Capítulo 7: LEGADO
Rawkan cerró la puerta del habitáculo de Cynder. Respirando hondo, miró a Marvin, que lo estaba esperando fuera.
—Muy bien, Marvin —dijo—. Vamos a hacer una cosa: ya que Cynder no se encuentra en condiciones de salir de exploración, vas a tener que ir con algún equipo de entrenamiento en alguna otra misión. ¿Con quién os fuisteis ayer?
—Con Winona y Flass, del… Equipo Rastros, creo que se llamaba —dijo Marvin.
—El Equipo Rastros… —repitió Rawkan, pensativo— Creo que su líder es Grindar. Voy a hablar con él mientras tú desayunas. Cuando te vayas de misión con ellos, llevaré a Cynder a Pueblo Papiro para que vea a su madre. En cierto modo, creo que se lo debo.
Marvin asintió lentamente. Por un lado, quería entrar y despedirse de su amigo antes de salir, pero suponía que eso sólo lo molestaría. Cynder se había quedado dormido entre sollozos, y temía que ir a hablar con él le provocara un llanto de nuevo.
Rawkan le entregó la bolsa de viaje a Marvin, junto con la llave de la habitación. El Marowak tenía una copia, como instructor suyo que era, por lo que no necesitaba la original.
—No me esperes —añadió—. Sal directamente con el Equipo Rastros cuando hayáis acabado de comer. Y ahora date prisa y ve a buscarles al comedor, ¡no vaya a ser que se marchen sin ti!
Marvin se despidió del Marowak a toda velocidad y abandonó rápidamente las oficinas generales, corriendo hacia la escalera de caracol. Con una impresionante maestría, logró evitar a todos los Pokémon con los que se encontraba sin chocar con ninguno durante su descenso.
Aunque tardó en localizar a los miembros del Equipo Rastros entre la muchedumbre, finalmente logró identificarlos sentados en una mesa de la esquina del comedor, junto con unos cuantos Pokémon más.
—¡Chicos! —exclamó Marvin acercándose a la mesa a toda velocidad.
—¡Hola, Marvin! —lo saludó Winona, vivaracha— ¿A qué viene tanta prisa?
—Cynder está… indispuesto y no va a poder venir conmigo a hacer una misión, así que Rawkan me ha dicho que os acompañe en la misión que tengáis pensado hacer hoy —explicó Marvin.
Flass fue el primero en reaccionar.
—Dudo que haya problema con eso —contestó—. ¿Has hablado ya con nuestro entrenador?
Marvin titubeó.
—Er… yo no, pero Rawkan ha ido a hablar con él —respondió finalmente—. Me ha dicho que saliéramos sin esperar su confirmación.
—Pues la que se va a liar —dijo Winona con una risita—. Grindar y Rawkan no pueden ni verse sin que haya un conflicto.
—¿Y eso por qué? — inquirió Marvin, sorprendido.
—Bueno —Winona puso los ojos en blanco—, digamos que tuvieron una pelea hace unos meses, y Grindar dijo unas cosillas algo insultantes sobre su madre.
—Por cierto, Marvin —la interrumpió Flass—. Queríamos daros las gracias por vuestra actuación de ayer en los Jardines. Si no fuera por vosotros, quién sabe lo que habría pasado en aquel nido de monstruos.
A Marvin lo tomó por sorpresa el comentario.
—No… no es nada, Flass —contestó, quitándole importancia—. Vosotros habríais hecho lo mismo. Además, he ido a visitar a Wilder y me ha enseñado un movimiento de tipo Hielo, así que no tendremos problemas en enfrentarnos a Pokémon de tipo Planta.
—¡Te dije que era un buen profesor! —dijo Winona— De todas formas, aunque no creo que haya Pokémon de tipo Planta en el sitio al que vamos, puede que haya algún tipo Tierra, así que nos será útil tu nueva técnica.
—Y… ¿a dónde vamos? —preguntó Marvin.
Winona sacó el mapa de su bolsa y lo desplegó en la mesa, apartando patosamente los platos casi vacíos.
—Pues mira —respondió, haciéndose la interesante—, se trata de un sitio llamado Ruinas de Virmis. Dicen que antes de convertirse en un territorio misterioso, era un poblado habitado por los Pokémon antiguos. Queda un poco lejos, así que supongo que volveremos poco antes del anochecer.
Señaló un punto en el mapa señalado con un nombre que Marvin no pudo leer, ya que estaba en ese extraño lenguaje que no comprendía. No obstante, asintió con la cabeza en señal de comprensión.
—Saldremos en un momento —dijo Flass, masticando una manzana—. Tan solo dejad que me acabe esto.
