La cerradura explotó, milagrosamente. Éramos libres, pero nuestra atrofia mental era tal que no pudimos movernos. Un manto de babas salía de nuestras bocas junto con un sonido uniforme que oscilaba entre la A y la E. Por suerte, nuestro salvador se acercó a la celda en la que nos recluían y gritó:
-¡Estáis salvados! ¡Sed libres, compatriotas ootopianos! ¡Sed... -un aluvión de Flanders se lanzaron sobre nuestro bocazas rescatador diciendo "Reportadillo".
Unos minutos más tarde, nuestro desconocido colega estaba atado, y por el bien auditivo de todos amordazado, junto a nosotros. Por suerte, quitaron Cine de Barrio, lo que nuestro cerebro, casi flandersizado, agradeció. Cuando nos recuperamos de la atrofia mental (y nuestro amigo se cansó de gritar), un pequeño batallón se acercó a nosotros, capitaneado por un general flandersio, un Flanders.
-Amiguillos, vuestra actitud ha sido reportadilla. -los soldados repitieron la palabra "reportadilla"-. Me parece que la habéis cagadill... Ups... Creo que no he debido decir esa palabrilla... -todos los soldados se lanzaron sobre el general gritando "¡Reportadillo!". Desapareció sin dejar rastro.
De repente, la tele se encendió y sintonizó el canal Flandersports, donde salió Ned el Gandecito, rey flandersio, diciendo:
-El pueblo de Ootopia ha sido Reportadillo, y será... ¡Destruidillo!