Por ELANTIGUOGUARDIAN.
Bueno, a pesar de que llevo un libro con 42 pags, voi a comenzar otro. Esto en el word son 7, sin portada actual.
Lo acabo de escribir, fijaros si me gustó el juego, que me acuerdo de todos ciudades, nombres, xD, y si no a mirar guías,xDD.
Empezemos por el prólogo.
Golden Sun.
Libro Primero.
Prólogo.
“¡Hans! ¡Hans! ¡Despierta!”
Una voz gritaba en el umbral. Entonces, un niño se revolvía inquieto en la cama.
“¡Hans! ¡Rápido cariño, despierta!”
Una mujer agitó al niño hasta arrebatarlo de las fauces del sueño. El niño, extrañado, preguntó que sucedía.
“La tormenta. El Mt. Alept está desatando su poder. Rápido. Vamos al centro de la aldea, es el único lugar donde estaremos seguros.”
El niño acompañó a la mujer y salieron de la casa. Era un mediocre construcción de dos pisos, con el techo de paja, y bastantes bibliotecas llenas de libros. Una cocina, y algunos barriles para guardar cosas.
Al salir, un hombre llegaba corriendo hacia ellos.
“¡Dora! ¡Hans! ¡Soy Frank!”
“Cariño, ¿que haces aquí?-Preguntó la mujer.
“No hay tiempo para explicaciones. He de ir y atender a los heridos. Dora, asegúrate de que tu y Hans llegáis sanos y salvos a la plaza. Hans, toma esto, puede ser peligroso.”
El hombre tendió una espada corta al chico. Este la tomó y la desenvainó.
“Frank…iré contigo…Hans ya es mayor y sabe cuidarse el solito. ¿Verdad?
El joven asintió.
“Bueno Dora, no hay tiempo para discutir, sígueme. Hans, has de descender por estas escaleras para llegar a la plaza-dijo Frank señalando las escaleras.”
Entonces, Frank y Dora corrieron hasta desaparecer de la vista de Hans.
Hans era chico alto, bueno, de estatura media-alta, de pelo moreno y delgado, con unos ojos marrones muy profundos.
Hans se dirigió hacia el sur en dirección a las escaleras, pero varias rocas taparon el camino.
“Qué voy a hacer ahora…”-Pensó el joven.
Entonces, se dispuso a dirigirse al norte, en dirección al puente, que atravesaba el río que nacía del Mt. Alept, el cuál caía en una grotesca catarata. Al avanzar un poco, escuchó gritos cerca de la casa del alcade.
“¡Aiiii! ¡Como pesa la condenada! ¡Vamos, muévete un poco!”
Hans se acercó cuidadosamente. Pudo observar que era Garet, su amigo de la infancia.
Garet era un chico alto, robusto, pelirrojo, con una mirada ardiente llena de alegría, que tenía catorce años, al igual que Hans.
“¿Se puede saber que sucede, Garet?”-Preguntó Hans-“Rápido, vamos al centro de la aldea.”
“¿Me estás diciendo que deje todos mis tesoros para salvar mi vida?”
Hans asintió.
“Quizás tengas razón. Sí, decidido, vamos a la plaza, esto estará aquí cuando volvamos.”
Los dos jóvenes de dirigieron al centro de la aldea.
Al llegar al puente, pudieron ver como los sabios de la aldea retenían una gran roca proveniente de la montaña.
Poco después, una vez pasado el obstáculo del puente, se encontraron con que la valla que impedía a los monstruos de las cavernas entrar en la cueva estaba rota.
Siguieron avanzando, hasta que dos monstruos azules les cerraron el paso.
“Son bichos”-Dijo Garet desenvainando su espada-“No son muy duros.”
Uno se acercó a Garet, que acabó ensartado por su espada.
El otro golpeó con su tridente a Hans, que consiguió parar la estocada con su espada, para tumbar al ser de una patada y atravesarle el corazón.
Los jóvenes siguieron avanzando. Se toparon con más bichos, murciélagos y otros seres extraños.
Exhaustos, llegaron a la casa de Félix y Nadia.
Nadia era una amiga de la infancia de los jóvenes, y Félix su hermano mayor.
Nadia era pelirroja, de estatura media, con unos ojos rojos vivarachos, y hermosa. Su pelo acababa con una sencilla coleta.
Mientras, Félix era alto, fuerte y tenía el pelo castaño, a la par que sus ojos. Tenía una melena que le caía por los hombros.
Al acercarse, pudieron ver un hombre agarrado a un palo en el río, con los padres de Félix y los de Hans intentado rescatarlo.
Pero no les quedaba Psinergía.
La Psinergía es el poder mágico de todas las cosas. El elemento con el que estaban hechos. La magia elemental.
De repente, la madre de Hans, Dora, se acercó a ellos.
Era bajita, de pelo marrón y los mismos ojos que su hijo. Era bastante delgada.
“¡Hans! ¡Garet! ¡Necesitamos ayuda! ¡No nos queda Psinergía para salvar a Félix! ¡Rápido, ir a buscar a alguien a la plaza y volver!”
Los jóvenes obedecieron sin rechistar, pero entonces apareció Nadia. Tenía los ojos llorosos. Dora la envió junto a Hans y Garet.
Estos se dirigieron al centro de la aldea. Tardaron bastante poco en llegar.
En el centro de la aldea estaban la posada, el mercado, y en centro una extraña piedra rodeada de agua.
Los jóvenes se acercaron y vieron al Sabio del pueblo. Al exponerle su problema, este les envió junto con un hombre que acababa de reponer su psinergía tocando la piedra mágica, la piedra psinérgica.
Al llegar junto a Dora, un estruendo sacudió el cielo. Los sabios no podían mantener la roca y esta se desprendió.
Los presentes se dispusieron a protegerse. Los padres de Nadia y el de Hans no tuvieron tiempo. Todo fue muy rápido.
Momentos después, todo había pasado.
Dora y Nadia estaban llorando. El enviado tenía el pié enfrascado en el lodo del río, y Garet con la mirada perdida.
Hans se dispuso a ir a pedir ayuda.
Entonces, escuchó una conversación.
“No sabíamos que el Mt. Alept iba a desatar tanto poder.”
“Tienes razón, Menardi. Somos los únicos supervivientes de nuestro grupo. Y en esta aldea, Tale, cosas peores seguro que han sucedido. Y no hemos cumplido nuestro objetivo.”
Entonces, un grito rompió el silencio.
“¡Hans! ¡Espera! ¡Yo también voy! ¡En estos momentos los hombres debemos mantenernos unidos!”
Era Garet. Hans le mostró con signos que se callara.
“Pero, ¿por qué, Hans? ¿Qué sucede?”-Contestó Garet.
“Así que teníamos compañía. ¿Estabais escuchando, verdad?”
Una mujer portadora de una guadaña, de tez pálido, y un pelo de color rojo extraño apareció ante ellos Era de estatura media y delgada, con una capa ancha y armadura plateada.
A su lado, se encontraba un hombre pálido con el pelo azulado brillante, alto y fuerte, con capa y espada, portando una armadura de plata.
Ambos estaban rodeados de un aura de misterio.
“¿Quiénes sois? ¿Qué queréis?”-Dijo Garet.
“No nos vengas con esas, mocoso insolente.”-Dijo la mujer.
“Debéis de olvidar, chicos. Y os podemos ayudar.”-Intervino el misterioso hombre.
Repentinamente, el hombre levantó una mano, la cuál tenía una bola de fuego, pronunció unas palabras en bajo y cientos de bolas de fuego de tamaño similar salieron de ella y golpearon a los jóvenes, haciéndolos perder el conocimiento.