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Literatura y Fan Fiction / Si vis pace, para bellum
« en: 29 de Septiembre de 2012, 06:03:10 am »
Ahí tenéis un relato corto. Quiero críticas, comentarios, pero sobretodo críticas, no os cortéis si os parece una bazofia.

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Amimitl era un pequeño pueblo pesquero situado en la costa este de la bota. Todos los hombres vivían de la pesca, de eso y de los intercambios del pescado, claro. Gracias a eso, Amimitl, era conocido en Italia por su buen pescado y su actividad comercial. Su posición también favorecía los intercambios, pues era de las pocas regiones que no se encontraban sitiadas por montes y cordilleras. Los pueblerinos acostumbrábamos siempre a pescar solos, con nuestra caña de pescar y nuestro taburete, todo era sencillo así, aunque solo diera para la subsistencia y poco más, vivíamos felices. Todo se complicó con el paso del tiempo y la mecanización de la pesca, así como la modernización de los métodos pesqueros. Esto, causó, que el pueblo, que era de los pocos de la época que podía comerciar de forma rentable con pescado fresco, aun llevándose una parte para ellos mismos, tuviera que adaptarse a los tiempos, y cambiar el bote por un barco en condiciones, ya con un motor potente incorporado. Ahí la cosa se complicó. Tardamos mucho en entender cómo utilizar esos aparatos, y cómo manejar un barco también. Cuando aprendimos, algo se interpuso en nuestro camino a reconvertir nuestro mercado de nuevo. Los bancos de peces, que siempre habían ocupado nuestras orillas a horas del día exactas y semanas concretas, ahora desaparecían, dando paso a terribles tormentas veraniegas.

Un día, mientras yo pescaba de noche, algo se clavó a mi anzuelo. Tiré de ello fuertemente, si era un pez, era enorme, sin embargo, no parecía que el pez hiciera ademán de movimiento por librarse del anzuelo, como todos los peces, si no más bien parecía un peso muerto. Mi caña se doblaba a cada tirón que le propinaba, tratando de mantener la cuerda tensa. Escuché el crujir de la madera de cerezo, y me dije que me diera más prisa si no quería romperla. Pude ver como una sombra se elevaba del fondo, y luego escuchar un objeto levantarse contra el agua. Rápidamente lo desenganché del anzuelo una vez conseguí subirlo a tierra. La silueta era parecida a la de un instrumento. Me aparté hacia un lado, para que uno de los faroles sobre mí iluminase a duras penas el objeto. Sus cuerdas eran como hebras de oro, líneas translucidas que apenas eran visibles por un ojo viejo como el mío. De vez en cuando, las cuerdas brillaban en tonos dorados frente a la luz. El cuerpo tenía forma de la herradura de los caballos, y en medio de la herradura, se situaban las finas tiras musicales. Me pregunté donde podría tener la caja de resonancia, y luego, toqué las cuerdas con curiosidad. El sonido resultó reconfortante, y el sentimiento de ensoñación me pidió volver a tocarla. Tiin... ese sonido se esparcía por la mar, causando un efecto de eco maravilloso, revoloteando en el aire, y luego por debajo del agua, para perderse en las profundidades del Mediterráneo. La coloqué entre mis brazos. Era verdaderamente pequeña para lo que eran las arpas de nuestra época, y sumamente sencilla, hasta un inglés ignorante encontraría la forma de tocarla sin romper la magia del instrumento. Pasé las yemas de los dedos por los hilillos, levantándolos a la vez que los posaba, alternando una mano con la otra ¡Era fantástico! Como los cuentos que las abuelas contaban sobre el dios de la pesca, Amimitl, quien dio nombre a nuestra villa. Cuando terminé la última nota, esta se repitió, como hacía la primera vez, aunque esta vez algo no estaba bien. Era como si debajo del agua las notas volvieran a ascender. Parpadeé incrédulo a lo que mis oídos escuchaban, ahora no eran notas sin concordancia y ritmo como las mías, ahora lo que salía del agua eran notas agrupadas en armonía, lo que las hacía parecer más aterradoras que encantadas. Cogí mi caña y el arpa y volví a zancadas hasta mi casa.

A la mañana siguiente “La fé”, un barco pesquero famoso en Amimitl, llegó a puerto sin su tripulación. No podíamos imaginar donde podía esconderse a tantos marineros en medio de agua salada. Registraron el barco, y lo único que encontraron fueron sus objetos personales y algo de comida. Se habían desvanecido sin dejar rastro alguno.

Dos días después, un muchacho que se encontraba pescando junto al muro, cayó a la mar, perdiéndose en el agua. Un amigo suyo afirmó que se lanzó por voluntad propia, que de pronto se levantó y se lanzó al agua. No volvió a salir. Buscaron el cuerpo, y toda búsqueda fue en vano. Sin embargo, después de que una semana de escasez de peces asolara nuestras costas, llegaron a nuestra playa los cuerpos de los marineros perdidos, y el del chico. No habían sido golpeados, ni tenían cortes, ni les habían envenenado, simplemente se ahogaron tragando agua salada. Toda su cara estaba arrugada y marcada con el signo inconfundible de la muerte. A los civiles no nos dejaron acercarnos mucho, pero al ver los cadáveres grises y tumbados sobre la arena en gesto de paz eterna pude fijarme en sus labios. Los labios de los marineros y el del chico parecían estar acusadamente más arrugados que cualquier parte del cuerpo, mucho más que el rostro, y tenían un aspecto mucho más… deshidratado, como si una sanguijuela les hubiera chupado el color y luego hubiera comido su carne. Estaban completamente consumidos para el poco tiempo que hacía que habían muerto.

Mi nieta me invitó a darme una vuelta en su nuevo barco “La amapola” lo había bautizado. Era un barco bonito y grande, de tamaño medio para lo que eran nuestros navíos, de un blanco bien lustrado, dibujado sobre él las letras del nombre del barco, en uno de sus laterales, no logré fijarme cual. Partimos a mar abierto, alejándonos de la costa, pudiendo ver únicamente azul infinito, aquel azul marino que tanto me había gustado de niño y tanto había aprendido a temer con los años.

Para nuestra suerte, los peces nadaban con viveza por nuestras aguas, lo que indicaba la ausencia de las tormentas que minaran la moral de los pescadores. La tripulación de La amapola, constituida por tres hombres fuertes y mi nieta, echaron la red al agua, y se levantaron unos cuantos kilos de pescado respetables. Los camarotes estaban situados bajo la cubierta, eran pequeños, pero la cama era confortable, y la espalda no dolía al apoyarla sobre el colchón.

De noche, no pude resistir la tentación de tocar unas notas de aquella arpa maravillosa que había encontrado pescando. Las tirillas doradas temblaron al contacto, resonando suavemente por todo el barco, acariciando mis oídos y el navío entero. Esta vez, las notas no se repitieron, no emergió una composición distinta del mar en respuesta a la mía. Al cabo de un rato, oí un tintineo, un sonido discordante, casi como un chillido. Cuando me di cuenta, las olas ya golpeaban el barco de un lado a otro. Lara se levantó junto a su tripulación y subieron a cubierta. Mi nieta comenzó a gritar órdenes, y sus marineros las respondían, asintiendo y llevando a cabo sus tareas. Me vestí y subí yo también. El agua me golpeó la cara y el cuerpo, lanzándome contra la puerta de los camarotes. Volví a subir a trompicones. Llovía con fuerza sobre nosotros, si no clareaba pronto, tan solo el agua de lluvia nos hundiría. Busqué a mi nieta con la mirada, la encontré y me acerqué a ella. Antes de poder tocarla, una ola la arrastró hacia las oscuras aguas, perdiéndola en su fuerza y negrura. Grité ayuda, no obstante, el único marinero que quedaba a bordo le pareció buena idea lanzarse a nadar un poco. Reconocí una silueta femenina en el mar, y corría hacia ella hasta el borde del barco. Le ofrecí mi mano. La silueta negra no pareció querer aceptarla, y hasta casi pude distinguir una sombra de risa en su rostro oscuro. Al final se acercó, yo le extendí más la mano, y ella me agarró por el brazo, llevándome hacia ella. Pataleé en el agua, no obstante, ella me sostuvo, y no me dejó ahogarme, ni que me hundiera, era como si a ella le resultara fácil flotar. Puso una de sus manos detrás de mi cuello y me besó en los labios. Sus labios eran salados, casi tanto como la mar, finos y firmes. No comprendí la situación, y pronto caí presa de un sueño incipiente. Un canto resonaba en mis oídos ¿Era latín? No lo sabría decir bien… solo sabía que era muy relajante, y me dejó flotar por unos momentos en pensamientos de tranquilidad y paz. Todo eso se hizo pedazos en cuanto mi cabeza se sumergió en las aguas, junto a la de la mujer, que aferraba su boca a la mía. La luz de luna se introdujo entre las negras nubes para dar paso a algo de claridad grisácea. Abrí los ojos bajo el agua, dando patadas y tratando de separarme de la mujer. Ahora, gracias a la luna, podía ver de verdad como era aquella silueta. No tenía piernas ¡Tenía cola, cola de pez! Cada vez notaba como si me faltara aire, pero ya había estado en situaciones bajo el agua, y ese sentimiento no era natural. Era como si me chuparan el oxígeno de los pulmones. Poco a poco la preocupación se convirtió en un cosquilleo en la cabeza y un regusto dulce en la boca. Ella se separó de mí. Mi cabeza ya no podía sujetarse por mi cuello, me faltaban las fuerzas, y, al mirar hacia atrás pude verlas ¡Eran miles de ellas! ¡Miles de criaturas con cuerpo de mujer y cola de pez! Entrecerré los ojos, sin poder dar crédito a lo que veía, de todas formas, ya había muerto. El canto volvió a mis oídos, pero esta vez no poseía ni una pizca de armonía, era agresivo y amenazante-Si vis pace, para bellum- Todas ellas me miraron, yo les devolví la mirada. Ya no eran hermosas. Ahora, ante mis viejos ojos, estaban formadas por una piel blanca y arrugada, de nariz más arrugada metida hacia dentro del rostro. Me dieron náuseas momentáneas. Vi las arpas que sostenían entre sus manos. Supe que nunca debí quedarme con nada que la mar ofreciera que no fuera pescado-Si quieres paz, prepárate para la guerra-Repetí, moviendo lentamente los labios, sintiendo una calma infinita recorrer el cuerpo.

