Bien, tras ver la lucha pokexperta, our history, etc. y en mi afán de hacer varias cosas a la vez, creo un fic (sí, OTRO) en el que aparezcan users. Comenzaré:
PRÓLOGO
Todo fue como un día normal. Al llegar al colegio, bromeé con mis amigos. Luego, blasfemé por la avalancha de exámees que se nos acercaban y lidié con los que tuve que hacer. Al llegar a mi casa, me conecté a mi web favorita, Pokexperto. Revisé los temas. Mis pedidos de firmas, sin hacer. Mi fic, sin comentar. Un par decomentarios en el juego que creé en el Manicomio. Aún nada interesante en el Ágora. En Estrategia Pokémon, críticas. Todo era normal hasta que un chispazo apagó el ordenador y encendió la piel de mi mano. Me referí, de forma bastante obscena, a Bill Gates y el resto del día siguió la rutina.
A la noche, fui al baño a ducharme. Me miré la mano quemada por el ordenador. Un color rojo indicaba lo que le había ocurrido horas antes. Qué extraño. Parecía como si la quemadura se deslizase por mi mano, de un lado para otro. Bah, el vapor de la ducha no me dejaría ver bien.
Me metí en la cama. Me dormí.
"Bienvenido, guerrero."
-¿Qué?
"Tu destino está sellado."
-¡Muéstrate, cobarde!
"Deberás luchar y ganar a todo user para demostrar tu valía."
-Estoy delirando.
"Suerte, y forja tu destino en la fragua de la grandeza."
-[…] Estaré durmiendo. Ay, dios mío...
A la mañana siguiente, lo primero que noté fue agua. Estaba mojado.
Más tarde sentí que estaba en un suelo, pues era más duro que el colchón en el que comencé a dormir.
Temeroso de que mi casa estuviese inundada, me desperté. Vi una extensión gigantesca de suelo blanco de un extraño material irreconocible. Sólo unas pocas columnas derruidas, que parecían esculpidas desde el suelo, decoraban el paisaje.
-¿Dónde estoy?- Más sueños. Una noche larga, de verdad.
-En Destino.- Me contestó... ¿Mi mente?
-¿Destino?
-Aquí están todos los marcados de Pokexperto. -miré mi mano quemada y distinguí un círculo rojo perfecto- Debes luchar.
-¿Luchar? ¿Cómo?¿Por...?
-Son muchas tus preguntas, y ninguna respuesta deben tener. Lucharás, te aliarás con unos y te enemistarás con otros. Escribirás tu destino. Buena suerte, CPU.
-¡No...!- La voz se apagó. Comencé a pensar:
«Ay, madre... no sé cómo puede ocurrir esto. Luchar... ¿Cómo voy a luchar?» Decidí incorporarme y descubrí que mi vista se alejaba mucho del suelo. Además, llevaba un extraño traje vaquero. Noté un peso en la espalda. La palpé. Noté una funda de espada. La desenfundé. Era grande, de hoja muy ancha y europea, de dos filos. De repente, la espada se partió en dos, dando lugar a dos espadas más pequeñas. Las volví a unir. Un hermoso zafiro redondo brillaba en la guarnición. En el tercio medio vi mi reflejo. Tenía el pelo negro, en mechones caídos hacia atrás. Era moreno y tenía los ojos verde esperanza. Un pendiente blanco adornaba mi oreja derecha.
-S-soy Zack Fair- Dije, emocionado.
En mi mano brillaba algo. Era una esfera diminuta azul. Ésta se puso a brillar y un chorro de agua salió de mi mano.
-Pistola agua... -Murmuré- ¿Seré tipo agua? -acto seguido grité- ¡Torbellino!
Un tornado de agua y burbujas se formó frente a mí.
-Guau. -Fue lo único que conseguí decir. Era un guerrero capaz de atacar como un Pokémon tipo agua. Recorde las palabras de la voz:
«Debes luchar.»
Y lo entendí. Debía buscar otros users, «Te aliarás con unos y te enemistarás con otros.».
