Capítulo 1.0
Plan de huida
Nowan era una ciudad preciosa. La belleza natural contrastaba con las máquinas y la tecnología punta del lugar. Se habían insonorizado los aparatos eléctronicos y demás, de modo que la contamiación acústica era baja. No vertíamos residuos a las aguas, no contaminabamos, en resumen.
Era la ciudad perfecta, escepto por el hecho de ser aburrida. Las máuinas nos daban poca libertad, y no veía nada nuevo.
He de decir que aún así sí que era muy tranquila. Era relajante vivir en ese lugar.
Tenía amigos y iversión en pequeñas dosis, me gustaba mi forma de vivir, la forma que teníamos de vivir.
Pero por culpa de asuntos políticos que ningún civil conocíamos exactamente de que se trataban, estallamos en guerra, los hombres mayores de edad tuvieron que aprender a luchar y a manejar armas contundentes y de fuego. Luchamos contra otra nación costera anexa a la nuestra que tenían tecnología más desarrollada aún, con armas especialmente destructivas.
Nowan quedó arrasado, convertido en cenizas, de modo que tuvimos que trasladarnos a otro lugar en el que vivir.
Desgraciadamente llegamos a Ciudad Baja* donde la pobreza alcanzaba unos niveles altísimos y la gente principalmente vivía en mitad de las calles y su comida se ubicaba en las basuras de callejones y aceras. Su hogar eran casas de cartón o cubos de basura, si tenían menos suerte. A veces las ruinas de una casa servían para un par de familias, y era el mejor hogar que se podía pedir si eras tan pobre como lo era yo.
Al llegar a aquel lugar no teníamos ni un solo Daz* , de modo que nos convertimos en vagabundos al igual que la mayoría de la gente del lugar. Vivíamos de comer mondas de naranja podridas y demás asquerosidades.
Cuando me cansé de aquella vida intenté salir por todos mis medios de aquel lugar, pero al parecer alguien no me lo permitía.
Al parecer el dueño del lugar solo permitía la entrada al lugar, no dejaba salir a nadie. Era como una cárcel, pero peor, mucho peor.
Ya desesperado, sin contacto con mi familia, a la cual ya le había perdido el rastro hacía días, me metí en un callejón a llorar y a rrepentirme por vivir y haber nacido en aquel mundo. Amargamente tuve que levantarme y dejarme de lamentos. Tenía que salir de ese lugar por la fuerza o con un plan aunque fuera descabellado.
Investigar era la mejor opción para empezar. Podría colarme, por ejemplo, en un camión comerciante y huir cuando estuviera ya fuera de la ciudad, correr y alejarme de ese inmundo sitio.
Saber dónde estaba la sede política del lugar era el primer paso, pues así averiguaba donde podía enterarme de todo, de las entradas y salidas del lugar, porque evidentemente tenían que comerciar con algo, de algún lugar salía la basura.
Pregunté a las primeras personas que vi, pero la mayoría no tenían ni idea. Excepto una persona, una señora con el pelo recogido aunque corto, un delantal con manchas de grasa y aceites, unas pantuflas rosas y una camiseta publicitaria.
???: ¿Qué si lo se? ¡Pues claro! ¡Está lejos! ¡Está al final de la calle, pasao el Vertedero Central!
Tenía un acento pueblerino y una voz altísima, yo evidentemente ni le di las gracias, simplemente salí disparado hacia allí. Lo único que hice fue levantar el pulgar en señal de "gratitud".
Pasados edificios y solares roñosos tuve que saltar una pila de basuras y desechos llamado Vertedero Central. Me clavé algún que otro cristal minísculo en la zapatilla que no la atravesó, por suerte, pero entre latas de refresco y demás objetos de ese estilo me hice arañazos en los pantalones y varias heridas. Por suerte en Nowan me vacunaron contra todo tipo de enfermedades.
Pasada la montaña de basura un edificio asqueroso pero no tanto como los demás estaba rodeado de algo de vegetación.Era una casa de unos tres pisos con una fachada negra y las ventanas medio rotas, unas banderas rasgadas colgaban de mástiles minúsculos en el alto del edificio. Era la sede política de Ciudad Baja.
Pasar iba a tener sus múltiples riesgos como lo fue el que había dos guardias en la puerta, y eso me impidió pasar. En un principio.
Pasar desapercibido de los guardias fue fácil. Seguidamente, con mis dotes alpinistas, escalé la fachada del edificio y me paré agarrado fuertemente al pestillo de la ventana en esta misma, a escuchar la conversación de hombres trajeados.
Hombre 1: Sí, sabemos que esta ciudad vive en la inmundicia, pero no podemos hacer nada.
Hombre 2: Abandonarla y fundar otra en un sitio con gente más civilizada que no tire porquerías y luego se las coma pues sería un buen comienzo.
Hombre 1: Podemos salir disimuladamente en coche...
Hombre 3: -interrumpiendóles- Nadie tiene coche en este vertedero, se darían cuenta.
Hombre 2: Tenemos un camión blindado, o un coche azul celeste de marca.
Hombre 3: Pues así lo haremos, en la noche cogeremos el camión y saldremos de aquí con los guardias, nadie se dará cuenta.
Después de que los tres hombres sonrieran y salieran de aquella sala, bajé de la fachada y tracé un plan que me sacaría de aquel sitio de una vez por todas.
* Ciudad Baja: Dado a su estatus social y económico se le conocía con ese apodo y desde entonces su nombre.
* Daz: Moneda que se utilizaba por aquel entonces.