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Literatura y Fan Fiction / [Fanfic] Recuerdos de una mentira
« en: 25 de Agosto de 2012, 07:00:11 pm »
Críticas y comentarios, muchas críticas, no os cortéis si os parece una bazofia. Se admiten todo tipo de comentarios sobre la trama, que para eso lo publico. Espero les vaya gustando

-Spoiler del primero al noveno-
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Primer capítulo

Aquí abajo no hay nada más que roca y champiñones, muchos champiñones. Estoy harto de la sopa de champiñones, pero no hay nada más que comer. A algunos les gusta el sabor, aunque no creo que sea muy sano, y, sorprendentemente, la enfermería no ha recibido todavía ni un enfermo por intoxicación de champiñón. Al viejo de al lado no le doy ni dos días hasta que acabe enfermo de angustia. El otro día replicaba a la cocinera que, cuando ellos estaban dos pisos más arriba, comían queso y carne. Yo no lograba imaginar una comida que no fuera alargada y llevase sombrero. Los champiñones no eran un problema primordial. Yo tenía que levantarme cada día a las ocho en punto. Y allí estaba, aún en la cama a las diez de la mañana.
-¡Despierta, gandul!-gritó Magdalena, dándome un empujón fuera del colchón-Perderás tu ración de setas si no te das prisa-¿No se le ocurría nada mejor? Puedo asegurar, ahora y siempre, que no saldría de mi cama a las ocho de la mañana por champiñones  ni aunque mi madre misma despertara de su tumba para ello-¿No vas a decir nada? Un gracias estaría bien-Me vestí con el uniforme negro y me colgué el rosario al cuello. Salí sin hacer ruido de mi habitación. Ningún aire se filtraba del exterior. Estábamos a muchos metros de la superficie. Los conductos de ventilación eran antiguos, y, aunque, según decían los ancianos, estaban conectados a la superficie, parecía que el tiempo los había vuelto viejos a ellos también y los habían dejado inútiles.

Magdalena es mayor que yo, su pelo rubio despierta destellos plateados de cada punta, es la envidia de todas las chicas de nuestro complejo, y sus ojos guardan un estrecho parecido con la roca musgosa. Cuando yo era pequeño, ella me había contado la historia de cómo murió mi madre frente a su mirada de chiquilla. Mi padre también falleció, pero no de una explosión, si no de una enfermedad. Aquí, en nuestro mundo subterráneo, aquellos que no poseen la bendición de buscar en su futuro acaban muertos tarde o temprano. Y yo, como hijo de mi padre, heredé el defecto de no poder ver mi futuro. Aquellos niños que no poseen esta bendición son malditos por orden directa del Papa, y son marcados con el sello de la muerte.

Nuestras habitaciones de estudiantes están unas con otras juntas, y no hay diferencia de género, tanto hombres como mujeres viven unos cerca de otros, hasta comparten camas. Todos aquí somos muy jóvenes porque la mayoría de nuestros padres han muerto, y no hay mucha esperanza de vida, por eso mismo el Papa quiere juntarnos, para procrear y repoblar la especie en cada nivel. Como podéis imaginar, no hay quien duerma por las noches… es horrible.

Salí del corredor de habitaciones y entré en el área de descanso antes del comedor. Es circular, y posee infinidad de libros de todo tipo en sus estanterías. Lo crucé y entré al comedor. Agarré una bandeja y cogí los cubiertos. Yugo servía hoy la comida. El turno de “repartidor de comida” es sorteado al azar entre todos los estudiantes, y ese día le tocó a Yugo. Yugo es compañero mío en la guardia del nivel, aunque suele estar acosado por multitud de chicas y no hablamos mucho, por no hablar que tiene un gran problema con su ego. Al parecer les resulta atractivo su excesiva masa muscular, sin embargo a mi me resulta un poco grotesco-¡Pero si es Alex, vaya, por fin te has dignado a aparecer! Ya veo… no hay forma de  sacarte una sonrisa de esa cara tan rígida ¡Alégrate! El cocinero ha descubierto un nuevo tipo de hongo comestible-Lo que me faltaba…-Mira, toma un poco y luego me dices que tal
-Por la diosa… ¿Qué es esto? ¿De verdad se puede comer?-Murmuré en voz baja. Antes de poder irme, Yugo me colocó una mano en el hombro y me dijo: “Sé lo de Magdalena, pero tranquilo, no le diré a nadie de tu bufanda” Supe de inmediato a qué se refería. Magdalena me la había hecho con lana blanca y me la dio cuando tenía ocho años, ella entonces tenía diez. Servía para tapar mi marca que el Papa mandó estampar sobre mi cuello. Estaba algo asustado cuando me lo dijo Yugo, no quería que se supiese que estaba destinado a morir, a mi me daba igual que la gente conociera a la creadora de la bufanda, tan solo no quería que se me tratase con lástima.

Me senté solo en una mesa en un rincón del comedor. Los nuevos hongos eran iguales que todos, llevaban sombrero y eran marrones, solo que estos tenían motas en el capuchón que delataban su difícil digestión. Recuerdo que entonces comencé a marearme, no lo recuerdo muy bien, y cuando lo intento un dolor de cabeza muy intenso no me deja acordarme de lo sucedido. Recordé algo, un nombre, y una niña, una niñita muy pequeña… María, no lo sabía bien, pero lo recordaba demasiado bien. Recordé ver como a mi padre se le desprendía un brazo, y también su marca, él también estaba marcado. Sentí que mi cabeza ardía, se quemaba por dentro, y luego, mil agujas la destrozaban por fuera. Pronto dejé de recordar y dormí.

Segundo capítulo

.Recientemente me habían nombrado capitana de la cruzada, me habían encargado eliminar Condenados. El Papa había anunciado ya hacía dos años de la necesidad de aliviar su sufrimiento, aunque yo hubiera recibido el puesto de oficial hacía poco tiempo, mientras jugaba entre las sábanas de Su Santidad. Por fin me había ganado el puesto, el Consejo llorón empezaba a impacientarse, de verdad que hacía honor a su sobrenombre. Quedaban todavía cinco recipientes, el Consejo llorón los necesitaba a todos, y ya habíamos encontrado uno. El apodado “Roy tres dados”. Siempre que participaba en juegos de azar donde las reglas especificaban la necesidad de uno o dos dados, de alguna forma, él conseguía que el número de dados aumentara en su beneficio. Ese tal Roy era un mercenario, y no uno cualquiera. Conocemos sobre su trabajo en el Trazo, pero no la ubicación de ese lugar. Al no poder encontrarlo hemos decidido ir a buscar a otro.
-¿Catherine? ¿Qué piensas?-Preguntó Baal, removiéndose en la silla y con el ceño fruncido-Iremos a por el chaval-Dije, removiendo el vino de la copa-¿Lo encontraste?-Volvió a preguntar, inclinándose un poco hacia delante-Nivel siete, la academia
-Tiene dieciséis años ¿Qué piensas hacer?
-Ir a buscarle, claro-Respondí, dando un tímido sorbo a la copa-Tus juegos de cama no funcionarán con el, es solo un crío
-¿Insinúas algo?
-Nada. Solo digo que si no funcionó con el padre, no lo hará con el-Clavé la mirada en sus ojos y fruncí el ceño involuntariamente-Eres bonita ¿Y qué? Ni siquiera es mayor de edad
-¿Bonita? Revisa con cuidado tu vocabulario o te reportaré al Papa por impertinente-Me levanté de mi asiento y salí de la taberna. Afuera, en la entrada del túnel, me esperaban tres guardias, los tres con sus tres estrellas en el pecho, lo que significaba rango A de personal, y eran blancas, que quería decir que pertenecían a la Cruzada. Su uniforme era completamente negro, y de sus cuellos pendía su rosario, la identificación que traía grabada en su cruz sus nombres y su número. Uno de ellos era un enano, era un hombre, pero bien bajito, se llamaba Chow. Aquel enano poseía una barba tan larga que podía perfectamente pisársela. A otro lo conocía, se llamaba Baco, ya había trabajado en otras ocasiones con él… y lo odiaba, no podía haber alguien más feo. Su nariz era como la de las brujas de los cuentos de chiquillos, hasta tenía una gran verruga. No podía creerme que esos tipos fueran mis guardias.

