Autor Tema: (FanFic) The Battlefield Wanderer  (Leído 806 veces)

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RedBird

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(FanFic) The Battlefield Wanderer
« en: 23 de Enero de 2016, 07:37:10 am »
Directo al grano, no me gusta perder tiempo, conoceréis la historia del joven desertor que hasta a su nombre renunció según la leáis.

Escape the fate
Escapa del destino


"Si saben lo que he hecho... mi destino es la muerte... no puedo renunciar..."

Y así continuo, con magulladuras y heridas en la cara, mientras la ventisca la azotaba. Los tres mil metros de altitud se notaban. Caminaba por un terraplén inclinado, a punto de hacer cima en aquella tempestuosa cumbre nevada, mientras se protegía de los vientos huracanados con un brazo. Iba convenientemente vestido, con una chaqueta de abrigo totalmente roja y unos pantalones de nieve negros, con botas de descanso cubriendo sus pies, con los que empujaba para no caerse al suelo por la fuerza del vendaval, que ya movía sus cortos cabellos castaños. Más doloroso era aún comprobando que cargaba con una pesada mochila a cuestas.

De repente, un montón de copos de nieve cayeron al suelo y la ventisca se frenó en seco, el viento había dejado de soplar.

— Tozudo como tú solito. Y eso que mi abomasnow acababa de empezar

Levantó la vista el joven, sobrepasaba ligeramente los seis pies, y clavó sus ojos marrones en quien había pronunciado aquellas palabras.

Con unos pantalones color crema y una chaqueta negra, un intimidante hombre de dos metros y cien kilos que no parecía pasar mucho frío se exponía en la zona más o menos llana que era la cima de la montaña. Estaba totalmente rapado al cero y tenía una barba poblada y negra. Sin embargo, toda su cabeza estaba recubierta de rasguños y cicatrices de batallas pasadas.

— ¿Qué haces aquí?— preguntó el gigante al escalador.

Éste inmediatamente preparó una pokéball para responder y apretó los dientes. Sus fieles compañeros estarían con él en todo momento.

— Me llamo Wander y quiero cruzar la frontera— escupió.

— ¿Seguro, Wander? ¿Seguro que, para empezar, te llamas Wander?— le preguntó con un evidente tono que indicaba que no iba a ser tan fácil el gigante.

— Me llamo Wander y quiero cruzar la frontera— repitió el joven, de veinte años.

— Mi nombre es secreto de estado— comenzó el grandullón— pero puedes llamarme Desertor. Y supongo que eso ya lo sabes, "Wander"— dijo mientras añadía comillas con las manos— porque vía satélite me habrán localizado y te habrán enviado aquí para atar unos cabos sueltos.

La afirmación pilló totalmente a contrapié a Wander, que no esperaba que en su intento de huir a otro país por la zona con menos vigilancia fronteriza se iba a encontrar a un loco en la cima de una montaña a tres mil metros de altitud. Aunque si la historia era cierta, menudo loco... el joven entrenador había, como todo el mundo en su país, oído hablar del Desertor. Un soldado de élite que abandonó las fuerzas militares durante la Gran Guerra por motivos desconocidos y seguía en busca y captura por alta traición... conque ahí se escondía. Y con paranoia a ser encontrado, por lo visto.

— Soy un refugiado en busca de asilo político, Desertor. Déjame pasar— insistió el joven con ropajes de abrigo.

— Estás mintiendo. Vienes a delatarme o a matarme. Solucionemos esto como debe ser, en un combate.

El Desertor inmediatamente sacó una pokéball de su cinturón y esperó a que su rival tomara posición e hiciera lo mismo. Mientras tanto, éste dudaba, ¿de verdad podía vencer a una leyenda del campo de batalla? ¿Qué muerte prefería, en la silla eléctrica, o ejecutado por alguien que dejó el ejército?

— No vengo a hacerte daño y no lo haré. Vengo a escapar del país, pero si no queda otra que demostrártelo por la fuerza— asumió Wander mientras sacaba la ball con la que abriría el duelo— lo haré.

