Capítulo 10: CONVERSACIONES NOCTURNAS
—¿El Don de Sazira? —repitió Kroven, incrédulo— Tienes que estar de broma.
En el fondo, Marvin casi deseaba estarlo. Sin embargo, no era el caso, y acababa de narrarle al Murkrow la historia completa sobre su estancia en Pellaria.
—Solo se ha activado una vez —comentó Cynder—, cuando estuvimos en la cueva con aquella Aggron. Pero sí, lo más probable es que Marvin tenga ese poder.
Entonces, Marvin recordó el momento en el callejón, hacía más de una hora. Su cuerpo, totalmente paralizado, recuperó la movilidad durante unos instantes. ¿Sería eso una consecuencia del Don de Sazira?
—Y ¿cómo se supone que puedes usarlo para derrocar a la Corporación? —inquirió Kroven, algo conmocionado por la noticia.
—Paldus dice que hay una piedra que puede canalizar mi poder en un radio grande —explicó Marvin—, pero solo es una leyenda. Supongo que encontrará algún método más fiable.
Kroven atendía estupefacto a las explicaciones de su líder. Todavía no podía creer que se tratara de un humano convertido en Pokémon.
—Jamás había conocido a un humano —expuso—. Es realmente fascinante.
—Por favor, Kroven —pidió Marvin, algo hastiado—, no quiero que me trates de forma diferente ahora ¿de acuerdo? Sigo siendo Marvin y quiero que me trates como a un Pokémon más ¿de acuerdo?
El Murkrow asintió en señal de aprobación.
—¿Paldus sabe que eres un humano? —preguntó inesperadamente.
—Er… no —respondió Marvin—. ¿Por qué lo preguntas?
—Verás, tengo entendido que Paldus no se lleva bien con los humanos —explicó el Murkrow—. He oído un cotilleo acerca de él. Parece ser que, cuando era pequeño, la familia de humanos que lo había adoptado lo abandonó para irse de Pellaria junto con los demás humanos, y desde entonces está resentido hacia todos ellos. Yo que tú no le diría nada a corto plazo.
Marvin tragó saliva. No podía imaginarse la cara de decepción del Swampert al enterarse de que era un humano.
Cynder, en el otro lado de la habitación, hacía recuento de objetos para la misión del día siguiente. De pronto, exclamó:
—¡Vaya! La carta de Nackar.
Los otros dos miembros del Equipo Tormenta se giraron para mirar al Cyndaquil, que sostenía la carta de misión que les había entregado el Kecleon.
—Tenemos que llevársela a Haku para que la archive con el resto —dijo Marvin—. Propongo hacerlo ahora y quitárnolos de encima.
—Ya puestos —añadió Kroven— podemos echarle un ojo a las misiones que haya por ahí colgadas. Tal vez encontremos algo interesante.
El equipo salió de la habitación y se dirigió al despacho de clasificación, accesible solo mediante unas escaleras en las oficinas centrales. Normalmente podía verse a una cantidad ingente de Pokémon haciendo cola enfrente del acceso, pero a aquella hora del día todas las misiones habían sido archivadas y enviadas a las oficinas centrales, por lo que el acceso estaba totalmente despejado.
El despacho era un lugar bastante claustrofóbico, ya que los pocos Pokémon que trabajaban allí estaban continuamente rodeados de cartas, sobres, pergaminos y diversos utensilios de escritura. El escritorio de Haku, situado en la esquina más alejada de la puerta, era el que más cartas tenía, y de vez en cuando un Ambipom pasaba por allí para recoger alguna y llevarla a los tablones.
—Buenos días, Haku —saludó Marvin, colocando la carta sobre su escritorio.
El Beartic, sin levantar la mirada de lo que estaba escribiendo, soltó un "hola" entre dientes, apenas vocalizado a causa de la concentración del Pokémon de hielo en su labor.
—Teníamos una misión para archivar —dijo Kroven.
Haku levantó inmediatamente la vista, dejó la pluma sobre la mesa y les dedicó una fría mirada. Se notaba que no estaba de buen humor, y Marvin supuso que tenía algo que ver con el problema que habían tenido por la mañana.
—De acuerdo —dijo finalmente— Equipo Tormenta ¿verdad? —preguntó, rebuscando entre sus archivos— La misión de escolta en el Risco Colmena. ¿La habéis completado?
Cynder sacó de la bolsa la carta firmada por Acrell, y el Beartic la revisó, acercándola a su cabeza para poder leerla correctamente.
—Muy bien —concluyó. Guardó la carta en otro de sus archivadores, a los que accedía tremendamente rápido y los miró de nuevo— ¿Algo más?
