El viaje con final inesperado
Corría el año 1945, yo era solo un niño cuando me quedé huérfano con mi hermana, aún más pequeña que yo. Por aquel entonces ella aún no entendía el porqué nuestros padres ya nunca más estarían con nosotros. Bueno, con el tiempo fuimos creciendo, y un día en la mañana, donde me desperté un poco más tarde de lo normal, vi a mi hermana desayunando un viejo paquete de cereales en el que al parecer había una nota pegada a la bolsa. La nota decía lo siguiente:
- ¡Felicidades!, habéis ganado un viaje gratis a Galápagos. Al principio nos extraño un poco, pero decidimos de probar suerte, a ver qué pasaba. Resultó ser verdad. Pero parecía como una broma de mal gusto, como si alguien escribiese esa nota y la introdujera dentro del paquete. En fin, el viaje fue largo pero a la vez calmado, ya que eramos los únicos pasajeros. Al llegar nos estaba esperando una señora de hermoso rostro, de no más de 30 años, con pamela y vestido de la época. ¿Es azul o dorado? Yo siempre me lo preguntaba, nunca lo supe. Nos ayudó con las maletas un par de kilómetros hasta llegar a una parada, ahí subimos los 3 al bus. Era de noche e ibamos por un camino de aspecto horrible, como si fuera una escena de película de Terror. Yo me limitaba a no mirar mucho por la ventana, ya que sentía escalofríos. Intenté descansar otro poco hasta llegar, pero no pude, el miedo y los nervios me podían. Una vez se paró el bus, ya era de día, y se podía ver como alrededor de aquella enorme mansión abandonada no había nadie ni nada. Solo un pequeño lago y un viejo árbol daban "vida" a aquello que sentía como si alguien o algo nos mirase por una de las miles de grietas que se podían ver desde varias posiciones de la mansión. No me apetecía mucho entrar, ni a mi hermana tampoco, pero tampoco nos hacía mucha gracia quedarnos fuera. Al entrar no había mucho que contar, lo mismo que por fuera, solo que más destrozada y apenas tenía muebles. Habían 2 habitaciones, una abajo y otra arriba, en el sótano. Mi hermana y yo compartíamos camas en la habitación de abajo, mientras que la señora que nos recogió y llevó hasta el lugar, se quedó con la de arriba, la del sótano. Lo que nadie sabía, es que en aquella habitación, de color rosa y muchas muñequitas de la época, pertenecía a un niño con un extraño trastorno que le hacía creer así mismo que era una niña. Hace unos años murió debido a que "la" expulsaron de la guardería por primera vez y decidió suicidarse, pero no antes de hacer llegar la noticia por Facebook. Nadie la creyó, pero por muy insólito que parezca, así fue. Esta humilde y corta de "Terror" acaba en una fría mañana en la que, mi hermana y yo jugábamos a la pelota. Una vieja pelota de cuero pero que no estaba tan desgastada, se veía con poco uso. El suceso fue cuando yo puse la pelota en el centro, que daba justo en frente de la mansión, donde mi hermana hacía de portero. Cogí tanta carrera y chuté con tanta fuerza que grité de dolor incluso antes de caer al suelo. Mi hermana se acercó corriendo y cuando se dio cuenta de lo que pasaba se empezó a meter los dedos por los ojos y arrancarse los pelos, mientras yo sufría varios ataques. La razón de todo aquello; se nos fue la pelota al tejado.