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Literatura y Fan Fiction / Re:[Fanfic] Pokémon Mundo Misterioso: Sons of Freedom
« en: 20 de Diciembre de 2015, 11:37:22 pm »Capítulo 3: TERRITORIOS MISTERIOSOS
Marvin se encontraba caminando en la más inmaculada de las blancuras. A su alrededor, nada más que puro color blanco, extendiéndose hasta donde le alcanzaba la vista. ¿Por qué seguía caminando entonces? No estaba seguro, pero algo lo impulsaba a avanzar, cada vez más rápido, por la blancura resplandeciente.
Entonces, se dio cuenta de que, en medio de la inmensa blancura, había aparecido una figura que no supo identificar. Suponía que era un Pokémon, pero no se parecía en absoluto a ninguno de los que conocía. Su cuerpo azulado tenía forma de luna menguante, al igual que su cabeza, de color amarillo, semejante a un pico, que mostraba un bulto rosa del tamaño de un puño. Además, dos arcos de color rosa brillante salían de los costados de su cuerpo, mientras un tercero salía de su espalda a forma de cola.
Antes de que Marvin pudiera darse cuenta, aquel Pokémon estaba frente a él, mirándolo fijamente con unos ojos hermosos y penetrantes. El pequeño Mudkip se sintió extrañamente bien, como si le estuvieran cantando una hermosa nana.
—Marvin —dijo el Pokémon misterioso con una voz familiar, sorprendiéndolo—. ¡Marvin! ¡Despierta, venga! ¡Ya son las ocho!
—¿C-cynder…?
Entonces, Marvin abrió los ojos, despertando de su sueño y encontrándose en su cama, con la cabeza Cynder sobre él.
—¡Marvin, tenemos que salir! ¡Rawkan nos espera en las oficinas centrales!
—¡La misión! —Exclamó Marvin, recordándolo todo— ¡De acuerdo, vamos!
Los dos aprendices corrieron atropelladamente por el corto y abarrotado pasillo que comunicaba las habitaciones con la oficina central, tratando de no chocarse con ninguno de los Pokémon que transitaban la zona.
Mientras se acercaban a la oficina, Marvin no podía evitar pensar en el extraño sueño que había tenido. "¿Acaso ese Pokémon existe de verdad, o es sólo fruto de mi imaginación? Aunque, según creo, es imposible que yo conozca a ese Pokémon, al no tener recuerdos. Debería preguntarle a Elina acerca de ello cuando vuelva."
Cuando llegaron, Rawkan los estaba esperando apoyado en uno de los tablones, con una bolsa de viaje de cuero gris. En esta ocasión, el Marowak llevaba una calavera diferente sobre su cabeza, semejante a la de un Rhydon. Marvin supuso que le resultaría muy incómodo moverse en un lugar cerrado con una calavera tan pesada como la de un Tyrantrum.
—Ya pensaba ir a buscaros —dijo el Marowak, con un atisbo de severidad—. Hoy os lo perdono por ser el primer día, pero no contéis con que mañana no os despierte a base de golpes con el hueso.
Marvin tragó saliva. Cuando quería, Rawkan podía ser bastante siniestro.
—Me he tomado la libertad de ir a recoger los objetos necesarios al almacén —dijo su mentor, dándole la bolsa a Cynder—. No es que tuvieras muchos objetos útiles, así que he tenido que sacar algunos objetos de mi cuenta.
El Marowak sacó unos cuantos objetos de la bolsa y se los fue mostrando uno por uno. Los dos jóvenes aprendices aprovecharon para coger unas bayas y tomar algo parecido a un desayuno.