—De hecho sí —contestó Marvin. Cynder puso la carta de Nackar sobre la mesa para que el Beartic la abriera y ojeara—. Es una carta de parte de un Kecleon. No ha podido traerla él mismo o enviarla aquí, así que nos ha pedido que la trajéramos.
Haku revisó la carta unos instantes. Tras ojearla, escribió algo en ella y la colocó en la pila de cartas con destino a los tablones.
—Gracias por vuestra contribución —dijo, con un tono de voz que hacía pensar que repetía esta consigna a cada equipo que lo visitaba—. Será colocada en el tablero en seguida. Es mi deber recordaros, además, que vuestra misión de mañana será la última que tengáis que hacer antes de vuestro día de descanso, en el caso de que la completéis con éxito.
—¿Día de descanso? —repitió Marvin, sorprendido.
El Beartic soltó un suspiro de resignación. Con el mismo tono de voz aburrido y monótono, explicó:
—Todos los equipos de resistencia disponen de un día libre por cada cinco misiones completadas exitosamente. ¿Requerís algún otro tipo de información?
Los miembros del equipo se miraron entre ellos un momento.
—No, gracias —contestó finalmente Marvin—. Está bien.
—Pasad una buena tarde —se despidió el Beartic, cogiendo su pluma y disponiéndose a seguir escribiendo.
Mientras el Ambipom se acercaba para recoger la pila de cartas, el Equipo Tormenta abandonó la estancia. A Marvin no le caía mal Haku, pero parecía que su vida era extremadamente aburrida. "Está demasiado ocupado para ser educado, supongo" pensó Marvin mientras se dirigían a los tablones de anuncios.
Los tablones, llenos de cartas de misión como de costumbre, apenas estaban siendo revisados por algún que otro Pokémon. Los equipos no acostumbraban a elegir sus misiones tan temprano, pero Rawkan les había enseñado que era el mejor método para tener más opciones entre las que elegir.
Cynder abrió la bolsa y desplegó el mapa de Pellaria que les habían entregado al unirse a la Resistencia. Debía asegurarse de que elegían una misión dentro de la jurisdicción de la Atalaya.
—Solo podemos coger misiones de este tablón —señaló Kroven—. Las misiones van del rango E al D, que es lo aconsejable para un equipo recién formado.
Marvin ojeó las notas de misión situadas en la parte inferior del corcho, deseando encontrar una allí abajo y no tener que usar la escalera para buscar en las filas superiores. No obstante, ninguna misión parecía llamar su atención, ya que todas tenían una recompensa demasiado baja.
—Procurad no coger las misiones de rescate o recuperación de objetos que lleven más de un día aquí —advirtió Kroven—. Cuanto más tiempo pasa, más difícil es encontrar a objetos o Pokémon perdidos en una mazmorra. Creedme, os lo digo por experiencia.
Dicho esto, el Pokémon volador saltó en el aire y emprendió su primer vuelo en casi una semana, agitando las alas para mantenerse en el aire y poder analizar de cerca las cartas colocadas en la parte superior del tablón.
El Equipo Tormenta pasó más tiempo del que habrían querido buscando una misión para el día siguiente. No obstante, cuando iban a darse por vencidos y elegir una misión de poca monta, el Ambipom salió corriendo del despacho de Haku con un montón de cartas, y sin siquiera mirarlos comenzó a asegurarlas al tablón usando sus dos colas, agarrándose a la escalera con sus extremidades comunes.
Marvin y compañía observaron al Pokémon deslizarse ágilmente entre tablones, colocando las misiones en uno u otro dependiendo de su dificultad.
—No había visto a nadie moverse tan deprisa —dijo Cynder en voz baja.
El Ambipom terminó rápidamente y se fue sin decir palabra, bajando de la escalera de un salto. El Equipo Tormenta se aproximó de nuevo a los tablones, ahora cubiertos de un considerablemente mayor número de misiones.
Marvin echó un vistazo a las que se situaban en la parte inferior, de nuevo esperando no tener que subirse a la escalera. No obstante, eso no sucedió, ya que una misión en concreto llamó su atención casi inmediatamente.
—Chicos, mirad esto —llamó a sus compañeros.
Éstos se colocaron a ambos lados de su líder y leyeron la carta por encima.
—Es… es la misión de Nackar —dijo finalmente Kroven—. Creía que sería un encargo de rango más alto, pero… es relativamente sencillo ¿no creéis?
La petición requería encontrar unos objetos concretos en un lugar llamado Cueva Añil. Se trataba de un tipo de gemas que solo aparecían en ese territorio misterioso.
