meter en serios problemas.

Winona arqueó las cejas. Lo miro durante unos incómodos segundos, pero luego se encogió de hombros y asintió.

—De acuerdo —dijo finalmente—. Y, para tu información, Flass estará bien. El territorio misterioso expulsa a los intrusos cuando quedan inconscientes. Es su forma de limpiar el terreno.

Marvin asintió. Retomando la marcha, con la Buizel a su lado, se dispuso a hablarle a su compañera acerca acerca de sí mismo.

—Tengo amnesia —comenzó, simplificando su problema—. Lo primero que recuerdo es despertarme en un claro, con Cynder mirándome. Lugnos y Paldus nos encontraron nos encontraron y nos llevaron a la Atalaya.

Winona no dijo nada, pero sus ojos lo miraban atentamente. Marvin continuó sin esperar una respuesta. No obstante, decidió guardarse los detalles acerca del Don de Sazira y el asalto al Fuerte Flarah.

—Elina descubrió que me han extraído memorias, y cree que ha sido cosa de la Corporación. Por eso me consideraron valioso y me dejaron formar un equipo sin mezclarme con los equipos de entrenamiento. Quieren que aprenda a valerme por mi cuenta.

Parecía que la Buizel estaba convencida con su historia.

—Sabía que ocultabas algo interesante —dijo —. ¿Te imaginas? Puedes tener un secreto enorme escondido en tu memoria… ¿te ha dicho la Maestra Psíquica cómo puedes recuperarla?

—Me ha dicho que es posible que lo tenga la Corporación —repitió Marvin— pero no me ha dado datos concretos. Pero sí, me gusta imaginar que tengo algo interesante escondido en esa memoria mía.

La tensión del aire se disolvió rápido mientras los dos Pokémon comenzaban a fantasear sobre lo que podría estar oculto en los recuerdos de Marvin. Aunque algo afligidos por Flass, que según el reglamento de la Resistencia debía esperarlos en la salida del territorio, los dos miembros restantes del equipo estaban bastante más animados y conversaron alegremente durante su camino hasta el siguiente sector.



El poderoso resplandor se disipó, y de pronto Cynder se encontraba en un lugar totalmente distinto. Era una especie de pasillo de piedra, con antorchas situadas a lo largo de las paredes. No había ventanas que dejaran entrar la luz del sol, por lo que supuso que se encontraban en el refugio escondido del que había hablado Rawkan. Detrás de ellos había una gran puerta de acero con una pequeña ventana cerrada en la parte superior, semejante a las que había a lo largo del pasillo.

El Cyndaquil sentía una extraña sensación de mareo en su cabeza, como la que produce una subida de sangre al cerebro tras estar un tiempo boca abajo. Kroven lo miró con una media sonrisa.

—Es raro ¿verdad? —preguntó— Tranquilo, la sensación se va rápido. Me han teletransportado antes.

—Es una sensación extraña, sí —comentó Cynder, rascándose la cabeza.

Rawkan se cruzó de brazos, mirándolos.

—Muy bien, chicos —dijo con tono autoritario—. Hemos llegado, pero ahora tenéis que hablar en voz baja. Estamos en un refugio a pocos metros bajo Pueblo Papiro, pero ni aquí estamos totalmente seguros. Imagino que la Corporación estará buscando a los fugitivos, y creedme, son capaces de venir hasta aquí.

Con un gesto de su mano, el Marowak les indicó que lo siguieran. Suh, el Kadabra, se quedó atrás recuperando energías. Marowak llegó hasta una de las puertas y la golpeó con su hueso. El ventanuco de la puerta se abrió ligeramente, y Rawkan se inclinó para decir unas palabras. Casi al instante, la puerta se abrió.

La congregación de Pokémon era excesiva para el tamaño de la pequeña sala. Apenas había espacio para poder tumbarse y dormir, pensó Cynder.

—Así que al final los has traído —dijo una voz familiar. Cynder alzó la vista y pudo ver a Astrid, la Ninetales plateada mirándolos de vuelta.

—Sanos y salvos, jefa —respondió Rawkan, haciendo un cómico saludo militar con la mano.

Cynder no estaba prestando atención, sin embargo, ya que acababa de ser apresado en un poderoso abrazo. No tenía que mirar a su madre para reconocer el tacto de su pelaje, el calor que desprendía su llama interior… la conocía desde que era un bebé. Se dejó arropar por los brazos de su madre mientras las lágrimas volvían a sus ojos.

—Cynder —dijo su madre simplemente.

Él no respondió. Con ojos llorosos, abrazó a su madre de vuelta. Ambos lloraban, afligidos por la pérdida de su ser querido pero felices de haberse encontrado de nuevo entre todo aquel caos.

—Gracias… gracias… —dijo ella emocionada. Astrid apoyó su pata en el hombro de la Thyplosion.

—Hemos hecho nuestro trabajo, Frayla —dijo, con un inesperado tono enternecido—. Lamento mucho no haber podido salvar a tu marido.

Esta vez, fue Cynder el que habló.

—No… no es culpa tuya, Astrid —dijo Cynder entre sollozos.

La Ninetales le pasó la pata por la cabeza afectuosamente.

—La llama imperecedera de Ho-Oh crece en ti, pequeño —dijo—. Eres libre de abandonar la Resistencia si quieres. Tienes mi salvoconducto.

Cynder miró a su madre, algo confundido. No sabía qué responder a aquello.

—Me lo han contado todo, cariño —dijo ella, pasándole una mano por la espalda—. Has sido muy valiente. Ningún Pokémon de tu edad debería pasar por lo que tú has pasado. Nadie debería hacerlo.

Esas palabras retumbaron en la cabeza de Cynder. Recordó su huída de Villa Plata. Recordó el fuego, la muerte, el olor a cuerpos quemados. Y recordó a Marvin, el único Pokémon que le había mostrado su apoyo. Y entonces, separándose un poco de su madre, tomó una decisión.

—Tienes razón —dijo, secándose las lágrimas—. Nadie debería pasar por eso nunca más. Y por eso… quiero quedarme en la Atalaya, mamá. Quiero asegurarme de evitar todas las muertes que pueda. Papá habría querido eso.

Su madre lo abrazó de nuevo.

—Te quiero tanto, hijo mío… —dijo— No sé qué habría hecho si te hubiera pasado algo.

El abrazo duró menos esta vez, y que esta vez era Frayla la que tenía que hablar.

—Tienes mi permiso para volver con la Resistencia —anunció—. No tengo derecho de negártelo, hijo, ya que seguirás el mismo camino que tu padre siguió en su día.

Cynder la miró sorprendido. Rawkan soltó una de sus risitas.

—No te sorprendas tanto, cielo —dijo ella, sonriendo—. Tu padre sirvió en la Resistencia cuando era joven, hasta que le surgió un asunto más importante.

El Cyndaquil supo al instante que se estaba refiriendo a él. No pudo evitar, sin embargo, una punzada de dolor al recordar a su padre. Aguantó las ganas de volver a llorar.

—¿Qué harás tú? —preguntó a su madre, alejando los pensamientos—. Ya no tenemos casa. ¿Irás a las montañas de Hierro con el tío Dofus?

Su madre asintió con una cálida sonrisa.

—No estaré muy lejos de la Atalaya, y pasaré a visitarte de vez en cuando —mirando a Astrid, añadió—. Espero que no haya ningún problema con eso.

La Ninetales plateada negó con la cabeza.

—Los años de servicio de tu marido serán recompensados —dijo, sonriente.

Tras la cálida reunión, Cynder comenzó a saludar a otros conocidos de Villa Plata, a cada cual más contento de verlo con vida. El pequeño Cyndaquil, aunque notando la ausencia de su padre profundamente, se sentía el centro del universo.

"No te decepcionaré, papá" pensó, evocando la imagen del Emboar. La angustia se hizo más pequeña a medida que su pecho se llenaba de orgullo. "Voy a ser el mejor explorador que ha conocido Pellaria".

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« Última modificación: 29 de Enero de 2016, 07:33:37 am por IDG »
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #8 en: 29 de Febrero de 2016, 03:07:41 am »
Capítulo 8: SYGNA

—Si lo que dices es cierto —dijo la envejecida Empoleon, pensativa— tenemos la potestad de terminar esta guerra en cualquier momento, y con el menor número de víctimas posible.

—No son más que suposiciones, de todas formas —respondió Paldus—. La Piedra Focal no es más que una leyenda, y aunque lográramos encontrar una, no sabemos si de verdad tiene el poder que deseamos.

La Empoleon se paseó brevemente por la cámara, murmurando algo.

—Entonces no debiste darle tantas esperanzas al chico —gruñó—. Tal vez ahora crea que de verdad la paz de Pellaria reposa sobre sus hombros, y eso es una presión demasiado grande… teniendo en cuenta que puede ser falso.

—Lo sé, Sygna… lo sé —respondió el Swampert, suspirando—. Pero quiero que sienta la esperanza en su corazón. Eso le dará fuerzas. Además, sea como sea, es un Mudkip muy poderoso.

—No lo dudo —contestó la Empoleon—. No es que no confíe en su poder, Paldus, pero creo que no está listo para afrontar lo que se le va a venir encima. Es muy joven.

—Eso mismo hablé ayer con Lugnos —dijo Paldus—. Es más fuerte de lo que pensáis, créeme. Tiene el coraje del mar primigenio latiendo en su interior. Además, tiene el apoyo moral de su compañero de equipo. Podrá con ello, no te preocupes.

La habitación de Paldus se quedó en silencio unos instantes. Sygma observaba uno de los cuadros que decoraban la cámara personal de su amigo, uno que representaba a Kyogre, el majestuoso Dios del mar.

—Quiero conocerle —dijo finalmente, sin apartar la mirada del cuadro.



Marvin estaba experimentando tantas cosas juntas que apenas se preocupaba de pensar en Cynder. Desde lo que le pasó a Flass andaba con mucho más cuidado a la hora de explorar las Ruinas, pero la compañía de Winona lo hacía todo más tranquilo. Sentía que se había quitado un peso de encima al confesarle su historia a la Buizel, ya que la conversación entre ambos se había hecho más relajada a medida que avanzaban por el territorio.

Se hallaban ya en la última etapa de su viaje, el sector final antes de llegar al escondrijo de los criminales. Se habían cruzado con algún que otro Pokémon salvaje, pero ninguno tan peligroso o difícil de derrotar como el Bronzong del sector anterior.

—Si quieres que te diga la verdad —le confesaba Winona a Marvin—, me siento mal por Flass.

—Ya, el pobre no tuvo oportunidad —contestó Marvin, torciendo la boca—. Ese Bronzong lo dejó fuera de combate rapidísimo.

—No, es decir… en general, me siento mal por él —corrigió la Buizel—. Ser un Weedle tiene que ser difícil. Por lo frágiles que son, ya sabes. Se debilita mucho en los territorios, y aún por encima Grindar le suele echar la bronca.

—Que palo —contestó Marvin—. Debe estar harto de ese Tyranitar.

—Todo el mundo está harto de él —añadió Winona—. Se cree superior a los demás por ser un Pokémon pseudolegendario, pero apuesto a que Paldus podría patearle el culo cualquier día de la semana.

A Marvin le hizo gracia el comentario. Nunca se había parado a pensar en Paldus como un combatiente, pero parecía un rival duro de pelar. En general, todos los miembros del Equipo Esmeralda parecían muy poderosos, aunque suponía que gran parte de su poder provenía de su sentido del compañerismo y el trabajo en equipo, como había mencionado Rawkan durante su primera exploración.

Y entonces, casi de repente, se le ocurrió una idea.

—Oye, Winona —inquirió Marvin—. ¿Cómo funciona el tema de los equipos de entrenamiento? Quiero decir ¿sois libres de iros y formar un equipo cuando queráis?

—No, tenemos que quedarnos con los equipos de entrenamiento hasta completar cierto entrenamiento básico —dijo ella—. La única forma de abandonar el equipo antes de tiempo es que otro equipo se haga cargo de nuestro entrenamiento.

—Podría pedir hacerme cargo de Flass, entonces —dijo Marvin, mirándola con una sonrisa—. Así no tendría que recibir reprimendas al fallar. Yo lo trataría como a un miembro más del equipo, no como a un inferior.

Winona se sorprendió ante el ofrecimiento de su amigo, pero pronto asintió con la cabeza.

—Me parece bien —dijo—. Aunque si te digo la verdad, se me haría raro no salir a explorar con él todos los días. Siempre nos asignan juntos.

—¡Puedes venirte tú también! —exclamó Marvin!— Así podrías seguir estando con Flass.

Winona sonrió. No obstante, negó con la cabeza.

—No, lo siento —dijo—. Prefiero acabar mi entrenamiento con profesionales. Además, siempre soñé con tener mi propio equipo —señalando con el dedo al suelo, añadió—. Cuidado con el Diglett.

Marvin miró hacia donde su amiga indicaba. Casi le pisaba la cabeza al pequeño Pokémon topo que asomaba cerca de su pie. El Diglett se metió bajo tierra al darse cuenta de lo cerca que había estado de ser pisado.

—Que raros son —comentó Marvin, que apenas había visto unos pocos durante la expedición—. Solo he visto sus cabezas.

—Tú y todos —dijo Winona, retomando la marcha.

Marvin la miró extrañado.

—Nadie sabe cómo es un Diglett de cabeza para abajo —dijo ella, antes de que su amigo tuviera que preguntar—. Apenas se ven Digletts inteligentes, y parecen decididos a mantener su secreto oculto.

El Mudkip asintió con la cabeza. Aprendía más con una novata como Winona que con Rawkan, que no dejaba de hablar de los usos de los huesos Pokémon y apenas le explicaba cualquier otro aspecto de su mundo.

El dúo no tardó en alcanzar el arco que, según Winona, los llevaría a la zona de descanso. La Buizel puso su bolsa de viaje en el suelo y sacó una semilla, que le ofreció a Marvin.

—Tenemos que estar preparados para pelear con el Pokémon que haya ahí dentro —dijo—. Coge esta semilla.

—¿Qué hace? —preguntó Marvin, mirando la curiosa semilla.

—Es una semilla bomba —dijo la Buizel—. Si la lanzas fuerte contra algo, explota y causa daño. Tranquilo cobardica, no es letal —añadió, al ver la horrorizada expresión de su amigo.

La Buizel se equipó con su propia semilla, y ambos atravesaron el monumental arco de piedra.

La zona de descanso era como el resto del territorio, salvo que estaba compuesta de una única sala con la estatua de una Kangaskhan en el centro. Lo primero que llamó la atención del equipo, no obstante, fue la presencia de un Electabuzz, que comía despreocupadamente una manzana. El Pokémon en cuestión estaba rodeado de unas pequeñas bolsas de aspecto bastante lleno. La criatura eléctrica no tardó en verlos.

—¡Eh, vosotros dos! —gritó, levantándose— ¿Qué os creéis que estáis haciendo aquí? ¡Esto es propiedad privada!

Marvin y Winona se miraron, incrédulos. El Electabuzz se acercó a ellos con un aire de agresividad.

—Hemos venido a por los ladrones de objetos que se esconden aquí —dijo entonces Marvin, dando un paso al frente—. Y esas bolsas parecen sospechosamente llenas de objetos.

—¿Y qué si lo están? No es asunto vuestro —dijo amenazadoramente el Pokémon Eléctrico, la energía estática corriendo por su pelaje—. No os avisaré una vez más, largaos ahora mismo o…

El Electabuzz no tuvo tiempo de terminar la frase, ya que recibió una fugaz ataque rápido por parte de Winona, golpe que le hizo caer hacia atrás.

—¡Se acabó la diplomacia! —exclamó ella, aterrizando en el suelo en frente del derribado Pokémon.

Marvin se puso en posición de combate al ver que el Electabuzz se levantaba.

—¡Vais a saber lo que es bueno, niñatos! —gritó, cargando energía eléctrica en su puño.

Marvin saltó a un lado para evitar el puñetazo eléctrico, dando un giro y poniéndose en pie de nuevo. Sin pensarlo dos veces, arrojó la semilla bomba contra su enemigo. No fue una buena idea, ya que el Electabuzz la cogió al vuelo.

—¿En serio pensabas que no iba a ver eso venir? —dijo socarronamente.

—Eso no, ¡pero esto sí! —gritó Winona desde la espalda de su enemigo, mordiéndole el brazo con un colmillo de hielo.

El Pokémon eléctrico dejó caer la semilla con un aullido de dolor, y Marvin la recuperó a velocidad del rayo, lanzándola de nuevo. Esta vez, el ataque impactó contra su rival, que soltó un furioso grito a la vez que electrocutaba a Winona con la energía estática que recorría su pelaje.

Marvin rodeó al Electabuzz, evitando los rayos que emitía su cuerpo, para auxiliar a Winona. La Buizel se levantó sorprendentemente rápido y se puso en posición de combate de nuevo.

Con un impresionante salto en el aire, sacó de su bolsa una esfera mágica y la arrojó rápidamente contra su adversario. La esfera, tras colisionar, emitió una energía que rodeó al Electabuzz, impidiéndolo moverse.

—Marvin, voy a usar una táctica especial —dijo entonces Winona—. Aunque esté petrificado en el sitio todavía puede atacarte, así que trata de debilitarlo. Cuando yo te diga, atácalo con hielo para entumecer más su cuerpo.

Marvin asintió, algo dudoso. A apenas un metro, su rival concentraba energía eléctrica en su brazo izquierdo, preparándose para dispararla. A su vez, Marvin cargó la técnica del viento hielo que Wilder le había enseñado.

—¡Ahora! —gritó la Buizel. Con un súbito movimiento, la Pokémon de agua se introdujo bajo tierra ante los incrédulos ojos de Marvin.

Marvin descargó su ataque casi al mismo tiempo que el Electabuzz, y ambos ataques impactaron. Marvin sintió el calambrazo azotar todo su cuerpo, pero se mantuvo firme y continuó lanzando hielo desde su boca.

El dolor le entumecía el cuerpo, y sentía como su piel húmeda, conductora de electricidad, era atenazada por el potente ataque. Tenía la impresión de que no sería capaz de aguantar en su sitio mucho más.

El Electabuzz se vio atrapado rápidamente en la pequeña ventisca que Marvin descargaba sin piedad contra él. Cuando parecía que empezaba a recuperar el control sobre su cuerpo, Winona salió propulsada del terreno debajo de su enemigo, golpeándolo en la barbilla con toda su fuerza.

Marvin dejó de atacar y cayó al suelo, debilitado por los rayos que había recibido, pero a la vez aliviado y tranquilo al haber tumbado a su poderoso enemigo, que yacía al lado de Winona. Ella le indicó que todo estaba bien levantando el pulgar.



—¡Por el Mar de los Monstruos, Kroven, eres de lo que no hay! —dijo Rong el Excadrill, riendo. El Pokémon de Tierra presentaba una escayola que cubría su pierna izquierda, rotas durante la huída del Fuerte Flarah.

Kroven soltó una risita nerviosa. El líder de su equipo, aunque débil, estaba vivo, que era más de lo que se podía decir de sus compañeros. El Murkrow no les había cogido tanto cariño como para entristecerse demasiado por su pérdida, sin embargo.

Cynder se sentaba a su lado, comiéndose un bollo de pan. Ahora que había recuperado el apetito, quería llenarse el estómago de comida.

—Siempre dije que tenías a Victini de tu parte —soltó Rong—. Aunque ahora… me temo que no podré liderar ningún equipo con la pierna así. No te preocupes, me aseguraré de que te incluyan en algún equipo de entrenamiento.

Kroven frunció el ceño.

—No, de veras… creo que estoy bien siendo el asistente de Elina —dijo.

—¿Pero no me habías dicho que tu ala casi estaba recuperada? —prguntó el Excadrill— Lo tuyo ni siquiera era un hueso roto, era un esguince pequeño…

—Sí, pero… —el Murkrow se encogió de hombros— No quiero volver a un equipo de entrenamiento, y tampoco me hace falta. Creo que prefiero seguir trabajando con Elina hasta que haya un puesto vacante en algún equipo.

Cynder, que había estado atento a la conversación.

—Kroven —dijo, saltando de la banqueta en la que estaba sentado—. ¿Qué te parece si te unes al Equipo Tormenta?

Rong y Kroven lo miraron como si fuera de otro planeta.

—El equipo que tenemos Marvin y yo —aclaró.

Kroven pareció pensárselo, mirando a Rong en busca de aprobación.

—Eh, yo no te voy a decir nada —dijo éste, encogiéndose de hombros—. No estoy en condiciones de llevar un equipo.

El Murkrow miró de nuevo a Cynder.

—¿A Marvin… le parece bien? —inquirió.

—No creo que le importe —respondió Cynder—. Nos vendría bien un par de ojos extra en las misiones.

Entonces, la puerta se abrió de nuevo y Suh entró en la habitación, dirigiéndose hacia Rawkan.

—Mis poderes están en su punto álgido —dijo el Kadabra—. Podemos irnos cuando deseéis.

Rawkan miró el reloj que colgaba de una de las paredes de la sala.

—No tardará en ser la hora de comer —afirmó—. Será mejor que pensemos en volver a la Atalaya, chicos.

Kroven asintió, todavía pensando en la oferta de Cynder. Mientras el Cyndaquil se despidió de su madre con otro cálido abrazo, Kroven parecía sopesar las posibilidades.

—Creo que acepto, Cynder —dijo finalmente, una vez el Cynaquil hubo terminado de despedirse—. Espero que a Marvin le parezca bien.

—Hazle caso a Cynder —añadió Rawkan—. Siempre viene bien un poco de ayuda a la hora de explorar territorios misteriosos. Aceptará, no te preocupes.

El grupo abandonó la sala para salir al pasillo de piedra de nuevo, cerrando la puerta tras ellos.

—Después de comer podemos organizar la misión para mañana, si quieres —le dijo Kroven a Cynder—. Soy bastante bueno con el papeleo.

Cynder asintió rápidamente. Suh les indicó con un gesto que se agarraran las manos, justo antes de que el destello de luz cegadora los envolviera una vez más.



—Y con esta ya están las seis —dijo Winona, atándose una de las pequeñas bolsas de objetos a la cintura. Después de hacer inventario, había decretado que aquellas eran definitivamente las bolsas que estaban buscando.

Marvin, por su lado, cargaba con un gran bulto de objetos, atado cuidadosamente a su espalda con unas cuerdas. El Electabuzz recién derrotado, por su lado, había sido debidamente atado a la estatua de Kangaskhan que se alzaba en la zona de descanso, con una cuerda de especial fuerza, capaz de resistir ataques basados en energía. El Pokémon eléctrico había recuperado el conocimiento y les gritaba todo tipo de innombrables maldiciones.

—¡No sabéis en lo que os estáis metiendo, microbios! —aulló el Pokémon eléctrico, furioso— ¡Trabajo para alguien importante, y si se entera de que habéis metido las narices en esto, os va a arrancar todos los miembros uno por uno!

Marvin lo miró con una media sonrisa.

—No nos asustas —dijo—. Además, si de verdad trabajas para un Pokémon importante… le deseo suerte encontrando nuestro escondrijo. De veras. Le va a llevar un tiempo.

Winona sacó una fugasfera de su habitual bolsa de objetos, que todavía llevaba al hombro.

—Tienes suerte de que nuestra misión no sea capturarte —dijo ella—. Aunque, si te digo la verdad, tampoco es que yo tenga demasiadas ganas de llevar a un Electabuzz gritón todo el camino de vuelta a la base.

Winona le dio la mano a Marvin para que el poder de la fugasfera los afectara a ambos. Aunque el Electabuzz abrió la boca, Marvin no llegó a escuchar lo que dijo, ya que un destello de energía lo cubrió todo, llevándolos fuera del territorio misterioso.

Ambos Pokémon aparecieron en el exterior del territorio, justo en frente del arco de piedra que permitía la entrada a las Ruinas, y sin un solo Pokémon a la vista.

Lo cual no era lo que Winona tenía planeado.

—¿Dónde está Flass? —preguntó al aire, dándose cuenta de que el Pokémon bicho no se encontraba en los alrededores.

Marvin giró la cabeza para buscar a su compañero con la mirada, pero pronto se dio cuenta de que no había ningún Pokémon cerca. Ni siquiera Flass.

—Dijiste que vuestro entrenamiento os exigía quedaros en la entrada del territorio —expuso, arqueando una ceja.

Winona estaba bastante molesta con la situación. Puso ambas manos en la cintura.

—Debe haberse ido —dijo—. Pero… es extraño. Nunca había desobedecido las órdenes de forma deliberada. En fin… supongo que tendremos que ponernos en marcha. Confío en que Flass esté ya en la base.

—¿Crees que… la Corporación ha podido capturarlo? —preguntó Marvin.

—Lo dudo —contestó ella—. Los agentes apenas salen de día, y mucho menos en una zona que todavía no está del todo bajo su jurisdicción. No, no creo que lo hayan capturado.

Sin más dilación, los dos Pokémon comenzaron su camino de vuelta a la base. Winona sacó unas manzanas de su bolsa particular, dándole un vigoroso mordisco a la suya.

—Eres buen luchador —comentó, masticando la manzana—. Tal vez un día podamos entrenar juntos.

Marvin asintió desganado, con la mente puesta en otros asuntos. Se sentía mal por Flass. Sentía que había fallado como líder. Sin embargo, no quería agobiar a Winona con sus preocupaciones.

Caminaron en silencio durante un rato, con el único sonido de sus mordiscos perturbando el silencio. Marvin, no obstante, miraba a su compañera inquisitivamente. Le caía bien, pero no podía sentir que apenas la conocía, y más teniendo en cuenta que ella lo sabía casi todo acerca de su estancia en la Atalaya.

—Por cierto, Winona —inquirió finalmente—. Yo te he contado cosas sobre mí, pero en el fondo siento que no te conozco más allá de las misiones.

Winona lo miró de soslayo. La Buizel parecía estar pensándose contarle algo, analizándolo con la mirada.

—Bueno, no tengo nada que perder —dijo finalmente, encogiéndose de hombros—. Al fin y al cabo, has sido sincero conmigo acerca de tu pasado, o eso quiero pensar. Y me caes bien. Eres buen tío.

Marvin sonrió tímidamente. Tras aclararse la garganta, Winona comenzó a relatar.

—Verás, yo nací en un pueblo no muy lejos de la Atalaya, llamado Pueblo Safre —explicó—. Mis padres murieron cuando yo era pequeña, y desde entonces mi hermano mayor Faldis, que me llevaba unos diez años, cuidaba de mí. Era muy buen hermano, la verdad. Sólo quería lo mejor para mí. De hecho, llegó a evolucionar solo para asegurarse de que me mantenía a salvo ¿sabes?

Evolucionar
. Marvin conocía el concepto, pero no tenía sino una vaga idea de lo que suponía en realidad. Aunque no había oído hablar de ello, sentía que era algo innato en él. Algo que conocía desde el principio sin que nadie tuviera que contárselo.

—¿Cómo evolucionó? —preguntó él, intentando no parecer demasiado ignorante.

—Yendo a uno de los lugares sagrados, por supuesto —respondió su amiga—. Están bastante ocultos, pero mi hermano tenía contactos en la Resistencia y le ayudaron a encontrar uno. Son muy raros estos días, créeme.

"Esa explicación valdrá por el momento, supongo" pensó Marvin.

—Resulta que un día, sin previo aviso, mi hermano me llevó a la Atalaya y me dijo que me quedara allí, que sus amigos de la Resistencia me cuidarían unos días —continuó Winona—. Yo tenía apenas ocho años cuando pasó eso, y sigo sin saber nada de él.

—Eso es duro —dijo Marvin, frunciendo el ceño—. Lo siento.

—No pasa nada —contestó ella—. Siempre sospeché que la Corporación andaba detrás de él, y que, bueno… eran ellos los que habían matado a papá y mamá. Lo que pasa es que algo me dice que sigue con vida, escondido o… algo así. No sé, prefiero pensar eso. Me ayuda a continuar. Y claro, ayudar a la Resistencia es una forma de pagar por cómo me han cuidado desde que se fue, y creo que si me esfuerzo lo suficiente podré encontrar alguna pista sobre él.

Marvin asintió con la cabeza. La Buizel todavía tenía esperanzas de recuperar a su hermano, de la misma forma que él tenía esperanzas de encontrar el lugar en el que guardaban su memoria. Entendía perfectamente sus sentimientos.

Durante el resto del viaje, la conversación varió bastante de tema, desde tipos de semillas útiles en las mazmorras hasta la administración de la Atalaya. Aunque Marvin aparentaba tranquilidad, con cada paso que le acercaba a la Espina de Groudon en su estómago se iba haciendo un nudo más grande. Temía que Cynder estuviera demasiado sensible. Ya tenía suficiente con tener que disculparse con Flass. Lo que era más, tenía miedo de que su amigo quisiera abandonar el equipo ahora que su madre estaba a salvo.

Después de acceder a la base por una de las entradas secretas, el dúo bajó a la consigna de Ultron, donde depositaron los objetos. El Rotom tenía la lista de objetos robados para poder devolverla a sus legítimos propietarios, los miembros el Equipo Garra.

—¡Aquí tenéis la recompensa! —dijo alegremente el Pokémon eléctrico— ¡El Equipo Garra la dejó aquí hoy por la mañana! Les informaré de que habéis sido vosotros.

La recompensa era bastante jugosa: un total de mil poké.

—El Equipo Garra es un equipo profesional —dijo Winona, separando el dinero en dos partes—. Están muy ocupados tomando posiciones estratégicas en la guerrilla contra la Corporación, así que supongo que no tenían tiempo de recuperar esos objetos.

Marvin cogió la bolsa con sus quinientos poké y la guardó en uno de los bolsillos de su propia bolsa de viaje.

Acordaron separarse. Mientras Marvin iba a la habitación de su equipo, Winona bajaría a las habitaciones de los equipos de entrenamiento, situadas justo debajo de la red de habitaciones de los equipos comunes para hablar con Flass.

Para su sorpresa, Marvin encontró la puerta de su habitación sin cerrar. Cuando la abrió, pudo ver a Cynder y Kroven el Murkrow charlando alegremente en su interior.

—¡Marvin! —exclamó Cynder, levantándose de su silla de un salto y corriendo a saludar a su amigo— ¿Cómo fue la exploración?

—Bien… —dijo Marvin, algo anonadado por la súbita reacción de su compañero de equipo— Hemos ganado quinientos pokés. ¿Qué tal tú con tu madre?

—¡Excelente! —contestó el Cyndaquil— Puedes creerme, Marvin, estoy más motivado que nunca para explorar territorios misteriosos. La comida ha estado muy bien y... ah, y no te preocupes por la puerta. Rawkan la abrió con la llave maestra.

Marvin suspiró aliviado internamente. Inclinó la cabeza para mirar a Kroven, sentado en otra de las sillas. El Murkrow se levantó inmediatamente y le ofreció el ala en un apretón de manos.

—Hola de nuevo, Marvin —lo saludó el Pokémon pájaro—. Me alegro de verte.

—Verás, Marvin… —comenzó Cynder— Le he propuesto a Kroven unirse al Equipo Tormenta, porque el único miembro de su equipo no está disponible para hacer misiones ¿qué me dices? ¿Te parece bien?

Marvin miró al Murkrow. Definitivamente parecía un Pokémon inteligente, y si Elina lo tenía como su asistente sería por algo.