Una vez que Flass hubo terminado su desayuno, el equipo abandonó el comedor y se dirigió a las salidas. Cuando abandonaron la base, pudieron comprobar que el Sol apenas acababa de salir. El cielo, algo nublado, estaba lo suficientemente iluminado como para que su camino transcurriera sin problemas. A lo lejos se podía ver una serie de colinas que bloqueaba la vista del horizonte.
El camino de tierra que se extendía ante ellos los dirigía al oeste, lejos de los territorios controlados por la Corporación y perdiéndose entre las colinas. Marvin supuso que todas las misiones que hacían los equipos más novatos se localizarían o bien en las cercanías de la base o bien en el oeste de la misma, para evitar que los más jóvenes cayeran en las garras de la Corporación.
—Vamos a tener una buena hora de camino —explicó Winona, estirando los brazos—. Las Ruinas están algo lejos, pero apenas tienen unos seis pisos. Va a ser pan comido. Al menos hasta que encontremos a esos criminales.
Marvin se detuvo en seco al oír aquello.
—¿Criminales? —preguntó, confuso— ¿Qué criminales?
Flass se acercó a él.
—La misión consiste en recuperar unos objetos robados por un par de criminales que se esconden en la zona de reposo de las Ruinas —le explicó con tono tranquilizador—. Tranquilo, no serán difíciles de vencer: la misión es de rango E. No deben ser unos criminales con mucha experiencia…
Winona soltó un gruñido.
—Puede que no, pero no se van a quedar esperándonos allí ¿verdad? —soltó con molestia en su voz—. En la hoja ponía que frecuentabanel lugar, no que fueran a estar allí de por vida. Así que ¡en marcha, chicos!
Tras decir esto, la Buizel se adelantó y comenzó a andar por el camino de tierra. Flass miró a Marvin alzando las cejas, el equivalente de muchos Pokémon sin extremidades de encogerse de hombros. Los dos Pokémon comenzaron a seguirla.
—Por cierto —decidió preguntar Marvin— ¿A qué os referíais con "zona de reposo" de las Ruinas Virmis?
Antes de que Flass pudiera contestar su pregunta, Winona lo miró por encima del hombro para responder ella misma.
—Eso es conocimiento básico de territorios misteriosos, Marvin —lo reprendió—. Pero bueno, siendo un Mudkip que desconoce hasta su propia biología, no me extraña que tengas ese tipo de dudas.
A Marvin no le gustó aquel comentario. Sin embargo, Winona rió e hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.
—Algunos territorios misteriosos —explicó— tienen una zona intermedia en la que la anomalía que los cubre se disipa. Eso es lo que los exploradores llaman "zona de reposo". Básicamente se trata de sitios en los que puedes quedarte todo el tiempo que quieras, ya que no serás atacado por ningún Pokémon salvaje. Aun así, si un explorador llega a la zona de reposo puede localizarte.
—Los ladrones suelen usarlas como escondrijos —añadió Flass— ya que los Pokémon salvajes que viven en los territorios misteriosos sirven como una suerte de barrera natural.
Marvin asintió. Tenía bastante lógica que usaran los territorios misteriosos como escondite, ya que los equipos de resistencia irían a buscar algo en concreto y luego abandonarían el lugar sin pararse a buscar la zona de descanso.
La mayor parte del viaje pasó excepcionalmente rápido y sin muchas complicaciones. Marvin se enzarzó en interesantes conversaciones acerca de los territorios misteriosos con Flass y Winona, lo que hacía la caminata bastante más amena. El paisaje, no obstante, había cambiado para convertirse en una zona más escarpada, con algunas formaciones rocosas de curiosas formas a ambos lados del camino. Además, se cruzaron con un número considerable de Pokémon, comerciantes y viajeros por igual, que atravesaban la zona.
—Las rocas que puedes ver por ahí —dijo Winona, señalando las curiosas rocas que rodeaban el camino— no son naturales. Nos lo explicó Grindar la primera vez que pasamos por aquí. Fueron colocadas por los habitantes del asentamiento que eran antes las Ruinas Virmis antes de convertirse en un territorio misterioso.
Marvin observaba maravillado las formaciones de roca, de varios metros de altura. Los Pokémon que las habían colocado allí debían ser increíblemente fuertes. También se dio cuenta de que el camino descendía, y que estaban acercándose a una zona cubierta de lo que parecían ser restos de antiguos edificios. Pronto pudo presenciar la entrada a las Ruinas: un arco situado en la base de un altísimo muro de piedra.
—Bueno, aquí estamos —comentó Flass, satisfecho—. Nuestro objetivo es llegar a la zona de descanso, así que procuraremos no dar demasiadas vueltas por el territorio: iremos directos al grano.
—Y, a todo esto —añadió Winona—. Marvin ¿quieres ir delante?
