78.
“Esto es malo, muy malo…”
La persecución no le había dado tiempo a pensar qué hacer ahora. No le había dado tiempo a plantar ningún explosivo ni preparar estrategias tal y como hizo con Berserker. Estaban al desnudo contra un servant dispuesto a asesinarles, en mitad del parque del Retiro, a oscuras, y rodeados de… ¿lobos?
No parecían querer ir a por ellos. Los lobos sencillamente parecían vigilantes, y ni eso, pero el Master de Saber insistió en deshacerse de ellos. Bien pues, que hiciesen lo que quieran: Los lobos no eran más que una mera señal de que un tercer Master, o incluso un cuarto, andaba cerca de ellos. ¿Cuáles quedaban? Lancer, Caster, Rider, Assasin, y ellos dos.
La caída repentina de agua sobre sus cabezas había sido más que suficiente intervalo como para volver a asignar dos nuevos puntos de transporte. Posiblemente Saber supiese ya de aquella estrategia, pero mientras que hubiese más de un puerto al que dirigirse, nunca sabrían con total certeza en cual aparecerían, dando ventaja instantánea a Archer, dispuesta a disparar hacia cualquier dirección.
Archer. Volvió a mirar a su Servant. No estaba seria. Nunca lo había estado. Los ojos de Pandora brillaban con interés, mientras esbozaba una sonrisa picaresca. Al fin había obtenido lo que ella quería: El fragor de una dura batalla contra un servant enemigo. Había podido ver aquellos mismos ojos en la batalla contra Berserker. Ojos de confianza y orgullo, deseantes de vencer. Pandora, además, despedía un aura de calidez. Era un… ¿olor? O quizá una sensación. No solo su Master era capaz de notarla: Notó que tanto el servant como el Master enemigos quedaban embriagados poco a poco por aquella sensación. Debían moverse de inmediato, o Archer asumiría la ofensiva.
-Carlomagno, ¿verdad? –La voz de Pandora se volvió suave y delicada.- No podía esperar más de una figura como usted.
Volvió a materializar el arco de Afrodita, mientras continuaba hablando.
-¿No te parece curioso que siete personas de distintas épocas quedemos reunidas aquí en…? ¿Cómo lo podemos llamar? ¿El futuro? ¡Sin duda es un suceso increíblemente coincidente! Luchando unos contra otros, por ansiar los deseos de, no nuestros, sino de un mero desconocido que nos acompaña al compás de nuestra batalla.
“Se podría decir que somos… ¿piezas?”
-¡¿Qué está diciendo?! –Interrumpió el master de Saber.
-Me estoy dirigiendo a tu Servant, incompetente. No me interrumpas.
Un destello violáceo brilló desde el arco, materializándose en forma de flecha. Una flecha de luz, en mitad de un lago sumido en la oscuridad. La cara de Pandora quedó iluminada con aquel mismo haz, revelando un rostro de curiosidad y desafío.
“Por un momento piense en ello, mi señor Carlomagno. Luchamos por una batalla que no es nuestra. Estamos forzados a vivir al son de las órdenes de… ¿Quiénes son estos peleles? Gente con el sobrenombre de “Master”. Y somos… ¿sus sirvientes? Por favor… Yo no recuerdo haber estado a las órdenes de nadie.
-¡Archer! –Interrumpió Henry, a su vez.
-¡Estoy hablando con Saber, “mas-ter”! Te sugiero que no me interrumpas. –Pandora se volvió a dirigir a Saber.- Y bien, Saber, ¿qué me respondes al respecto? ¿Luchamos por una causa justa?
Saber no respondió. Solamente se limitó a observar, pensativo, la figura de Pandora. En guardia, mientras que aquella le apuntaba con un proyectil. Se encontraba lo suficientemente lejos como para tender un ataque directo. Había observado que las flechas poseían un leve potencial de seguimiento, así que el desvío del arco no cambiaría nada. No podía hacer nada más que responder. Pero no lo hacía.
-¡Me estoy cansando ya! ¿Piensas hablar?
Pandora disparó la flecha, directa hacia Saber a una velocidad que solamente un acto reflejo la detendría. Un muro de arena la detuvo, originado por su Master. Nada más disparar aquella flecha Archer saltó un metro hacia la derecha, disparando hacia la nada. La flecha sorteó el muro, colisionando con el pavimento a escasos metros de la espada de Saber. Dos flechas más saltaron por el muro.
El muro aumentó su tamaño, confiando que la capacidad de seguimiento de las flechas no pudiese lograr alcanzarles.
Tres flechas más surgieron desde… detrás de ellos.
