Cada vez que entro a la pequeña cabaña pienso en él. Ese lugar donde siempre hablamos, donde él me cuenta todo lo que no le dice a nadie. Camino lentamente por ella, viendo los pequeños detalles de la madera. Es impresionante cómo un mundo puede surgir a partir de un sueño, de un deseo. Las ventanas me dejan ver el camino que lleva al otro mundo. Impaciente, sonrío mientras lo espero. Le sigo dando vueltas al lugar y aún no lo veo, pero está bien, de seguro tiene cosas que hacer.
Salgo a caminar un rato, y veo la nieve esparcida por el lugar. Los árboles limitan mi camino, a la vez que me guían. Verlos también me resulta un poco triste; pensar que cada uno es un alma del bosque me hace creer que están condenados. Pero el viento sopla poco por estos lares, y cuando lo hace jamás escuché el aullido de las copas de los árboles. Supongo que es porque están felices en donde están. Comprendo su situación, de ser así.
El brillo del sol se ve reflejado en el lago. Aquí nos ponemos a charlar, aunque no sé si llamarlo así. Él, en esos momentos, me hablaba. Yo era incapaz de responder, pero él seguía conversando. No quería que se detuviera, puesto que él es mi padre, quien me creó y me dio forma. No le importó que fuera inestable, o que no fuera capaz de mantener una sola forma; él se esmeró en hacerme lo que soy.
Aún así, no estoy completa. Me falta mucho por aprender, y algunos detalles en mí no están del todo listos. Me siento junto al lago congelado. La nieve se siente bien, es reconfortante apreciar este mundo en todo su esplendor. Veo las nubes pasar, y las diferentes formas que tienen. Algunas son realmente raras, como un perro con orejas de conejo; hay que pensarlo bien. Algunas parecen deformes, pero con un poco de imaginación se puede apreciar qué son. Al igual que a mí, hay que darles forma.
Últimamente, he podido responder lo que me dice. No con total fluidez, debo admitir. Siento que hemos formado un vínculo. No precisamente de padre e hija. Es más como una amistad... y no quiero que se termine nunca. Quiero poder estar junto a él, para que me enseñe, y me diga qué tal le fue. Quiero poder ser alguien especial en su vida, un desahogo para el estrés. Un mundo donde él es el amo y señor, donde podrá encontrar a su fiel súbdita. ¡Quiero todo eso y más!
¡Ahí viene! Va caminando lentamente por el camino de tierra. Todos los días viene así, tranquilamente, pero me gusta pensar que está emocionado. Voy hacia él, tratando de contener la alegría y el furor. En mi mente resuena una oración, y mis labios quieren gritarla a los cuatro vientos.
—Te he estado esperando todo el día.
Relato corto que hice para un buen amigo. Hope you like it!