La pregunta pilló desprevenido a Marvin, que creía que la orgullosa Buizel lideraría la marcha.
—Bueno… —titubeó— De acuerdo. Pero necesitaré que alguien me susurre consejos al oído, si no es mucho pedir.
Los tres Pokémon rieron. Marvin alzó la vista para mirar el arco de piedra que servía como entrada del territorio misterioso, de unos cinco metros de altura y otros cuatro de ancho. Sin muchos preámbulos y con Winona y Flass justo detrás de él, avanzó hacia el interior del territorio.
Nada más entrar, el aire viciado y pesado típico de los territorios misteriosos llenó sus pulmones. El panorama era curioso: los caminos se conformaban entre los edificios semidestruídos y las columnas de piedra, acompañadas de diversos montones de rocas. Todo estaba cubierto de una capa de tierra y polvo bastante espesa, dándole un aspecto desolado al territorio.
—Tenemos que tener cuidado —advirtió Winona desde detrás de Marvin—. Es posible que salga algún Pokémon de tipo Fantasma de entre las paredes.
Marvin tragó saliva mientras empezaban a caminar, con la vista puesta en el frente. El lugar parecía bastante tétrico y árido, y daba la sensación de que nada pudiera sobrevivir en él. Marvin pensó que tal vez por eso había Pokémon del tipo Fantasma.
Tras unos buenos cinco minutos de andadura, el grupo llegó a un camino sin salida. Marvin se detuvo y les hizo una señal con la cabeza a sus compañeros, pues al final del camino había un extraño Pokémon marrón. Tenía forma de peonza y no dejaba de balancearse de un lado a otro. No obstante, no parecía que los hubiera visto.
—Es un Baltoy —dijo Flass—. Son bastante peligrosos si les damos tiempo.
—Pues parece bastante frágil —objetó Marvin, inclinando la cabeza.
—Lo es —añadió Winona, cruzando los brazos—. Pero el problema de los Baltoy radica en que, si te ven, llamarán a sus compañeros con una onda psíquica, y antes de que te des cuenta estarás rodeado de ellos y sin posibilidad de huir. Sugiero que lo ataquemos rápido y no le demos tiempo a llamar a nadie.
Marvin asintió. Dio unos pasos hacia delante, evitando hacer ruido y llamar la atención del Baltoy. Sin embargo, cuando iba a lanzar una pistola de agua, Winona lo detuvo.
—En vez de soltar un proyectil, trata de hacer una "O" con la boca al disparar el agua —le aconsejó—. Llegará más lejos.
Marvin hizo lo que la Buizel le decía, y de su boca salió un aro de agua a toda velocidad, que golpeó al Baltoy de lleno. El Pokémon psíquico cayó al suelo, confundido y tomado por sorpresa. Mientras se levantaba usando sus poderes, Winona corrió hacia él y le propinó un potente golpe con su cola, cargada de energía de Agua. El Baltoy cayó de nuevo al suelo, esta vez inconsciente.
—¡Muy bien, chicos! —los felicitó Flass—. Lamento no ser de más ayuda, pero… no es que conozca muchos movimientos, la verdad.
Marvin le quitó importancia al asunto dándole unas palmadas en la espalda. Winona volvió con el grupo y le dio un codazo al Weedle, riendo.
—No te preocupes, Flass, yo te aprecio igual —dijo—. Ahora tenemos que buscar otro camino. ¡Guíanos, Marvin!
Y con esto, el equipo se puso en marcha de nuevo, esta vez en la dirección contraria.
Cynder masticaba la comida de mala gana. No tenía hambre. Sin embargo, debía comer algo, ya que la atenta mirada de Rawkan, sentado en frente de él, lo hacía sentirse obligado a tragar.
El Marowak, por su lado, apenas había dicho algo desde que habían salido a desayunar. Engulló el desayuno como si no hubiera comido en días y se dedicó a vagar con la mirada por todo el Comedor, casi vacío a causa de los horarios de muchos equipos.
Entonces, Cynder vio a un Pokémon conocido entrando en el Comedor por una de las puertas principales. Elina la Espeon, con su gracilidad y elegancia habituales, atravesaba la puerta acompañada de Kroven, su asistente temporal. Rawkan no tardó en darse cuenta de que su protegido miraba a un punto detrás de él.
Elina se sentó elegantemente al lado de Marowak, mirándolo con sus profundos ojos.
—Querido Rawkan —dijo, con forzada educación—, me he enterado de que planeas llevar a Cynder a ver a su madre en Pueblo Papiro.
—En efecto —asintió Rawkan—. Y tengo autorización de Paldus y de Astrid, así que no necesito que vengas a darme la…
—Venía a preguntarte si podías llevar también a mi asistente Kroven —la interrumpió la Espeon—. Me gustaría poder ir yo misma, pero gracias a nuestro amigo Meruclus ahora tengo demasiado trabajo como para hacerlo.
