• Capítulo XVIII – El Maletín NegroEra la última noche antes de entrar a los dominios del enemigo. Susan estaba ansiosa al mismo tiempo que nerviosa. Allí adentro se encontraba aquello de lo que tanto podría depender sus esperanzas de resistir y ganar aquella cruenta guerra sin sentido. Dentro de la oscuridad del interior del autobús escolar, alzo su antebrazo y miro el tatuaje que la identificaba como miembro de la Resistencia Unida. Sentía orgullo por lo que ella era y una presión muy grande por saber que en sus manos estaban las vidas de sus compañeros.
Todos los demás estaban durmiendo menos ella, o eso era lo que pensaba. Adelante, en el asiento del piloto estaba Max quien roncaba mientras usaba sus brazos como almohadas sobre el volante. Atrás de él, estaba Gisela, junto a uno chica de unos 18 a 19 años. En los otros asientos estaban dos chicos que no debían de tener más de 20 años. En el fondo, estaba Susan y en frente de ella, Jonathan.
Hubo un crujir de asiento. Miro sobre su hombreo y vio a Jonathan de píe en la oscuridad. Este camino despacio, casi sin hacer ruido. Abrió la puerta, descendió del autobús y se perdió en la noche. Susan se sintió incomoda por un momento y las ganas de tomar algo de aire fresco la hicieron salir a hurtadillas del autobús. Max gruño como si se fuera a despertar, pero siguió durmiendo y roncando.
- creo que no era el único despierto… ¿Eh? – dijo Jonathan quien estaba en la parte posterior del autobús, mirando el cielo en aquella extensión, mirando por sobre las figuras sombrías que dejaba la luna sobre la ciudad de la costa. Sin luz artificial, el cielo mostraba su gloria sin fin, como hacía siglos no lo hacía, sobre la megapolis que alguna vez fue llamada la gran ciudad. Susan se acerco y cuando lo vio claramente, notó una luz roja que le iluminaba en su rostro. Tenía un cigarrillo encendido y el humo ascendía como hilos plateados hasta fundirse con la negrura de la noche. La luna aun no llegaba a lo alto.
- vaya… ¿pero si tu no fumas? – le dijo al tiempo que se quedaba a su lado. Todo el mundo estaba tranquilo, el silencio reinaba absolutamente solo interrumpido por algún que otro grito de alguna criatura de las cercanías.
- no… no fumo. Mi hermano mayor era el que fumaba, cada vez que tenía un trabajo importante, fumaba para relajarse… pensé que podía relajarme… per… Cof, Cof – termino tosiendo – pero no sé cómo… Cof, Cof… podía relajarse con esto.
- Bueno en verdad relaja – dijo Susan, mientras se reía de la cara que ponía Jonathan mientras tocia y se ahogaba por el humo. Al final lo boto, pero permanecieron juntos por un rato mirando el cielo. El silencio parecía ser una buena compañía, pero no duradera.
- ¿crees que podremos cumplir con la misión, Jonathan?
Jonathan la miro y esta parecía confundida mirando las estrellas. El brillo de sus ojos reflejaba dudas.
- sé cómo te sientes… esta es la primer misión de este nivel que se nos ha dado desde que Víctor fue expulsado... tengo mis dudas, somos pocos los que quedamos del grupo 7… tu, Gisela, Chris y yo… Víctor era nuestro fuerte, el nos guiaba… pero ahora esa responsabilidad cae en ti.
- lo sé… es por eso que necesito tu guía… en aquellos momentos tus consejos ayudaban mucho, espero que ahora también…
Jonathan dejo de mirarla y centro sus ojos en la luna plateada que flotaba sobre las ruinas de la ciudad. En el fondo el también tenía dudas y miedos de lo que se fueran a enfrentar, pero trataba en lo posible de permanecer sereno y tranquilo.
- no somos los únicos… eso debería darnos algo de fuerza ¿no lo crees?… se que será duro y difícil, lo sé… pero tengo fe en que podremos hacerlo.
- fe… eso es raro en ti, eres ateo ¿no?
- no se necesita creer en dioses para tener fe.
- ¿y qué clase de fe es esa?
- la mayor de todas… Fe en las personas – termino diciendo, con sus ojos brillantes cruzándose con los de Susan. Aquello la sonrojo.
- bueno… es mejor descansar antes que la hora llegue – termino Jonathan, quien sin aviso le dio un beso en la frente y se fue. Susan se quedo inmóvil, si las palabras de Jonathan la habían puesto roja, aquel acto le puso la cara como un tomate. Espero un tiempo, para que el rubor y la vergüenza le dejaran en paz, entro al vehículo, cerró la puerta y se acostó en el asiento, sin antes darle una ojada a Jonathan quien estaba acostado y con una manta encima que le impedía ver si estaba despierto o dormido.
Acostada, observo que el espaldar del asiento delantero tenía un dibujo provocativo y obsceno, a su lado tenía el nombre de alguna persona a la que estaba dedicado pero muy borroso para poder leerlo, sin lugar a duda aquello databa de varios años antes que aquel conflicto se desatase. Miro nuevamente su antebrazo y contemplo el tatuaje del mundo soportado por las alas. “Resistencia Unida” decía, y se quedo con aquella última imagen en mente y desaparición en las sombras.
La luna pendía sobre las montañas del oeste, mientras la claridad del nuevo día comenzaba a rayas la costa y el mar lejano. Los picos de los viejos rascacielos se alzaban como dientes de un monstruo gigantesco, dando algo de miedo y admiración. El sol rayaba el alba.
- buenos días comandante – escucho mientras comenzaba a salir del reino del buen Morfeo. Era la voz familiar de Jonathan quien permanecía sentado en el asiento de enfrente, mirándola fijamente.
- buenos días Jonathan… ¿y los demás? – pregunto sin querer recordar la conversación de la noche anterior. Se levanto de los asientos y miro hacia delante. Aun los demás seguían durmiendo. Solo ella y Jonathan estaban despierto – ¿qué hora es?
- aun no sale el sol… pero supongo que dentro de poco tendremos que iniciar la misión. Levantare al resto para que se preparen ¿Ok? – dijo, se levanto y fue asiento por asiento despertando a cada uno de los somnolientos miembros del grupo. El ultimo en levantarse fue Max, a quien costo sacarlo del sueño, un sueño profundo.
