Gris, adornado con alguna silueta oscura como la noche, eso era lo que llevaba viendo durante horas, una forma monótona de pasar una tarde de Octubre. ¡Ah, el calor del estar junto a un buen libro! Como añoraba algo tan sencillo, mas, aquí estoy, en mitad de Hampshire, en un viejo utilitario, con el frío calándome hasta los huesos, con lo bien que...
- Arthur, deje sus ensoñaciones sobre lo bueno que es su hogar para otro momento.
La voz de mi buen amigo me sacó de mi ensoñación, se encontraba recostado y algo encogido por el frío, su aguileña nariz sobresalía entre la bufanda y su sombrero. Me miraba fijamente, era como si estuviera leyéndome.
-Ya llegamos a nuestro destino. - dijo mientras señalaba al frente.
En efecto, una gran mancha oscura surgía en la niebla, el viejo castillo de Alresford. Ambos habíamos sido llamados allí por dos viejos conocidos, Lord David y Sir Charles, quienes lo habían convertido en una suerte de resort para gente de la alta sociedad. Mas, según contaba la leyenda, sobre el mismo pesaba una maldición, el antiguo Lord vagaba por los terrenos y el propio castillo, en forma de una armadura endemoniada que podía matar solo con la locura que causaba su visión, decían que su llegada era precedida de un tintineo lejano.
Supersticiones dijeron, Sherrinford estaba de acuerdo con dicha afirmación, aunque me comentó que, en el fondo, ambos le guardan cierto respeto. Sea como fuere, retándola, se decidió realizar la inauguración con un grupo reducido el 30 de Octubre, en clara alusión a las supersticiones de los difuntos. Sus temores residían en que lugareños echaran por tierra la apertura aprovechando la vieja leyenda, tras recibir varias cartas de advertencia, así fue como solicitaron nuestro respaldo.
Pronto llegamos, el castillo era verdaderamente, solemne. Dispusimos todo y bajamos a una velada que pasó rápido para mí. Entable conversación con varios invitados, entre ellos el principal inversor, un tal Arbuthnot, un caballero aunque se mostraba algo frío y distante, y su esposa. Mi compañero y yo, tras disculparnos ante el resto de invitados, nos retiramos a nuestros dormitorios sobre las doce.
Desperté de madrugada, según mi reloj eran poco más de las tres, hacía un frío endemoniado, pero otra cosa me había sacado de la cama, fue un grito a lo lejos y una especie de golpes metálicos, intrigado, decidí ir en busca de Sherrinford, cuál fue mi sorpresa al ver que no había corriente y aun más cuando encontré su dormitorio vacío.
Tomé una linterna de la mesilla y decidí investigar un poco por mi cuenta e indagar en lo que ocurría. Avanzo por el oscuro pasillo, es increíble como hace unas horas me maravillaba con la arquitectura del mismo y ahora lo maldecía, oigo el crujir de la madera, giro una esquina, no hay nadie, cosa que no es de extrañar si lo pienso con lógica tiene sentido.
Continuo avanzando en silencio, el frío y el agua son mis únicos compañeros, hasta que cerca de otro giro, oigo de nuevo ese sonido, esta vez más cercano, a mi mente viene lo de aquel tintineo... vamos Arthur, son imaginaciones, no dejes que la atmosfera te lleve.
Tomo la esquina, frente a mí un ventanal enorme, parcialmente abierto, la niebla fluye hacia el interior, ¡como si no fuera suficiente con el frío! Parece que estoy cerca del hall principal, hay una dama frente a la ventana, la saludo cortésmente, esta se vuelve... un escalofrío me recorre, no tiene cara, de pronto un rayo y una risa, cierro los ojos momentáneamente.
- ¿Señorita? - No hay respuesta, dirijo la linterna en todas direcciones - Ah, la sugestión puede conmigo, si Sherrinford estuviera aquí se mofaría. - Es reconfortante escuchar una voz en una situación así, aunque sea la propia.
Continuo avanzando, ese sonido continua acompañándome cual lamento cuyos coros son la fuerte lluvia que azota al castillo, me acerco a una intersección, pasa una figura corriendo ante mí, rápidamente trato de darle alcance, izquierda, derecha...
Lamentablemente mi estado físico no es el mejor y perdí a mi objetivo, otro rayo, una sombra se proyecta sobre la pared, me vuelvo...
No puedo creer lo que veo, una armadura con espada en mano se aproxima hacia mí, porta un objeto esférico en la otra... una cabeza... dos potentes luces rojas se ven bajo el casco, la misma parece estar rodeada de un aura que no proyecta luz, alza la espada. Corro, corro sin mirar atrás, oigo el tintineo, ahora sé que es lo que lo produce.
Caigo rodando, craso error no darme cuenta de las escaleras, cuando vuelvo en mi veo que hay alguien junto a mí en el suelo, es Charles, sus ojos no tienen vida en ellos y su rostro tiene una extraña mueca, debo salir de aquí... mas no es posible, ella esta ante mí a no más de 3 metros, hay otro hombre, parece Arbunthnot, descarga un golpe sobre su hombro, otro sobre su torso, uno al cuello y empala en la pared, el rojo carmesí empieza a teñirlo todo, hay cuerpos, más cuerpos que se tiñen, ahora viene a por mí, me vuelvo, pero arriba esta esa mujer nuevamente. Niebla, gritos, todo comienza a dar vueltas hasta que una mano agarra mi rostro, esto es el fin, mi cuerpo adornará también esta macabra escena.
....
Alguien me llama, ¿no he muerto? Abro los ojos, veo a Sherrinford ante mí, estoy recostado en un sofá en una amplia sala del castillo.
-Arthur, por fin reaccionas, temía que no despertaras tras lo sucedido.
-Siento preocuparte... - Repaso mis recuerdos - Estoy algo confuso, parece que he tenido una pesadilla, sugestión, en ella morían dos hombres, absurdo. Mmm, ¿ocurre algo?
-Lo que viste es real, ambos están muertos, te encontramos en el hall inconsciente junto a otros invitados.
-No es posible, lo que vi... no era de este mundo - balbucee.
-Estoy al corriente, mas relájese, tales seres no existen, sospecho que fue víctima de un truco barato, tengo ya una ligera hipótesis, escuche...