by Arcanis Prólogo-William, ¿has visto? En todos los periódicos...
Nuevo campeón de la UFC: William Evans. ¿No es fantástico?- el hombre siguió leyendo, pausó un instante y se tocó el mostacho. Alzó la mirada sobre las gafas bañadas en oro y musitó, de forma seca-. Aún así, no fue el combate de la noche, se te veía desganado, ¿qué pasaba?
El luchador, muy fornido y alto, se aproximó a la mesa donde estaba su Mánager, golpeó la madera con rabia y dijo:
-Desde luego, pero Mike... No creo encontrarme bien para la rueda de prensa de esta tarde. Me noto algo extraño... Y no, no son nervios.
-Serán ganas de fama... ¡Nadie tiene suficiente, créeme! A mí me parece que deberías comerte a los periodista. ¡Je!- soltó una carcajada y se relamió los labios. Hizo un chasquido y me dio un par de palmadas en la nuca-. Tu padre estaría muy orgulloso de ti. Qué pena que no esté entre nosotros...
El luchador tomó pose orgullosa, pero al poco tiempo se encorvó y le dirigió una sonrisa cerrada a su entrenador.
-¿Sabes qué? Tuve suerte de tenerte cuando falleció mi padre.
-La verdad... Tu padre y yo luchábamos juntos en una compañía de lucha canadiense. Pero no conocía casi a tu padre, tan sólo nos reuníamos para entrenar. Recuerdo verte envuelto en una manta y metido en un carrito cuando nos hicimos campeones... Un día, tu padre no se presentó, y le encontramos muerto, a tu lado. Llorabas como un descosido, así que decidí acogerte. Y mira dónde has llegado.
-No se podría decir que he tenido una infancia alegre... Pero por una vida desgraciada, hay cien felices, ¿no es así?- Mike arrugó la frente, asintiendo, sorprendido-. Bueno, será mejor que desayune, se hace tarde...
-No te preocupes por la rueda de prensa- William se sorprendió por la frase de Mike, y dejó de echarse leche en su taza. Su ceja derecha se levantó y soltó un corto y directo
"¿Qué?". Mike agachó la cabeza unos instantes y prosiguió:-. Tienes mi día libre; iré como representante. Dentro de poco tienes tu inauguración como campeón y no quiero que estés agotado. Será mejor que pases hoy el día aquí...
-Pero Mike, no estás para esos trotes, tienes...- el anciano le tapó la boca con su periódico.
William se echó atrás, como si supiera que había ofendido a Mike.
-Sé la edad que tengo, William... Y no puedo contarlos con una mano...- se levantó y abrazó a su pupilo-. Duerme un poco, te viene bien descansar.
Con ayuda de un bastón, Mike abandonó la cocina y se sentó en un sillón. Cerró los ojos y durmió... y durmió... y durmió...