Mi hermano me despertó, alterado. Intenté decirle que se fuera, pero solo articulé una especie de gruñido, imposible de entender. Me retiró las sábanas y al instante noté el frío. Abrí los ojos vagamente, cegado por la luz, para volver a taparme y acertarle con el cojín en su cabeza. Pero no se fue. En cuanto volví a cerrar los ojos noté sobre mi cara el agua helada y me levanté a toda prisa para atizarle, cuando me señaló la ventana y dijo:
-Mira, está nevando.
En efecto, estaba nevando. El primer día de invierno y nevaba. Acerqué una silla a la ventana para observar cómo los copos se deslizaban suavemente por mi ventana y cómo se acumulaban sobre el suelo. "¿Por qué a la gente le gusta algo tan frío, que provoca tantos accidentes y muertes?", pensé.
-Te voy a meter un bolazo en toda la cara-me advirtió mi hermano, evadiéndome de mis pensamientos.
-¿Eso antes o después de que te haga comer toda la nieve del barrio?-. contesté, sonriendo.
-Ni en tus sueños.
Pero ese no era el plan que tenía para aquella tarde.
Había quedado con Clara, con la que había entablado amistad hace un par de semanas, y con unos amigos suyos. No acostumbraba a salir, era distante, hasta que la conocí. Me empezaba a gustar.
Llegó la tarde y me encontré con Clara y me presentó a sus amigos.
-Hola Sergio-me saludó- Estos son Mario, Alberto e Inés.
Les saludé y nos dirigimos a nuestro destino.
El plan que tenían era pasarse la tarde en un local, bebiendo alcohol, algo habitual entre adolescentes. A mi no me gustaba demasiado, por lo que no bebí, y Clara también decidió no hacerlo.
Me sentía a gusto, teniendo a Clara cerca. Era como si estuviese en otro planeta, alejado de la realidad. Constantemente la lanzaba miradas furtivas, y aunque no lo viese, tenía la impresión de que ella hacía lo mismo.
Pusieron música y Mario e Inés empezaron a bailar.
Una luz de esperanza se encendió en mi interior cuando Clara me invitó a bailar. Bailamos durante casi toda la tarde. Empezó a sonar "Always" de Bon Jovi y ella me abrazó. Se me erizó el pelo, nos miramos fijamente a los ojos. Sus ojos verdes me hacían estremecer. Se inclinó hacia mi y el tiempo se congeló cuando sus labios rozaron los míos, el universo se detuvo para mí. Una cálida sensación inundó todas y cada una de mis células. Fue entonces cuando supe que jamás olvidaría ese día y aún menos, ese beso.
Aquel día comenzaba el invierno, pero para mí, era el comiezo de algo más que una amistad.