I have taken a new chapter for you.
Capítulo 6-La Ciénaga de KadmiaUna vez abandonaron el bosque, esta vez llenos de serenidad y calma, y, sin ningún sobresalto ni sorpresa, empezaron a andar hacia la ciénaga, que, por un motivo antinatural, olía bien y, no provocaba ninguna molestia en los orificios nasales, algo extraño con la cantidad de olores que abundaban en aquel pantano. Jiiro notaba algo familiar en aquel lugar pero no podía saber el que, era como si ya hubiera estado allí antes, pero él no se acordaba, y, mientras andaba ensimismado, algo le hizo perder el hilo de sus pensamientos, Emonga había salido de la PokéBall y estaba jugueteando por encima de las envenenadas aguas de la ciénaga, Jiiro la miró maravillado, hasta que, una mano salió de el fango y cojío a Emonga. Un Muk emergió de las aguas y agarró a la ardilla voladora, por un momento, a Jiiro se le cortó la respiración y, por la falta de oxígeno, se desmayó. Se despertó en el mismo lugar donde había perdido el conocimiento, pero, ahora se encontraba mejor, el Muk le había salvado la vida obligandole a respirar su fétido aroma que, entre otros componentes, tenía oxígeno. Se levantó e, impulsado por Emonga comenzó a andar, Muk les siguió, pero su aroma no molestó a Jiiro, puesto que este ya se había acostumbrado. Pasaron alrededor de lagos, charcas y charquitos y, finalmente llegaron a una especie de colina que, como todo el pantano, estaba plagado de agua fangosa y veneno, pero, la larga caminata hasta aquel lugar mereció la pena, el negro cielo de la ciénaga podía parecer opaco y sin vida pero, bajo el resplandor de la luna, millones de Volveat, Illumise, Emonga, Butterfree y otros pokémon bicho bailaban con ágiles movimientos, llenando el negro cielo de tenues puntos de luz, que, en conjunto mostraban el espectaculo de colores más bello que Jiiro había podido contemplar jamás. Se encontraba maravillado y, aquellas luces le recordaban los momentos vividos junto a su pueblo en la hoguera, cuando todos estaban juntos y felices, en armonía. Algo distrajo a Jiiro de los hipnóticos baile de los pokémon voladores, un chillido desgarrador lelnó el cielo nocturno y, al darse la vuelta, comprobó que un disparo venenoso había acertado y dañado a su Emonga. Jiiro se puso lo suficientemente nervioso como para que un segundo disparo le diera a él y, antes de perder el conocimiento, vió a una mujer vestida de amarillo aparecer entre las sombras.