Initiating arrival
Iniciando llegada
Deambulaba el caminante por un bosque de cedros, descendiendo pendiente de poca inclinación con sus botas de nieve. El trayecto se le había hecho muy incómodo con todo el peso que cargaba, pero por lo menos ya estaba fuera del margen de acción de las fuerzas del orden de su país de origen.
Se paró a jadear, ligeramente agachado, con las manos en las rodillas. La ropa de abrigo le cargaba muchísimo. Se había encontrado algún que otro pokémon salvaje con el que había tenido que competir e incluso derribar con la asistencia de Knight para conseguir bayas con las que mantenerse con fuerzas.
El Desertor lo había dejado en las lindes del bosque, al otro lado había un pequeño poblado, hacia el que Wander continuaba empujando su cuerpo con su alma. Hasta que finalmente...
Unos pasos le pusieron alerta, pronto se dio cuenta de que no eran los suyos al oír una rama del suelo romperse, pisada por alguien. Trató de localizar el sonido y mirar hacia su fuente inmediatamente, provenían de su espalda.
Lo próximo que vio fue un conkeldurr abalanzándose encima suya con una viga de cemento preparada para hacer contacto...
No dudó en lanzar una ball contra él, no pensó ni cuál, cogió la primera que tuvo a mano. A la bestia marrón, con venas rosáceas infladas debido al brutal ejercicio físico, le tocó medirse en el aire con un gallo de batalla ígneo, bípedo y sin alas, con extremidades culminadas en garras de ave y una larga melena amarillenta, algo desteñida. Un blaziken que intentó frenar el ariete con las manos pero fue repelido por el trallazo.
— ¡Alaz!— le llamó su entrenador— ¿Estás bien?
Y el gallo de palenque se levantó y encaró a su asaltante, un pokémon luchador de piel marrón con el cuerpo inclinado hacia adelante y apoyado sobre dos enormes bloques de cemento que podía utilizar para aporrear sin piedad a sus oponentes. Wander no esperaba que los militares llegaran tan lejos.
Y tenía razón, el hombre al otro lado del conkeldurr no tenía precisamente pinta de militar de élite a punto de desguazar a un criminal peligroso. Sólo era un tipo de pelo largo y poco cuidado con un abrigo ocre de menor grosor que el suyo y pantalones vaqueros junto con una barba descuidada, ¿un bandido?
— Deja todo lo que tienes en el suelo, pokémon incluidos— le ordenó.
Un bandido. Uno ante el que Wander no iba a perder sus pocos suministros restantes. Por no hablar de sus seis compañeros, bastó con oír la amenaza para que Alaz, el blaziken, se pusiera en guardia.
— ¡Fuerza!— ordenó el asaltante de caminos.
— ¡Patada salto alta!— contestó el joven que buscaba un asentamiento desesperadamente.
Se precipitó el conkeldurr contra su rival con los dos brazos abiertos, intentando llenarle la cara de aplausos con ciertos aplaudidores que poseían una más que decente potencia de choque. Pero ese fue su error, abrir su guardia. Recibió antes de poder cerrarla una pata de gallo de frente en la cara, como un ariete entrándole a demoler. Le deformó el rostro el contacto, carne desplazando carne, mientras sus pies se levantaban del suelo y la potencia del impacto contribuía a mover todo el cuerpo del piso y lanzarlo hacia atrás, mandándolo al suelo. Ya estaba inconsciente tras el demoledor primer choque. Fue envuelto en un haz rojo por su entrenador, que optó por devolverle a la ball y enviar otra criatura al campo de batalla en el que se había convertido el bosque... Fue detenido por un Alaz que se plantó rápidamente en su cara para propinarle un suave golpe con los nudillos en la sien...
— ¡Quietos!
Que nunca aterrizó.
