Autor Tema: [FanFic] El rincón de Hypno  (Leído 940 veces)

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Ryuk

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[FanFic] El rincón de Hypno
« en: 29 de Julio de 2016, 03:17:30 am »


Oh, little children, please don't cry
Hypno wouldn't hurt a fly

En aquel momento apareció un hombre. Dio un portazo, y se plantó frente a todos nosotros, delante de la profesora. Nos quedamos todos atónitos, pues no esperábamos ninguna visita. El hombre iba trajeado, incluso cubría su cabeza con un sombrero de copa enorme, ni siquiera sé cómo pudo pasar por esa enana puerta que conecta la clase con el pasillo. Jugueteaba con su bastón, lo mareaba de lado a lado, lo lanzaba al techo y lo recogía con una facilidad abismal. En cuanto a lo físico, lo más llamativo era aquel bigote engominado que coronaba su rostro. Era muy gracioso, aunque el gesto que mostraba no invitaba a carcajadas. Sus ojos miraban todas y cada una de nuestras caras, y sus cejas no paraban de apuntar hacia el suelo. Era alto, pero conseguí observarlo cuando se puso de cuclillas justo delante de mí, que me encontraba en primera fila.

- ¿Alguno de vosotros ha oído hablar de mí?

Su gesto no cambió, pero sí que el ambiente de la clase. Ahora no se respiraba tanta tensión, aunque el silencio todavía dominaba en nuestras bocas. Al no obtener respuesta, se levantó, y con él todos nosotros. Éramos conscientes, podíamos ver y escuchar, pero no reaccionar, ni tan siquiera abrir la boca. La profesora se abalanzó sobre el caballero chillando, pero un simple gesto del mismo bastó para dejarla flotando en el aire con los ojos en blanco y volver a meternos miedo en el cuerpo.

Todos los alumnos del resto de aulas intentaron salir de donde se encontraban dados los chillidos de nuestra maestra, pero estaban cerradas. En el pasillo, las luces tintineaban al son de los zapatos del hombre, que nos llevaba directos a la puerta que daba al patio trasero. Pero para nuestro asombro, al abrirla, no aparecimos allí, sino en un mundo que nunca antes había visto. Todo tenía un tamaño exageradamente grande, era como si nada fuese real, era como un sueño.

Al posar el pie en aquel espacio raro, todo comenzó a ondularse, y a mi alrededor apareció una nube morada, bastante densa, que trepó hasta rodearme por completo. No recuerdo nada más a partir de ahí. El intenso olor de aquella sustancia me durmió por completo. Estando dormido mis pensamientos eran muy extraños. Aparecía en grande un péndulo plateado que iba de lado a lado, con una voz de fondo que repetía una y otra vez mi nombre... hasta que lo olvidé. En aquel momento, desperté. Sabía que no estaba dormido, pero no quería abrir los ojos porque tenía miedo.

- Ábrelos, no temas.

Se me erizó todo el pelo. Aquella voz tan dulce, melodiosa, inconfundible. Era ella, era mi novia. Intenté recordar su nombre, pero no conseguía ni acordarme del mío. Era como si todos los nombres se me hubiesen olvidado durante aquella terrible y obligada siesta. Pero eso no importaba, quería verle los ojos, quería algo conocido para liberarme de aquella horrible sensación que se estaba apoderando de mí. Así que los abrí.

- ¿Ves? No hay nada que temer.

Estaba solo. Era una sala negra, sin paredes, enorme. La voz venía de un altavoz que tenía delante de mí. Resonaba por toda la sala. Tenía razón en que no había nada que temer, porque simplemente allí no había nada.

- Mientes, por supuesto que hay algo...

Aquella voz iba envejeciéndose, como agravándose. Era capaz de ver mis pensamientos, sabía todo sobre mí, incluso cosas que no sabía yo, algo que me hizo tener aún más miedo. Si de algo estaba seguro es que estaba intentando conseguir algo de mí, algo a lo que no podía acceder, y que tenía que resistir todo lo que pudiese, aún sin tener muy claro el por qué.