-¡Error por su parte, mi señor! Esas tonterías con la arena no hacen más quitarle visibilidad.
Los disparos cesaron, mientras que Pandora preparaba la siguiente flecha. Se encontraban en la misma situación: Una distancia considerable
-Esta vez no te salvará ningún muro de arena hecho por tu Master. Contésteme de nuevo: Nosotros, los servants, ¿estamos luchando por una causa justa?
Aquella vez, Saber no dudó en volver a hablar.
-Si bien te estás burlando de nuestra forma de colaborar con los Masters, ¿por qué dependes de la magia de quien te acompaña?
Pandora volvió a sonreír, soltando una risita femenina.
-No has respondido a mi pregunta.
Dio un salto hacia delante dispuesta a disparar. Otra barrera de arena les volvió a cubrir, pero la orden de teletransporte surgió, apareciendo en su lateral. En aquel momento el disparo fue instantáneo, así como infructuoso: La espada de Saber detuvo tanto aquel, como los dos que se acercaban.
-¡Te olvidas de una cosa! El Grial también nos concede un deseo a los servants. Si no, ¡nuestra batalla no tendría sentido!
-¿Y qué desearía Carlitos? ¿Continuar existiendo en este asqueroso mundo? ¡No me hagas reír! Prevalecer en este mundo, volviendo a la vida, es un deseo con trampa. No nos queda nada. Ninguna de nuestras riquezas. Ninguno de nuestros seres queridos. No hay sirvientes, ni tampoco tierras que gobernar. No nos queda nada. Subsistir en este mundo sería subsistir con una nueva identidad debajo del gran legado que hemos dejado: ¿Es eso lo que desea, mi señor? ¿Deseas ganar por una recompensa tan vaga como la de volver a la vida en un mundo de miseria? No me hagas reír.
Una gigante mano de arena se acercó con velocidad hacia Pandora, la cual, echándose hacia atrás varios metros, respondió con dos flechas a distintas direcciones. Una de ellas sorteó las defensas arenosas, y logró rozar la pierna izquierda del master de Saber. Un chillido de dolor fue arrancado de su boca, aun obligándole a resistir.
Saber emprendió emboscada hacia ella, indignado. La sonrisa de Pandora se convertía poco a poco en una carcajada continua, mientras que los tajos de Saber se dirigían hacia ella. El arco con el que Pandora luchaba actuaba como un mero escudo deteniendo la espada, así como los gráciles movimientos de la dama. Pasó a escasos centímetros de su cuello una estocada final, cuando la mano derecha de Pandora agarró el codo de Carlomagno, inmovilizándole la mano de la espada. Un rodillazo fue asestado en su vientre, sin importar la armadura. Y otro.
A pesar de ello, la condición física de Saber no era débil. El brazo se resistió a las manos de Archer, echándola de un empujón hacia atrás, y reanudando su secuencia de golpes. Más difíciles de esquivar o bloquear como antes, las carcajadas de Pandora cesaron, convirtiéndose en una mueca de irritación. Clarividencia se activaba una y otra vez, consiguiendo preveer uno y cada uno de los golpes que iban hacia ella, a pesar de que, llevado a la práctica, era mucho más difícil evitarlos. Un último tajo fue detenido con el arco de Afrodita, tensándose más y más por la fuerza impresa desde las manos de Carlomagno.
-Si no es subsistir en este mundo actual, ¿Cuál es tu deseo acaso, dime? –Más fuerza llegó de él. Más tensión.- ¿Por qué luchas tú, Archer, si no es por volver a la vida?
Los dos se quedaron, mirándose mutuamente a los ojos. Ambos Masters tampoco interrumpían la escena: Aquella era una lucha entre Pandora y Carlomagno, que decidiría quien sería el siguiente en morir. La sonrisa irónica de Pandora volvía asomarse en su rostro, mientras intentaba resistir del ataque de la espada.
-¿Qué por qué lucho? Yo te lo diré.
Pandora desapareció, y apareció en un puerto de transporte cercano. Corrió a tal velocidad desesperada que, en nada, se situó detrás de él. Volvía a estar calmada, con el arco apuntando directamente hacia el Master de Saber, Pedro. Aquel sería un disparo a quemarropa, directo hacia la nuca. Pedro no se movía. Saber tampoco. Su Master corría peligro de muerte, ante el jaque provocado por la desesperada servant.
-¡Mira esto, Master! ¡Míralo! ¡Contempla lo bien que se siente al vencer a otro Master más en esta guerra! ¡Al colocarnos entre los cinco mejores! Ya nos hemos deshecho de aquella bestia de Berserker, así como los dos idiotas de sus acompañantes: ¡Míralo! ¿No lo sientes? ¿No sientes su respiración interrumpida y alterada? ¿No sientes, acaso, el miedo que podéis tener la gente inferior al descubrir que, con solo un movimiento de pulgares, vuestra presencia en este mundo se habrá terminado?
