¡Hola, usuarios de Pokéxperto! Puede que no me recordéis, pero hace tiempo comencé un fanfiction en este foro. Sin embargo, dicho fanfiction se quedó en el capítulo 2, al no ocurrírseme una forma de continuar la historia. Sin embargo, he reescrito el fic, y a día de hoy, casi un año después, la historia está casi completa en teoría. Por lo tanto, me ha parecido una falta de respeto a las personas que comenzaron a leer el fic no publicarlo aquí. Por lo tanto, os dejaré con el prólogo y, en aproximadamente una hora, el primer capítulo. Iré subiendo un capítulo cada semana hasta el quinto, pues es todo lo que tengo escrito de momento. Puede que encontréis diferencias en lo nombres de los peronsajes (ni ya mencionar la historia, que cambia por completo). Disfrutadlo y, por supuesto, siempre podéis dejar un comentario en el tema de comentarios del fic.Prólogo: UN MUNDO OSCURO
Gront alzó la vista para poder observar Villa Plata… o lo que quedaba de ella. La mitad de la antes tranquila villa estaba totalmente calcinada. De las casas, abandonadas a su suerte durante el sangriento saqueo, surgían sendas columnas de humo, que se elevaban hacia el cielo estrellado, y dificultaban la visión del Garchomp. Gront notó como pasaba sobre los cadáveres chamuscados de pequeños Pokémon, que alguna vez habían vivido pacíficamente en aquel lugar. ¿Realmente era aquello lo que quería? Tal vez su objetivo era noble, pero no creía que fuera necesaria la pérdida de tantas vidas inocentes.
"Pero lo haces para acabar con esos asquerosos traidores. Recuérdalo siempre". Las palabras del Líder resonaban en su cabeza cada vez que se cuestionaba su cometido. Él seguía órdenes, aún sin tener ni idea de cómo estas influirían en la misión Así eran, de hecho, la mayoría los trabajos que la Corporación de Inteligencia les asignaba. Rápidos, sencillos, y, lo más importante, totalmente exentos de preguntas por su parte. Si hacía alguna pregunta a su superior, Vylos, éste sistemáticamente lo despachaba con un
"eso es confidencial" o
"no es relevante para el cumplimiento de la misión". Pero aun así era reconfortante servir a aquella causa. La causa que aseguraría la victoria contra los traidores, la causa que limpiaría Pellaria de la calaña más nauseabunda que aquel mundo había conocido. Sólo se preguntaba si merecía la pena la muerte de tantos civiles.
Agitando la cabeza para olvidar estos pensamientos, se acercó a un estandarte derribado en el suelo. De él colgaban los restos de una bandera que llevaba el símbolo de Villa Plata. Gront levantó la bandera para limpiar sus cuchillas de sangre, y, cuando lo hizo, pudo ver que bajo ella se escondía una Furret con sus dos bebés Sentret. La pequeña roedora abrió los ojos, aterrorizada, y miró a Gront, que, sin apenas inmutarse, miró hacia ambos lados, y luego susurró:
—Venga, lárgate —al no obtener respuesta, aclaró—. No quiero mancharme de sangre más de lo que ya estoy. Vete rápido o te encontrarán.
Esto pareció ser lo suficientemente estimulante para la Furret, pues salir corriendo con sus dos bebés a la espalda. Grunt los observó alejarse, hasta que el humo le nubló la vista. Se quedó mirando, distraído, en aquella dirección, sin percatarse de que alguien se acercaba por el lado contrario.
—He reunido al equipo, señor. Estamos listos para regresar al Fuerte Flarah a su señal.
Gront se giró, sólo para ver a Kiroh, el líder del Pelotón Incendiario número 3, delante de él. La voz del Heatmor lo sacó de su distracción.
—De acuerdo, capitán —respondió Gront—. Vámonos.
Ambos se giraron y abandonaron la zona, dejando atrás aquel horrible escenario de muerte y desolación.
Cynder se tapó los oídos con sus patas delanteras. El sonido que las explosiones causaban rompía la calma del bosque nocturno, y, aunque se había alejado ya medio kilómetro, podía oírlas como si las tuviera al lado. Agotado, se detuvo y miró a su alrededor, esperando, deseando que no hubiera nadie cerca; ya tenía suficientes preocupaciones para que, precisamente en ese momento, un Trevenant saliera de la maleza y lo atacara. Sin embargo, todo parecía muy calmado.
