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Literatura y Fan Fiction / La telaraña de Yber
« en: 18 de Enero de 2011, 10:02:03 am »
Bueno, pues para empezar presento el tema diciendo que esto no es un fic de pokemon, ni un fic de nada Es un tema donde iré poniendo algunos relatos cortos que escribo (De 1 cara o 2 a word como mucho) para otro foro pero que no creo que pase nada por ponerlos aquí. No tienen relación entre sí ni nada.
Tengo muchos, pero no quiero saturar el prmer post con relatos, asíque, lo que haré será ir poniéndolos de uno en uno y poco a poco.
Empiezo con uno sobre zombies:
Lunes por la mañana, cuanto los odio… Me apoyo con cuidado al levantarme sobre mis flácidas piernas y me encamino sigiloso hacia el frigorífico. Está vacío. Suelto maldiciones e improperios varios y después de descargar mi intestino verbalmente contra el padre de la nevera, decido preguntar a mi madre.
Esta se encuentra planchando en la habitación de los cacharros. Va con poca ropa, la suficiente, dejando ver sus carnes correosas de un color verde lechuga podrida que me ha parecido siempre el mejor tono del mundo. Aunque claro, ya sabemos que los hijos solemos ser incapaces de ver con malos ojos a los padres. Me sonríe, y al mostrar su dentadura una de sus paletas sale disparada de su hueco para caer a mis pies.
—Mamá, esto se nos escapa de las manos. Debemos ponernos a trabajar para ganar dinero. Sí, reconozco que para nosotros la vida no es tan sencilla como para el resto… Llevo en el paro dos años y eso echa para atrás a cualquier empresario —paro para respirar, me agacho y cojo cariñosamente la paleta de mi madre—. No tenemos nada que comer… Estoy para tirarme por las paredes. ¿Puedo? —le pregunto a mi madre a la vez que alzo su diente corroído por las caries.
—Por un hijo lo que sea —Mi madre es así, no puede negarme nada, ni siquiera uno de sus dientes…
Acepto su permiso y, mientras salgo de la habitación donde ella se encuentra, me zampo su diente a modo de aperitivo, masticándolo y saboreándolo como si fuera el último diente que iba a tener el gusto de comer. Y ciertamente, no es que esté malo, podría ser un poco más crujiente y menos pastoso… Y caries, sí, le faltan kilos de caries.
Esta tarde saldré a buscar trabajo, lo hago todas los días, sin importar el hambre que sienta o las pocas esperanzas que me queden. El recuerdo de mi padre todavía es reciente, y me duele mucho, ya que acabó de aquella manera por culpa de esta escasez de trabajo. Estábamos tan desesperados que, en ocasiones, en vez de buscar trabajo, nos íbamos a cazar perros abandonados. ¡Pobres animales, sí! Pero no podíamos aguantarlo y he de decir que su suciedad y las salteadas garrapatas y pulgas varias les daban un toque ácido y sabroso al gusto que pocos manjares logran.
El incidente ocurrió tras dos semanas sin encontrar trabajo, perros abandonados ni incluso perros con dueño… Mi padre dormía en el sofá. Mi madre y yo estábamos viendo la programación de la tele a base de cambios constantes de canal cuando el estomago de ella comenzó a rugir y a gotear sobre el suelo unos jugos gástricos producidos por la falta de alimento. Entonces miró a mi padre, me miró a mí y ambos asentimos en señal de entendimiento.
Minutos después teníamos a nuestro padre despedazado en la cocina. Disfrutábamos con la visión de unas chuletas, riñones, sesos, careta, orejas y un sin fin de comida con el sello de calidad paterno-filial. Y de verdad, aunque suene repetitivo, tenía un sabor parecido al de los perros, ese olor a suciedad y bichos parasitando que tanto me maravillaba.
Hasta el día de ayer ha sido suficiente con la carne de mi padre. Pero se acabó, hoy la cosa cambia… Tengo que seguir con la rutina, buscar un perro, o un trabajo, o incluso un dueño de perro… Mi madre y yo ya estamos tan desesperados que no nos importaría incurrir en delitos…
Pasan las semanas y yo sigo aquí, en mi casa, parado debido a la crisis, sin carne de perro, sin carne de padre, sin dinero para comprar carne de supermercado… Y con unas ganas tremendas comer algo en mal estado. En ocasiones, incluso me chupo la sangre que cuelga de algunos tendones, pero la dieta vampírica no es plato de buen gusto para mí. Los vampiros solo pueden beber sangre, y les gusta. Pero para nosotros, dada la gran variedad de alimentos que tenemos para elegir, alimentarnos de sangre es como para los humanos alimentarse tragando saliva.