Partí, por ese extraño páramo.
CAPÍTULO I
Choque
Un choque de armas hizo que saltaran las chispas y que uno de los dos hombres que lucharan saliera despedido por los aires.
Ese hombre era AngelFS. Lucía un voluminoso cabello rubio y, en su curtida cara, dos ojos de color aceituna. Era un eléctreo, pero apenas usaba la magia. Era fiel a sus dagas, y juró serlo hasta su vuelta a casa.
Su contrincante era el géleo Pokéermago. Frío como el cristal de su espada y sus conjuros de hielo, era infalible en cuanto a la táctica.
-¡Viento Hielo!
Una brisa nívea plagada de cristales de hielo le elevó hacia su rival. Tras envolverse junto a éste entre los vientos que invocó, comenzó a asestar estocadas dignas del más diestro paladín. AngelFS parecía frágil como un cristal.
Pero todos sabemos que los cristales cortan.
-¡Chispa!
Un fulgor áureo brotó de su interior y se expandió a la velocidad de lo que era: pura energía.
Al golpear a su rival, el viento cesó. Ambos luchadores cayeron hacia el suelo.
Ambos impactaron.
Los dos users yacían, casi inconscientes, pero con una certeza clara: Aquel que se levantase el primero tenía la batalla en sus manos. En cuestión de milésimas, los dos guerreros estaban levantados y corriendo el uno hacia el otro: AngelFS, dagas en mano y Pokéermago, cargando un ataque.
Justo cuando Pokéermago invocó Carámbano, AngelFS saltó hacia él. Destrozó todos y cada uno de los carámbanos que lanzaba el géleo. Y se abalanzó sobre él.
-Rayo Aurora. -murmuró insensible.
Un anillo arcoiris congeló al eléctreo. Al tener a su enemigo indefenso, le lanzó lejos de un espadazo. Cuando él estaba en el aire, Pokéermago remató.
-Canto Helado.
Unas afiladas espadas de hielo surgieron de un aspaviento del géleo, llegando hasta AngelFS.
Impactaron.
Y el rival cayó.
Se encontraba en el suelo, inmóvil, casi inerte. Su rival se acercó a él. Una larga túnica azul celeste se fundía con el aire, lo que junto a su pálida tez y su pelo azul le confería aspecto de fantasma. Lo único que le diferenciaba de un fantasma eran sus dos ojos rojo sangre. Cuando se acercó a su rival y alzó su espada , éste gritó:
-¡Cambio Voltio!
Explotó en un millón de chispas que se rematerializaron en su espalda, formando otra vez su fornido cuerpo. Luego, posó su mano en el desconcertado enemigo y le soltó una descarga terrible, gracias a su habilidad de transformar su energía vital en electricidad. Pokéermago sufrió, pero apenas retrocedió dos pasos. Luego, volvió a invocar Viento Hielo y se elevó por los aires. AngelFS, para no quedar en desventaja, decidió usar Levitón. Una funda de luz áurea le envolvió y le hizo flotar. Se alejó de su contrincante y asintió. El fin de esa batalla era justo en ese momento. Tras tomar carrerilla, fue a por su rival.
Este lo notó y reparó un ataque.
Al unísono, los guerreros invocaron un ataque:
-¡Puño Trueno!
-¡Puño Hielo!
Los puños del géleo y el eléctreo se tocaron; uno cubierto de neblina nívea, el otro con un potente brillo eléctrico. Los poderes de dos fieras fuerzas elementales enfrentadas entre sí. Un choque capaz de generar energía suficiente para destruir la Tierra. Pero eso no era la Tierra.
Era Destino.
El conflicto de elementos podría haber sido eterno, de no ser porque una fuerza prevaleció sobre las tres.
-Protección.
De golpe los dos ataques se cancelaron, y sus respectivos dueños se aturdieron.
Un hombre con una capa blanca y una camisa y falda de legionario del mismo color surgió de la nada. No se le veía la cara, la llevaba tapada con un turbante, al igual que el pelo. Sólo surgía un ojo negro e hipnótico.
