Mi primer relato... espero que me haya salido bien.
Undín, la ciudad olvidada.
Hace cientos de años, en un mundo donde las voces de los humanos y la de los Dioses se enfrentaban en guerras, nació una ciudad, la ciudad de Undín.
La gran ciudad de Undín estaba formada de enormes edificios de piedra, calles repletas de árboles siempre verdes y adoquines rojos, una gran muralla que defendía la gran ciudad. Pero entre todas las construcciones, en medio de la gran plaza mayor, se hallaba la Estatua de las Estrellas.
La estatua se trataba de una mujer joven de pelo liso y ojos serenos mirando hacia el cielo azul con las manos entrelazadas, como si estuviera rezando. Se trataba de la diosa Undín, diosa de las estrellas. La gente se arrodillaba ante ella por la noche, ante la tenue luz de las estrellas, para rezar y pedir un deseo a las estrellas.
Pero debido a las constantes guerras entre los humanos y los Dioses, la ciudad fue destruyéndose, y los habitantes de Undín se iban yendo de la ciudad uno a uno, para que sus familias no corrieran peligro, hasta que la ciudad quedó desierta.
Las calles ya no eran las de antes, los adoquines, destrozados, ya no eran del rojo vivo que lo cubría, sino de un tono negruzco. Los árboles estaban cortados y arrancados de sus sitios. La muralla estaba derrumbada como si una enorme mano la aplastara. Pero la estatua de la Diosa Undín se hallaba intacta, sin embargo, aunque no lo pareciera, el rostro de la joven labrada en piedra parecía hacer una mueca de dolor, como si llorara. La ciudad estaba cubierta por una niebla grisácea que le daba un ambiente triste y tétrico, desierto.
Mientras tanto, en una aldea perdida en el rastro de las guerras, una niña se hallaba tocando la lira. La melodía resonaba en el patio de su casa, a la cálida luz del sol mañanero. Cuando terminó la canción, miró hacia el cielo. “Cuando terminará esta guerra” pensó, pero por mucho que quisiera, una guerra así no terminaría hasta el fin de los tiempos.
Se fue del patio, y entró en su casa, se puso sus prendas como hacía siempre, cogió su lira, y se marchó.
Los dorados rizos le ondeaban a la suave brisa que hacía. Salió de la aldea, y se dirigió a la ciudad olvidada que anteriormente se conocía como Undín.
Lo realizaba todos los días, se dirigió a la triste ciudad, y, caminando por las desoladas calles, avistó por fin la plaza mayos, y con ella, la estatua de la Diosa.
Se arrodilló ante ella y rezó hasta quedarse dormida.
Cuando despertó, ya era de noche, la tenue luz de las estrellas brillaba en el cielo despejado. La niña volvió a rezar a la estatua, pero ésta ni se inmutó. Unas lágrimas asomaron en su cara, una, dos, tres… y empezó a llorar hasta que se calmó, y se fue.
A la noche siguiente, volvió a la ciudad, se arrodilló ante el altar, y rezó de nuevo. Una vez más, la estatua no hizo ninguna señal. La niña se fue, pero antes de irse, sacó su lira y comenzó a tocar.
De sus dedos surgía una triste melodía, la melodía empezó a oírse por toda la ciudad. Cuando, de repente, de la estatua salieron pequeños destellos dorados, las ruinas de los edificios también comenzaron a brillar con una pequeña luz dorada, y pequeños haces de luz nacían de la lira.
Pero la niña hizo caso omiso a las señales, seguía tocando. Al igual que de la lira, de la niña también nacieron destellos, poco a poco. La ciudad empezó a brillar más intensamente y las últimas notas llegaban.
Cuando la última nota sonó, la estatua y la ciudad entera resplandecían con un tono dorado. Una voz salió de la estatua.
“Tu deseo será concedido”
La ciudad se iluminó con un gran resplandor y el cuerpo de la niña desapareció.
Las primeras luces del alba iluminaron la ciudad de Undín, pero ya no era la misma.
Los edificios y las casas estaban cubiertos de oro y piedras preciosas, las calles estaban pavimentadas de mármol pulido, y de los frondosos árboles nacían frutos y flores de muchos colores.
En el centro de la plaza mayor, donde antes estaba la estatua de Undín, se hallaba labrada en piedra una niña de pelos rizados, sosteniendo una lira junto a ella.
Debajo de la estatua se hallaba un grabado.
“Guardiana de los la ciudad de Undin, ciudad de los Dioses y los humanos”
Aquel día, la gran guerra terminó, y nació una época de paz y prosperidad.