Me acerco a la habitación de los cacharros, donde siempre es fácil encontrar a mi madre. Se dedica a planchar por afición o por aburrimiento, porque, seamos sinceros, llevamos la misma ropa desde hace quince años y no nos ha ido mal. Ella se encuentra de espaldas a la puerta, dale que te pego con la plancha y no se percata de mi presencia.
Sin embargo, yo si que noto el característico charco de fluidos gástricos que deja mi madre a su paso. El estomago me ruge con fuerza y me veo tentado. Mojo el dedo índice en el charco y me lo llevo a la boca. La cara se me ilumina y mi tonalidad vuelve a ser verdosa por momentos. Está riquísimo. Sabe mucho mejor que los perros callejeros y las chuletas paternas juntas. Entonces, como movido por los hilos del destino, si es que yo tengo de eso, engancho a mi madre y, mientras finjo no escuchar sus preguntas de curiosidad, la despedazo poco a poco y la hago filetes y todo tipo de embutidos y comida aprovechable.
Mientras me como un trozo de sus gemelos, creo que un sentimiento de tristeza me embarga y el pecho, vacío, me empieza a doler. Pero no, no me duele nada, es la sensación de volver a llevar comida en el estómago, y tampoco me embarga ningún tipo de sentimiento salvo el de satisfacción. Sin embargo, sí que me cruza un mal pensamiento por mi alocada y medio vacía cabeza.
Soy un zombie, y estoy orgulloso de ello. Pero he tenido y tengo tanta hambre que me he convertido en un zombie parentófago. ¿Encontraré trabajo antes de volverme un autófago y comerme a mi mismo?
-.-.-.-.-.-.
Reconozco que soy demasiado surrealista y puede que no sea lo que la gente espera de un relato de zombies, pero es lo que me sale del alma conforme tecleo xD
Espero que os haya gustado o, al menos, no os haya disgustado demasiado y nada, nos leemos.
PD: Acepto tomates :D
Tengo muchos, pero no quiero saturar el prmer post con relatos, asíque, lo que haré será ir poniéndolos de uno en uno y poco a poco.
Empiezo con uno sobre zombies:
LOS ZOMBIES SIN TRABAJO TAMBIÉN SIENTEN HAMBRE
Lunes por la mañana, cuanto los odio… Me apoyo con cuidado al levantarme sobre mis flácidas piernas y me encamino sigiloso hacia el frigorífico. Está vacío. Suelto maldiciones e improperios varios y después de descargar mi intestino verbalmente contra el padre de la nevera, decido preguntar a mi madre.
Esta se encuentra planchando en la habitación de los cacharros. Va con poca ropa, la suficiente, dejando ver sus carnes correosas de un color verde lechuga podrida que me ha parecido siempre el mejor tono del mundo. Aunque claro, ya sabemos que los hijos solemos ser incapaces de ver con malos ojos a los padres. Me sonríe, y al mostrar su dentadura una de sus paletas sale disparada de su hueco para caer a mis pies.
—Mamá, esto se nos escapa de las manos. Debemos ponernos a trabajar para ganar dinero. Sí, reconozco que para nosotros la vida no es tan sencilla como para el resto… Llevo en el paro dos años y eso echa para atrás a cualquier empresario —paro para respirar, me agacho y cojo cariñosamente la paleta de mi madre—. No tenemos nada que comer… Estoy para tirarme por las paredes. ¿Puedo? —le pregunto a mi madre a la vez que alzo su diente corroído por las caries.
—Por un hijo lo que sea —Mi madre es así, no puede negarme nada, ni siquiera uno de sus dientes…
Acepto su permiso y, mientras salgo de la habitación donde ella se encuentra, me zampo su diente a modo de aperitivo, masticándolo y saboreándolo como si fuera el último diente que iba a tener el gusto de comer. Y ciertamente, no es que esté malo, podría ser un poco más crujiente y menos pastoso… Y caries, sí, le faltan kilos de caries.