-Soy el mensajero Aniwo. Veré si os debo entregar mi mensaje.
Extendió una mano hacia la dirección de AngelFS, y la otra hacia Pokéermago. De repente, estos se sintieron indefensos, como si, a pesar de sus poderes, sus armaduras o sus armas, tuviesen el alma al alcance de cualquiera. Se sintieron frágiles.
-No lo sois. Lo siento, pero no debo dejar pruebas de mi existencia. Nsuprem, destrózalos.
Un agujero de pura oscuridad surgió de la nada. De él salió un enorme Wyvern con dos cuernos y uno en el hocico. Su cuerpo estaba cubierto de escamas de color rojo sangre y de dureza casi igual a la de una piedra. Rugió, con una fuerza terrible y superior a la de mil gritos. Tras esto, Aniwo se metió en la grieta del aire, la cual desapareció. El dragón les miró, furioso.
-Tú, melena tinte, ¿Te alías conmigo? Quiero decir, para derrotar al bicho este. Soy AngelFS -Dojo AngelFS
-Al Wyvern. De acuerdo. Será divertido cooperar con un primate. Me llamo Pokéermago.
Dicho esto, ambos desenfundaron sus filos y miraron al dragón. Sería una batalla dura..
CAPÍTULO II
Sombras
Profesor era distinto. Buscaba la paz, pero a su manera. Sabía que aquel lugar no era el País de las Maravillas y que no comerían perdices. Al menos, él no era el Príncipe Azul.
Su pelo, de color rojo sangre, caía a cascadas por su espalda. Un mechón rebelde tapaba su ojo derecho. Éste, de color marrón, era el único visible, y una terrible cicatriz lo atravesaba. Milagrosamente, estaba intacto. Su otro ojo lo cubría una banda negra, que luego tapaba el resto del rostro. Una capa negra ocultaba la mitad de su cuerpo, y la mitad visible mostraba una armadura negra que ocultaba su mano. No era alguien con aspecto amigable. Mejor, decía él.
Lo peor es que su carácter le llevaba a la pelea. Creía en la ley de la jungla: sobrevive o muere. Y luego llegó Cronos.
Cronos era casi un calco de Auron, salvo por la falta de gafas y que el traje que mostraba era violáceo y azul marino. Evitaba el combate, pero cuando su vida dependía de ello o, como en este caso, un necio se lo buscaba, luchaba. Y su fuerza era venerable.
-¡Persecución! -Profesor se transformó en una sombra y se dirigió a una velocidad vertiginosa a por Cronos, el fántomo.
-Sombra Vil -se limitó a decir, y su cuerpo se introdujo en el suelo como si fuera agua. Profesor, sínestro, se quedó desconcertado.
-Lengüetazo.
Un látigo surgió de su sombra y le golpeó. De la sombra saltó Cronos, de cuyo brazo surgía el látigo. Siguió golpeando a Profesor. Después, él destrozó el flagelo con una garra.
Apenas en milésimas, había desgarrado el látigo. La capa estaba ondeando al aire, y dejaba ver cómo su brazo degeneraba hasta convertirse en una garra de metal negro brillante.
Cronos deshizo el resto del látigo en sombras, y recobró su brazo. Sintió tentativas de usar su arma, pero se detuvo. Decidió lanzar sólo ataques.
-Puño Sombra.
Un enorme puño fantasmal derribó a Profesor. Se levantó y se sacudió el polvo del hombro en actitud despectiva. Se lanzó a por él antes de que cargase un ataque.
-¡Golpe Bajo!
Una llama lavanda cubrió su garra y atizó a Cronos. Salió despedido muy lejos, pero se levantó como si no hubiera pasado nada. Le habló.
-He de admitir que me has impresionado.
Profesor se quedó desconcertado. ¿Acaso confiaba tanto en sus posibilidades como para charlar tranquilamente con él, tan cerca de la muerte como estaban los dos?