—Es sencillo —dijo Marvin— pero no podemos volver a Villa Latón. Está justo en terreno neutral, y además ya nos han tendido una trampa allí antes.
—Siempre podemos hablar con Verris, el Kecleon que lleva la tienda en el bajo de la base —explicó Kroven—. Le preguntaremos si puede hacerle llegar a su compañero los objetos mediante sus conexiones, y ya de paso recoger nuestra recompensa.
El equipo se detuvo a sopesar la proposición. La recompensa era de doscientos pokés por gema, y aquello no era algo fácil de rechazar.
—¿Cuántos pisos dices que tiene esa cueva, Cynder? —preguntó Marvin.
Tras buscar el lugar en el mapa, Cynder revisó sus datos y contestó:
—Seis. En el bajo siete hay una puerta que, según parece, te devuelve a la salida del territorio. No creo que tengamos nada que perder ¿verdad?
Marvin miró a Kroven.
—Supongo que no hace falta votar nada ¿verdad? —preguntó con una media sonrisa.
—•—
Los tres compañeros bajaron al comedor, ya que el hambre había atenazado a Cynder después de hacer los preparativos para su misión.
En el comedor había un número de Pokémon considerable, ya que la mayoría de ellos acababan de volver de una misión y estaban tomándose un tentempié.
Entre la multitud de Pokémon recogiendo comida en la barra, Marvin pudo distinguir la figura familiar de una Buizel.
—¡Winona! —llamó. La Buizel se giró rápidamente para mirarlo.
—Oh, hola Marvin —saludó, algo desganada—. Buenas tardes.
Kroven y Cynder comían despreocupadamente en la barra, así que el Mudkip tenía vía libre para hablar con su amiga.
—¿Qué tal tu misión de hoy? —preguntó.
La Buizel hizo una mueca de malestar.
—Bueno —contestó—. Mis nuevos compañeros no están mal. No hemos tardado mucho en completar el encargo, pero el camino ha sido largo y me da a mí que voy a tener agujetas mañana. ¿Qué tal tú?
—Dentro de lo que cabe, bien —contestó Marvin con una risa nerviosa—. Casi nos capturan los agentes de la Corporación, pero al final no ha pasado nada.
La Buizel abrió mucho los ojos.
—¿Estás de broma? —preguntó sorprendida— Escapar de la Corporación es algo que no hacen todos los Pokémon. Deberías estar orgulloso.
—En realidad nos salvó Miasma, un miembro del equipo de Paldus —contestó el Mudkip con modestia—. No he tenido mucho mérito, la verdad…
"Excepto por la parte en la que me salvé de la parálisis por mi cuenta" pensó para sus adentros. No consideraba oportuno hablarle a cualquiera de los poderes que (al menos según él creía) le otorgaba el Don de Sazira.
—De todas formas —concluyó Winona— es interesante. Supongo que era cuestión de tiempo que te descubrieran.
Aquella frase activó algún tipo de resorte en la cabeza de Marvin. La Corporación era consciente de su presencia, sí. Eso ya lo tenía asumido. La pregunta ahora era ¿cómo habían adquirido esa información? Paldus mencionó que sus compañeros de equipo estaban protegidos contra ataques psíquicos, pero eso no garantizaba que no podían haberlo sabido por ellos.
¿Tenían un espía en la base?
—Mañana vamos a buscar unas gemas raras —dijo Marvin, cambiando de tema—. Vamos a un sitio llamado Cueva Añil.
—Vaya, pues os deseo suerte —dijo la Buizel mientras mordisqueaba una baya—. He ido a ese sitio un par de veces y no es difícil. Para vosotros no será un problema.
La conversación fue bastante banal a partir de aquel punto. El Equipo Tormenta abandonó pronto el comedor, habiendo sus miembros saciado su hambre, y se dirigieron a su habitación para descansar un rato.
—Pinta bien eso del día libre —comentó Cynder una vez estuvieron dentro de su cuarto—. Podremos dormir hasta tarde por una vez.
—Sí, pero recuerda que el desayuno es a las ocho —dijo Marvin con una sonrisa—. No querrás perdértelo ¿verdad?
Cynder soltó un gruñido en voz baja.
—Pues cuando me acabe el desayuno me vuelvo a dormir —contestó.
—En mi primer día libre —dijo Kroven— me quedé dormido hasta las doce. El día anterior nos habíamos enfrentado a un grupo enorme de enemigos y estaba exhausto.
Marvin recordó la pérdida del equipo de Kroven, y le pareció un buen momento para preguntarle sobre ellos.