Dando estirones de músculos y más de un bostezo, el grupo salió del vehículo justo a tiempo para contemplar el amanecer del astro señorial. Tenían los músculos y articulaciones adoloridas por tantos días de dormir adentro del vehículo sin conocer más que asientos y sabanas. Susan les permitió unos 5 minutos de estiramiento y algo de actividad, para que despertaran plenamente, luego se les dio de un bolso que tenían, unas raciones de alimento, unas barras energéticas y unos jugos que llevaban siendo su desayuno, comida y cena desde hacía varios días. Hasta Susan estaba hastiada de aquello y su lengua anhelaba probar una manzana fresca, pero esa era la realidad que tenían y con la que debían conformase. Cuando terminaron de desayunar se procedió a repasar el plan, lo más minuciosa y cuidadosamente que se podía.
- bien… nuestro objetivo se encuentra dentro de este cuartel de la Policía… – dijo indicando todo aquello con su dedo sobre un mapa que tenían en el pavimento –… bien, para alcanzar el lugar tendremos que pasar por estas calles, hasta llegar aquí. Inteligencia nos informo que los enemigos vigilan constantemente toda esta área por lo que a partir de este punto tendremos que ir a pie. A unas 5 cuadras. Dentro haremos lo mismo que hicimos en la simulación y cuando tengamos el “objetivo” regresaremos por la misma ruta… esperando no ser detectados por el enemigo. Si llegáramos a ser sorprendidos, nos separaremos en grupos dividir al enemigo y aumentar nuestras posibilidades de escape, entendido…
Todos asintieron con la cabeza.
- tu Max te quedaras en el vehículo, esperaras a nuestra llegada ¿está claro? El resto nos dividiremos en 2 grupos. Jonathan comandara el grupo uno y estarán bajo su mando María y Jacob. Yo comandare el grupo 2 y Chris y Gisela estarán bajo el mío. Tomen lo que necesiten y prepárense rápido, en 5 minutos iniciamos el misión ¿está claro?
- si señor – respondieron todos y subieron al vehículo. Allí adentro tomaron pistolas, cuchillos, municiones. Armas de guerra y todo cuanto podían necesitar. Cada grupo se quedo con unas radios, dejando la tercera con Max, para que este estuviera preparado cuando debían salir. Antes que acabara el tiempo, todos estaban preparados.
- bien… comencemos – dijo Susan y Max dio marcha al vehículo. La misión daba comienzo.
Habían logrado llegar a la ciudad pasando por las villas de casas prefabricadas que rodeaban la gran ciudad. Tomaron una autopista, pasaron por un puente y llegaron hasta los altos rascacielos de la metrópolis que se alzaban aun invictos como espinas amenazantes del firmamento. Unas manchas en el aire fue la señal para detenerse. Una bandada de Murkrow liderados por un Honchkrow volaron sobre ellos y se perdieron entre los edificios cuando doblaron más adelante. “cuidado… esos son los vigías del enemigo” recordó Susan un viejo consejo que le había dado Víctor hacía tiempo, cuando ella era novata.
Se detuvieron y dejaron que unos minutos pasaran, miraron por las ventanas si había mayor evidencia de enemigos. Nada. Continuaron por unas 5 cuadras mas sin interrupción ni advertencia hasta la fachada de un viejo edificio que había mantenido en su interior al cuerpo de bomberos de la zona. Abrieron las puertas. Inspeccionaron el lugar y no encontraron ningún problema allí, estaba todo despejado.
- bien te quedas aquí a esperarnos… te avisaremos cuando regresemos, si vez algún problemas nos respondes y si te ordeno salir sin nosotros, lo haces ¿entendiste?
Los demás, se separaron en los grupos y salieron a hurtadillas del edificio. Caminaron ocultándose entre vehículos abandonados, callejones “sin vida” y más de alguna dependencia que tenia fácil acceso. Todo para que no fueran vistos. 5 cuadras después, el frontis del cuartel de la policía les indicaba que estaban a la mitad de la meta.
Las puertas principales del cuartel estaban cerradas, cosa que el grupo sabia por lo que se metieron en los estacionamientos y desde allí entraron por la puerta del garaje. En el interior, había algunas excretas de alguna criatura, que parecía haber hecho su casa por algún tiempo allí. El aire era pesado, ya que las puertas principales no se habían abierto hacia varios meses atrás y el polvo se acumulo en demasía desde aquel entonces.
En el fondo de la sala de recepción, había dos escaleras. Una subía y llevaba a las oficinas, laboratorios y departamentos de la policía. La otra bajaba y llevaba a los calabozos.
- bien… Jonathan quédate aquí y avísanos si llegara a ocurrir algo. Si un enemigo aparece, pónganse a resguardo, no dejen que los vean ¿está claro? – ordeno Susan en voz baja. Jonathan afirmo con la cabeza. Susan descendió por la escalera con su grupo y llegaron hasta los calabozos donde la luz apenas podía iluminar este lugar. Al fondo, por el pasillo rodeado de las celdas de prisioneros, estaba una puerta que conducía a un piso aun más subterráneo.
- Bien, tomen sus armas, no sabemos que nos podemos encontrar aquí – ordeno, al tiempo que sacaba una pistola y le removía el seguro. Chris y Gisela hicieron lo mismo y removieron el seguro de sus armas. Caminaron lentamente viendo entre sombras y luces el contenido de las celdas, para su fortuna todas estaban vacías.
- wow… ni esas cosas se atreven a entrar en los calabozos… ja, ja, ja – dijo Gisela a modo de broma, intentando bajarle en algo a la tensión que había en el ambiente.
Llegaron al fondo y la puerta estaba trabada. Susan saco un silenciador y lo puso en su arma para así disminuir en lo más posible el ruido que se generaría. “Bang” fue el sonido del metal de la bala atravesando la oxidada chapa de la puerta y permitiendo que esta se abriera sin problemas. El interior era oscuridad total.
Sacaron unas linternas que se podían poner como miras en sus armas. El piso cedía a una escalera unos metros más adelante, una escalera de caracol que descendía hacia las penumbras. Al fin después de unos breves segundo de estar en alerta, mientras descendían, llegaron hasta una habitación donde se guardaban las evidencias de los crímenes de la cuidad. Amplia y oscura, iba revelando sus secretos con cada haz de luz penetraba en las sombras. Había de todo, desde pequeñas jeringas de drogadicto, paquetes con marihuana, armas blancas y de fuego de diversas formas y tamaños, bates, insignias, banderas, documentos, etc. todo estaba ordenado y bien resguardado en estantes y tras rejas de las que pendían gruesos candados que protegían su contenido interior. En el fondo, caminado en línea recta, cruzando un pasillo rodeado de estas evidencias, emergía de entre la bruma negra la forma redonda y metálica de una puerta de bóveda. Era idéntica a aquella que uno ve e las películas donde los bancos son asaltados, gruesas e imponentes. Ese era realmente su objetivo.