Wander tenía una criatura de pequeño tamaño, brazos negros y garras blancas muy afiladas colgada de la espalda con una zarpa en su cuello, mientras que Alaz yacía en el suelo, aún consciente, pero temeroso de moverse ante la situación de su entrenador. Era consciente de quién le había tumbado, la bestia que ahora mismo retenía al bandido, un gran tiburón terrestre de escamas azuladas, con una zona anaranjada en el vientre y una X amarilla en la frente, presa de los choques de la cabeza. Su forma aerodinámica se veía acentuada por las aletas que poseía en los brazos, terminados en garras, como la derecha que usaba para amenazar y someter a su víctima, o la dorsal, sin muesca, que indicaba que era hembra. Una garchomp.
— No mováis ni un músculo.
Al rato, el escurridizo criminal que logró cruzar un país entero ya no era tan escurridizo. Estaba en el oscuro sótano de una comisaría, tras las rejas de una solitaria celda que solamente contaba con un sanitario y una cama. Finalmente, las luces se encendieron y alguien se dignó a aparecer al otro lado de esas barras metálicas. La misma persona que le había traído hasta ahí. Una mujer unos centímetros más baja que Wander, con metro setenta y cuatro de estatura, de cuarenta años, ojos marrones, pelo castaño claro de media longitud y con una coleta a la espalda. Su rostro aparentaba algunos años menos de los que realmente tenía, con pocas arrugas y aparentemente agradable, aunque, como Knight, se podía volver muy fiera en cuento entraba en batalla.
— Seré directa— comenzó—¿qué hacías allí luchando con ese tipo?
— Pregúntale a él. Yo pasaba por ahí y me asaltó. Por la espalda— concretó Wander— acto seguido, me intenté defender con mi blaziken y el resto de la historia ya la sabes.
— Suponiendo que eso sea cierto, ¿qué hacías allí, en un lugar que todo el pueblo sabe que es peligroso por el clan de bandidos que lo habita?
— Crucé la frontera por la cordillera de Astada y acabé aquí...
— ¡Imposible! ¿Eres de Estahl? ¿Qué haces aquí, a qué has venido?
— Soy un desertor del ejército— apuró Wander— y tengo algo muy importante para tu país. He venido en busca de asilo político. No tengo nombre más que un pseudónimo que es Wander. Me buscan en mi país por matar a un alto dirigente militar con mentalidad expansionista que pretendía revivir de las cenizas la Gran Guerra. Y su secta no tenía precisamente pocos adeptos. No me quedó otra opción pues ante mi negativa a ser parte de sus planes en el frente de la batalla intentó asesinarme y tuve que defenderme.
— Me llamo Cellica, Wander— contestó ella— ¿puedes probar de alguna manera todo eso?
— ¡Llevo ropa para montaña y nieve encima, mis pokémon están hechos polvo y ese cabrón no sabe nada de esto! ¡Sólo vio a alguien agotado cientos de kilómetros después y se aprovechó! ¡Maté a Gareth Pryce, para más datos!
Muerte que el gobierno estahliano acababa de hacer pública, o por lo menos, eso decía el último periódico que acababa de llegar al pueblo...
Cellica abrió la celda con una de sus llaves y entregó seis pokéballs a Wander, que las acomodó en su cinturón.
— Te llevaremos a la capital. Pero primero, tendrás que ayudarnos a resolver nuestro pequeño problema con los delincuentes, ya que pareces más que capaz.
Unos minutos después, en una vivienda, una casa unifamiliar con paredes de piedra de la localidad, tras pasar por un viejo centro pokémon, Wander y Cellica fueron recibidos por otra mujer, unos años mayor que la acompañante del joven. Tenía el pelo del mismo color, pero bastante más largo y sus ojos eran de una tonalidad más clara de marrón. Vestía una larga gabardina negra abotonada y unas botas del mismo color y su rostro, jovial, no se torció ni al mirar a un serio Wander.
— Hola, Elincia— la saludó la "secuestradora" de Wander— necesito que cuides un poco de este chico, puede ayudarnos mucho.
La mujer les abrió la puerta, aparentemente confiando plenamente en Cellica. Acabó concediéndole a Wander el uso de una habitación del piso de arriba y del baño, que le haría falta una ducha tras semejante travesía. El estahliano se lo agradeció y aprovechó para ponerse ropa más acorde al clima en el que se iba a desenvolver.
