Espero que disfrutéis la lectura ^^
Este relato va dedicado a una persona en concreto.
Spoiler: Background Music a escoger. mostrar Escojan la que quieran: 7 Weights pega mejor para antes de la barra separadora, y The Executioner para después, pero pueden leerlo de un tirón con cualquiera de las dos.
Cuervos.“¿Por qué la ésta noche tenía que ser tan bella en un lugar como éste?” Se preguntaba el guardián. Sin ruidos ni nubes. Sin lluvia ni tormenta. Sin Luna alguna que alumbrase aquel desolado paraje. Solamente él, y ciento un puntos blancos en la bóveda celeste. Cada pisada suya crujía en el vacío. Crack… Crack… Uno y cada uno. La nieve del suelo marcaba el lugar como un regio paisaje invernal, de tumbas cubiertas por un manto blanco y árboles ganchudos sin hoja alguna en la que abrigarse.
No existía la luz a aquellas horas, solamente un farolillo de mano portado por aquella alma perdida. ¿Por qué acaso no se sentía sólo? ¿Por qué aquel trabajo le hacía sentirse tan cómodo siendo acompañado de todo ese montón de cadáveres en descomposición? Todas las noches disfrutaba paseando una y otra vez por las lápidas de mármol blanco, cuyas fotos clavadas mostraban rostros irreconocibles para él, pero miles de memorias compartidas con otras personas. No le importaba, estaban muertos, y muertos continuaban desde el día de su fallecimiento. Por mucho que alguien llorase, nunca escucharían aquellas palabras de desesperación. Aquella amada que desapareció en la carretera una vez. Aquella abuela a la que tanto cariño le dabas. Aquel amigo con el que no volviste a hablar nunca jamás. Se conocía uno y cada uno de los nombres. Sus memorias. Sus nacimientos. Pero sin embargo no había derramado nunca una lágrima por aquellos seres.
Dobló la esquina otra vez. Las cinco de la mañana, debía de ser. No le importaba dormir pronto o tarde. Ser guardián era su oficio, pero a nadie le importaba entrar en semejante cementerio alejado de la vida. Pero ninguna noche se la pasaba durmiendo. Siempre tenía que vigilar su cementerio. Su hogar. Año tras año. No de estúpidos jóvenes cuyo único objetivo en aquel lugar era robar o divertirse, puesto a que nadie se atrevía a entrar por la noche más aún sabiendo que un viejo armado vagaba todas las noches ahí. Viejo armado… Enigmático... E incluso un fantasma con sed de sangre, podían llegar a contar las malas lenguas. Ni siquiera era capaz de saber si todo aquello era verdad o mentira: Simplemente era un extraño más en aquel mundo que vivía y dormía junto a una montaña de cadáveres.
En aquel momento, escuchó un graznido en mitad de la oscuridad.
El anciano se giró en aquel momento, y dio con lo que había esperado: Cuervos. Muchos. Con su negro plumaje, posados sobre las cruces de las lápidas y los árboles desnudos. Parecía que le mirasen… No, no era aquella la expresión adecuada: Le estaban mirando. El anciano no pudo evitar sentirse acongojado. Normalmente, los cuervos no entraban en el cementerio en su presencia.
Pasó el farolillo una vez más a su alrededor. Por mucho que les iluminase, no se movían de su sitio. Sólo graznaban. Poco a poco más. Uno de ellos levantó el vuelo, y tras dos o tres aleteos, se posó delante de él. Graznó, como si de una advertencia se tratase. El hombre sacó una hoz atada al cinto, dispuesto a evitar a aquellas criaturas.
Más cuervos levantaron el vuelo, posándose detrás y delante de él. En pocos segundos, los cuervos habían acorralado al guardián de aquel cementerio, el cual permanecía paralizado en su sitio, en mitad de aquel paraje frío, lejos de la humanidad. Un cementerio era un hogar para los muertos, no para los vivos.
Un último graznido resonó en aquella oscuridad sin fin. Todos levantaron el vuelo a la vez, hacia un mismo punto. Tras aquel chirriante grito, más vinieron a continuación, mientras que sus picos se clavaban poco a poco en la carne del hombre. Comenzó a gritar y a chillar, mientras que el farolillo caía al suelo estrepitosamente. Guardián del cementerio en el suelo, los cuervos poco a poco devoraban más de él, entre una nube de graznidos y plumas. Triza tras triza, las gotas rojas arruinaban el níveo paisaje de aquel lugar.
Su cara… ¡Oh, su cara! Cada vez quedaba menos de ella. Los furiosos picotazos habían acertado en los ojos, arrancando parte de ellos junto al párpado, mientras que los cuervos engullían y engullían. La ropa no era un obstáculo difícil de evitar, puesto a que solamente era un simple jersey grueso, fácil de atravesar con aquellos punzones negros. Las manos, a su vez, habían quedado desolladas por completo. Le faltaba el dedo meñique de una, y el pulgar y el índice de la otra. El corazón se encontraba colgando, pendiendo de lo que quedaba de músculo, mientras que el frío congelaba poco a poco cada uno de sus miembros.
Pero no terminaron el festín. Se encontraban furiosos. Nunca habían pasado al anteriormente su hogar por culpa de aquella persona, ¿por qué dejar ahora un festín de diversión? No había muerto aún, simplemente chillaba y se revolvía, mientras que cuervos retrocedían y otros llegaban al ataque. Espalda… Brazos… Manos… Cara… cabeza… Todo era aprovechable. Del cerdo se aprovecha todo, ¿pero quién dijo que del humano no? Parte de la piel que envolvía el cráneo le faltaba, incluyéndose pues el pelo. De sus orejas, o de lo que quedasen de ellas, manaba alegremente la sangre. Se podía decir lo mismo de sus ojos y su tripa. Nunca había sentido lo que era que te clavasen un cuchillo en el ombligo, una y otra vez, intentando cada vez sacar más pedacitos de carne. Pero los gritos seguían sin cesar. Por lo menos, cada vez se movía menos.
Al fin, los cuervos comenzaron a sentirse satisfechos, y sus estómagos se hallaban llenos. Buen festín se habían dado. La nieve se había convertido en un bello color rojizo, casi incluso que negro, mientras que el farolillo continuaba iluminando sus facciones. No quedaban párpados. Casi que tampoco ojos, cubiertos por una capa roja que impedía ver el resultado final. Orejas y parte de la cabeza habían quedado desollados, y lo mismo junto a las manos, las cuales se encontraban mutiladas. Los dedos de los pies, así cómo a parte de las piernas, trocito a trocito, faltaban varios. El cuerpo continuaba tumbado, pero ya no gritaba, simplemente soltaba un gemido casi inaudible. Al fin, desplomado en la nieve, y para descanso de su tortura su corazón dejó de latir.
El último graznido se escuchó del auténtico guardián de aquel cementerio. Aquello no era un hogar para los vivos.
...
¡Feliz cumpleaños, Graveyard! Espero que te haya gustado mi regalo. ^^
Gif de coña de regalo adjunto (?)