Esta tarde saldré a buscar trabajo, lo hago todas los días, sin importar el hambre que sienta o las pocas esperanzas que me queden. El recuerdo de mi padre todavía es reciente, y me duele mucho, ya que acabó de aquella manera por culpa de esta escasez de trabajo. Estábamos tan desesperados que, en ocasiones, en vez de buscar trabajo, nos íbamos a cazar perros abandonados. ¡Pobres animales, sí! Pero no podíamos aguantarlo y he de decir que su suciedad y las salteadas garrapatas y pulgas varias les daban un toque ácido y sabroso al gusto que pocos manjares logran.
El incidente ocurrió tras dos semanas sin encontrar trabajo, perros abandonados ni incluso perros con dueño… Mi padre dormía en el sofá. Mi madre y yo estábamos viendo la programación de la tele a base de cambios constantes de canal cuando el estomago de ella comenzó a rugir y a gotear sobre el suelo unos jugos gástricos producidos por la falta de alimento. Entonces miró a mi padre, me miró a mí y ambos asentimos en señal de entendimiento.
Minutos después teníamos a nuestro padre despedazado en la cocina. Disfrutábamos con la visión de unas chuletas, riñones, sesos, careta, orejas y un sin fin de comida con el sello de calidad paterno-filial. Y de verdad, aunque suene repetitivo, tenía un sabor parecido al de los perros, ese olor a suciedad y bichos parasitando que tanto me maravillaba.
Hasta el día de ayer ha sido suficiente con la carne de mi padre. Pero se acabó, hoy la cosa cambia… Tengo que seguir con la rutina, buscar un perro, o un trabajo, o incluso un dueño de perro… Mi madre y yo ya estamos tan desesperados que no nos importaría incurrir en delitos…
Pasan las semanas y yo sigo aquí, en mi casa, parado debido a la crisis, sin carne de perro, sin carne de padre, sin dinero para comprar carne de supermercado… Y con unas ganas tremendas comer algo en mal estado. En ocasiones, incluso me chupo la sangre que cuelga de algunos tendones, pero la dieta vampírica no es plato de buen gusto para mí. Los vampiros solo pueden beber sangre, y les gusta. Pero para nosotros, dada la gran variedad de alimentos que tenemos para elegir, alimentarnos de sangre es como para los humanos alimentarse tragando saliva.
Me acerco a la habitación de los cacharros, donde siempre es fácil encontrar a mi madre. Se dedica a planchar por afición o por aburrimiento, porque, seamos sinceros, llevamos la misma ropa desde hace quince años y no nos ha ido mal. Ella se encuentra de espaldas a la puerta, dale que te pego con la plancha y no se percata de mi presencia.
Sin embargo, yo si que noto el característico charco de fluidos gástricos que deja mi madre a su paso. El estomago me ruge con fuerza y me veo tentado. Mojo el dedo índice en el charco y me lo llevo a la boca. La cara se me ilumina y mi tonalidad vuelve a ser verdosa por momentos. Está riquísimo. Sabe mucho mejor que los perros callejeros y las chuletas paternas juntas. Entonces, como movido por los hilos del destino, si es que yo tengo de eso, engancho a mi madre y, mientras finjo no escuchar sus preguntas de curiosidad, la despedazo poco a poco y la hago filetes y todo tipo de embutidos y comida aprovechable.
Mientras me como un trozo de sus gemelos, creo que un sentimiento de tristeza me embarga y el pecho, vacío, me empieza a doler. Pero no, no me duele nada, es la sensación de volver a llevar comida en el estómago, y tampoco me embarga ningún tipo de sentimiento salvo el de satisfacción. Sin embargo, sí que me cruza un mal pensamiento por mi alocada y medio vacía cabeza.
Soy un zombie, y estoy orgulloso de ello. Pero he tenido y tengo tanta hambre que me he convertido en un zombie parentófago. ¿Encontraré trabajo antes de volverme un autófago y comerme a mi mismo?
-.-.-.-.-.-.
Reconozco que soy demasiado surrealista y puede que no sea lo que la gente espera de un relato de zombies, pero es lo que me sale del alma conforme tecleo xD
Espero que os haya gustado o, al menos, no os haya disgustado demasiado y nada, nos leemos.
PD: Acepto tomates :D