—¿Echas de menos a tu antiguo equipo? —preguntó.
El Murkrow se encogió de hombros.
—Siempre se echa un poco de menos —respondió—, pero nunca me llegué a llevar demasiado bien con ellos. Fueron una pérdida para la Resistencia, sí, pero no puedo decir que me afecte en un nivel emocional.
—¿Cómo fue? —le preguntó Cynder entonces— El ataque a Villa Plata, quiero decir.
Kroven dejó escapar un suspiro.
—Fue aterrador, a decir verdad —contestó—. Nunca había visto un incendio tan grande en mi vida, y sinceramente espero no volver a verlo jamás. Nos pilló llevando a unos Sentret a casa de su madre… estábamos en su casa cuando sucedió.
—¿Ellos escaparon? —preguntó Cynder.
—No lo sé, la verdad —respondió el Murkrow—. No llegamos a detenernos para eso. Nuestro líder nos ordenó escapar de cualquier forma que pudiéramos, y yo me fugué por la ventana después de que comenzaran a atacarnos unos agentes de la Corporación.
Los tres compañeros se mantuvieron silenciosos un rato.
—Al menos —concluyó Kroven— mi ala está casi perfecta. Mañana podré hacer trabajos de reconocimiento desde el aire.
—Oh ¿harás eso? —inquirió Marvin.
—Por supuesto —respondió el Murkrow—. Es importante saber qué hay delante de ti cuando no estás dentro de un territorio misterioso. Aun así, dentro de la cueva no podré hacer nada.
—No te preocupes —dijo Cynder, quitándole importancia—. Es más que suficiente. Por cierto ¿qué hora es?
Kroven echó un vistazo a las piedras solares, cuya luz se hacía más intensa cuando era de noche.
—Calculo que serán las seis, como mínimo —dijo—. En cualquier caso, aún quedan unas horas hasta la hora de dormir. ¿Os parece si vamos a hablar ya con Verril? Podríamos incluso parar a comprar algo interesante.
No tuvo que preguntarlo dos veces, ya que sus compañeros, tras recoger la bolsa de viaje, se levantaron de sus respectivos asientos y se dispusieron a salir.
La base estaba bastante vacía en su mayoría. Muchos de los equipos estaban descansando o todavía no habían vuelto de sus respectivas misiones. Atravesaron las áreas de entrenamiento y descanso de la Atalaya, situadas muy por debajo del nivel del mar, hasta llegar a lo que era comúnmente llamado "mercado del submundo" a causa de su localización.
Allí abajo era donde se tramitaba la compraventa de objetos, según Kroven les explicó a sus compañeros de equipo. Marvin y Cynder jamás habían pisado aquella zona de la base, lo cual podría deberse al hecho de que Rawkan, según les contó Kroven, debía bastante dinero a la red de comercio de los hermanos Kecleon.
—Este lugar es curioso —comentó Cynder, pasando la vista por el lugar. Se trataba de una inmensa cueva, con apenas algún vestigio de civilización en ella más allá de los Pokémon que la habitaban, pues no había señales de edificación en ella más allá de los soportes de las piedras solares, que brillaban con su máxima intensidad.
En la amplia caverna, varios Kecleon estaban dispuestos en diferentes mostradores, cada uno asignado a una sección. Las estanterías estaban repletas de objetos bien etiquetados con su nombre y precio correspondiente. El equipo atravesó los pasillos de la sección de esferas mágicas y se encontró con Verril el Kecleon, sentado tranquilamente tras su mostrador mientras ojeaba un panfleto.
—Buenas tardes —saludó alegremente al percatarse de su presencia— ¿Puedo ayudarles en algo?
—Buenas —saludó Marvin—. Antes de comprar nada, querríamos pedirle un favor.
Verril frunció el ceño y se inclinó un poco sobre el mostrador.
—Si planean dejar dinero a deber, quítenselo de la cabeza —respondió sin perder la educación—. Lo lamento, pero hemos tenido una serie de problemas a ese respecto y no deseamos que ocurra más.
—¡No no, en absoluto! —contestó Marvin rápidamente— Se trata de una misión para su hermano Nackar. No podemos ir a Ciudad Latón a darle los objetos que nos pidió para mañana, así que tal vez usted podría encargarse de que le lleguen y traernos la recompensa.
El Kecleon relajó su cara, sentándose de nuevo en su posición original.