Me acerqué a ellos y los miré de nuevo. Suspiré y les ordené que trajeran la carreta-¿Adonde nos dirigimos, oficial?-Preguntó el enano-No te importa. Tu trabajo es mantenerme a salvo, gritaré si están a punto de devorarme, no te preocupes-Todos entramos en la carreta, Chow y Baco comenzaron a dar a la palanca y nos movimos. Recorrimos durante horas esos oscuros túneles con la única luz de un candelabro, sin problemas, pero casi a ciegas, por suerte el camino hacia el nivel siete era lineal-Lo oigo…-Susurró Chow-Si. Encárgate de ellas-Ordenó Grand. En cuanto las ratas se acercaron más pude verlas, eran cuatro. Las llamábamos así por el parecido que guardaban, pero no eran para nada como una. Medían el doble que la estatura de un hombre normal, su físico no era nada, solo carne decrépita y escuálida, muy fina y sin pizca de músculo, era increíble que unos brazos tan minúsculos sostuvieran unas garras tan enormes. Para ellos era fácil acabar con esas bestias, toda su vida las habían matado, y ahora ya habían dominado como predecir lo que irán a hacer las ratas

 Chow se bajó de la carreta y sostuvo el arma con ambas manos, la derecha por delante de la izquierda, entrecruzando los brazos. La posición era un poco ridícula. En cuanto se acercó una rata lo suficiente para atacar Chow ya había esquivado lo que en el futuro lo habría dejado sin garganta. Desenredó los brazos girando la guadaña entorno al pecho del animal, el monstruo chilló tanto que llegó a desconcentrar a Chow del aquel extraño sonido agudo y metálico-Diosa…-Murmuró Chow, finalizando a la rata con rabia. Eran tres más. Se acercaron y el resultado fue el mismo. El soldado lo esquivaba todo incluso antes de que lo lanzasen, y las ratas, desconcertadas, recibían la guadaña en su fina carne, que las desgarraba en un instante.

Chow volvió al “vehículo” y continuaron la marcha-¿Os habéis fijado en sus hocicos? Todas ellas habían consumido a alguien
-Empieza a ser preocupante
-¿Crees que deberíamos enseñar a los críos a defenderse?-Preguntó Baco, rascando su barbilla-Puede que si, no estoy seguro. En cualquier caso, esa decisión no está en nuestras manos. Concentraros en la palanca-El camino se ensanchó y dio paso a algo de luz.

Tercero capítulo

-¿Una cama? No, solo es un sueño, estoy arriba. Mi realidad es estar junto a mi padre cuidando de la pequeña Michelle, qué chiquilla más dulce… Padre dice que es igualita que su madre, las mismas manos, delicadas, tan finas que tengo miedo de que sostenerlas haga que desaparezcan en bruma. Vivo en un lugar llamado Nelville, de colinas verdes repletas de flores blancas allá donde alcanza la vista. El panadero se para a charlar con mi padre mientras le entrega la barra recién orneada. Yo recibo al cartero en las escaleras de mi casa. Mi madre nos manda cartas desde la parte oeste de la cordillera de Nudillos, en un pueblo situado en la falda de la montaña. Vive muy feliz, aunque dice que nos echa de menos. Yo le envío una o dos cartas cada día y se lo cuento todo. María, la mujer del panadero, es muy conocida de mi madre, y dio a luz a una niña hace tres días, han decidido llamarla… mierda ¿Cuál era su nombre? No me acuerdo… ¿No me acuerdo? ¡No lo recuerdo, maldita sea, yo estuve presente cuando nació! ¿Estuve presente? María… sí, se llama como su madre. No, todo es mentira, nunca existió nada verde ¿De qué hablo? La niña se llama Magdalena, nada más nacer me regaló una bufanda para cubrir mi muerte ¿Una niña puede coser con unas pocas horas de vida? Eso es una locura ¡Jajajaja! ¡Magdalena me visitó y, y, y entonces corrimos y jugamos todo el día! Pero entonces ¡BUM! Fuego por todas partes, Magdalena murió entre llamas y yo enfermé, para luego morir también. Suena como una novela triste. Maldición, me estoy volviendo loco-Una mano fría me acariciaba el pelo, con mucha delicadeza, unas manos tan frágiles que parecían no haber tocado nunca la roca que nos rodeaba-Una camilla…-Susurré, contemplando el nostálgico rostro de Magdalena-Se te ha desecho la trenza-Dijo Magdalena, mientras jugaba con el matojo de pelos que era entonces la trenza-¿Aún recuerdas como la hacía madre?
-Claro-Respondió ella, con una mueca de preocupación en su cara. Yo tenía el pelo corto, si, pero para una pequeña coleta me llegaba. En un instante Magdalena la volvió a hacer-Deberías dejar de llevar una coleta, te confundirán con una chica-Yo fruncí el ceño instintivamente-¿Qué me ha pasado?
-Perdiste el conocimiento en el comedor. Te trajimos aquí, y desde entonces llevas un día y una noche durmiendo. Estaba preocupada…-A la chica se le ensombreció el rostro. Se alejó y se dirigió a la puerta-Que te mejores-La puerta se abrió y golpeó la espalda de Magdalena, que cayó de rodillas, con un gesto de dolor en la cara. Una mujer que no había visto nunca entró. Llevaba un extraño uniforme, no era del nivel siete, eso seguro. Se acercó a mi y me miró detenidamente durante unos segundos-¿Has recordado algo?-Preguntó la mujer, en un extraño tono burlón. No respondí, no estaba de ganas para hablar con extraños, y mucho menos de responder preguntas sin sentido-Yo creo que sí. Es doloroso, seguro, dos siglos de vida en la mente de un niño ¿En qué estaría pensando tu padre…?-El tema empezó a interesarme, cualquier persona que supiera algo de mi padre se merecía mi atención-¿Qué sabes tu de mi padre?
-Sé que no te quería mucho, seguro ¿Qué padre le entrega doscientos años de vida a un niño? O no le importabas lo más mínimo o tenía algo en mente-Miré los ojos de aquella mujer, no me gustaba, vivía una extraña sensación, era como si… como si oliera a flores ¿Flores?-Yo pienso que eran ambas, tu padre no era estúpido. De todas formas, sé que suena patético, pero te necesito
-¿Conoces a esta mujer?-Intervino Magdalena-No-Respondí con voz ronca-¿Y esa quién es? No sirve-Desenvainó una daga que ocultaba bajo el vestido y la lanzó contra Magdalena. El arma se encaminó directo al corazón, por suerte opuso su mano en la dirección y el golpe no fue mortal. Magdalena gritó, apoyándose en el escritorio, mientras trataba de sacar la daga de la palma de la mano-¡Magdalena, lánzame ese cuchillo!-Ella pensó que me refería al que tenía la mano y titubeó un segundo, luego supo que era el que estaba sobre la mesa. Me lo lanzó y me levanté de la cama para cogerlo en el aire. Lancé el arma contra el pecho de la mujer, sin embargo, se zafó moviéndose un poco a la derecha- Déjalo ya, ni tú ni yo somos soldados
-Te equivocas-Intervine yo-Esta habitación y el área circundante en diez metros a ella será derrumbada por la explosión
-¿De qué hablas?-Mi arma clavada en la pared emitió un ruido de alarma-¡Estás loco, tu también morirás!-Corrí y agarré de la mano a Magdalena, que aún se peleaba con el puñal. Se lo saqué de un tirón y le dije que se presionara con la otra mano en el corte. Cargué contra ella, la mujer me esquivó con facilidad, yo mantuve el ritmo y no caí contra el piso. Magdalena me indicó el camino a su habitación y entramos en ella. Alguien me golpeó la nuca con la palma abierta-¡Estás loco, así morirá mucha gente!-Exclamó. Pude ver como se le asomaban las lágrimas involuntariamente, y, por alguna razón, me sentí culpable-No te preocupes por eso
-¿Que no me preocupe?-Murmuró Magdalena, golpeándome con el puño sano en el pecho-¿Has oído alguna explosión?
-No…
-Pues ya está, no van a explotar, es una locura colocar explosivos en un cuchillo de ese tamaño, ambas sois muy crédulas. Ahora, a ver esa mano-Sostuve su mano y, por una vez pensé que eran las de Michelle, no, ella estaba muerta “Mentira… nadie murió, todos vivimos en Nelville, incluso Magdalena. Miento, ella murió de una explosión” Pensé, destrozando todo rastro de cordura que me quedaba-¿Estás bien?-Su voz me despejó un poco la mente-Si
-Jiji-Se rio como una niñita-¿De qué te ríes?
-Llevas un buen rato sosteniendo mi mano sin decir nada y me aseguras que estás bien, mientes muy mal
-No importa-La sangre casi se había coagulado alrededor de la herida, era sorprendente, solo tuve que vendarla y pareció estar como nueva-Oye… ¿Crees que la habrá enviado el Papa? He oído que ha ordenado eliminar a todos los… Condenados-Magdalena se acarició las vendas, con la vista baja y fija en el suelo-Ni idea
-¿Y qué piensas hacer?-Lo medité un momento y respondí rápidamente-Irme con ella. He… visto y sentido algo, ella sabe sobre mi padre, él tenía la misma enfermedad que yo, estoy seguro que sabe algo. Estoy Condenado ¿Recuerdas? Todavía busco alguna forma de vivir
-¡Casi me mata!-Chilló, removiendo su mano por la cara para secar las lágrimas-¿Y qué? Sigues viva-Recibí más puñetazos por eso-Insensible
-Al menos, tu no morirás porque te lo diga una marca