Rawkan estaba visiblemente sorprendido. Sin embargo, no tardó en acceder.
—Claro —contestó finalmente, con la misma educación falsa que la Espeon había usado antes—. Un placer quitarte trabajo de encima.
Elina abandonó la mesa con brusquedad. Cynder no sabía por qué, pero había algo de rencor entre aquellos dos. La tensión entre ellos podía haberse cortado con la guadaña de un Scyther.
—Cuidad bien de Rawkan —soltó Elina mientras se iba—. Es propenso a meterse con cosas que no sabe manejar.
Rawkan dejó escapar un gruñido mientras Kroven se sentaba y le estrechaba el ala.
—¿A quién vas a ir a ver tú? —preguntó Rawkan.
—Al único miembro de mi equipo que ha sobrevivido —dijo el Murkrow con pesar—. Me separé de ellos en el incendio y esta mañana Elina me ha contado que solo ha sobrevivido el líder.
Cynder lo miró con tristeza. Sabía que no podía compararse con perder a un padre, pero aun así debía ser duro perder a todos tus compañeros de exploración de una vez. Mientras pensaba esto, se dio cuenta de que Kroven lo estaba mirando.
—Sé a quién vas a ver tú —le dijo—. Elina me lo ha contado. Lo siento mucho, de veras.
Cynder asintió pesadamente con la cabeza. No quería hablar de ello, pero sabía que muy probablemente acabaría llorando otra vez cuando viera a su madre.
Los tres Pokémon abandonaron el comedor antes de que Cynder acabara, ya que no podían quedarse allí toda la mañana. Aunque Cynder creía que el Rawkan los llevaría a las salidas comunes para los equipos de resistencia, pero en su lugar les indicó el camino que llevaba a las escaleras de caracol. Mientras bajaban, comenzaron a hablar.
—Rawkan ¿vamos a usar una salida alternativa? —preguntó Cynder, dándose cuenta de esto.
—Algo así —contestó el Marowak—. Verás, vamos a usar el centro de teletransporte. Es mucho más rápido y seguro en este caso.
—Ignoraba que la Atalaya poseyera un centro de teletransporte —comentó Kroven, frunciendo el ceño.
—La tenemos —afirmó Rawkan—. Pero no solemos usarlo a causa de que los teletransportes a lugares lejanos acostumbran a salir mal. Por eso nuestros teletransportadores solo se atreven a hacerlo en un radio pequeño. Y ya que Pueblo Papiro queda cerca de aquí y que mi pierna no está demasiado bien, creo que será mejor ir vía teletransporte.
Cynder asintió en silencio mientras llegab al centro de teletransporte. Se trataba de una única habitación algo más grande que el banco de objetos, pero con una iluminación considerablemente mejor. Varios Pokémon psíquicos se hallaban sentados en el suelo de la cámara, algunos de ellos meditando. Uno de ellos, un Kadabra, se dio cuenta de su presencia y se acercó levitando.
—Buenos días, Rawkan y compañía —saludó, con una voz grave pero gentil—. Espero que las heridas que te fueron infringidas anoche no fueran muy graves…
—No te preocupes, Suh —contestó el Marowak—. Sólo fueron unos rasguños. Te traigo a dos Pokémon que van a visitar a los fugitivos. Espero que no sea mucho problema que nos teletransportes.
El Kadabra les dedicó una mirada a Kroven y Cynder. Alzó una ceja.
—Me dejará bastante débil teletransportar a un Siniestro —dijo finalmente—, así que tendréis que esperar un poco más de lo que quizás desearíais para que yo pueda recuperar mis energías… tal vez una hora ¿Es eso un problema?
Rawkan se encogió de hombros.
—Dudo que a estos dos les moleste pasar un tiempo más con sus seres queridos —respondió—. Recuerdas el refugio, así que no debería haber problemas ¿verdad?
—Por supuesto —asintió Suh—. Soy un Kadabra, amigo mío. Nuestra memoria es larga como el tiempo.
Entonces, el Kadabra les indicó que se situaran en un punto en frente de él y, cerrando los ojos, comenzó a concentrarse. Cynder comenzó a sentir un extraño cosquilleo por todo su cuerpo, justo antes de que todo se volviera blanco.
El suelo tembló con la caída del poderoso Graveler. El poderoso Pokémon de Piedra había sido tumbado por un potente hidropulso.
—¿Está debilitado? —preguntó Flass desde la distancia— No me gustaría que se levantara de repente y me golpeara con una piedra.