—Sí —dijo, con una sonrisa creciente—. Sí, por qué no. Nos vendrás bien, Kroven. Necesitamos un poco de diversidad en este equipo, y creo que podrás sernos de ayuda.

—Lamento decir que no puedo volar del todo bien por el momento —dijo el Murkrow—. Pero lo haré lo mejor que pueda.

—No te preocupes por eso —contestó finalmente Marvin—. ¿Por qué no vas a ver a Ultron y mueves tus objetos a la caja comunal del equipo? Nosotros iremos a ver a Haku para hacer el papeleo. Supongo que habrá que anotarte en la lista de nuestro equipo.

Kroven asintió, y los tres Pokémon abandonaron la habitación, tras lo cual Marvin cerró la puerta con llave inclinándose sobre sus patas traseras. Salieron de la red de habitaciones hacia las oficinas centrales. Kroven salió disparado hacia la consigna de Ultron.

—Mira a quién tenemos aquí —dijo la voz familiar de Paldus. El Swampert estaba cerca de uno de los tablones de las oficinas, acompañado de una majestuosa Empoleon—. Venid un momento, chicos.

Marvin y Cynder se acercaron sin dilación al regio Swampert. Marvin pudo notar incómodo como la Empoleon mantenía su mirada sobre él, como si no quisiera perderse el más mínimo movimiento de su cuerpo.

—Os presento a Sygna —dijo Paldus, golpeando suavemente en el hombro a su compañera—. Es una emisaria del Bastión de Tormentas que viene a revisar que todo esté en orden, y una vieja amiga mío.

—Un placer —dijo la Empoleon, con una voz algo rasposa—. He oído hablar mucho de ti, Marvin. Paldus me ha hablado de tu singularidad, y la verdad es que me pareces un Pokémon extremadamente interesante.

Marvin sonrió a la Pokémon al escuchar su grave pero confortante voz, y ejecutó una moderada reverencia.

—Y además es educado —rió la Empoleon—. No te harán falta las reverencias conmigo, Marvin.

El Mudkip, sin embargo, recordó que debía visitar a Flass.

—Ah… lo siento, Paldus, pero tenemos que irnos —dijo—. Tengo que ordenar unos papeles, y luego bajar a hablar con Flass.

Antes de que Paldus pudiera abrir la boca, Sygna replicó rápidamente.

—¿El Weedle? —preguntó, sorprendiéndolos a todos.

Marvin y Cynder, algo confusos, asintieron casi al unísono.

—¿Lo conoces? —preguntó entonces Cynder.

—Algo así —contestó ella—. Hace una media hora, Paldus y yo nos encontramos a un Tyranitar echándole una bronca. Parece ser que abandonó su puesto de espera tras ser debilitado en un territorio misterioso.

Marvin se sintió culpable de repente. No solo había sido derrotado en el territorio, sino que además se había llevado un buen rapapolvo por su culpa.

—No os preocupéis por él —continuó Paldus—. Sygna se lo llevará mañana de vuelta al Bastión de Tormentas.

A Marvin lo descolocó totalmente aquella afirmación.

—¿Qué? —exclamó— ¿Flass se va?

—Sí —respondió cortante Synga—. Habló conmigo y me ha dado a entender que ese Tyranitar no ofrece entrenamiento de calidad para Pokémon como él, así que accedí a llevármelo al Bastión para que se curta. No os aconsejo ir a verlo ahora, está bastante afligido.

Marvin soltó un suspiro, notando como desaparecía su ilusión inicial de tener a Flass en el equipo. Después de autorizarlos a elegir la misión que ellos consideraran necesaria para el día siguiente, Paldus se despidió para continuar su paseo por las instalaciones con Sygna. Cynder se quedó mirando a su amigo, perplejo.

—Pero ¿qué pasó dentro de ese territorio misterioso? —preguntó, desconcertado.

—Fui un mal líder —dijo Marvin, apesadumbrado—. Dejé que se debilitara en el territorio y éste lo expulsó. Winona me ha dicho que le pasa mucho, así que supongo que eso fue la gota que colmó el vaso…

Cynder se quedó reflexionando unos instantes.

—Tal vez sea mejor así —dijo finalmente—. El Bastión debe ser una base con muchos más recursos que esta, así que supongo que le darán un buen entrenamiento.

Marvin asintió lentamente, sin que el pensamiento lo reconfortara demasiado.

Horas más tarde, el Equipo Tormenta, ahora incluyendo a Kroven, se dejó caer sobre las cómodas sillas acolchadas de su habitación. Habían tomado una buena cena, listos para elegir una misión e irse a dormir temprano. Antes de que Cynder pudiera proponer nada, sin embargo, Kroven sacó un pergamino de su bolsa de viaje.

—Chicos —dijo—, me he tomado la libertad de coger una misión para mañana. No sé si os parecerá bien, pero me han dicho que tengo buen ojo para estas cosas.

Cynder acercó la cabeza a la hoja para leerla bien.

—Vaya, una misión de escolta… y bien pagada ¡Seiscientos pokés, nada menos! —exclamó.

—Y el territorio queda cerca de aquí —dijo Kroven, orgulloso de su hallazgo—. Creo que sería buena idea hacer esta misión.

Marvin sonrió. Kroven llevaba menos de un día en el equipo y ya estaba siendo muy útil. Cynder había tenido una buena idea pidiéndole unirse a su equipo.

—¿Cómo se llama el territorio? —preguntó el Mudkip.

—Risco Colmena —respondió Kroven—. No lo habitan nada más que Pokémon de tipo Bicho, y nuestro cliente es un Budew. Probablemente por eso requiere que lo escolten.

—Entonces creo que ya está decidido ¿no? —dijo Cynder alegremente.

Marvin notó como sus compañeros lo miraban expectantes, inspirándole una sensación de fidelidad sin palangón. Se quedó atontado unos instantes, mirando los ilusionados rostros de sus compañeros antes de contestar.

—Claro —respondió finalmente—. Pero creo que deberíamos llegar a un acuerdo en este equipo —hizo una pausa antes de continuar—. Veréis, chicos… creo que no quiero ser un líder ordinario.

Sus compañeros se miraron entre ellos, algo confusos.

—¿Qué quieres decir? —inquirió Kroven.

—Quiero decir que quiero que votemos las cosas —dijo el Mudkip—. No quiero que todas las decisiones dependan solo de mí. Al fin y al cabo, mi amnesia no me convierte en el mejor líder del mundo ¿no creéis?

Kroven, desconocedor del problema de Marvin, lo miró extrañado.

—¿Amnesia? —preguntó.

—Ah, cierto… —comentó Cynder— No se lo hemos contado.

El Cyndaquil le indicó a Marvin sutilmente que no se fuera de la lengua explicando, mordiéndose la suya propia y guiñándole un ojo.

—Sí, Kroven, soy amnésico —explicó Marvin—. Es algo difícil de explicar del todo, pero no recuerdo nada desde que Cynder me encontró en un bosque hace unos días. No es un impedimento para liderar el equipo, pero como ya he dicho preferiría tener vuestras opiniones en todo momento para no quedarme solo ante una situación.

Kroven asintió con la cabeza, comprendiendo.

—De todas formas, la votación me parece una buena idea —dijo, sin darle mucha importancia a la condición de su líder—. Supongo que así también te ayudaremos a liderar mejor el equipo cuando vayas recordando cosas.

El equipo se quedó en silencio ante esa afirmación. Ninguno de los dos se atrevía a hablarle a Kroven sobre las circunstancias de la pérdida de memoria de Marvin.

—Bueno chicos —dijo Cynder, interrumpiendo el incómodo silencio—, no sé vosotros, pero yo me voy a dormir. Quiero aprovechar que hoy hemos cenado temprano.

Sus compañeros le dieron las buenas noches y se retiraron a dormir a su vez.

"Se lo tendré que contar eventualmente"
pensó Marvin al echarse en la cama. "Si quiero que confíe plenamente en mí como lo hace Cynder, voy a tener que contarle toda la historia".

Tras unas cuantas vueltas, el Mudkip se quedó profundamente dormido.



El Sneasel soltó un gruñido de decepción en voz alta, rompiendo el silencio propio de la noche.

—¿Qué voy a hacer contigo, Burgull? —preguntó retóricamente al todavía atado Electabuzz—. Esta asociación está siendo un incordio para mí ¿sabes? No puedo siquiera dejarte al cargo de los objetos durante un solo día sin que se los lleven un par de mocosos.

El Electabuzz bajó la cabeza, avergonzado.

—Lo siento, jefe —se disculpó—. No sé qué clase de chavales eran esos. Parecían bien entrenados. Yo les advertí que no se largasen así como así, pero… bueno, me dejaron atado aquí.

El Sneasel levantó una ceja, curioso.

—¿Bien entrenados, dices? —repitió, pensativo— ¿Dijeron de dónde venían?

—No, pero… ahora que lo pienso, dijeron algo de una misión, y de que no sería usted capaz de llegar a su escondrijo —respondió Burgull, haciendo memoria—. Eso es todo lo que recuerdo.

—La Resistencia... —masculló el Sneasel, su rostro torciéndose en una mueca de asco— Alguien ha debido de pedir un rescate por los objetos. Da igual, de todas formas… hoy mientras buscaba un comprador he encontrado un trabajo mucho más interesante para nosotros.

—¿De verdad, jefe? —preguntó Burgull, sorprendido.

—Sí… —respondió su jefe—. De hecho, creo que hoy es tu día de suerte. Tenemos asuntos más importantes de los que preocuparnos que esos objetos.

Con un fugaz movimiento, el Sneasel cortó las cuerdas.

—Vámonos —dijo finalmente, dándose la vuelta—. Tengo unas cuantas cosas que contarte…

Burgull se levantó y siguió a su líder sin titubear. Aunque era de noche, pudo detectar que su jefe no estaba solo. Lo acompañaba un silencioso y taciturno Bisharp.
« Última modificación: 26 de Marzo de 2016, 01:03:15 pm por IDG »
¡Échale un vistazo a Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom!
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #9 en: 26 de Marzo de 2016, 10:35:49 am »
Capítulo 9: LA TRAMPA

—… y entonces, de entre las sombras ¡salió un enorme y amenazador Golurk de más de tres metros! —narraba Kroven, entusiasmado— Por supuesto, yo no tenía miedo, pero el resto de mi equipo estaba paralizado de puro terror. El Golurk alzó los brazos al cielo ¡unos brazos enormes!

Nary soltó una exclamación de asombro. El pequeño Budew se encogió un poco cuando el Murkrow levantó las alas hacia el cielo, evocando el pensamiento del enorme Pokémon golem.

—¿Y… y qué pasó entonces? —preguntó, curioso.

Unos pasos más adelante, Marvin y Cynder charlaban acaloradamente, vigilando el frente. Aunque el territorio misterioso no era excesivamente grande o peligroso, su pequeño protegido era extremadamente susceptible a los ataques venenosos de los Pokémon Bicho que habitualmente habitaban el Risco Colmena.

—Se lo está pasando bomba con Kroven —dijo Cynder, echándole una mirada de reojo a su nuevo compañero de equipo—. Y menos mal, porque soy muy malo con los niños.

Marvin sonrió, sin contestar. El territorio, un pedregoso descenso con incontables madrigueras de Pokémon salvajes entre sus hendiduras, le resultaba mucho más placentero que cualquier otro en el que había estado. Aunque el aire pesado y agobiante típico de los territorios misteriosos seguía vigente, resultaba mucho más placentero estar allí que en un claustrofóbico bosque o una oscura cueva.

El pasaje se hacía más estrecho con cada sector que atravesaban, aunque nunca les interrumpía la visibilidad. Aunque el camino había sido un agradable paseo comparado con el infierno que habían sufrido en los Jardines Meloc, podían notar las miradas de los Pokémon salvajes, que los vigilaban desde sus escondrijos.

—Y no estamos teniendo muchos problemas con los insectos —comentó Marvin despreocupadamente.

—Sí, salvo aquel Scyther que salió de la nada y casi me decapita de un sablazo —añadió Cynder arqueando una ceja.

Marvin, ignorando totalmente el comentario de su amigo, lo golpeó con el hombro.

—¡Deja de quejarte y mira! —exclamó— Ya hemos llegado al final del territorio.

—¿Hemos llegado? —canturreó Nary. El Budew correteó hacia donde estaban Marvin y Cynder, contento.

—Sí, Nary —contestó Cynder, sonriendo—. Ya hemos llegado al final del territorio.

—Menos mal —suspiró Kroven, que se había unido al grupo—. Me estaba volviendo paranoico con tantos ojos mirándonos.

El equipo salió rápidamente del territorio, dejando que el aire fresco del exterior llenara sus pulmones. En la distancia, tras una cuesta repleta de rocas y algún que otro árbol, se podía ver Villa Latón, donde el padre de Nary los esperaba para darles la recompensa.

—Ya queda poco, Nary —dijo Kroven, quien se había ganado la confianza del Budew—. En un poco podrás ver a tu padre.

La madre del pequeño Pokémon Planta, que se había quedado en casa recogiendo las cosas, les había explicado que se mudaban a una nueva casa en Villa Latón por miedo a que la Corporación fuese a arrestarlos por colaborar con la Resistencia. La villa era territorio neutral, y no serían asociados con la Resistencia si permanecían allí.

Mientras comenzaban su descenso, Marvin se paró a pensar en su Don. Aunque era consciente de su presencia en todo momento, no había tenido oportunidad de volver a usarla.

"¿Funcionará solo bajo determinadas circunstancias?" se preguntaba, mientras se preocupaba de no tropezarse con alguna piedra del terreno. "A lo mejor no funciona contra determinado tipo de enemigos".

Estuvo inmerso en sus pensamientos durante toda la bajada, que se le hizo muy corta. Al llegar abajo, Cynder y Marvin tuvieron que aguardar un momento a que Kroven terminara de descender. El Murkrow no se separaba de Nary, temeroso de que su pequeño cliente pudiera hacerse daño. No obstante, ambos llegaron abajo sin problema.

Villa Latón era algo diferente al resto de poblaciones en las que Marvin había estado. Para empezar, estaba amurallada, dejando solo una entrada para el paso de los Pokémon. Además, la ciudad parecía considerablemente más vigilada, al estar en territorio neutral. Un regio Fraxure guardaba la entrada que quedaba justo enfrente de ellos.

El equipo atravesó la puerta y entró en la ciudad. Tras poner un pie en su interior, pudieron apreciar la cantidad de Pokémon que caminaban por el lugar en el que estaban, que parecía ser una plaza.

—Esto es más grande de lo que me esperaba —comentó Marvin—. Nary ¿sabes llegar a casa de tu padre desde aquí?

El Budew echó una rápida mirada por el lugar, ubicándose unos instantes.

—Creo que sí —dijo tímidamente—. Solo he estado un par de veces en la casa nueva, pero creo que sé llegar desde aquí.

El equipo siguió al pequeño Budew por las amplias calles de la ciudad, por las que se podían observar caminando todo tipo de Pokémon de distintos tipos y tamaños. Las casas, la mayoría de ellas de piedra y madera, reflejaban esto, al ser también increíblemente variadas en cuanto a forma y diseño, dada la cantidad de Pokémon distintos que debían habitarlas.

—¡Caray, este sitio está muy animado! —exclamó Cynder— Y parece que hay algunas tiendas interesantes. Marvin ¿crees que podríamos parar en alguna?

—Claro, por qué no —respondió Marvin algo ausente, todavía dándole vueltas al asunto del Don.

Las calles pavimentadas con piedra eran anchas y bastante similares entre ellas, lo que hacía que Marvin se preguntara si serían capaces de encontrar el camino de vuelta. Antes de que pudiera preocuparse por eso, sin embargo, Nary se detuvo en frente de una casa de madera con un pequeño jardín. Kroven abrió la vaya de la casa, notando la asuencia de brazos del Budew, y le dejó pasar.

—Quédense aquí, señores exploradores —dijo el pequeño Pokémon antes de dirigirse a la puerta.

Con sus torpes pero firmes movimientos, el Budew llegó hasta la puerta de la casa, que era como mínimo dos veces más grande que él. La golpeó dos veces valiéndose del capullo que sobresalía de la parte superior de su cabeza.

Tras unos instantes, un Breloom abrió la puerta y lo saludó cordialmente.

—Veo que has llegado sin problemas, cariño —dijo el Breloom, pasándole una pata por la espalda. Luego, levantando la cabeza y viendo al Equipo Tormenta, añadió—. ¿Son esos los que te han traído?

El Budew asintió y su padre se acercó al equipo, saludando a sus miembros con una moderada reverencia.

—Muchas gracias por traer a mi pequeño a su nueva casa —dijo finalmente—. Mi nombre es Acrell.

—Encantados de conocerle, señor —respondió Marvin—. Yo me llamo Marvin, y estos son Cynder y Kroven. Somos el Equipo Tormenta.

—Su hijo se ha portado muy bien —añadió Kroven—. Es muy valiente.

—No lo dudo —contestó Acrell—. ¿Queréis pasar? Tengo la recompensa lista. Y también una ensalada de bayas, por si os apetece llenaros el estómago. Va a ser la hora de comer.

Sin pensarlo dos veces, el equipo siguió al Breloom al interior de la casa.



—¿Quién se ha muerto? —preguntó Lugnos a la multitud que se detenía en la sala comunal del Equipo Esmeralda.

La respuesta del grupo fue un silencio acusador e incómodo. Elina y Astrid, ambas sentadas en la misma posición alrededor de la mesa de estrategias, le echaron una mirada de desdén. En uno de los bancos, Rawkan se apoyaba con ambas manos sobre el mango de su nuevo sable de hueso. Lugnos suspiró.

—Ya veo que no estáis para bromas —dijo, resignado—. En fin ¿qué ha pasado aquí? Vi a Paldus bajando a toda velocidad y no me ha querido ni contestar.

Elina le señaló con la cabeza uno de los bancos, el más alejado de la mesa. En él, un Timburr de aspecto afligido se sentaba solitario, con la mirada fija en el suelo. Ni siquiera se había inmutado ante la entrada del Ampharos.

—Nigru —dijo Elina, refiriéndose al Timburr— acaba de contarnos algo muy preocupante. Ayer por la tarde, cuando volvió de su exploración, un Pokémon de nuestra organización le entregó una carta con una misión.

—¿Una carta? —Lugnos frunció el ceño— ¿Y qué problema hay con eso?

—Era una misión para el Equipo Tormenta —respondió la Espeon—. Concretamente una con destino en Villa Latón. El problema es que creemos que intentan tenderles una trampa.

Lugnos abrió mucho los ojos.

—Ahora entiendo por qué Paldus salió corriendo a toda velocidad —comentó—. ¿Cómo descubristeis eso?

—Fue a hablar con Paldus cuando se dio cuenta—contestó Elina—. Al parecer, Haku le entregó la carta diciéndole que se trataba de una "misión especial" para el equipo, pero la mente del propio Haku dice lo contrario. Alguien quería que el Equipo Tormenta estuviera en Villa Latón hoy por la mañana. Nigru se dio cuenta de que era falsa cuando subió a registrar su propia misión y le preguntó a Haku sobre la carta.

—¿No puede estar confundido? —inquirió Lugnos, confuso— Podría haber sido otro Beartic.

Elina negó rotundamente con la cabeza.

—He leído sus recuerdos —sentenció—. Era él. Lo único que tiene sentido es que, quien quiera que sea el infiltrado, haya modificado los recuerdos de este Pokémon para que tendiera la trampa…

—Tal vez estás presuponiendo —dijo Lugnos—. ¿Y si no era algo malintencionado?

—¿Por qué si no habría entregado una carta a espaldas del consejo y del propio Haku un Pokémon? —preguntó retóricamente Rawkan, que no había abierto la boca desde la entrada de Lugnos.

El Ampharos se lo pensó un momento, dándole vueltas a la historia en su cabeza. Era cierto, no tenía sentido.

—Supongo que dudar de Haku está fuera de lugar ¿verdad? —preguntó— Nadie podría haber modificado sus recuerdos a causa de su entrenamiento contra ataques psíquicos. Lo que realmente me preocupa es que estos sucesos revelan que alguien sabe que Marvin tiene el Don.

Elina asintió.

—Además, tenemos que tener en cuenta que la capacidad de modificar recuerdos quiere decir que nos enfrentamos a un psíquico de rango cinco o mayor —explicó Elina, con un sutil cambio de tono en su voz—. Eso iguala o supera mis capacidades, lo cual es bastante preocupante.

Rawkan dejó su sable sobre el banco y comenzó a hablar de nuevo.

—Metagross, Slowking, Alakazam, los dragones del eón… —dijo— La mayoría de los Pokémon de ese rango son demasiado poco discretos como para infiltrarlos aquí. Tendría sentido que hubiera sido algo más pequeño. Como un Hypno, por ejemplo.

La estancia se quedó en silencio tras las palabras del Marowak.



El Equipo Tormenta había degustado una deliciosa comida por cortesía de Acrell, y ahora se paseaba por la feria de Villa Latón, sus miembros fascinados por la cantidad de artículos interesantes que se exponían en los numerosos puestos repletos de Pokémon que anunciaban sus gangas en voz alta para atraer clientes.

—¿Crees que podríamos comprar algo de por aquí, Marvin? —preguntó Cynder—. No he visto muchos de los objetos que se venden aquí en mi vida.

—Pues si no los has visto, podrían ser un timo —respondió Marvin, asomando la cabeza entre la multitud tanto como su posición cuadrúpeda se lo permitía—. Además, no podemos gastar mucho dinero por el momento. Quiero ahorrar.

Cynder asintió en silencio sin dejar de mirar los variados objetos que adornaban los puestos.

De repente, una voz se alzó entre el resto.

—¡Eh, ustedes! ¡Kroven y compañía! —gritó una voz.

Marvin se giró inmediatamente hacia el origen de la voz, al igual que sus compañeros. La llamada provenía de un tenderete en el que se sentaba un Kecleon de color púrpura. El Pokémon les hizo señales para que se acercaran.

El grupo se aproximó al puesto del Pokémon con discreción. El Kecleon miró a ambos lados antes de dirigirse a ellos.

—Parecen ustedes unos jóvenes exploradores —dijo—. ¿Saben quién soy yo?

Los miembros del Equipo Tormenta miraron a Kroven, que parecía conocer al Pokémon.

—Eres uno de los hermanos Kecleon —respondió, algo sorprendido—. Nackar, si no me equivoco. Nos conocimos en la Atalaya.

—¡En carne y hueso! —respondió Nackar—. Quería preguntarles una cosa, aprovechando que me encuentro a una cara conocida por aquí…

El Kecleon rebuscó un poco entre las cajas de su puesto, cambiándolas de sitio hasta encontrar un sobre bajo una de ellas.

—Esto —explicó, levantándolo en el aire— es una carta de misión. La Corporación de Inteligencia nos tiene fichados, así que no podemos enviarla a la Atalaya de ninguna forma. Si pudieran asegurarse de que llegue a los tablones de la oficina central, les estaría muy agradecido.

Cynder recogió el sobre y comprobó que tenía la firma del Kecleon en el exterior.

—No se preocupe, señor —dijo Marvin—. Le daremos la carta directamente a Haku.

—¡Excelente! —exclamó Nackar—. Pueden llevarse esto como agradecimiento por sus servicios.

El Kecleon cogió un par de bayas aranja de una de las cajas y las colocó delicadamente sobre la mesa.

—Gracias, señor Kecleon —respondió Cynder, recogiéndolas y guardándolas en la bolsa—. Estoy seguro de que nos vendrán bien en nuestras aventuras.

Nackar sonrió despreocupadamente.

—No hay de qué, pequeño —contestó—. Es un alivio ver que la Atalaya sigue reclutando a Pokémon tan…

El vendedor se quedó en total silencio. Se inclinó hacia delante para decirles algo en voz baja.

—No se giren —indicó en un susurro—. Con cuidado y en silencio, escóndanse detrás del puesto. Ocúltense lo mejor que puedan entre las cajas.

A Marvin le recorrió un escalofrío. Solo podía haber un motivo para una reacción así: la Corporación andaba cerca. Más de lo que creían, de hecho.

Liderados por Marvin, los miembros del Equipo Tormenta se agacharon y rodearon el puesto, abriendo la pequeña puerta de madera para poder colarse en su interior.

Con todo el sigilo que pudieron, se acomodaron entre las cajas que el Kecleon mantenía tras de sí. Luego, Cynder arrastró otras dos por el suelo para taparlos desde todos los ángulos, dejando tan solo un punto desde el cual alguien los podría ver: desde arriba.

—Buenos días, excelentísimo señor Gront —oyeron decir al Kecleon—. ¿Qué desea comprar hoy?

—No me hagas la pelota —dijo una voz rasposa y desagradable—. Hace un momento había un Mudkip aquí en tu puesto. ¿A dónde ha ido?

Marvin se quedó de piedra. Lo sabían. La Corporación lo sabía. Conocían su don.

—No me gusta dar información sobre mis clientes —dijo Nackar, manteniendo la compostura de una manera impresionante—. Lamento no poder ayudarle.

Sintieron el temblor del golpe que Gront había dado contra el puesto.

—No estás en la mejor posición para ocultarme cosas, Nackar —gruñó—. Te recuerdo que puedo enviarte a las prisiones de Obsidia en cualquier momento. Sabiendo esto, te lo preguntaré otra vez ¿a dónde ha ido el Mudkip?

Marvin contuvo el aliento. El mundo se paralizó a su alrededor mientras aguardaba la respuesta de Nackar. El Kecleon parecía estar titubeando, pues no respondió inmediatamente.

—Er… se han ido hacia allí —respondió finalmente—. Me preguntaron si tenía petreosferas, así que asumo que habrán ido a buscar alguna de esas.

Gront soltó un prolongado gruñido.

—Bien —contestó—. Mientas o digas la verdad, más te vale que encontremos a ese Mudkip antes del anochecer, o te vas a meter en serios problemas. Tengo una patrulla aquí, así que espero que no pienses en largarte.

Marvin soltó un silencioso suspiro al oír al Pokémon alejarse del puesto. Unos segundos más tarde, la cabeza de Nackar asomó por el hueco entre las cajas y los miró preocupadamente.

—Parece que están buscándole específicamente a usted —le dijo a Marvin, frunciendo el ceño—. Yo no me quedaría mucho tiempo en este pueblo si fuera usted. ¿Qué ha hecho para que lo busquen con tanto ahínco, de todas formas?

Marvin miró a sus compañeros antes de devolverle la mirada al Kecleon.

—Es… una larga historia, señor —dijo finalmente—. No creo que sea buena idea ponernos a hablar de eso ahora.

El Kecleon asintió. Tras comprobar que no había ningún agente de la Corporación en las inmediaciones, apartó una de las cajas, dejando salir a los tres Pokémon.

—Más les vale ir con cuidado —advirtió—. Es probable que tengan un número grande de agentes buscándoles.

Marvin asintió con la cabeza.

—Muchas gracias por ayudarnos a escondernos —dijo Kroven, saliendo de entre las cajas—. No sé qué habríamos hecho sin su ayuda.

Nackar les sonrió algo afligido.

—No es un problema —contestó—. Apoyo a la Resistencia en todo lo que puedo. Ahora deben centrarse en salir de aquí sigilosamente y sin ser detectados. Aléjense de la plaza y caminen solo por los callejones.

—¿Qué va a pasar con usted cuando se den cuenta de que hemos escapado? —preguntó Cynder, preocupado por el Kecleon.

—Gront habla mucho —respondió este— pero no va a hacerme nada. Le conozco desde hace años: amenaza a todo el mundo, pero rara vez hace daño a un Pokémon. Ustedes preocúpense por salir de aquí, anda.

Tras una breve despedida, los tres Pokémon se alejaron del puesto, tratando de camuflarse entre el gentío.

—Lo peor de todo esto —comentó Cynder— es que no tenemos ni idea de cuales de estos Pokémon pueden estar buscando a Marvin. Estamos escapando de un enemigo invisible.

Marvin ignoró casi totalmente el comentario. Estaba demasiado ocupado intentando concentrarse en huir hacia un callejón sin mirar hacia los lados o darse la vuelta. El corazón le latía como si fuera a salir disparado de su pecho en cualquier momento, y pudo notar una pesada gota de sudor deslizándose lentamente por su mejilla. Tenía miedo. Mucho miedo.

"No puedes perder los nervios ahora" se dijo a sí mismo, en un inesperado intento de calmarse por parte de su cerebro. "Tienes mucho que hacer. No puedes flaquear ahora, porque eso solo logrará que te capturen". Estas palabras lo ayudaron a tranquilizarse. El miedo seguía ahí, pero había pasado a un segundo plano para dar paso a la determinación de sobrevivir.

Sus compañeros, ajenos al ataque de pánico que Marvin estaba a punto de sufrir, miraban de reojo a los Pokémon con los que se cruzaban, con los músculos tensados en todo momento. Cualquiera podía ser un agente, y debían estar preparados para enfrentarse a ellos.

Al doblar la esquina en un callejón, los tres se apoyaron contra la pared. Kroven se aseguró de que nadie los estaba siguiendo.

—Eso ha sido intenso —dijo Cynder—. Todavía siento una llama danzando en mi estómago de la tensión…

Kroven, sin embargo, no dijo nada. Tras su vistazo preventivo, se acercó a Marvin y lo miró arqueando una ceja.

—Antes de continuar —dijo, curiosamente relajado— necesito preguntarte algo, Marvin. ¿Hay algo que deba saber y de lo que no se me haya informado? Porque no me parece normal que la Corporación ande buscándote precisamente a ti con tanto brío.

Se hizo el silencio en el pequeño calejón. Marvin miró a Cynder inmediatamente. Su amigo se encogió de hombros, sin decir una sola palabra.

—Supongo que… he sido un poco prepotente —respondió Marvin—. Sí, Kroven. Te hemos ocultado algo. Pero tienes que confiar en mí un rato más, porque ahora no es el mejor momento para ponernos a hablar de ello.

Kroven miró a un lado, pensativo.

—Supongo que tienes razón —concordó—. Pero para eso tenemos que salir de aquí sin ser capturados. La puerta de la ciudad no está lejos, pero tendremos que ponernos un poco más a la vista si queremos escapar.

—Un poco tarde para eso, diría yo —dijo una voz.

Los miembros del Equipo Tormenta se pusieron en posición de combate casi al instante.

En la esquina del callejón, un Sneasel dibujaba en su rostro una socarrona sonrisa.

—Es un placer —dijo—. Me alegra haberos encontrado antes que esos brutos de la Corporación. Así podré divertirme un poco antes de llevarme al Mudkip.

Cynder se puso delante de Marvin, con su espalda soltando enormes chispas llameantes.

—¡Tendrás que pasar por encima de mí para llevártelo! —gritó.

El Sneasel, rápido como un rayo, asestó un potente arañazo a Cynder, que no vio venir el golpe hasta que fue demasiado tarde. El Cyndaquil cayó derribado a un lado del callejón.

—No os humilléis intentando defenderlo, por favor —dijo—. Solo quiero enfrentarme a él. No necesito meterme con otro par de inútiles.

Nada más acabar la frase, recibió un repentino disparo de humo negro en la cara. Cynder, que ahora se levantaba a duras penas a causa del golpe, estaba produciendo una pantalla de humo desde la punta de su nariz.

