XVIII
i- El pintor hereje Dichos menesteres no eran más que beber en donde laboraba un tabernero siempre de mal humor, el viejo Grigori. Nada más vernos entrar masculló: “Pero si es el dúo brocha gorda. ¿Esta vez no viene el maldito mentiroso con ustedes? Os diré que no acepto otro de sus patéticas y demenciales pinturas como pago, así que largo”. Había dicho eso en recuerdo de una ocasión en la que pagamos con una obra irrisoria, una de las casi cien versiones de
El rapto de las sabinas que había pintado el canalla Oleshka. ¡Dios! Jamás conocí alguien más obsesionado con el tema.
— ¡Calla, abuelo! –Contestó desafiante el libertino- Mi amigo y yo venimos de muy lejos y tenemos la garganta seca.
— ¿Con qué piensan pagarme ahora? –contestó el viejo mientras frotaba su arrugada frente con una estaca nudosa que solía usar para aporrearme cuando bebía y no pagaba o cuando ocurrían cosas- ¿No será con eso, verdad? –Señaló con la misma estaca los cuadros que llevaba bajo el brazo.
Sin proferir maldición alguna de las incontables que se agolpaban en mi mente le di más de diez rublos. Al poco rato estábamos henchidos de licor hablando con perfectos desconocidos.
—¡ Novodevíchi! ¡Vaya broma! Esos clérigos sólo usan su imagen de piadosos para ganar dinero gratis. –Vociferó el libertino.- ¡Y piden demasiado para un ícono: no beber en el trabajo, no dormirse en el trabajo, no estornudar, no gritar improperios! ¡Yo hago lo que quiero cuando quiero!
— ¿Y qué harás ahora? –Pregunté- ¿Vas a pintar otro
rapto de las sabinas? A buena hora los romanos decidieron dar fuente a los desvaríos de un artista borracho y hereje.
—Sí, ¿Qué harás ahora, pintor borracho y hereje? –Repitió al unísono un grupo de bebedores que estaban justo detrás de nosotros.
—¿Yo? ¿Borracho? ¿Hereje? ¡No! Soy tan seguidor de la Iglesia Ortodoxa como cualquiera de ustedes. Y sólo bebo cuando mis heridas del espíritu no sanan. Además ¿Qué pecado existe en inmortalizar el Rapto de las sabinas? ¿Soy su enemigo por decir la verdad sobre Novodevích? No me gusta hablar de mí ante otras almas ¿No va a descollar entre todos los presentes el nuevo artista de los Alov? –Reviró.
— ¿Demostrar qué? –Respondió el coro.
— ¡Si no me dan una bebida, no lo haré! –Exclamé visceralmente.
—Aquí está, ahora sí, ¿Qué es? ¡Hip!
— ¡Prestad todos atención! Mi amigo va a hacer lo que ningún hombre en la tierra ha hecho jamás. Va a beber todo el vodka que se les ocurra ¡Hip! y lo va hacer boca abajo apoyado en ambas manos.
Fue penoso. Sí, podía hacer bastante bien eso. De hecho, era de las pocas cosas que sabía hacer bien. Para amenizar más el acto, se me ocurrió hacerlo al momento de dar una voltereta. ¡Claro que podía hacerlo, incluso cuando el alcohol se me subía a la cabeza!
ii- Cara de tortaHabíamos montado una especie de circo en ese lugar decadente. Unos sabían burdos trucos de prestigitación, otros podían comerse su capote y su sombrero, otros más eran volatineros y mil curiosidades más. Sólo había tres borrachos, apartados de todo, con la expresión más triste que pudiera imaginar. Creo que le llamaban Iván Chirkoff. Le acompañaban otros dos, mucho más serenos.
Me aparté del grupúsculo. Y me arrastré como un nefando roedor junto al trío, inquiriendo sobre la causa de la notable abulia de uno de ellos.
—Tiene un hijo, un niño de casi nueve años. –Susurró uno de los del trío- Y el pequeño no ha regresado a casa desde hace tres días.
—Está muy encolerizado, aunque no lo aparente. –Interrumpió otro– No tiene la menor idea de que pudo ocurrir con su hijo -¡Hip!-.
–¿Tendrá algo que ver con –¡Hip! – las huestes de extranjeros de pronto nos invaden? –Se unió a la conversación uno de los saltimbanquis. Pronto el improvisado espectáculo se desmoronó y todos sus penosos participantes se arremolinaron en torno de Iván Chirkoff.
—¡Sí, es verdad! –Vociferó un jovenzuelo- ¡últimamente se ven muchos sarracenos y tártaros por aquí! ¿Vendrán a enrolarse en el ejército? ¡Hip!
—No, ¡Hip! Yo les he visto y digo que no todos son de Tartaria. –Contestó alguien- Hay muchos que me parecen del Tíbet, de Manchuria, de ¡Hip!..