- tal como nos lo dijeron… adentro debe estar nuestro “objetivo”.
- pero como abriremos semejante puerta, si no hay electricidad – pregunto Gisela.
- la puerta de esta bóveda se puede abrir manualmente – dijo Chris – fue diseñada así si llegara a ver un apagón masivo de la ciudad y el generador del cuartel no funcionaba o dejaba de funcionar.
Chris se acerco a la puerta y comenzó a inspeccionarla. Del bolso que traía consigo saco algunas herramientas que le eran necesarias para la labor de abrir aquella bóveda. También saco un papel doblado que fue desdoblando, era un diagrama de la bóveda con algunas indicaciones que el mismo había escrito. Sus compañeras, Susan y Gisela, lo dejaron hacer lo que solo él podía, interviniendo únicamente en la iluminación cuando este les indicaba.
Chris era un chico de 20 años. Cabello castaño claro y corto. Tenía ojos pardos y tez blanca. Usaba una indumentaria militar, ya que como él había dicho, había recién acabado el servicio militar de su país, cuando ocurrió el Incidente. Fue técnico y electricista en su tiempo en el ejército nacional, pero tenía un amplio conocimiento de redes y circuitos, además de conocer el funcionamiento de vehículos y maquinaria diversa. En más de una ocasión le ayudo de Max a arreglar su viejo cacharro. Cuando Víctor estaba al mando del R7, Chris fue aquel al que todos querían por su carisma y humor. Pero cuando este abandono el grupo y el R7 se convirtieron en el R51, dejo de ser tan alegre y una pena oscura pareció inundarlo. Fue él quien apodo al grupo “los Ladrones del Cielo” en aquellos tiempos en que él era feliz.
Fue una lucha de por lo menos 30 minutos. Realmente fue difícil, ya que la puerta era algo compleja y muy bien diseñada. Contaba con un gran número de medidas de seguridad. Al fin el trabajo termino y comenzó a ver cuanta fuerza se necesitaría para abrir semejante cosa.
- bien, por lo que veo, necesitare que todos muevan al unisonó – indico al tiempo que agarraba con fuerza la perilla de la bóveda y las otras dos, hacían lo mismo que el – bien… uno, dos, tres… - dijo al tiempo que los tres jalaban la puerta. Esta no cedió fácilmente y solo al tercer intento esta se movió, lenta y rechinantemente – sigan… sigan…
La puerta se abrió lentamente y al cabo de un minuto, dejo ver en su interior el contenido que esta resguardaba celosamente.
- jefa busque rápido… yo y Gisela mantendremos la bóveda abierta – dijo Chris, mientras sostenía la perilla, sintiendo la tensión que producía la puerta en su intento por regresar a su estado original. Gisela empujaba con todas sus fuerzas.
Susan entro. En el interior había fajos de billetes falsificados, eran cientos de estos, todos catalogados por fecha y un código de identificación en los casos que correspondían. Dentro también se encontró con paquetes de droga más pesadas y procesadas, todas identificadas y dispuestas en orden. Había objetos de gran valor, relojes de oro, joyas y hasta un revolver enchapado en plata y oro que algún delincuente, tal vez un jefe de mafia, tuvo en su poder antes de caer por la espada de la dama vendada. Todo aquello podría haber llamado la atención de cualquiera, pero a los ojos de Susan solo un objeto realmente era valioso. En el fondo, rodeado de joyas y dinero falso, se encontraba un simple maletín negro.
Susan se acerco, le quito los seguros y abrió la tapa para ver su contenido. Chris y Gisela ya no podían soportar la fuerza que les ejercía la puerta de metal, por lo que le gritaron a la jefa que saliera luego. Susan cerró el maletín y corrió hacia la salida. “quítate de ahí” le dijo a Gisela, quien dejo de empujar la puerta y esta se le soltó de las manos a Chris. La jefa salto justo a tiempo antes que la puerta se le cerrara encima. “pum” retumbo en la habitación el eco del sonido de la puerta cerrándose violentamente.
- más vale que sea lo que buscamos… porque dudo que tengamos otra oportunidad dijo Chris, mientras Gisela miraba a los alrededores esperando que aquel ruido no hubiera despertado a los fantasmas de su imaginación. Susan se levanto y mirándolos fijamente, afirmo con una sonrisa y con la cabeza en forma positiva. Una sensación de jubiló les prendió el corazón.
Corrieron hacia las escaleras y ascendieron hasta llegar a los calabozos, de allí subieron nuevamente hasta llegar al despacho principal del cuartel. Allí, sentada en las escaleras que descendían, los esperaba María mientras que Jonathan y Jacob habían subido hacia el segundo y tercer piso para asegurarse de que no había malos moradores en aquel lugar. Justo cuando Susan y los suyos se encontraron con María, Jonathan y Jacob aparecieron descendiendo de la escalera.
- como les fue… ¿lo consiguieron? – pregunto Jonathan.
- si aquí esta… - dijo Susan mostrando el maletín negro – ahora llama a Max y dile que prepare todo, que estamos saliendo y llegaremos en unos minutos.
Jonathan se aparto del grupo y llamo a Max usando su radio, mientras Susan le daba instrucciones al grupo entero de que tenían que ahora que emprendían el regreso. Había pasado como unas 2 horas desde que la misión había iniciado y el sol aclaraba mucho por donde ellos pasarían. Los monstruos ahora deberían estar más activos que en las primeras horas de la mañana.
- bien todo listo, jefa – dijo Jonathan tras darle las instrucciones a Max.
Susan dio la orden y los dos grupos regresaron por donde entraron. Salieron por el garaje y por los estacionamientos. En cuanto salieron a la calle libre, vieron a un segundo grupo de Murkrow volar muy cerca, todos se apegaron a la muralla o se escondieron detrás de un viejo contenedor de basura que había en el lugar.