Marvin aprovechó la distracción para arrojar un proyectil de agua hacia el Sneasel, que cayó contra una de las paredes del callejón.

—¡Me estáis enfadando! —gruñó, levantándose—. No quería tener que hacer esto, pero voy a tener que jugar sucio. ¡Burgull, sal de ahí!

Antes incluso de poder reaccionar, Marvin recibió un potente puñetazo eléctrico en un costado, siendo lanzado hacia la misma pared que su adversario.

—Hola, enano ¿te acuerdas de mí? —rió el Electabuzz que salió de entre las sombras—. Vamos a ver si eres tan valiente esta vez.

Marvin trató de levantarse, pero notó que su cuerpo no reaccionaba. Estaba paralizado. Aterrorizado, vio como Burgull se le acercaba entre risas. Kroven trató de detener su avance, pero el Pokémon eléctrico lo derribó con un rayo, tendiéndolo en el suelo.

—¿Q-qué hacéis vosotros aquí? —preguntó Marvin, confuso y asutado. Le costaba articular las palabras a causa de su estado de parálisis.

—La Corporación nos ha encargado encontrarte —respondió el Sneasel, riendo entre dientes—. Bueno, a nosotros y a otros muchos. Pero eso no viene al caso ahora.

Con maestría y apenas sin inmutarse, el Pokémon siniestro esquivó una llama que Cynder había lanzado como medida desesperada.

—Encárgate del Cyndaquil —ordenó el Sneasel a Burgull—. Quiero hablar con el Mudkip.

Burgull asintió y se dirigió corriendo hacia el Pokémon de fuego. Marvin lo perdió de vista, pues al no poder girar la cabeza, era incapaz de ver qué estaba ocurriendo entre su amigo y el Electabuzz.

—No sé qué tienen contra ti los miembros de la Corporación —dijo—, pero la verdad es que esto reconforta. Sé que fuiste tú el que detuvo nuestra operación en las Ruinas Virmis. Así que esto no es solo un encargo… es algo más personal. ¿Y sabes qué? Que es delicioso. Vas a aprender qué pasa si te metes con Nysel. Después de entregarte a la Corporación, tus amigos van a recibir un tratamiento especial…

La desagradable sonrisa en el rostro de Nysel le puso a Marvin la carne de gallina. La ira se apoderó de su cuerpo. Quería moverse, quería levantarse y destrozar los dientes perfectos de aquel Sneasel. Y entonces, lo sintió.

"Despierta".

"Despierta, Marvin".

Un poderosísimo flujo de energía comenzó a recorrer su cuerpo. Marvin dejó de escuchar la voz del Sneasel, aunque veía sus labios moverse. Sintió cómo la ira ardía en su interior… y cómo su cuerpo reaccionaba de nuevo. Con un movimiento súbito, lanzó un puñetazo a la cara de Nysel, lanzándolo en la dirección contraria. El Pokémon, que no se había visto venir el golpe, se tambaleó.

—O puedes callarte la boca y enfrentarte a mí —dijo Marvin, furioso aunque impresionado por su espontánea demostración de resistencia.

Nysel, tras unos instantes de comprensión, se arrojó contra Marvin cargando una energía negra de aspecto peligroso en sus garras.

Y entonces, un destello blanco pasó a toda velocidad entre ambos, y el Senasel acabó arrojado contra uno de los muros del callejón. Marvin, completamente ignorante de lo que acababa de ocurrir, se echó para atrás. ¿Era acaso éste un miembro de la Corporación?

El destello volvió a aparecer, pero esta vez para derribar a Burgull, que combatía fieramente contra Cynder. El Pokémon de fuego mostró la misma expresión de sorpresa que Marvin puso cuando le ocurrió a él.

De pronto, Marvin sintió el efecto del puñetazo eléctrico de nuevo. Se quedó tieso en el sitio, justo como lo había estado segundos antes. Su inusual resistencia a la parálisis se había desvanecido por completo. Cynder se acercó a él, mirando hacia todos lados y esperando que su nuevo y desconocido enemigo tratara de ejecutar otro ataque.

No recibieron ataque alguno, sin embargo, pues una extraña y alta Pokémon blanca se materializó frente a ellos. Presentaba una extraña cuchilla triangular en su pecho, y sus brazos y cabeza eran de color verde. La parte superior de su esbelta figura estaba cubierta por lo que parecía ser un ligero vestido que se fundía con su cuerpo.

—No os preocupéis —dijo, con una monótona y tranquila voz—. No os haré daño.

La Pokémon se dirigió hacia Marvin y se arrodilló en frente de él, pasándole un brazo por el cuerpo. Una curiosa luz rosa pasó por su brazo y recorrió todo el cuerpo del Mudkip, que sintió cómo la parálisis iba desapareciendo poco a poco.

—¿Quién eres? —balbuceó Marvin, todavía recuperando la movilidad en sus labios.

—Mi nombre es Miasma —dijo con un dulce tono de voz, sin apartar la vista de Marvin—. Soy una Gardevoir, y vuestra aliada. Paldus me ha enviado a rescataros.

Sin mediar palabra, la Pokémon se levantó y se dispuso a hacer lo mismo con Kroven, que yacía a unos pasos de ellos.

—Vuestro compañero… se pondrá bien —explicó tras examinarlo y sondearlo con la misma luz rosa que había usado con Marvin—. Ha recibido un voltaje enorme para ser un Pokémon volador, pero es fuerte. Sobrevivirá.

El Murkrow abrió los ojos, recibiendo el poder curativo de la Pokémon psíquica.

—Pero… —inquirió entonces Cynder— ¿cómo sabía Paldus que estábamos en peligro?

La Gardevoir lo miró a los ojos unos instantes antes de responder.

—No lo sé —contestó simplemente—. Vino en busca de mi ayuda a toda velocidad, y apenas recibí explicaciones acerca de las causas de mi misión. Os detecté usando mis poderes psíquicos y vine lo antes posible. Lamento no haber llegado un poco antes.

—No pasa nada —dijo Marvin—. Estamos muy agradecidos de que hayas aparecido, de veras… No me siento en posición de reprocharte no haber llegado antes.

Misama sonrió. Se levantó, invitando a Kroven a hacer lo mismo. El Murkrow, aunque despacio, logró incorporarse y ponerse en pie.

—No he llegado tarde, después de todo —dijo.

—¿Y qué pasa con ellos? —preguntó Cynder, señalando al debilitado Nysel— ¿No deberíamos llevárnoslos a la Resistencia.

La Gardevoir negó con la cabeza.

—No he recibido órdenes de llevármelos —explicó—. Mi prioridad es sacaros de aquí, y eso pienso hacer. Preparaos, vamos a teletransportarnos.

Cynder cogió rápidamente a Marvin del hombro. El Mudkip lo miró extrañado.

—Para poder teletransportarnos todos juntos, tenemos que estar en contacto —explicó brevemente.

El Mudkip asintió en señal de comprensión. Miasma, cogiendo a Kroven con una mano y a Cynder con la otra, comenzó a cargar su poder psíquico. Un blanco destello lo envolvió todo, y Marvin sintió como si su cuerpo flotase durante unos instantes. Cuando la sensación desapareció, se encontraban en una acogedora estancia de madera y piedra, reminiscente a su habitación en la Atalaya. Lo primero que pudieron ver en la habitación fue a Paldus, que parecía bastante impaciente. A su alrededor se congregaban Elina, Astrid, Rawkan y Lugnos.

El Swampert notó inmediatamente la presencia de los recién llegados, pues el resplandor los había acompañado.

—¡Gracias a Arceus que estáis bien! —exclamó, acercándose a ellos— Muchas gracias por tu aporte, Miasma.

—No hay de qué, Paluds —contestó ella con modestia—. Es mi trabajo.

El Swampert dirigió su atención hacia los miembros del Equipo Tormenta.

—¿Os han atacado? —interrogó al ver el aspecto maltrecho de los tres.

—Nos atacaron unos criminales —dijo Marvin—. Al parecer estaban colaborando con la Corporación.

Paldus se llevó una mano al mentón, pensativo.

—Parece que ya lo tenían planeado de antemano… —murmuró.

A Marvin, no obstante, le picaba la curiosidad.

—¿Cómo sabíais que estábamos en peligro? —preguntó inmediatamente.

—Os tendieron una trampa —intervino Elina—. Filtraron una carta de misión para que la cogierais específicamente vosotros. La carta en sí era auténtica, pero la Corporación quería pillaros en Villa Latón hoy. Se aprovecharon de la inocente petición de alguien para intentar capturaros.

—A todo esto ¿quién recogió la misión? —interrumpió abruptamente Astrid.

Cynder y Marvin miraron a Kroven. El Murkrow se encogió en su sitio, algo cabizbajo.

—Er… fui yo —respondió—. Me la dio un Timburr… me dijo que era una misión especial para nosotros, pero que no podía contárselo a nadie hasta que estuviera cumplida.

Marvin lo miró afligido. El Murkrow había sido manipulado para tenderles aquella trampa. Paldus asintió, todavía algo perdido en sus pensamientos.

—Tiene sentido —dijo—. El Timburr fue el que nos ayudó a averiguar que se trataba de una trampa. Procurad… procurad no volver a aceptar ese tipo de misiones a menos que os la de un miembro oficial del Consejo ¿de acuerdo?

Los tres asintieron casi al unísono. No dudarían un instante en tomar precauciones tras el enorme peligro al que se habían enfrentado aquel mediodía.

—Ahora el problema es otro —dijo Elina—. Nos enfrentamos a un psíquico de alto nivel. Ha modificado los recuerdos de la mente débil del Timburr para hacerle creer que Haku le dio la misión.

—Sea quien sea nuestro psíquico —intervino Lugnos—, no atacará de nuevo a corto plazo. No cuando su primer plan ha fallado. Tenemos tiempo para intentar descubrirlo mientras no trata de tender una nueva trampa. De todas formas, este personaje conoce a Marvin. No os recomendaría volver al territorio neutral, ni mucho menos adentraros en el enemigo.

—Será mejor que solo hagáis misiones en territorio aliado, chicos —dijo Paluds, dirigiéndose de nuevo al equipo de Marvin—. Y ahora, si no es molestia, registrad la misión y haced lo que tengáis que hacer. Tenemos mucho que planear.

Los tres chicos abandonaron la estancia. Cynder la reconoció como la cámara de teletransporte y les indicó la salida a sus compañeros.

—Bueno —dijo Kroven mientras subían las escaleras—. Creo que os merecéis una disculpa. He sido un ingenuo con el tema de la carta… no volverá a suceder.

—No te culpes, Kroven —contestó Cynder detrás de él—. No tenías forma de descubrir que se trataba de una trampa.

—Además —añadió Marvin, que lideraba la marcha—, yo te debo unas cuantas explicaciones. Vamos a registrar la misión y guardar los objetos. Tenemos que hablar largo y tendido sobre… bueno, ya te lo explicaré cuando lleguemos.



—No sé qué decir, Elina… —murmuró Astrid mientras caminaba por uno de los pasillos del piso superior de la Atalaya, al lado de su confidente. Tras abandonar la cámara de teletransportes, las dos se dirigían al despacho de la Espeon para recoger unos libros—. Lleva unos días muy raro. Sabes que no me gusta llegar a estos extremos, pero… tengo la sensación de que me oculta algo.

—No voy a leer su mente, si es lo que estás insinuando —contestó tajante la Espeon, bajando la voz—. Confío en que, sea lo que sea lo que está pasando por su cabeza, no nos resulte un problema. A decir verdad, yo creo que está emocionado a causa del asunto del Don de Sazira. Apenas habla de otra cosa conmigo.

La Ninetales plateada soltó un sonido de hastío, pero no respondió. Elina, alejándose de su frialdad matemática, añadió:

—Sabes que te quiere mucho. No te ocultaría algo si no fuera estrictamente necesario, y hasta entonces tendría buenas razones para hacerlo. Creo en su buen juicio.

Astrid se detuvo. Elina paró unos pasos más dalenate, girándose para mirar a su vieja compañera a los ojos.

—Sabes algo ¿verdad? —preguntó simplemente Astrid.

La Espeon inclinó la cabeza.

—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó a su vez con una inquisitiva mirada— Jamás he leído la mente de alguien del equipo y tú lo sabes.

—No te hace falta leer su mente —contestó Astrid—. Él pudo habértelo contado. Últimamente no hacéis más que hablar.

Elina dio unos pasos, acercándose a su compañera.

—Si me lo hubiera contado —dijo lentamente— tú ya lo sabrías. Al fin y al cabo, siempre te lo cuenta todo ¿no es así?

Astrid no pudo evitar notar algo de molestia en la voz de la Espeon. Tras decir estas palabras, su amiga se giró y continuó andando por el pasillo, sin esperarla. Abrió la puerta de su despacho y entró en él, dejando la puerta abierta para su compañera.

—Supongo que sí… —contestó finalmente en voz baja, sabiendo que nadie podía oírla en la soledad del pasillo.
« Última modificación: 26 de Marzo de 2016, 12:07:03 pm por IDG »
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #10 en: 03 de Abril de 2016, 06:41:57 am »
Capítulo 10: CONVERSACIONES NOCTURNAS

—¿El Don de Sazira? —repitió Kroven, incrédulo— Tienes que estar de broma.

En el fondo, Marvin casi deseaba estarlo. Sin embargo, no era el caso, y acababa de narrarle al Murkrow la historia completa sobre su estancia en Pellaria.

—Solo se ha activado una vez —comentó Cynder—, cuando estuvimos en la cueva con aquella Aggron. Pero sí, lo más probable es que Marvin tenga ese poder.

Entonces, Marvin recordó el momento en el callejón, hacía más de una hora. Su cuerpo, totalmente paralizado, recuperó la movilidad durante unos instantes. ¿Sería eso una consecuencia del Don de Sazira?

—Y ¿cómo se supone que puedes usarlo para derrocar a la Corporación? —inquirió Kroven, algo conmocionado por la noticia.

—Paldus dice que hay una piedra que puede canalizar mi poder en un radio grande —explicó Marvin—, pero solo es una leyenda. Supongo que encontrará algún método más fiable.

Kroven atendía estupefacto a las explicaciones de su líder. Todavía no podía creer que se tratara de un humano convertido en Pokémon.

—Jamás había conocido a un humano —expuso—. Es realmente fascinante.

—Por favor, Kroven —pidió Marvin, algo hastiado—, no quiero que me trates de forma diferente ahora ¿de acuerdo? Sigo siendo Marvin y quiero que me trates como a un Pokémon más ¿de acuerdo?

El Murkrow asintió en señal de aprobación.

—¿Paldus sabe que eres un humano? —preguntó inesperadamente.

—Er… no —respondió Marvin—. ¿Por qué lo preguntas?

—Verás, tengo entendido que Paldus no se lleva bien con los humanos —explicó el Murkrow—. He oído un cotilleo acerca de él. Parece ser que, cuando era pequeño, la familia de humanos que lo había adoptado lo abandonó para irse de Pellaria junto con los demás humanos, y desde entonces está resentido hacia todos ellos. Yo que tú no le diría nada a corto plazo.

Marvin tragó saliva. No podía imaginarse la cara de decepción del Swampert al enterarse de que era un humano.

Cynder, en el otro lado de la habitación, hacía recuento de objetos para la misión del día siguiente. De pronto, exclamó:

—¡Vaya! La carta de Nackar.

Los otros dos miembros del Equipo Tormenta se giraron para mirar al Cyndaquil, que sostenía la carta de misión que les había entregado el Kecleon.

—Tenemos que llevársela a Haku para que la archive con el resto —dijo Marvin—. Propongo hacerlo ahora y quitárnolos de encima.

—Ya puestos —añadió Kroven— podemos echarle un ojo a las misiones que haya por ahí colgadas. Tal vez encontremos algo interesante.

El equipo salió de la habitación y se dirigió al despacho de clasificación, accesible solo mediante unas escaleras en las oficinas centrales. Normalmente podía verse a una cantidad ingente de Pokémon haciendo cola enfrente del acceso, pero a aquella hora del día todas las misiones habían sido archivadas y enviadas a las oficinas centrales, por lo que el acceso estaba totalmente despejado.

El despacho era un lugar bastante claustrofóbico, ya que los pocos Pokémon que trabajaban allí estaban continuamente rodeados de cartas, sobres, pergaminos y diversos utensilios de escritura. El escritorio de Haku, situado en la esquina más alejada de la puerta, era el que más cartas tenía, y de vez en cuando un Ambipom pasaba por allí para recoger alguna y llevarla a los tablones.

—Buenos días, Haku —saludó Marvin, colocando la carta sobre su escritorio.

El Beartic, sin levantar la mirada de lo que estaba escribiendo, soltó un "hola" entre dientes, apenas vocalizado a causa de la concentración del Pokémon de hielo en su labor.

—Teníamos una misión para archivar —dijo Kroven.

Haku levantó inmediatamente la vista, dejó la pluma sobre la mesa y les dedicó una fría mirada. Se notaba que no estaba de buen humor, y Marvin supuso que tenía algo que ver con el problema que habían tenido por la mañana.

—De acuerdo —dijo finalmente— Equipo Tormenta ¿verdad? —preguntó, rebuscando entre sus archivos— La misión de escolta en el Risco Colmena. ¿La habéis completado?

Cynder sacó de la bolsa la carta firmada por Acrell, y el Beartic la revisó, acercándola a su cabeza para poder leerla correctamente.

—Muy bien —concluyó. Guardó la carta en otro de sus archivadores, a los que accedía tremendamente rápido y los miró de nuevo— ¿Algo más?

—De hecho sí —contestó Marvin. Cynder puso la carta de Nackar sobre la mesa para que el Beartic la abriera y ojeara—. Es una carta de parte de un Kecleon. No ha podido traerla él mismo o enviarla aquí, así que nos ha pedido que la trajéramos.

Haku revisó la carta unos instantes. Tras ojearla, escribió algo en ella y la colocó en la pila de cartas con destino a los tablones.

—Gracias por vuestra contribución —dijo, con un tono de voz que hacía pensar que repetía esta consigna a cada equipo que lo visitaba—. Será colocada en el tablero en seguida. Es mi deber recordaros, además, que vuestra misión de mañana será la última que tengáis que hacer antes de vuestro día de descanso, en el caso de que la completéis con éxito.

—¿Día de descanso? —repitió Marvin, sorprendido.

El Beartic soltó un suspiro de resignación. Con el mismo tono de voz aburrido y monótono, explicó:

—Todos los equipos de resistencia disponen de un día libre por cada cinco misiones completadas exitosamente. ¿Requerís algún otro tipo de información?

Los miembros del equipo se miraron entre ellos un momento.

—No, gracias —contestó finalmente Marvin—. Está bien.

—Pasad una buena tarde —se despidió el Beartic, cogiendo su pluma y disponiéndose a seguir escribiendo.

Mientras el Ambipom se acercaba para recoger la pila de cartas, el Equipo Tormenta abandonó la estancia. A Marvin no le caía mal Haku, pero parecía que su vida era extremadamente aburrida. "Está demasiado ocupado para ser educado, supongo" pensó Marvin mientras se dirigían a los tablones de anuncios.

Los tablones, llenos de cartas de misión como de costumbre, apenas estaban siendo revisados por algún que otro Pokémon. Los equipos no acostumbraban a elegir sus misiones tan temprano, pero Rawkan les había enseñado que era el mejor método para tener más opciones entre las que elegir.

Cynder abrió la bolsa y desplegó el mapa de Pellaria que les habían entregado al unirse a la Resistencia. Debía asegurarse de que elegían una misión dentro de la jurisdicción de la Atalaya.

—Solo podemos coger misiones de este tablón —señaló Kroven—. Las misiones van del rango E al D, que es lo aconsejable para un equipo recién formado.

Marvin ojeó las notas de misión situadas en la parte inferior del corcho, deseando encontrar una allí abajo y no tener que usar la escalera para buscar en las filas superiores. No obstante, ninguna misión parecía llamar su atención, ya que todas tenían una recompensa demasiado baja.

—Procurad no coger las misiones de rescate o recuperación de objetos que lleven más de un día aquí —advirtió Kroven—. Cuanto más tiempo pasa, más difícil es encontrar a objetos o Pokémon perdidos en una mazmorra. Creedme, os lo digo por experiencia.

Dicho esto, el Pokémon volador saltó en el aire y emprendió su primer vuelo en casi una semana, agitando las alas para mantenerse en el aire y poder analizar de cerca las cartas colocadas en la parte superior del tablón.

El Equipo Tormenta pasó más tiempo del que habrían querido buscando una misión para el día siguiente. No obstante, cuando iban a darse por vencidos y elegir una misión de poca monta, el Ambipom salió corriendo del despacho de Haku con un montón de cartas, y sin siquiera mirarlos comenzó a asegurarlas al tablón usando sus dos colas, agarrándose a la escalera con sus extremidades comunes.

Marvin y compañía observaron al Pokémon deslizarse ágilmente entre tablones, colocando las misiones en uno u otro dependiendo de su dificultad.

—No había visto a nadie moverse tan deprisa —dijo Cynder en voz baja.

El Ambipom terminó rápidamente y se fue sin decir palabra, bajando de la escalera de un salto. El Equipo Tormenta se aproximó de nuevo a los tablones, ahora cubiertos de un considerablemente mayor número de misiones.

Marvin echó un vistazo a las que se situaban en la parte inferior, de nuevo esperando no tener que subirse a la escalera. No obstante, eso no sucedió, ya que una misión en concreto llamó su atención casi inmediatamente.

—Chicos, mirad esto —llamó a sus compañeros.

Éstos se colocaron a ambos lados de su líder y leyeron la carta por encima.

—Es… es la misión de Nackar —dijo finalmente Kroven—. Creía que sería un encargo de rango más alto, pero… es relativamente sencillo ¿no creéis?

La petición requería encontrar unos objetos concretos en un lugar llamado Cueva Añil. Se trataba de un tipo de gemas que solo aparecían en ese territorio misterioso.

—Es sencillo —dijo Marvin— pero no podemos volver a Villa Latón. Está justo en terreno neutral, y además ya nos han tendido una trampa allí antes.

—Siempre podemos hablar con Verris, el Kecleon que lleva la tienda en el bajo de la base —explicó Kroven—. Le preguntaremos si puede hacerle llegar a su compañero los objetos mediante sus conexiones, y ya de paso recoger nuestra recompensa.

El equipo se detuvo a sopesar la proposición. La recompensa era de doscientos pokés por gema, y aquello no era algo fácil de rechazar.

—¿Cuántos pisos dices que tiene esa cueva, Cynder? —preguntó Marvin.

Tras buscar el lugar en el mapa, Cynder revisó sus datos y contestó:

—Seis. En el bajo siete hay una puerta que, según parece, te devuelve a la salida del territorio. No creo que tengamos nada que perder ¿verdad?

Marvin miró a Kroven.

—Supongo que no hace falta votar nada ¿verdad? —preguntó con una media sonrisa.

—•—

Los tres compañeros bajaron al comedor, ya que el hambre había atenazado a Cynder después de hacer los preparativos para su misión.

En el comedor había un número de Pokémon considerable, ya que la mayoría de ellos acababan de volver de una misión y estaban tomándose un tentempié.

Entre la multitud de Pokémon recogiendo comida en la barra, Marvin pudo distinguir la figura familiar de una Buizel.

—¡Winona! —llamó. La Buizel se giró rápidamente para mirarlo.

—Oh, hola Marvin —saludó, algo desganada—. Buenas tardes.

Kroven y Cynder comían despreocupadamente en la barra, así que el Mudkip tenía vía libre para hablar con su amiga.

—¿Qué tal tu misión de hoy? —preguntó.

La Buizel hizo una mueca de malestar.

—Bueno —contestó—. Mis nuevos compañeros no están mal. No hemos tardado mucho en completar el encargo, pero el camino ha sido largo y me da a mí que voy a tener agujetas mañana. ¿Qué tal tú?

—Dentro de lo que cabe, bien —contestó Marvin con una risa nerviosa—. Casi nos capturan los agentes de la Corporación, pero al final no ha pasado nada.

La Buizel abrió mucho los ojos.

—¿Estás de broma? —preguntó sorprendida— Escapar de la Corporación es algo que no hacen todos los Pokémon. Deberías estar orgulloso.

—En realidad nos salvó Miasma, un miembro del equipo de Paldus —contestó el Mudkip con modestia—. No he tenido mucho mérito, la verdad…

"Excepto por la parte en la que me salvé de la parálisis por mi cuenta" pensó para sus adentros. No consideraba oportuno hablarle a cualquiera de los poderes que (al menos según él creía) le otorgaba el Don de Sazira.

—De todas formas —concluyó Winona— es interesante. Supongo que era cuestión de tiempo que te descubrieran.

Aquella frase activó algún tipo de resorte en la cabeza de Marvin. La Corporación era consciente de su presencia, sí. Eso ya lo tenía asumido. La pregunta ahora era ¿cómo habían adquirido esa información? Paldus mencionó que sus compañeros de equipo estaban protegidos contra ataques psíquicos, pero eso no garantizaba que no podían haberlo sabido por ellos.

¿Tenían un espía en la base?

—Mañana vamos a buscar unas gemas raras —dijo Marvin, cambiando de tema—. Vamos a un sitio llamado Cueva Añil.

—Vaya, pues os deseo suerte —dijo la Buizel mientras mordisqueaba una baya—. He ido a ese sitio un par de veces y no es difícil. Para vosotros no será un problema.

La conversación fue bastante banal a partir de aquel punto. El Equipo Tormenta abandonó pronto el comedor, habiendo sus miembros saciado su hambre, y se dirigieron a su habitación para descansar un rato.

—Pinta bien eso del día libre —comentó Cynder una vez estuvieron dentro de su cuarto—. Podremos dormir hasta tarde por una vez.

—Sí, pero recuerda que el desayuno es a las ocho —dijo Marvin con una sonrisa—. No querrás perdértelo ¿verdad?

Cynder soltó un gruñido en voz baja.

—Pues cuando me acabe el desayuno me vuelvo a dormir —contestó.

—En mi primer día libre —dijo Kroven— me quedé dormido hasta las doce. El día anterior nos habíamos enfrentado a un grupo enorme de enemigos y estaba exhausto.

Marvin recordó la pérdida del equipo de Kroven, y le pareció un buen momento para preguntarle sobre ellos.

—¿Echas de menos a tu antiguo equipo? —preguntó.

El Murkrow se encogió de hombros.

—Siempre se echa un poco de menos —respondió—, pero nunca me llegué a llevar demasiado bien con ellos. Fueron una pérdida para la Resistencia, sí, pero no puedo decir que me afecte en un nivel emocional.

—¿Cómo fue? —le preguntó Cynder entonces— El ataque a Villa Plata, quiero decir.

Kroven dejó escapar un suspiro.

—Fue aterrador, a decir verdad —contestó—. Nunca había visto un incendio tan grande en mi vida, y sinceramente espero no volver a verlo jamás. Nos pilló llevando a unos Sentret a casa de su madre… estábamos en su casa cuando sucedió.

—¿Ellos escaparon? —preguntó Cynder.

—No lo sé, la verdad —respondió el Murkrow—. No llegamos a detenernos para eso. Nuestro líder nos ordenó escapar de cualquier forma que pudiéramos, y yo me fugué por la ventana después de que comenzaran a atacarnos unos agentes de la Corporación.

Los tres compañeros se mantuvieron silenciosos un rato.

—Al menos —concluyó Kroven— mi ala está casi perfecta. Mañana podré hacer trabajos de reconocimiento desde el aire.

—Oh ¿harás eso? —inquirió Marvin.

—Por supuesto —respondió el Murkrow—. Es importante saber qué hay delante de ti cuando no estás dentro de un territorio misterioso. Aun así, dentro de la cueva no podré hacer nada.

—No te preocupes —dijo Cynder, quitándole importancia—. Es más que suficiente. Por cierto ¿qué hora es?

Kroven echó un vistazo a las piedras solares, cuya luz se hacía más intensa cuando era de noche.

—Calculo que serán las seis, como mínimo —dijo—. En cualquier caso, aún quedan unas horas hasta la hora de dormir. ¿Os parece si vamos a hablar ya con Verril? Podríamos incluso parar a comprar algo interesante.

No tuvo que preguntarlo dos veces, ya que sus compañeros, tras recoger la bolsa de viaje, se levantaron de sus respectivos asientos y se dispusieron a salir.

La base estaba bastante vacía en su mayoría. Muchos de los equipos estaban descansando o todavía no habían vuelto de sus respectivas misiones. Atravesaron las áreas de entrenamiento y descanso de la Atalaya, situadas muy por debajo del nivel del mar, hasta llegar a lo que era comúnmente llamado "mercado del submundo" a causa de su localización.

Allí abajo era donde se tramitaba la compraventa de objetos, según Kroven les explicó a sus compañeros de equipo. Marvin y Cynder jamás habían pisado aquella zona de la base, lo cual podría deberse al hecho de que Rawkan, según les contó Kroven, debía bastante dinero a la red de comercio de los hermanos Kecleon.

—Este lugar es curioso —comentó Cynder, pasando la vista por el lugar. Se trataba de una inmensa cueva, con apenas algún vestigio de civilización en ella más allá de los Pokémon que la habitaban, pues no había señales de edificación en ella más allá de los soportes de las piedras solares, que brillaban con su máxima intensidad.

En la amplia caverna, varios Kecleon estaban dispuestos en diferentes mostradores, cada uno asignado a una sección. Las estanterías estaban repletas de objetos bien etiquetados con su nombre y precio correspondiente. El equipo atravesó los pasillos de la sección de esferas mágicas y se encontró con Verril el Kecleon, sentado tranquilamente tras su mostrador mientras ojeaba un panfleto.

—Buenas tardes —saludó alegremente al percatarse de su presencia— ¿Puedo ayudarles en algo?

—Buenas —saludó Marvin—. Antes de comprar nada, querríamos pedirle un favor.

Verril frunció el ceño y se inclinó un poco sobre el mostrador.

—Si planean dejar dinero a deber, quítenselo de la cabeza —respondió sin perder la educación—. Lo lamento, pero hemos tenido una serie de problemas a ese respecto y no deseamos que ocurra más.

—¡No no, en absoluto! —contestó Marvin rápidamente— Se trata de una misión para su hermano Nackar. No podemos ir a Ciudad Latón a darle los objetos que nos pidió para mañana, así que tal vez usted podría encargarse de que le lleguen y traernos la recompensa.

El Kecleon relajó su cara, sentándose de nuevo en su posición original.

—No será un problema —dijo finalmente—. Nuestra red de intercambio de objetos es rápida y efectiva. Él no ha sido capaz de comunicarse con nosotros desde hace unos días, presumiblemente a causa de la presencia de la Corporación en Villa Latón. No obstante, haremos lo que esté en nuestras patas para llevarle los objetos y recibir su recompensa.

—Muchas gracias —contestó Marvin—. Ahora nos gustaría comprar algo.

A Verril se le iluminó el rostro. Con una sonrisa, se bajó de su banqueta y los analizó desde detrás del mostrador.

—Si no me equivoco, ustedes son nuevos aquí ¿verdad? —preguntó, rascándose la barbilla— Conozco a Kroven, pero nunca los había visto a ustedes dos por aquí.

—Es verdad, hoy es nuestro cuarto día aquí —dijo Cynder, antes de añadir orgulloso—. ¡Somos el Equipo Tormenta!