—Tranquilo, Flass —respondió Marvin, examinando al robusto Pokémon de cuatro brazos—. Éste no se va a levantar en un buen tiempo.
Flass suspiró aliviado. Los dos primeros sectores del territorio habían sido bastante llevaderos y con pocos enemigos, pero el pobre Weedle no había tenido oportunidad de ayudar demasiado a sus amigos a causa de la falta de variedad de sus movimientos. Sus compañeros de equipo le habían dado la bolsa durante su paso por el segundo piso para intentar que no se sintiera tan inservible, pero apenas había tenido que usar objetos un par de veces.
—Por cierto, Marvin ¿qué le pasó a Cynder? —preguntó Winona—. Ayer estaba bastante bien, al menos cuando fuimos a explorar.
Marvin se detuvo en seco. Antes de responder, se paró a pensar en su amigo. No creía que fuera lícito hablar de él a sus espaldas, y menos sobre un tema que desconocía si su amigo quería revelar a dos Pokémon que apenas conocía del día anterior. Por lo tanto, decidió responder con alguna mentira plausible.
—Su estómago le jugó una mala pasada —dijo, tratando de sonar lo más creíble posible—. Cenó demasiado y por la mañana era incapaz de andar sin sentir un pinchazo dolorosísimo en el vientre.
—Una vez me pasó algo parecido —intervino Flass—. Fue horrible, porque Grindar me obligó a salir de exploración igual y tuve que caminar todo el día con el dolor de estómago.
—La peor parte me la llevé yo —bromeó Winona—, que tuve que aguantarlo durante el camino por toda la mazmorra.
Los tres rieron con la broma de la Buizel. Afortunadamente, el tema se dejó ahí y ninguno de los miembros del Equipo Rastros volvió a mencionar a Cynder.
El grupo había encontrado una cantidad de objetos considerable durante su exploración. Dispersados por el suelo de la mazmorra había una variedad de objetos como gravelerrocas, semillas y alguna que otra esfera mágica. Winona examinaba cada objeto que se encontraban y decidía si era útil o no, de modo que no guardaban ni la mitad de los que se topaban.
El equipo llegó a una zona de las ruinas que se abría en un pequeño descampado con apariencia tranquila. Al final del descampado, se podía apreciar la puerta para acceder al siguiente sector.
Marvin, que había estado notando el hambre en su estómago desde hacía un buen rato, les propuso a sus compañeros detenerse y comer algo, ya que estaban a punto de entrar en el tercer sector.
—Es extraño —comentó—. No hace tanto tiempo que he comido como para tener tanta hambre.
—Eso es un efecto del territorio misterioso —dijo Winona mientras rebuscaba en la bolsa que Flass llevaba—. Su aire pesado y su ambiente hacen que gastes más energías y que tengas hambre mucho más rápido.
Dicho esto, la Buizel sacó unas manzanas pequeñas de la bolsa y las repartió entre sus compañeros. El grupo apenas se detuvo cinco minutos, ya que no querían que apareciera un inoportuno Pokémon salvaje. Cuando acabaron de comer, cruzaron el arco y se dirigieron al siguiente sector del territorio.
El nuevo sector no era en absoluto como cualquier otro que Marvin hubiera visto antes. Normalmente, el territorio creaba complejos y laberínticos caminos con alguna que otra sala cada varias decenas de metros, pero en aquella ocasión era simplemente un terreno rectangular de un tamaño exagerado, delimitado por los pilares y estructuras semidestruídas. El sector era tan solo una enorme sala rectangular, con algunos Pokémon pequeños merodeando unos metros más allá.
—Vaya —comentó Flass—. He visto esto antes. A veces, por un motivo desconocido, el territorio genera un sector formado por una sola sala. Es algo muy curioso, pero por lo general es algo bueno para los exploradores.
Winona lo miró desconcertada.
—Entonces será mucho más fácil encontrar el arco, digo yo —dijo— . Aunque deberíamos evitar pelear contra los Pokémon de la zona.
—Iremos pegados a la pared —soltó Marvin, que hasta el momento parecía haber estado ajeno a la conversación—. Aunque tardemos un poco más, los Pokémon no nos van a molestar.
Sus compañeros accedieron, y el equipo se puso en marcha rozando las paredes. Aunque tuvieron que tumbar a un grupo de Sandshrew que se les acercaron demasiado, no tuvieron problema en encontrar el arco y atravesarlo.
La familiar estructura laberíntica volvió a materializarse ante sus ojos una vez pasaron por debajo del arco. Dos caminos se extendían ante ellos, y Marvin decidió coger el de la derecha.
No tardaron en encontrarse en una pequeña sala con varias salidas. Sin embargo, no tuvieron tiempo para apreciarla, ya que una figura azulada voló en su dirección, golpeando de lleno a Flass y derribándolo.
