Autor Tema: PRÓLOGO  (Leído 547 veces)

0 Usuarios y 1 Visitante están viendo este tema.

ParodiParadise

  • Investigador Pokémon
  • **
  • Mensajes: 484
  • Karma: +1/-1
  • PrePotente
    • Ver Perfil
    • Parodi Paradise

  • Total Badges: 25
    Badges: (View All)
    Cuarto aniversario Tercer aniversario Usuario de Windows
PRÓLOGO
« en: 18 de Noviembre de 2013, 02:58:42 am »
Antes de que leáis el texto, conviene hacer una breve explicación de lo que es. Como indica el nombre del tema, es un prólogo de lo que fue mi proyecto de final de carrera, que trataba en definitiva, de un análisis sociológico y un tanto filosófico (porque yo lo valgo), de la influencia social de la estética. El texto es, naturalmente, de una notable subjetividad, y por tanto está abierto a críticias y debate tanto en contenido como en forma. Aquí lo dejo:

Hace tiempo que la belleza ha quedado degradada a un simple negocio que inyecta en la mente parámetros estandarizados como índice absurdo para modelar el cuerpo. Las mujeres falsean sus rostros con maquillajes excesivos y buscan las miradas en la exhibición soez e indiscriminada.
El hombre abandona su intelecto para cultivar de forma obsesiva y obscena su cuerpo en un gimnasio, y ha dejado el arte del cortejo en el olvido, a la espera de que se sirvan ante él en bandeja, para alimentar el ego.

Todos ellos hacen apología de una belleza falsa y burda, con el único fin de alimentar la vanidad propia. Reducen el concepto que arquitectos, pintores y escultores han venerado y perseguido durante tantos siglos a la simple atracción física. Llaman bello sólo a lo que tienta su instinto sexual, y destierran todo lo que no despierte su lujuria.
Dejan de lado su mundo interior, su personalidad, a sí mismos, en pos de cumplir los parámetros de aquellos que les han dicho (pues su criterio está muerto) que encarna la belleza. Son vulgares figuras de escayola hueca, pintadas y decoradas hasta el absurdo para aparentar ser esculturas de mármol, pues resulta más rápido y sencillo eso que instruirse en el arte del cincel para tallarse a uno mismo.

Y este panorama ridículamente frívolo es lo que me conduce a convertirme en mi propio escultor. No tengo intención alguna de moldear con manos torpes la figura de escayola hueca que todos desean ser. Mi pretensión es aprender a cincelar mi propio mármol para hacer ver en mi escultura mi mentalidad de artista.

De aquellos que considero mis padres filosóficos, los dandis, aprendí que el cuerpo es lo único suficientemente propio y personal para que pueda ejercer de canal directo de mi mente. Y es su filosofía de la estética intelectual la semilla de mi concepción del mundo.