Cuarto capítulo

Alex comenzaba a darme miedo, había mencionado marcharse con esa peligrosa mujer, además parloteaba incoherencias. Estaba muy preocupada, no tenía ni la menor idea de qué le ocurría, él era mi amigo, y parecía estar volviéndose loco. De alguna forma, él era lo único que yo tenía, porque los chicos solo me veían como un trozo de carne, como a todas las chicas en el nivel siete, algo que llevarse a la cama y tener un hijo con eso. Gracias al Papa, las personas mayores les habían lavado el cerebro para que se dedicaran a proteger la Neo y a procrear desde pequeños, Alex ni se atrevería a mencionar algo así conmigo, eso me reconfortaba-¿Estás bien?-Pregunté, algo asustada de su mirada-No lo sé-Era la primera vez que veía a Alex de esta manera, asustado, nunca había sido un chico indeciso, y entonces parecía frágil… Lo abracé con fuerza, como hacía tiempo que no lo hacía. Sus manos era cálidas y seguras, pero entonces temblaban como carámbanos “Tus manos me causan escalofríos” desde el día que me dijo que tenía las manos congeladas he tratado de calentarlas como pude, buscando ayuda en las termas-No te vas a ir ¿Verdad?-En la última vocal la voz me tembló. Alex no respondió, se deshizo de mis brazos y se secó las lágrimas, sin mirarme, dándome la espalda. Luego se volteó y me miró algo distraído-Es la única pista de mi padre
-¿Y si es una trampa?-Respondí rápidamente, casi sin dejarle acabar la frase. Estaba muy nerviosa-Sé… defenderme
-¡Ni siquiera puedes ver lo que te ocurrirá como los demás soldados, por eso tan solo eres un soldado sin importancia! No puedes medirte con ellos… ¡Eres solo un Condenado!-Mi rostro se congestionó al poder escuchar con claridad lo que había dicho, me sentí la persona más miserable sobre el planeta. Me llevé al rostro las manos. Cuando pude terminar de llorar el seguía ahí. Su cara impasible me miraba fijamente, su expresión era regia, pero una sombra de preocupación se reflejaba en sus ojos. El no habló, no movió la boca, no pareció decir nada, y a mi, la idea de que se fuera, me horrorizaba, éramos amigos de infancia, y las consecuencias de que se fuera no me gustaban-Por favor, no te vayas. Si te vas… los chicos… me violarán, luego tendré un hijo y tendré que parirlo contra mi voluntad, sin siquiera un padre que me apoye ¿Quieres eso?-Me pareció que había hablado suficiente y me callé, temiendo su ira, porque tenía motivos para estar enfadado, le había menospreciado y le restregué la palabra “Condenado” por sus oídos, algo que nunca le hacía gracia-Oye… yo quiero quedarme, tengo un trabajo con el que pagar comida, una habitación cómoda y algunos amigos. El problema no es ese. Magdalena, te he visto muerta, no puedo llegar a entender si era un sueño, porque hasta yo, que está en mi mente, no lo entiendo. Por eso busco a mi padre, si es que sigue vivo… pero no lo hago por mi padre. Además de tu muerte también vi el mundo que hay arriba, y estoy más que harto de los champiñones, del Papa y de sus estúpidas reglas, de los Condenados y de las ratas, solo quiero saber si hay algo arriba o es toda una mentira-Alex parecía agotado, derrotado, ya no parecía el niño que era, como si un gran peso lo oprimiera-Pues… me iré contigo-Respondí, sin saber muy bien lo que estaba diciendo en verdad-No, es muy peligroso, me da igual que veas el futuro o esas tonterías, pero no eres un soldado-Alex se acercó a mi, me abrazó y me miró a los ojos sin soltarme-Lo siento-Me había quedado paralizada, él nunca se disculpaba, nunca había llorado, y nunca me había abrazado desde que apenas éramos niños. Entonces Alex me golpeó en la sien, y poco a poco perdí el conocimiento, me dolió más lo que había hecho que el golpe.

Al cabo de un rato dos chicos me despertaron-¿Crees que sigue viva?
-¡Claro que si! Mira ahí arriba ¡Está bien sana!
-No sé… es una chica, todas aquí son muy delicadas, igual está muerta
-¡Agggh, hablas igual que mi madre, cierra el pico!-Aquel hombre que gritaba furiosamente era más parecido a un gigante que a una persona. Era rubio y enorme, y su uniforme le marcaba cada músculo, era como una montaña escarpada de ellos-¡¿Hey, estas viva?!-Gritó el gigante en mi oído-S-si…-Respondí, mientras me incorporaba y bajaba mi falda-¿Qué hacías ahí escondida?-Preguntó el gigante con voz brusca ¿Escondida? ¿Acaso era un chiste? ¿No veían que hasta hacía unos momentos estaba inconsciente?-Alex… ¡Alex! ¿Dónde está Alexander?
-¿Tu lo has visto?-El otro chico negó con la cabeza-No lo hemos visto
-Ha escapado, se ha ido con una sirvienta del Papa
-¿¡Qué!? ¡¿Y se ha ido sin mí?! ¡Maldito Everblue!
-¿Qué piensas hacer?-Preguntó el chico de detrás-¡Ir a buscarle! Es obvio, el Papa no le dará ninguna bienvenida
-Yo… voy
-¡Claro que tú vas! ¡Eres su novieta, sin ti se sentirá triste!-El muchacho que había dado un paso al frente causó una carcajada-¡No soy su nada!-Grité, irritada-Bueno, seguro que algo le tendrás que decir-Por fin lo reconocí, era aquel chico que se entrenaba a veces con Alex, se llamaba Yugo. Yo asentí de mala gana ante la pregunta indirecta-Por cierto, me llamo Adán. Y ahora me voy-Yugo lo detuvo en seco agarrándolo por el brazo, con tanta fuerza que Adán tuvo que contener entre dientes un grito-¡Quieto ahí, no vas a ninguna parte sin nosotros ahora! Si dejásemos irse sola a esta chica, lo más probable es que los bandidos de los túneles la violaran y que las ratas la masacraran-Yugo suspiró y continuó hablando-Creo que se ha ido al palacio del Papa, pero allí, es muy importante que no te reconozcan como mujer, así que se acabaron los vestiditos, vestirás un uniforme masculino y una capa que yo te conseguiré-Lo miré fijamente y el me dedicó una sonrisa, parecía de fiar, al menos, lo poco que me dijo de él Alex era “Su única cualidad, además de pelar patatas, es ser honesto”

Quinto capítulo

Con el uniforme de hombre encima no me sentía muy… femenina, pero si más cómoda y segura de mi misma. Viajábamos caminando, Yugo, Adán y yo. Adán era cuanto menos voluntarioso. Yugo se mantenía amable y honesto, como Alex me había dicho, además, siempre obligaba a Adán, de una forma u otra, a montar el campamento por la noches. Los túneles eran muy fríos para dormir en el suelo, así que dormíamos en una tienda de campaña, bueno, yo dormía en una, Yugo insistió en que me la quedara yo “Porque los hombres tienen que ser duros como rocas” Adán no tuvo otra que asentir ante tal afirmación, ellos dos dormían en simples sacos de dormir. Antes de la noche, cuando los túneles ennegrecían súbitamente, Yugo había dicho que me enseñaría a manejar un arma como es debido, a la misma hora que lo dijo me enseñó una espada. No podía creer lo que estaba viendo, una espada… era el arma que utilizaban nuestros ancestros en sus luchas por honor, de pequeña me habían contado tantas historias caballerescas que aquella espada casi parecía una ilusión-La he forjado yo ¡Es buen material!-Era una espada larga y pesada. La empuñadura era delgada y lisa, fría al tacto, igual que mis manos. Estaba recién hecha y bien afilada, casi parecía como si el viento se cortase al pasar por el filo sin que nadie la blandiera. Su hoja relucía a la luz del candelabro, mostrando destellos azules y brillos en diferentes tonalidades de azul, cambiando el tono en cuanto la movías un poco. En la oscuridad parecía tener brillo propio, era una espada hermosa y reluciente-Les hace el mismo regalo a todas-Se mofó Adán, que recibió un puñetazo en la cabeza-¿Qué te parece? Se llama Brillo-Señaló Yugo, inquieto por saber los resultados de su trabajo-Es preciosa-Respondí, algo distraída mirando todavía la hoja, con ojos incrédulos-¡Jajaja, sabía que te gustaría!
-No me convence… no sé si quiero aprender-Mencioné, sin recibir ni una mirada de disputa por parte de Yugo-Bien. Lo primero es que la sostengas con una mano-La coloqué en la mano derecha, tratando de conseguir que no se cayera, sin embargo, al final, se me resbaló entre los dedos-Pesa mucho para una sola mano-Repliqué, intentando no mostrar debilidad-No. Es una espada larga, no un mandoble, tienes que agarrarla así-Cogió la espada con una mano, con tanta facilidad que sentí vergüenza-¿Ves?-Dijo, sonriendo. Me la entregó por la empuñadura, yo la sostuve, y la cogí con ambas manos para no caerla-Pesa mucho…-Repetí, obstinada en tener la razón. Aun así no quería otra arma, me parecía que esa espada tenía que ser mía-Tranquila, con el tiempo podrás blandirla, princesa. Recuerda que en el nivel cinco la ley se respeta por el día y se viola por la noche. Allí hay gente que se divierte jugando a ser dios con las vidas de otras personas, mismamente, el Papa. Cuando lleguemos allí tendrás que poder defenderte-Me mordí el labio, tenía toda la razón. Yugo se sentó sobre un cajón de madera que habían encontrado, Adán estaba revisando la comida que Yugo había cogido, dentro de la tienda, luego vino y se sentó junto a su amigo, observando como lo hacía-¿Qué tal va el corte?-Añadió Adán-Bien, al menos, no se ha infectado, ya cambié las vendas ayer-Con una sola mano, la sana, claro-Repitió Yugo. Yo lo intenté, utilizando toda mi fuerza del brazo derecho para mantenerla en el aire-¡Bien, así, ahora corta en vertical!-Alcé la espada lo que pude y Brillo tiró de mis brazos hacia abajo hasta que no pude más y la solté-Dejémoslo, en cuanto la sostengas mejor podré enseñarte a moverte con ella-Los tres nos fuimos a dormir. La mano me palpitó toda la noche.