Las dos mujeres, reunidas en la sala de estar, charlaban cómo negociar el ataque al grupo de bandidos, momento en el que bajó por las escaleras para unírseles un Wander vestido con unos pantalones de deporte negros y una chaqueta del mismo color.
— Puedes sentarte, Wander— le ofreció Elincia— mi hermana ya me lo ha contado todo.
A pesar de la oferta, Wander no prefirió ninguna de las sillas que estaban en torno a una mesa ni de los cómodos sofás, sino que recostó su espalda contra la pared.
— Vayamos al grano— se centró Cellica— hay una casa abandonada en el bosque que usan como cuartel general un grupo de cinco ladrones que han estado trayendo al pueblo de cabeza durante ya unos meses largos y me niego a que esto siga así. Somos tres y podemos perfectamente con ellos ahora que la diferencia es sólo de uno, porque con el que he arrestado hoy son cuatro.
— ¿No te estarás precipitando mucho, Cellica?— le preguntó su hermana mayor.
— Esta es nuestra oportunidad, son tipos de muy poca monta por lo yo sé. No podrán con nosotros. Wander a penas tardó segundos en liquidar al que tenemos entre rejas. Ahora escuchadme bien los dos, el plan es el siguiente...
Tres espaldas pegadas a los árboles en el bosque, nerviosos, no lo podían negar, rodeados de cedros y pinos. A unos cien metros estaba la cabaña de los bandidos, lo único que necesitaban era no ser detectados en ese momento. Pronto llegó la presencia que necesitaban en forma de cuerva que se posó con suavidad en el brazo de su cetrero.
— ¿Cuántos hay fuera, Omertá?— le preguntó.
Asintió una vez la honchkrow mirando a los ojos de su entrenador antes de recibir la siguiente pregunta.
— ¿Acompañado de cuántos pokémon?
Otra única respuesta positiva, un pokémon montando guardia.
— Gracias— le agradeció el favor su entrenador antes de acariciarle el sombrero y devolverla a su ball.
Wander miró a sus compañeras de asalto, Cellica y Elincia, y ellas asintieron. Se dispusieron a atravesar el bosque y progresar hacia la guarida de la banda...
Volvieron a buscar tres árboles contra los que esconderse, pero esta vez con la cabaña bien a la vista, a unos quince metros. Un hombre ataviado con ropas marrones desgastadas y un pañuelo rojo cubriéndole la cabeza montaba guardia junto con un dinosaurio bípedo, corpulento y cubierto principalmente por escamas moradas. Sus principales características eran su poderosa cola y su largo y potente cuerno en la cabeza, además de las múltiples espinas de su espalda y la zona escamosa blanca de su pecho. Un nidoking.
Inmediatamente, procurando hacer poco ruido contra la tierra, piedra y gruesas raíces de árboles que constituían el suelo, avanzaba con velocidad y sigilo, como la sombra de un fantasma, de manera que era imposible distinguirla, una bestia se apoyó, liviana, sobre el tejado de la cabaña.
Hora de la fiesta.
Inmediatamente la sombra cayó sobre el desprevenido bandido, con bastante impulso para compensar su falta de peso, golpeándole en la cabeza y dejándole inconsciente. Comenzó entonces a girar la cabeza su compañero pokémon... pero unas estrellas ninja hechas de agua condensada le golpearon en la frente dejándolo severamente aturdido, antes de que una llave rápida de la ágil criatura la derribara, haciendo ya ruido serio con la caída de la bestia al suelo. La agresora era una rana, de mediano tamaño, esbelta y capaz de andar tanto sobre dos como sobre cuatro patas, envuelta en piel de color azul marino, con burbujas blancas en codos y rodillas. Tres dedos en cada mano y dos en cada pie, unidos por membranas. Tenía extremidades largas y un cuello corto cubierto por una larga lengua que le servía de bufanda, mientras que sobre éste se apoyaba su cabeza, con ojos rojos. Se trataba de una greninja, la de confianza de Wander, Shimizu, que fue envuelta en un haz rojo mientras volvía a su pokéball, a su escondite, esperando respuestas de los bandidos de dentro de la cabaña.