Se encararon con decisión en la mirada, ninguno de los dos cediendo un ápice, no quería aparentar debilidad el menor de los dos, mientras ambos lanzaban la vez las cápsulas que contenían las criaturas elegidas para comenzar el enfrentamiento.

Por el lado de Wander, un gran tanque metálico turquesa con un cuerpo en forma de disco del que brotaban cuatro poderosas patas acabadas en garras. En su cara tenía una larga cruz grisácea, que tenía los ojos a ambos lados, con escleróticas negras e irises de un intenso color rojo. Bajo dicha X se encontraba la boca, en ese momento cerrada, de la criatura, un metagross, que clavó sus patas en la nieve con fuerza mientras rugía.

— Vamos allá, Ironclad— lo animó su entrenador.

El abominable hombre de las nieves con zonas de planta volvía a hacer su aparición para  el Desertor, grande y pesado, envuelto en piel blanca y con algunas zonas verdes en patas, cola y manos. Sus cejas blancas eran enormes y poseía un rostro furioso, que parecía indicar no muy buenas intenciones con respecto a un Ironclad dispuesto a pagarle con la misma moneda. Así se presentaba Abomasnow en el campo de batalla.

Y con él, caía la imperativa granizada sobre la improvisada arena que era la cima de la montaña, con pequeños pedruscos de hielo intentando erosionar el acero del blindaje de Ironclad. Y bajo la tormenta de nievo y hielo, se lanzaron el uno contra el otro.

— ¡Mazazo!— comenzó el exmilitar, confiado en la potencia física de la criatura bajo su mando.

— ¡Puño meteoro!— respondió sin tanta fe el que se daba a la escapada.

Y Abomasnow levantó las patas de la nieve y se propulsó de un salto hacia adelante, mientras, con ambos brazos levantados, juntaba las manos. Las bajó como un mazo para golpear a su rival. Pero fue detenido a medio camino por un golpe de enorme potencia, la pata delantera derecha del metagross de Wander había salido disparada como una bala de cañón envuelta en un aura estelar. Ambos ataques chocaron a mitad de trayectoria, causando una onda expansiva que levantó una considerable cantidad de nieve del suelo y estableciéndose un forcejeo del que ambos salieron repelidos unos metros hasta establecerse algo de distancia entre ellos.

— ¡Ventisca!— insistió el Desertor.
El helado huracán levantado por un intimidante rugido del yeti hizo recular a Ironclad mientras éste usaba sus zarpas para aferrarse al suelo...

— ¡Puño magnético!— contestó Wander.

El metagross levantó la mirada y enfocó a su adversario con unos ojos que empezaron a desprender un brillo azulado. El abomasnow dejó de levantar la potente ventisca mientras sus pies se levantaban del suelo y salía disparado en dirección a su oponente, sólo pudiendo ver una mancha azulada que se hacía cada vez más grande...

Mientras Ironclad cargaba su puño derecho con el habitual aura astral...

Le administró a su oponente, que venía "en carrera", un potentísimo puño meteoro al vuelo atizándole a la altura del estómago y poniéndoselo en la espalda, antes de hacerle salir disparado hacia atrás y aterrizar sobre la nieve, con ambas manos sobre el vientre, retorciéndose de dolor, perdiendo la consciencia segundos después. Ante dicha situación, fue devuelto a su cápsula por su entrenador, que se veía en necesidad de aplicarse más en el enfrentamiento. Arrojó sin contemplaciones otra ball más a la arena de batalla.

De ella emergió una luz que se convirtió en la tenue penumbra de un fantasma. Principalmente negro, un cíclope con una cabeza cilíndrica grisácea que poseía un único ojo rojo. Perturbadores eran los rasgos amarillentos que poseía en el vientre, que parecían ser los de un rostro humano. A ambos lados del tronco se extendían dos brazos acabados en perfectas manos, mientras que la criatura, un dusknoir, levitaba ante la carencia de extremidades inferiores mientras el granizo le golpeaba.