—No será un problema —dijo finalmente—. Nuestra red de intercambio de objetos es rápida y efectiva. Él no ha sido capaz de comunicarse con nosotros desde hace unos días, presumiblemente a causa de la presencia de la Corporación en Villa Latón. No obstante, haremos lo que esté en nuestras patas para llevarle los objetos y recibir su recompensa.
—Muchas gracias —contestó Marvin—. Ahora nos gustaría comprar algo.
A Verril se le iluminó el rostro. Con una sonrisa, se bajó de su banqueta y los analizó desde detrás del mostrador.
—Si no me equivoco, ustedes son nuevos aquí ¿verdad? —preguntó, rascándose la barbilla— Conozco a Kroven, pero nunca los había visto a ustedes dos por aquí.
—Es verdad, hoy es nuestro cuarto día aquí —dijo Cynder, antes de añadir orgulloso—. ¡Somos el Equipo Tormenta!
—Pues, teniendo en cuenta que no suelo tener clientes a esta hora —dijo el Kecleon—, podría darles un tour por el establecimiento ¿qué les parece?
El equipo accedió encantado, y el tendero salió de su puesto para comenzar a mostrarles la mercancía.
Los miembros del Equipo Tormenta fueron llevados a través de numerosas estanterías, con el Kecleon indicándoles la utilidad de cada uno de ellos. Esferas mágicas, lazos, semillas y demás objetos pasaban por sus maravilladas vistas, cada uno más interesante que el anterior.
—¿Qué son estas cosas? —preguntó Marvin tras girar una esquina. Se encontraban en un pasillo cuyas estanterías circundantes estaban llenas de unos curiosos discos de metal de diversos colores.
—Oh, eso son máquinas técnicas —dijo Cynder—. Son objetos que permiten aprender un movimiento instantáneamente.
—Correcto —dijo el Kecleon—. Son muy útiles para poder enfrentarse a los tipos de Pokémon que normalmente les resultarían un problema. Aunque dudo que se las puedan permitir, pues la más barata ahora mismo ronda los dos mil poké.
Marvin no se preocupaba por eso, pues estaba apoyado sobre la estantería con sus patas delanteras, echando un vistazo a todas las máquinas técnicas que allí se encontraban y viendo su nombre, escrito en lenguaje Unown en sus respectivas etiquetas. Algunos, como "Energibola" o "Afilagarras" no sonaban nada fuera de lo común, pero otras como "Hiperrayo", "Ventisca" y "Electrocañón" parecían contener movimientos realmente poderosos.
—¿Cómo funcionan? —preguntó curioso el Mudkip.
—Cuando la rompes, libera el conocimiento y te permite aprender el ataque que contienen —explicó Kroven—. Yo usé una hace tiempo, y es una experiencia… curiosa, por decir algo. De repente, conoces el movimiento como si supieras usarlo desde pequeño.
Marvin soltó un soplido de asombro. "Tal vez deberíamos comprarnos unas pocas cuando tengamos dinero" pensó fascinado. "Podríamos librarnos de muchos problemas con ellas".
Continuaron el paseo, no sin que Kroven fuera recogiendo algún objeto que según su criterio les pudiera resultar útil. Al final del trayecto, el Murkrow había acumulado un total de dos esferas, tres bayas aranja y unas pocas semillas. Verril los fue pasando uno a uno por el mostrador, calculando mentalmente su precio a una velocidad asombrosa.
—Serán quinientos quince pokés —dijo el Kecleon tras hacer recuento.
Cynder sacó el dinero de la bolsa. Era una buena tajada a su cartera, pero necesitarían estar bien aprovisionados para las misiones venideras. Tras colocar las monedas sobre el mostrador, el vendedor las recogió y les entregó los objetos con una sonrisa.
—Muchas gracias por su compra —dijo felizmente—. Ojalá sean tan buenos compradores en el futuro.
Los miembros del Equipo Tormenta soltaron una carcajada. Marvin supuso que, en el futuro, podrían permitirse una máquina técnica. Quería ser lo más fuerte posible para los eventos que le depararía el destino.
El grupo abandonó la tienda y subió varios pisos hasta llegar a las oficinas centrales, donde Marvin les pidió detenerse un momento.
—¿Qué ocurre, Marvin? —preguntó Cnyder.
—Estaba pensando… —dijo el Mudkip— Quizás deberíamos repartirnos el trabajo en el equipo de forma más específica. Así nos resultaría más fácil y rápido estar listos para el día siguiente ¿qué os parece?
Sus dos amigos lo miraron un momento, y Kroven fue el primero en hablar.
—Yo podría ser el encargado de elegir las misiones ¿no crees? —preguntó— Tengo un poco más de experiencia y conozco el terreno.