—Ya teníais comida de sobra, así que tan sólo he cogido unas semillas cura, para libraros de cualquier enfermedad, unas espinas de acero, por si fueran necesarias… y la siempre útil fugasfera, por supuesto —dijo orgulloso, mostrándoles una esfera naranja de aspecto frágil—. Con esta cosa podremos escapar de cualquier territorio misterioso al instante, sin ningún problema. Todos estos objetos son de mi arsenal personal, por supuesto, y, en condiciones normales, tendríais que pagármelos de alguna forma, pero, para hacer vuestra primera misión más emocionante, no os pediré nada a cambio, pero sólo si superáis la misión ¿qué os parece?
Rawkan se veía tan satisfecho con su idea que los dos aprendices no vieron necesario contestarle, a lo que el Marowak respondió simplemente alzando su hueso al frente y dirigiéndolos hacia la salida.
Esta vez, Rawkan los llevó por una salida diferente. Tras cruzar varios pasillos de los pisos inferiores, repletos de Pokémon ansiosos por partir hacia sus destinos, llegaron a una puerta de madera azul, ante la que Rawkan los detuvo.
—Bien, chicos, esta es la puerta encubierta número 7. La usaréis principalmente para dirigiros a territorios que estén al norte, así como a la Ruta 114, que conecta con los poblados norteños. Ahora tan sólo tenéis que mirar lo que hago y memorizarlo, así que estad atentos.
Tras la explicación, alzó su hueso y golpeó la puerta seis veces, con un ritmo concreto. Después de unos instantes, la puerta se abrió, y pudieron ver que el Pokémon que les había abierto la puerta era un Absol. Más allá del marco de la puerta, pudieron ver un pequeño saliente al pie de la montaña, con un camino cerca de él.
—Cómo os dije —prosiguió Rawkan— tenemos las salidas cubiertas con puestos de mercaderes para no levantar sospechas. Luego os daré unas tablillas en las que se explica el patrón de golpes necesario para golpear la puerta.
Tomaron el camino de tierra, que se alejaba del saliente y se perdía ondulando en los pies de la cordillera. Mientras Rawkan los guiaba, hueso en alto y con paso ligero, Cynder le señalaba a Marvin un punto en el mapa, en las montañas, al norte de donde estaba la base.
—La Cueva Caliza está en este punto de la Espina de Groudon. Tiene una profundidad considerable, pero por lo que parece nuestra clienta no había llegado a las zonas más profundas cuando perdió su objeto, así que no debería ser demasiado peligroso —miró a su amigo, con una sonrisa—. Al menos para ti, que eres un tipo agua. Yo debería quedarme atrás y apoyarte desde las espaldas.
Entonces, Marvin se dio cuenta de algo. Iba a tener que luchar contra otros Pokémon, lo que le suponía un problema considerable: no sabía cómo usar sus poderes. Alarmado, decidió consultar a Rawkan antes de cometer una estupidez.
—Oye, Rawkan —alzó la voz, con la esperanza de que el Marowak lo oyera —.
—Dime, Marvin —respondió el Rawkan, sin girarse.
—Creo que nadie me ha explicado cómo… ya sabes, atacar.
Rawkan no pudo evitar soltar una risotada. Se detuvo, girándose para mirar a sus aprendices.
—Nadie tiene que explicarte como andar ¿cierto? Es tan fácil como pensar en lanzar un proyectil de agua, y te saldrá sólo. Es como cuando… bueno, cuando recibes la llamada de la naturaleza.
Los dos aprendices fruncieron el cejo ante esa comparación.
—Bueno, ya me entendéis —concluyó el Marowak, intentando no sonar desagradable—. Cuando llegue el momento de hacer algo, me encargaré de que no lo fastidies demasiado. Y ahora, si no os importa, tenemos una misión que hacer.
Con esto, los tres Pokémon tomaron rumbo a la Cueva Caliza.
Durante los diez primeros minutos de caminata, mientras atravesaban la poco concurrida Ruta 114, Rawkan no dejó de hablar, explicándoles las diferencias de los huesos de Pokémon a la hora de hacer armas y armaduras, pero, al notar que sus alumnos se estaban aburriendo, decidió dejarlos conversar por su cuenta mientras él se deleitaba con el paisaje matutino. A su izquierda se alzaban las montañas de la Espina de Groudon, mientras que a su derecha podían apreciar un terreno de campo, con algún que otro árbol alzándose entre la hierba.