Se encaró desde la distancia Dusknoir con Ironclad, buscando puntos débiles en ese blindaje de metal que caracterizaba el cuerpo del metagross. No necesitaba ir muy allá para encontrarlos.

— ¡Sombra vil!— comenzó el Desertor.

Antes de que Wander o su pokémon pudieran reaccionar, el fantasma proyectó su sombra con increíble agilidad en dirección a su oponente y esta se levantó del suelo en forma de haces sombríos que golpearon duramente al metagross, haciéndole recular un par de metros.

— ¡Puño bala!— contestó el que huía del país.

Inmediatamente contestó el golpe Ironclad propulsándose contra Dusknoir, levitando con sus cuatro patas levantadas, y utilizando una de las delanteras para propinarle un golpetazo a toda velocidad en la cabeza que acabaría por mandar de espaldas a la nieve al espectro, pero por escaso tiempo...

— ¡Bola sombra!— se decidió el grandullón.

Y el fantasma abrió la boca de su vientre y escupió por ella una esfera oscura, de energía de ultratumba, en línea recta directa a por el metagross...

— ¡Párala con psíquico!— respondió Wander.

Inmediatamente, la bola perdió celeridad ante los ojos brillantes de un Ironclad que estaba determinado a no permitir que su rival le alcanzara. Poco a poco, el frenazo se concretó a tres metros del tanque metálico.

— ¡Batea con puño meteoro!

La esfera flotante, estática, pronto recibió un impacto frontal tremebundo  de una de las patas del metagross, propulsada con enorme fuerza hacia adelante...

Y la bola sombra explotó, envolviendo las inmediaciones del pokémon metálico en un aura oscura  mientras éste sufría un increíble dolor que le ponía la panza en el suelo. La deflagración levantó la nieve del suelo y derribó a Wander, que pudo comprobar, cuando la oscuridad se iluminó, las consecuencias de su error: Ironclad noqueado.

—¿ Te creías que no haría nada mientras tú reventabas la bola sombra hacia nosotros?— le provocó el Desertor.

Wander pronto comprobó, al levantarse, que unos hilos oscuros se retiraban del cuerpo inconsciente de su metagross para acabar en la sombra de Dusknoir, la sombra vil había hecho explotar la bola sombra. Se juró a sí mismo que la caída de su amigo no sería en vano mientras le guardaba en su cápsula y sacaba otra, que pronto lanzó adelante. La ley requería venganza por la caída de un hermano.

El código se haría respetar, pensó ella, que apareció entre la luz de pokéball. Un ave envuelta en plumaje oscuro, una hembra de cuervo, que a pesar de su género no se libraba de una barba blanca de plumas de mediana longitud que se le posaba por el pecho. Igual que se le arremolinaba el plumaje en la cabeza formándole un sombrero de ala larga al estilo del de un gángster cincuentero, mientras que el del interior de sus alas y la punta del de su cola, que formaba un abanico, era carmesí, como la sangre secada al sol. Su batió las alas, abrió el pico para gritar y alzó el vuelo, el desafío enemigo no sería sin represalias. Así dictaba ella, así era Omertá, la ley del silencio también debía ser aplicada con los testigos. La honchkrow alzó el vuelo, desafiante, mientras la tormenta helada se comenzaba a desvanecer.

— ¡Puño trueno!— inició el asalto el exmilitar.

Y el fantasma se acercó a la cuerva en zigzag, con el puño derecho chispeando y cargado de electricidad, esperando utilizar su estatura y envergadura para atinarle...

— ¡Pulso umbrío!— ordenó como maniobra defensiva Wander.

Inmediatamente, Omertá se cargó de energía oscura y lanzó una onda expansiva que repelió la electricidad y no sólo el brazo, sino la entereza de cuerpo de su oponente, haciéndolo retroceder con una mano en el vientre, herido.

— ¡Avalancha!

— ¡Golpe bajo!— contestó el viajero en busca de una salida.

Antes de que ningún tipo de roca saliera de ningún sitio, ese vientre herido se encontró con un ala derecha machacona asestándole un sablazo importante que hizo que Dusknoir interrumpiera su ataque y comenzara a tambalearse mientras perdía terreno, antes de desplomarse de dolor, inconsciente, mientras la honchkrow recuperaba su posición.