Cynder, emocionado, se apuntó al nuevo plan.
—Y yo podría encargarme de los objetos y el dinero —propuso—. Soy rápido calculando y conozco bastantes objetos. Aunque, si hace falta, podéis hacerme una lista antes de ir a la consigna de Ultron para saber lo que tengo que coger.
Los tres acordaron repartirse el trabajo de aquella forma. Marvin, ya que no conocía demasiado el mundo en el que estaba, se limitaría a ser el líder en las misiones y organizar al equipo durante las mismas.
Tras depositar sus nuevas adquisiciones en el almacén, el equipo regresó a su habitación. Los tres compañeros, hartos de recorrer la base de arriba abajo, se dejaron caer sobre las butacas de la mesita central.
Marvin, aprovechando uno de los pocos momentos que tenían para descansar en su cuarto sin llegar a dormirse, expuso a sus compañeros una duda que llevaba un tiempo bulléndole en la cabeza.
—Chicos… —comenzó— Os va a parecer una estupidez, pero tengo que preguntaros una cosa.
—Adelante —lo instó Cynder—. A estas alturas, no creo que me sorprenda nada de lo que me preguntes.
—¿Quién es Arceus? —preguntó directamente Marvin— Todo el mundo habla de él como si fuera una especie de deidad… ¿es el líder de la Resistencia, o algo por el estilo?
Cynder se quedó en blanco. En su cabeza no cabía que alguien (y menos un Pokémon) no supiera quién era Arceus. No obstante, respondió casi al instante.
—No, Marvin —dijo—. Arceus es… bueno, es el creador de todo. La leyenda cuenta que creó a los dragones legendarios del espacio y el tiempo como un experimento, y a partir de ahí comenzó a dar forma al mundo y los Pokémon que lo habitan con sus mil brazos.
—Vaya —respondió Marvin—. ¡Eso es increíble! Pero, si es tan poderoso ¿por qué no detiene a la Corporación? ¿Por qué se queda mirando todo esto?
—Los dioses Pokémon —intervino Kroven— no pueden entrometerse en los asuntos mortales. Arceus lo estableció así después de que ocurriera lo que aquí llamamos "cisma terrenal".
Ante la mirada de confusión de Marvin, Kroven decidió explicárselo todo desde el principio.
—A ver —comenzó, soltando un suspiro—. Supongo que tarde o temprano tendríamos que hablarte de estas cosas. Al principio, Arceus apareció de la nada, cuando en la realidad no existía ningún otro ser, y decidió usar sus colosales poderes para crear un mundo. Nuestro mundo.
—Y los primeros Pokémon creados —interrumpió Cynder— fueron Dialga, Palkia y Giratina, los dragones legendarios…
Kroven lo detuvo alzando el ala.
—Cynder, antes de ellos hubo otro Pokémon —dijo— ¿no te han hablado de él?
Cynder, confuso, negó con la cabeza.
—Tal vez deberías dejarme explicar a mí toda la historia, entonces —dijo Kroven. El Pokémon pájaro se relajó en su asiento, dispuesto a relatar—. Aunque la creencia común es que Dialga, Palkia y Giratina fueron los primeros Pokémon creados, existió uno antes que ellos. Su nombre es Darkrai, y es considerado el primogénito de Arceus. El mismo Darkrai tenía un fragmento de su poder en él, por lo que podía crear vida, sentimientos y emociones como su padre.
Marvin y Cynder escucharon atentos esta vez, sin interrumpir. Era la primera vez que Marvin se planteaba la creación del mundo Pokémon, ya que, si sabía algo cuando era un humano, aquel conocimiento había sido totalmente borrado de su memoria.
—Dialga fue concebido entonces como el dios del tiempo —continuó Kroven— y Palkia como el del espacio. También creó a otros dioses, pero esos no nos incumben. Giratina fue creado como el guardián de las puertas del plano astral en el que estos dioses vivían, por lo que se quedó en el mundo físico que conocemos nosotros para evitar que los Pokémon mortales, que nacerían a partir de los primeros Mew, fueran a molestar a los dioses.
»Pero entonces, Darkrai lo corrompió. El primogénito de Arceus estaba celoso de sus otros hijos, así que plantó una semilla de locura en la cabeza de Giratina, con la intención de que este Pokémon, al volverse loco, causara brechas en la realidad y rompiera las propias barreras. Lo logró, pero Arceus bajó a tiempo para evitar que el mundo quedara totalmente destruido. Desterró a Giratina y le quitó a Darkrai sus poderes, dejándolo como un Pokémon normal y condenándolo a vivir para siempre entre los mortales.