—Cynder —comentó entonces Marvin, queriendo entablar conversación con su compañero de equipo—. Me alegro de que hayas decidido unirte a la Resistencia conmigo.
—Bueno, no es nada… —respondió humildemente el Cyndaquil, llevándose una mano a la cabeza—. Sería bastante cruel por mi parte dejarte tirado. Además, esto puede ayudarnos a desarrollar nuestras capacidades, y a encontrar… bueno, lo que nos falta a cada uno.
Marvin notó como su amigo perdía un poco de su entusiasmo habitual al recordar a sus padres.
—Creo que… —comenzó a hablar Cynder— creo que es posible que el hecho de que nos hayamos hecho amigos tan rápido y con tan poca interacción puede deberse a que… los dos estamos incompletos de alguna manera. Piénsalo, a ti te han quitado la memoria, y a mí a mis padres.
—Es posible —respondió Marvin, elevando las cejas—. Además, ambas pérdidas están relacionadas con la Corporación de Inteligencia.
El Cyndaquil asintió con la cabeza, pensativo.
—Según lo que he oído, a la Corporación no le gusta eliminar nada. Quiero decir, preservan vivo casi todo lo que capturan, y eso es una ventaja tanto para ti como para mis padres. Si han extraído tu memoria, es probable que hayan estado buscando algo en ella.
Ambos Pokémon permanecieron en silencio durante un rato, siendo sus pisadas y los silbidos de Rawkan, a la par que el sonido de los Pokémon pájaro sobrevolando sus cabezas, lo único que se podía escuchar. El camino no se despegaba del pie de la cordillera, mientras la hierba se iba haciendo más oscura, y los árboles cada vez más escasos.
—Nos estamos acercando a nuestro destino, caballeros —avisó Rawkan—, así que será mejor que hablemos de nuestra estrategia de entrada.
El Marowak se detuvo para que sus pupilos pudieran llegar hasta él, y, comenzando a andar una vez se hallaron a su lado, se aclaró la voz.
—Bien —comenzó, con aires de importancia—. Ahí dentro no hay Pokémon demasiado peligrosos; a saber: Geodude, Roggenrola, Aron, Zubat... ah, y Kakuna. Al notar que van a evolucionar, los Weedle se dirigen a la cueva más cercana para colgarse del techo y poder pasar su fase como Kakuna más tranquilos. Si tenemos muy mala suerte, puede que aparezca un Onix, pero lo dudo bastante, porque suelen encontrarse en los niveles inferiores, y nuestra clienta ha dicho que su objeto se perdió en el bajo 4.
—¿Bajo 4? —Preguntó Marvin, algo confundido— Creía que los territorios misteriosos cambiaban de forma ¿cómo es que se puede localizar un punto concreto?
—Muy perspicaz, Marvin —respondió Rawkan—. Olvidé mencionar que en los territorios misteriosos se ha observado un patrón de niveles. Es decir, que aunque cambien continuamente, el número de pisos o sectores del territorio sigue siendo el mismo. Por ejemplo, la Cueva Caliza siempre tiene 12 pisos, separados por unas escaleras descendentes, y eso será siempre así, ya que cada piso cambia independientemente del resto ¿lo entiendes ahora?
Marvin asintió, complacido por la explicación.
—Excelente —continuó Rawkan—. Debemos estar muy cerca, a juzgar por el aspecto del terreno… de hecho, según el mapa, la cueva está a unos pocos metros de aquí.
Los tres Pokémon alzaron la cabeza y pudieron ver una pequeña abertura entre las rocas de la montaña, a unos pasos de donde se encontraban. Estaban tan absortos conversando que, no hubieran levantado la cabeza en aquel momento, muy probablemente habrían dejado atrás la Cueva Caliza.
