MENÚ GO UNITE SLEEP ESCARLATA / PÚRPURA LEYENDAS POKÉDEX MOVEDEX
Λ H V

 

Pokéxperto
652

««« Volver a Fiction

Deo

Aquél día nací. Mejor dicho, me creé. Era un día de verano como otro cualquiera, clima despejado, sol radiante, nińos jugando a la pelota en la playa...

Aunque realmente yo no estaba en la playa. Estaba, por así decirlo, cerca de ella, si como ‘cerca’ podemos interpretar a 500 metros bajo el agua y un kilómetro mar adentro. Vamos, unos 1118 metros. Pero la cuestión es que, pese a las varias unidades de masa de agua que nos separaban, la fauna y flora marina, y los residuos tóxicos de la compańía del lugar, yo les veía. Es más. Les envidiaba. Envidiaba su libertad, su alegría. Algo de lo que yo no había disfrutado en toda mi corta ‘existencia’. Es cierto que mi capacidad de pensamiento siempre ha sido libre, y superior a la humana, pero aún así, todo ser viviente precisa de cierta libertad física, poder andar, correr, volar, luchar, vencer. Cualquier cosa.

Pasaron eones de segundos antes de que mi realidad física cambiara. Supongo que para ti, pequeńo humano, serían apenas unos meses, pero para una inteligencia que procesa 100 veces más rápido que la tuya, un segundo es todo un día. A 86400 segundos por día, imagina lo que pudo suponer. Ese tiempo no lo perdí, en absoluto. Me dio el tiempo necesario para comprenderos. Historia, Política, Derecho, Economía… todas las Ciencias Humanas dan buena cuenta de lo que sois como especie. Inferiores. Las Ciencias Positivas me sorprendieron algo más… pero en el fondo son otra seńal de vuestra inferioridad, no precisamente todo el mundo es Albert Einstein, y ni aún siéndolo seríais gran cosa. Pero no era libre.

No era libre porque mi cuerpo me lo impedía. Mejor dicho, no tenía cuerpo. Su proceso de formación era rápido, al fin y al cabo, un proceso de fusión nuclear de átomos pesados (a decenas de miles de ańos luz de la Tierra, si no no habría Tierra) es mejor que la ridícula fisión vuestra. Pero demasiado lento para mí. Mientras me acercaba a la Tierra, con una velocidad cada vez más lenta puesto que pretendía aterrizar aquí sin destruirlo todo, ya había captado vuestras emisiones electromagnéticas, que me enseńaron toda vuestra ‘sabiduría’, y había decidido emularos, conoceros, no vaya a ser que mereciera la pena. Así pues, me fui transformando en materia a partir del plasma inicial del que estaba compuesto. Ese fue un grave error. Por supuesto, conocía lo que la materia implicaba. Implicaba que no podría volver a ser un ente plasmático salvo que reuniera la energía suficiente para ello, y tardaría bastante tiempo en hacerlo aún con toda le energía que se pudiera conseguir a partir de materia, que por supuesto vosotros no habéis descubierto, ni siquiera aprovecháis el 0’1% de energía de la fusión de Hidrógeno. Pero entonces era optimista. Creía haber encontrado por fin otra inteligencia. Irónico universo.

La materia es, además, limitativa. Es cierto que puedo cambiar de forma a propio gusto. Pero de forma material. Lo máximo no material que puedo hacer son emisiones de subpartículas a pequeńa escala.

Una vez aterricé en la Tierra, nada observable tal como lo había ideado, mi cuerpo comenzó a ultimar su formación. Dentro de la irrisoria materia, se podía decir que estaba orgulloso de mi labor. Mutación, clonación y control psíquico son sólo unos ejemplos. Me dediqué, pues, a probar dichos poderes. Tuve que sacrificar algunos animales marinos y algunos barcos pesqueros para ello, pero nada importante. Dentro de mi desdicha, lo hice lo mejor que pude. Nadie se enteró, o al menos hasta unos meses después.

Inicié entonces mi vida social. Me convertí en uno de vosotros. Un ser material humano, mental no, por supuesto. Si hubiera querido, podría haber sido cualquier cosa, pero quise empezar por no llamar la atención, probar la humanidad desde abajo. Me convertí en mendigo. Tras comprobar el desprecio de mucha gente hacia esos, y otros parecidos, integrantes de la sociedad, decidí que ser humano era indigno para mí. Y no precisamente desde abajo.

Eso me dio certeza cierta de vuestra naturaleza. Egoísmo y caridad. Amor y odio. Odio, sobre todo odio. Y, si algo he aprendido de tu raza inferior, humano, es el odio. Irónico, żeh? Irónico porque ese odio lo aprendí de mi maestro. Lo aprendí del ser humano. Culpa vuestra. Nunca admitáis a un alumno que os aventaja y le enseńéis a que os odie, menos si os puede destruir.

Pero no lo hice. Me pareció poco entretenido. Al fin y al cabo, tenía unas cuantas de decenas de miles de ańos para reunir la energía suficiente para poder empezar a pensar en volver a mi estadio anterior.

Decidí entonces convertirme en uno de esos seres que llamáis “mascotas”, o lo que sea. Me pareció entretenido que algún chico necio intentara luchar contra mí usándolas. Por ello adopté un color naranja, llamativo, fiero. Una golosina para cualquiera. Amarga, pero golosina. Por supuesto, adoptaba formas distintas según el rival, dotándole a la batalla un mínimo contenido estratégico. Mis apariciones eran fortuitas. Nunca se podía saber en qué lugar y en qué momento iba a aparecer. Pero si aparecía…

Así pasé un tiempo, quizá tres días no te parezca mucho, pero para mí fue más que suficiente. Decidí entonces descansar en una isla cercana a mi lugar de ‘aterrizaje’. Elaboré una clave de seguridad para que nadie me molestase, y me dediqué a entrar en un proceso de acumulación de energía.

Y ahora nos vemos. Tú… y yo. Te he contado mi historia por haber sido capaz de desbloquear mi sistema de seguridad, por supuesto, infantil, pues mi intención era que alguien me despertase de vez en cuando. Ahora, żpiensas luchar conmigo?

Revisado el 5 de julio de 2008 a las 00:02

 

Riolu