»Tras este accidente, Arceus declaró que los dioses podían quedarse en el mundo mortal adoptando avatares físicos para encargarse de protegerlo y reconstruir lo que Darkrai había arruinado. Después, se fue de este mundo. Se cree que duerme en alguna parte de su plano astral, ajeno a los problemas de los mortales.
La historia los dejó a todos en silencio. Marvin, sorprendido por la intensa leyenda, le pidió a Kroven aprender más sobre el mundo Pokémon y sus deidades. Durante las horas siguientes, sus dos compañeros le hablaron de los dioses Pokémon, contándole increíbles leyendas de héroes antiguos y grandes batallas. El tiempo se les pasó volando hasta que fue hora de meterse en la cama.
—•—
Paldus se despertó en medio de la noche. Sabía que iba a despertarse. Siempre ocurría. Con cuidado, se levantó de la ancha cama, recogió su bolsa de viaje, todavía tirada sobre la moqueta, y abandonó la habitación silenciosamente. Cerró la puerta con cautela y se giró para dirigirse a su habitación.
No.
No, no quería ir a su habitación.
Ladeó la cabeza. Tal vez la sala de reuniones… sí. Era una buena idea. Tenía todavía la llave en su bolsa, así que podría entrar sin problema. Las piedras solares del pasillo brillaban tenuemente, sujetas al control de los Pokémon psíquicos que las controlaban a metros bajo tierra.
Sin hacer ruido, se dirigió hacia el final del pasillo, donde la puerta de la sala de reuniones lo esperaba como siempre.
Sin embargo, algo era diferente. Veía luz debajo de la puerta. Alguien estaba allí.
Suspiró. Solo quería sentarse un rato en una de las sillas y dejar de pensar en todo. Le daba absolutamente igual quién estuviera allí a esa hora. Abrió la puerta con un ligero empujón, preparándose para encontrarse con algún miembro de su equipo haciendo planes…
Y en su lugar, se encontró con un extraño Pokémon roedor sentado en la mesa circular que caracterizaba la sala de reuniones. El Pokémon, de hocico largo y ojos reptilianos, no parecía sorprendido con su entrada.
—Buenas noches —dijo—. Parece que hay otro más que no puede dormir ¿me equivoco?
Paldus soltó una risa cansada.
—Buenas noches —respondió, cerrando la puerta—. Estás horrible. Parece que no te has lavado la cara en varios días.
El Pokémon solo rió entre dientes.
—Es lo que tiene pasar toda tu vida debajo de un cráneo —contestó—. Tienes poco tiempo para lavarte la cara.
Paldus sonrió y se sentó al lado del Marowak sin casco, que bebía de un vaso de cerveza.
—Tú y tus incursiones nocturnas —dijo Rawkan—. ¿Cuánto tiempo vas a estar haciendo esto?
Paldus se encogió de hombros.
—El suficiente —contestó simplemente—. Creo que no le hacemos daño a nadie con esto.
El Marowak lo miró fijamente con unos ojos que Paldus rara vez veía totalmente descubiertos.
—A nadie más que a vosotros mismos —dijo, con su despreocupada voz tomando un tono más severo—. No puede ser bueno para el equipo que tengáis… ya sabes, tanto apego el uno por el otro. Acabaréis haciéndoos daño.
—No es…—comenzó Paldus, pero dejó la frase en el aire.
Rawkan no dijo nada. Estaba esperando a que su jefe tratara de explicarse.
—Ya lo hemos hablado —dijo finalmente—. Es algo más allá de la lógica ¿de acuerdo? Por Arceus, dudo que sea tan grave.
—Le estás haciendo daño —contestó Rawkan tajante—. Sabes que hace todo lo posible para no apegarse a ti. No quiere porque sabe que es arriesgado, que puede comprometer la misión… y lo entiendo perfectamente. Sé cómo eres, te conozco desde hace años, y no te paras a pensar en las intenciones de los demás.
—¿De qué hablas? —preguntó Paldus— Si no quisiera… bueno, me lo diría. O eso creo yo.
Rawkan suspiró. Dio otro trago a su cerveza y se quedó en silencio unos instantes.
—Bueno, piénsalo —dijo— El día de mañana podrías estar intentando desmentir rumores que destruirían tu reputación… o podrías estar aguantando a miles de pequeños Vulpix correteando por la base.
—Sabes que eso es imposible, Rawkan —dijo el Swampert—. Es incompatible con nuestra naturaleza.
Rawkan soltó una risa pícara.