La bandada, continuo volando en círculos por la calle, y luego de unas 5 vueltas, dobló por la calle de enfrente y desparecieron de la vista. Sin moros en la costa, el grupo atravesó la calle y se metieron por un callejón que les permitía estar más ocultos de posibles ojos vigilantes. Continuaron caminado lo más rápido y sigilosamente posible, y llegaron hasta donde el callejón se unía a una calle importante, abierta a la observación. Jonathan se adelanto y sacando un espejo, se acerco en cuclillas, esperando poder ver con este los movimientos de la calle.
“murk… murk…” era unos graznidos que venía desde atrás. Todos dieron vuelta y vieron un pequeño Murkrow que les miraba atentamente, estaba apoyado sobre una escalera metálica.
- ¡maldición, nos vio! – dijo Gisela, quien apunto con su arma y disparo. Para su mala suerte el disparo no le dio y reboto en el metal. El Pokémon hecho vuelo y entre los disparos desapareció sobre los edificios colindantes.
- mierda… avisara a los demás, si es que sus graznidos o las balas no lo han hecho – dijo Susan, mirando a Gisela. La jefa de inmediato dio la orden de salir corriendo de aquel lugar. El grupo cruzo la calle y dando un vistazo, pudieron ver un grupo de Golem que se encontraban a la lejanía. Sin esperar a saber si venían tras ellos o no, rompieron los ventanales de una tienda y entraron. Por lo que apreciaron a simple vista y al olfato, aquel lugar había sido una carnicería. Se adentraron en el congelador que ya no servía y desde allí salieron por la puerta de atrás.
Estaban en un estacionamiento, salieron y llegaron a la siguiente calle, pero un temblor les removió el piso y los hizo detenerse. La tierra se abrió violentamente, como si un volcán hubiera nacido e inmediatamente entrado en erupción, y de este emergió una criatura larga y de roca. Un Onix.
El monstruo les impidió el paso y el grupo dio marcha atrás. La criatura les dio caza como podía, metiéndose en la tierra y emergiendo cual delfín saltan del agua. Todas las construcciones aledañas eran destruidas, pero esto mismo lo ralentizaba lo suficiente como para que los humanos tuvieran algo de ventaja.
Chris rompió la puerta trasera de una tienda. Le siguieron todos. Estaban en un mercado minorista de prendas de vestir. Corrieron hacia las puertas principal que llevaba a la calle. Cuando estaban por llegar, las losas del piso salieron volando y la tierra se abrió, mostrando roca, cemento y tuberías. Una enorme cosa pulimentada emergió desde las entrañas de la tierra. Era un Steelix.
- ¡maldición! – grito Gisela, al tiempo que le disparaba. Susan y Jacob hicieron lo mismo pero la coraza de metal de la criatura lo volvía inmune a las balas. Dispararle solo era un desperdicio de municiones y tiempo.
Estaban intentando pensar en cómo evadir a la criatura, cuando por el muro colindante emergió el Onix anterior, rompiéndolo todo y chocando de lleno con su evolución. Ambas criaturas quedaron tendidas en el suelo moviéndose torpemente mientras intentaban reponerse. Susan supo que si seguían juntos, las cosas se pondrían aun peor, era tiempo de dividir para vencer y en frente de ella se hallaban dos salidas, una era rodear a los monstruos y salir por la puerta principal, y la segunda era ascender al segundo piso por la escalera aun no desplomada y encontrar la forma de salir por allí. Susan le dio el maletín a Jonathan y con su grupo, se decidió por la segunda alternativa.
- Nosotros intentaremos llamar la atención de esas cosas, salgan por la puerta y asegúrense de estar bien – les grito mientras se perdía tras subir las escaleras. Jonathan sin esperar más, tomó la ruta de la puerta principal, rodeo al Onix y al Steelix, los que aun tenían problemas para levantarse, y llego hasta la puerta de salida con María y Jacob.
“nos vemos” pensó cuando empujo la puerta.
…
Empujo la puerta y dejando que la luz del sol le diera en pleno rostro. Acto seguido se encontró con un grupo de Charmeleon y otro de Sandslash que los estaban esperando.
- ¡mil veces mierda! – Dijo Jonathan – ¡Todos corran por aquí!.
Jonathan, María y Jacob corrieron por la vereda de la calle seguidos de los iracundos Pokémon. Con el maletín en mano, rompió un ventanal de una tienda aledaña al edificio de donde había salido y entro saltando hacia su interior. Los otros lo siguieron justo a tiempo para cuando unas llamaradas entraron detrás de ellos. Parecía una tienda de ropa, llena de maniquís esperando que alguien los vistiera. En ese momento la tierra comenzó a moverse violentamente. Los Sandslash entraron rodando como bolas espinosas, mientras los humanos escapaban hacia el interior, moviendo muñecos y muebles para hacerles difícil el camino a sus perseguidores. Jacob disparo su arma y le dio de lleno en un ojo a uno de ellos. Era su primera vez eliminado a uno de aquellos monstruos. María lo intento, pero con mala suerte que el Sandslash se cubrió con sus placas y desvió la bala.
Había una puerta, y rompiéndola a patada, entraron. Era una bodega de zapatos y zapatillas, mas no les intereso eso, agarraron un sillón y atrancaron la puerta con este. Luego le pusieron encima otro, esperando con eso impedir que sus perseguidores pudieran entrar y seguirles la pista. Salieron por la puerta trasera y se encontraron con un callejón sucio rodeado de altos edificios. Corrieron hacia la calle, pero antes que pudieran llegar, se escucho una explosión que rompió el muro del edificio que recién abandonaban. Miraron hacia atrás y desde la fachada emergía la figura del Steelix quien salía dando un salto hacia el muro del edificio de enfrente a este, rompiendo ambos edificios y el suelo del callejón con su inmenso tamaño, formando un agujero en el suelo por donde cayeron escombros de ambas construcciones.
“AUXILIOOO…”
Escucharon y notaron que la mano de María salía del borde del agujero. Se había quedado atrás sin que los otros dos se dieran cuenta.
- ¡Sostente! – le grito Jonathan quien corrió junto a Jacob hacia su compañera. Jacob fue más rápido, tal vez por estar entrenado en el ejército, pero cuando llego al borde del agujero, extendió su mano y tomo la mano derecha de María. “sostén firme mi mano” le dijo mientras intentaba sostenerla con la otra, pero antes que pudiera tomarla, el guante de María se deslizo fácilmente de su mano, producto del sudor y la presión.
Se soltaron y ella cayó al vacío de las tinieblas. Jonathan alcanzo a ver como ella caía y era devorada por la tierra.