— Estamos en el mismo bando, no hace falta seguir con esto— intentó persuadir al Desertor, sabedor de que tenía que haber otra salida...

Con el granizo ido, algo llamó la atención de Wander, un sonido que sacó del ruido ambiental y distinguió muy bien. Lo conocía, y algo le indicaba que el Desertor lo conocía aún mejor que él cuando le vio la cara.

— Viene un helicóptero— le avisó Wander.

— Lo sabía... sólo estabas ganando tiempo para transmitir mi posición.

Antes de que el exsoldado reaccionara, Wander devolvió a su querida honchkrow a su pokéball, con un agradecimiento muy apurado, mientras sacaba otra cápsula.

— Robaremos ese helicóptero y tú me llevarás al otro lado— sugirió el más joven de los dos— Y como prueba de ello...

La ball se abrió, revelando un fulgor que poco a poco fue tomando la forma de una criatura a la que no le gustaba nada aquel clima, un dragón a la europea, bípedo y cubierto en escamas ocres, con un vientre de color crema anillado y unas alas en la espalda relativamente pequeñas con interiores verdosos. Su rostro daba a entender que se hallaba en una situación agridulce y de él colgaban dos antenas y, entre ellas, un pequeño cuerno. Sus poderosos brazos acababan en garras, bien capaces de despedazar a pesar de la apariencia angelical del dragonite.

— Llegarás al helicóptero junto a Knight, Desertor, es nuestra mejor opción.

Pronto, embistió las nubes un objeto volador de suficiente tamaño para sorprender a alguien que no hubiera anticipado su presencia, manifestándose ante los ojos de los presentes. Un helicóptero de rescate pilotado por una sola persona con otra sentada en una cabina para pasajeros con un fusil de dardos tranquilizantes y seis balls en el cinturón. Ambos eran imposibles de distinguir vistas sus máscaras con calaveras blancas pintados sobre negro y vestían idénticos uniformes militares.

— ¡Desertor, os queremos vivos a ti y a tu cómplice, no opongáis resistencia!— gritó el compañero del piloto mientras apuntaba al dragonite de Wander con el rifle.

Inmediatamente los dos prófugos se miraron el uno al otro. Wander intercambió una mirada más con Knight y le susurró algo. De repente los ojos del soldado armado quedaron desdibujados, su objetivo había desaparecido...

No le dio tiempo a buscarlo, pero si a parar de respirar para siempre, a medida que la zarpa del dragonite le desgarraba el pulmón derecho, atravesándole el pecho y rompiéndole unas costillas por el camino, antes de ser descartado como basura y arrojado al vacío. Un golpe propinado con velocidad extrema que sacudió el alma de su aún vivo compañero.

Inmediatamente, el piloto trató de huir, pero los músculos no le respondían, no era propio de un soldado de élite como él, algo tenía que estar pasando...

En efecto, era así, tenía los músculos sobrecargados de electricidad y paralizados y no parecían responder a las órdenes del cerebro. Se dio cuenta de lo que había ocurrido cuando vio a un pequeño fantasma electrizado sonriente sentado en su regazo, sin miedo a ningún tipo de represalia.

Poco más podría maldecir al rotom del desertor, pues Knight traería en segundos a los dos humanos, uno de los cuales, aquel con experiencia militar, le partiría el cuello antes de arrojarlo por cubierta y ponerse a los mandos del aparato.

— Gracias, Knight. Siento haberte hecho pasar por esa experiencia— le agradeció su entrenador al dragonite antes de guardarlo.

Poco después, Wander volvió a dirigirse al Desertor en la cabina de mandos, mientras dirigía el vuelo hacia más allá de la frontera.

— Te llevaré, Wander, o como quiera que te llames. Espero que valgas la pena, si no, te vas por la borda— le advirtió el exmilitar.

— Entendido— acató él.