—Pues, teniendo en cuenta que no suelo tener clientes a esta hora —dijo el Kecleon—, podría darles un tour por el establecimiento ¿qué les parece?

El equipo accedió encantado, y el tendero salió de su puesto para comenzar a mostrarles la mercancía.

Los miembros del Equipo Tormenta fueron llevados a través de numerosas estanterías, con el Kecleon indicándoles la utilidad de cada uno de ellos. Esferas mágicas, lazos, semillas y demás objetos pasaban por sus maravilladas vistas, cada uno más interesante que el anterior.

—¿Qué son estas cosas? —preguntó Marvin tras girar una esquina. Se encontraban en un pasillo cuyas estanterías circundantes estaban llenas de unos curiosos discos de metal de diversos colores.

—Oh, eso son máquinas técnicas —dijo Cynder—. Son objetos que permiten aprender un movimiento instantáneamente.

—Correcto —dijo el Kecleon—. Son muy útiles para poder enfrentarse a los tipos de Pokémon que normalmente les resultarían un problema. Aunque dudo que se las puedan permitir, pues la más barata ahora mismo ronda los dos mil poké.

Marvin no se preocupaba por eso, pues estaba apoyado sobre la estantería con sus patas delanteras, echando un vistazo a todas las máquinas técnicas que allí se encontraban y viendo su nombre, escrito en lenguaje Unown en sus respectivas etiquetas. Algunos, como "Energibola" o "Afilagarras" no sonaban nada fuera de lo común, pero otras como "Hiperrayo", "Ventisca" y "Electrocañón" parecían contener movimientos realmente poderosos.

—¿Cómo funcionan? —preguntó curioso el Mudkip.

—Cuando la rompes, libera el conocimiento y te permite aprender el ataque que contienen —explicó Kroven—. Yo usé una hace tiempo, y es una experiencia… curiosa, por decir algo. De repente, conoces el movimiento como si supieras usarlo desde pequeño.

Marvin soltó un soplido de asombro. "Tal vez deberíamos comprarnos unas pocas cuando tengamos dinero" pensó fascinado. "Podríamos librarnos de muchos problemas con ellas".

Continuaron el paseo, no sin que Kroven fuera recogiendo algún objeto que según su criterio les pudiera resultar útil. Al final del trayecto, el Murkrow había acumulado un total de dos esferas, tres bayas aranja y unas pocas semillas. Verril los fue pasando uno a uno por el mostrador, calculando mentalmente su precio a una velocidad asombrosa.

—Serán quinientos quince pokés —dijo el Kecleon tras hacer recuento.

Cynder sacó el dinero de la bolsa. Era una buena tajada a su cartera, pero necesitarían estar bien aprovisionados para las misiones venideras. Tras colocar las monedas sobre el mostrador, el vendedor las recogió y les entregó los objetos con una sonrisa.

—Muchas gracias por su compra —dijo felizmente—. Ojalá sean tan buenos compradores en el futuro.

Los miembros del Equipo Tormenta soltaron una carcajada. Marvin supuso que, en el futuro, podrían permitirse una máquina técnica. Quería ser lo más fuerte posible para los eventos que le depararía el destino.

El grupo abandonó la tienda y subió varios pisos hasta llegar a las oficinas centrales, donde Marvin les pidió detenerse un momento.

—¿Qué ocurre, Marvin? —preguntó Cnyder.

—Estaba pensando… —dijo el Mudkip— Quizás deberíamos repartirnos el trabajo en el equipo de forma más específica. Así nos resultaría más fácil y rápido estar listos para el día siguiente ¿qué os parece?

Sus dos amigos lo miraron un momento, y Kroven fue el primero en hablar.

—Yo podría ser el encargado de elegir las misiones ¿no crees? —preguntó— Tengo un poco más de experiencia y conozco el terreno.

Cynder, emocionado, se apuntó al nuevo plan.

—Y yo podría encargarme de los objetos y el dinero —propuso—. Soy rápido calculando y conozco bastantes objetos. Aunque, si hace falta, podéis hacerme una lista antes de ir a la consigna de Ultron para saber lo que tengo que coger.

Los tres acordaron repartirse el trabajo de aquella forma. Marvin, ya que no conocía demasiado el mundo en el que estaba, se limitaría a ser el líder en las misiones y organizar al equipo durante las mismas.

Tras depositar sus nuevas adquisiciones en el almacén, el equipo regresó a su habitación. Los tres compañeros, hartos de recorrer la base de arriba abajo, se dejaron caer sobre las butacas de la mesita central.

Marvin, aprovechando uno de los pocos momentos que tenían para descansar en su cuarto sin llegar a dormirse, expuso a sus compañeros una duda que llevaba un tiempo bulléndole en la cabeza.

—Chicos… —comenzó— Os va a parecer una estupidez, pero tengo que preguntaros una cosa.

—Adelante —lo instó Cynder—. A estas alturas, no creo que me sorprenda nada de lo que me preguntes.

—¿Quién es Arceus? —preguntó directamente Marvin— Todo el mundo habla de él como si fuera una especie de deidad… ¿es el líder de la Resistencia, o algo por el estilo?

Cynder se quedó en blanco. En su cabeza no cabía que alguien (y menos un Pokémon) no supiera quién era Arceus. No obstante, respondió casi al instante.

—No, Marvin —dijo—. Arceus es… bueno, es el creador de todo. La leyenda cuenta que creó a los dragones legendarios del espacio y el tiempo como un experimento, y a partir de ahí comenzó a dar forma al mundo y los Pokémon que lo habitan con sus mil brazos.

—Vaya —respondió Marvin—. ¡Eso es increíble! Pero, si es tan poderoso ¿por qué no detiene a la Corporación? ¿Por qué se queda mirando todo esto?

—Los dioses Pokémon —intervino Kroven— no pueden entrometerse en los asuntos mortales. Arceus lo estableció así después de que ocurriera lo que aquí llamamos "cisma terrenal".

Ante la mirada de confusión de Marvin, Kroven decidió explicárselo todo desde el principio.

—A ver —comenzó, soltando un suspiro—. Supongo que tarde o temprano tendríamos que hablarte de estas cosas. Al principio, Arceus apareció de la nada, cuando en la realidad no existía ningún otro ser, y decidió usar sus colosales poderes para crear un mundo. Nuestro mundo.

—Y los primeros Pokémon creados —interrumpió Cynder— fueron Dialga, Palkia y Giratina, los dragones legendarios…

Kroven lo detuvo alzando el ala.

—Cynder, antes de ellos hubo otro Pokémon —dijo— ¿no te han hablado de él?

Cynder, confuso, negó con la cabeza.

—Tal vez deberías dejarme explicar a mí toda la historia, entonces —dijo Kroven. El Pokémon pájaro se relajó en su asiento, dispuesto a relatar—. Aunque la creencia común es que Dialga, Palkia y Giratina fueron los primeros Pokémon creados, existió uno antes que ellos. Su nombre es Darkrai, y es considerado el primogénito de Arceus. El mismo Darkrai tenía un fragmento de su poder en él, por lo que podía crear vida, sentimientos y emociones como su padre.

Marvin y Cynder escucharon atentos esta vez, sin interrumpir. Era la primera vez que Marvin se planteaba la creación del mundo Pokémon, ya que, si sabía algo cuando era un humano, aquel conocimiento había sido totalmente borrado de su memoria.

—Dialga fue concebido entonces como el dios del tiempo —continuó Kroven— y Palkia como el del espacio. También creó a otros dioses, pero esos no nos incumben. Giratina fue creado como el guardián de las puertas del plano astral en el que estos dioses vivían, por lo que se quedó en el mundo físico que conocemos nosotros para evitar que los Pokémon mortales, que nacerían a partir de los primeros Mew, fueran a molestar a los dioses.

»Pero entonces, Darkrai lo corrompió. El primogénito de Arceus estaba celoso de sus otros hijos, así que plantó una semilla de locura en la cabeza de Giratina, con la intención de que este Pokémon, al volverse loco, causara brechas en la realidad y rompiera las propias barreras. Lo logró, pero Arceus bajó a tiempo para evitar que el mundo quedara totalmente destruido. Desterró a Giratina y le quitó a Darkrai sus poderes, dejándolo como un Pokémon normal y condenándolo a vivir para siempre entre los mortales.

»Tras este accidente, Arceus declaró que los dioses podían quedarse en el mundo mortal adoptando avatares físicos para encargarse de protegerlo y reconstruir lo que Darkrai había arruinado. Después, se fue de este mundo. Se cree que duerme en alguna parte de su plano astral, ajeno a los problemas de los mortales.

La historia los dejó a todos en silencio. Marvin, sorprendido por la intensa leyenda, le pidió a Kroven aprender más sobre el mundo Pokémon y sus deidades. Durante las horas siguientes, sus dos compañeros le hablaron de los dioses Pokémon, contándole increíbles leyendas de héroes antiguos y grandes batallas. El tiempo se les pasó volando hasta que fue hora de meterse en la cama.

—•—

Paldus se despertó en medio de la noche. Sabía que iba a despertarse. Siempre ocurría. Con cuidado, se levantó de la ancha cama, recogió su bolsa de viaje, todavía tirada sobre la moqueta, y abandonó la habitación silenciosamente. Cerró la puerta con cautela y se giró para dirigirse a su habitación.

No.

No, no quería ir a su habitación.

Ladeó la cabeza. Tal vez la sala de reuniones… sí. Era una buena idea. Tenía todavía la llave en su bolsa, así que podría entrar sin problema. Las piedras solares del pasillo brillaban tenuemente, sujetas al control de los Pokémon psíquicos que las controlaban a metros bajo tierra.

Sin hacer ruido, se dirigió hacia el final del pasillo, donde la puerta de la sala de reuniones lo esperaba como siempre.

Sin embargo, algo era diferente. Veía luz debajo de la puerta. Alguien estaba allí.

Suspiró. Solo quería sentarse un rato en una de las sillas y dejar de pensar en todo. Le daba absolutamente igual quién estuviera allí a esa hora. Abrió la puerta con un ligero empujón, preparándose para encontrarse con algún miembro de su equipo haciendo planes…

Y en su lugar, se encontró con un extraño Pokémon roedor sentado en la mesa circular que caracterizaba la sala de reuniones. El Pokémon, de hocico largo y ojos reptilianos, no parecía sorprendido con su entrada.

—Buenas noches —dijo—. Parece que hay otro más que no puede dormir ¿me equivoco?

Paldus soltó una risa cansada.

—Buenas noches —respondió, cerrando la puerta—. Estás horrible. Parece que no te has lavado la cara en varios días.

El Pokémon solo rió entre dientes.

—Es lo que tiene pasar toda tu vida debajo de un cráneo —contestó—. Tienes poco tiempo para lavarte la cara.

Paldus sonrió y se sentó al lado del Marowak sin casco, que bebía de un vaso de cerveza.

—Tú y tus incursiones nocturnas —dijo Rawkan—. ¿Cuánto tiempo vas a estar haciendo esto?

Paldus se encogió de hombros.

—El suficiente —contestó simplemente—. Creo que no le hacemos daño a nadie con esto.

El Marowak lo miró fijamente con unos ojos que Paldus rara vez veía totalmente descubiertos.

—A nadie más que a vosotros mismos —dijo, con su despreocupada voz tomando un tono más severo—. No puede ser bueno para el equipo que tengáis… ya sabes, tanto apego el uno por el otro. Acabaréis haciéndoos daño.

—No es…—comenzó Paldus, pero dejó la frase en el aire.

Rawkan no dijo nada. Estaba esperando a que su jefe tratara de explicarse.

—Ya lo hemos hablado —dijo finalmente—. Es algo más allá de la lógica ¿de acuerdo? Por Arceus, dudo que sea tan grave.

—Le estás haciendo daño —contestó Rawkan tajante—. Sabes que hace todo lo posible para no apegarse a ti. No quiere porque sabe que es arriesgado, que puede comprometer la misión… y lo entiendo perfectamente. Sé cómo eres, te conozco desde hace años, y no te paras a pensar en las intenciones de los demás.

—¿De qué hablas? —preguntó Paldus— Si no quisiera… bueno, me lo diría. O eso creo yo.

Rawkan suspiró. Dio otro trago a su cerveza y se quedó en silencio unos instantes.

—Bueno, piénsalo —dijo— El día de mañana podrías estar intentando desmentir rumores que destruirían tu reputación… o podrías estar aguantando a miles de pequeños Vulpix correteando por la base.

—Sabes que eso es imposible, Rawkan —dijo el Swampert—. Es incompatible con nuestra naturaleza.

Rawkan soltó una risa pícara.

—Lo sé —contestó—. Pero me ha hecho gracia imaginarme la estampa. Lugnos sería un buen niñero ¿no crees?

Los dos rieron. Se quedaron mirando hacia la pared, en silencio, durante unos segundos.

—Tengo más cosas en la cabeza ahora mismo —dijo Paldus entonces—. Marvin, el espía, la llegada de Raegis… todo ha empezado a avanzar de forma frenética desde que el Mudkip llegó a la base.

Rawkan asintió lentamente.

—Y está el tema de la Colina Embrujada —contestó—. Habrá que enviar más soldados allí tarde o temprano. Espero que no te moleste la sugerencia.

—En absoluto —respondió Paldus—. Yo mismo estaba pensando en preguntaros mañana por la mañana. Astrid me ha dicho que uno de los dos debería ir a hacer una revisión, al menos. Necesitamos mantener esa fortaleza bajo nuestro poder.

—Siempre y cuando no vayáis los dos —dijo Rawkan, conteniendo la risa—. La última vez que nos dejasteis solos en la base, casi causamos la segunda avenida de Arceus con el alboroto que se montó.

Paldus dejó escapar una carcajada.

—Fue… fue gracioso, sí —concluyo, recomponiéndose—. Lugnos estuvo con los nervios alterados dos días seguidos, y le tuvimos que dar otro día libre. Sigo preguntándome cómo os arreglasteis para inundar la base, sin embargo.

—Créeme, no quieres saberlo —respondió Rawkan tras dar otro sorbo a su bebida—. Fue muy desagradable. Especialmente la bronca que nos echó Elina. Nunca entendí por qué no la dejáis a ella al mando, porque en mi opinión es mucho más lista y está más preparada que Lugnos y yo juntos.

Paldus emitió uno de sus característicos gruñidos pensativos.

—Porque… a veces no me fío de Elina —comentó—. Quiero decir, es una gran guerrera y una psíquica excepcional, pero a veces le falta un poco de corazón. En ocasiones, cuando hablo con ella, me da la impresión de estar hablando con una máquina que se mueve por impulsos. Además, Lugnos y tú hacéis buena pareja.

—Jaja, muy gracioso —contestó el Marowak en tono burlón. Con un último sorbo, se terminó su cerveza y se levantó de la silla. Hizo un par de estiramientos y miró a su jefe—. Me voy a intentar dormir. Que pases una buena noche. Y… por favor, piensa en lo que te he dicho.

Paldus asintió simplemente. Ni siquiera le deseó las buenas noches a su subordinado, que abrió la puerta y se marchó sin hacer mucho ruído. El Swampert se quedó sentado en la habitación, sin moverse un ápice.

—•—

El sombrío y alto Pokémon se acarició la barbilla, todavía confuso. No sabía qué pensar acerca de su situación actual.

—Está vivo —dijo, con una profunda e intimidante voz— Está… está vivo. No puedo creerlo. Todos estos años… creí haber estado luchando por una causa perdida.

Un gruñido de aprobación le llegó desde el otro lado de la cabaña. El extraño Pokémon pájaro que se hallaba de pie allí asintió con la cabeza.

—Lamento no habértelo dicho —dijo éste—. El tiempo es algo delicado y no debe ser perturbado de ninguna forma. Ahora puedes retomar tu misión original.

—¿Debo encontrarlo, maestro? ¿Debo traerlo ante ti? —preguntó el primero, dudoso.

—No —contestó el pájaro rotundamente— Todavía no. Pero vigílalo, pues se avecina tormenta. En el momento en el que todo colapse sobre él… debes estar allí.

—Debo encontrar al guardián primero, maestro —dijo el Pokémon oscuro—. Necesito conocer el plan a la perfección.

—Soy consciente —admitió su maestro—. Aprovecha el regalo del tiempo. Ve y encuéntralos. A los dos. Son necesarios para completar el plan.

—Sí, maestro. Tras tantos años, mi cometido finalmente tiene sentido.

El Pokémon oscuro abandonó la habitación. El cielo nocturno era el único techo que necesitaba. La luna llena resplandecía en el cielo, apenas cubierta por las nubes.

Era el momento de comenzar a trabajar.

Y había mucho que hacer.



Nota del autor (2-IV-2016): Aunque estoy intentando subir un capítulo mensual, he decidido subir éste pronto, pues el siguiente capítulo será un "capítulo especial" y no hablará de los personajes protagonistas, sino que, al estilo de Pokémon Mundo Misterioso: Exploradores del Cielo, se centrará en un personaje secundario o recurrente para expandir su personalidad y el mundo que lo rodea. Gracias por leer, y un saludo.
« Última modificación: 04 de Abril de 2016, 02:03:58 am por IDG »
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #11 en: 08 de Mayo de 2016, 05:39:55 am »
Capítulo Especial: CAMINOS CRUZADOS


—Buenos días, Nysel —dijo la grave y amenazadora voz desde el otro extremo de la sala.

El joven Sneasel se quedó totalmente paralizado en el umbral de la puerta. En la mesa del recibidor, justo en frente de él, se sentaba un Pokémon. No era normal que alguien lo estuviera esperando en uno de sus pisos francos.

—Cierra la puerta, por favor —dijo el Pokémon, un delgado y taciturno Bisharp, alzando el brazo—. Tenemos que hablar a solas.

Nysel cerró la puerta con cuidado, sin dejar de mirar al extraño. La bufanda negra que llevaba alrededor del cuello, adornada con un broche de plata, le decía que era un miembro de la Corporación de Inteligencia. Aquello no tenía buena pinta.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, tratando de sonar lo más amenazador posible.

El Pokémon de acero no contestó inmediatamente. Carraspeó.

—No voy a hacerte daño. Al menos, no por ahora —respondió—. Tenemos que hacerte una oferta especial, y creemos que tú eres el perfecto candidato para echarnos una mano.

Nysel dio un paso al frente, apretando los dientes con furia. Sabía que si las cosas se ponían feas no tendría una sola oportunidad. Aquel Bisharp parecía un veterano, y además tenía ventaja elemental sobre él.

—No tenéis jurisdicción aquí —dijo, casi gritando—. Lárgate ahora mismo.

El Bisharp ignoró su petición sin inmutarse. Sabía que el Sneasel no tenía nada que negociar en aquel momento.

—Precisamente por eso necesitamos tu ayuda —contestó simplemente—. Sabemos que tienes un control relativamente amplio en los bajos fondos de esta ciudad. Si nos ayudas, recibirás una jugosa recompensa. Si no quieres… bueno, tenemos otras formas de convencerte, pero dudo que resulten agradables.

El Sneasel relajó sus músculos y entrecerró los ojos. Trató de controlar la ira y la humillación de ser chantajeado.

—¿Qué queréis de mí? —preguntó en un tono de voz mucho más bajo.

—Eso ya me gusta más —dijo con una falsa risa el Bisharp, levantándose de la mesa—. Resulta que nuestro superior tiene un plan entre manos, y necesita a un Pokémon concreto para llevarlo a cabo. Necesito que lo captures y nos lo traigas a la Torre Negra mañana antes de las seis de la tarde.

El Sneasel no contestó, esperando a que el agente de la Corporación continuara hablando.

—Le hemos tendido una oportuna trampa para atraerlo a Villa Latón —prosiguió—. Pero, como sabes, no tenemos jurisdicción aquí, así que necesitamos que los tuyos lo capturen.

—¿Y por qué no lo lleváis a otro sitio? —preguntó Nysel sin bajar la guardia— Hay cientos de lugares en los que podríais tenderle una emboscada.

El Bisharp bajó la cabeza y soltó una corta risa. Caminó hacia él, con las manos en la espalda y sin dejar de mirarlo a los ojos. Cuando lo tuvo cerca, Nysel pudo sentir, de alguna forma, que aquel Pokémon tenía sangre de muchos inocentes manchando sus manos. Sintió el desagradable sonido del metal de su cuerpo al inclinarse hacia él y decirle en el oído:

—Eso es información clasificada que no te incumbe.

El Sneasel no se atrevió a devolverle la mirada. Aquel Pokémon era peligroso. El agente de la Corporación retomó su posición erguida.

—Mañana por la mañana estate listo. Irá a la dirección que te he dejado anotada sobre la mesa. Acorrálalo y captúralo. Llévate a tantos Pokémon de los tuyos como necesites por si quieres rastrearlo a fondo.

—Tengo que llevar a mi socio—soltó repentinamente el Sneasel—. Me ayudará a vencerlo.

El agente se quedó en silencio unos instantes.

—Está bien —contestó finalmente—. Pero te acompañaré a recogerlo. No quiero que te pierdas por el camino.

El Bisharp comenzó a andar de nuevo y, cuando por fin se disponía a salir, se detuvo ante la puerta y volvió a hablar.

—Ah, y… asegúrate de que se enfade con quien quiera que lo capture. Es un… expermiento. Al entregarlo en la Torre Negra, reportarás todo el proceso de captura. Te espero fuera. Haz lo que tengas que hacer.

Nysel ni siquiera se giró. Con la mirada fija todavía en la mesa del recibidor, escuchó como el amenazador Pokémon abría la puerta y abandonaba la casa.

La puerta se cerró lenta y suavemente. Nysel, soltando un aullido, golpeó la mesa con sus zarpas hasta casi partirla en dos.

—•—

Nysel no escuchaba a nadie. A pesar del habitual jaleo de la taberna, era incapaz de escuchar nada más que sus propios pensamientos. No había conseguido capturar al Mudkip. Ni siquiera sabía qué hacía todavía en Villa Latón cuando lo mejor que podía hacer en aquel momento era desaparecer sin dejar rastro de Pellaria.

A su lado, Burgull conversaba tímiamente con el Garchomp que se sentaba al otro lado de la mesa. No lo sabía. No había tenido agallas para contarle cómo le habían chantajeado.

Pudo notar los ojos del Garchomp puestos en él. Era de la Corporación, aunque no lo pareciese en absoluto. Desde el principio se había presentado por su nombre, Gront, y le había ayudado a recuperarse de la paliza que le habían dado. Conocía su misión, pero no parecía especialmente enfadado por el fallo de la misma.

—Si te soy sincero —dijo dirigiéndose al Sneasel— deberías ir a la Torre Negra y hablar con Meruclus. Yo podría intentar que te den otra oportunidad ¿sabes?

Nysel levantó la cabeza para mirar al agente a los ojos. Durante unos segundos, no dijo nada, pero sus ojos expresaban una profunda confusión.

—¿Por qué te preocupas por mí? —preguntó simplemente.

El Garchomp irguió la cabeza. Por su reacción, Nysel supuso que no se esperaba aquella pregunta. Volvió a agacharla para responder.

—No estoy muy de acuerdo con las medidas que toma mi superior —contestó—. Eso es todo.

El Sneasel negó con la cabeza rápidamente.

—No tiene sentido —dijo—. Si voy a la Torre Negra me matarán en el acto.

Burgull los miraba extrañado, sin saber de qué hablaban. Era habitual que su jefe le ocultara cosas, y estaba acostumbrado a tragarse sus preguntas. No obstante, Nysel notaba su curiosidad.

Gront soltó un suspiro.

—Oye —dijo en voz baja—. Sé el miedo que estás pasando ahora mismo. Créeme, yo también lo he sentido. Y si yo estuviera en tu pellejo, le echaría agallas y hablaría con Meruclus. Si no lo haces, te perseguirá hasta los confines del mundo, y puede que más allá. Es un psicópata.

El Sneasel le dedicó una mirada condescendiente.

—Dudo que tu líder apruebe que hables así de él.

Gront reaccionó de una forma inesperadamente violenta. Inclinándose hacia delante, golpeó con fuerza la mesa de madera con sus poderosas cuchillas, dejando dos marcas simétricas en el centro de la misma. Nysel se echó hacia atrás de pura sorpresa.

—Mis negocios no te incumben —dijo apretando los dientes—. Hago lo que tengo que hacer. Y esto se trata de ti, no de mí. Estoy intentando ayudarte y tú no haces más que dudar de mis palabras.

Retomando la calma, el Garchomp se incorporó de nuevo.

—La Corporación no me representa —soltó con más tranquilidad.

Nysel, todavía alterado por la violenta reacción del dragón, no le respondió. Volvió a apoyar los brazos sobre la mesa cautelosamente.

—Te acompañaré a la Torre Negra si es que vas —dijo este último, levantándose de la mesa—. Te esperaré fuera, pero tengo que estar allí antes de las seis de la tarde, así que hazme un favor y no tardes.

El Garchomp abandonó el local con una sutileza extraordinaria teniendo en cuenta su tamaño.

Burgull no decía ni una palabra. Bebía de su cerveza, con cara de saber por dónde iban los tiros, pero de nuevo no dijo nada. Tampoco es que Nysel pensara decirle algo: nunca fue un compañero especialmente brillante y dudaba severamente que pudiera aportar algo a la conversación.

—Burgull —dijo finalmente Nysel—. Quiero que te vayas al piso franco de la Calle Zreza y me esperes allí. Si no vuelvo antes del anochecer, coge lo que necesites de allí y abandona la ciudad.

El Electabuzz lo miró estupefacto unos instantes, pero finalmente asintió. Sabía que no valía la pena hacer preguntas para tratar de averiguar qué estaba pasando. Nysel lo miró apenado. Aunque era un buen compañero, solo ahora se daba cuenta de que jamás había tenido ocasión de conocer a aquel Pokémon en profundidad.

"Lo dejaré para la otra vida, supongo" dijo para sus adentros mientras se levantaba de la mesa y se disponía a seguir al Garchomp.

Gront estaba mirando hacia el cielo cuando Nysel abandonó el garito. La posición del sol le indicaba que la hora en la que debía entregar su reporte se acercaba.

—Más nos vale apresurarnos —dijo el Garchomp—. A Meruclus no le gusta la impuntualidad.

"Dudo que a ese ser le guste algo a parte de torturar y matar" pensó Nysel. Aunque Gront había demostrado ser de fiar, no se atrevía a decir las palabras en voz alta.

Tras atravesar unas cuantas callejuelas poco transitadas, se encontraron con un callejón sin salida. En él, un esbelto Gallade los esperaba apoyado en la pared de piedra de uno de los edificios.

—¿Ha terminado, señor? —preguntó el Gallade, cuya bufanda roja indicaba que era un subordinado de Gront.

—Sí, Yordis —contestó su superior—. Espero que estés disponible para teletransportarnos.

Yordis asintió con la cabeza y le dirigió una fría mirada a Nysel. Como el Sneasel sabía por experiencia, a los psíquicos no les solía gustar tener tratos con Pokémon de tipo siniestro, especialmente a la hora de teletransportarlos.

—¿Viene con nosotros? —preguntó el Gallade, señalando al criminal con la cabeza.

—Me temo que sí —respondió Gront.

Yordis no dijo nada, pero Nysel notó que no estaba contento con la situación. A pesar de su hostilidad, el Gallade lo agarró de la mano y comenzó a concentrarse para efectuar el teletransporte.

No era la primera vez que Nysel se teletransportaba y sabía que si cerraba los ojos se marearía menos por el cambio de lugar repentino. No obstante, el efecto de desorientación sí que le afectó cuando se encontró en una cámara de hierro cilíndrica alumbrada por una piedra solar de tenue luz grisácea.

Gront salió primero y le indicó que lo siguiera.

—Vas a atravesar lugares que Pokémon ajenos a nuestra organización solo pueden soñar con pisar —dijo en un tono monótono y algo siniestro—. Considérate afortunado.

Nysel dejó escapar un amago de risa sarcástica que fue totalmente ignorado por el comandante de la Corporación. Cruzaron un laberíntico entramado de pasillos fabricados en roca oscura y metal, con apenas algún que otro Pokémon cruzándolas. No había ventanas; toda la luz de la que disponían, que no era mucha, provenía de las escasas piedras luz dispuestas en las paredes y techos de la construcción.

Cuando finalmente llegaron a unas escaleras, Gront se detuvo, casi al mismo tiempo que el corazón de Nysel.

—Escúchame —dijo, dirigiéndose al Pokémon siniestro—. Cuando atravesemos esta puerta, estarás solo. Tendrás que hablar tú y yo no podré entrometerme en la conversación. Aunque Meruclus no pueda leer tu mente, sigue siendo un Pokémon muy peligroso, así que ándate con ojo con lo que dices. ¿Queda claro?

Nysel asintió. No haría falta que Meruclus leyera su mente para averiguar lo nervioso que estaba en aquel momento.

Gront llamó a la puerta y, tras esperar unos segundos, la abrió. La cámara a la que daba tenía el mismo aspecto que el resto de la base salvo por una cosa: una escueta ventana dejaba entrar la luz del sol vespertino. Meruclus estaba sentado en una silla de piedra en frente de su mesa de operaciones. Cuando los vio entrar, levantó la cabeza de sus papeles y les dedicó una desagradable sonrisa.

—Buenas tardes, caballeros —dijo. Ladeando la cabeza, añadió con fingida sorpresa—. ¡Nysel, por todos los Dioses! ¡No me digas que no me traes al Mudkip!

Nysel abrió la boca para contestar, pero el Hypno lo detuvo con un gesto.

—Piensa en lo que vas a decir —sentenció sin dejar de sonreír—. ¿Por qué no tienes al Mudkip?

El Sneasel tragó saliva. No obstante, tras respirar hondo, dio su respuesta.

—Alguien intervino en la misión, señor —contestó—. Alguien ajeno a ella. Supongo que se trataba de un agente de la Resistencia.

El Hypno se quedó callado, como esperando que el criminal siguiera hablando. Bajó la cabeza y giró la mano con la palma abierta, instándolo a seguir contando.

—Eso… eso es todo, señor —finalizó Nysel—. Tardamos demasiado en debilitarlo y…

De repente, Meruclus golpeó el reposabrazos de su silla con una fuerza totalmente inesperada en un Pokémon de su condición.

—¡Ahí está la clave, Nyssi! —gritó eufórico, señalando al Sneasel con el dedo— ¡Tardasteis demasiado y la Resistencia tuvo oportunidad de mover ficha! Bien, ahora contéstame a esto: tienes a la mitad de los bajos fondos de Villa Latón a tu servicio ¿por qué tardasteis en derrotar a un pequeño, patético e insignificante Mudkip y sus amigos de pacotilla?

El Sneasel pudo notar que aquel sádico Pokémon disfrutaba cada segundo de su conversación. Lo notaba en sus ojos. Puede que estuviera enfadado por el fallo de la misión, pero torturarlo psicológicamente lo estaba compensando de alguna manera.

—Solo estuvimos mi socio y yo —explicó—. Alguien debió advertirlos de nuestra presencia y entraron en el callejón en el que estábamos escondidos. No tuve tiempo de llamar a nadie.

Tras volver a acomodarse en su silla, el Hypno asintió. Se llevó una mano a la boca y miró al Sneasel con desdén durante unos segundos que parecieron hacerse eternos.

—Gront —dijo finalmente—, mátalo.