Saber iba a reincorporarse, atento a la mirada de su Master.
-Vosotros dos no mováis un dedo, o este momento será más corto de lo que creéis, ¿vale?
-¡Archer, no lo hagas! ¡Te dije que muertes inneces…!
-¡Estoy harta de tus consejitos estúpidos! ¿Es que no lo ves, Master? He estado intentando convencerte de lo contrario desde que te conocí, pero tú siempre quieres evitar muertes innecesarias. ¡En esta guerra todos somos piezas de tablero! Para ganarla hace falta sacrificar algunas. ¿No ves que esta batalla la tenemos ganada sin este hombre? ¡Master! ¿Es que no lo ves?
-¡No! ¡No queremos que muera! ¿No ves las consecuencias?
-¡Las únicas consecuencias que veo son positivas para mi condición! Su familia, amigos, y demás ya no importan, Master, aquí lo que importa es ganar la guerra si es necesario. Conceder los deseos por los que luchamos.
El sello de comando comenzó a brillar. La marca. Aquella marca que permanecía tatuada en la mano de cada Master. Aquella marca que le obligaría a renunciar a su estrategia y que se vería obligada a obedecer.
-¡Yo, Henry Rockbell, Master en la Guerra del Santo Grial, ordeno a mi servant a…!
-¡A mí no me vas a arruinar el deseo de mi vida! ¡NO PUEDES!
Antes de terminar la orden, Pandora ejecutó el disparo. Soltó los dos dedos que sostenían la flecha, con un movimiento que ya no poseía la gracilidad de la dama que fingía ser durante toda la batalla. La flecha atravesó su cráneo limpiamente, taladrando el hueso en centésimas de segundo y perdiéndose en la distancia, mientras que su víctima caía al suelo. Rápido. Instantáneo.
-Soy independiente a ti: Ya no me volverás a molestar más, Master.
…Su víctima era Henry Rockbell, Master de aquella guerra.
Segunda parte.
“Tú sí que fuiste una muerte innecesaria…” –Pensó mientras contemplaba el cuerpo inerte de su antiguo Máster. Indepent Action le permitía continuar en aquel mundo cuanto quisiese.
A pesar de aquello, matar a su propio Master le había descargado tanta adrenalina como cuando mató intencionadamente a aquel niño. Un accidente lo tienen todos, pero una increíble tiradora como ella no se podía permitir tenerlo.
-¡¿Ya lo has visto, Master?! ¿Ya lo has visto? ¡Aaaaah! ¡Es una sensación tan bella! Ser traicionada por tu propia servant… Pero yo no soy sirvienta de nadie, ¿sabes? ¡Puedo ganar esta guerra yo solita! Ha sido un placer conocerte, Master…
Servant y Master enemigo quedaron horrorizados ante tal demostración, pero a Pandora no le importaba. Estaba enchida de júbilo. Ese entusiasmo que poseía cada vez que un enemigo encontraba su final. Aquella fragancia que desprendía una montaña de cadáveres bajo sus pies.
-¡Es por esto por lo que lucho, mi señor! ¿No lo escuchas? Los gritos por salvar la vida del exterior, los chillidos de desesperación de las mujeres mientras protegen a sus hijos. Es un canto tan tierno para mis oídos. Es… ¡Una bendición! Lucho por un mundo donde el caos sea irreparable. Un mundo donde la guerra es continua y donde el llanto de los jóvenes es lo único que nos ampara de ellos, deseando una solución imposible de perseguir. ¿No es una fantasía convertida en realidad, mi señor? Esta guerra no solo ha permitido volver al mundo y conocerlo, sino que también ha cumplido mis deseos en realidad.
Pandora dio un paso hacia atrás, contemplando el bosque. Las llamas de fuera se habían propagado, y se acercaban a ellos.
-Lucho porque mi tierna fantasía jamás se desvanezca. Porque todo tiene un final. El poder del grial, sin embargo, puede alargar este final eras, y eras, logrando que mi huella en esta historia se extienda hasta los confines del tiempo.
-¡Estás loca! ¿Cómo puedes hacer semejantes atrocidades! –Rugió Saber.
-Son placeres que me permito tener: Porque mi nombre es Pandora. Primera mujer de este mundo. Portadora de todos los males en él. Soy nada menos que la emisaria de la desesperación.