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Capítulo 1
« Respuesta #1 en: 18 de Febrero de 2016, 06:44:09 am »
Initiating arrival
Iniciando llegada


Deambulaba el caminante por un bosque de cedros, descendiendo pendiente de poca inclinación con sus botas de nieve. El trayecto se le había hecho muy incómodo con todo el peso que cargaba, pero por lo menos ya estaba fuera del margen de acción de las fuerzas del orden de su país de origen.

Se paró a jadear, ligeramente agachado, con las manos en las rodillas. La ropa de abrigo le cargaba muchísimo. Se había encontrado algún que otro pokémon salvaje con el que había tenido que competir e incluso derribar con la asistencia de Knight para conseguir bayas con las que mantenerse con fuerzas.

El Desertor lo había dejado en las lindes del bosque, al otro lado había un pequeño poblado, hacia el que Wander continuaba empujando su cuerpo con su alma. Hasta que finalmente...

Unos pasos le pusieron alerta, pronto se dio cuenta de que no eran los suyos al oír una rama del suelo romperse, pisada por alguien. Trató de localizar el sonido y mirar hacia su fuente inmediatamente, provenían de su espalda.

Lo próximo que vio fue un conkeldurr abalanzándose encima suya con una viga de cemento preparada para hacer contacto...

No dudó en lanzar una ball contra él, no pensó ni cuál, cogió la primera que tuvo a mano. A la bestia marrón, con venas rosáceas infladas debido al brutal ejercicio físico, le tocó medirse en el aire con un gallo de batalla ígneo, bípedo y sin alas, con extremidades culminadas en garras de ave y una larga melena amarillenta, algo desteñida. Un blaziken que intentó frenar el ariete con las manos pero fue repelido por el trallazo.

— ¡Alaz!— le llamó su entrenador— ¿Estás bien?

Y el gallo de palenque se levantó y encaró a su asaltante, un pokémon luchador de piel marrón con el cuerpo inclinado hacia adelante y apoyado sobre dos enormes bloques de cemento que podía utilizar para aporrear sin piedad a sus oponentes. Wander no esperaba que los militares llegaran tan lejos.

Y tenía razón, el hombre al otro lado del conkeldurr no tenía precisamente pinta de militar de élite a punto de desguazar a un criminal peligroso. Sólo era un tipo de pelo largo y poco cuidado con un abrigo ocre de menor grosor que el suyo y pantalones vaqueros junto con una barba descuidada, ¿un bandido?

— Deja todo lo que tienes en el suelo, pokémon incluidos— le ordenó.

Un bandido. Uno ante el que Wander no iba a perder sus pocos suministros restantes. Por no hablar de sus seis compañeros, bastó con oír la amenaza para que Alaz, el blaziken, se pusiera en guardia.

— ¡Fuerza!— ordenó el asaltante de caminos.

— ¡Patada salto alta!— contestó el joven que buscaba un asentamiento desesperadamente.

Se precipitó el conkeldurr contra su rival con los dos brazos abiertos, intentando llenarle la cara de aplausos con ciertos aplaudidores que poseían una más que decente potencia de choque. Pero ese fue su error, abrir su guardia. Recibió antes de poder cerrarla una pata de gallo de frente en la cara, como un ariete entrándole a demoler. Le deformó el rostro el contacto, carne desplazando carne, mientras sus pies se levantaban del suelo y la potencia del impacto contribuía a mover todo el cuerpo del piso y lanzarlo hacia atrás, mandándolo al suelo. Ya estaba inconsciente tras el demoledor primer choque. Fue envuelto en un haz rojo por su entrenador, que optó por devolverle a la ball y enviar otra criatura al campo de batalla en el que se había convertido el bosque... Fue detenido por un Alaz que se plantó rápidamente en su cara para propinarle un suave golpe con los nudillos en la sien...

— ¡Quietos!

Que nunca aterrizó.

