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Literatura y Fan Fiction / Cuento de terror.
« en: 27 de Febrero de 2017, 03:44:33 am »
El adinerado propietario de un periodico local de una pequeña ciudad el norte de Inglaterra se encontraba ya cambiandose de ropa para acostarse en su cama. Al otro lado de las ventanas de aquella casa de estilo victoriano de dos plantas solo se podía ver la negra oscuridad que reinaba aquel terreno alejado de la poco ajeatreada ciudad. Únicamente la luz de una alejada farola se atrevia, no sin recelo a romper la negrura de aquella noche. Una vez cambiado de ropajes, el hombre se arrodillo frente a la cama, aferrandose a un crucifijo de piedra cuyos caprichosos tallados formaban una red de curvas y rectas que, si tenian algún significado más allá que ser mera decoración, se había perdido cientos de años atrás en algún lugar del sur de América, donde tras pasar de mano en mano acabo bajo la propiedad del señor Edwin Wander. Como era tradición en su familia, comenzó a rezar a los pies de la cama.
"Oh, dios. Sé que es pecado ser codicioso, mas ultimamente mi periodico carece de las noticias que antaño lo hicieron conocido. Ojalá pudieses bendecirme con alguna noticia que sea capaz de hacer remontar mi negocio."
Al terminar, el orondo caballero levantó su mirada hacia la ventana y soltó un ahogado grito de sorpresa al contemplar como dos pequeños luceros rojos desparecian subitamente de entre los cuatro bordes de la ventana. Temeroso, se puso en pie y lentamente, siento el silencio de la noche en sus propias carnes más que nunca se acerco a la ventana pero vaciló cuando estiraba su mano para abrirla.
"Debo habermelo imaginado, estoy exhausto."
Tras este inocente pensamiento se postró sobre su cama y se tapó de los pies a la cabeza con el grueso conjunto de sábanas que conformaban la lencería de su lecho. A la mañana siguiente, la conmoción generalizada entre la población alcanzó la alejada finca del señor Wander.
Los ensangrentados restos de un joven habían sido encontrados en mitad de la plaza de la pequeña urbe. Todo su cuerpo mostraba heridas que tan solo podrían haber sido provocadas por una bestia. Su rostro había sido horriblemente desfigurado, las profundas marcas de colosales dientes cubrian su cuello y sus extremidades mientras que su pecho había sido rajado de manera grotesca. Esta no era la noticia que Edwin esperaba tener en la primera página, pero sin duda que el traumático suceso hizo que las ventas de su periodico se disparasen como la espuma de una botella de champán agitada.
La noche se volvió a cernir sobre su morada y el hombre, religiosamente, se arrodilló frente a su cama para pronunciar los rezos de cada día. Sus palabras fueron interrumpidas por un suave golpeteo contra el cristal de la ventana, como si un pájaro lo picotease lenta y rítmicamente. Sus músculos se paralizaron de terror al recordar las dos luces rojas que la noche anterior le atormentaron en sus sueños. Y allí estaban de nuevo. Sus sudorosas manos se cerraron sobre el crucifijo, lo que anoche confundió con dos pequeños luceros, hoy eran los ojos echarcados en sangre de un ser de pesadilla.
Una mano peluda acabada en unas afiladas garras abrió muy despacio la ventana y, ante su atonita y aterrorizada mirada, los curvilineos tallados de la cruz tomaron forma. Un nombre. Él había jugado con fuerza que escapaban de su entendimiento y ÉL había venido a cobrarse el trabajo que la noche anterior había realizado, dandole una última gran noticia, la de su propio asesinato.
Bueno, espero que os haya gustado pese a que el don para escribir brilla por su asencia en mi persona.
"Oh, dios. Sé que es pecado ser codicioso, mas ultimamente mi periodico carece de las noticias que antaño lo hicieron conocido. Ojalá pudieses bendecirme con alguna noticia que sea capaz de hacer remontar mi negocio."
Al terminar, el orondo caballero levantó su mirada hacia la ventana y soltó un ahogado grito de sorpresa al contemplar como dos pequeños luceros rojos desparecian subitamente de entre los cuatro bordes de la ventana. Temeroso, se puso en pie y lentamente, siento el silencio de la noche en sus propias carnes más que nunca se acerco a la ventana pero vaciló cuando estiraba su mano para abrirla.
"Debo habermelo imaginado, estoy exhausto."
Tras este inocente pensamiento se postró sobre su cama y se tapó de los pies a la cabeza con el grueso conjunto de sábanas que conformaban la lencería de su lecho. A la mañana siguiente, la conmoción generalizada entre la población alcanzó la alejada finca del señor Wander.
Los ensangrentados restos de un joven habían sido encontrados en mitad de la plaza de la pequeña urbe. Todo su cuerpo mostraba heridas que tan solo podrían haber sido provocadas por una bestia. Su rostro había sido horriblemente desfigurado, las profundas marcas de colosales dientes cubrian su cuello y sus extremidades mientras que su pecho había sido rajado de manera grotesca. Esta no era la noticia que Edwin esperaba tener en la primera página, pero sin duda que el traumático suceso hizo que las ventas de su periodico se disparasen como la espuma de una botella de champán agitada.
La noche se volvió a cernir sobre su morada y el hombre, religiosamente, se arrodilló frente a su cama para pronunciar los rezos de cada día. Sus palabras fueron interrumpidas por un suave golpeteo contra el cristal de la ventana, como si un pájaro lo picotease lenta y rítmicamente. Sus músculos se paralizaron de terror al recordar las dos luces rojas que la noche anterior le atormentaron en sus sueños. Y allí estaban de nuevo. Sus sudorosas manos se cerraron sobre el crucifijo, lo que anoche confundió con dos pequeños luceros, hoy eran los ojos echarcados en sangre de un ser de pesadilla.
Una mano peluda acabada en unas afiladas garras abrió muy despacio la ventana y, ante su atonita y aterrorizada mirada, los curvilineos tallados de la cruz tomaron forma. Un nombre. Él había jugado con fuerza que escapaban de su entendimiento y ÉL había venido a cobrarse el trabajo que la noche anterior había realizado, dandole una última gran noticia, la de su propio asesinato.
Bueno, espero que os haya gustado pese a que el don para escribir brilla por su asencia en mi persona.
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