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Me acerco a ti por última vez, querido diario. Quiero decirte lo mucho que te estimo por ser el único que no me ha criticado, ni ha intentado herirme. Eres el fiel amigo al que le puedo contar todo, al que se le puede abrir el corazón con toda la sinceridad que me es posible, sin ocultar ningún detalle. Es por eso que quiero que seas el último en escuchar mis palabras, y por mucho que lo lamente, mi vida ha sido un completo caos. No culpo a nadie, porque como te he dicho varias veces soy una inútil. Páginas y páginas llenas de los desvaríos de una lunática, de los varios asesinatos que llevé a cabo. Y sin embargo no me llamas extraña, ni intentas huir. De verdad... lo siento, compañero. Pero no es momento de llorar, quiero que celebres mi despedida. No es un adiós definitivo, volveré algún día. Y entonces podrás hablarme, contarme tus experiencias, lo que opinas de las mías. Después de todo, cada flor llega a su fin, y como rosa que soy me llegó la hora. Pero una flor, al morir, se convierte en otra. ¿No es maravillosa la naturaleza? Algún día me volverás a ver, esta vez como una flor distinta. ¿Cuál te gusta más?
Aún recuerdo el primer día que vi a aquel hombre del que me enamoré perdidamente. Tenía apenas veinticinco años, pero él logró cautivar a esta alma dedicada a los negocios. Era uno de mis trabajadores, y siempre lo veía llevando papeles de un lado a otro. No me acercaba a él porque no tenía tiempo, pero en mis cortos descansos lo buscaba con esmero, intentando que me notara. Claramente eso no funcionó por un tiempo, e incluso su rendimiento en el trabajo iba disminuyendo poco a poco. Si bien esto no se notaba al principio, al cabo de unos meses aquel hombre tan alegre y puntual se había reducido a una masa viviente con cara larga. El corazón se me rompía de tan solo verlo, pues mi hombre soñado sufría una pena aún mayor de la que me podía imaginar. Siempre llevaba su anillo de casado, pero no lo había notado sino hasta que empezó a verlo en sus descansos melancólicamente. Sus compañeros de seguro sabían qué le pasaba, pero nuestras áreas de trabajo estaban muy lejos. Así pues, decidí darle un ascenso para ver si así se animaba, y para encubrirlo ascendía a varias personas que también se lo merecían. Su ánimo no mejoró, e iba empeorando conforme avanzaba el tiempo. Me desesperé, ¿qué debía hacer para que se alegrara? Lo fui acercando más y más a mí, hasta que finalmente fue mi secretario. ¿Cómo no se me ocurrió, si el trabajador más cercano a un ejecutivo es su secretario, fiel persona que lo asiste? Son el equivalente a un diario, pero tranquilo, a ti no te reemplazará nadie.
Nos íbamos haciendo más cercanos a paso lento, aunque él no mostraba mucho interés en una chica cinco años menor que él. Parecía como que no encontraba mis conversaciones como "interesantes". Se rehusaba a comer los almuerzos conmigo o alguno de sus compañeros de trabajo, se aislaba más y más. Esto no podía seguir así, y me atreví a preguntarle la razón por la que siempre andaba con una cara tan larga y triste. No me respondió inmediatamente, sino que lo pensó por un tiempo. De seguro no confiaba en mí sus datos personales, pero tenía que desahogarse con alguien. Ese día, en medio de la oficina a la hora de comer, estalló en un llanto desesperado, triste, lleno de rabia y dolor. Me explicó entre sollozos que su esposa había sido asesinada, pero no de una forma sencilla, sino que habían destrozado su rostro vilmente. Su descripción me sonó muy familiar, por lo que puedo recordarla fácilmente: "la mitad de su cráneo fue molida a golpes, y la otra podía ser reconocida fácilmente. Estaba llorando, por lo que puedo recordar de su expresión. El resto de su cuerpo presentaba varias marcas de golpes, los que parecían ser de un látigo. Se determinó que eran ante-mortem, y que había sido torturada. Esa noche ella no había llegado a casa, y en la mañana me preocupé. Si hubiera... sabido..." Esto me lo dijo en el tono más bajo que pudo; claro está, no fue en el mismo lugar que estalló en llanto, sino que en su casa, porque le di el día libre y me fui para consolarlo. En cierta forma estaba emocionada porque iría a su casa, pero temía encontrarme con su esposa. Obviamente, ella no estaba, pero tenía una urna donde guardaba sus cenizas. Era mejor quemar el cuerpo que enterrar aquel cadáver destrozado. En el mismo estante estaba una dedicatoria, pero no logro citar con exactitud lo que decía. Sólo recuerdo el primer nombre de la mujer: Rachel. Qué raro.
