Ahí estaba yo, contemplando su desolación sobre el lugar... El fuego, las llamas, los gritos de la gente... ¿Qué habíamos hecho? Liberar a una bestia de su sueño. No tendríamos que haber llegado, no tendría que haber salido... La culpa me estaba matando, a mí al menos. Yo fui quien lo despertó, yo fui quien desató su ira. Tendría que estar en la ciudad, sufriendo como los demás... A los demás no les pesaba tanto como a mí, ellos se preocupaban por su hogar, pero no puedo reprochárselo, estuvieron 60 años perdidos... Podía verlo desde la montaña... Cuatro de mis amigos se encontraban allí... Y uno muy malherido... La muerte se cernía sobre ellos cada vez más... Tendríamos que haberle echo caso a aquel hombre y dar la vuelta atrás... Pero ahora de nada serviría pensar en el pasado... Jamás podré quitarme esos pensamientos de la mente...
...
La ciudad ardía, mi ciudad. En la que había pasado todos los años de mi vida. Sabía lo que iba a pasar, y no pude detenerlos. Tengo que hacer algo ahora, antes de que la ciudad acabe reducida a cenizas como ocurrió con Valle. La codicia y la maldición de la enfermedad del antiguo Rey han vuelto, y esta vez en su nieto. Mis hijos estaban asustados, tenía que encontrar algún modo de poner a salvo a la gente...
-¡Bain, Sigrid, Tilda! Vamos, tenéis que huir hacia las ruinas de Valle, yo intentaré matarlo... -Dijo a mis hijos.
-Pero entonces te matará a ti, padre... -Dijo mi niña pequeña, llorando.
-Tilda, ahora no debéis preocuparos por mí. Vosotros tenéis que salvaros, yo tengo que acabar con él puesto que nadie está dispuesto a hacerlo. -Le respondí, mientras unas lágrimas salían de mis ojos.
-Padre, ¡déjame estar contigo! Yo escondí la flecha negra, déjame al menos mostrarte dónde está. -Me dijo mi hijo.
-No, Bain, tú deberás guiar a la gente, sólo dime su localización e intentaré hacer lo que Girion no pudo. -Respondí, manteniendo mi situación protectora.
-Está enfrente de la estatua del Gobernador. Pero, padre, tened cuidado... -Dijo el niño, llorando también.
-Padre, debéis prometernos que regresaréis con vida... -Dijo mi hija mayor.
-Te lo prometo, Sigrid.. Os lo prometo, hijos. -Dije mientras los abrazaba.
Corrí hacia donde mi hijo me indicó, hacia la estatua del Gobernador de la ciudad. Podía ver cuerpos incinerados por las calles... La gente viva corriendo y gritando... Llegué al lugar. Allí había una barca y una tela. Quité la tela, allí estaba la flecha negra, la única arma capaz de terminar con los días de esa bestia gigante. La cogí. Me dirigí al punto más alto de la ciudad: donde se encontraba la valle-lanza. Puse la flecha allí. Entonces... la bestia me miró...
-Vaya, ¿a quién tenemos aquí? Un familiar de Girion, me parece. Intentarás hacer lo mismo que hizo él, y tu intento terminará en fallo, ¡ja! -Me dijo, con voz arrogante.
Lo ignoré, pero la cólera se apoderó de mí. En un momento en que pasó delante de mis narices, vi que lo que las leyendas contaban era cierto: Girion no erró en su último intento, le faltaba una escama... Apunté durante un largo rato, pero no paraba quieto. En un momento de desesperación, me dije:
-Es ahora o nunca... Aún hay vidas que puedo salvar a mi cargo... -Suspiré.
Apunté una última vez, al ala izquierda. Disparé...
...
El tío tendría que habernos dejado ir con ellos... Ahora mi hermano está sufriendo, dos de mis compañeros podrían morir... Y yo no sería menos... Tendríamos que haber echo caso al hombre, tendríamos que haber detenido la misión... Pero no, aquella montaña era y será nuestro hogar, ahora la bestia ha salido de ella, pero quién sabe lo que acontecerá después... Corrimos por la ciudad, la gente gritaba, todos lloraban, muchas personas cayeron en la tormenta de fuego... Mi hermano estaba con aquella chica, de la que se había enamorado y le había salvado la vida de momento... Pero yo estaba solo, perdí de vista a los otros dos. Entonces, encontré al hijo del hombre que nos intentó detener.
-¡Rápido, busca a tu hermano y tus amigos! ¡Debemos de huir a Valle! -Me dijo.
-¿Y vuestro padre, no viene? -Pregunté.
-Intentará lo imposible... Ha cogido la flecha negra e intentará... Matarlo... -Contestó, preocupado y llorando.
-¡¿Qué?! ¡No podrá hacerlo! No pudieron con él en el pasado, ¿qué le hace pensar que podrá matarlo ahora? -Dije, preocupándome por el hombre.
-Tampoco yo sé lo que piensa... Pero no lo pensemos más, ¡y huyamos de aquí! -Me dijo.
Le hice caso, pero antes fui a buscar a mi hermano. No muy lejos, lo encontré, cojeando, y cerca de nosotros se encontraron nuestros dos compañeros. Mi hermano había tenido una mejoría notable, pero todavía estaba mal... Muy mal...
-¡Hermano, compañeros! Debemos de huir a Valle, un chico me aconsejó, su padre intentará matar a la bestia... -Informé.
-Pero, ¡eso es imposible, no podrá matarlo! -Exclamó uno de mis compañeros.
-Es una insensatez por su parte... Pero él lo decidió... Ahora debemos... Ir a Valle... Esto va a peor... Ya no hay mejoría posible en mí... -Dijo mi hermano.
Entonces, un temblor sacudió la ciudad, un estruendo sonó en el aire, algo había ocurrido. Nos giramos, pero no tardamos en correr. Al dirigirnos a la salida, pude ver algo de lo que ocurría...