Las explosiones y el fuego habían ahuyentado a todo Pokémon salvaje de la zona… por el momento. Tenía que seguir corriendo, antes de que apareciera otro Pokémon para capturarlo, o incluso matarlo. Con este pensamiento, trató de retomar su carrera, pero pronto se tropezó con una roca y se derrumbó, haciendo obvio que, en su estado, no podía continuar corriendo.
Se acercó a un pequeño claro en medio del bosque, alejándose del camino, para poder sentarse tranquilamente. Solo entonces, en la tranquilidad de la noche, comenzó a asimilar la situación.
Recordó la última visión que tuvo de sus padres. Su padre, un regio Emboar, le dio una pequeña bolsa de viaje, mientras gritaba los nombres de los lugares que debía atravesar, y lo empujó fuera de casa por la puerta trasera, mientras su madre, una Thyplosion, lo abrazaba fuertemente antes de dejarlo ir, para luego girarse y tratar de defender la Villa junto con su marido. Cynder no miró atrás, sabiendo que lo que vería podría no gustarle no sabiendo ni siquiera si el hecho de ser Pokémon de Fuego los había salvado de la muerte. Su padre le había dicho que fuera a Roca Flama, un poblado en las Montañas del Hierro, en el que vivían amigos y familiares suyos. Las provisiones que portaba, si las repartía bien, le podrían llegar a durar hasta cinco días, pero desconocía que debía hacer luego. Se encontraba sólo y perdido en un mundo oscuro y totalmente nuevo para él.
Miró hacia el cielo, pasando la vista por cada una de las estrellas que era capaz de ver desde su posición. La luna, en medio de la cúpula celeste, bañaba el claro con su luz, permitiendo a Cynder ver más allá de su propio morro. Los ojos del pequeño Pokémon aún no estaban desarrollados del todo, así que necesitaba algo de luz para poder visualizar su camino. Su madre le había enseñado a producir fuego, pero tenía miedo de causar un incendio, y prefería arriesgarse a tantear el camino y no llamar la atención de nadie.
Cuando bajó la cabeza para abrir su bolsa, se dio cuenta de algo. Una figura de color azul se hallaba tirada en el suelo a unos metros de él. A causa de su reducida visión, no se había fijado en ella con el primer vistazo. Se levantó y dio un par de pasos, para asegurarse de que estaba, de hecho, ante un Pokémon dormido. Y no cualquier Pokémon. Las cuatro patas y las aletas en la cabeza y la cola indicaban que se trataba de un Mudkip.
¿Qué diablos hacía allí ese Mudkip? No eran nativos de la zona. Cynder pensó que tal vez ese Pokémon había acabado allí escapando de la Corporación de Inteligencia, como él. No lo consideraba realmente peligroso, así que decidió despertarlo.
Cruzó la distancia que los separaba, dudoso de si tocarlo o no. Finalmente, tocó al Mudkip en la mejilla y zarandeó su cabeza. Al ver que esto no era suficiente, le propinó un pequeño manotazo en la cara. De esta manera, el Mudkip reaccionó, levantando su cabeza del suelo y abriendo los ojos. Al ver a Cynder ante él, se sorprendió, y adoptó una expresión confusa.
Cynder se decidió a dar el primer paso.
—Hola, me llamo Cynder —le habló amistosamente—. ¿Quién eres tú?
—¡Aaaaaah! —Gritó el Mudkip, con los ojos abiertos como platos, al mismo tiempo que se levantaba de un salto.
Cynder retrocedió, elevando los brazos.
—¡Perdona! ¡No sabía que te iba a asustar tanto! ¿Qué te ocurre? —preguntó Cynder, inquisitivo- ¿Y cómo has llegado hasta aquí?
—E-eres un… Cyndaquil. Y estás… ¿hablando? —Replicó el desconocido, con pánico en la voz— ¿Esto es algún tipo de broma?
—Oye, ¿qué pasa? —Interrogó Cynder, arqueando una ceja mientras se cruzaba de brazos— ¿Crees que solo los Mudkip saben hablar?
—¿Mudkip? No, un Mudkip es un Pokémon… yo soy… —El Mudkip se miró de arriba abajo— ¿Soy un Mudkip? ¡Soy un Mudkip!
Cynder se quedó pasmado ante los movimientos del desconocido, que daba vueltas tratando de identificar su propio cuerpo al tiempo que recorría el claro mascullando como un histérico. Se empezó a preguntar si no estaría loco, y, de todas formas, decidió intervenir.
—Oye, relájate. Te habrás llevado un golpe en la cabeza o… algo —trató de reconfortarlo el Cyndaquil—. Mira, tú cuéntame lo que te pasa, y haré lo posible por ayudarte.