A Nysel lo tomó totalmente por sorpresa. Antes de que pudiera reaccionar, las garras del Garchomp lo aprisionaron desde la espalda, impidiéndole realizar ningún movimiento.

—¿No tienes nada más que reportar? —cuestionó en voz alta Meruclus.

Nysel pataleaba en un vano intento por liberarse de las garras de quien hacía apenas unos minutos había sido tan extrañamente amable con él. Sin embargo, de repente se le ocurrió algo.

Sí. Sí que tenía algo más que reportar.

—¡Una última cosa! —gritó, tratando de no tartamudear— El Mudkip… ¡el Mudkip no era normal!

Meruclus levantó la mano para indicarle a Gront que cesara su agarre. Soltó una asquerosa risita mientras negaba con la cabeza. Nysel cayó jadeando al suelo tras sentir como el Garchomp lo soltaba.

—Me encanta —dijo simplemente—. La amenaza de muerte siempre hace que los Pokémon se acuerden de algo. Nunca falla. Muy bien, oigamos lo que tienes que decirme y veamos si ello puede salvarte de la muerte.

—Cuando mi socio lo paralizó —explicó Nysel, levantándose del suelo lo más rápido posible— ¡se recuperó delante de mis ojos! ¡Como si nada! ¡Me golpeó con una fuerza inaudita para alguien de su tamaño y luego volvió a caer paralizado!

Meruclus levantó su dedo índice, como si se acabara de acordar de algo.

—Oh, muy cierto —dijo, como si estuviera hablando consigo mismo—. Zipher te dijo que lo enfadaras ¿no es así?

Nysel asintió rápidamente con la cabeza, aún sin comprender qué relación tenía eso con lo que acababa de declarar.

—Y lo hiciste ¿verdad? —inquirió el Hypno.

El Senasel volvió a asentir.

Meruclus dio una palmada y se frotó las manos, dejando escapar una sonora carcajada.

—Está bien, pequeño Sneasel, está bien… —dijo—. Puedes irte, aunque no te llevarás ninguna recompensa. Creo que, para ti, es suficiente premio salir vivo de esta torre. Gront, devuélvelo a la alcantarilla de la que ha salido, haz favor.

Nysel hizo una sutil reverencia y abrió la puerta para marcharse. Gront, algo confundido, lo siguió a través del marco de la puerta, dispuesto a mostrarle el camino de regreso.

Meruclus cerró la puerta con sus poderes psíquicos. Se quedó unos instantes mirándola, sin decir nada, apoyando las manos sobre su estómago.

—Bueno —dijo para sí—. Creo que esto requiere una celebración ¿no es así?

Con una nueva carcajada, abrió uno de los cajones de la mesa de planificaciones y se sirvió una copa de vino uvav.

—Desde luego que sí —se contestó a si mismo antes de tomar un largo sorbo de su copa de plata.

—•—

Nysel y Gront no mediaron palabra hasta haber llegado a Villa Latón. Ambos estaban totalmente desconcertados por lo que había ocurrido en el despacho de Meruclus.

—Bueno —dijo Gront una vez se encontraron en el callejón que habían abandonado mediante teletransporte hacía apenas una hora antes—. Te has salvado. No entiendo lo que ha pasado ahí, y creo que no quiero saberlo. Pero el caso es que estás aquí.

Nysel casi no podía hablar, pero se las arregló para decir:

—Estar en presencia de ese Pokémon… ese monstruo… ha sido terrible.

—Lo sé —contestó Gront—. Es un ser despreciable. Pero es mi jefe y tengo que hacer lo que me ordena. Ya nos veremos, Nysel.

El Garchomp se giró hacia Yordis para que lo teletransportara de nuevo.

Nysel salió de su desconcierto repentinamente y se giró para despedirse del Garchomp.

—Gracias por… —comenzó a hablar.

No obstante, se detuvo al encontrarse con una fría pared de piedra. Gront y Yordis ya se habían teletransportado.

"No es como los demás" se dijo para sí al recordar como el Garchomp lo había tratado durante todo el viaje. Había sido el único agente de la Corporación que alguna vez había mostrado algún tipo de preocupación hacia él. Quizá aquel Pokémon no era tan malo, después de todo.

Agitó la cabeza. Por supuesto que lo era. Recordó la escena en el despacho de Meruclus. Si se lo hubiera pedido, le habría cortado la cabeza allí mismo. En el fondo era como todos los demás, solo que se había portado con un poco más de educación que los demás agentes que había conocido el Sneasel. Soltando un bufido para relajarse, se dispuso a abandonar el callejón y dirigirse a su piso franco. Ahora que lo habían dejado finalmente en paz, tenía que organizar sus asuntos.

"Y vaya si tengo asuntos que organizar" pensó mientras comenzaba a caminar.



Lamento la tardanza (esto de tener el canon pensado a trozos me hace ir a tumbos), pero aquí tenéis finalmente el primer Capítulo Especial. Como algunos muy perspicazmente habíais supuesto, trata sobre Nysel, aunque los que decíais que hablaría de Gront y Zipher no andabais de l todo desencaminados. En cuanto a la longitud del capítulo. Sí, sé que es más corto que los demás, pero así van a ser los Capítulos Especiales: escribiré lo que haga falta escribir sobre cada personaje, y, si este ha sido más corto, en un futuro recibiréis algunos incluso más largos que los capítulos regulares. Un abrazo y gracias por leer.
« Última modificación: 08 de Mayo de 2016, 05:46:04 am por IDG »
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #12 en: 10 de Junio de 2016, 02:50:57 am »
Capítulo 11: TESOROS

Marvin se tumbó en el fresco suelo de la pradera, dejando caer su cuerpo sobre la tierra como si de un trozo de plomo se tratase. Llevaba toda la mañana caminando bajo un despiadado y tórrido sol, poco habitual en otoño, y se sentía como si hubiera atravesado Pellaria de cabo a rabo.

—Bueno, me tomaré eso como una orden de parar a descansar —dijo Kroven, que acababa de aterrizar cerca de él.

Cynder, un poco más allá, olisqueaba el aire de la zona. Él apenas estaba cansado; el sol abrasador, más que un problema, era un beneficio para él debido a su naturaleza. Marvin, por otro lado, era un Pokémon de agua, y el calor le afectaba especialmente en situaciones como aquellas.

Mientras el líder del equipo sacaba un pequeño recipiente con agua de la bolsa de viaje para hidratarse, Kroven dispuso el mapa sobre el suelo de la pradera, calculando cuánto tiempo de viaje les quedaba para llegar a su destino.

—Estamos a menos de media hora de camino de la Cueva Añil —anunció orgullosamente el Murkrow—. Si somos rápidos, estaremos en la base alrededor de las ocho de la tarde.

Marvin se levantó tras haber bebido un pertinente trago de agua. Cynder se acercó a él y le ayudó a ponerse en pie.

—¿Vas a estar bien? —preguntó el Cyndaquil, al que se le notaba preocupado por su amigo.

—Sí, no te preocupes —respondió el Mudkip con una sonrisa de oreja a oreja, a pesar de que ni él mismo tenía la más remota idea de si iba a aguantar sin tener que pararse a descansar de nuevo.

Se tranquilizó a sí mismo diciéndose que al salir de la mazmorra ya sería tarde, y no haría tanto calor como en aquel momento. Al mediodía, la brillante esfera de Solgaleo era mucho más intensa e inmisericorde.

El equipo retomó la marcha a través de la pradera, hasta que finalmente y antes de lo que habrían esperado se toparon con una cantosa elevación del terreno, tras la cual suponían que la pradera continuaba. No obstante, poco les importaba, ya que su destino se abría precisamente en aquella elevación.

—Bueno, aquí estamos —dijo Kroven al reconocer la cueva—. Este sitio no debería ser un problema. De hecho, Marvin, estoy seguro de que te vas a encontrar mucho mejor ahí dentro. Es un lugar húmedo y con alguna que otra laguna si tenemos suerte.

—¿Tenemos que ir hasta el piso seis? —preguntó Cynder.

—No tendríamos por qué —intervino Marvin—. Creo que deberíamos intentar conseguir todas las piedras que podamos, pero marcharnos si no somos capaces de llegar hasta el final. Tenemos una fugasfera, de todas formas.

Kroven asintió. Marvin recogió la bolsa del suelo usando su boca y se la colocó alrededor del hombro. Se estaba empezando a acostumbrar a recoger objetos con la boca, algo que curiosamente no le resultaba del todo molesto. Kroven sacó de la bolsa un collar con una piedra solar y se la puso alrededor del cuello.

—¿Vamos allá? —preguntó, deseando entrar en la fresca caverna lo antes posible.

Los tres compañeros avanzaron a través de la gruesa ranura en la roca, sintiendo el leve mareo que acompañaba la entrada en un territorio misterioso. Tras unos instantes, pudieron comenzar a ver el lugar en el que se encontraban gracias a la luminosidad de la piedra solar que Kroven llevaba al cuello: parecía bastante más acogedora y orgánica que la Cueva Caliza, ya que de sus sólidas paredes brotaban pequeños riachuelos, y se podía ver algún que otro musgo creciendo por el suelo.

Marvin soltó un suspiro de alivio; la claustrofobia que normalmente imbuía un territorio misterioso se hacía mucho más llevadera cuando mostraba elementos en movimiento. Daba la impresión de que el lugar era más normal.

—Intentaremos explorar todo lo que podamos —dijo el Mudkip—. Si veis cualquier indicio de una de esas gemas, acercaos para cogerla.

Avanzaron un trecho sin problema alguno. Apenas tuvieron que enfrentarse a unos pequeños Rattata cuando encontraron la primera gema. Se trataba de una piedra azul claro del tamaño de un puño incrustada entre las rocas de una de las paredes de la cueva.

—Vaya —comentó Cynder al acercarse—, ha sido más rápido de lo que me esperaba.

Marvin le echó un vistazo a la piedra, tratando de encontrar un ángulo por el que arrancarla. No obstante, no lo encontró. Estaba bien incrustada entre las otras rocas.

—¿Cómo vamos a sacarla de ahí? —preguntó, frunciendo el ceño— No parece ser fácil de sacar.

Kroven carraspeó, apartando a Marvin de la piedra con su ala.

—Apartaos, por favor —pidió acercándose a la roca—. Lo haré lo más rápido posible.

—¿Hacer qué? —preguntó Marvin, algo confuso.

El Murkrow no respondió. En su lugar, alzó su ala derecha, cargando en ella una extraña energía plateada y golpeó con ella la roca alrededor de la gema, con dos tajos que normalmente habrían roto su ala.

Sin embargo, lo que se rompió en su lugar fue la roca de la pared, dejando caer la gema al suelo, todavía cubierta de algunas piedras comunes.

—¡Guau! —exclamó Cynder— ¡Eso ha sido una pasada! ¿Cómo lo haces?

—Es un movimiento que aprendí con una máquina técnica —dijo el Murkrow, orgulloso—. La llaman ala de acero.

Acto seguido, recogió la gema del suelo y la metió en la bolsa de viaje que Marvin llevaba a la espalda. Marvin continuó guiando al equipo a través de la cueva, siempre manteniéndose dentro del rango de la piedra solar de Kroven, que caminaba justo detrás de él.

Mientras caminaban, Marvin sintió un curioso sonido al dar un paso. Levantó su pata delantera derecha, ahora con la planta manchada de una pasta gelatinosa rosácea y desconocida.

—Has pisado una baya meloc —dijo Cynder con tono divertido—. Deberías tener cuidado con los objetos que hay por el suelo.

Marvin miró a sus compañeros, algo confuso, mientras se limpiaba la pata en la pared del territorio.

—¿Qué hace aquí esta baya? —preguntó, entre confuso y molesto— Es imposible que crezcan arbustos aquí ¿no?

—No es nativa de aquí —explicó Kroven—. En los territorios misteriosos siempre vas a encontrarte objetos fuera de lugar. Nadie sabe exactamente por qué, pero cuando un Pokémon cae debilitado aquí dentro, es muy probable que pierda gran parte de sus objetos, que se dispersan por la mazmorra. Lo más probable es que esta baya perteneciera a otro explorador.

Marvin asintió, algo asqueado al comprender que había pisado una baya que muy probablemente ya estaba medio podrida.

—Lo tendré en cuenta a partir de ahora —prometió.

"Desde luego, estos sitios son rarísimos" pensó mientras retomaba la marcha. "Lo siguiente será encontrarnos con un cofre repleto de oro o algo parecido. Sería más útil que una baya pocha, eso seguro".

El grupo alcanzó las escaleras descendientes para pasar al piso inferior relativamente rápido. No parecía que los Pokémon salvajes estuvieran muy por la labor de ponérselo difícil en aquel viaje.

Esto cambió, sin embargo, nada más alcanzar el segundo piso. Un curioso Pokémon azul, de forma ovalada y con unos extraños apéndices en forma de pies, los recibió con una extraña expresión en su rostro. A apenas un metro tras él, podían visualizar su único camino

Los tres compañeros se quedaron quietos al ver al Pokémon, esperando a que este los atacara. No obstante, esto no ocurrió. Aquel curioso ser no parecía tener la más mínima intención de moverse de su sitio. Marvin no podía evitar pensar que había algo malo en ese Pokémon.

Marvin miró a Cynder, preguntándole qué hacer con la mirada. Su amigo se encogió de hombros. Kroven, mientras tanto, no levantaba la vista del desconocido.

—Es un Wobbufett —dijo—. Sus ataques se basan en la energía de otros Pokémon, así que es totalmente incapaz de hacernos daño. Será mejor rodearlo. Pero no dejéis de mirarlo, puede que intente algo.

Los tres Pokémon comenzaron a avanzar sin que el Wobbufett mostrara signos de querer seguirlos. Lo rodearon con cuidado, girando la cabeza mientras se movían para que no los pillara con la guardia baja. Todo iba bien hasta que, de repente, Marvin se vio incapaz de continuar avanzando. Su cuerpo se veía incapaz de continuar andando hacia la salida.

Sorprendido, el líder del equipo echó un ojo a sus compañeros, que parecían estar sufriendo su mismo mal. Kroven soltó una maldición por lo bajo.

—Se me olvidó… —dijo, sabiendo que el Wobbufett era incapaz de entenderlos—. Los Wobbuffett tienen una habilidad especial que… bueno, en términos sencillos, nos impide alejarnos de él mientras esté consciente.

Marvin volvió a mirar al Wobbufett, que parecía tener una burlona sonrisa en su rostro.

—Así que esa es su estrategia —concluyó Cynder—. Se queda esperando hasta que intenten tumbarlo porque los Pokémon no pueden escapar de él.

—¿Y qué hacemos? —preguntó entonces Marvin.

—Afortunadamente no tenemos por qué atacarlo —contestó Kroven—. Cynder, saca una semilla teletransportadora de la bolsa y tírasela. Eso debería bastar.

Cynder se acercó cautelosamente a Marvin para buscar en la bolsa. Marvin notó como su compañero rebuscaba en ella hasta sacar una pequeña semilla, marcada con un símbolo concreto que indicaba que se trataba, en efecto, de una semilla teletransportadora.

Según les había contado Kroven, las habían empezado a marcar después de unos cuantos accidentes. Era difícil diferenciar entre algunos tipos de semillas, por lo que habían empezado a grabarles unos símbolos característicos para evitar problemas.

Con un movimiento rápido, lanzó la semilla contra el imperturbable Pokémon psíquico. Al golpearlo, la semilla produjo un momentáneo destello. Al segundo siguiente, el Wobbufett ya no estaba allí.

Los tres compañeros soltaron un unánime suspiro de alivio.

—Ha estado cerca —dijo Kroven—. Intentaremos… no acercarnos a uno la próxima vez ¿de acuerdo?

Marvin respondió con una leve sonrisa mientras se disponían a abandonar la sala y continuar buscando los preciados cristales.

El territorio era bastante tranquilo, al menos para Marvin. Era oscuro, frío y húmedo: todo lo que un Pokémon acuático necesitaba para estar cómodo. El Mudkip se encontraba como en casa en aquel lugar.

La cueva, además, emanaba un aire de misterio y magia que los anteriores territorios en los que el equipo había estado no parecían poseer. Aquello le daba cierto encanto, pero también hacía que Marvin se sintiera algo preocupado por el ambiente desconocido del territorio.

No tardaron en encontrarse otras dos piedras que Kroven cercenó efectivamente de las paredes de la cueva.

—A este paso acabaremos con la bolsa llena antes de poder salir del territorio —bromeó Cynder mientras guardaba las gemas en un bolsillo interior de la bolsa de viaje.

—No cantemos victoria tan pronto —contestó Marvin—. No sabemos lo que puede pasar en un sitio como este.

Entonces, Marvin se dio cuenta de que Kroven estaba totalmente quieto, mirando a algún punto lejano del túnel en el que estaban. Se acercó a él y le dio un codazo suave.

—Kroven ¿estás bien? —le preguntó.

El Murkrow respondió sin dejar de mirar hacia la oscuridad.

—He oído algo —dijo—. Es posible que haya algún Pokémon volador por esa zona, probablemente un Zubat.

Antes siquiera de que Kroven hubiera terminado de hablar, un enorme Pokémon alado entró en su campo de visión, pasando a toda velocidad por encima de sus cabezas.

—Eso… eso no era un Zubat —susurró Cynder, tragando saliva.

—Quedaos quietos —ordenó Marvin, tomando rápidamente las riendas de la situación—. Es probable que vuelva atacar.

Los tres compañeros fijaron su vista en la zona de oscuridad en la que el Pokémon había desaparecido. Tal y como Marvin predijo, no tardó en volver a pasar, esta vez atacándolos directamente.

Marvin evitó el ataque del Pokémon volador, que poseía dos enormes pares de alas azules. El siniestro atacante volvió a tomar altura dando una pirueta en el aire para intentar un nuevo ataque.

—¡Es un Crobat! —gritó Kroven mientras alzaba el vuelo para hacerle frente.

No obstante, el Pokémon murciélago era mucho más rápido de lo que esperaba y envistió velozmente contra él, derribándolo rápidamente. Marvin aprovechó aquel momento para arrojarle una ráfaga de viento helado, que no pareció gustarle a su enemigo. El Crobat se tambaleó en el aire al recibir el golpe.

"Así que no te gusta el hielo ¿eh, grandullón?" pensó Marvin, esbozando una sonrisa.

—¡Bien pensado, Marvin! —dijo Kroven, que había vuelto a echarse a volar— ¡El hielo lo ralentizará!

Cynder comenzó a provocar chispas desde el pelaje de su espalda con el fin de atraer al Crobat. El Pokémon venenoso se percató de ello y se dispuso a seguirlo, pero recibió un rápido ataque aéreo de parte de Kroven, que se enganchó con sus garras en la espalda del enemigo, haciendo que éste soltara un bramido de dolor.

Marvin lo golpeó de nuevo con su viento helado, esta vez de forma más contundente. Kroven se protegió usando al cuerpo del Crobat para evitar recibir daños del ataque de su compañero. Cuando el ataque cesó, el Murkrow aprovechó la fuerza de su propio enemigo para lanzarlo contra el suelo.

El Pokémon volador aterrizó cerca de Cynder, que le arrojó una potente llamarada desde la punta de su hocico. El Crobat se retorció en el sitio soltando quejumbrosos chillidos hasta que su pelaje quedó totalmente chamuscado.

—¿Está… muerto? —preguntó Marvin al acercarse.

—Supongo que solo está inconsciente —comentó Kroven, aterrizando a su lado—. Haría falta mucho más que eso para matar a un Pokémon salvaje.

—Ha estado cerca —dijo Cynder, contemplando el cuerpo chamuscado de su rival—. Si no llegamos a estar listos, podría habernos hecho mucho daño…

—Y tenemos suerte de que no ha usado un ataque supersónico —contestó Kroven—. Esos ataques pueden hacer que seas incapaz de discernir entre aliados y enemigos. Son muy poderosos.

El equipo permaneció unos instantes en silencio, contemplando al inconsciente Crobat antes de continuar su marcha.

Los siguientes dos pisos del territorio transcurrieron de forma bastante habitual. Algún que otro Pokémon salvaje los atacó, pero ninguno de ellos supuso un problema. Las gemas se habían hecho más comunes a medida que avanzaban, y habían podido recoger otras cinco.

Sin embargo, el equipo empezaba a encontrarse incómodo en aquel lugar. El hecho de no poder ver nada más allá del pequeño radio de alcance de su piedra solar los estaba volviendo progresivamente más paranoicos.

—¿Queda mucho para salir de aquí? —preguntó eventualmente Cynder mientras masticaba una manzana.

—Todavía quedan otros tres pisos —contestó Marvin, tratando de sonar alentador—. ¡No os desaniméis, chicos! Tenemos ya ocho gemas, y quién sabe cuánto nos dará Nackar a cambio de ellas.

Entonces, el grupo se quedó totalmente paralizado al percatarse de la presencia de un Pokémon en su camino. Los tres se quedaron mirando al extraño ser, que parecía alguna clase de insecto volador que emergía de la oscuridad.

Adoptaron una posición defensiva mientras el Pokémon se acercaba poco a poco. Al acercarse a la luz, pudieron ver que no estaba volando. Estaba levitando. El extraño Pokémon no movía ni un solo músculo de su cuerpo. De hecho, parecía más la carcasa vacía de algún otro insecto que un Pokémon en sí mismo.

El grupo se quedó mirándolo mientras pasaba de largo, ignorándolos por completo. Tan pronto como abandonó la zona iluminada, los tres miembros del Equipo Tormenta se miraron entre ellos, confusos.

—¿Qué era eso? —preguntó Cynder.

—No estoy seguro —respondió Kroven rascándose la cabeza—. Había oído hablar de una especie muy rara de Pokémon que nunca atacaban a los viajantes, pero no recuerdo su nombre ni había llegado a ver uno nunca. Es… extraño, por decir algo.

El equipo continuó avanzando, sin mencionar el extraño suceso de nuevo. Pronto llegaron a una amplia sala con varias salidas. Como llevaban haciendo desde hacía un buen rato, tomaron el camino justo en frente de ellos. Estaban tratando de cubrir todos los pisos poco a poco y calculando bien sus pasos, para evitar acabar caminando en círculos.

—Oye, Kroven —dijo de repente Cynder—. Tú sabes bastante más que nosotros acerca de los territorios misteriosos ¿puedo hacerte una pregunta?

—Dispara —contestó el Murkrow—. Aunque no soy muy versado en esto, si es algo básico podré contestarte.

—¿Los Pokémon que viven aquí… no se ven afectados de ninguna forma por los cambios en el territorio? —preguntó entonces el Cyndquil.

—Es una buena pregunta —respondió Kroven—. Tan buena que nadie tiene respuesta para ella todavía. Como es imposible que un Pokémon civilizado se quede dentro de un piso cuando éste se reconfigura, nadie sabe cómo funcionan los cambios. Lo más cercano a una respuesta que puedo darte es mi suposición: ni siquiera se dan cuenta de los cambios. Dudo que sus cerebros estén lo bastante desarrollados como para darse cuenta de la reconfiguración total del piso, sobre todo teniendo en cuenta que ocurre prácticamente cada vez que entra un nuevo Pokémon.

—Espera un momento —intervino Marvin—. ¿Acabas de decir que un Pokémon no se puede quedar en un piso cuando se reconfigura? ¿Nadie lo ha intentado nunca?

—Oh, claro que lo han intentado —rió Kroven—. El problema es que el propio territorio te expulsa si permaneces demasiado tiempo en un piso.

Marvin se sorprendió notablemente al escuchar aquel dato. Todos los datos que le habían dado hasta ahora acerca de los territorios misteriosos hacían pensar a uno que el lugar en sí era inteligente y totalmente consciente de sus acciones.

—Lo sé, los territorios misteriosos son muy… misteriosos —comentó Kroven al ver la expresión de asombro de Marvin—. Y hay muchas más cosas sobre ellos que no tienen sentido. Por ejemplo, hay veces que recuperar el objeto perdido de algún Pokémon resulta imposible, porque el territorio ya se ha reconfigurado y enviado el objeto a algún otro piso, o incluso destruído por completo. Nadie sabe cómo funcionan los territorios cuando no hay Pokémon intrusos dentro, la verdad.

—Eso es todavía más raro —contestó Cynder—. Tuvimos suerte encontrándonos aquella lanzosfera durante nuestra primera misión.

Marvin permaneció en silencio, escuchando a sus compañeros. En aquel mundo, nadie comprendía con certeza el funcionamiento de los territorios misteriosos, y aun así aceptaban su existencia como si nada. Tal vez, pensó, llevaban demasiado tiempo conviviendo con ellos como para hacerse aquellas preguntas. Simplemente habían adaptado su vida a aquellos misteriosos lugares que se esparcían por el mundo.

Antes de darse cuenta, no obstante, encontraron el siguiente yacimiento de gemas. Junto a él, además, había tirado un pequeño cofre casi enterrado entre las piedras que se habían desprendido de la pared.

—¡Vaya! —exclamó Kroven al ver aquel objeto, no más grande que su cabeza— Esto tiene pinta de ser valioso. Cynder ¿crees que podrías llevarlo?

—Claro —contestó el Cyndaquil, retirando la grava de encima del recipiente y sujetándolo con las dos manos—. Pesa menos de lo que parece.

—Podremos llevárselo a Phill para que lo abra luego —comentó Kroven mientras sacaba las gemas de la pared con su ala de acero—. Puede tener algún objeto interesante dentro.

—¿Quién es Phill? —preguntó Marvin inocentemente.

—Phill —respondió Kroven— es un Klefki. Puede abrir prácticamente cualquier tipo de cofre que se encuentre en una mazmorra. Tiene un puesto en el mercado del submundo.

Los tres amigos guardaron las gemas y se dispusieron a continuar su búsqueda.

—•—

—Voy a ser franco: a Meruclus no le gustas —sentenció sencillamente Zipher mientras permanecía de pie sobre el suelo de piedra—. No te ve cualificado para tener un trabajo como este.

El Bisharp había aprovechado su tiempo libre para encontrarse a solas con su compañero en la cámara estratégica.

Gront respondió con su gruñido de desdén habitual, casi tirado encima de la enorme mesa cuadrada sobre la cual reposaba el detallado y preciso mapa de Pellaria que utilizaban para planear sus estrategias.

—Esto es importante, Gront —dijo Zipher, apoyando las manos sobre la mesa de estrategias—. Meruclus podría mandar que te trasladen, o incluso algo peor. Creo que deberías empezar a reconsiderar tu situación.

—No me interesa lo más mínimo caerle bien a ese psicópata —gruñó el Garchomp—. Hago lo que me manda y ya está. Creo que nunca se nos ha exigido caerle bien a nuestro superior ¿verdad?

Zipher lo miró directamente con ojos amenazantes.

—El problema es que este superior sabe lo que estás pensando —dijo, vocalizando lentamente la frase para que calara en su compañero—. Diablos, yo mismo me he dado cuenta de tu inseguridad últimamente, y ni siquiera soy un psíquico. Imagínate lo que ha podido ver él.

Gront apartó la mirada de la de su compañero con un nuevo y profundo gruñido. Se quedó en silencio.

—Ya no estoy hablando de caerle bien o no a Meruclus —aclaró Zipher, decidido a continuar—. Estoy hablando de que si tiene la más mínima duda de que ya no confías en la Corporación, hará que te eliminen inmediatamente.

Gront se levantó súbitamente de la mesa, encarando a su compañero.

—¿Y qué demonios esperas que haga? —preguntó alzando la voz— ¡Sí, estoy perdiendo la fe en esta maldita organización! ¿Quieres que ahora, porque tú lo digas, recupere la seguridad en lo que hacemos? ¿Quieres que…?

Gront no pudo terminar la frase, ya que Zipher le propinó un inesperado tortazo en la mejilla, haciendo que el Garchomp se tambalease. La piel metalizada del Bisharp hizo que el golpe fuera más doloroso de lo habitual. Gront se quedó mirando a su compañero, perplejo.

—¡Me da igual lo que tengas que hacer, Gront! —le gritó Zipher sin perder la compostura— ¡Llevo casi cuarenta años metido en esta empresa, y no voy a dejar que tú arruines mi reputación solo porque tienes dudas! ¡Nos entrenamos juntos, por el amor de Arceus! ¿A dónde ha ido el Garchomp que conocía?

Gront se quedó en silencio, mirando a su compañero con una extraña mezcla de lástima y furia.

—El Garchomp que conocías murió aquella noche en Villa Plata —contestó simplemente en voz baja.

Por primera vez en mucho tiempo, Gront pudo ver desconcierto en el rostro de Zipher. Aquella respuesta lo había tomado completamente por sorpresa.

—Lo de Villa Plata fue para asegurarnos de que los traidores no escapaban —respondió el Bisharp casi mecánicamente—. Sabíamos por un chivatazo que había aliados rebeldes viviendo allí y no podíamos arriesgarnos a…

—¡Por las tablas arcanas, Zipher, fue una masacre! —lo interrumpió Gront— ¡No me puedo creer que intentes justificar un derramamiento de sangre tan gratuito como ese!

El Bisharp iba a contestar, pero fue rápidamente cortado de nuevo por Gront.

—¡Y no me vengas con esa mierda de que hacemos lo que nos mandan porque es lo mejor para Pellaria! ¡Fuera lo que fuera por lo que me encargaron esa misión, era cualquier cosa menos por el bien de Pellaria!¿Es que no lo ves? ¡Te crees todo lo que viene de arriba como si fuera la verdad única y absoluta!

—¡Lo que decide el Alto Mando no es cuestionable, Gront! —explotó Zipher— Y más te vale que nadie te oiga decir eso aquí dentro. ¡Por Arceus, y yo que creía que eras alguien racional!

El Garchomp retrocedió, como si las palabras de su amigo le hubieran dolido físicamente. Zipher se acercó a él y lo miró a los ojos de nuevo.

—Si Meruclus decide que eres un traidor, Gront —dijo muy lentamente—, enviará a alguien a matarte. Teniendo en cuenta lo sádico que es, no me extrañaría que me mandase a mí mismo. Y no pienses que voy a tener piedad contigo, Gront. Somos amigos, pero si traicionas a nuestra causa no tendré reparo en sacarte de en medio.

Gront miró al Bisharp con expresión lastimera, esforzándose por no perder el control de nuevo. Su único amigo, aquel Pokémon con el que había compartido tantas experiencias desde que eran apenas unos adolescentes, acababa de amenazarlo de muerte.

—Pero… nuestra amistad es más que eso, Zipher —dijo, trató de hacerle entrar en razón—. No puedes… matarme porque sí.

—No lo haré porque sí, Gront —contestó su amigo fríamente—. Lo haré una vez me lo ordenen. No puedo poner mis asuntos personales por encima de mi misión para con la Corporación de Inteligencia.

Gront asintió lentamente, sin responder. Su compañero retrocedió unos cuantos pasos, dirigiéndose hacia la puerta, y suspiró.

—Escucha —dijo finalmente—. Reflexiona sobre esto. Estás… estás muy confundido. Te aconsejo que pienses largo y tendido acerca de este tema antes de cometer una estupidez. No me obligues a matarte, Gront. No quiero hacerlo.

Y, tras decir estas palabras, abandonó la cámara.

Gront se dejó caer contra la pared, donde apoyó su espalda mientras se sentaba en el suelo. Se repitió a sí mismo que Zipher no podía estar hablando en serio, que solo intentaba asustarle. Aunque su siniestro compañero nunca había visto su amistad del mismo modo que lo hacía él, sabía que no podía llegar a aquellos extremos.