Winona y Marvin se pusieron en guardia, listos para contraatacar. Cuando la figura se detuvo en el aire, pudieron ver que se trataba de un extraño Pokémon azul verdoso, con forma de campana y la piel recubierta de acero. Dos enormes ojos rojos los miraban desde la parte inferior de su cuerpo.
—¡Es un Bronzong! —exclamó Winona— Marvin, yo me encargo de él, me he enfrentado a alguno. ¡Tú ve a ayudar a Flass!
Marvin corrió hacia su amigo caído sin pensárselo dos veces. El pobre Pokémon bicho había recibido un impacto potente, y se tambaleaba intentando levantarse. La bolsa yacía en el suelo, a unos pasos de él.
—¿Estás bien? —preguntó Marvin, ayudándolo a levantarse.
—Sí, estoy… bien, es sólo que… no me lo esperaba —dijo el Weedle con voz entrecortada.
Se giraron para ver a Winona, que esperaba a que el Bronzong hiciera su primer movimiento. No obstante, el Pokémon de Acero no tenía la más mínima intención de golpearla a ella, ya que ignoró por completo a la Buizel y se lanzó de nuevo contra Flass. Marvin, viéndolo venir, se arrojó contra su compañero, tirándolo al suelo y evitando la embestida del Pokémon, que daba vueltas en el aire.
—¡Está intentando debilitar a Flass primero porque sabe que es el más débil a sus ataques! —dijo Winona.
Y, en efecto, el Bronzong volvió a cargar contra Flass, esta vez lanzándose en bomba desde el aire. Flass rodó para esquivar el golpe, que falló por muy poco. Marvin, aprovechando que su enemigo estaba por fin en el suelo, le lanzó un hidropulso. El Bronzong, sin apenas reaccionar ante el impacto, se levantó y disparó un rayo de energía psíquica hacia él.
Y entonces Marvin sintió el impacto de un ataque de ese calibre por primera vez. La cabeza le deba vueltas a la vez que su cuerpo sufría el dolor del golpe y se veía arrastrado hacia atrás por su potencia.
El efecto no duró demasiado, pero logró apartarlo del combate durante unos segundos. Cuando se incorporó, recuperando el equilibrio, el Bronzong ya había cargado contra Flass de nuevo. Y esta vez le había dado.
Flass cayó de nuevo al suelo, esta vez soltando un chillido. Winona, soltando un aullido de furia al ver a su amigo caído, saltó contra el Pokémon salvaje, golpeándolo con su cola. Marvin, habiendo recuperado plenamente la conciencia, atacó al Bronzong con su propio ataque, un proyectil de agua que golpeó a su adversario en la cara.
El Pokémon retrocedió, pero estaba lejos de caer derrotado. Esta vez, sin embargo, no se lanzó de nuevo contra ellos, sino que se detuvo en el aire. Mientras Winona y Marvin se ponían delante del derribado Flass para protegerlo. El Bronzong comenzó a emitir una energía extraña, y antes de que el equipo pudiera darse cuenta, la lanzó contra ellos.
Marvin rodó lateralmente para evitar el ataque psíquico, que impactó en el suelo. Winona saltó hacia el Bronzong, evitando ágilmente su ataque y propinándole un colmillo helado en uno de sus apéndices. El Pokémon de Acero se agitó en el aire, tratando de librarse de la dentadura de la Buizel.
Este fue el momento que Marvin eligió para atacar. Cargó un potente hidropulso en su boca y lo lanzó con toda su fuerza hacia su adversario. Esta vez el ataque impactó con mucha más fuerza, tirando al Bronzong al suelo. Winona saltó en el aire justo antes del impacto, para dispararle un certero proyectil de agua al Bronzong.
Tras el impacto, el único sonido que se escuchaba era el de los jadeos de ambos Pokémon de agua. Winona aterrizó al lado de Marvin, todavía alerta por si el Bronzong se levantaba. Esto no ocurrió, pues el Pokémon había dejado de moverse totalmente. Winona rompió el silencio con un grito.
—¡Toma ya, Marvin! —gritó eufórica, rodeando al Mudkip por el cuello.
Marvin, aunque algo molesto por el brusco gesto, se sentía genial. La adrenalina le corría por las venas a toda velocidad cada vez que recordaba la potencia de su impacto contra el Bronzong. Ser un Pokémon no estaba nada mal, después de todo.
Entonces se dieron cuenta de algo. Flass no se había movido desde el último ataque del Bronzong. Se giraron para mirar a su compañero, que todavía yacía en el suelo a unos metros de ellos.
—¡Oh, no! —exclamó Winona, corriendo hacia su amigo y arrodillándose sobre su cuerpo.