Se acercaron a la abertura, de unos cuatro metros de altura y dos de anchura, y se fijaron en unas runas escritas sobre el marco. Aunque Marvin era incapaz de leer aquellas runas, suponía que alguno de sus compañeros podrían hacerlo.
—Hemos llegado, en efecto —confirmó Rawkan, leyendo las misteriosas runas—. Esto es la Cueva Caliza. Supongo que es la primera vez que entráis en un territorio misterioso, así que simplemente os diré que no intentéis hacer un mapa mental del sitio, porque eso sólo os confundirá más.
Sin más preámbulos, el equipo se adentró en las sombras de la cueva. Rawkan sacó su piedra solar y la alzó, para poder tener una visión clara de su terreno. La caverna tenía un aspecto bastante decadente; la piedra gris y negra parecía erosionada y dañada por el paso del tiempo y los constantes paseos de sus habitantes. Mientras comenzaban a andar, el Marowak decidió instruirlos sobre la geografía del lugar.
—Este es un territorio algo extraño, si me permitís la observación, ya que, al llegar a su punto subterráneo más bajo, hace una parábola y vuelve a ascender, por lo que atraviesa la montaña y tiene una salida en el otro lado. Ahora estad atentos: como esto es un territorio misterioso, nunca es igual, por lo que yo no puedo ser un guía fidedigno. Nuestro deber es encontrar el camino hacia el Bajo 4 lo más rápido posible, porque, por si no lo sabíais, otra de los síntomas de respirar el aire viciado de un territorio misterioso es un aumento gradual del hambre. Aunque estéis llenos o hayáis comido recientemente, llegará un momento en el que el hambre se hará insoportable, así que más os vale no gastar muchas energías en la búsqueda.
—Eso lo sabía yo —dijo Cynder, orgulloso—. Además, puede que encontremos objetos dejados por otros exploradores o coleccionados por Pokémon salvajes, así que podemos llevarnos un buen botín de objetos.
Marvin apenas pudo responder mientras analizaba toda la nueva información que estaba recibiendo. Los territorios misteriosos parecían ser lugares muy extraños.
Los tres exploradores se adentraban más y más en la cueva, eligiendo cuidadosamente su camino y evitando los caminos sin salida. De repente, Rawkan detuvo al grupo, señalando con su hueso al frente.
—¿Veis eso? —susurró, como si tuviera miedo de que alguien lo oyera— Hay dos Geodude observándonos.
—¿Puedes librarte de ellos? —inquirió Marvin, algo nervioso al notar la presencia de los dos Pokémon.
—De hecho, pensaba dejarte que tú te encargaras de ellos, Marvin —respondió el Marowak, pillando a Marvin por sorpresa—. Los Geodude son extremadamente débiles al agua, así que no te debe resultar un problema vencerlos. Tómatelo como un entrenamiento sencillo.
A Marvin le dio un vuelco el estómago. No esperaba tener que enfrentarse a sus primeros adversarios tan temprano.
—Tranquilízate —lo instruyó Rawkan—. No te harán daño si consigues debilitarlos a tiempo. Tan sólo acumula agua en tu boca, y escúpela con toda tu fuerza, es la técnica básica de los Pokémon de agua.
Cogiendo aire, Marvin comenzó su lento camino hacia los Geodude, tan concentrado en ellos que apenas era capaz de oír los susurros de ánimo de Cynder. Los dos Geodude lo miraban fijamente, preparándose para atacarlo. Entonces, Marvin se detuvo, al notar que una extraña y fría sensación recorría su cuerpo, como si la sangre de sus venas hubiera bajado su temperatura.
"Esto debe de ser a lo que se refería Rawkan." Pensó Marvin, mientras la sensación, lejos de molestarlo, le hacía sentir poderoso. Retomó el paso hacia los Geodude, y, cuando estaba a apenas dos metros de ellos, y como si de un acto reflejo se tratara, su boca se comenzó a llenar poco a poco de agua.