—¡No lo entiendes! —gritó el Mudkip— N-no se supone que deba tener este aspecto. Escúchame: yo, por muy raro que te pueda parecer, ¡no soy un Pokémon! ¡Yo soy un humano!
Cynder se quedó mirando al Mudkip. No sabía si sentir pena o preocupación por él. Claro que tampoco sabía si estaba o no diciendo la verdad. De todas formas, la manera en la que hablaba era la de alguien que estaba siendo totalmente honesto. Por el momento, le daría el beneficio de la duda.
—De acuerdo… yo me llamo Cynder ¿cómo te llamas tú? —lo interrogó el Cyndaquil.
—Yo… me llamo -el Mudkip puso cara de concentración—… ¡Maldita sea! ¡No soy capaz de recordar mi propio nombre!
—¿Al menos recuerdas como acabaste aquí? Cualquier información que me puedas dar sería de gran ayuda —lo tranquilizó Cynder, tratando de hacerlo sentir mejor.
—No, yo… tengo un dolor de cabeza terrible… no puedo pensar con claridad…—el desconocido se calló un instante— ¿Me creerías si te digo que no recuerdo absolutamente nada?
—Bueno, te he creído cuando me has dicho que eras un ser humano transformado en Pokémon —le respondió Cynder, encogiéndose de hombros-. Así que no veo motivo para no creerte ahora. Ven, siéntate aquí.
Cynder llevó al Mudkip al lugar en el que había dejado su bolsa de viaje, junto a una roca, y se sentó allí. Rebuscó en la pequeña bolsa y sacó una baya caquic.
—Ten —dijo, poniendo la baya ante los ojos del Mudkip—. Esto aliviará el dolor de cabeza.
—Gracias —respondió gentilmente el pequeño pokémon de agua.
Durante los segundos siguientes, sólo el sonido de los mordiscos del Mudkip comiendo ávidamente la baya.
"Devora esa baya como si no hubiera comido en toda su vida" pensó Cynder.
"No creo que pueda permitirme llevarlo conmigo… apenas tengo comida para mí. Si se viene conmigo, con ese apetito, se comerá todas las bayas antes de que el sol se ponga mañana".
Mientras Cynder se debatía, el Mudkip se acababa la baya y escupía las semillas en el suelo.
—A propósito… ¿qué haces aquí, en medio del bosque? —preguntó inocentemente.
Cynder, saliendo de sus cavilaciones, lo miró con sorpresa.
"La verdad es que no tengo a nadie más. Confiar en él es lo único que me queda de momento…"—He escapado de Villa Plata. La Corporación de Inteligencia ha incendiado la aldea, y matado o capturado a todos los habitantes. Es poco probable que haya otros supervivientes. Mis padres me han enviado a las montañas del Norte, donde dicen que hay una aldea de pokémon de fuego.
—Vaya, eso es… crudo —respondió el Mudkip, algo impactado por la respuesta de Cynder.
Se hizo un incómodo silencio, que Cynder decidió romper. Extrañamente, su timidez natural parecía decrecer cuando hablaba con aquel curioso Pokémon.
—Oye, puede que esto resulte brusco, pero la verdad es que no me siento seguro aquí —dijo el Cyndaquil con tono preocupado—. Prefiero seguir avanzando a través del bosque, al menos hasta que lleguemos al claro que hay a kilómetro y medio de aquí, casi al final del bosque. Si avanzamos a buen ritmo, creo que a la una de la madrugada podremos llegar allí. Una vez que lleguemos, podrán ayudarte a recuperar tu memoria.
El Mudkip, curiosamente, sonrió animado.
—Me parece bien. No sé exactamente quienes te persiguen, pero, si han llegado a incendiar una aldea, no pueden ser Pokémon decentes.
Cynder, extrañado por el espontáneo arrebato de energía del Mudkip, pero sin reprochar, recogió la bolsa, y, respirando hondo, retomó la marcha.
—Oye, por cierto —dijo, con timidez. El Mudkip, que ya había empezado a andar, se giró—, ¿Te molestaría que te llamase Marvin? Quiero poder llamarte de alguna forma, y, la verdad, no se me ocurre un nombre mejor.
El Mudkip se lo pensó un momento, alzando la cabeza.
—Sí, por qué no. De todas formas, no recuerdo mi nombre anterior, así que no sé si será más bonito o más feo.
Satisfecho por su ocurrencia, Cynder sonrió y se dispuso a liderar la marcha.