Pasaron los días. Cada vez caminábamos más y más, para luego refugiarnos contra la pared del túnel, lejos del alcance de los raíles. Cada noche Yugo y Adán se turnaban para hacer guardia, mientras uno dormitaba el otro vigilaba que no vinieran ratas. Y también, cada noche, antes de ir a dormir, Yugo me enseñaba como usar la espada mientras Adán dormía lo que podía para hacer guardia luego. Cada vez que volvía tocar la espada me parecía que pesaba menos, también notaba que mis manos se habían vuelto algo más rudas e insensibles por el peso del arma y la costumbre de sostenerla durante una semana entera. Por un momento pensé en que a Alex le desagradaría el estado de mis manos, y eso me hizo sentir triste por un momento, luego me di una bofetada y saqué aquella tontería de mi cabeza
-Por la diosa, no me puedo creer que te muevas así, hace una semana ni la levantabas un palmo del suelo. Pero no te ha salido ni una pizca de músculo… será cosa de mujeres-Por fin podía moverme con ella, lo hacía con gracilidad sublime, aunque trataba de corregir mi manera de moverme para que no se notara mi sexo y se pareciera más a la de un hombre-Oye, Yugo ¿Cuánto queda hasta el nivel seis?-Preguntó Adán, impaciente por salir de aquellos tenebrosos túneles, por los que siempre teníamos que andar con el aceitoso candelabro encendido-Espero que poco ¡Me estoy poniendo enfermo! Espera… escucha-Un ruido de algo parecido a dientes y uñas resonaba por todo el túnel en un susurro-Coge a Brillo-Me ordenó Yugo, moviéndose lentamente y sacando su mandoble del equipaje. Adán se dio la vuelta y cogió su guadaña- ¿Qué es eso?-Pregunté-Son ratas, monstruos salidos de los cuentos de hadas-Respondió Adán, con el ceño fruncido. Y era cierto, algo parecido a una rata se acercó salvajemente entre la oscuridad. El animal golpeó con sus dos garras, una y otra vez, mientras rugía. Yugo lo frenó todo con el filo plano de la gigantesca espada, golpeó las patas del animal con su pie, ésta cayó indefensa al suelo. Cuando Yugo la iría a matar, dos ratas más se acercaron y saltaron en el aire alzando sus cuchillas, esquivó torpemente, no debía ser fácil moverse siendo tan grande. Yo estaba quieta, en guardia, pero paralizada por las habilidades de los muchachos, parecía como si solo hicieran deporte. Una de ellas saltó sobre mí, yo me aparté con torpeza, tropezando con una de las piedras del túnel y resbalando hacia atrás. El monstruo ya levantaba el brazo, rápidamente clavé la espada en el asfalto, me empujé sobre el pomo y giré el torso para que la garra solo me rozara. Arranqué la espada y golpeé la espalda desnuda del animal, Brillo la cortó con tanta facilidad que casi me pareció partirlo en dos. La sangre me había salpicado la cara, y por un momento perdí visibilidad, lo justo para que una de las garras salida de la oscuridad desgarrara de arriba abajo, desde mi cara hasta el pecho. Me desmoroné en el suelo, gimiendo y sollozando, viendo como la sangre bajaba de mi frente hasta mi barbilla. Yo había cerrado los ojos de dolor, y ya no quería pelear, ni estaba en condición de hacerlo-¡Ayuda!-Gritó la voz de Adán detrás mía-¡Son demasiados!-Señaló Yugo-¡Ahora no puedo moverme!-Yugo golpeaba y esquivaba, bloqueaba y recibía varios golpes de garra cerca de la cara, ya que las ratas medían el doble que él. En ello pareció pensar en algo-¡Magdalena, coge a Brillo rápido!
-No puedo…-Murmuré, asustada. De alguna forma, ahora que blandía una espada sentía la responsabilidad de respetar el honor, aunque fuera una tontería y los caballeros no lucharan contra monstruos. Ese pensamiento de aliento y esperanza se esfumó en temor y horror rojo-¡Todos los esquivamos, prueba tu también!-Gritó Yugo. Ya tenía cuatro más encima, apreté los dientes e hice lo que me dijo Yugo. Rodé por el suelo hacia la derecha, y eso bastó para que no me diera nada, era sorprendente, apenas me había movido unos centímetros, así resultaba algo más fácil. Busqué a Brillo con la mirada, la encontré y la sujeté con la mano sana, esperando el ataque del enemigo, preparé la espada, la dejé caer para que tocara la roca, al moverme la arrastré por el suelo, causando un sonido que a las ratas las dejó algo desconcertadas. Aun así ya me habían atacado, yo había golpeado en barrido de abajo a arriba a un monstruo, girando mis muñecas y adoptando posición de perfil, esperé hasta que la rata estuviera frente a mí, atacando a donde yo debería estar, partí su espalda en dos. Me tambaleé un momento, estaba exhausta y la sangre brotaba de mi cabeza como un auténtico volcán. Descendí bruscamente al suelo, dejando caer la espada. En ese segundo de respiración observé que una rata desbocada se acercaba de frente, como un borracho loco, moviendo sus brazos de aquí a allá. Una guadaña se le clavó en el torso, aunque no pareció que le doliera mucho, y luego se la sacó y se acercó lentamente hacia mí. Se acercó y luego se agachó. Nuestras narices se rozaron, y la suya se movió mientras me olfateaba. Me dio un buen lametón en la cara, poniéndome perdida de babas y fluidos raros, su aliento casi me mata. Se alejó y todas ellas desaparecieron. Me hice un auténtico ovillo sobre mi misma, abrazando mis piernas dobladas. Tan solo quería dormir… un poco.