Me rompió el corazón verlo así. Lloré junto a él por varias horas. Era lo menos que podía hacer por Michael, que por cierto, así se llamaba. Me quedé en su casa toda la tarde, escuchando lo mucho que la extrañaba, y cuánta falta le hacía aquella mujer con la que se había casado apenas un años antes de su muerte. Sentí pena, y en cierta forma odio por la persona que le hizo tanto daño a la vida de él, pero por Rachel no tanto, pues su ausencia me sirvió para acercarme a mi amor. ¿Qué puedo hacer? Soy una persona terrible, y siempre lo he sido. Aunque destaco el último año como el peor de todos en mi vida. Aquella sombra asomándose por el balcón lo confirma, o los miles de olores pútridos que inundan la sala. La verdad no me molestan, pues me acostumbré a ellos. Aunque caminar entre la sangre no es agradable una vez que está seca. En cualquier caso, me fui de su casa en la noche, intentando no molestarlo más por el día. No se presentó al trabajo a la mañana siguiente, pero no lo culpé y me encargué del trabajo yo sola. Unos días más tarde me explicó que se había emborrachado, y por supuesto le perdoné el día que faltó -no sin antes darle una pequeña amonestación, nada grave-. Con el paso del tiempo fue recobrando su alegría, mas mantuvo el hábito de ver su anillo, esta vez sonriéndole porque le deseaba lo mejor a su mujer en donde estuviera, si es que hay un más allá. Yo también sonreía al verlo, pero por razones distintas. Me dediqué a mantener esa sonrisa en su rostro. Mis idas a su casa se hicieron más y más constantes, y viceversa. Nos hacíamos buenos amigos.
Finalmente, en el aniversario de su muerte, cayó rendido ante mí. El licor y las caricias pudieron más que el dolor, y nuestros cuerpos se hicieron uno. Aquella noche fui... feliz. Feliz por primera y, debo decir, única vez. Como fruto de aquella unión momentánea se empezó a gestar una semilla dentro de mí, la que será mi sucesora. Ella, puedo asegurarlo, es la flor que me reemplazará. Así que dime, querido diario, ¿qué clase de flor debería ser? ¿Una rosa, hermosa pero espinosa? ¿Una flor de daphne, preciosa y delicada? ¿O debería ser... acónito, reina de los venenos? Espero que ella pueda decidir por su cuenta, o incluso con tu ayuda, amigo. Confío en que le contarás todo lo que sabes sobre mí a aquella chica cuyo destino está por ser trazado. Espero que no le afecte crecer lejos de mí, en un orfanato. Después de todo, sus dos padres están muertos. Uno de ellos físicamente, el otro por dentro. Y aquel que sigue en este mundo se arrepiente de seguir en él tras haberse deshecho de aquel hombre al que amó, porque en efecto, lo asesiné. No quería, pero no tenía otra opción. Fue la única vez que asesiné para defenderme, e intenté mantener el cuerpo en el mejor estado que me fue posible después de que él... me... traicionara.
Esa misma noche, entre lágrimas y risas, me mostró la foto que tenía de su esposa. Resultó ser que ella era Rachel Smith, una de mis excompañeras de clase. Fue la primera de las chicas en reírse cuando me tumbaron en medio del patio para patearme. A esa chica le juré venganza entre susurros y risas, murmullos y golpes. Puede que no me haya escuchado, pero por lo menos lo cumplí. El único punto negativo fue que tuve que hacerle lo mismo a aquel hombre. A Michael, a quien amé. Sentí odio por haber amado a aquel hombre. Sentí pena por él, por haber perdido a su esposa y ser asesinado por su amante. Sentí tristeza por haberme deshecho del único ápice de felicidad que sentí en mi vida.
Pero más importante aún, sentí un gran vacío en mi pecho atravesando todo mi ser.
Eso a día de hoy no importa. Ya he asesinado a todos los que me hicieron la vida triste, y puedo descansar. Sé que mis memorias seguirán por toda la eternidad en ti, en tu fiable memoria, donde guardarás mis palabras como fiel amigo. No me siento triste, pues esta es la última aventura que te contaré, y espero que se la transmitas a mi querida flor de acónito. Lo más irónico de la situación no es que esto termine en suicidio, sino que mi corazón se detendrá a causa de la flor que me va a sustituir. Debo admitir que el té de acónito es muy dulce.
Con cariño para mi amada hija y mi fiel amigo,
Rosa
Flor
[Lista de relatos]
Pimer relato: Espinas (http://www.pokexperto.net/foros/index.php?topic=39064.msg1634567#msg1634567)
Segundo relato: Espinas de brugmansia (http://www.pokexperto.net/foros/index.php?topic=39303.msg1650309#msg1650309)
Tercer relato: Espinas de acónito
Cuarto relato: Semillas (http://www.pokexperto.net/foros/index.php?topic=42132.msg1857896#msg1857896)
Quinto relato: Semillas de angélica (http://www.pokexperto.net/foros/index.php?topic=60406.msg2433692#msg2433692)