- ¡Nooooo…! – gritaron los dos al unisonó mientras venían como su compañera desaparecía sin dejar rastro. Los ojos de ella estaban bien abiertos, mientras su cabello se mecía por el aire de alrededor y sus brazos y piernas se mecían como chapoteando en el agua. Tenía el rostro muerto por el miedo.
En los bordes de los muros y siguiendo hacia las profundidades, un ejército de Diglett y Dugtrio se movían ocultando y sacando la cabezas mientras excavaban la tierra haciéndola blanda y suave.
Los dos allí en el borde permanecieron mirando la oscuridad, pero el terreno comenzó a desmoronarse hacia el precipitó. Jacob rodo y Jonathan dio unos saltos hacia tras mientras el suelo una vez firme, cedía. Ambos corrieron hacia la calle, mientras el agujero parecía seguirlos. Fue haciéndose más y más grande, devorando todos los edificios de los costados y dejando al descubierto sus pisos superiores, maniquíes, camas y duchas fueron a parar todas juntas al vacio. Desde el otro lado de la calle, pudieron mirar con espanto todo aquello.
Jonathan y Jacob permanecían sentados y algo cansados sobre los peldaños de una escalera de departamento. Un respiro era lo que necesitaban, pero una bandada de Murkrow que volaban cerca, los obligó nuevamente a correr con todas sus fuerzas. Corrieron y corrieron como por unos 5 minutos hasta llegar a la estación del metro, allí descendieron por las escaleras del subterráneo de la ciudad. Para su fortuna estaba abierto, e ingresaron rápidamente antes que los vigilantes del enemigo los detectaran.
- mierda si hubiera llegado antes – se decía, culposamente, Jacob. Tenía lágrimas en los ojos y su voz estaba muy cortada. En el interior gris de la estación subterránea, Jonathan se acerco y lo abrazo. “no fue tu culpa, fue mía… yo estaba a cargo del grupo… hiciste lo que pudiste”. Aquellas palabras no podían quitar la pena, pero eran el reflejo de la pena de otro ser humano que sufría, que compartía el mismo dolor y de alguna forma sus manos terminaron agarrando la espalda de su superior con fuerza.
“Gar… gar…” les interrumpió unos gruñidos que venían desde arriba de las escaleras. Unas sombras moviéndose, avisaron de la presencia de un grupo acercándose. Eran Charmeleon.
- ¡Diablos!… ¡no nos dejan un minuto! – dijo Jonathan, quien agarró por el brazo a Jacob, lo obligo literalmente a seguirlo. Atrás dejaron las vallas y la boletería, las escaleras mecánicas y los paneles informativos. Habían llegado al túnel. Los Pokémon por su parte, habían sentido el aroma y siguiendo su olfato, comenzaron a correr por la estación. Eran rápidos y no tardaron en encontrar la pista que los conducían a su presa.
- si estoy en lo correcto este túnel nos dejara a unas cuadra de la estación de bomberos… corre por aquí – dijo, esperando dar ánimos a Jacob.
Ambos corrieron, mientras de reojo veían como un grupo de lagartijas y púas rodantes se movía tras de ellos, por fortuna estaban cerca de una puerta que conducía hacia la sala de control de los ventiladores del metro. Jonathan pateo la puerta y entraron a una cabina con una escalera larga que ascendía hacia la altura. Allí adentro, había una fuerte corriente de aire.
Jonathan dejo que Jacob fuera primero, luego le siguió aunque constantemente le daba gruñidos para que se apurara, ya que sostenía con la boca el maletín. Pronto cuando estaba a menos de un metro de llegar al final del túnel, la cabeza de un Sandslash apareció abajo y este los miro fijamente mientras les gruñía. La criatura movió torpemente sus manos intentando sostenerse de la escalera, pero no lo logro y se cayó. Lo volvió a intentar y volvió a caerse. En ese momento aparecieron otros Sandslash y unos Charmeleon. Estos últimos prefirieron atacarlos a distancia que intentar subir y alcanzarlos. Para fortuna de los humanos las llamas se deshicieron mucho antes de alcanzar los pies de Jonathan, producto de la fuerte corriente de aire que había allí.
Delante de Jacob había una rejilla de metal. La empujo y esta salto hacia el interior de una habitación. Ambos subieron y entraron, mirando el misterioso contenido que esta tenia. Era uno de los muchos cuartos de control de los ventiladores del metro tren de la ciudad. Había paneles y algunos ordenadores cuyas luces titilaban débilmente, dando claros indicios que en algunos sectores de la metrópolis aun había corriente eléctrica. Pegado a un muro se encontraba un mapa del metro completo de la ciudad.
- Bien si subimos por esta escalera, llegaremos a la superficie… según esto estaremos justo a una cuadra del bus – dijo Jonathan, apuntando desde donde saldrían y hasta donde llegarían. En un mapa de la ciudad que había allí.
Movió una silla y dejo ver una escalera que ascendía hacia la superficie. “esto nos llevara al drenaje de la calle y de allí a la meta”. Ambos subieron, esta vez más calmados debido a que habían dejado a tras a sus perseguidores.
Efectivamente, llegaron hasta una puerta de acero que al abrirla dio paso a las alcantarillas de la cuidad. No era un lugar “bello” precisamente y aun cuando las personas habían dejado la metrópolis hacia años, el olor fétido aun persista. Caminaron por las calles subterráneas hasta llegar a una escalera que ascendía hasta lo que parecía ser la tapa de alcantarilla de la calle superior.
- bien, señor, déjeme ir primero a mi… si hay problemas le digo – le dijo Jacob en cuanto Jonathan se dispuso a subir. Este le dio el lugar y siguió las huellas de su compañero. Jacob levanto la tapa metálica. Estuvo unos minutos viendo mientras el peso caía sobre su cabeza, dio una vuelta y luego otra, al final dejo que la tapa callera suavemente son hacer ruido. “hay enemigos, señor, mejor retroceda” dijo.
Jonathan descendió unos escalones y lo siguiente que sintió fue un empujón en su hombro. Cayó al piso y su mirada se quedo pegada al cielo, mirando a Jacob mientras sacaba su arma y subía, destapando la alcantarilla con violencia para luego ponerla en su lugar, con ojos de lunático. El maletín voló a unos metros a su lado. “bang… bang” se escuchaban los disparos de bala y más de alguna palabra que desde el fondo, Jonathan no logro entender muy bien. Le siguió un grito espeluznante y luego un silencio sepulcral.