Sexto capítulo

Dos guardias movían la palanca. Uno miraba como la movían, y Catherine ni se dignaba a mirarlos para comprobar su estado. Uno de los guardias me llamó mucho la atención, era enano, aparentaba cuarenta y muchos años, y aun así me llegaba un poco más por encima de la cadera. No había hablado con ninguno de ellos, ni con Catherine desde que partimos del nivel siete. El cabello de Catherine era rubio, muy descolorido, las raíces de cada pelo eran plateadas, casi como la melena, pero con menos fuerza, era parecido a mi pelo, solo que el mío era plata en esencia. No lo llevaba recogido, y el viento que la velocidad de la carreta levantaba sobre nosotros hizo que su pelo me chocara en la cara-¿Sabes lo que es una coleta?-Dije, al ver que aun me ignoraba. No me respondió, solo se limitó a seguir mirando hacia otro lado-No te preocupes, tan solo está celosa por que aquella amiguita tuya era más joven que ella y más bella a su edad. Se le pasará-Mencionó el que parecía el jefe de los soldados, el que se había sentado en frente de mi. Asentí levemente mientras podía observar como Catherine giraba la cabeza-¿Ahora mis guardias me sermonean? Mandaré al Papa que te seccione el cuello, dicen que los perros salvajes comen cualquier cosa…-Señaló, mirando pausada y fijamente a su guardia-Prefiero que me llamen “Cruzado”
-¿Te parece mejor “perro”?-Replicó Catherine. Y así, iniciaron una discusión que se me hizo interminable. No hacían más que lanzarse puyas, sin llegar a los insultos, ella siempre mantenía su porte. El enano me hizo un gesto para que me acercara. Me aburría, y decidí prestarle mi atención-No te preocupes, no te matará, aunque no lo parezca, está de buen humor. Cuando viajábamos con ella por el nivel cuatro, mató a un chiquillo solo por mancharle su vestido. Eres un Condenado ¿Verdad?-Asentí después de pensarlo-No le tengas miedo a ella. Al Papa es al que debes tener miedo. Dicen que es al único al que el Consejo llorón ha llegado a temer-Yo conocía al Consejo llorón, realmente no, pero había leído mucho sobre ellos en el nivel siete durante toda mi infancia, y en ello me sabía defender. Eran los verdaderos soberanos de todos y cada uno de los niveles desde tiempos inmemoriales, ningún escrito constata sobre aquella época cuando el Consejo se fundó, y desconocemos el nombre del fundador. Solo sabemos que pertenecía a una familia que pereció por falta de descendencia. El Consejo contaba con diez miembros originales, o, mejor dicho, los diez miembros originales que ya fueron recordados en libros. Las diez familias en las que ahora el Papa había delegado parte del poder, repartiendo un nivel por cada familia originaria del Consejo. En el nivel siete nos hacían tragarnos aquella frase regia y casi interminable “Casa Redguilt, te concedo la gracia de nuestra diosa, y mi bendición, sobre Las minas, el nivel diez” Y así hasta el nivel uno (diferenciando los territorios y sus nombres) ahora extinto. Los diez miembros del Consejo no podían comprometerse con nadie, pero si tener hijos, para que alguien ocupara su puesto. Las sucesiones se llevaban a cabo sin problemas, sin embargo, una vez, hace dos siglos, uno de los hermanos del consejo perteneciente a la honorífica familia Forjaoscura, le cedió su puesto como soberano de toda Regilia a un hacha de guerra. “La lluvia” lo llamaban, porque él era la única lluvia que asoló territorio bárbaro de sangre inacabable. La lluvia tenía por apellido Forr, y su hijo tomó su mando en el Consejo cuando él murió, ya que su verdadero propietario, Phill Forjasombra, también había fallecido un año antes. Los Forr no eran dados a las batallas, ninguno de sus hijos tuvo el valor de sujetar un puñal jamás, no obstante, las hijas sí, y más que eso. Las leyendas narran la muerte de Juno Lokkin como un envenenamiento. Nadie supo a ciencia cierta quién había podido haber dejado caer algo de su “Susurro de muerto” sobre la jarra de cerveza del viejo Juno, que, irónicamente, era el más anciano y sabio, y a la vez el más saludable, tanto física como mentalmente (Un autor anónimo añadió una frase más al viejo Juno para recordarle “Gran viveza en el lecho” sugiriendo que a sus noventa y dos años aún se mantenía sano) Estaba claro que no había muerto por la edad, y, claro, los miembros del Consejo no podían casarse, solo podían tener hijos sin comprometerse, por lo tanto no podría haber sido su esposa. La mujer más cercana a él era Enriqueta Forr Gianna, con quien había tenido un hijo. Se creyó que había sido ella, pero nadie pudo demostrarlo, y, cuando se habían dado cuenta de que ya eran solo seis miembros de los diez originarios, ya era demasiado tarde para culpar a nadie, pues el hijo mayor de la familia Forr alcanzó la mayoría de edad y heredó el lugar que le correspondía como “Lluvia”, se llamaba Will. Los Forr ya tenían sobre el Consejo dos miembros de su familia, William Forr, hermano de Enriqueta, y también el hijo de ella, Will Lokkin Forr. Los años pasaron, y algunos de los miembros del Consejo llorón murieron sin descendencia, reduciendo su número a cuatro. Enriqueta y William ya eran viejos, y  el último hijo que Enriqueta tuvo se hizo mayor de edad. Ese hijo es conocido por todos como el Papa. Cuando William murió, Enriqueta también. El Papa ocupó su lugar, pero nadie estuvo de acuerdo, dado el gran número de descendientes que la familia Lokkin había generado sobre el Consejo. Se decidió al azar que matarían a Will, y así se hizo. Ya solo quedaban tres miembros en el Consejo llorón, Thinn Redguilt, Frey Bogh, y el Papa. El Papa se independizó del Consejo, regalando un nivel a cada familia originaria, excluyendo a los Bogh y a los Redguilt, por supuesto, y exigiendo a cada familia rendirle culto y vasallaje. Fueron tantos los seguidores del Papa que estuvieron de acuerdo con la idea que ni Thinn ni Frey fueron capaces de frenarle, gobernando ellos lo que antes había sido Regilia, que se mantenía al margen de los asuntos de Neo y sus diez niveles. El Papa estableció su religión, también llamada Neo, o Neo Caesár. Todos los diez niveles juraron proteger a su soberano el Papa, y acatar sus órdenes religiosas, rezando únicamente a él y a su Diosa. Pero entonces, una mujer valiente pensó, pensó que tal vez no siempre habíamos vivido bajo tierra, que tal vez, aquella Diosa celestial tenía algo que ver con lo que los Altos llamaban “Cielo”. Muchos renombrados escritores como Balerión Fradd, pensaron que esta mujer era capaz de ver el pasado, ya que la mayoría podía ver su futuro ¿Por qué no el pasado? Dicha mujer hizo público su pensamiento. Esto llegó a oídos del Papa, y este decidió quemarla en la hoguera, en el nivel uno, también públicamente, para que todos los que podían vieran lo que sucedía a los que iban contra la religión que él imponía: comerciantes, tenderos, religiosos, caballeros, herreros, panaderos, niños… todos en el nivel uno pudieron ver una muestra de la caridad divina del Papa. Por supuesto, aquella mujer tenía seguidores, y estos, armados con garrotes, palos y piedras, iniciaron una guerra civil. Este hecho también está censurado en muchos libros, pero no en los de mi padre. La guerra apenas duró un instante. Fue un exterminio de población “Limpiarlos” ordenó el Papa. Hachas se hundieron en las cabezas de hombres inocentes, mujeres murieron apaleadas, y hasta niños fallecieron en la desequilibrada batalla. Habían pasado ya cien años de aquello, y yo podía imaginarme la escena cada vez que cerraba mis ojos. Los miembros del Consejo llorón seguían siendo los mismos después de aquello, de la misma edad que el Papa, unos ciento veinte años de edad. Regilia ya no era nombrada por nadie, pero el Consejo si, se decía que podían estar preparando un ejercito para acabar con Neo y sus gobernantes.

.Llegamos por fin a nuestra primera parada, el nivel seis. Me bajé de la carreta y Catherine me miró durante un momento-Tengo un trabajo para ti-Me dijo, con un gesto tan serio y aburrido como el de una roca

Séptimo capítulo

-¿Eres nueva? No solemos tener a nadie nuevo por aquí, el rey últimamente ha estado… crispado-Dijo la criada-Eh ¿Te pasa algo? ¿Por qué no dices nada? Ya entiendo, eres tímida, vale, no te molesto más. La cocina está por allí-Señaló hacia debajo de las escaleras-Gracias…-Murmuré, ataviado con el pomposo vestido de seda negra y cuello blanco, por suerte las medias me ocultaban las peludas piernas, por lo demás parecía una auténtica doncella, con aquella coleta y la carencia de bigote. Bajé a donde dijo la criada. Allí estaba abarrotado de gente, eran todo cacerolas y criadas preparando mejunjes en ellas, así, la cocina se había convertido en un cruce de olores irreconocibles hasta para la mejor nariz. Todas estaban muy atareadas y concentradas, y nadie me vio entrar. Me colé entré ellas y sacó con mucho cuidado el frasco de la falda-Eh, tu-Vi que una chica se dirigía a mi y guardé el frasco en el bolsillo del pecho, esperaba que no lo hubiera visto-Acompáñame un momento-La chica me llevó a una esquina de la cocina, donde nadie parecía tener parados sus ojos-Oye ¿Qué haces aquí? Se reconocer a un hombre cuando lo veo. Si te pilla la reina por aquí sus guardias te darán una patada en el culo, date prisa y vete
-El rey me contrató-Mintió Alex, desviando la mirada, sintiéndose el hombre más humillado de la Tierra-Ya ¿Y te obligó a vestirte de doncella? El rey no tiene esos fetiches
-¿Y tu que sabes?
-Lo sé bien, el rey Gareón no es hombre de una única mujer, incluso se ha llevado a la cama a más de una criada, donde me incluyo
-Tengo cosas que hacer, no tengo tiempo para esto-Dije, moviéndome hacia otro lado. Ella se interpuso-¿Y que es eso que tienes que hacer?-La mujer se acercó tanto que casi rozamos nuestras narices-Por cierto, es mona la trenza ¿Me enseñas a hacerla?-Señaló, mientras jugueteaba con mi pelo con ojos traviesos-¡Basta ya!-Le espeté, librándome de su mano-¡Un hombre, es un hom…!-Tapé la boca de la chica al instante. Todas las miradas se apartaron de nosotros, aunque alguna se rezagó-Vale, vale, pero cállate de una vez-Dije al final-¿Qué quieres?-Preguntó Alex
-Vamos a jugar. Yo afirmaré sobre tu pasado, y si acierto, tú me dirás a qué has venido
-¿Y si lo hago yo?
-Te ofreceré mis servicios de criada durante toda mi vida-Dijo la chica, solemne-No sé… suena a que te pegarás a mi como un mono
-Qué más da. Empiezo yo-No pude retener el suspiro mientras la criada hablaba-Tu madre era una puta-Dijo, sonriente-¡Claro que no!-Grité,  llevando mi mano a la daga oculta, sin llegar s mostrarla-Vale, vale, esta era de prueba, ahora será en serio-Casi irremediablemente volví a suspirar-Perdiste a tu padre hace mucho tiempo, él buscaba un lugar mejor que junto a tu fallecida madre, y él te dejó al cuidado de los Asdalár, en el nivel escuela. Esa bufanda oculta tu marca de condenado, que te habrá hecho una chica… o tu hermana
-¿Cómo…?
-Lo sabía-Me quedé boquiabierto, me sentí como un paleto con la palabra “idiota” dibujada en la frente-Fue fácil
-No lo entiendo…
-Eres transparente ¿Y bien? ¿A qué has venido, mi querido travesti?-Medité un momento, sin hacer caso de la puya-Debo envenenar a aquella criada de allí, la gordita
-¿Por qué?-Volví a pensar en algo ¡Y ya lo tenía!-Dicen que bajo sus lonchas guarda un gran tesoro… de oro
-Ya, ahora la verdadera razón-La verdad era que se me daba fatal mentir, y aquella había sido, por mucho, la peor de mis mentiras, no era de extrañar que aquella sirvienta me lo descubriera todo. Entonces comencé a pensar en la verdadera razón. Recordé las palabras de Catherine, exactamente como las había pronunciado “Necesito que envenenes a un Rey, el Rey Gareón, regente del nivel seis, Dulcean. Sé que se te da bien moverte entre la gente, al menos, mejor que a estos patanes, y es necesario que esta noche el Rey caiga sobre la mesa muerto a ojos de su mujer. No quiero preguntas, si no haces lo que te digo le cortaré la cabeza ¿Me has entendido bien?” No me importaban sus amenazas, de todas formas, no conocía a la pequeña, aunque alguna vez la hubiera conocido, no le daba importancia. Solo sabía, que si mi madre o mi padre me vieran siendo tan frío se les partiría el corazón, aunque eso tampoco me importaba mucho… realmente no quería que Catherine matara a nadie mientras yo estuviera cerca de ella, después de todo, era un Condenado, y ella lo sabía, si ella mataba a alguien conmigo cerca yo podría fácilmente llevar la culpa de todo, y seguido, de la perdida de la garganta, como Catherine acostumbraba a decir-Vengo a envenenar al rey-Murmuré entre dientes-Ah, pues yo estaba primero
-¿Eh?
-Si, una de las familias reales me ha contratado para acabar con él, por eso estoy aquí revoloteando entre las criadas. Mato por dinero, pero tú no pareces ni un asesino ni un mercenario ¿Por qué lo haces?
-Como si te importara quien soy-Terminó Alex. La chica se acercó más y observó la identificación que aún llevaba al cuello-¡Hey, chicas, un Everblue!-Mil ojos se clavaron en el, hasta la regordeta le miró con desprecio e ira. Cada una de ellas comenzó a alzar sartenes, rodillos de amasar y todo tipo de aparatos de cocina, hubo algunas que esgrimían cuchillos carniceros. No tenía idea de qué hacer, eran demasiadas para esquivarlas, y no podía desenfundar sus dagas contra aquellas chicas, no pensó que el truco del cuchillo bomba funcionara, por alguna razón, sabía que aquella criada a su lado era demasiado lista para tragarse un truco tan barato. De pronto, la chica a su lado lo inmovilizó-¿¡Qué haces!?
-¡Vamos, yo lo sujeto!-Todo lo que se oían eran gritos como “¡Tu padre nos debe dinero!” y “¡Me debe mi virginidad!” Toda la cocina se me acercó entre gritos y golpes “Mierda ¿Qué se supone que era mi padre?” pensé. Empujé la cabeza hacia delante y luego hacia atrás, derribando a mi captora, iba a sacar mis armas del bolsillo, pero me di cuenta que lo había dejado en mis ropas, en el cuarto de limpieza. La puerta a mis espaldas daba a un gran salón de cenas, atravesé la puerta y seguí corriendo, se sentía muy incómodo correr con ese vestido vaporoso. Al seguir recto di con una gran puerta que daba al patio trasero, ya estaba fuera, pero había vallas que no permitían salir de la residencia por allí, entonces vi las escaleras que daban al piso de arriba. Las subí y noté como una sartén me golpeaba en la cabeza, me tambaleé, pero, por suerte, la sartén había sido lanzada, ellas todavía me seguían por las escaleras. Continué por un pasillo, me metí en el cuarto de limpieza y recogí mi ropa. Cuando salí casi las tenía encima, tuve que esquivar el cuchillo de cocina para no perder la garganta. Vi la ventana abierta, y decidí volar. Las chicas me observaron caer, hasta que me agarré a una hendidura de la roca para luego volver a caer desde menor altura con la cara contra la hierba. Las criadas se retiraron y parecieron tranquilizarse, gritando improperios y maldiciones.