Wander tenía una criatura de pequeño tamaño, brazos negros y garras blancas muy afiladas colgada de la espalda con una zarpa en su cuello, mientras que Alaz yacía en el suelo, aún consciente, pero temeroso de moverse ante la situación de su entrenador. Era consciente de quién le había tumbado, la bestia que ahora mismo retenía al bandido, un gran tiburón terrestre de escamas azuladas, con una zona anaranjada en el vientre y una X amarilla en la frente, presa de los choques de la cabeza. Su forma aerodinámica se veía acentuada por las aletas que poseía en los brazos, terminados en garras, como la derecha que usaba para amenazar y someter a su víctima, o la dorsal, sin muesca, que indicaba que era hembra. Una garchomp.

— No mováis ni un músculo.

Al rato, el escurridizo criminal que logró cruzar un país entero ya no era tan escurridizo. Estaba en el oscuro sótano de una comisaría, tras las rejas de una solitaria celda que solamente contaba con un sanitario y una cama. Finalmente, las luces se encendieron y alguien se dignó a aparecer al otro lado de esas barras metálicas. La misma persona que le había traído hasta ahí. Una mujer unos centímetros más baja que Wander, con metro setenta y cuatro de estatura, de cuarenta años, ojos marrones, pelo castaño claro de media longitud y con una coleta a la espalda. Su rostro aparentaba algunos años menos de los que realmente tenía, con pocas arrugas y aparentemente agradable, aunque, como Knight, se podía volver muy fiera en cuento entraba en batalla.

— Seré directa— comenzó—¿qué hacías allí luchando con ese tipo?

— Pregúntale a él. Yo pasaba por ahí y me asaltó. Por la espalda— concretó Wander— acto seguido, me intenté defender con mi blaziken y el resto de la historia ya la sabes.

— Suponiendo que eso sea cierto, ¿qué hacías allí, en un lugar que todo el pueblo sabe que es peligroso por el clan de bandidos que lo habita?

— Crucé la frontera por la cordillera de Astada y acabé aquí...

— ¡Imposible! ¿Eres de Estahl? ¿Qué haces aquí, a qué has venido?

— Soy un desertor del ejército— apuró Wander— y tengo algo muy importante para tu país. He venido en busca de asilo político. No tengo nombre más que un pseudónimo que es Wander. Me buscan en mi país por matar a un alto dirigente militar con mentalidad expansionista que pretendía revivir de las cenizas la Gran Guerra. Y su secta no tenía precisamente pocos adeptos. No me quedó otra opción pues ante mi negativa a ser parte de sus planes en el frente de la batalla intentó asesinarme y tuve que defenderme.

— Me llamo Cellica, Wander— contestó ella— ¿puedes probar de alguna manera todo eso?

— ¡Llevo ropa para montaña y nieve encima, mis pokémon están hechos polvo y ese cabrón no sabe nada de esto! ¡Sólo vio a alguien agotado cientos de kilómetros después y se aprovechó! ¡Maté a Gareth Pryce, para más datos!

Muerte que el gobierno estahliano acababa de hacer pública, o por lo menos, eso decía el último periódico que acababa de llegar al pueblo...

Cellica abrió la celda con una de sus llaves y entregó seis pokéballs a Wander, que las acomodó en su cinturón.

— Te llevaremos a la capital. Pero primero, tendrás que ayudarnos a resolver nuestro pequeño problema con los delincuentes, ya que pareces más que capaz.

Unos minutos después, en una vivienda, una casa unifamiliar con paredes de piedra de la localidad, tras pasar por un viejo centro pokémon, Wander y Cellica fueron recibidos por otra mujer, unos años mayor que la acompañante del joven. Tenía el pelo del mismo color, pero bastante más largo y sus ojos eran de una tonalidad más clara de marrón. Vestía una larga gabardina negra abotonada y unas botas del mismo color y su rostro, jovial, no se torció ni al mirar a un serio Wander.

— Hola, Elincia— la saludó la "secuestradora" de Wander— necesito que cuides un poco de este chico, puede ayudarnos mucho.

La mujer les abrió la puerta, aparentemente confiando plenamente en Cellica. Acabó concediéndole a Wander el uso de una habitación del piso de arriba y del baño, que le haría falta una ducha tras semejante travesía. El estahliano se lo agradeció y aprovechó para ponerse ropa más acorde al clima en el que se iba a desenvolver.