Cuando Marvin se acercó, pudo ver como Winona agitaba el cuerpo inconsciente de su amigo para tratar de despertarlo.
—¡Maldita sea! —maldijo la Buizel—. Se ha desmayado. El territorio misterioso no tardará en expulsarlo…
Antes de que pudiera terminar la frase, el cuerpo de Flass lanzó un destello que los cegó durante unos instantes. Cuando la luz desapareció, Flass ya no estaba allí.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Marvin, un poco asustado.
Winona no contestó inmediatamente. Suspiró y recogió la bolsa que apenas unos minutos antes llevaba su amigo. Cuando se giró para mirarlo, Marvin pudo notar un atisbo de ira en sus ojos.
—Empieza a molestarme tu falta de formación en cuanto a explorar mazmorras, Marvin —dijo, cruzando los brazos—. Hay algo que me huele bastante mal acerca de ti, y más te vale que empieces a cantar o juro que te dejo aquí mismo.
Marvin se quedó algo embobado ante el cambio de humor de su amiga. Ignoraba si llevaba todo el tiempo pensando acerca de eso, o si había sido la pérdida de Flass lo que la había hecho reaccionar así, pero en cualquier caso lo estaba metiendo en una situación muy comprometida. Decidió proceder con cautela.
—Te lo voy a contar —dijo, respirando hondo—. Pero no se lo puedes contar a nadie. Si Elina se entera de que se lo he contado a alguien, me puedo meter en serios problemas.
Winona arqueó las cejas. Lo miro durante unos incómodos segundos, pero luego se encogió de hombros y asintió.
—De acuerdo —dijo finalmente—. Y, para tu información, Flass estará bien. El territorio misterioso expulsa a los intrusos cuando quedan inconscientes. Es su forma de limpiar el terreno.
Marvin asintió. Retomando la marcha, con la Buizel a su lado, se dispuso a hablarle a su compañera acerca acerca de sí mismo.
—Tengo amnesia —comenzó, simplificando su problema—. Lo primero que recuerdo es despertarme en un claro, con Cynder mirándome. Lugnos y Paldus nos encontraron nos encontraron y nos llevaron a la Atalaya.
Winona no dijo nada, pero sus ojos lo miraban atentamente. Marvin continuó sin esperar una respuesta. No obstante, decidió guardarse los detalles acerca del Don de Sazira y el asalto al Fuerte Flarah.
—Elina descubrió que me han extraído memorias, y cree que ha sido cosa de la Corporación. Por eso me consideraron valioso y me dejaron formar un equipo sin mezclarme con los equipos de entrenamiento. Quieren que aprenda a valerme por mi cuenta.
Parecía que la Buizel estaba convencida con su historia.
—Sabía que ocultabas algo interesante —dijo —. ¿Te imaginas? Puedes tener un secreto enorme escondido en tu memoria… ¿te ha dicho la Maestra Psíquica cómo puedes recuperarla?
—Me ha dicho que es posible que lo tenga la Corporación —repitió Marvin— pero no me ha dado datos concretos. Pero sí, me gusta imaginar que tengo algo interesante escondido en esa memoria mía.
La tensión del aire se disolvió rápido mientras los dos Pokémon comenzaban a fantasear sobre lo que podría estar oculto en los recuerdos de Marvin. Aunque algo afligidos por Flass, que según el reglamento de la Resistencia debía esperarlos en la salida del territorio, los dos miembros restantes del equipo estaban bastante más animados y conversaron alegremente durante su camino hasta el siguiente sector.
El poderoso resplandor se disipó, y de pronto Cynder se encontraba en un lugar totalmente distinto. Era una especie de pasillo de piedra, con antorchas situadas a lo largo de las paredes. No había ventanas que dejaran entrar la luz del sol, por lo que supuso que se encontraban en el refugio escondido del que había hablado Rawkan. Detrás de ellos había una gran puerta de acero con una pequeña ventana cerrada en la parte superior, semejante a las que había a lo largo del pasillo.
El Cyndaquil sentía una extraña sensación de mareo en su cabeza, como la que produce una subida de sangre al cerebro tras estar un tiempo boca abajo. Kroven lo miró con una media sonrisa.
—Es raro ¿verdad? —preguntó— Tranquilo, la sensación se va rápido. Me han teletransportado antes.
—Es una sensación extraña, sí —comentó Cynder, rascándose la cabeza.
Rawkan se cruzó de brazos, mirándolos.
—Muy bien, chicos —dijo con tono autoritario—. Hemos llegado, pero ahora tenéis que hablar en voz baja. Estamos en un refugio a pocos metros bajo Pueblo Papiro, pero ni aquí estamos totalmente seguros. Imagino que la Corporación estará buscando a los fugitivos, y creedme, son capaces de venir hasta aquí.