-¿Qué tal te ha ido, Alex?-Preguntó Brand, sonriente, casi al punto de estallar en carcajada junto a su grupo de hombres-Que te den

Octavo capítulo

-Oswald Asdalár me informó que los niveles ocho y nueve se acercan con sus ejércitos
-No te preocupes, Catha, mis hombres me han informado ya-Pronunció el Rey, revolviéndose entre las sábanas para apoyar su cabeza en el codo y mirarme. Yo había fruncido el ceño instintivamente, como Gareón recordaba que lo hacía de pequeña, o, al menos, esperaba que lo recordara, como símbolo de que alguna vez fuimos amigos-Me habían dicho que te habías casado ¿Es eso cierto?
-Eso no funcionaría nunca, pero sí es cierto que cerca estuve de pisar un altar. Como ves, no soy mujer de un solo hombre-Respondí, permitiéndome un gran suspiro
-No me malentiendas, amo a mi Reina con todo mi cuerpo y alma, pero ella es tan pura e inocente… un hombre tiene sus necesidades
-¿Cómo está la Reina?
-Bueno, ahora mismo no está aquí, tenía que ver a un viejo amigo en la parte antigua de la ciudad. Mandé a mis dos mejores guadañas para escoltarla-Quedé pensativa un momento ¿De verdad la Reina sabía algo? Era tan gentil y amable que no era capaz de ver a tres palmos de ella. Lo descarté ¿Pero qué otro motivo haría que la Reina se separase de su Rey? Yo conocía bien a los dos, y eran tan enamoradizos que llegaban a lo insoportable. El Rey se incorporó y dejó de jugar con mi pecho-Catha, hace una semana que enterramos a nuestro hijo Eddie, desde entonces mi querida esposa ha estado inconsolable. Por favor, Catha, por el amor que profesas a mi Reina, tráela de vuelta, los suburbios no son un lugar adecuado para ella-Suspiró profundamente, como si su alma hubiera abandonado su cuerpo en aquel suspiro-No creas que no me he dado cuenta-Por un momento, se me formó un nudo en la garganta ¿Sabía el Rey de mis intenciones?-Han mandado asesinos para acabar con nosotros, no puede haber mejor momento para acabar con la vida de Lina que este. Cuando acabemos la comida, te pido que vayas a buscarla
-Claro, Alteza
-Ah, y deja de llamarme “Alteza” o haré que te corten la cabeza
-Como quieras, Al… Gareón

Lujosos platos adornaban la mesa. La aromática comida llegó en seguida, traída por unas cuantas sirvientas. La cubertería era de plata y traía el crisol tallado en ella, que era la flor preferida de Lina, el Rey había mandado que se grabara en cada copa, bonita y disimulada, como ella. Hice llamar a mis hombres, justo antes de comenzar el banquete-¿Qué plato envenenaste?-Alex se encogió de hombros al ver que me dirigía a él-Ninguno
-¿Y el veneno?
-Lo tengo por a… maldita sea…-Lo miré, impaciente por recibir el Susurro de muerto que le había prestado, era un veneno muy caro. El chico se encogió de hombros, mirando durante un buen rato donde yo hice lo mismo. Aparté mi mirada de la suya y les hice un gesto para que se marcharan. Alguien me agarró del brazo cuando me giré-No la toques, no te acerques a ella-Siseó Alex, buscando el centro de mis ojos y observándolo con desprecio, ira y miedo. Tenía miedo, claro que lo tenía, y eso hacía a los hombres más peligrosos aun. Apretó de mi brazo hasta que pudo llegar a retorcer el propio hueso-No te preocupes, me encargaré de que reciba lo que tu te mereces. Cuando ya no te necesite no vuelvas a buscarme, porque tendré su cadáver en mis brazos-Dije, zafándome de la mano y apresurándome a sentarme junto a Gareón. No sabía que hacer ahora, no se me ocurría manera mejor de asesinar al Rey, porque, era imposible desenfundar un arma en aquella sala, aunque todo presente parecía llevar algo escondido bajo los pantalones. Muchos de aquellos hombres sentados alrededor de la mesa eran conocidos del Rey, yo apenas atisbaba a figurar sus nombres. Las ciudades que, en su esencia, constituían un nivel entero, eran más bien pequeñas, y lo único que un Rey podía hacer por sus amigos era entregarle una bonita residencia. Se sirvió un pavo bien grande, bañado en salsas que no pude reconocer, condimentado con especias verdes y llamativas. Trajeron el vino, uno muy bueno, en  cuanto lo probé supe de donde procedía, del Papa. El Papa llevaba su vino a cualquier ciudad de Neo, pero no gratis. Cualquier vino comparado con el suyo era basura fácil de vomitar. Luego se sirvieron más platos, desde carnes tostadas e irreconocibles hasta quesos apestosos, la verdad era que no tenía hambre. Cuando todos comenzaron a comer apenas pude dar un sorbo al vino del Papa, no probé bocado, aunque el pavo olía verdaderamente bien.
-Pues si, el muy idiota se enamoró de una mercenaria
-¡El muy imbécil!-Gritó un hombre, por encima de todas las demás voces, aunque nada de eso parecía perturbar a que los demás siguieran hablando de sus vidas
-Y claro, luego, a la mercenaria le dieron un poco de plata a cambio de la cabeza de ese idiota ¿Y qué hizo? ¡Le abrió el intestino y se lo llevó moribundo frente a su recaudador! ¡Menuda puta!
-¿De qué hablas? ¡La culpa es suya por fiarse de alguien del Trazo!-Añadió el Rey, más ebrio que cualquiera de sus amigos. La conversación continuó. Yo estaba sola, no tenía verdaderas ganas de nada, después de haberle fallado al Consejo no podría saber que me ocurriría a continuación cuando volviera a Regilia-¡Nadie lo echará de menos!-Pudo gritar el Rey, antes de suspirar y caer sobre su sopa.

Noveno capítulo

Estaba herida y fatigada. Todavía me costaba recuperar el aliento. Me había sentado junto a una roca después de que acabara la batalla. De mis cortes manaban aún riachuelos de sangre, que me caían por la frente y terminaban en el suelo. Adán estaba mucho peor, unas cuantas ratas le habían arrinconado, Adán se distrajo clavando las flechas en el pecho de mis atacantes, y recibió el peso de la garra de una en la espalda, cayó al suelo y su arco se partió. Yugo se encargó de las restantes y vertió un poco de agua del pellejo en mi frente y en el ojo derecho, luego me vendó parte de la cabeza y el ojo. Tenía miedo, mucho miedo, yo había matado a aquellas bestias que yacían inertes en el suelo, tenía las manos manchadas de sangre, era una asesina. Pensé que eran ellos o yo, si no los hubiera matado ellos habrían acabado conmigo, no hubo opción. Me encogí y rodeé mis piernas con los brazos, hundiendo la cabeza en mis rodillas. Si un grupo de ratas aparecía estaríamos todos muertos, no quería pensarlo, pero la imagen de la escandalosa sangre de aquellos monstruos se había grabado en mis retinas, y con solo cerrar los ojos podía verla. Yugo consiguió levantarme y acostarme en la tienda que tuvo que montar el solo. Metió también a Adán dentro, que ya estaba dormido. Le pedí a Yugo que me trajera mi espada, tener el peso de Brillo sobre mis brazos me hacía sentir más osada y valiente, y la tenue luz que despedía el arma me tranquilizaba en aquella oscuridad sin fin.