Las dos mujeres, reunidas en la sala de estar, charlaban cómo negociar el ataque al grupo de bandidos, momento en el que bajó por las escaleras para unírseles un Wander vestido con unos pantalones de deporte negros y una chaqueta del mismo color.

— Puedes sentarte, Wander— le ofreció Elincia— mi hermana ya me lo ha contado todo.

 A pesar de la oferta, Wander no prefirió ninguna de las sillas que estaban en torno a una mesa ni de los cómodos sofás, sino que recostó su espalda contra la pared.

— Vayamos al grano— se centró Cellica— hay una casa abandonada en el bosque que usan como cuartel general un grupo de cinco ladrones que han estado trayendo al pueblo de cabeza durante ya unos meses largos y me niego a que esto siga así. Somos tres y podemos perfectamente con ellos ahora que la diferencia es sólo de uno, porque con el que he arrestado hoy son cuatro.

— ¿No te estarás precipitando mucho, Cellica?— le preguntó su hermana mayor.

— Esta es nuestra oportunidad, son tipos de muy poca monta por lo yo sé. No podrán con nosotros. Wander a penas tardó segundos en liquidar al que tenemos entre rejas. Ahora escuchadme bien los dos, el plan es el siguiente...

Tres espaldas pegadas a los árboles en el bosque, nerviosos, no lo podían negar, rodeados de cedros y pinos.  A unos cien metros estaba la cabaña de los bandidos, lo único que necesitaban era no ser detectados en ese momento. Pronto llegó la presencia que necesitaban en forma de cuerva que se posó con suavidad en el brazo de su cetrero.

— ¿Cuántos hay fuera, Omertá?— le preguntó.

Asintió una vez la honchkrow mirando a los ojos de su entrenador antes de recibir la siguiente pregunta.

— ¿Acompañado de cuántos pokémon?

Otra única respuesta positiva, un pokémon montando guardia.

— Gracias— le agradeció el favor su entrenador antes de acariciarle el sombrero y devolverla a su ball.

Wander miró a sus compañeras de asalto, Cellica y Elincia, y ellas asintieron. Se dispusieron a atravesar el bosque y progresar hacia la guarida de la banda...

Volvieron a buscar tres árboles contra los que esconderse, pero esta vez con la cabaña bien a la vista, a unos quince metros. Un hombre ataviado con ropas marrones desgastadas y un pañuelo rojo cubriéndole la cabeza montaba guardia junto con un dinosaurio bípedo, corpulento y cubierto principalmente por escamas moradas. Sus principales características eran su poderosa cola y su largo y potente cuerno en la cabeza, además de las múltiples espinas de su espalda y la zona escamosa blanca de su pecho. Un nidoking.

Inmediatamente, procurando hacer poco ruido contra la tierra, piedra y gruesas raíces de árboles que constituían el suelo, avanzaba con velocidad y sigilo, como la sombra de un fantasma, de manera que era imposible distinguirla, una bestia se apoyó, liviana, sobre el tejado de la cabaña.

Hora de la fiesta.

Inmediatamente la sombra cayó sobre el desprevenido bandido, con bastante impulso para compensar su falta de peso, golpeándole en la cabeza y dejándole inconsciente. Comenzó entonces a girar la cabeza su compañero pokémon... pero unas estrellas ninja hechas de agua condensada le golpearon en la frente dejándolo severamente aturdido, antes de que una llave rápida de la ágil criatura la derribara, haciendo ya ruido serio con la caída de la bestia al suelo. La agresora era una rana, de mediano tamaño, esbelta y capaz de andar tanto sobre dos como sobre cuatro patas, envuelta en piel de color azul marino, con burbujas blancas en codos y rodillas. Tres dedos en cada mano y dos en cada pie, unidos por membranas. Tenía extremidades largas y un cuello corto cubierto por una larga lengua que le servía de bufanda, mientras que sobre éste se apoyaba su cabeza, con ojos rojos. Se trataba de una greninja, la de confianza de Wander, Shimizu, que fue envuelta en un haz rojo mientras volvía a su pokéball, a su escondite, esperando respuestas de los bandidos de dentro de la cabaña.