En ese momento, tres personas salieron de la caseta, vestidos de manera similar al que estaba fuera inconsciente, tocaba actuar...
Ni miraron para su aliado inconsciente, sólo se centraron en rastrear los alrededores, para lo que contaban con un agresivo cánido envuelto en pelaje negro, una especie de siniestra hiena que Wander identificó como un mightyena. Identificó rápidamente un olor poco familiar viniendo... desde su posición.
Poco tardó en lamentarlo.
Fue destrozado por una carga dragón fortísima que arrasó el suelo, cuya autora era una terraburona cubierta de escamas azules, una garchomp, a cuyo lado se alzaba una mujer que detestaban los bandidos.
— Tú...— maldijo el dueño del mightyena mientras lo devolvía a su pokéball. Era el más alto de todos, metro noventa y cien kilos, totalmente calvo y vistiendo una chaqueta marrón que parecía el uniforme oficial de la banda.
— Gracias, Terra— le ignoró Cellica.
Inmediatamente los tres bandidos rodearon a Cellica y a Terra, creyéndose en superioridad, sacaron una ball cada uno y la lanzaron. Tres conkeldurr, parecían tenérselo muy creído, pero no tener mucha personalidad, al menos en opinión de Cellica, cuya garchomp comenzó a girar para encararlos...
— ¡Sieglinde, lanzallamas!— sonó la voz de Elincia
De repente, una luz reveló una enorme dragona de escamas naranjas con un vientre color crema y poderosas alas que le servían para alzar el vuelo, cuyo interior era verdoso. Una fuerte charizard, que exhaló una bocanada de llamas camino de uno de los conkeldurr, poniéndolo al rojo vivo y desplazándolo hacia atrás hasta que finalmente cayó al suelo de espaldas, inconsciente.
— ¡Shimizu, hidrobomba!— ordenó desde su escondite Wander.
Y se reveló la rana ninja, que disparó de su boca un potente chorro de agua a presión que engulló y arrolló al segundo pokémon luchador, dejándolo fuera de combate y casi sin oxígeno mientras era escupido por el agua. Ante el susto de sus entrenadores, cuyos psiques ya eran presos del pánico y cuyos cuerpos tardaron unos segundos en serlo de Sieglinde y Shimizu, que los noquearían con relativa suavidad, faltaba uno.
El uno restante fue demolido por una carga dragón más de Terra, que, aunque el conkeldurr intentó cubrirse con los bloques de cemento, no impidió que la terraburona le pusiera la cabeza en el pecho, enviándole por los aires con una brutal embestida y dejándolo sin aliento, justo antes de que un golpe con el canto de la aleta de la garchomp dejara a su entrenador inconsciente.
El trío pronto procedió a guardar a los cuatro pokémon derrotados en las pokéballs de los entrenadores caídos, mientras que usaron como método de transporte a Sieglinde y una bolsa de gran tamaño para transportar los cuerpos inconscientes hasta el pueblo. Por suerte, el trayecto era corto y no se ahogarían, servirían su tiempo en prisión.
Una vez de vuelta en casa de Elincia y con los bandidos encerrados, los tres se reunieron a hablar sobre la información que supuestamente traía Wander desde Estahl.
— ¿Eres el más débil de tu familia?— le preguntó incrédula Elincia.
— Al menos lo era antes de desertar, he vivido unas cuantas experiencias... extremas desde entonces. Pero el grupo militarista del que hablo estaba liderado por mi padre. En cuanto a mis tres hermanos mayores, yo soy el menor, son todos más fuertes que yo.
— Has cruzado un país entero. Contra todo y contra todos...
— Precisamente por eso no van a mandar un cualquiera a por mí. Necesito el asilo político cuanto antes, mejor— replicó Wander.
— Me quedan dos semanas para volver a la capital— lamentó Elincia— pero podemos solucionar algo. Podemos entrenarte estas dos semanas hasta que ni tu ni tus pokémon deis más de vosotros...