Con un gesto de su mano, el Marowak les indicó que lo siguieran. Suh, el Kadabra, se quedó atrás recuperando energías. Marowak llegó hasta una de las puertas y la golpeó con su hueso. El ventanuco de la puerta se abrió ligeramente, y Rawkan se inclinó para decir unas palabras. Casi al instante, la puerta se abrió.
La congregación de Pokémon era excesiva para el tamaño de la pequeña sala. Apenas había espacio para poder tumbarse y dormir, pensó Cynder.
—Así que al final los has traído —dijo una voz familiar. Cynder alzó la vista y pudo ver a Astrid, la Ninetales plateada mirándolos de vuelta.
—Sanos y salvos, jefa —respondió Rawkan, haciendo un cómico saludo militar con la mano.
Cynder no estaba prestando atención, sin embargo, ya que acababa de ser apresado en un poderoso abrazo. No tenía que mirar a su madre para reconocer el tacto de su pelaje, el calor que desprendía su llama interior… la conocía desde que era un bebé. Se dejó arropar por los brazos de su madre mientras las lágrimas volvían a sus ojos.
—Cynder —dijo su madre simplemente.
Él no respondió. Con ojos llorosos, abrazó a su madre de vuelta. Ambos lloraban, afligidos por la pérdida de su ser querido pero felices de haberse encontrado de nuevo entre todo aquel caos.
—Gracias… gracias… —dijo ella emocionada. Astrid apoyó su pata en el hombro de la Thyplosion.
—Hemos hecho nuestro trabajo, Frayla —dijo, con un inesperado tono enternecido—. Lamento mucho no haber podido salvar a tu marido.
Esta vez, fue Cynder el que habló.
—No… no es culpa tuya, Astrid —dijo Cynder entre sollozos.
La Ninetales le pasó la pata por la cabeza afectuosamente.
—La llama imperecedera de Ho-Oh crece en ti, pequeño —dijo—. Eres libre de abandonar la Resistencia si quieres. Tienes mi salvoconducto.
Cynder miró a su madre, algo confundido. No sabía qué responder a aquello.
—Me lo han contado todo, cariño —dijo ella, pasándole una mano por la espalda—. Has sido muy valiente. Ningún Pokémon de tu edad debería pasar por lo que tú has pasado. Nadie debería hacerlo.
Esas palabras retumbaron en la cabeza de Cynder. Recordó su huída de Villa Plata. Recordó el fuego, la muerte, el olor a cuerpos quemados. Y recordó a Marvin, el único Pokémon que le había mostrado su apoyo. Y entonces, separándose un poco de su madre, tomó una decisión.
—Tienes razón —dijo, secándose las lágrimas—. Nadie debería pasar por eso nunca más. Y por eso… quiero quedarme en la Atalaya, mamá. Quiero asegurarme de evitar todas las muertes que pueda. Papá habría querido eso.
Su madre lo abrazó de nuevo.
—Te quiero tanto, hijo mío… —dijo— No sé qué habría hecho si te hubiera pasado algo.
El abrazo duró menos esta vez, y que esta vez era Frayla la que tenía que hablar.
—Tienes mi permiso para volver con la Resistencia —anunció—. No tengo derecho de negártelo, hijo, ya que seguirás el mismo camino que tu padre siguió en su día.
Cynder la miró sorprendido. Rawkan soltó una de sus risitas.
—No te sorprendas tanto, cielo —dijo ella, sonriendo—. Tu padre sirvió en la Resistencia cuando era joven, hasta que le surgió un asunto más importante.
El Cyndaquil supo al instante que se estaba refiriendo a él. No pudo evitar, sin embargo, una punzada de dolor al recordar a su padre. Aguantó las ganas de volver a llorar.
—¿Qué harás tú? —preguntó a su madre, alejando los pensamientos—. Ya no tenemos casa. ¿Irás a las montañas de Hierro con el tío Dofus?
Su madre asintió con una cálida sonrisa.
—No estaré muy lejos de la Atalaya, y pasaré a visitarte de vez en cuando —mirando a Astrid, añadió—. Espero que no haya ningún problema con eso.
La Ninetales plateada negó con la cabeza.
—Los años de servicio de tu marido serán recompensados —dijo, sonriente.
Tras la cálida reunión, Cynder comenzó a saludar a otros conocidos de Villa Plata, a cada cual más contento de verlo con vida. El pequeño Cyndaquil, aunque notando la ausencia de su padre profundamente, se sentía el centro del universo.
"No te decepcionaré, papá" pensó, evocando la imagen del Emboar. La angustia se hizo más pequeña a medida que su pecho se llenaba de orgullo.
"Voy a ser el mejor explorador que ha conocido Pellaria".
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