O, al menos, rezaba para que no lo hiciera.

—•—

—Quince gemas —dijo Kroven orgulloso tras terminar su recuento de las preciadas piedras preciosas que habían ido recolectando.

—¡A saber cuánto dinero nos darán por ellas! —exclamó excitado Marvin, mirando con ojos brillantes las valiosas gemas.

Cynder, por otro lado, parecía más interesado en el cofre que habían encontrado en el territorio misterioso. No lo había soltado desde que lo cogió en aquella cámara de la cueva, y ahora que tenía luz solar no hacía sino darle vueltas y mirarlo desde todos los ángulos posibles. Al agitarlo, se dio cuenta de que tenía algo pesado dentro.

—Tengo unas ganas enormes de saber qué hay dentro de este cofre —comentó a sus amigos—. ¿Cómo habrá acabado allí?

—Territorios misteriosos, Cynder —dijo simplemente Kroven encogiéndose de hombros.

Para alivio de Marvin, el sol golpeaba ahora con mucha menos intensidad, al ser ya pasado el mediodía. El Mudkip respiró hondo el aire fresco y natural del exterior, lo que le sentó maravillosamente tras pasar casi dos horas metido en aquel territorio misterioso.

—Podemos ponernos en marcha cuando queráis —comentó, con energías renovadas—. Si salimos ahora, llegaremos antes del anochecer.

Sus compañeros asintieron y se prepararon para partir de nuevo, esta vez hacia lo que se había convertido en su hogar. El equipo comenzó la caminata hacia la Atalaya con un ánimo excelente.

Pasó casi una hora hasta que el equipo entró en la ruta 205, ya que habían tenido que salirse del camino para llegar a la Cueva Añil. Como era habitual a aquella hora de la tarde, había algunos Pokémon transitándola, caminando entre pueblos cercanos.

Marvin y Cynder conversaban despreocupadamente mientras Kroven sobrevolaba el área, ya que como él mismo había dicho prefería estar en el aire.

El camino estaba rodeado de amplios campos y terrenos privados, y en ocasiones podían ver a algún granjero trabajando la tierra. Aquella zona de Pellaria, lejos de la influencia más concentrada de la Corporación, permitía a los Pokémon vivir relativamente en paz, aunque de vez en cuando se producía alguna que otra pelea por motivos políticos.

Eran aproximadamente las siete de la tarde cuando los miembros del Equipo Tormenta llegaron al Valle Gris y pudieron finalmente descansar.

La base parecía mucho más grande de lo que era (y eso era decir algo) cuando las oficinas centrales estaban tan vacías. Casi ningún Pokémon las transitaba cuando no estaban haciendo papeleo, y a aquella hora nadie estaba haciéndolo.

Los tres amigos se dividieron como habían acordado, y así, mientras Kroven entregaba el certificado de la misión completada, Marvin depositó sus objetos y dinero en el almacén de Ultron y Cynder bajó al mercado a entregarle a Verris los objetos para su hermano. Al terminar, los tres se reunieron ante el establecimiento de Phill. A petición de Kroven, llevaron una cantidad de dinero considerable para asegurarse de que el Klefki abría su cofre.

—¡Bienvenidos, amigos! —los saludó fervientemente el Pokémon de acero— ¿Queréis que abra un cofre por vosotros?

Cynder asintió y depositó el cofre que habían encontrado sobre el mostrador. El Klefki flotó a su alrededor y lo miró desde todos los ángulos antes de emitir un sonido pensativo.

—Vaya —comentó—. Habéis tenido suerte, chicos. ¡Esto es lo que yo llamo un cofre de lujo, sí señor!

Cynder se incorporó sobre el mostrador, emocionado.

—¿Eso quiere decir que tiene algo valioso dentro? —preguntó.

—Quiere decir que es muy probable —lo corrigió el Pokémon candado—. Ahora ¿estáis seguros de que queréis abrirlo? Tendréis que pagarme ciento cincuenta pokés una vez esté abierto, ¡y no se admiten devoluciones!

Cynder y Kroven miraron a Marvin, que meditó unos instantes la oferta. No era caro, pero corrían el riesgo de que hubiera algo poco útil dentro. No obstante, el Mudkip apoyó la pata derecha en el mostrador, dejando el dinero sobre él.

Phill soltó una risita y se dispuso a abrir el cofre. De repente, una de las llaves que colgaban de su cuerpo en forma de llavero comenzó a brillar, y la introdujo en el interior de la cerradura del cofre. Con un pequeño movimiento hacia la derecha y un tirón, el cofre se abrió y los cuatro Pokémon pudieron ver lo que había allí dentro.

Phill abrió mucho los ojos y murmuró algo. Los miembros del Equipo Tormenta se inclinaron hacia delante cuando el Klefki le dio la vuelta al cofre y pudieron ver su interior.

Dentro del cofre había un extraño objeto piramidal que parecía hecho de algún extraño material semitransparente de un tono dorado. Cualquiera diría que se trataba de ámbar, pero era demasiado brillante y opaco como para serlo.

—¿Qué es eso? —preguntó Kroven.

—Esto, amigos míos —contestó el Klefki— es una pieza enigma. Es uno de los objetos más raros y valiosos del mundo.

Marvin dejó escapar un silbido de incredulidad.

—¿Qué hace? —preguntó casi inmediatamente.

—Según las leyendas, sirve para atraer a los Pokémon legendarios al encuentro del usuario —explicó Phill—. Pero eso son solo leyendas. La realidad es que probablemente pertenezca a una sociedad antigua y no tenga ningún poder en absoluto.

Cynder la cogió para examinarla, y Marvin se inclinó hacia él para echarle un vistazo. Si era antigua, se había conservado perfectamente en aquel cofre, porque no tenía muestra alguna que denotara el paso del tiempo.

—Podéis venderla —propuso Phill entonces—. Este tipo de antigüedades pueden alcanzar un precio muy alto, o… podéis quedároslo.

El Klefki soltó una risita.

—Soy un supersticioso, si os digo la verdad —dijo—. Así que si fuera vosotros me lo quedaría solo por descubrir si tiene algún poder.

Cynder habló entonces, inesperadamente.

—Quiero que nos lo quedemos —dijo en voz alta—. Es posible que tenga algún poder especial ¿no creéis?

Marvin sonrió. Aunque no le habría importado descubrir cuánto dinero podrían ganar vendiendo aquel objeto, no se sentía con fuerzas para decirle que no a un Pokémon que había perdido a su padre hacía apenas dos días.

—¿Algo que objetar, Kroven? —preguntó entonces el líder del equipo.

Kroven se encogió de hombros. Marvin supuso que había pensado lo mismo que él.

—Entonces no lo venderemos —contestó finalmente—. Gracias, Phill.

—No hay de qué —contestó el Klefki con un canturreo—. Una última cosa: no dejéis que un Kecleon se dé cuenta de que tenéis eso, o no os dejará en paz hasta conseguirlo.

Marvin lo miró sorprendido.

—¿Quieres decir… que nos lo robaría? —preguntó entonces Cynder.

—No, en absoluto —respondió Phill—. Los miembros del mercado Kecleon son moralmente incapaces de robar. Pero no dejaría de daros la lata hasta que se lo vendierais, así que os recomiendo guardarlo en el almacén y no sacarlo de allí muy a menudo.

—Seguiremos tu consejo, Phill —contestó Marvin con una sonrisa—. Gracias de nuevo.

El Klefki se llevó una de las llaves a la cabeza en señal de saludo, cogió el cofre vacío y lo llevó al interior de su puesto, desapareciendo de la vista. Los miembros del Equipo Tormenta abandonaron el Mercado lo más rápido posible, intentando que ningún Kecleon viera su preciada carga.

Tenían que preparar su misión del día siguiente.
¡Échale un vistazo a Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom!
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #13 en: 09 de Septiembre de 2016, 02:48:50 am »
Capítulo 12:

DETERMINACIÓN

—•—

Marvin se sentía como en casa en aquel momento. Debajo de él, la enorme extensión de agua le proporcionaba un maravilloso entorno en el que el Mudkip podía sentirse no solo cómodo, sino mucho mejor de lo que había estado en mucho tiempo.

Se sumergió de nuevo para sentir aquella hermosa sensación recorrer su cuerpo. La sensación de que había nacido para estar allí. De que aquel era su lugar en el mundo y nadie jamás podría arrebatárselo.

Bajo la superficie del extenso cuerpo de agua, Marvin pudo visualizar a bellos y extraños Pokémon acompañarlo en su camino por las profundidades. Pokémon que jamás en su vida había visto, como un extraño pez con forma de corazón o una especie de foca blanca.

Aquellos Pokémon lo aceptaban entre ellos, y Marvin pudo notar como cada vez se arremolinaban más a su alrededor. Peces, mamíferos marinos y criaturas acuáticas de todos los tamaños, formas y colores aparecían alrededor del Mudkip para unirse a su travesía submarina.

Y entonces, lo vio.

Un Pokémon enorme, mucho más que cualquiera de los demás que había podido ver nunca, apareció en su campo de visión. Su aspecto era el de una especie de cetáceo gigantesco, con dos enormes aletas laterales que se asemejaban a extrañas manos. El vientre de aquel Pokémon era transparente, y semejaba que su interior estuviera repleto de una extraña e hipnótica luz amarilla.

No obstante, en un abrir y cerrar de ojos, todo aquello desapareció. Marvin se encontró a sí mismo nadando en un intimidante vacío negro.

"No" fue lo único que pensó cuando todo lo que lo rodeaba se desvaneció.

"¡No! ¡Quiero volver allí!" gritó internamente, nadando más rápido por el interminable vacío como si eso fuera a ayudarle a llegar a alguna parte.

Pero el pequeño Pokémon de agua no parecía moverse siquiera de su sitio por mucho que forcejeara. Sin embargo, no quería dejar de intentarlo. Algo le decía que, si nadaba lo suficientemente fuerte, podría volver a aquel idílico paisaje.

"¿Por qué no puedo volver allí?" se preguntó, desesperado. Por mucho que lo intentaba, era incapaz de sentir que estaba avanzando.

Entonces, algo apareció en medio del vacío. Un diminuto punto de luz se había materializado en la lejanía, mientras Marvin se rendía en su esmero de recuperar su santuario acuático.

Instintivamente, trató de alcanzar esta nueva esperanza luminosa forcejeando más fuerte. No sabía si era él el que se movía o la luz la que se acercaba, pero la distancia entre ellos se estaba acortando. El Mudkip pudo notar como aquella luz se hacía más y más grande y comenzaba a envolver todo el oscuro vacío. Finalmente, la luz lo alcanzó y lo rodeó por todas partes, haciéndole sentir una extraña sensación.

Era incapaz de ver nada más que la cegadora luz. Le era incluso imposible ver su propio cuerpo. Y no solo eso, tampoco sentía ninguna parte de él. Era como si él mismo fuera un ser incorpóreo. La sensación que lo invadió era, sin embargo, todavía más incómoda que la incapacidad de ver su propio cuerpo.

Sentía como si fuera ajeno a su propio ser. Como si le faltase una parte vital de sí mismo, aunque no fuera consciente de cuál.

Quería gritar, pero no tenía boca.

Quería llorar, pero no sentía sus ojos.

Marvin solo quería desaparecer, dejar de existir en aquel mismo instante para no sentir más aquella horrible sensación. Pero, por algún motivo, sentía que aquello era imposible. Sentía que su ser intentaba encontrarse a sí mismo, haciéndolo pasar por un torrente de sensaciones diferentes, pero no hacía más que equivocarse en sus cálculos.

Cada nueva sensación que lo invadía era más cómoda que la original, pero no podía evitar sentir que le faltaba algo. Intentaba conectar su memoria a cualquier cosa, a cualquier recuerdo, pero era incapaz de sentirse él mismo. La desesperación lo invadió, creyendo que jamás podría recuperar su integridad.

Y entonces, todo cesó. Marvin abrió los ojos.

Y pudo encontrarse cara a cara con un extraño Pokémon verde devolviéndole la mirada.

—¡Por Arceus! —exclamó el Pokémon con una voz masculina que sonaba amable— ¡Por fin has despertado!

Marvin se incorporó, confundido y todavía asimilando que tenía cuerpo de nuevo. Girando la cabeza, pudo ver que se encontraba en una habitación de losa blanca, tumbado sobre una cómoda cama situada enfrente de una especie de cortina blanca. El Pokémon que le había hablado era verde y cuadrúpedo, y mostraba un largo cuello rodeado de una extraña gola con forma de flor rosa. Era un Meganium.

—¿Dónde… estoy? —preguntó lentamente Marvin, con los ojos muy abiertos.

—Estás bien, tranquilo —le dijo el Meganium desconocido en tono reconfortante—. Estás en la enfermería de la Atalaya, y yo soy el médico a tu cargo.

—¿P-por qué? —preguntó Marvin, que se sentía más confuso a cada momento.

—Tus compañeros notaron que no te despertabas por mucho que lo intentaban —explicó el médico—, así que te bajaron aquí. Has estado en una especie de coma durante casi cuatro horas.

Marvin abrió los ojos como platos. "Pero… ese sueño… era raro, sí, pero ¡no es posible que haya durado tanto! ¿Cómo ha ocurrido esto?"

—Mis compañeros y yo hemos hecho turnos para vigilarte —continuó el Meganium—. Mi nombre es Dofrus.

—P-pero… —balbuceó Marvin, todavía incapaz de asimilar lo que había ocurrido— ¿Y mis compañeros? ¿Se han ido a la misión sin mí?

—Me temo que sí —dijo entonces una voz familiar desde detrás de la cortina.

La tela pareció levantarse sola, pero cuando lo hizo Marvin pudo ver que era Elina quien estaba moviéndola psíquicamente.

—Cuando me notificaron que estabas en la enfermería, bajé inmediatamente —explicó la Espeon—. Me alegra saber que ya estás bien.

Sin embargo, Marvin no se sentía bien. El sentimiento de agobio que lo había acosado durante su sueño todavía reverberaba en su cabeza, haciendo que se estremeciera cada vez que las sensaciones que lo habían acosado en su sueño hacían notar su reminiscencia en él.

—He… he tenido un sueño horrible, Elina —dijo simplemente a la Espeon—. N-no me siento bien… en absoluto.

La Espeon lo miró con una de sus indescifrables miradas. Luego, girándose hacia Dofrus, dijo:

—Puedes retirarte, Dofrus. A partir de ahora puedo encargarme yo de esto.

El Meganium asintió con la cabeza y desapareció detrás de la cortina blanca. Elina se sentó al lado de la cama en la que Marvin reposaba y lo miró de nuevo.

"Si no te importa, vamos a hablar telepáticamente" escuchó el Mudkip en su mente. "Me siento más segura así".

"Vale…" respondió sencillamente Marvin.

"Estás muy agobiado, Marvin" notó la Espeon. "¿Me dejas echar un vistazo a ese sueño tuyo?"

"Sí" contestó el Mudkip.

La mente de Marvin estuvo en completo silencio durante un rato, mientras la Pokémon psíquica leía sus pensamientos para vivir en carne propia aquel sueño. Después de un tiempo, Marvin notó como las voces volvían a su cabeza.

"Esto es muy raro, Marvin" dijo la Espeon. "El sueño en sí ya es extraño. Te ha causado sentimientos muy complejos y concretos, y eso no suele ocurrir en sueños. No obstante, lo más raro está en que…"

Marvin dejó de escuchar la voz de Elina en su cabeza unos instantes. Luego, la Espeon retomó su veredicto.

"No es posible que hayas visto a ninguno de los Pokémon que aparecen en él" sentenció. "Los sueños se basan en cosas que ya has vivido. Es prácticamente imposible que tu mente haya creado a tantos seres que, de hecho, existen en la realidad".

"¿Y eso qué quiere decir?" preguntó Marvin, sintiendo como lo recorría un nuevo escalorío.

"Significa" explicó Elina "que ese sueño no ha podido ser fruto de tu subconsciente, Marivn. Alguien ha manipulado tu mente para que tuvieras ese sueño".

—¿¡Qué!? —exclamó Marvin, rompiendo la confidencialidad de su conversación con la Espeon.

"¡Marvin!" lo reprendió ésta rápidamente. "¡No hables tan alto o podrías molestar a otros pacientes!"

"Lo siento" se retractó Marvin. "¿Por qué estamos hablando así, por cierto?"

"Porque creo que esto puede tener algo que ver con Cresselia" contestó Elina. "No quiero que nadie más que nosotros sepa acerca de esto".

"¿Cresselia?" se sorprendió el Mudkip, recordando su primer sueño extraño concerniente a aquel Pokémon. "¿Por qué crees que esto tiene que ver con ella?"

"No estoy del todo segura" explicó Elina. "Pero es una Pokémon con la capacidad de entrar en los sueños de los demás, aunque no suele causar sueños tan… perturbadores como el que has tenido. De todas formas, no es la primera vez que un Pokémon que no conoces aparece en tus sueños. Es algo muy extraño".

Marvin se quedó pensando sin dirigirse a Elina directamente. No sabía si era cosa de Cresselia, pero realmente no le importaba. Aquel sentimiento tan incómodo de no pertenecerse a sí mismo ya se había desvanecido, pero seguía intrigándolo mucho.

"¿Y si intentaba decirme algo?" preguntó.

"Es posible" respondió la Espeon casi inmediatamente. "Hablaré con un amigo mío que sabe interpretar sueños y te contaré lo que descubra. Ahora mismo es mejor que subas".

—Tendrás cosas que hacer, imagino —dijo Elina entonces, cortando la comunicación con la mente de Marvin—. Si ya te sientes bien como para salir, deberías aprovechar el día.

—¿Y qué voy a hacer? —preguntó el Mudkip— Mis compañeros se han ido de misión sin mí.

La Espeon simplemente se encogió de hombros. Con una sutil reverencia, abandonó la cámara, dejando a Marvin solo.

Marvin se sentía bastante molesto. Llevaba casi una hora caminando por toda la base, intentando inútilmente localizar una cara familiar. Todos los Pokémon que conocía estaban en una misión, así que se encontraba totalmente solo.

Se dejó caer sobre uno de los bancos del gran comedor, ahora casi totalmente vacío. Los pocos Pokémon que se dejaban caer por allí estaban leyendo o hablando entre ellos, ya que todavía no era la hora de comer y los cocineros no se habían puesto a trabajar. Echando una visual rápida, Marvin pudo ver a un Barbaracle, un Wigglytuff, un Darumaka y un Hippopotas, estos dos últimos hablando entre ellos.

Marvin decidió no entrometerse en su conversación. No se sentía cómodo hablando con desconocidos, al menos no mientras no hubiera nadie que los presentara. No obstante, descubrió que la soledad no le incomodaba. Tenía tiempo para pensar en sus cosas.

"Esto de los sueños es algo muy raro" se dijo a sí mismo. "A lo mejor Cresselia tiene algún tipo de relación con mi pasado y está intentando decirme algo…".

Entonces, algo llamó su atención, apartándolo de sus cavilaciones. Por delante de él pasó una figura conocida.

—¡Winona! —llamó el Mudkip saliendo de sus pensamientos.

La Buizel se giró hacia él con un gesto histriónico y lo saludó con una sonrisa. Marvin se levantó del banco en el que estaba sentado y se acercó a su amiga.

—¿Qué haces tú por aquí, cabeza loca? —preguntó la Buizel— ¿Es tu día libre?

—En realidad no —contestó Marvin—. Pero he tenido un percance y mis compañeros se han tenido que ir sin mí a la misión.

—Vaya, que rabia —dijo Winona—. Yo tengo mi día libre hoy, así que he estado haciendo básicamente nada desde que salió el sol. Si quieres podemos dar una vuelta juntos.

Marvin accedió felizmente a acompañar a su amiga en un paseo.

Los dos Pokémon salieron al Valle Gris y dieron una vuelta alrededor del enorme lago que había en su centro. Estaban pasando un buen rato juntos, conversando sin preocupaciones y hablando de sus últimas misiones.

—Me gusta pensar que Flass lo está llevando bien en el Bastión de las Tormentas —comentó Winona—. Me dijo que me mandaría un correo cuando pudiera, y la verdad es que si él está bien yo estoy bien. Me siento orgullosa de que lo hayan llevado a entrenar allí.

Marvin sonrió, recordando al tímido Weedle. Él también esperaba que el joven se encontrara bien en su nuevo entorno. No conocía a Sygna, pero tenía pinta de ser una buena entrenadora.

—Estoy seguro de que estará bien —dijo Marvin.

—He oído que el Bastión es un sitio muy diferente a este —explicó Winona—. Me han contado que no está tan escondido por estar en territorio aliado, y que además es un sitio bastante más grande que la Atalaya.

Marvin se imaginó cómo sería aquel lugar. No le molestaba en absoluto vivir en la Atalaya, pero a veces todo aquel sistema de puertas y salidas secretas se le hacía un poco tedioso. No obstante, no cambiaría aquel lugar por nada del mundo. Se sentía bien con sus superiores y con el ambiente de compañerismo que siempre había por allí.

—A propósito ¿qué misión ibais a hacer hoy? — lo interrogó Wionona.

—Ah, pues era una misión de escolta —contestó Marvin—. Un Kricketune tenía que cruzar un par de sitios peligrosos, así que pedía a alguien que lo ayudara a trasladarse. Creo recordar que ni siquiera había que cruzar un territorio misterioso, así que supongo que estarán de vuelta relativamente temprano.

—Podrán hacerlo sin ti, imagino —dijo la Buizel en tono relajado—. Me he enterado de que Kroven se ha unido a vuestro equipo.

—Sí —dijo Marvin orgullosamente—. Es de gran ayuda para vigilar el territorio desde arriba.

—He —rió Winona—. Yo lo conocí cuando estaba en nuestro equipo, hace casi un mes. Habéis tenido suerte con él. Salió del equipo de entrenamiento antes que ningún otro Pokémon que yo conozca.

Marvin no se esperaba aquello. Sabía que Kroven era muy maduro y sabio para su edad, aunque le llevaba algunos años, pero nunca se esperó tal nivel de maestría.

—Es increíble cómo cambian las cosas —comentó Winona, como hablando para sí misma.

Lo era, en verdad. Marvin sentía que podría llevar aquella rutina de misiones durante mucho tiempo. Era divertido, estimulante, hasta maravilloso a veces. Claro, había que luchar en los territorios misteriosos, pero eso no era un problema. Ahora que era un Pokémon, aprender a luchar se había convertido en parte de su educación.

—Marvin —dijo entonces Winona, hablando de repente—. ¿Nunca te has preguntado qué tal estará tu familia?

La pregunta pilló al Mudkip totalmente desprevenido. La posibilidad de su familia, un tema en el que jamás había pensado desde que era un Pokémon, lo asaltó.

—Es complicado —contestó—. Según me han contado, no ha habido humanos en Pellaria desde hace casi cien años, así que no había llegado nunca a considerar aquello una posibilidad.

Winona asintió lentamente mientras continuaban en silencio su vuelta alrededor del lago. Marvin todavía tenía en mente aquel sueño tan abrumador que supuestamente le había causado el Don de Sazira.

Entonces, Marvin escuchó una voz llamándolo. Giró su cabeza hacia todos lados, buscando el origen de aquella voz conocida, hasta que pudo ver a un Marowak en el otro lado del lago, indicándole que se acercara con el brazo.

Los dos amigos aceleraron el paso para llegar a donde estaba Rawkan, cuyo aspecto había mejorado considerablemente desde la última vez que Marvin lo había visto. Los vendajes que recorrían algunas partes de su cuerpo habían desaparecido, y llevaba un casco nuevo con la forma de la cabeza de un Haxorus.

—Buenos días, Marvin —dijo, con un tono serio no muy propio de él—. ¿Puedo hablar contigo un momento?

Marvin asintió con la cabeza y miró a Winona, que agitó la mano indicándole que fuera. Rawkan y él se alejaron unos pasos de la Buizel antes de comenzar a hablar.

—Quiero que me escuches atentamente —dijo el Marowak, la gravedad haciéndose notar en su voz—. He desertado de una misión del Equipo Esmeralda hoy mismo porque había algo que me estaba devorando por dentro, Marvin. He descubierto algo sobre tu pasado.

A Marvin le dio un vuelco el corazón.

"¿Tan rápido?" se preguntó, sin asimilar todavía las palabras de su mentor. Ya había asimilado que encontrar pistas sobre su pasado no iba a ser tarea fácil.

—Antes de que digas nada —continuó Rawkan—, te diré que es algo de lo que no te puedo hablar. Por motivos de seguridad, es algo que tienes que ver con tus propios ojos, así que mañana mismo partiremos a ir a verlo ¿de acuerdo?

Marvin asintió anonadado, aún con fuso por la repentina revelación.

—Mañana a las cuatro de la tarde quiero que estés listo para salir, porque tendremos que atravesar un territorio misterioso. Y te agradecería que no le dijeras nada a nadie sobre esto, porque puede ser peligroso —explicó.

—¿Puedo llevar a mi equipo? —fue la primera pregunta que se le pasó por la cabeza a Marvin.

Al principio, el Marowak le dedicó una mirada confusa, como si no se esperara la pregunta, pero finalmente reaccionó y le respondió.

—Claro. Supongo que será buena idea que ellos también lo vean. Como sea, nos vemos mañana. Que pases una buena tarde.

Dicho esto, Rawkan lo dejó allí, dirigiéndose con cierta prisa hacia los puestos de mercaderes que permitían el acceso a la base.

Marvin permaneció unos instantes mirando hacia la dirección en la que el Marowak había desaparecido. Había algo muy raro en la forma de comportarse de su mentor, pero era incapaz de definir qué era. Fuera lo que fuera lo que había encontrado, no tenía aspecto de ser algo muy bueno o esperanzador.

Tardó un tiempo en volver caminando a donde estaba Winona.

—•—

Gerrick se inclinó hacia adelante en una reverencia.

—Muchísimas gracias por vuestra ayuda —dijo, con su aguda pero elegante voz—. No solo habéis sido una escolta de lujo, sino también una agradable compañía.

—Solo hacemos nuestro trabajo, señor —dijo Cynder orgulloso.

—Como sea —respondió el Kricketune—. Si en algún momento necesitáis mi ayuda para cualquier cosa ¡ya sabéis dónde vivo!

Los dos miembros del Equipo Tormenta se despidieron del Pokémon insecto y abandonaron el porche de su casa. Habían recibido un jugoso pago de doscientos cincuenta pokés.

—¿"Solo hacemos nuestro trabajo, señor"? —preguntó Kroven, conteniendo la risa.

—¿Qué pasa? Me gusta decirlo —contestó Cynder—. Suena muy profesional ¿no te parece?

—Puede —respondió Kroven—. Aunque espero que Marvin no vuelva a fallarnos en la próxima misión. Ha sido un horror tener que cargar con todos los trastos de ese bicho nosotros solos…

—Hablando de Marvin —dijo Cynder, pensativo— me pregunto si habrán conseguido que se despierte. Me tiene algo preocupado ese problema de sueño suyo.

—No será nada —respondió Kroven quitándole importancia—. Los problemas de sueño son más comunes de lo que te imaginas. Puede que tenga fiebre o algo y por eso no se despertaba. En cualquier caso, no te preocupes, porque podría ser cualquier chorrada.

Cynder no se sentía del todo cómodo con la explicación de su amigo. Sabía que Marvin era fuerte, pero también tenía miedo del Don de Sazira. Tenía la impresión de que aquel poder, fuera lo que fuera, le estaba causando a Marvin muchas más preocupaciones de las que querría. No expresó sus pensamientos en voz alta, sin embargo, porque no le apetecía hablar de aquello con Kroven.

Los dos miembros del Equipo Tormenta no tardaron en ponerse en camino para regresar lo antes posible a la base. Por el camino, no volvieron a tocar el tema de Marvin, aunque Cynder pudo notar que el aparentemente despreocupado Murkrow también estaba preocupado por la situación de su compañero.

Tomaron una comida improvisada mientras avanzaban por el camino de tierra que los llevaría de vuelta a la Atalaya.

A la hora y cuarto de camino, habían llegado a la entrada de la base y atravesaban una de las puertas ocultas para dirigirse a las oficinas centrales a entregar su misión. No tardaron en cruzarse con Marvin, que se había quedado dando vueltas en las oficinas para encontrarse con ellos cuando llegaran.

—¡Marvin! —exclamó Cynder, lanzándose hacia su amigo para darle un abrazo.

Aquel abrazo le sentó excepcionalmente bien al Mudkip, que llevaba toda la mañana sin ver a su mejor amiro.

—Estás bien ¿verdad? —preguntó nervioso el Cyndaquil— ¿No te ha pasado nada malo?

Marvin lo apartó con suavidad de encima de él.

—Sí, Cynder —contestó simplemente—. Estoy perfectamente.

Su amigo soltó un exagerado suspiro. Kroven, a su vez, esbozó una leve sonrisa.

—¿Te han dicho qué fue lo que te pasó? —preguntó el Murkrow.

Marvin se quedó en silencio un instante, pensando. No había nadie escuchándolos, así que decidió proceder con su explicación.

—No estoy seguro, pero Elina me ha dicho que puede tener que ver con el Don de Sazira —contó—. No sabe de qué forma se podría relacionar con ello, pero es lo único que ha podido decirme.

—Pues es raro —dijo Cynder, frunciendo el ceño—. Por lo que nos están contando, el Don parece hacer muchas cosas más de las que te dijo Paldus.

Era verdad. El Don de Sazira se le había expuesto a Marvin como una forma de comunicación psíquica hacia otros Pokémon, pero la cantidad de poderes y consecuencias que traía consigo parecía aumentar cada día. Tal vez aquel misterio sería resuelto cuando Rawkan le enseñara su hallazgo.

—Por cierto —dijo Marvin—. Rawkan ha hablado conmigo hoy. Me ha dicho que ha descubierto algo sobre mi pasado en un territorio misterioso, pero que no me lo puede contar. Tiene que enseñármelo.

Cynder lo miró extrañado.

—¿Ah, sí? —inquirió, con un inesperado tono de escepticismo en su voz.

—Sí —contestó Marvin—. Estaba algo raro, la verdad. Sea lo que sea lo que ha descubierto, puede que no sea demasiado agradable. Tiene que ser algo muy fuerte para que Rawkan se comporte de forma tan seria.

Cynder le dedicó a Kroven la misma mirada que le había echado a su mejor amigo hacía unos instantes. No obstante, fue Kroven el que habló.

—Eso es interesante —dijo algo taciturno—, porque antes de salir de misión nos lo encontramos y parecía estar actuando de lo más normal. Además, dijo que se iba a una misión a la Colina Embrujada… se me hace raro que haya vuelto tan rápido, teniendo en cuenta lo lejos que queda ese lugar.

Marvin frunció el ceño. Sin embargo, recordó rápidamente lo que el Marowak le había dicho acerca de su "deserción" de una misión del Equipo Esmeralda.

—Me dijo que había abandonado una misión —les dijo a sus amigos—. También me dijo que no se lo contara a nadie, así que supongo que lo hizo contra la voluntad de Paldus y Astrid.

—Tiene sentido, la verdad —comentó Cynder—. Dijo que la misión era algo importante, así que dudo que le dejaran abandonarla así como así. Ha debido de hacerlo a escondidas.