-Pero podrías hacerlo mejor. Eres demasiado mediocre como para sobrevivir en este mundo.
-Más te vale cerrar tu boca de bastardo o...
-Pero supongo que eso pasa con la mitad de desgraciados que están aquí. En fin, será cuestión de esperar a que os hagáis pedazos unos a otros hasta que sólo queden los verdaderos guerreros.
Profesor estalló.
-¡IDIOTAAAAA!¡TE CALLARÉ LA BOCA PARA SIEMPRE!
Cronos sonrió y chasqueó los dedos. Todo se oscureció.
-Tinieblas -Fue lo último que escuchó Profesor en su desenfrenada carga. Tras un rato corriendo, se frenó, sabiendo que no llegaría a ningún lado.
Reflexionó. Había usado Mofa, pero era un fántomo. Técnicamente, eso era imposible. ¿Cómo lo hizo?
-Idiota. No puedes luchar contra la oscuridad. Vas a morir.
El sínestro se puso en guardia. Contraatacaría enseguida, en cuanto su rival diese una oportunidad.
-Garra umbría.
Toda la oscuridad se arremolinó formando un cuerpo, que golpeó con una garra fantasmal surgida de su propia mano.
Profesor cayó. A poco que se levantó, Cronos dijo:
-Legado.
Después, su cuerpo explotó.
Antes de que la explosión alcanzase su malherido cuerpo, pensó en algo.
Su rival no había usado la espada.
CAPÍTULO III
Ángel de la guarda
Profesor cerró los ojos, esperando la muerte.
-¡Guardia Amplia!-Se escuchó una voz grave, pero reconfortante, que te mecía en sus palabras.
De repente, escuchó un ruido de rocas chocándose y dejó de oír la explosión.
-¡Huye!
-¿Quién eres?
-¡He dicho que huyas!-No levantaba la voz más que él, pero fue suficiente para que Profesor le respetase. Vio las paredes de roca que les rodeaban, y obedeció.
-Finta.
Dicho esto, sólo quedó un poco de humo negro simulando la silueta del sínestro.
Unos instantes más tarde, apareció en un campo desolado. Vio tres cadáveres, uno de ellos de una chica de cabellos rojos, ojos verdes y faz morena que le hizo sentir pena por la muerte de una dama tan bella. Eso le hizo recordar el motivo por el que debía volver a casa.
-Qué cruel es el destino. Causar la muerte a tres inocentes que no buscaban la guerra.
Profesor se giró. Un hombre alto, fornido y de cabello y barba entrecanos miraba al horizonte. Portaba una pesada armadura marrón brillante, y sus ojos negros parecían saber mucho, más de lo que cualquier hombre podría soportar. Llevaba una alabarda a la espalda.
-No siento pena alguna por ellos.
El rostro del hombre se ensombreció.
-Por desgracia, yo lo intento y no puedo. Soy Anthony.
-Profesor.
El viento sopló, agitando los cabellos de todos y levantando la capa de Profesor.
-Somos el bando malo de esta guerra.
-Explícate mejor.
-La luz nos molesta, odiamos ciertas buenas obras porque sí y las auras puras pueden matarnos.
Profesor recordó algo, pero ni siquiera él acertó a ubicar ese recuerdo. Era un recuerdo de puro odio.
-Sí, entiendo a lo que te refieres.
-Hay otra cosa fundamental: Nuestros recuerdos están escritos, y los de los guerreros de luz no. Ellos tienen que escribir su historia aquí, en Destino. -Anthony puso un amargo énfasis en la palabra "Escritos".
-Pienso acabar esta estúpida pesadilla ya.
-¡No! -Anthony se sobresaltó- ¡Joya de luz!
Un altísimo obelisco surgió del suelo, emitiendo un potente detello. Profesor se arrodilló, entre gritos de dolor. El obelisco volvió a su lugar: la tierra. El sínistro se volvió hacia Anthony, que tenía una expresión de profundo dolor en el rostro.
-Debo vigilarte.
