-Tu dolor, mi cordura-
-¡Hijo!-El anciano se acercó a Pedro y lo abrazó, le dio besos y lo acarició-¿Padre?
-¡Y sabe mi nombre! Oh, dios, gracias por tu regalo-Dio un suspiro y cayó sobre Pedro, dormido o inconsciente, consumido por alcohol-¿Lo conoces, Pedro?-Preguntó Alonso-Es un cura. El del pueblo. No, mejor dicho ¡Quitármelo de encima!-Bill y Alonso levantaron al viejo y lo tumbaron en una de las camas, y cuando Bill, no miraba, Alonso tiró al borracho de su cama-Por cierto, Pedro ¿A qué ha venido aquél flechazo?
-¡En la cabeza!-Pareció que la tierra misma suspiró al oír la respuesta-¿Y ella?-Preguntó Alonso, mirando detrás de Bill-Oh, si, ella es Cris. Me avisó de lo que ocurría durante la noche
-Yo Alonso, y él Pedro
-Hola-Escribió Cris, ya sin esconderse-Lo más sensato sería hablar con la alcaldesa-añadió la cortante voz de Alonso-Creo que atiende a visitas antes de la comida
-Yo voy con vosotros
-¿Y Pedro?-Cris lo buscaba con la mirada, inquieta-Ya se ha ido a cazar. Vámonos pronto para no espera colas-Dijo eso y subió al piso de arriba a cambiarse-Esperaremos a que se arregle y luego bajaremos a la villa ¿Quieres algo para pasar el rato? ¿Algo de agua?
-Bill ¿Me dejarías vivir aquí, con vosotros?
-¿Eh? ¿Por qué dices eso?
-¿Está mal?
-No, no, me parece perfecto, pero ya sabes… tus familiares y amigos podrían preocuparse, además habría que traer tus cosas, y no creo que tus padres lo acepten
-No tengo nada de eso. Solo me tengo a mi misma-La mueca de su rostro sugería dolor, odio contenido y mucha tristeza, algo que dolía más a Bill que a la propia chica-Si. Puedes quedarte cuando lo quieras-Su rostro se iluminó, y en un impulso por abrazarlo fue a caerse contra la madera antes de que Bill la sostuviese. Finalmente lo abrazó-Quiero que estés ahí para cuando me caiga
-Hecho
-¿Interrumpo algo?-Susurró Alonso desde la escaleras. Los dos saltaron, Cris saltó y Bill quedó recto militar.
Los tres caminaron por el pueblo con inusitada tranquilidad pueblerina. De calles limpias y sin ningún tipo de obra en construcción. Muros impolutos; plazas repletas de armonía; casas de poca altura y de todos unos diseños similares. Apenas se conocía la palabra coche por allí, pues poca gente lo usaba, acaso algún extranjero, que pocos había, de los que venían por paz y buen aire para la traquea.
Entraron al ayuntamiento. Y a la primera que recibieron fue a Cris. Una de las sirvientas la vio y se acercó-¡Crisálida, su madre la ha estado buscando sin cesar! ¿Dónde ha estado? Apúrese y retornemos con ella, que pronto sus nervios romperán-Rápidamente, como el mismo tigre de por allá las estepas, la mujer agarró los mangos de la silla y la llevó consigo a la misma velocidad-¡Espere!-Gritó Bill, seguido de su hermano.
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