Al temor que Marvin ya sentía hacia el extraño comportamiento de Rawkan se le sumó el hecho de que hubiera abandonado una misión importante para ir a decírselo.

—Sea lo que sea lo que nos quiere contar —dijo Marvin en tono serio— tiene que ser algo muy importante, pero al mismo tiempo perturbador…

Se detuvo. No sabía si quería exponer a sus compañeros a una averiguación que probablemente les causaría, como mínimo, un pequeño trauma. Decidió asegurarse de que era lo que realmente querían.

—No tenéis que acompañarme —dijo repentinamente—. Lo que Rawkan nos quiere enseñar puede ser algo muy oscuro. Si no queréis venir conmigo, lo entenderé.

Cynder lo miró en silencio un momento. Sonrió.

—Marvin —le dijo, poniéndole una pata sobre el hombro—. Cuando prometí ayudarte a desvelar tu pasado, asumí que tendría que hacer cosas que podrían no gustarme. Pase lo que pase, quiero estar a tu lado. Además, sigue siendo un territorio misterioso, y me necesitas a tu lado ¿no?

Marvin apretó los labios. Aunque no quiso admitirlo en voz alta, el gesto de su amigo le había tocado una fibra sensible.

—Eres… muy amable, Cynder —le dijo con una media sonrisa—. Te lo agradezco… de verdad.

Cynder le devolvió la sonrisa rápidamente. Kroven soltó una tos seca.

—En cuanto a mí —intervino— dudo que me afecte demasiado. Al fin y al cabo, soy un tipo Siniestro. Nunca sufrimos demasiado con ese tipo de cosas.

—Tiene sentido —comentó Marvin—. Nunca has parecido demasiado afectado por nada desde que te conozco.

El Murkrow se encogió de hombros con una relajada sonrisa.

—Así somos los Pokémon, Marvin —dijo—. Todos tenemos nuestra pequeña extravagancia, y eso es algo a lo que vas a tener que acostumbrarte. Así como los tipo Siniestro aceptamos más ciertas cosas que para otros resultarían aterradoras o traumatizantes, los Pokémon con el elemento de Tierra se sienten incómodos al estar en el aire, y los de tipo Planta están de mejor humor cuando reciben luz solar. Cada tipo tiene sus pequeñas rarezas.

Marvin asintió. Recordó el momento en el que cayó en el lago subterráneo de la Cueva Caliza. Nunca se había sentido tan cómodo y seguro de sí mismo como en su líquido elemento, y asumió que a todos los Pokémon de Agua les ocurría eso. No obstante, quería seguir informándose sobre las características de su raza, así que se propuso preguntarle a alguien con más experiencia que él. Preferiblemente Paldus, aunque suponía que estaría demasiado ocupado incluso al regresar de la Colina Embrujada.

—Entonces decidido —dijo Cynder con determinación—. Mañana iremos a ese territorio misterioso. ¿Dijo Rawkan a dónde íbamos a ir?

Marvin negó con la cabeza.

—Tampoco se me ocurrió preguntárselo —contestó—. Habría sido útil, la verdad.

—Eso es cierto —interrumpió Kroven—. Aunque de todas formas dudo que Rawkan nos llevara a un territorio que creyera que no podemos atravesar. Además, lo tenemos a él para ayudarnos. No creo que nada salga mal.

—Kroven tiene razón —lo apoyó Cynder—. Rawkan tiene mucha experiencia y es muy habilidoso. No dejaría que nada malo nos pasara, ni siquiera en ese estado de preocupación.

Mientras el equipo se dirigía al almacén de Ultron a recoger sus objetos para el viaje del día siguiente, Cynder y Kroven le hicieron a su líder una pequeña crónica de su misión. Pese a que el viaje no había sido nada especial, sí que les habría gustado tener un poco de ayuda para llevar las pertenencias de su cliente. Marvin, a su vez, les narró a sus compañeros su extraño sueño y las conclusiones a las que Elina había llegado cuando se lo contó.

El equipo se mantuvo entretenido durante el mediodía y parte de la tarde charlando acerca de sus respectivas mañanas, aunque no tardaron en retomar el tema del misterioso descubrimiento de Rawkan tras la hora de la comida.

—Estoy muy intrigado por saber qué clase de cosa habrá encontrado Rawkan —dijo Cynder, una vez que estuvieron en la seguridad de su habitación.

"Pues yo ni te cuento" se dijo a sí mismo Marvin, que era incapaz de quitarse el pensamiento de la cabeza.

—No te hagas demasiadas ilusiones —lo cortó Kroven—. Es posible que sea algo que solo Marvin comprenda. Puede ser cualquier cosa, así que a lo mejor nos quedamos sin saber exactamente de qué se trata.

Todos se quedaron callados ante la repentina idea de Kroven.

—¿Y si es el lugar en el que tienen mis recuerdos? —propuso entonces Marvin— Eso haría las cosas mucho más fáciles para nosotros.

Los tres se quedaron en silencio de nuevo. La mera idea de que su aventura juntos iba a terminar tan rápido les resultaba algo triste a todos.

—•—

—¿No creéis que esto es un poco excesivo? —preguntó Gatram, rascándose la cabeza—. Q-quiero decir, no me parece mal, claro, pero ¿de verdad era necesario que vinierais los dos?

—Sí —respondió Astrid.

—No —contestó la ronca voz de Paldus casi simultáneamente.

La Ninetales plateada le dirigió una momentánea mirada asesina antes de volver a hablar con Gatram.

—De cualquier forma, aquí estamos —dijo—.Traemos víveres y recursos para los habitantes de la Colina Embrujada.

Gatram llamó a otros Pokémon para que le ayudaran a descargar las incontables bolsas de alimentos en el suelo de la plaza. El Dusclops que lo acompañaba se acercó a los líderes del Equipo Esmeralda.

—En nombre de mi pueblo, os doy las gracias por esta nueva entrega de provisiones —dijo con una ligera reverencia—. La Corporación parece decidida a forzar una alianza con nosotros.

—Quieren aprovecharse de vosotros, Mork —contestó Paldus, devolviendo la reverencia—. No permitiremos que os utilicen, como ya ha ocurrido con tantos otros poblados.

—Lamento que nuestro pueblo os esté causando tantos problemas —dijo el Dusclops—. Debes saber que moriría antes de aceptar un pacto con la Corporación de Inteligencia, Paldus.

Paldus le dedicó una sonrisa triste a Mork

—Si supieras a cuántos Pokémon he oído decir eso en mi vida… —dijo sencillamente, echando la vista al horizonte.

—No dudo que serían muchos —respondió Mork—. No obstante, debes saber que mi pueblo se siente en deuda con vosotros, y os compensaremos todas estas ayudas cuando nos llaméis a la batalla.

—Esperemos que esa batalla nunca llegue —dijo a su vez Paldus—. Soy un estratega, pero lamentaría tener que enfrentarme a la Corporación en campo abierto. Dudo que una batalla así saliera bien para nosotros.

—No obstante, sabes que ocurrirá —dijo Mork—. No podéis ayudar a los pueblos libres indefinidamente sin esperar algún roce tarde o temprano.

—Lo sé, Mork —contestó Paldus con un suspiro—. Lo sé.

Miro hacia sus compañeros de equipo, que descargaban despreocupadamente los víveres y los llevaban hacia el foro del pueblo. Aquellos que eran sus amigos, confidentes y compañeros podrían entrar en batalla en cualquier momento. Y la responsabilidad de sus vidas, como las de sus muertes, estaba totalmente en sus manos.

—Llegado el momento —dijo finalmente— estaremos preparados. Hemos tenido mucha suerte estos últimos días…

—•—

Marvin abrió los ojos otra vez. No tenía ni la más mínima idea de qué hora era, pero tampoco era que le importase. Solo sabía que llevaba un buen rato intentado dormir sin éxito. Decidió dejar de dar inútiles vueltas en su cama y se decidió a abandonar su habitáculo para simplemente sentarse en la sala común. Cuando abrió la puerta, se encontró que Cynder ya estaba allí, sentado en una de las sillas y mirando fijamente la tenue luz de la piedra solar que yacía en el centro de la mesa.

—Tú tampoco puedes dormir, ¿eh? —preguntó el Mudkip en voz baja para no sobresaltar a su amigo.

—Ah, hola, Marvin —contestó Cynder—. No, realmente no. No dejo de darle vueltas a las cosas.

Marvin asintió. Creía saber qué pensamiento le rondaba a su amigo por la cabeza.

—No sé si quiero recuperar mis recuerdos todavía —dijo para comprobar que no se equivocaba.

Cynder se quedó callado un momento, mirando hacia la piedra solar.

—Yo... yo tampoco —confirmó su amigo—. Tengo miedo de que, si lo recuerdas todo, te vayas a hacer lo que quiera que estabas haciendo cuando eras humano.

Marvin tenía muchas preguntas sobre sus recuerdos. Si volvían a su mente ¿se borrarían los que había ido acumulando cuando era un Mudkip?

No estaba seguro de ser lo suficientemente fuerte para hacer aquella elección. Cynder, y ahora también Kroven, le estaban cogiendo cariño demasiado rápido, y tenía que reconocer que él a ellos también. No quería dejar a sus amigos atrás en el caso de descubrir demasiadas cosas sobre su pasado, y más aún cuando Paldus creía que el Don de Sazira era una especie de salvación para la Resistencia. No quería tener que dejar todo aquello atrás.

Los dos Pokémon se quedaron mirando a la piedra solar durante un buen rato antes de volver a sus respectivas camas.
¡Échale un vistazo a Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom!
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #14 en: 09 de Septiembre de 2016, 02:56:52 am »
Capítulo 13:

EL BOSQUE DE HAAL


—•—
El sol se alzaba radiante ante los determinados miembros del Equipo Tormenta, que se paraban en la puerta de una de las salidas secretas. Llevaban esperando unos cinco minutos casi totalmente en silencio, pues ninguno de ellos se atrevía a abrir la boca. Cada uno estaba inmerso en su propio dilema interno.

"Bueno, aquí estamos" pensó Marvin, mirando de reojo a sus compañeros. "Hoy mismo voy a tener la primera pista sobre mi pasado. No sé si estoy listo..."

El pequeño Mudkip, visiblemente nervioso, daba vueltas por la zona mientras él y su equipo esperaban a Rawkan. Sus compañeros sabían que intentar calmarlo a estas alturas era totalmente inútil, por lo que no lo molestaron mientras lo veían moverse frenéticamente alrededor de la entrada.

No pasó mucho tiempo hasta que escucharon un golpe en la puerta oculta. Se giraron para ver como Rawkan salía de ella de un salto, aterrizando a su lado.

—Buenos días —saludó. Conservaba su tono serio y relajada compostura del día anterior. Las pocas esperanzas de que el viejo Rawkan estuviera de vuelta que Marvin albergaba se disiparon rápidamente.

—Espero que estéis listos para ponernos en marcha —dijo el Marowak—. Nuesto destino está a una hora de camino y no tenemos mucho tiempo.

—¿Qué no tenemos mucho tiempo? —inquirió Kroven— ¿A qué te refieres?

El Marowak cerró los ojos y respiró hondo antes de responder.

—Todo a su debido tiempo —contestó tranquilamente—. No es beneficioso para vosotros saber más de lo que deberíais en este momento.

Marvin notó la respuesta un tanto fría. Si bien Rawkan estaba comportándose raro, aquella frase había sido especialmente intrigante. Era como si el Pokémon de tierra estuviera intentando crear expectación en los miembros del Equipo Tormenta.

—Si no hay más preguntas —habló de nuevo— creo que deberíamos ponernos en marcha. No hay tiempo que perder.

Con un movimiento de brazo, alzó el fémur que portaba y señaló con él el camino de tierra que yacía frente a ellos y comenzó a andar sin esperarlos

La hora de caminata que les llevó hasta el territorio fue de lo más incómodo que Marvin había experimentado en su tiempo como Pokémon. Rawkan actuaba de una manera totalmente anómala en él, hablando solo para dar órdenes y jamás dejando de andar. Tan solo giraba la cabeza de vez en cuando para comprobar que todos sus protegidos siguieran detrás de él y ni siquiera se preocupaba en escuchar lo que estaban diciendo, o al menos no lo parecía. Sus tres pupilos lo seguían con diligencia.

—Hay algo en su comportamiento que no me gusta —sentenció Kroven en voz baja—. De la noche a la mañana ha cambiado radicalmente de personalidad, y eso no suele ser bueno…

—¿Crees que es por lo que ha descubierto? —preguntó Marvin.

—No sabría decírtelo con certeza —respondió el Murkrow—. Pero, si lo que dice es cierto, es lo más probable.

—Yo espero que no, sinceramente —comentó Cynder, un atisbo de preocupación dejándose notar en su voz—. Porque si es por eso, no sé si podré aguantar lo que sea que vaya a enseñarnos dentro de ese territorio…

—Cabe la posibilidad —dijo Kroven— de que solo esté fingiendo. Por lo que me han contado, Rawkan es un buen actor, aunque solo he estado en una exploración con él y no sabría confirmároslo. Podría estar fingiendo ser duro para que no nos distraigamos y lleguemos enteros a nuestro destino. No sé, pero en cualquier caso yo os aconsejaría no desobedecerlo. Parece que sabe lo que hace.

Marvin le echó un vistazo al Marowak, que caminaba a buen ritmo un metro enfrente de ellos, con su fémur al hombro.

"Espero que sea eso" pensó. "No quiero pensar que Rawkan haya sufrido una transformación tan radical por culpa de… lo que sea que haya encontrado."

El camino se hizo largo y tedioso a causa de la ausencia de comunicación entre el Equipo Tormenta y su guía, pero el Marowak acabó deteniéndose cuando llegaron a las landas de un bosque. Aquel lugar no era como nada que Marvin hubiera visto nunca, pues la vegetación que se veía desde su posición era inmensamente espesa e impedía la entrada.

—Hemos llegado —dijo Rawkan sin más, girándose para mirar a sus pupilos a los ojos—. Esto es el Bosque de Haal, un territorio inmensamente más peligroso que cualquier territorio en el que hayáis podido poner pie hasta ahora, así que quiero que permanezcáis cerca de mí en todo momento. Especialmente tú, Marvin. Nos enfrentaremos a especies de Pokémon potencialmente letales, como Scyther, Nuzleaf o Trevenant.

Marvin tragó saliva. No le gustaban los territorios misteriosos basados en bosques.

—Vosotros dos —dijo, señalando a Cynder y Kroven—. Tenéis ventaja elemental contra la mayoría de enemigos de este territorio, si no todos, así que quiero que luchéis conmigo. Marvin, tú te quedarás atrás y no lucharás a menos que te lo diga ¿de acuerdo?

El Mudkip asintió sutilmente.

—Me alegro de que hayáis venido con nosotros —añadió Rawkan refiriéndose a Cynder y Kroven de nuevo—. Será mucho más fácil atravesar el territorio con vuestros ataques, siempre y cuando no hagáis ninguna estupidez. Adelante, entremos.

Tardaron unos buenos cinco minutos en encontrar alguna abertura entre la espesa maleza, pero cuando lo hicieron pudieron atravesarla y entrar en el territorio.

La sensación de desorientación típica de los territorios misteriosos vino acompañada de un casi inmediato sentimiento de claustrofobia. Y no era para menos, pues al alzar la vista para reconocer su nuevo entorno Marvin pudo ver como las ramas de los exageradamente altos árboles se entrelazaban hasta donde alcanzaba la vista, limitando la iluminación y dibujando motas de luz en el suelo del bosque. Los troncos de los árboles se disponían de forma que delimitaban irregulares pero amplios caminos, cuyo suelo se llenaba de las primeras hojas caídas del otoño.

Era una vista agradable, pensó Marvin, aunque algo perturbadora. El bosque emanaba una extraña aura de misterio y terror que le resultaba bastante incómoda. Rawkan, no obstante, no tardó en ponerse en marcha y sacarlo de sus pensamientos dándole un golpecito en el hombro con el hueso que portaba para instarle a caminar.

El equipo comenzó el avance por el territorio, con Rawkan a la cabeza una vez más. Kroven, que llevaba esta vez la bolsa al llevar ésta menos objetos, alzó el vuelo para vigilar al grupo desde arriba antes de que nadie se lo tuviera que pedir. Los árboles, gigantescos y de un aspecto antiquísimo, proyectaban sus intimidantes sombras sobre las cabezas de los miembros del Equipo Tormenta mientras cruzaban los claros interconectados, y los sutiles sonidos que hacían sus troncos y ramas al moverse por el viento parecían hacer eco por largos períodos de tiempo.

—Este bosque… —dijo Kroven, aterrizando cerca del grupo— es muy viejo ¿verdad, Rawkan?

—Lo es —respondió llanamente el Marowak—. Y los Pokémon de su interior han tenido siglos para crecer y hacerse más fuertes a lo largo de las generaciones, protegidos por la maldición del territorio misterioso. Apenas entran forasteros, así que tampoco esperéis encontrar muchos objetos.

Marvin ya había notado la ausencia de objetos en la mayor parte del sector, pero no lo había comentado al no considerarlo como algo especialmente relevante.

De pronto, mientras caminaban a través de un estrecho pasillo, Rawkan detuvo al equipo alzando su brazo derecho a un lado, cortando el camino con su hueso.

—Quietos —ordenó en un tono tranquilo pero firme—. He oído algo.

El grupo se quedó totalmente en silencio. Marvin miró hacia todos lados con cuidado, suponiendo que algún Pokémon los estaría vigilando desde la distancia. No obstante, no pudo diferenciar ninguna figura escondida en las sombras. Y antes de que pudiera encontrarla, escuchó una especie de crujido. Lo que ocurrió a continuación fue tan rápido que su mente no tuvo tiempo de procesarlo. Fue golpeado en un costado a gran velocidad, pero sin recibir mucho daño. A continuación, escuchó una serie de golpes que se asemejaban al de dos aceros chocando entre ellos.

Rawkan acababa de apartarlo del radio de ataque de un Scyther que ahora mantenía sus cuchillas apretadas contra el hueso del Marowak, tratando de golpearlo con sus letales filos.

—¡No os quedéis mirando! —rugió el Pokémon de tierra— ¡Atacad!

Cynder no tardó en reaccionar, dando un paso hacia delante y lanzando una serie de proyectiles de fuego hacia el Scyther, que retrocedió a tiempo para evitar la mayoría de ellos. Sin embargo, unos pocos llegaron a tocarlo, quemando parte de su ala izquierda. El Scyhter aulló de ira y se lanzó a toda velocidad a por Cynder de nuevo, tan solo para ser interceptado por Kroven de nuevo, esta vez con un escudo de energía que parecía estar creando desde su mano.

—¡Tenemos que ralentizarlo de alguna forma! —gritó— ¡Es demasiado rápido para contenerlo por mucho tiempo!

Marvin no perdió tiempo en contestar. En su lugar, cargó una ráfaga de viento helado en su boca y corrió contra el escudo para saltar sobre él en el último momento, descargando su poderoso ataque helado contra el enemigo y aterrizando a sus espaldas. El Pokémon insecto, aunque herido, se lanzó una vez más contra Marvin, que todavía se estaba recuperando de su salto. El impacto fue directo.

Marvin perdió la respiración durante el instante en el que el Scyhter le acuchilló el costado. Soltó un grito ahogado al notar cómo la caliente sangre comenzaba a salir de la herida y el dolor comenzaba a manifestarse en su cuerpo. No obstante, contraatacó con una nueva ráfaga de viento helado que tomó al Scyther por sorpresa y Rawkan se acercó a la espalda de su enemigo para propinarle un puñetazo cargado con energía de fuego en el cuello. El Scyther aulló de dolor y se desequilibró, dándole a Rawkan una oportunidad perfecta para golpearlo en el punto débil de su nuca con la parte más afilada del mango de su hueso.

Marvin comenzó a perder fuerzas. Se dejó caer en el suelo mientras presenciaba como el Scyther gritaba de dolor y se retiraba a la profundidad del bosque para tratar sus heridas. Kroven corrió hacia él para ponerle una baya aranja en la boca, que el Mudkip mordió con poca fuerza. Instantes después de tragarla, pudo empezar a notar como recuperaba poco a poco la energía a la vez que la sangre dejaba de brotar de su herida abierta.

—Has sufrido un golpe crítico —explicó Rawkan, arrodillándose a su lado y tapando la herida con lo que parecía un parche—. Tienes suerte de que hayamos podido acabar con ese Scyther a tiempo o podrías haberte desmayado en el primer sector del territorio.

—No me esperaba… que fuera tan fuerte —murmuró Marvin—. Casi me tumba de un solo golpe.

—No lo es —sentenció Rawkan—. Un golpe crítico es un ataque con fuerza aumentada porque golpea de una forma especialmente peligrosa en un punto débil del cuerpo. Algunos Marowak, ahora que lo pienso, son inmunes a ese tipo de ataques, aunque se trata de una habilidad poco común en los de nuestra especie.

—Espera —intervino Kroven— ¿Quieres decir que tú no posees esa habilidad?

—Más quisiera —rió Rawkan—. No obstante, es una de esas habilidades que muy pocos Pokémon heredan, y yo no he tenido esa suerte. Ahora, si Marvin puede levantarse, deberíamos continuar.

—•—

Los primeros tres sectores del territorio habían quedado atrás cuando los cuatro Pokémon se encontraron con su siguiente enemigo. Un grupo de Nuzleaf saltó de entre las sombras para tratar de tomarlos por sorpresa, pero fueron neutralizados rápidamente por los ataques combinados de Cynder y Kroven.

—Lo estáis haciendo muy bien —dijo Rawkan una vez los Nuzleaf hubieron caído—. Tal vez lleguemos al final de este territorio antes incluso de lo que pensaba.

Cynder sonrió ante el halago del Marowak, que retomó rápidamente la marcha.

—Tal vez es cierto que Rawkan solo está haciéndose el serio —le comentó a Marvin en voz baja—. Parece que el viejo Rawkan sigue aquí con nosotros ¿no crees, Kroven?

Kroven parecía algo distraído y no contestó inmediatamente.

—Es posible —contestó simplemente antes de emprender el vuelo de nuevo.

Cynder se quedó mirándolo unos instantes.

—Ahora parece que el que está cambiado es Kroven —dijo—. No ha hablado mucho en todo el camino.

—Bueno, Kroven siempre ha sido un poco distante —contestó Marvin—. Quiero decir, nunca habla mucho si no le preguntan.

—Supongo que tienes razón —respondió Cynder pensativo—. Pero no sé, parece que algo le preocupa. Quizás es este bosque. Da la impresión de que nos esté vigilando.

Marvin asintió. El Bosque de Haal era un sitio siniestro, en efecto, y la sensación de estar siendo observado era continua y se incrementaba a medida que avanzaban por los sectores. No obstante, el mismo Kroven había dejado claro que los lugares y situaciones oscuras no le molestaban especialmente.

—Tal vez simplemente está alerta —respondió el Mudkip—. Si lo piensas, empezó a ponerse más tenso cuando el Scyther nos atacó, así que puede que tan solo esté preocupado por nosotros.

—Pues que equipo tan alegre llevamos hoy —contestó Cynder frunciendo el ceño.

Marvin no lo notaba contento. Era obvio que aquella incómoda situación estaba empezando a molestar a su amigo, pues rara vez levantaba la cabeza del suelo mientras avanzaban por el ancestral bosque.

Las sendas entre los árboles parecían estrecharse poco a poco, de forma casi imperceptible. Marvin se había dado cuenta de ello al intentar caminar al lado de Cynder, mientras sentía como una considerable cantidad de invisibles ojos se fijaban en su cuerpo, como intentando intimidarlo para que abandonara aquel lugar.

Escuchó el crujido de las ramas de los árboles. Al alzar la vista pudo ver como varias de ellas se movían. Algo se estaba moviendo allí arriba. El Mudkip corrió hacia Rawkan para avisarlo antes de que algo ocurriera.

—Rawkan —dijo, algo tenso—. Hay algo ahí arriba.

Rawkan no tardó en mirar hacia las copas de los árboles, entrecerrando los ojos para enfocar su mirada en lo que Marvin decía haber visto.

—Probablemente sea un Grovyle u otro habitante de las alturas —sentenció el Marowak—. Me mantendré atento por si nos ataca de repente, pero por si acaso me gustaría que el Murkrow…

No terminó la frase. Marvin lo miró extrañado, pero al darse la vuelta se dio cuenta de por qué.

Cynder y Kroven habían desaparecido.

—¡Maldita sea! —gruñó Rawkan —Probablemente hayan pisado una trampa teletransportadora.

—¿Trampa teletransportadora? —preguntó Marvin confuso.

—En efecto —contestó su protector mientras inspeccionaba el terreno bajo sus pies en busca de marcas—. Normalmente aparecen escritas en forma de runas en el suelo, pero… no logro encontrarla. Tal vez ésta haya desaparecido después de activarse.

Marvin frunció el ceño. Ya tenían suficientes problemas en aquel territorio como para que ahora los abandonaran los únicos dos Pokémon con ventaja elemental sobre sus enemigos.

—Lo lamento, Marvin —dijo Rawkan con tono preocupado—. Si no encontramos a tus compañeros antes de llegar al próximo sector, me temo que tendremos que dejarlos atrás.

—¿Cómo? —saltó Marvin inmediatamente, incapaz de creerse las palabras del Marowak— ¡No podemos dejarlos atrás, Rawkan! ¡Son mis amigos!

El Pokémon de tierra le dedicó una larga e indescifrable mirada, como si sintise una fría lástima por él. Marvin mantuvo su posición, mirándolo fijamente con expresión desafiante. No iba a dejar que aquella nueva faceta de Rawkan se llevara a sus amigos.

Sin embargo, algo que sonaba como el chasquido de las hojas interrumpió su escena. Los dos Pokémon giraron instintivamente la cabeza para mirar hacia el origen del sonido, un intimidante Pokémon insecto de color azul oscuro. Un enorme cuerno ramificado surgía de entre sus ojos, haciéndolo parecer mucho más grande y peligroso. El Pokémon alzó los brazos, extendió las alas y soltó un chillido.

—Es un Heracross —dijo Rawkan mientras se ponía en posición de combate—. Son extremadamente peligrosos, Marvin. Ponte detrás de mí.

Mientras el Heracross se preparaba para cargar, su cuerno comenzó a emanar una energía verdosa. Casi inmediatamente después, se lanzó a toda velocidad contra Rawkan y Marvin con su cuerno al frente, agitando las alas para ganar impulso.

El Pokémon bicho colisionó con el movimiento de protección de Rawkan, que retrocedió unos centímetros a causa del poderoso golpe. Después de que su escudo de energía se desvaneciera y aprovechando el momento de debilidad de su enemigo, el poderoso Marowak cargó un puñetazo de fuego en su puño izquierdo y lo descargó con todas sus fuerzas sobre él. El Heracross soltó un gruñido, pero se levantó rápidamente para agarrar el brazo de su oponente y evitar que volviera a realizar el ataque. No obstante, Rawkan estaba preparado para eso y no tardó en clavar la parte punzante de su hueso en el ojo derecho de su adversario, que dejó escapar un nuevo gruñido de dolor y liberó su brazo.

—Debiste quedarte en los árboles, bicho —soltó con desprecio Rawkan.

Acto seguido dio un energético salto en el aire, cargando su hueso de energía azulada. El Heracross, sin embargo, reaccionó rápido y golpeó a Rawkan en el estómago con uno de sus brazos antes de que pudiera liberar su ataque, arrojándolo al suelo.

Marvin vio horrorizado como su mentor caía al suelo a unos metros de él y como el Pokémon insecto se incorporaba para, pensó Marvin, atacarlo a él. Ante su atenta mirada, no obstante, el Pokémon lo ignoró por completo y se lanzó salvajemente contra Rawkan.

Marvin ni siquiera pensó. De un salto, cargó hacia la ruta de su enemigo y consiguió apartarlo de un golpe gracias a que estaba desprevenido.

—¡Aléjate de él! —gritó Marvin levantándose.

El Heracross se levantó a su vez para mirarlo, su ojo sano destellando con furia.

—¿Te molesta, bicho? —preguntó Marvin con bravuconería.

No obstante, en su interior estaba asustado. Muy asustado. Aquel Pokémon insecto era al menos el doble de rápido que él, y no sabía si podría mantener aquel combate por mucho tiempo. Mientras su enemigo cargaba la energía de su cuerno, Marvin buscó algo en el ambiente que pudiera ayudarlo a sobrevivir. Y entonces, sintió como sus instintos básicos lo golpeaban.

Sabía lo que tenía que hacer. Hundió su pata delantera derecha en el suelo tan fuerte como pudo, sintiendo como la misma dejaba escapar una pequeña fracción de energía elemental de agua. El Heracross se lanzó entonces hacia él, y Marvin esperó a tenerlo prácticamente encima para realizar su ataque. Cuando estuvo a meros centímetros de golpearlo, el Mudkip arrojó una espesa bola de lodo contra la cara de su enemigo, que falló el golpe por una distancia ridícula. Lo golpeó, sí, pero al menos no fue de forma directa con su poderoso cuerno.

Mientras que Marvin no tardó en levantarse, el Heracross cayó sobre su cara en el suelo, anonadado por el golpe de lodo de Marvin. Rawkan, que había logrado ponerse en pie de nuevo, cargó contra él y dio un salto con su hueso en alto para ejecutar un golpe aéreo que dio de lleno en el cuerno del insecto, cercenándolo por la mitad. Ahora totalmente calmado, el Marowak aterrizó y agarró el trozo cortado de cuerno.

—Te he derrotado —le escupió a su oponente—. Vete. Ahora.

El Heracross, con su ojo bueno lloroso a causa del barro, levantó el vuelo tan pronto como se dio cuenta de que su cuerno estaba roto y se perdió entre la espesura, no sin darse unos cuantos golpes al intentar maniobrar entre los árboles. Rawkan sonrió y se giró para mirar a su protegido.

—Buen trabajo, Marvin —dijo—. Le has dado lo suyo a ese bicho.

Marvin sonrió a su vez, algo debilitado por el combate.

—Tan solo usé lo primero que se me ocurrió —respondió—. Sentí como la tierra me obedecía.

—Sí, eso es normal en tu especie —contestó el Marowak, dándole vueltas al trozo cortado de cuerno—. Hasta que evoluciones no tendrás control total sobre el elemento, pero sentirás como se manifiesta de diversas formas en tus alrededores.

El Pokémon de tierra se acercó y dejó que Marvin tocara el trozo de cuerno.

—Los Heracross, como muchos Pokémon luchadores, son muy orgullosos —explicó—. Incluso cuando son salvajes tienen un punto débil. Lo importante es saber cuál es en cada especie y saber aprovecharlo. Una técnica aérea es más que suficiente para destrozar el cuerpo de un Heracross, por muy resistentes que sea su coraza.

Marvin sintió el tacto quitinoso del enorme fragmento, pasando los dedos por la parte en la que se cortaba de forma limpia y perfecta.

—Lamento lo que dije antes —añadió el Marowak—. Iremos a buscar a tus amigos.

Marvin lo miró con una sonrisa.

—Sé que estás intentando estar serio para que no bajemos la guardia —dijo—. Lo aprecio mucho.

Rawkan pareció sorprendido al principio, pero no tardó en ponerle la pata en el hombro.

