CAPÍTULO V-bis
El maestro de los corazones
Cronos se acercó, con respiración entrecortada por haber corrido en exceso. Estaba en un lugar oscuro, que pese a tener múltiples lámparas, no recibía luz alguna. La causa era que las paredes, suelo y techo irradiaban pura oscuridad.
Se acercó a unas interminables escaleras, que pese a su cansancio, subió corriendo. Al terminarlas una armadura fantasmal le prohibió el paso, poniéndose al frente de la puerta que coronaba la montaña de escaleras.
-¿Quién va? -Pese a que Cronos sabía que nada le iba a hacer el espectro, cada vez que emitía aquel gutural graznido para identificarle se estremecía.
-Soy Cronos, el aprendiz del Maestro.
-Puedes pasar.
El enorme y siniestro pórtico se desvaneció ante sus ojos. Pasó adelante, atravesando al soldado fantasma.
Llegó a un salón, con un trono, todo de rabioso color oscuro. En el trono, se sentaba un hombre con un traje negro y una capa de rey morada. Su piel color roble contrastaba con una barba blanca. El hombre, que parecía anciano, carecía de pelo y tenía unos ojos color avellana que parecían ver más allá de tu alma, de tu ser completo.
-Maestro.
-Dime, pupilo Cronos. -su voz era áspera y propia de un anciano, pero hablaba con la arrogante firmeza de un joven rebelde.
-Sefirot ha resurgido.
El hombre, que había permanecido con la cabeza gacha, miró a Cronos. Siempre que le miraba, al ténebro le recorría un escalofrío por el dorso.
-Bien, el plan comenzará en breve. ¿Sabes algo de los otros dos arcanos?
-No, señor.
-Bueno. Puedes ir.
-De acuerdo, Maestro...
-¿Maestro?
Cronos se quedó paralizado de terror. Los ojos del anciano se clavaron en los suyos, como dos puñales. Éste soltó una carcajada.
-Oh, no es posible. ¿Mi mejor pupilo también cree en las absurdas supersticiones sobre que una maldición pesa en mi nombre? Te diré algo, Cronos: Puede que una maldición pese sobre mí, pero mi poder no se pondrá a temblar ante una maldición.
Silencio.
-Di mi nombre, Cronos.
Sudor apareció en el rostro de aquel desdichado guerrero.
-¡Dilo!
-Sí, Maestro... -Tragó saliva- Maestro Xehanort.