- ¡qué te pasa idiota! – grito Jonathan, cuando las palabras por fin lograron salir, y de inmediato se levanto y subió la escalera como pudo, olvidándose del maletín. Sostuvo la tapa, pero ni pudo moverla, estaba caliente y le quemo la yema de los dedos.
“Que has hecho, imbécil” se dijo. Descendió y espero unos minutos escuchando solo silencio, teniendo esperanza que lo que se imaginaba no hubiera acaecido. Solo el silencio le respondía. Con lágrimas en sus ojos, tomo el maletín y siguió caminando por las alcantarillas un tiempo más. A unos 500 metros encontró otra entrada a las cloacas. Ascendió y vio todo despejado. Atrás, en la calle, se hallaba una hoguera extraña. Se acerco cuanto pudo, atento a su alrededor, de ella emergía un humo negro y gris que ascendía hacia el cielo. A su lado el arma de Jacob.
Sin mirar más, corrió hacia la acera y detrás de un bote de basura, se agacho esperando que el mundo no notara su presencia. Las lágrimas le brotaran sin que nadie lo viera. Fue un momento de debilidad infinita. Un momento donde su corazón se estrujo. Era el único que quedaba de su equipo, de su grupo.
Espero unos minutos en silencio y luego camino lentamente hacia un callejón cercano. Sin tener nada más que hacer corrió como pudo entre los edificios y salió a la calle. En frente la estación de bomberos, sin enemigos a la vista.
Desde el frente llamo a Max por la radio y este abrió la puerta. Cruzo la calle y entro.
- ¿y los demás? – pregunto Max. Pero Jonathan estaba muy triste para responderle inmediatamente.
…
En cuanto llego al segundo piso, se encontró con la sección de ropa de mujer. Había vestidos, pantalones, trajes de baño. La mayoría tenía descuento con tarjetas de casas comerciales. Había maniquíes que estaban vestidos con trajes de noche, algunos empedrados, pero todos ya opacados por el polvo del tiempo.
El suelo comenzó a temblar. Chris se acerco a las escaleras y espero no ver en a entrada a su amigo. Efectivamente el grupo 1 había desaparecido y los 2 Pokémon habían logrado separar sus pesados cuerpos y comenzaron a destruirlo todo a su alrededor.
- bien ahora por donde salimos – pregunto Gisela, quien miraba a todos lados sintiendo los movimientos del suelo, como si la estructura que los sostenían fueran a caer. Los paneles del cielo falso caían como lluvia con cada sacudida. Pronto los pilares se agrietaron, dejando entrever que la estructura no resistiría más tiempo.
- ¡por aquí! – ordeno Susan, al poco rato. Ella voto una estantria de zapatos, al notar una irregularidad en el muro. Había una puerta de acero pintada de blanco como el resto del interior de la tienda. Esta milagrosa salida estaba trabada por lo que Gisela uso su arma para romperle la chapa y poder pasar. No supieron si fue el sonido de la explosión de las balas u otra cosa lo0 que llamo su atención, pero en cuanto la puerta se abrió, el suelo se despedazo y la cabeza gigante del Steelix emergió de ella.
- ¡CORRAN!
Sin pregunta ni permiso, entraron al edificio contiguo. Era un edificio de departamentos ya abandonados, donde el primer piso era usado para el comercio y el segundo y tercero eran usado de residencia habitables. Frente a ellos, un largo pasillo con ventanas de un lado y puertas de otro conectaba las habitaciones de los inquilinos. Al otro extremo, unas escaleras descendían hasta la puerta de la entrada, la que se encontraba bloqueada con muebles y basura que les impedía pasar. Sin lugar a duda, aquello fue para protección.
Corrieron por el pasillo hasta llegar a la escalera, viendo el primero piso bloqueado, se encontraron en la disyuntiva de la espada y la pared. La puerta y el muro por donde entraron reventó en mil pedazos y de los escombros y polvo, emergió Steelix quien giraba violentamente, destrozándolo todo a lento y seguro paso.
- y ahora ¿Por dónde? – pregunto Gisela, quien venía como la criatura se les acercaba inexorablemente. “zum” saltaban los pedazos de cristal, madera y cualquier cosa, era como ver una máquina trituradora gigante en acción. Susan fijo sus ojos por un momento en la última ventana del corredor, la que tenía en frente, esta estaba conectada a un balcón. Increíblemente este estaba en frente de otro del edificio de enfrente, el que era desproporcionadamente mas grane, dejando unos metros de distancia uno del otro. Era como si el que lo construyo lo hubiera hecho pensando en el grupo.
- ¡SALTEN! – ordeno. Rompió la ventana y salió por el balcón, haciendo uso del poco espacio agarro impulso y logro llegar hasta el otro edificio. Gisela sin preguntar, le siguió segunda. Chris dio una pequeña mirada antes de saltar, en el callejón de abajo vio a Jonathan y Jacob que corrían hacia la calle. Quiso llamarlos, pero el Pokémon de acero estaba a metros de él y la urgencia lo apuro. Salto y el Steelix rompió en mil pedazos el muro de la construcción, emergiendo de este como si se tratara de una cascada. “rápido, apúrate” escucho y corrió lo que más rápido que pudo. La cosa le estaba pisando los talones.
Un extraño grito, seguido de una especie de eco ahogado se dejo escuchar desde atrás, pero estaba muy lejos y el Pokémon hacia mucho ruido para entender lo que pasaba, por lo que no se detuvieron a pensar lo que estaba sucediendo.
Aquel edificio era puros apartamentos que fueron ocupados en su tiempo por inmigrantes y residentes antes de la gran catástrofe. En su interior encontraron igualmente desorden y las puertas bloqueadas, impidiéndoles salir de la edificación. “Mierda que pasa en todo esto” dijo Gisela, quien estaba hastiada de seguir escapando, pero sabiendo que solo eso podía hacer. El Pokémon de acero estaba a unos 30 metros de ellos, acercándose y girando como serpiente encantada de la india.
Los pisos superiores estaban libres, por lo que tomaron las escaleras interiores y subieron al tercer piso. Allí arriba no vieron al Pokémon, pero podían sentir con fuerza como el piso se movía y tambaleaba por lo que estuviera haciendo en el inferior. Luego sin aviso, el suelo voló en mil pedazos y la criatura emergió para luego desaparecer. Era un gran salto para semejante mole. Subieron aun más, a la azotea.
