A ver, niños, que nos vamos por los cerros de Úbeda.
Las diferencias entre la magdalena y el muffin vienen más allá de sus ingredientes, de los que hablaré luego. Enumerémoslas.
Si nos ponemos a escarbar en los orígenes de cada una, veremos que la magdalena procede de la región de Lorena, que sobre 1750 estaba bajo un rey polaco. La forma de las magdalenas originales era más o menos de concha. Y el nombre procede de la campesina que se la dio a probar al noble que le dio el nombre. Por su parte, el muffin es un preparado procedente de Inglaterra que se toma con el té (no se moja. Mojar el té es considerado una falta de educación) que originalmente tenía forma de media noche. Hasta aquí bien.
Ahora bien, no sé a quién le ha dado por darles la misma forma, pero voy a explicar las diferencias en ingredientes y forma de preparación.
Para empezar, tengamos en cuenta que la base de ambas es parecida (harina, huevos, mantequilla, azúcar y levadura). Las diferencias vienen en las proporciones: la proporción de levadura de la magdalena es mayor, motivo por el que aunque sea más pequeña sube más y también es más esponjosa. Por su parte, el muffin es más denso porque a la masa se le añaden yogur o incluso nata. Aparte de frutos secos o chips de chocolate.
También es destacable que mientras que la magdalena siempre tiene sabor dulce (si nos ponemos puristas con los términos, lo máximo que puede llevar es un toque de limón), el abanico de sabores del muffin es muy variado: desde simplemente azúcar y chips de chocolate hasta calabacín o bacon.
Por último, @SaúL, las tortitas (pancakes o panqueques) son otra cosa diferente a los muffin. Son más parecidos a un crêpe que a un bizcocho. Y los cupcakes tampoco son magdalenas: son más como tartas en miniatura.