Los dos Geoudude se lanzaron entonces contra él, intentando golpearlo antes de que liberara su ataque. Sin embargo, Marvin reaccionó a tiempo, disparando el agua desde su boca y empapando a los dos Geodude, que cayeron hacia atrás con un grito rabioso, perdiendo sus fuerzas y desmayándose.
—¡Eso ha sido genial! —Gritó Cynder, tan emocionado como sorprendido ante la demostración de poder de su amigo— ¡No puedo esperar para enfrentarme a mi primer enemigo yo también!
El Cyndaquil golpeó cariñosamente la espalda de Marvin, que todavía estaba mirando hacia el frente, tan sorprendido como sus compañeros.
—Me temo que eso tendrá que esperar —dijo Rawkan, acercándose—. No quiero que te lleves una buena paliza en esta cueva, que, por si no lo recuerdas, está llena de Pokémon de tipo roca…
—No pasa nada, ya encontraré un momento para probar mis poderes —respondió Cynder, sin perder su euforia.
Marvin pestañeó, aún sin terminar de creer lo que acababa de hacer, y miró a su amigo con una sonrisa.
—Cuando vayamos a un hábitat de Pokémon de tipo planta, ¡vas a ser tú el que tenga que cubrirme a mí las espaldas, Cynder!
Mientras los dos amigos reían despreocupadamente, Rawkan no pudo evitar esbozar una sonrisa debajo de su casco de hueso. Aquellos dos tenían un buen entusiasmo, y eso era precisamente lo que se necesitaba para empezar allí.
El viaje a través de la cueva continuó sin muchas incidencias, salvo la aparición de una bandada de inofensivos Zubat en el bajo 2, molestos por la luz que emanaba de la piedra solar de Rawkan.
Habían recorrido un camino considerable, y habían bajado ya por dos escaleras de piedra, por lo que se hallaban en el bajo 3, a tan sólo un piso de su objetivo. Habían roto la tensión que los había oprimido durante el inicio de su exploración, y ahora los tres Pokémon hablaban a raudales, eso sí, en susurros, para asegurarse de no encontrarse con más Pokémon salvajes de los necesarios.
No obstante, Cynder llevaba un tiempo bastante callado, dejando que sus dos compañeros monopolizaran la conversación. El Cyndaquil miraba hacia sus patas, como si le estuviera dando vueltas a algo.
—¿Ocurre algo, Cynder? —inquirió Rawkan, al fijarse en el comportamiento de su pupilo.
—Nada, es que… quiero hacerte una pregunta desde hace un tiempo, pero no estoy seguro de que deba hacerlo. Es decir, no quiero herir tus sentimientos.
Rawkan rió despreocupadamente.
—¡Mis sentimientos son a prueba de fuego, pequeño Cyndaquil! —explicó, golpeándolo suavemente con su hueso en la sien —Pregúntame lo que sea que está dando vueltas en esa cabezota tuya.
—Bien, pues… —Cynder miró a su instructor— ¿Realmente los Cubone usáis el cráneo de vuestra madre y os pasáis la mayor parte de la infancia llorándola?
Rawkan dejó de andar. Sus dos alumnos se detuvieron casi al mismo tiempo que él, y Cynder deseó que la tierra se abriera y Groudon se lo tragara de un mordisco. Pero entonces, Rawkan comenzó a reír, ante las asombradas caras de sus acompañantes, que lo miraban con los ojos muy abiertos.
—¡Esa sí que es buena! —comentó alegremente el Rawkan, retomando la marcha— Voy a tener que ilustrarte sobre la biología de los Cubone, querido Cynder. En contra de la creencia popular, los Cubone solemos conocer a nuestros progenitores. El mito de que los Cubone lloran todo el rato se debe a que nuestros ojos no se desarrollan totalmente hasta los diez años de vida, por lo que cada mínima partícula que entre en ellos nos provoca lágrimas. Durante la adolescencia, desarrollamos unas membranas protectoras más gruesas en nuestros ojos, y por eso dejamos de "llorar".