—¡Para mí todos son -¡Hip!- iguales, con esa cara de torta que tienen! -Respondí- ¡Que les envíen a Kazán!
—Sí, ¡Hip!, el pintor tiene razón. ¡Cara de torta! -Respondieron todos a coro.
—¿Serán hijos de matrimonios mixtos? –Preguntaban algunos-
—No, estoy seguro que al menos no son hijos de los amarillos de siempre. Podrían ser de Sajalín, sospecho. –Añadió algún borracho más-
—¡Qué tontería! –Aulló alguien- ¡Más me inquieta el jaleo que hacen por la noche que sean de algún lugar en el culo del Oriente! -¡Hip!-
—¡No olviden a los -¡Hip!- polacos!–Alguien gritó.
—¡Lo que faltaba! ¿Y qué de los miserables franceses? –Añadió una voz.
—No, no he visto ni un solo -¡Hip!- francés –Respondí.
—Yo les he visto en compañía de -¡Hip!- unos sarracenos y otros que parecen de -¡Hip!- Karelia.
iii- La Rusalka—El otro día yo vi una -¡Hip!-
—¿Una “¡Hip!”? -Preguntamos todos a coro-
—Sí, una -¡Hip!- una -¡Hip!-..una -¡Hip!-
—¡Habla -¡Hip!- ya de una buen vez, hombre! –Seguimos reclamando-
—Una -¡Hip!- una -¡Hip!- una -¡Hip!- una …
Rrrrussssssaaaaaalkaaaaaa -¡Hip!-
—¿Una
Rusalka? ¡Vaya tontería! –Todos estallaron en risas-
—¿No habrás visto también algún -¡Hip!- gnomo con bigotes muy largos? –le pregunté burlonamente.
—¡Afortunado! -¡Hip!- yo lo único que veo cuando bebo es la cara de mi -¡Hip!- esposa enfadada. -Añadió uno de los acompañantes de Chirkoff.
—¿Y cómo era -¡Hip!- -¡Hip!- -¡Hip!- la -¡Hip!- r
usalka que has visto?
No tengo memoria de que fue exactamente lo que dijo el desconocido, pero justo en ese momento más de una cara burlona se trocó por una expresión de angustia. Se intercambiaron algunos chasquidos de incredulidad seguidos de risas nerviosas y la palabra “Tonterías” pronunciada entre dientes.
Yo no entendía qué pasaba ahí. Volteé donde estaba Oleg y me encontré con un hombre pálido como la cera, meditabundo y tembloroso.
Iván Chirkoff, que hasta el momento había permanecido sin pronunciar palabra, gritó encolerizado “¡Os burláis de mi desgracia!” Y se puso a propinar golpes y puntapiés a cuanto infeliz se cruzara en su camino a la salida. Salió sollozando a la calle.
iv- Trance-formación—¿Qué es eso en el suelo? –Graznó un individuo de estatura extremadamente baja-
—Parece un líquido - contestaron todos a coro.
—¡De nuevo! –Pensé al darme cuenta que una inexplicable sensación de frío en las piernas y un goteo con procedencia de una gran mancha en mi ropa. Era otro curioso fenómeno, producto de beber más de lo habitual. Y que me había costado muchos golpes con una estaca.
Esa noche no fue la excepción y tanto Oleshka como yo terminamos con las costillas medidas. El viejo Grigori al menos fue lo bastante gentil como para lanzarme mis dos cuadros a la cara.
—¡Siento lo de esta noche! –Se disculó Oleg- Para demostrar que soy un amigo verdadero y no como ese Mishka podrás pasar esta noche en la cocina de mi casa. Es un lugar muy tranquilo y cálido, ya lo verás. -¡Hip!-
—Pero ¿Qué.. es lo que has visto, en la calle, esta tarde? –Respondí tratando de no vomitar-
—Sólo te diré que mejor será para ti renegar de todos los tratos que hayan sido mediados por Mishka. En cambio yo ¡Hip! Soy tu hermano, somos del mismo gremio -¡Hip!- ¡Hip!- ¡Hip! -¡Hip!- Los dos pintores brocha gorda.
Marchamos abrazados y entonando una desentonada melodía de mi invención:
El kolobok hace chu-chu-chú. El kolobok hace chu-chu-chú.. Sí, soy mal pintor y peor músico.
—Tienes una casa muy buena, -¡Hip!- ¡No te pagaban mal por los íconos! –Ladré al ver la supuesta casa de mi viejo compañero.
—Sí, -¡Hip!- lo que digas. ¿No, -¡Hip! me ayudas a abrir? Es que no encuentro la -¡Hip!- llave y la cerradura no deja -¡Hip!- de moverse.
—No seas bruto -¡Hip!- la cerradura no se mueve. Es la condenada puerta la que no deja de -¡Hip! bailar –Sobra decir que estaba bastante embrutecido. ¡Duden de mi veracidad si así lo desean! Pero no sólo recuerdo aquello, sé que es la verdad, la dolorosa verdad!