En ese momento, tres personas salieron de la caseta, vestidos de manera similar al que estaba fuera inconsciente, tocaba actuar...

Ni miraron para su aliado inconsciente, sólo se centraron en rastrear los alrededores, para lo que contaban con un agresivo cánido envuelto en pelaje negro, una especie de siniestra hiena que Wander identificó como un mightyena. Identificó rápidamente un olor poco familiar viniendo... desde su posición.

Poco tardó en lamentarlo.

Fue destrozado por una carga dragón fortísima que arrasó el suelo, cuya autora era una terraburona cubierta de escamas azules, una garchomp, a cuyo lado se alzaba una mujer que detestaban los bandidos.

— Tú...— maldijo el dueño del mightyena mientras lo devolvía a su pokéball. Era el más alto de todos, metro noventa y cien kilos,  totalmente calvo y vistiendo una chaqueta marrón que parecía el uniforme oficial de la banda.

— Gracias, Terra— le ignoró Cellica.

Inmediatamente los tres bandidos rodearon a Cellica y a Terra, creyéndose en superioridad, sacaron una ball cada uno y la lanzaron. Tres conkeldurr, parecían tenérselo muy creído, pero no tener mucha personalidad, al menos en opinión de Cellica, cuya garchomp comenzó a girar para encararlos...

— ¡Sieglinde, lanzallamas!— sonó la voz de Elincia

De repente, una luz reveló una enorme dragona de escamas naranjas con un vientre color crema y poderosas alas que le servían para alzar el vuelo, cuyo interior era verdoso. Una fuerte charizard, que exhaló una bocanada de llamas camino de uno de los conkeldurr, poniéndolo al rojo vivo y desplazándolo hacia atrás hasta que finalmente cayó al suelo de espaldas, inconsciente.

— ¡Shimizu, hidrobomba!— ordenó desde su escondite Wander.

Y se reveló la rana ninja, que disparó de su boca un potente chorro de agua a presión que engulló y arrolló al segundo pokémon luchador, dejándolo fuera de combate y casi sin oxígeno  mientras era escupido por el agua. Ante el susto de sus entrenadores, cuyos psiques ya eran presos del pánico y cuyos cuerpos tardaron unos segundos en serlo de Sieglinde y Shimizu, que los noquearían con relativa suavidad, faltaba uno.

El uno restante fue demolido por una carga dragón más de Terra, que, aunque el conkeldurr intentó cubrirse con los bloques de cemento, no impidió que la terraburona le pusiera la cabeza en el pecho, enviándole por los aires con una brutal embestida y dejándolo sin aliento, justo antes de que un golpe con el canto de la aleta de la garchomp dejara a su entrenador inconsciente.

El trío pronto procedió a guardar a los cuatro pokémon derrotados en las pokéballs de los entrenadores caídos, mientras que usaron como método de transporte a Sieglinde y una bolsa de gran tamaño para transportar los cuerpos inconscientes hasta el pueblo. Por suerte, el trayecto era corto y no se ahogarían, servirían su tiempo en prisión.

Una vez de vuelta en casa de Elincia y con los bandidos encerrados, los tres se reunieron a hablar sobre la información que supuestamente traía Wander desde Estahl.

— ¿Eres el más débil de tu familia?— le preguntó incrédula Elincia.

— Al menos lo era antes de desertar, he vivido unas cuantas experiencias... extremas desde entonces. Pero el grupo militarista del que hablo estaba liderado por mi padre. En cuanto a mis tres hermanos mayores, yo soy el menor, son todos más fuertes que yo.

— Has cruzado un país entero. Contra todo y contra todos...

— Precisamente por eso no van a mandar un cualquiera a por mí. Necesito el asilo político cuanto antes, mejor— replicó Wander.

— Me quedan dos semanas para volver a la capital— lamentó Elincia— pero podemos solucionar algo. Podemos entrenarte estas dos semanas hasta que ni tu ni tus pokémon deis más de vosotros...