Allí arriba, con un día perfectamente iluminado, vieron como el polvo de lo que fue la anterior edificación se disipaba en el aire. Sus restos, juntos con los de los departamentos donde estaba, desaparecían, mientras caían sin saber a dónde hacia abajo. Pronto el suelo de la azotea comenzó a mecerse con fuerza.
- ¡UN MINUTO!… ¡SOLO UN MINUTO! – maldijo Gisela quien corrió tras sus dos compañeros que le tenian algo de ventaja a la hora de correr. Llegaron hasta el vorde del edificio, pero ste estaba tan junto a los demás, dejando estrechos callejones debajo de ellos, que con el impulso de la corrida, lograron dar los saltos y pasar los precipicios insondables que se les formaban. Así fueron saltando unos 5 edificios, uno tras otro, seguidos del Steelix demoledor de edificios, el que parecía había agarrado algo de velocidad porque no tardo mucho en “devorar” los apartamentos anteriores.
En la última azotea, Unos 5 Murkrow y 2 Honchkrow les salieron al paso. “Bang, bang” se oyeron los disparos que salieron del arma de Susan y los otros dos. Los Pokémon lograron esquivar aquella primera ráfaga de balas, y atacaron al grupo pero tampoco tuvieron éxito. Los tres humanos lograron evitar los sapraos que estos seres les intentaban de dar y fue en ese momento, cuando Susan y Gisela se defendieron y dieron muerte a dos Murkrow y a uno de los Honchkrow que los apoyaba. El resto de las malhechoras aves salió volando al ver que no podían hacer nada más por sus compañeras y que lo más probable es que terminarían igual. La construcción anterior colapso completamente y se hundió.
Victoriosos y amenazantes, miraron que podían hacer, había un callejón de unos 7 metros y dos calles principales que les eran imposibles saltar. Debían descender y poner fin a su aventura de altura.
- bien… debemos bajar – ordeno Susan al indicarles unas escaleras que descendieran a la parte trasera del edificio, colindante al callejón. Rápidamente los tres descendieron antes que la serpiente de acero los viera y les diera alcance. Allí abajo, corrieron cruzando la calle y llegaron hasta un contenedor de basura que había en la entrada de un callejón sin salida. Lo abrieron, y sin ver su contenido, se metieron en su interior. Con un levantar leve de la tapa, observaron que era lo que ocurría.
La construcción voló en miles de pedazos y sus pilares se derrumbaron sin resistencia alguna a la gravedad. Steelix emergió erguido de la construcción, girando rápidamente su cuerpo como un gigantesco trompo pero con el poder de un tornado. Dio un salto y se clavo en medio de la calle, rompiendo el pavimento y hundiéndose en la suave tierra. Le siguió el Onix que primero los ataco, que hiso lo mismo. En agujero que dejaron en el suelo, comenzó a abrirse como si abajo no hubiera nada, pronto alcanzo un diámetro de decenas unos 60 metros y quien sabía cuanta profundidad. Aquello se trago los restos del edificio y la mitad de la calle. Onix emergió del agujero y comenzó a observar alrededor, ya que los había perdido de vista.
- parece que no sabe donde estamos – susurro Chris. Allí adentro había un olor a basura de viejos trapos, plásticos y esas cosas. Gisela daba gracias al cielo que no hubiera comida. Después de unos minutos el Onix hundió la cabeza y despareció, Susan los hiso esperar otro 5 minutos más, para asegurarse que habían desaparecido. Los temblores habían dejado de sentirse.
- vaya eso estuvo cerca… - dijo Chris, quien dio una sonrisa de esas que no había dado hacia tiempo.
Salieron del contendor, lo mas sigilosos posibles, en el callejón, lejos de la vista de cualquier enemigo. Susan supo que no se habían desviado tanto de la ruta. Calculo que debían recorrer 2 cuadras más antes de alcanzar la estación de bomberos. Esperaron que las cosas se calmaran aun más y que no hubiera ningún enemigo a la vista, para poder continuar. Corrían apegados a los muros y fachadas de los edificios.
- ocúltense – ordeno Susan cuando llegaron a una intersección. Había notado el movimiento de enemigos, los reptiles Charmeleon, que movían sus colas dando chispazos de fuego con cada latigazo. Era una cuadrilla de unos 20 que venían de la calle que se cruzaba y que corrían rápidamente sin tomar mucho en cuenta su alrededor.
De estos, unos 5 se quedaron en mitad de la calle, mientras los demás corrieron por la calle en dirección del grupo. Susan y los otros dos se apegaron a la pared del callejón, esperando no ser vistos por aquellas criaturas. Para su fortuna, las cosas ígneas siguieron de largo y luego de llegar a la esquina doblaron y se perdieron.
- qué raro… porque estarán esos 5 allí quietos – pregunto Gisela, pero nadie tenía claro que pasaba, retrocedieron y pasaron por detrás de algunos vehículos estacionados, esperando que los Pokémon de fuego no los vieran. Cuando llegaron a la esquina doblaron en sentido opuesto a del grupo de Charmeleon. Justo allí Susan sintió un sonido, eran balas que venían desde atrás. Miro que ocurría y logro ver a Jacob disparando sin ton ni son a los Pokémon que al parecer lo habían estado esperando. “Mueran malditas lagartijas… mueran Hijos de…” gritaba como demente.
De los 5 allí, al parecer le dio a solo uno, que fue lastimado, pero no de gravedad. Los Pokémon se movían y rodaban esquivando a un extraño Jacob, y antes que este pudiera reaccionar estos contraatacaron con fuego, prendiéndolo rápidamente de pies a cabeza. “Ahhhhhhhh…” era el grito de agonía que dejo escapar de su garganta mientras las llamas lo envolvían por completo. Quiso usar su arma pero esta se le soltó de las manos mientras los Pokémon seguían avivando el fuego con cada aliento ígneo. Al final, en menos de un minuto, cayó desplomado como un muñeco incendiado y sin movimiento. A su lado, su arma inutilizada, igual que él.
Susan impresionada quiso gritar y correr a socorrerlo, pero Chris se devolvió justo a tiempo y le tapo la boca y la contuvo con fuerza. Gisela hizo lo mismo, ambos la arrastraron hasta doblar la calle y allí hicieron que se recostara sobre el muro de la construcción. Sus ojos estaban completamente abiertos, mirando al vacio. “tengo que salvarlo… tengo que salvarlo” murmuraba, casi como suplica. Solo el dolor en una mejilla, producto de una palmada de Chris, la saco del trance.