—No te preocupes por eso —dijo—. Venga, tenemos que ir a buscar a los demás.

Marvin comenzó a preocuparse acerca de la naturaleza del territorio misterioso. ¿Permanecerían demasiado tiempo dentro de él? Desde luego era un lugar enorme, y los caminos parecían hacerse cada vez más largos y enrevesados, obligándolos a recorrer el mismo camino dos veces al encontrarse con un callejón sin salida. Marvin no quería tener que sentir lo mismo que aquellos exploradores que habían tenido la mala fortuna de ser expulsados por la energía misteriosa de los territorios misteriosos.

—Si tan solo hubiera empacado una llamadasfera… —murmuró Rawkan para sí mismo, sacándolo de sus cavilaciones.

—Rawkan —dijo el pequeño Mudkip— ¿Alguna vez te han expulsado de un territorio misterioso a la fuerza?

El Marowak no se detuvo, pero pareció sopesar su pregunta, como si estuviera evocando recuerdos de su pasado acerca de los que no estaba seguro del todo.

—Una vez, sí —respondió—. Hace ya bastante tiempo. No recuerdo los detalles.

—¿Y qué se siente? —preguntó Marvin.

—Es… extraño —contestó Rawkan—. Cuando la energía misteriosa se acerca sientes un viento antinatural y extraño que no parece de este mundo. Es incómodo, pero la expulsión en sí no resulta en absoluto dolorosa. De hecho, podría decirse que es casi reconfortante. Sientes como si tu cuerpo flotara y… no recuerdo mucho más. Lamento no poder resolver tu duda con demasiada precisión, pero es lo que hay.

Los dos compañeros se cruzaron en su camino con algunos Pokémon planta de poco poder que fueron rápidamente neutralizados por las ráfagas de ataques rápidos de Rawkan. No obstante, Marvin podía notar como el Marowak intentaba ahorrar fuerzas. No utilizaba su máximo potencial, probablemente para no quedarse sin energía en el peor momento y no poder protegerlo mientras no encontraban a sus compañeros.

—No me gusta cómo se está poniendo esto —comentó Rawkan—. El territorio se hace más enrevesado a medida que avanzamos. Temo que no podamos alcanzar a tus amigos antes de pasar al siguiente piso.

Marvin se detuvo para mirarlo.

—Si sientes algo extraño, Marvin —dijo el Marowak— será mejor que me avises. Sería desafortunado caer derrotados a estas alturas del territorio.

—Pero… no podemos dejar atrás a Cynder y Kroven —contestó Marvin—. No podemos dejarlos aquí tirados como si nada.

Rawkan suspiró.

—Entiendo lo que significan para ti, pero no podemos arriesgar la misión por ellos —explicó—. Lo que te voy a enseñar es demasiado valioso como para que desperdiciarlo de cualquier forma. No te preocupes. Si no los encontramos y el territorio los expulsa, nos encontraremos con ellos al salir.

Marvin suspiró. "Así van a ser las cosas entonces ¿no?" se preguntó. "Van a empezar a ponerme a mí por delante de los demás. Debí haber supuesto que pasaría tarde o temprano; al fin y al cabo soy la última esperanza de estos Pokémon."

El Mudkip asintió y retomó la marcha. Él y Rawkan no volvieron a entablar conversación.

—•—

Los miembros del Alto Mando se sentaban en su habitual mesa rectangular, cada uno en su asiento asignado. Uno de ellos, Voha, se aclaró la garganta para hablar.

—El plan progresa según lo adecuado, hermanos. En relativamente poco tiempo, todos estarán en sus puestos —dijo Voha.

—Así es —corroboró Parozus, apoyando las manos sobre la mesa de reuniones—. Pronto nuestros esfuerzos se verán recompensados. No obstante, y muy a mi pesar, tengo que deciros que queda algo por corregir.

—¿Y de qué se trata, hermano? —preguntó Wumnus.

—El general Krell Meruclus —aclaró Parozus—. Sus actos están entrometiéndose con nuestro plan. Mi propuesta es enviar a Rackam.

—¿Tan pronto? —se sorprendió Voha— ¿No sería más inteligente enviar a alguien inmune a los poderes psíquicos de Meruclus? Ya sabes cómo trata a aquellos que puede manipular.

—Voha tiene razón —intervino Eleson—, pero también estoy de acuerdo con Parozus. Rackam es la mejor opción ahora mismo, dadas las circunstancias. Dudo que siquiera Meruclus pueda penetrar las barreras psíquicas que le hemos proporcionado. Una vez haya corregido el problema, le pondremos al mando de la Torre Negra, pues podemos estar seguros de que seguirá nuestras órdenes.

—¿Alguna objeción, entonces? —preguntó Voha a sus hermanos.

Silencio.

—De acuerdo —asintió—. Rackam será enviado al terminar la reunión con prioridad máxima. Aun así, podría tardar todo el día de mañana en llegar. No podemos teletransportar a toda su guardia.

—No importa —dijo el Líder con su grave voz, hablando por primera vez en toda la reunión—. Meruclus ya no escucha órdenes. Nuestra única opción es que Rackam se encargue de él lo más rápido posible. Ya hemos perdido bastante tiempo con él.

—Sí, señor —respondió Voha.

—Se cierra la sesión —sentenció entonces el Líder.

Silencio.
¡Échale un vistazo a Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom!
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Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« Respuesta #15 en: 09 de Septiembre de 2016, 02:59:14 am »
Capítulo 14:

REVELACIÓN


—•—

Marvin comenzaba a sentirse incómodo caminando al lado de Rawkan. A medida que avanzaban, el Pokémon hablaba menos y se centraba más en eliminar inmediatamente a cada enemigo que encontraban. Treecko, Seedot, Spinarak… incluso los enemigos evolucionados, como Kadabra o Ariados, caían ante una ráfaga de golpes del poderoso Marowak.

—Dentro de cuatro pisos más —dijo después de tumbar a un Nuzleaf con un puñetazo ardiente— encontraremos un descanso. Si tus compañeros han llegado hasta allí, harán bien en esperarnos. Me estoy cansando de tener que enfrentarme a todos estos enemigos por mi cuenta.

—Bueno, yo podría ayudarte —respondió Marvin—. Al fin y al cabo, no he hecho mucho desde que perdimos a Cynder y Kroven ¿no te parece?

—No, Marvin —contestó cortante Rawkan—. Tú eres demasiado valioso como para arriesgarte a luchar contra enemigos que te superan, tanto en fuerza como en poderes elementales. Confía en mí y deja que te guíe hasta el final

Marvin no contestó. Dejó que su mentor siguiera derribando a los enemigos que se encontraban, cuyo poder nunca igualaba al del Heracross que les había causado tantos problemas hacía aproximadamente un cuarto de hora. El Mudkip empezaba a preguntarse hasta qué momento Rawkan dejaría de actuar de aquella forma, ya que comenzaba a volverse algo siniestro.

"Ha dicho que soy valioso…" pensó Marvin. "¿No se les está subiendo un poquito a la cabeza todo este cuento del Don de Sazira? Actúan como si fuera un salvador divino…"

De repente, notó algo. Una sensación semejante a la que había sentido cuando Miasma la Gardevoir lo teletransportó. Sus alrededores se difuminaron en un instante y, de repente, se encontraba en una zona totalmente diferente del territorio. Agitó la cabeza con desconcierto. Aunque el territorio que los rodeaba había cambiado, Rawkan continuaba a su lado, casi tan desconcertado como él.

—Es bueno ver que todavía seguís en el mismo piso —dijo una voz familiar.

Marvin se giró para encontrarse con Cynder y Kroven, que no tardaron en acercarse. Marvin dio un amistoso cabezazo a Cynder, que le pasó una mano por la cabeza cariñosamente en respuesta.

—Me alegro de veros, chicos—dijo el Mudkip con júbilo— ¿Cómo habéis hecho eso?

—Hemos usado una llamadasfera —explicó Kroven—. Encontramos una por el suelo, y al llegar al arco decidimos probar suerte para ver si podíamos invocaros a nuestro lado.

—Bien pensado —dijo Rawkan en un tono difícil de determinar—. Ha sido un golpe de suerte haber encontrado eso en el suelo ¿verdad?

Kroven simplemente asintió con una media sonrisa.

"¿Soy yo o hay algo de tensión entre esos dos?" se preguntó Marvin. "No sería capaz de decir por qué, pero… no sé, actúan raro cuando hablan entre ellos."

—Bien, parece que ya habéis hecho el trabajo de localizar el arco —dijo Rawkan, sacando al Mudkip de sus pensamientos—. Será mejor que lo atravesemos antes de que aparezca algún otro Pokémon salvaje.

Los tres siguientes sectores resultaron algo más fáciles de superar dados los esfuerzos combinados de Cynder, Kroven y Rawkan. Incluso Marvin pudo ayudar en varias ocasaiones, debilitando a los Pokémon salvajes con sus ráfagas de viento helado. La compañía de sus amigos había hecho que se olvidara del comportamiento de Rawkan, y volvía a disfrutar de su estancia en el territorio.

Cuando los cuatro Pokémon atravesaban el último sector, Rawkan volvió a anunciar algo.

—Cuando lleguemos al descanso después de este sector, pararemos a comer algo. Luego continuaremos atravesando los cinco restasntes lo más rápido que podamos. Es esencial que lleguemos al final del bosque…

—¿Qué hay exactamente al final? —preguntó Kroven entonces, frunciendo el ceño— Quiero decir, entiendo que no nos cuentes lo que es, pero supongo que podrás decirnos de que tipo de descubrimiento se trata ¿no?

Rawkan no respondió inmediatamente. Se giró hacia Kroven lentamente.

—No puedo deciros nada sobre esto —explicó—. Prometí que no lo haría.

"¿Prometió?" se preguntó Marvin. "¿A quién le prometió eso?"

—Cuando lleguemos, lo veréis con vuestros propios ojos —dijo el Marowak—. Dejad de hacer preguntas, porque solo dificultáis la tarea.

Parecía que Kroven iba a responder, pero un sonido atrajo la mirada de todos ellos hacia su izquierda. De entre el espeso follaje del bosque surgió la figura esbelta y larga de un verde Pokémon serpiente que mantenía su vista puesta en ellos.

Rawkan dio un paso al frente, levantando su hueso hacia el Pokémon en señal de amenaza.

—¡Vuelve a tu escondite, Serperior! —comandó en un tono autoritario. Para reforzar su orden, cargó en su puño izquierdo un poco de energía elemental de fuego.

No obstante, el Serperior salvaje no se mostró intimidado en lo más mínimo. Marvin tensó sus extremidades y agachó la cabeza, preparándose para atacar.

La serpiente de planta saltó de entre la maleza a la velocidad del rayo justo cuando nadie pensaba que se fuera a mover. Evitó a Rawkan y lo golpeó con la cola al pasar, aterrizando al otro lado del camino. Soltó un siseo y comenzó su siguiente ataque. Invocando su energía elemental, comenzó a arrojar una tormenta de hojas contra sus desprevenidos enemigos.

Marvin sintió el impacto contra su cuerpo. Aquellas no eran hojas afiladas como cuchillas, pero dolían incluso más al golpearlo. Estaban cargadas de energía elemental. Sin embargo, Rawkan no tardó en ponerse en frente de él con su escudo de energía en alto.

Kroven y Cynder no recibieron demasiado daño, ya que eran resistentes a los ataques del Pokémon salvaje. Cuando la tormenta de hojas cesó, Rawkan bajó su protección y comenzó a cargar un puñetazo de fuego.

—Cada vez que use un ataque como ese —dijo— su poder se debilitará. Esa táctica consume energía y lo vuelve vulnerable…

El Serperior no parecía preocupado lo más mínimo por su disminución de poder. De hecho, en lugar de cesar su ataque, decidió golpearlos una vez más con su ráfaga de hojas y, a pesar de lo que Rawkan había dicho, esta vez el ataque dolió incluso más. Marvin oyó a Rawkan maldecir mientras el Marowak daba un salto hacia la cabeza de su enemigo y le propinaba un potente puñetazo ardiente en la cara.

La lluvia de hojas cesó, pero Marvin podía sentir como el ataque le había dejado moratones. No obstante, comenzó a cargar una ráfaga helada y cargó hacia su enemigo, que todavía se estaba recuperando.

—¡No lo ataques con hielo! —clamó Rawkan— ¡Su habilidad le permite invertir los efectos de los movimientos! ¡Lo harás todavía más rápido!

Marvin abrió mucho los ojos y rápidamente derritió el hielo en el interior de su boca, preparándose en su lugar para placar a su enemigo. Golpeó al Serperior de lleno en el vientre, pero el Pokémon planta era más rápido de lo que parecía y no tardó en reaccionar, rodeando a Marvin con su cola y apretándolo con fuerza.

El Mudkip sintió el poderoso agarrón del Serperior. No le dolía demasiado, pero podía sentir como su fuerza se iba incrementando poco a poco.

—¡Suéltalo, bestia! —aulló Kroven, lanzándose en picado contra el Serperior y picoteando su cabeza.

Cynder, por su lado, envolvió su cuerpo en llamas y cargó contra el Pokémon salvaje, que siseó con furia al recibir el golpe. Marvin cayó al suelo junto con el Serperior, que todavía lo aferraba con fuerza. Sin embargo, los constantes ataques habían hecho que el agarre se debilitara un poco.

Entonces, el Mudkip decidió invocar de nuevo el poder de la tierra, esta vez tratando de crear la energía directamente en su cuerpo. Concentrándose, logró formar una bola de lodo en su boca mientras el Serperior estaba distraído combatiendo a sus compañeros y la lanzó contra su rostro.

El Serperior gritó al sentir el ataque cegándolo, y Rawkan no tardó en aprovechar la debilidad de su enemigo. Una vez más, saltó en el aire y usó un golpe aéreo con su hueso, cortando de cuajo la cola del Serperior y liberando a Marvin. El Pokémon salvaje aulló de dolor, pero no tuvo tiempo para contraatacar ya que el Marowak reaccionó rápido y lo golpeó en el pecho con su hueso, cortando su respiración. Su enemigo cayó entre los arbustos, gimiendo de dolor.

—Formidable Pokémon, Serperior —dijo Rawkan—. Lástima que todo este potencial sea desperdiciado en un Pokémon salvaje, incapaz de crear una estrategia real. Esa habilidad para revertir los efectos de los movimientos no se encuentra todos los días.

Los tres aprendices rodearon al Pokémon planta, que se retorcía en el suelo.

—No va a volver a atacarnos —anunció Rawkan—. Aunque haya aumentado su poder gracias a su habilidad, le he enseñado que no somos fáciles de vencer. En este estado, no se atreverá a venir a por nosotros de nuevo.

Siguiendo las indicaciones del Marowak, el equipo dejó atrás al Serperior y continuó avanzando por el siniestro bosque. Cynder se acercó poco a poco a Marvin y le habló.

—Oye, Marvin —dijo con timidez—, ¿qué crees que nos espera al final del territorio?

Marvin lo miró, extrañado por aquella pregunta repentina.

—No lo sé, sinceramente —contestó—. Sea lo que sea, Rawkan no parece dispuesto a decirnos nada sobre ello.

Se paró a mirar a Rawkan unos instantes. El Marowak era ahora tan diferente al Pokémon que había conocido durante su primer día en la Resistencia…

Antes de que los dos Pokémon pudieran continuar conversando, Rawkan detuvo la marcha. Habían llegado a un pequeño claro en el que, desde la entrada, se podía ver el arco de entrada al descanso.

—Bueno, por fin estamos aquí —dijo Rawkan con solemnidad, adentrándose en el claro e indicando a los otros que lo siguieran.

Sin embargo, antes de que el Marowak pudiera decir nada más, una semilla pasó volando por encima de Marvin. En un abrir y cerrar de ojos, Rawkan se había dado la vuelta y estaba sujetando la semilla entre sus manos. La había pillado al vuelo.

Marvin sintió como Cynder se lanzaba hacia él a toda velocidad, solo para ser interceptado por un lanzamiento del hueso de Rawkan y lanzado varios metros en la dirección contraria al último arco.

—¡Cynder! —gritó Marvin. Sin embargo, cuando hizo amago de acercarse a su compañero caído, Rawkan volvió a lanzar el hueso hacia él, esta vez como advertencia.

—Déjale ahí si no quieres que sufra más daño —dijo con un amenazante tono de voz.

"¿Qué… qué está pasando?" se preguntó, demasiado sorprendido como para hacer algo. Aquello no le gustaba un pelo.

—Una semilla susto —dijo Rawkan después de que su hueso volviera a él—. Muy hábil, Kroven, pero vas a necesitar algo más que eso para tumbarme.

"¿Kroven?" se preguntó Marvin, girándose para mirar a su amigo. El Murkrow se encontraba casi petrificado en el sitio, mirando fijamente Rawkan.

—Chicos… —dijo Marvin, casi temiendo preguntar— ¿Qué está ocurriendo aquí?

El Marowak sonrió, ignorando la pregunta de Marvin.

—Bueno, ya que te has tomado la molestia de dar el primer paso, supongo que puedo adelantar mis planes un poco.

Con un salto, llegó hasta el lugar en el que yacía Cynder y recogió de su lado una esfera de color azul cian. Aunque Kroven voló hacia él para detenerlo, el Marowak arrojó la esfera a través del arco, haciendo que se perdiera para siempre.

—Y una fugasfera… veo que lo teníais todo preparado —dijo en tono socarrón—. ¿Desde cuándo lo has sabido, Kroven?

Marvin miró al Murkrow que, a pesar de mantener su expresión estoica de siempre, parecía estar comenzando a sudar.

—Ese… ese no es Rawkan, Marvin… —dijo—. Ese Pokémon de ahí no es Rawkan.

Un escalofrío recorrió la espina del Mudkip.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, aterrado— ¡Por supuesto que es Rawkan!

Rawkan soltó una ligera risita.

—Adelante, Kroven —dijo—. Ilumínanos.

—Cuando… cuando dijiste que tu habilidad no era "armadura de batalla" —dijo Kroven— supe que no eras él. Ningún Pokémon se olvida de qué habilidad tiene, y yo sé que Rawkan tiene esa habilidad.

—Muy perspicaz —asintió el falso Marowak—. Es lo que ocurre cuando acepto un contrato con tan poca antelación: no tengo tiempo para adaptarme al sujeto. Y supongo que cuando os separasteis del grupo no fue por una trampa en el suelo ¿verdad? Lo hiciste para poder trazar un plan con Cynder.

Kroven tragó saliva. No era necesario aclararle nada a aquel Pokémon.

—Como sospechaba —continuó el impostor—. Habéis demostrado ser un peligro mayor para mis planes de lo que nunca podría haber predicho. Así que, sintiéndolo mucho, voy a tener que librarme de vosotros ahora mismo.

—Seas quien seas… aléjate de Marvin —dijo Cynder, levantándose del suelo y poniéndose en posición de combate, el fuego de su espalda destellando con fuerza.

El falso Marowak negó lentamente con la cabeza.

—Lo lamento, pero no puedo hacer eso —contestó—. Tengo un contrato, y no sería honorable por mi parte incumplirlo. Habéis decidido obligarme a llevar a cabo mis planes antes de lo deseado, pero no pasa nada.

El cuerpo del Pokémon desconocido comenzó a convulsionar, y una extraña materia rosácea y gelatinosa comenzó a manifestarse a través de su cuerpo. La materia creció hasta cubrir toda su silueta, convirtiéndolo en una figura indefinida y amorfa. No obstante, no tardó en adoptar una nueva forma, y en pocos segundos los tres cadetes tuvieron ante ellos a un poderoso y corpulento Pokémon dinosaurio de color rojo. Su enorme mandíbula blanca parecía retorcerse en una desagradable sonrisa, y sus ojos oscuros miraban fijamente a los tres miembros de la resistencia. Se trataba de un Tyrantrum. Se situó directamente delante del arco, bloqueándoles el paso a los tres aprendices.

—Es un Ditto… —dijo Kroven.

—Os doy la oportunidad de retroceder ahora —dijo con una voz grave e intimidante—. En esta forma soy resistente a vuestros ataques elementales, así que lo tendréis difícil para derrotarme. Si os vais, no resultaréis heridos, pero Marvin se queda aquí conmigo.

—Te ha enviado… la Corporación ¿verdad? —preguntó Marvin sintiendo como le hervía la sangre.

—No doy información sobre mis clientes —bufó el Pokémon dragón—. Ahora, diles a tus amigos que se vayan. Solo te necesito a ti.

—Chicos… —dijo Marvin, temiendo poner en riesgo a sus amigos. No quería que salieran malheridos por aquel combate si podían pensar en otra forma de escapar.

—Ni lo pienses —respondió Cynder, el pelaje su espalda echando chispas—. No vamos a dejarte atrás.

Ninguno de los tres aprendices dijo nada más. Lo que Cynder dijo había hecho que Marvin estuviera dispuesto a luchar hasta el final. No iba a permitir que aquel impostor se saliera con la suya con tanta facilidad.

—Bien —dijo simplemente el Tyrantrum—. Si vuestro deseo es forzarme a haceros daño, no tendré más remedio que cumplirlo.

El Tyrantrum envistió contra el grupo, bufando como una bestia salvaje e invocando la fuerza de los poderosos dragones para asistirlo en su carga.

Kroven alzó el vuelo lo más rápido que pudo, Cynder saltó hacia la derecha y Marvin evitó el golpe rodando por el suelo, aunque sintió un ligero impacto en su costado derecho al caer. Sin darle importancia, trató de levantarse para atacar al Haxorus, pero su cuerpo no reaccionaba.

"¿Qué?" se preguntó "¿Qué ocurre?"

Aterrorizado, pudo ver el objeto con el que había sido golpeado, que ahora yacía a su lado en el suelo.

Era la semilla susto.

—No intentes moverte —dijo el Tyrantrum—. Esto será mucho más sencillo si no tengo que enfrentarme a ti, Mudkip. Te necesito vivo.

Se giró hacia Kroven y Cynder con una sonrisa socarrona.

—Muchas gracias por la semilla, Kroven —dijo—. Me has facilitado mucho el trabajo.

En un arranque de furia, Cynder se arrojó contra el Haxorus envuelto en llamas. El gigantesco Pokémon tan solo tuvo que agitar su cola para derribar a Cynder y mandarlo volando unos metros.

—No podéis ganar —declaró el Tyrantrum—. No sabéis quién soy. No tenéis ni la más mínima idea de los años de combate contra Pokémon mucho más poderosos que vosotros que yacen a mis espaldas.

Kroven, sabiendo que no podría dañar al dragón con un ataque volador, cargó energía oscura en su pico. El Tyrantrum entrecerró los ojos

—¿Todavía crees que puedes vencerme? —preguntó—. He terminado con tu amigo de un solo coletazo, y ni siquiera he usado mi máximo potencial. ¿Qué te hace pensar que contigo será diferente?

—¡Cállate ya! —gritó Kroven, genuinamente enfadado por primera vez desde que Marvin lo conocía.

El Murkrow liberó con toda su fuerza el ataque oscuro, que se expandió como una onda a su alrededor a toda velocidad, colisionando con el cuerpo del enorme Pokémon dragón. Sin embargo, éste invocó un escudo de protección antes de que el ataque llegase a darle, bloqueando los efectos del ataque de Kroven.

Mientras Marvin veía, desesperado, como sus amigos eran repelidos una y otra vez por el gigantesco Pokémon sin poder siquiera hablar, decidió probar algo.

"Si pudiera… si pudiera usar el Don ahora mismo…" pensó "Podría obligarle a rendirse. Pero necesito… concentrarme."

Recordó las únicas dos veces que su poder se había activado. La primera, en la Cueva Caliza, se activó cuando aquella Aggron estaba a punto de matarlos, mientras que en la segunda ocasión estaba en una posición muy similar a la actual. Sin embargo, recordó el momento exacto en el que el poder tuvo efecto: cuando se enfadó con Nysel.

"El poder… se activa cuando mis sentimientos son fuertes" pensó.

"Solo tengo que enfadarme. Tengo que enfadarme mucho."

Comenzó a pensar en aquel impostor. Aquel Pokémon que se había hecho pasar por uno de los Pokémon a los que más apreciaba en su nueva vida.

Vio como el Tyrantrum invocaba desde el suelo debajo de Kroven una larga y fina espina de piedra, que atravesó una de las alas del Murkrow en un instante, sin darle tiempo a reaccionar siquiera. El Pokémon volador cayó al suelo, todavía tratando de ponerse en pie.

—Eres resistente, eso es cierto —dijo el Tyrantrum—. Pero no te confíes; no podrás aguantar muchos más golpes. En el suelo, eres tan débil como tu amigo el Cyndaquil.

Cynder. Marvin lo vio caer hacia uno de los lados del claro, pero perdió contacto visual con él al no poder girar la cabeza. Su posición, tumbado en el suelo sin poder siquiera mover la cabeza para mirar a su mejor amigo, todavía le hizo enfadar más.

Y entonces, ocurrió.

Volvió a sentir el poder fluyendo por sus venas, el escalofrío en su espina. Sintió como su mente se lanzaba como una bala hacia la del Pokémon dragón, igual las últimas dos veces. Sus mentes se fusionarían y Marvin podría manipularle para dejar de golpear a sus amigos. Pero algo no iba bien. El Tyrantrum no se detenía.

"Ah, sí" dijo la voz del Tyrantrum en su mente. "También me advirtieron sobre esto. No creas que puedes entrar en mi mente con tanta facilidad, Mudkip, pues he entrenado mi mente durante años. Si haces esto, solo saldrás más perjudicado."

Marvin no le escuchó. En su lugar, continuó enviando sus ondas cerebrales, intentando convencerlo de abandonar la lucha.

"No va a funcionar" habló de nuevo el Pokémon dragón. "Tus trucos mentales no funcionarán conmigo."

Marvin comenzó a notar como su poder perdía fuerza. Se estaba agotando intentando penetrar las defensas mentales del Tyrantrum, que ni siquiera parecía molesto por la situación. De hecho, no parecía que siquiera estuviera preocupándose por Marvin, pues seguía repeliendo los constantes ataques de Kroven.

"No…" pensó mientras se desconectaba por completo de la mente de su enemigo. Kroven, mientras tanto, trataba inútilmente de hacerle daños significativos al Tyrantrum. Éste ni siquiera se inmutaba cuando el Pokémon siniestro acertaba un ataque. Por cada golpe que Kroven intentaba acertar, recibía uno el doble de fuerte, pero continuaba luchando a pesar de todo.

"Kroven…" pensó Marvin. "¡Déjalo ya! ¡Vas a conseguir que te maten!"

Entonces, Marvin pudo ver a Cynder pasar a su lado, caminando con dificultades y dirigiéndose de nuevo al Pokémon dragón.

"¡No lo hagas!" quiso gritar Marvin "¡No puedes vencerle, Cynder!"

Cynder, por supuesto, no podía oírle. Mientras el Tyrantrum se centraba en Kroven, el pequeño Pokémon de fuego cargó un nuevo ataque, bañando su pelaje en llamas de nuevo.

"Va a matarlos…" se dijo Marvin. "¡Va a matarlos por mi culpa! ¡Dejad de luchar!"

Y, de repente, se le ocurrió algo. Era una idea desesperada, pero era la única forma de salvar a sus amigos.

"Aunque eso signifique que ese Pokémon me lleve…"

Concentró toda su energía de nuevo, intentando canalizar su frustración hacia el Don de Sazira. Era algo que no había intentado nunca, pero tenía que hacerlo. Tenía que evitar que sus amigos muriesen por su culpa. Cargó sus ondas mentales de nuevo, proyectando su dolor. Sin embargo, esta vez tanto el mensaje como el destinatario eran diferentes.

"¡Dejad de luchar!" les pidió a sus compañeros "¡Por favor, dejad de luchar! ¡No os dejéis matar por mí!"

Cynder se detuvo y miró a su amigo, sabiendo perfectamente de dónde provenía aquel mensaje. Kroven, a su vez, dejó de resistirse.

El Tyrantrum sonrió.

—Has tomado la decisión correcta, Mudkip —dijo—. Aun así, no puedo permitir que tus amigos me sigan. El territorio misterioso se encargará del resto.

Con un coletazo cargado de energía, lanzó a Kroven por los aires, dejándolo inconsciente en el suelo. A continuación, avanzó lentamente hacia Cynder para hacer lo mismo con él. Mientras el gigantesco Pokémon se acercaba, Marvin podría jurar que su amigo mascullaba su nombre, como pidiéndole ayuda.

"Lo siento, Cynder…" pensó el Mudkip.

Entonces, con un golpe seco por parte del Tyrantrum, Cynder también cayó inconsciente.

—•—
—Esta noche… —anunció Meruclus mientras miraba por la ventana de su despacho— Esta noche salvaremos el mundo, Zipher. Cuando Armis llegue con nuestro querido Mudkip… todo habrá terminado.

Zipher permaneció en silencio. Se quedó mirando por la misma ventana, observando como la

—Me resulta interesante tu reacción a todo este plan ¿sabes? —dijo el Hypno— Cualquier otro habría fallado en entender los complejos mecanismos de los que te he hablado. Cualquier otro ya me habría traicionado, teniendo en cuenta lo peligroso de mis actos. Afortunadamente, tú tienes una mente mucho más abierta. Comprendes a la perfección lo problemático que resulta el Mudkip para nosotros.

—¿Por qué yo, señor? —cuestionó Zipher—. No puede leer mi mente, como podría con casi cualquier otro comandante. ¿Por qué me ha elegido a mí? Podría traicionarle en cualquier momento.

El Hypno sonrió. Se dio la vuelta y miró a Zipher a los ojos.

—Eso, amigo mío —explicó—, es algo que todavía no estás autorizado a saber. Pero quiero que sepas que confío en ti, y sé que me ayudarás a llevar a cabo mi plan. Al contrario que mis marionetas favoritas, tú eres un Pokémon consciente de tus actos. Me serás mucho más útil.

Zipher no contestó.

—Se avecina tormenta, Zipher —volvió a hablar Meruclus—. Espero que estés listo para afrontar lo que sea que vaya a ocurrir esta noche. La Corporación ya no es tu aliada pero, si el plan no sale como pensábamos, sabrás lo que debes hacer.

—Sí, señor —respondió Zipher.

Meruclus no pudo evitar soltar una de sus incómodas y escalofriantes risas. De repente, alzó los brazos en el aire y golpeó la mesa de su despacho con su bastón de metal, formando una pequeña grieta en la madera.

—¡Mañana Pellaria amanecerá bajo el yugo de un nuevo poder! —exclamó— ¡Un poder que nadie, en la historia de nuestro país, ha visto nunca! ¡Moldearemos el mundo a nuestra manera!

Volvió a girarse hacia la ventana, esta vez en un tono de voz tan bajo que casi parecía estar hablando para sí. Extendió el brazo con la mano abierta, como si intentara cogre un objeto imaginario en el aire.

—Todo lo que necesito es a ese Mudkip. El poder de Arceus… al alcance de mi mano… después de todos estos años en el norte.

Dejó escapar una nueva risotada, todavía más siniestra y exagerada que la anterior.

—¡Y ni siquiera el Alto Mando podrá detenerme!
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"Practice and more practice. Repeat the same thing over and over again. Keep going until you're happy with it. It's the only way."
-Kaworu Nagisa, Evangelion 3.33: You Can (Not) Redo