Cynder y Marvin se habían quedado un poco atrás a causa del acelerón que había metido Rawkan, pero escucharon cada palabra que salía de su boca, y sintiéndose aliviados de que no se hubiera puesto sentimental.
Entonces, Marvin escuchó un ruido, como una especie de "click". Cynder miró en su dirección y abrió la boca, a punto de decir algo que nunca llegó a salir de su garganta, porque el suelo bajo sus pies se abrió, y ambos Pokémon se encontraron a sí mismos cayendo hacia la oscuridad.
Marvin no tuvo tiempo a sentir miedo, de tan repentino que había sido todo. Lo siguiente que supo fue que una sensación altamente agradable estaba recorriendo cada centímetro de su cuerpo, como si estuviera flotando en el aire, sólo que no estaba en el aire. Estaba sumergido en el agua. De repente, todo lo que acababa de pasar dejó de importarle al Mudkip. Sólo quería quedarse allí para siempre, sin preocuparse por nada en absoluto. Se relajó, olvidándose de todos sus problemas. Desde el agua, todo parecía más simple, más sencillo, como si todos los problemas de aquel mundo fueran tan pequeños e insignificantes que daba igual si se resolvían o no.
Estuvo así por lo que le parecieron horas, dejándose llevar por la corriente. Pero, entonces, escuchó un grito familiar que provenía de algún punto.
—¡Marvin, estoy aquí, en la orilla! ¿Dónde estás?
El Mudkip despertó de su trance, sacando la cabeza del agua, para ver un pequeño foco de luz en la orilla del agua, aproximadamente en el punto del que provenía la voz. Sin pensarlo dos veces, nadó hacia aquella orilla, acercándose a Cynder, que, por supuesto, era el que estaba provocando la luz, emanando fuego desde su espalda.
—¡Qué susto me has dado! —exclamó el Cyndaquil, abrazándose a su amigo cuando éste hubo pisado tierra.
—Lo siento, Cnyder —se disculpó su amigo, separándose de él—. No sé qué me ocurrió, al caer al agua me sentí tan bien que… es como si todo dejara de importarme.
—No pasa nada —contestó Cynder amablemente—. Eso es porque ahora eres un Pokémon de tipo agua, y aún tienes que adaptarte a tu elemento. El verdadero problema es que hemos perdido a Rawkan.
—¿Qué ha pasado, Cynder? —preguntó Marvin, confuso, mirando en la dirección en la que suponía estaba el agujero.
Antes de que Cynder pudiera responder, se oyó una voz desde el agujero.
—¿Podéis oírme? ¡Soy yo, Rawkan! —la inconfundible voz del Marowak llegó a sus oídos amplificada por el eco de la cueva— Habéis caído en una trampa puesta por algún Pokémon salvaje para cazar a los visitantes desprevenidos, o eso creo. He oído los chapoteos, así que supongo que hay agua ahí abajo, pero yo… digamos que no me llevo muy bien con el agua, así que no voy a bajar por aquí. Estáis en el bajo 4, así que no me será difícil encontrar las escaleras y localizaros. No os mováis, os encontraré en seguida.
Marvin miró a Cynder, que se encogió de hombros. Sólo les quedaba esperar allí a que Rawkan los encontrara.
—De todas formas, esto está demasiado oscuro cómo para seguir por nuestra cuenta —comentó Marvin—. Creo que lo mejor que podemos hacer es esperar a Rawkan.
Cynder se sentó a su lado, procurando mantener el fuego de su espalda a un nivel prudente, lo suficientemente intenso para iluminarlos, pero no demasiado llamativo, para no llamar la atención de otros Pokémon.