Dos barreras de arena se entrechocaron en sus costados, pero Pandora, rápida, saltó dos metros hacia delante, con el arco cargado. El disparo fue esquivado, y sin esperárselo, un géiser de arena brotó de la tierra, chocándole en el estómago y elevándola en el aire. La caída fue brusca, y la trenza pelirroja se le había deshecho
Saber se acercó corriendo hacia ella a asestarle el golpe final, con un grito de guerra. El arco se interpuso entre ellos de nuevo, ofreciendo resistencia, mientras que la sonrisa de Pandora se mostraba ante él.
-No pienso perder… no tras los sacrificios que he hecho a mi favor…
Su esencia. Su aroma. Su femineidad. El tiempo detuvo las acciones de Saber, y ablandó sus músculos, obligándole a retroceder de una patada. Se reincorporó, pero se dio cuenta de inmediato que se encontraba en un foso de arena, obligándole a bajar poco a poco. Sus pies se sentían torpes, y la humedad del suelo, provocada por la lluvia reciente, solo provocaba más dificultad para moverse. No. Directamente, sus piernas quedaron inmóviles. No podía moverse, siendo absorbida por aquel agujero arenoso.
-Ah… bien jugado, querido. Tu Master definitivamente fue una pieza útil… Siento como si esta batalla estuviese perdida ya… siento como si el mismo miedo que acosó a tu Master recorre ahora por mis venas, preguntándome qué será de mí cuando me atravieses de una estocada… Al fin y al cabo, esto es una guerra: Solo puede quedar uno.
Pandora extendió la mano derecha, materializando de la nada su último as de la manga.
Del tamaño de un puño, la cajita brillaba a la luz de la luna. Rojiza, de remaches blancos, con forma de prisma hexagonal. Las piedras que estaban incrustadas en cada cara del prisma eran negras. Azabache. Parecía obsidiana. La cerradura poseía una atractiva forma regia, dorada al igual que todos los remaches.
-Este –Pandora estaba calmada, a pesar de saber que era su último momento en aquel mundo- es mi último regalo a este mundo de locos.
Y la famosa Caja de Pandora se abrió.
No brotó luz alguna, sino oscuridad. Un chirriante y abrumador ruido acompañaba la marea de oscuridad que salía, a la vez provocando que el viento de una tempestad arrancase hacia dentro de la caja. Parecía un agujero negro en miniatura, de no ser por la cantidad de chillidos y rezos sin consolación que brotaban del interior de la caja. Eran voces humanas, suplicando ayuda y amparo.
Las luces de las farolas comenzaban a parpadear, y apagarse poco a poco, mientras que la oscuridad continuaba saliendo de la caja, como si se tratase de un pozo sin fin. Se propagaba por la noche, y se extendía por cada rincón de la ciudad. Todo al compás de aquellas palabras sin razón, plagadas de dolor, que residían desde dentro de ella. Por bajas que fuesen llegaban a la mente de quien las escuchase, perforando sus oídos y atravesando la barrera de la razón humana. Sumiendo en la locura a aquel que se encontrase cerca de ello.
Las aguas del lago se agitaron por el repentino temporal. Pedro y Saber se tapaban los oídos como podían, intentando evitar que aquellas voces, las voces de la desesperación, entrasen en su mente. El hechizo de arena se deshizo, permitiendo a Pandora movimiento. Reía. Su único sentimiento al ver la caja abierta era nada más y nada menos que placer. Lo había hecho, ¡lo había hecho! Sus deseos se habían hecho realidad. Pandora sentía deseos de saltar y de bailar, mientras que la desesperación también entraba en su mente.
-¡Más! ¡MÁS!
Y la corriente y el viento se agitaron más, arrastrándoles hacia la caja. Las voces se hicieron más fuertes. La oscuridad más potente. Solo un poco más, y los corazones de sus oponentes se convertirían en meros pozos sin luz alguna, así como fin. Miles de imágenes nacían en su mente. Guerras y más guerras. Montañas de cadáveres apilados. El fuego y la devastación devorando ciudades enteras, anteriormente prósperas.
Aquella era la verdad del Santo Grial. Aquella era la verdad del mundo donde se encontraban.
Saber no lo aguantaba más. Debía evitarlo. Pandora contempló que el caballero se esforzaba por hincar un pie en el suelo, y otro. Ya le daba igual. Su deseo en esta guerra estaba terminado. Ya no le importaba volver a su época dado a que, total, aquella actual era una basura. Saber emprendió marcha hacia ella, directo, gritando por su exterminio.
Lo último que dijo Pandora antes de que su corazón fuese atravesado fue “gracias por cumplir mi deseo.”
La Caja de Pandora cayó al suelo, desapareciendo junto a su portadora.