-¿Por qué? No necesito niñeras.
-Me han encargado la misión de vigilarte.
-¿Quién?
-Alguien.
Profesor se apartó y le dio la espalda.
-No dejaré que me sigas.
-Ya sabes cuál es el castigo.
La mano de Anthony emitió una débil luz, reflejando que cargaba un ataque.
Profesor agachó la cabeza.
-Qué remedio. -Hizo un gesto con la mano y añadió- Sígueme.
Ambas sombras se alejaron, cuando el cuerpo de la chica se sacudió ligeramente...
CAPÍTULO V
El elegido del mundo
De repente, me vi teletransportado a un enorme edificio que recordaba a un hospital. Al principio me asusté, pero visto que era un personaje de videojuego y creaba huracanes de agua, lo dejé correr.
Caminaba con decisión, pero no tenía nada claro hacia dónde iba. Cada pasillo tenía varias puertas a los lados y desembocaba en dos pasillos, que eran idénticos, y así hasta la locura. De repente escuché un paso que no era el mío, y me pegué a la esquina. Busqué la piedra azul que me dejaba lanzar magias pero no la encontré.
"No la necesitas. Puedes lanzar magias sin ella."
Por un momento pensé que estaba muerto. Menos mal que una voz extraña en la que no podía confiar me avisó de que no pasaba nada. Por si acaso, cogí el arma de mi espalda. Me lancé a por él.
-¡No te muevas!
A unos pocos centímetros de la punta de mi espada había un joven, bajo, de cabellos rubios y ojos aguamarina. Un escudo engarzado en una ajorca le cubría el brazo, y con el otro sujetaba una espada corta broncínea.
-No quiero luchar.
Retiré mi espada.
-¿Quién eres?
-Axel, creo. -su voz temblaba, reflejaba su inseguridad.
Enfundé mi arma definitivamente.
Nos juntamos para cruzar aquel extraño lugar. Siempre será mejor volverse loco en compañía, pensé.
-¿Y te despertaste aquí?
-No, me desperté en una especie de explanada blanca cubierta de agua. Luego me encontré aquí de repente.
-Es de locos...
-¿El qué?
-Todo en general. No quiero luchar contra nadie, ni quiero enemigos. Quiero salir de aquí en paz.
-Comprendo. Pero debe de haber algo por lo que luchar. No creo que nos manden luchar porque... -una explosión derribó una puerta del pasillo.
-¿Qué ha sido eso?
-Una explosión, necio. -Solté irónico. Ni una carcajada surcó su rostro.
-Hay que entrar.
Salió corriendo, pero se quedó esperándome en la puerta. Me junté con él, y vi algo terrible.
Una silueta, corpulenta y alta, estaba atacando a unos espectros blancos que no desprendían ni un ápice de maldad. Explosiones y espadazos mataban a los indefensos seres sin piedad. No pude aguantarlo.
-¡Refugio!
Un escudo de agua se formó ante mí, absorbiendo el disparo que el hombre lanzó. Entonces le vi mejor. Tenía los cabellos grises plata, que le caían hasta la cintura de manera uniforme, como una cortina. Dos centellas, cuyo color oscilaba entre el verde y el gris, me miraron, pero no parecían reflejar sentimiento alguno. Una túnica negra le llegaba a los pies, y no dejaba ver su cuerpo. Si ese ser fue humano alguna vez, pensé, fue hace mucho tiempo.
Los espectros aprovecharon la confusión para huir. Justo cuando iban a alcanzar la puerta, el hombre apretó un puño con el brazo alzado en su dirección, y los deshizo en jirones de niebla. Un grito sin sentimiento brotó del lugar donde otrora estaban los fantasmas.
Axel gritó de impotencia y se lanzó a por él, furioso.
-¡Te vas a enterar!
Nada más tocarle, el hombre le agarró la cara. Invocó una explosión de fuego y hielo, que lanzó a Axel por los aires. Aterrizó en un rincón, inerte.