—Lo sé —contestó—. Pero me ha hecho gracia imaginarme la estampa. Lugnos sería un buen niñero ¿no crees?
Los dos rieron. Se quedaron mirando hacia la pared, en silencio, durante unos segundos.
—Tengo más cosas en la cabeza ahora mismo —dijo Paldus entonces—. Marvin, el espía, la llegada de Raegis… todo ha empezado a avanzar de forma frenética desde que el Mudkip llegó a la base.
Rawkan asintió lentamente.
—Y está el tema de la Colina Embrujada —contestó—. Habrá que enviar más soldados allí tarde o temprano. Espero que no te moleste la sugerencia.
—En absoluto —respondió Paldus—. Yo mismo estaba pensando en preguntaros mañana por la mañana. Astrid me ha dicho que uno de los dos debería ir a hacer una revisión, al menos. Necesitamos mantener esa fortaleza bajo nuestro poder.
—Siempre y cuando no vayáis los dos —dijo Rawkan, conteniendo la risa—. La última vez que nos dejasteis solos en la base, casi causamos la segunda avenida de Arceus con el alboroto que se montó.
Paldus dejó escapar una carcajada.
—Fue… fue gracioso, sí —concluyo, recomponiéndose—. Lugnos estuvo con los nervios alterados dos días seguidos, y le tuvimos que dar otro día libre. Sigo preguntándome cómo os arreglasteis para inundar la base, sin embargo.
—Créeme, no quieres saberlo —respondió Rawkan tras dar otro sorbo a su bebida—. Fue muy desagradable. Especialmente la bronca que nos echó Elina. Nunca entendí por qué no la dejáis a ella al mando, porque en mi opinión es mucho más lista y está más preparada que Lugnos y yo juntos.
Paldus emitió uno de sus característicos gruñidos pensativos.
—Porque… a veces no me fío de Elina —comentó—. Quiero decir, es una gran guerrera y una psíquica excepcional, pero a veces le falta un poco de corazón. En ocasiones, cuando hablo con ella, me da la impresión de estar hablando con una máquina que se mueve por impulsos. Además, Lugnos y tú hacéis buena pareja.
—Jaja, muy gracioso —contestó el Marowak en tono burlón. Con un último sorbo, se terminó su cerveza y se levantó de la silla. Hizo un par de estiramientos y miró a su jefe—. Me voy a intentar dormir. Que pases una buena noche. Y… por favor, piensa en lo que te he dicho.
Paldus asintió simplemente. Ni siquiera le deseó las buenas noches a su subordinado, que abrió la puerta y se marchó sin hacer mucho ruído. El Swampert se quedó sentado en la habitación, sin moverse un ápice.
—•—
El sombrío y alto Pokémon se acarició la barbilla, todavía confuso. No sabía qué pensar acerca de su situación actual.
—Está vivo —dijo, con una profunda e intimidante voz— Está… está vivo. No puedo creerlo. Todos estos años… creí haber estado luchando por una causa perdida.
Un gruñido de aprobación le llegó desde el otro lado de la cabaña. El extraño Pokémon pájaro que se hallaba de pie allí asintió con la cabeza.
—Lamento no habértelo dicho —dijo éste—. El tiempo es algo delicado y no debe ser perturbado de ninguna forma. Ahora puedes retomar tu misión original.
—¿Debo encontrarlo, maestro? ¿Debo traerlo ante ti? —preguntó el primero, dudoso.
—No —contestó el pájaro rotundamente— Todavía no. Pero vigílalo, pues se avecina tormenta. En el momento en el que todo colapse sobre él… debes estar allí.
—Debo encontrar al guardián primero, maestro —dijo el Pokémon oscuro—. Necesito conocer el plan a la perfección.
—Soy consciente —admitió su maestro—. Aprovecha el regalo del tiempo. Ve y encuéntralos. A los dos. Son necesarios para completar el plan.
—Sí, maestro. Tras tantos años, mi cometido finalmente tiene sentido.
El Pokémon oscuro abandonó la habitación. El cielo nocturno era el único techo que necesitaba. La luna llena resplandecía en el cielo, apenas cubierta por las nubes.
Era el momento de comenzar a trabajar.
Y había mucho que hacer.
Nota del autor (2-IV-2016): Aunque estoy intentando subir un capítulo mensual, he decidido subir éste pronto, pues el siguiente capítulo será un "capítulo especial" y no hablará de los personajes protagonistas, sino que, al estilo de Pokémon Mundo Misterioso: Exploradores del Cielo, se centrará en un personaje secundario o recurrente para expandir su personalidad y el mundo que lo rodea. Gracias por leer, y un saludo.