- ¿Quién soy? - me salió decirle. Quería salir de ahí, porque sabía que algo nada bueno iba a ocurrir, pero lo que quería decir no se correspondía con lo que mi lengua articulaba.

- ¿Y qué más da, si al final todos somos carne y sombras, jovenzuelo? Nunca un nombre te dice quién es una persona.

No podía quitarme el miedo de encima. De pronto, noté un ligero mareo. Me acababa de levantar de aquel colchón negro donde había aparecido, aunque no por decisión propia. Comencé a caminar, y no me quedaba otra que dejarme llevar hacia donde quisiese aquella misteriosa voz. No sabía casi nada, no me acordaba de nada sobre mí, pero algo tenía claro. Había comenzado un juego. No sé cómo llegué a esa conclusión. No era yo, era mi cabeza, yo tan sólo tenía la misión de comunicarla.

- ¿Cómo se juega? - por fin mi mente y mis labios se pusieron de acuerdo, pero esta vez no obtuve respuesta. Tan sólo me frené en seco. Di media vuelta y me volví a dirigir a aquel colchón, sobre el que me volví a recostar. Era todo muy extraño. Mi mente me volvió a obligar hablar, a repetir la pregunta-. ¿Cómo se juega?

El micrófono se convirtió en un humo morado, y éste comenzó a tomar forma de un hombre. No, de un hombre no, de aquel. Del que irrumpió en clase. Tenía el sombrero y el bigote intactos, no se había movido nada de su sitio, así que me pareció un tanto sospechoso. Su gesto era idéntico, y el patrón que seguía con el bastón no variaba. Me hubiese gustado tener este poder de deducción en los exámenes de matemáticas.

- ¿Quieres jugar, enano? - de nuevo era la dulce voz de antes. Pero ahora salía de aquel caballero. De pronto sentí un impulso a decir algo, aunque no era capaz de decidir mis palabras.

- Muéstrate como eres realmente, y si es lo que quieres, jugaremos.

El hombre cambió de pronto su expresión, y esbozó una sonrisa de manera muy forzada. De pronto, se desvaneció. Se esfumó. Sin más. Me había vuelto a quedar solo, yo con mi mente, para la cual tenía muchas preguntas. Intentaba hablar con ella cuando de pronto un destello cegador acaparó mi atención. Una bola amarilla y blanca yacía en el suelo. Me incorporé, para poder observarla bien. Había conseguido liberarme de aquellas cadenas psicológicas que me atrapaban, y podía por fin moverme a mis anchas.

- ¿Temes que te vea? - dije, con tono heróico, de nuevo sin ser yo mismo. No me quería acercar, tenía demasiado miedo como para hacerlo. Cuando me convencí de dar el primer paso, la bola se irguió y tomó una forma más o menos humana, pero algo más encorvado, con una nariz muy pronunciada, y un péndulo en su mano derecha.

- El que debería temerme eres tú, ¿jovenzuelo?

- El único jovenzuelo que se te resiste, al parecer...

- Si quieres jugar, podemos jugar. Llevo casi una docena de alumnos y el mismo juego me parece ya un tanto aburrido...

- Si gano, debes dejar en paz a todos. Si pierdo, me entregaré y te daré lo que quieres - "¿¡QUÉ COJONES!? NI DE COÑA, EH, CEREBRITO, ME NIEGO A JUGAR, NO, NO QUIERO, VETE DE AQUÍ". Esa fue mi primera reacción a mis palabras. No podía gritarlas, pero la verdad es que al pensarlas me desahogué mucho. No tenía mucha idea de qué iba esto, pero de alguna forma sé que no era quien creía ser. Fuese lo que fuese aquel ser, lo conocía. No quería jugar, pero era consciente de que debía. No sabía las reglas del juego, pero ya había empezado a jugar.

Oh, little children, you weren't clever
Now you shall stay with me forever