-Soy... el elegido... -La voz del guerrero sonaba fría, pero inequívocamente cuerda.
Me atacó con su espada, y bloqueé de improviso con la mía.
Comenzó una complicada danza de espadas, en la que, pese a que puse todo mi poder, el rival ganó. Lanzó mi espada por el suelo, y dijo:
-Vuelve a tu sueño.
Tras esto, su espada tomó un brillo acerado, casi blanco. Vi como la hoja se acercaba a mí, y en el momento en el que me tocó, me desfallecí.
Al despertarme, Axel aún seguía inconsciente. Me puse sobre él y musité:
-Acua Aro.
Un aura azul rodeó al joven, que se despertó, un poco malherido. De repente, saltó y gritó:
-¡No!
-Ya no está. -aseguré, aunque la destrozada sala demostró que antes sí que había estado.
-He de vengarme de él, y de las muertes de los visitantes. -juró el que decía que buscaba la paz. Luego añadió- Sé quién es.
-¿Cómo?
-Mis poderes, además de dominar el tipo Planta, son tener visiones de alguien con sólo rozarle y desearlo. Puedo descubrir su pasado, nombre y secretos. Por eso sé que eres CPU, y que a ti también te derrotó.
Atemorizado por si curioseaba algo más, retiré mi mano de él y corté el hechizo.
-Al intentar ver su mente, no había nada claro. Parecía un conjunto de recuerdos, como si fuese más que el conocedor de un secreto el libro en el que está escrito. Pero he podido ver un nombre claro.
-¿Cuál?
Dudó inexplicablemente antes de decirlo.
-Sefirot.
CAPÍTULO V-bis
El maestro de los corazones
Cronos se acercó, con respiración entrecortada por haber corrido en exceso. Estaba en un lugar oscuro, que pese a tener múltiples lámparas, no recibía luz alguna. La causa era que las paredes, suelo y techo irradiaban pura oscuridad.
Se acercó a unas interminables escaleras, que pese a su cansancio, subió corriendo. Al terminarlas una armadura fantasmal le prohibió el paso, poniéndose al frente de la puerta que coronaba la montaña de escaleras.
-¿Quién va? -Pese a que Cronos sabía que nada le iba a hacer el espectro, cada vez que emitía aquel gutural graznido para identificarle se estremecía.
-Soy Cronos, el aprendiz del Maestro.
-Puedes pasar.
El enorme y siniestro pórtico se desvaneció ante sus ojos. Pasó adelante, atravesando al soldado fantasma.
Llegó a un salón, con un trono, todo de rabioso color oscuro. En el trono, se sentaba un hombre con un traje negro y una capa de rey morada. Su piel color roble contrastaba con una barba blanca. El hombre, que parecía anciano, carecía de pelo y tenía unos ojos color avellana que parecían ver más allá de tu alma, de tu ser completo.
-Maestro.
-Dime, pupilo Cronos. -su voz era áspera y propia de un anciano, pero hablaba con la arrogante firmeza de un joven rebelde.
-Sefirot ha resurgido.
El hombre, que había permanecido con la cabeza gacha, miró a Cronos. Siempre que le miraba, al ténebro le recorría un escalofrío por el dorso.
-Bien, el plan comenzará en breve. ¿Sabes algo de los otros dos arcanos?
-No, señor.
-Bueno. Puedes ir.
-De acuerdo, Maestro...
-¿Maestro?
Cronos se quedó paralizado de terror. Los ojos del anciano se clavaron en los suyos, como dos puñales. Éste soltó una carcajada.
-Oh, no es posible. ¿Mi mejor pupilo también cree en las absurdas supersticiones sobre que una maldición pesa en mi nombre? Te diré algo, Cronos: Puede que una maldición pese sobre mí, pero mi poder no se pondrá a temblar ante una maldición.
Silencio.
-Di mi nombre, Cronos.
Sudor apareció en el rostro de aquel desdichado guerrero.
-¡Dilo!
-Sí, Maestro... -Tragó saliva- Maestro Xehanort.