Los dos Pokémon permanecieron en silencio durante unos minutos, aguardando pacientemente con sólo los sonidos de la cueva rompiendo el silencio. Ninguno de ellos se atrevió a volver a hablar, desde que sabían que era muy probable que un Pokémon salvaje potencialmente peligroso estuviera muy cerca de ellos.
Eventualmente, Marvin oyó un extraño ruído. Al principio, era un sonido muy leve, pero a medida que pasaban los minutos se iba haciendo más y más fuerte, lenta pero inexorablemente.
—Tú también lo estás oyendo… ¿verdad? —inquirió Cynder, con una clara inseguridad en su voz.
Marvin simplemente asintió, intentando identificar la fuente del sonido. Pero este se iba haciendo cada vez más fuerte y no era capaz de identificar de donde venía.
—Creo… creo que tengo miedo, Marvin —dijo Cynder, con la voz temblorosa—. Eso se está acercando, y, sea lo que sea, no me gusta el sonido que hace. N-no quiero tener que enfrentarme a un Pokémon de roca, Marvin.
—Tranquilo —intentó tranquilizarlo el Mudkip, a pesar de estar casi tan nervioso como él—. Yo estoy aquí, Cynder. Juntos podremos con todo lo que venga.
El sonido se había hecho casi insoportable. Era semejante al sonido que hacía un Tepig escarbando en el suelo en busca de bayas, pero notablemente más ruidoso. Y, fuera lo que fuera lo que lo estaba produciendo, estaba muy cerca.
Entonces, escucharon el sonido de rocas quebrándose. Cynder, consciente de que ya era inútil esconderse, aumentó la llama de su espalda para poder ver lo que acababa de interrumpir su espera. A unos metros de ellos, podían ver el lago subterráneo en el que habían caído. Y, desde el otro extremo del lago, podían distinguir una forma, semejante a un lagarto y presumiblemente protegida con metal, a juzgar por los destellos que producía su coraza ante la presencia de la llama de Cynder.
—Creo que estamos en la guarida de ese Pokémon… —comentó Cynder en voz baja, aun sabiendo que el ser no podía entenderlos— y no parece muy contento.
El Pokémon, entonces, comenzó a correr torpemente hacia ellos, rodeando el lago. No era demasiado rápido, pero tampoco le hacía falta; sabía que sus dos presas no estaban en su terreno.
Marvin empujó a Cynder con la cabeza, instándolo a girar en la misma dirección que el Pokémon salvaje, con la intención de encontrar una salida mientras el lagarto acorazado los perseguía. Así, los dos aprendices se mantenían alejados de él, pero podían seguir buscando una forma de escapar.
Entonces, Marvin localizó una salida por la que el lagarto acorazado los podría seguir, pero prefería pensar que se estrecharía a medida que se alargaba, como la mayoría de pasadizos de la cueva. Se la señaló a Marvin con la cabeza, y, haciendo un esfuerzo por acelerar, los dos Pokémon lograron colarse por el agujero antes de que el feroz salvaje los atrapara.
—Eso… ¡eso era un Aggron! —exclamó Cynder, mientras se adentraban en el pasadizo, intentando perder de vista la entrada— ¡No te imaginas lo peligrosos que son esos Pokémon para un tipo fuego como yo!
De repente, Marvin se detuvo. Había visto algo delante de ellos, y no le parecía algo que debiera estar ahí.
—Cynder… —comenzó a hablar, mientras su compañero intentaba diferenciar las figuras que había visto— creo que hemos metido la pata. Hasta el fondo.
Delante de ellos había una pared de roca, que terminaba con el pasadizo. Y, en frente de esta, un pequeño grupo de Aron dormían plácidamente en el suelo.
—El Aggron… es su madre. Y este es su nido, Cynder —soltó Marvin, tembloroso.
No tuvieron tiempo de girarse para escapar de allí, pues la madre Aggron ya estaba en la entrada de la madriguera, preparándose para embestirlos con sus cuernos.