Por la mañana las agujetas me atacaban al cuerpo, aunque por suerte no se abrieron mis heridas, algo que no se puede decir de Adán, Yugo tuvo que cambiarle el vendaje y volver a desinfectarlo. Mis manos temblaban, todavía las olía, al acecho, en las sombras del túnel laberinto, aquellos monstruos ¿Por qué existían? Ninguna leyenda habla de ellas, se habla de sirenas, gigantes y hasta semi-dioses, pero nada de ratas enormes ¿Habrían mutado de alguna forma? En los relatos de los escritores antiguos se habla de ellas, pero eran pequeñas y podías pisarlas con un pie-Tenemos que atravesar las minas-Dijo Yugo, llevándose a Adán a los hombros-No… no puedo, no quiero
-¿Y qué quieres que hagamos, princesa? ¿Dejar que nos coman las ratas? Si no llevamos a Adán a un médico acabará muerto, dentro de poco morirá, hay que darse prisa, y necesito tu ayuda, princesa-Tenía toda la razón, estaba de acuerdo, era solo… que tenía miedo, nos jugábamos nuestras vidas, y yo le tenía mucho aprecio a la mía-Lo sé…-Miré a otro lado, no me atrevía a mirar a Yugo como estaba-¡Si lo sabes haz algo! ¡Acabarás entre sus dientes si no te decides!
-¡Déjame en paz! ¡Nunca antes había luchado contra nada! ¡Soy una chica, no un soldado!-Yugo hizo un gesto de asco y caminó por una de las bifurcaciones del túnel con Adán a cuestas. Había dejado la tienda y algo de agua, eso no me calmó, estaba demasiado enfadada para entender nada. Recogí la tienda y todo lo demás y caminé todo recto, siguiendo las vías de la carreta. Aquel lugar era aterrador, había cadáveres en descomposición en cada esquina y las respectivas manchas de sangre que las personas habían dejado por el suelo antes de llegar al lugar de su muerte, todos ellos se habían arrastrado por el suelo, pidiendo clemencia a los monstruos y rezando a su Diosa. Por un momento pude recrear la imagen: una carreta de suministros se alejaba espantada por los monstruos, unos cuantos se llevaron a uno de los hombres de la guadaña y lo arrastraron consigo fuera del camino, para luego disfrutar de carne humana.

Caminé horas, o eso me pareció, hasta dar con un pasaje que conducía a unas minas. Aun quedaban manchas rojas en la roca y el suelo del hierro que no había sido extraído. Había carretas con materiales, hasta carbón, pero en mayoría hierro sin fundir. Las paredes había pintadas extrañas y garabatos. Mientras caminaba arropada en oscuridad a la luz de mi candelabro encontré una hoja manchada de sangre y polvo de color amarillento en el suelo
“ 3-25-2027
-Rick Tacklirr-
¡Maldita sea! ¿¡Quién ha sacado a esa zorra del cuarto de mantenimiento!? Mis hombres dicen haberla visto vagar por los túneles de nuevo. Todos ellos parecen haberse vuelto locos, no dicen más que tonterías como que es hermosa y bella, me sé esas empalagosas y estúpidas frases de memoria ¡Imbéciles, esa tipa tiene ahora los explosivos, a saber qué hará con ellos! Están majaras, han querido ayudarla a conectarlos, pero yo me he encerrado con ella en el cuarto de mantenimiento con la llave en mi posesión y ahora ninguno puede salir ¡Por la diosa, día y noche aporrean la puerta y no me dejan dormir! Por si fuera poco la condenada mujer apenas está tapada con unos trapos, no sé cuanto tardaré en perder la cabeza ¡No puedo describir lo que tiene ahí, esta chica no es natural! He visto muchas mujeres, pero ninguna así.
Con cariño, Rick” La nota era cuanto menos perturbadora. Tenía miedo de que los explosivos siguieran por allí, o que la mujer esa apareciera de la nada y me mordiera. Me cerré más la túnica al cuello, por suerte el uniforme masculino era mucho más cálido que el femenino. Pensé en Yugo y Adán mientras seguía un camino de gravilla que parecía llevar a la ciudad, al menos parecía seguir el camino hacia el nivel seis, giraba y luego se volvía recto, esperaba con todas mis fuerzas encontrar alguien en la ciudad y poder dormir un poco. Me pregunté si Yugo y Adán estarían bien ¿Y Alex? No sabía nada de él desde que se fue con esa mujer, maldita sea ¿Por qué había accedido a irse con ella al nivel dos? Por un momento deseé que estuviera aquí. Las palabras de Alex nunca habían sido cariñosas conmigo, sin embargo, sus actos y gestos si. Siempre había estado allí para escucharme, aunque a veces me ignorase. Siempre que me acercaba a el sentía su calor, como entonces con aquel uniforme, sentía como si él fuera la chaqueta negra que llevaba ajustada, dándome un apoyo mudo y regio. Era estúpido, entonces me sentí mejor, tenía algo menos de miedo. Me dije a mi misma que patearía el trasero de Alex hasta que me cansara por haberme dejado allí tirada, entre muertos.

Me agaché para pasar por un pequeño puente de rocas, construido para mover de un lado a otro la carreta. Noté un pequeño resplandor a lo lejos y decidí acercarme. Cuando me acerqué más pude verlo con claridad: era un habitáculo excavado en la roca, con una puerta grande de metal en medio, abierta. Entré y busqué la luz. Para mi sorpresa, el resplandor procedía de una roca, era casi imperceptible, pero en esa oscuridad cualquier luz, por pequeña que fuera, era visible. Vi que de la pared colgaba una nota clavada con un puñal, arranqué el cuchillo y la leí “ATENCIÓN: NO TOCAR EL MATERIAL EXPLOSIVO, ES MUY INESTABLE. SI LA ROCA COMIENZA A BRILLAR NO OS ACERQUÉIS, DEJARÁ DE BRILLAR EN CUANTO ELLA QUIERA” Comprendí en seguida el mensaje, y caí en la cuenta de donde había colocado mi mano. Corrí y corrí en dirección a donde suponía que continuaba el camino. Sentí que el brillo a mi espalda aumentaba. Oí la explosión y el aire me golpeó la espalda como un látigo de espinas. Di contra el suelo con la frente y la mandíbula, y sentí el sabor de la sangre en la boca. Entonces pensé “Un momento… ¿Una piedra explosiva?” Recordé el puñal de Alex y decidí que le daría una buena patada en cuanto lo viera.[/spoiler]

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Literatura y Fan Fiction / [Fic] Tu el dardo, yo la diana (Comentarios)
« en: 10 de Junio de 2012, 04:37:42 pm »
Tema de opinión y comentarios del fic.

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Literatura y Fan Fiction / [Fic] Tu el dardo, yo la diana
« en: 10 de Junio de 2012, 04:36:20 pm »
-Tres hermanos y un cerdo-


-¿Es eso un cerdo?
-¡Si lo es!
-Al menos lo que queda de él…
Pedro se acercó al demacrado cuerpo del animal y lo olisqueó-¡Puaj, la carne esta pasada!- exclamó, volviendo a olerlo una vez más-¡Deja eso!-gritó Bill, alejando a Pedro del cadáver. Alonso observó detenidamente el lastimoso animal: le faltaban dos patas que parecían haber sido arrancadas de cuajo, solo un ojo de dos tenía, todo él ensangrentado y arañado por toda su anatomía. Así era como lo habían encontrado los hermanos, detrás de su casa, en su colina-¿Qué ha podido hacer esto?-preguntaba Alonso-Quien sabe… puede que haya tenido un encontronazo con un lobo, últimamente se han visto muchos. Yo mismo, ayer, vi a unos cuantos aullando entorno a la luna
-Un lobo no podría haber hecho esto-Negó Alonso, señalando la ausencia del ojo izquierdo del animal- Tengo sueño. Hasta mañana.
-¡Espera, Pedro!
-No, tiene razón, lo mejor será dejar aquí el cadáver y pensar en ello mañana
-Supongo…-Alonso y Bill entraron en casa, y se acostaron cuando Pedro ya babeaba en las sábanas.

Bill dio vueltas en la cama durante mucho tiempo. No hacía más que preguntarse por el cerdo. Lo molestaba, sabía que no había animales tan feroces por allí, porque ni una manada de los dóciles lobos de esas tierras podría haber hecho eso. Finalmente se levantó despacio y se calzó las zapatillas para salir afuera. El frío viento de la noche lo refrescó un poco, lo suficiente para calmar sus temores. Se estremeció con el aullar de los lobos cercanos. Buscó con la mirada el sonido, y lo encontró en una de las colinas detrás de su casa: cinco de ellos. Comenzaron a descender la colina, acercándose a la de los hermanos, pero sin llegar a ella. Después de un tiempo, los animales clavaron su mirada en el chico, luego se alejaron y desaparecieron en niebla. La inquietud y el miedo le invadieron. Se acercó al arroyo y observó detenidamente su reflejo en las aguas. La noche era apacible, la luna iluminaba todo el cielo nocturno, moteado por infinidad de estrellas formando constelaciones y unos conjuntos parpadeantes llenos de artificio.

I

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