- ¡USA TU RAZÓN!... ¡NO PODEMOS SALVARLO!… ¡debemos salir o terminarnos igual! – dijo Chris con fuerza, pero sus ojos reflejaban la tristeza y que quebranto casi a flor de piel.
Los Charmeleon se movieron dejando atrás el cuerpo aun prendido, caminaron hacia la calle siguiente. Susan y los demás retrocedieron y se ocultaron detrás unos vehículos abandonados. Desde allí vieron como los Charmeleon corrían y doblaban por la calle en sentido opuesto a ellos, siguiendo el mismo camino que el grupo anterior de lagartijas.
Sin perder más tiempo, como pudieron corrieron por la calle y sin interrupción llegaron, hasta la estación de bomberos, al otro lado de la calle. La cruzaron y golpearon las puertas esperando encontrar a Max o al otro grupo. Jonathan abrió las puertas y de inmediato reacciono.
- están todos – pregunto, su rostro estaba oscurecido.
…
Max prendió el motor sin esperar que la puerta se levantara, presionó el acelerador y salió como un demente despedido hacia la calle, rompiendo en pedazos el portón. Dobló hacia la izquierda, hacia la salida de la cuidad, por donde ellos habían entrado.
- bien, lo conseguimos… – grito Gisela, aunque no con animos de celebración, sino de preguntarse sobre qué había conseguido. Habían perdido a dos compañeros de la manera más cruel. En las sombras y en el fuego.
- Max, solo sigue adelante, debemos salir de aquí lo antes posible… - ordeno Susan, más en forma de suplica que orden. Aquella orden era innecesaria, Max tenía los ojos rojos de tanto llorar en la estación, al igual que el resto de sus compañeros.
Susan y el maletín yacían en el asiento delantero, Jonathan y Gisela estaban sentados en medio y Chris quiso estar solo, por lo que se sentó junto a las granadas de mano que tenían en la parte posterior del autobús. Todos tenían los ojos humedecidos y algo rojos por la pena de perder a sus compañeros.
Para su desgracia, antes que sus corazones se aquietaran, el pavimento de la calle se remeció violentamente, y a unos 200 metros adelante, este exploto cual volcán, dejando salir de las entrañas de la tierra a un gigantesco Steelix. Max freno a tiempo, dio marcha atrás y giro el autobús entrando a una calle pequeña, algo mas angosta que la calle principal. Todos allí se afirmaron como pudieron de sus asientos.
- ¡A no… esta vez NO! – grito Gisela, quien camino hacia Chris. Juntos tomaron una bazuca y la prepararon, abrieron la puerta trasera y en cuanto tuvieron al Pokémon en la mira, presionaron el gatillo. “zum” voló el proyectil del mortero y golpeo en pleno rostro a la criatura la que cayó de espaldas sobre su mismo agujero. “bien” chocaron palmas, pero antes que pudieran terminar, el autobús se sacudió violentamente, adelante, emergió el Onix, que los había alcanzado y casi daba vuelta el autobús.
“a la derecha, a la derecha” ordenaba Susan, pero la criatura de roca fue rápida y con su cuerpo golpeo la parte lateral de vehículo, desestabilizándolo y haciendo que una caja de proyectiles y granadas cayera por la puerta abierta.
- ¡DETENTE!… ¡Chris se ha caído! – Girito Gisela. Chris quien no logro sostenerse a tiempo.
En el suelo, Chris sintió como su pierna se había fracturado con tanto bote en el piso. Miro hacia tras y tenía a la criatura enfrente que se erguía y se acercaba. Supo de inmediato que no había salvación.
- ¡NO SE DETENGAN!… ¡SIGAN!… ¡SIGAN!… - les grito con todo su aliento.
Max le hizo caso y Gisela corrió hacia el conductor esperando poder detener ella misma el vehículo. Jonathan y Susan la contuvieron. “¡detente… es Chris!” gritaba ella, desesperada, pero sus palabras y llantos no encontraron lugar en los oídos de Max. Este dejo que parte de su rostro le fuera visible y este derramaba lagrimas, como verdaderos ríos. Gisela Comprendió.
Atrás dejaron a su compañero, perdido y a su suerte.
El vehículo siguió su marcha velozmente y el Pokémon dio un salto sobre Chris, cual película “Liberen a Willy”. “váyanse” fue lo que pensó y regreso la vista hacia tras, vio como el forado que había dejado el Onix crecía y crecía y se acercaba mas y mas hacia él. Intento escapar, pero el suelo cedió al vacio. Logro sostenerse de una tubería que se hundía en la pared del precipicio, pero sus fuerzas menguaban.
- este es el fin ¿no? – dijo para sí en voz baja. Miro al cielo y vio que el sol estaba alto, la tarde había llegado. Miró hacia abajo y contemplo a los Diglett y Dugtrio trabajando incansablemente mientras se abrían paso por la tierra. Ensanchando aquel agujero y haciendo que este se tragara la tierra y terminara en las sombrías entrañas que ni la luz del sol podía alcanzar. “Así que aquí termina todo… aquí termina…” pensó, y se soltó.
Jonathan dejo a Gisela con Susan y camino hacia la puerta. Tomo una barra de acero que había en el autobús y con ella cerró la puerta, esperando que no se abriera con otro violento movimiento.
Detrás de ellos el Onix los seguía dando saltos en un mar de cemento y tierra. En cuanto llegaron a una intersección, se le unió a este un grupo de Golem que aparecieron desde la calle que cruzaban. Estos se enrocaron sobre ellos mismos y dando vueltas y tumbos, les comenzaron perseguir. El Onix se hundió en la tierra y no volvió a parecer.
En verdad eran rápidos en esa forma, uno de ellos golpeo al autobús escolar por el costado, aunque el vehículo iba a 120 km/h. otro golpe se sintió desde el otro costado. Era otro Golem, al que le seguían el resto de Pokémon.
- si nos vuelven a golpear… será nuestro fin – grito Max, vaticinando lo que ocurriría con otro golpe. Jonathan rompió un ventanal, apunto con su arma y disparo, pero nada podía atravesar la dura roca de la cosa. A esa velocidad era impensable usar el mortero, era mucho riesgo. Susan y Gisela se unieron a la infructuosa fiesta de balazos.
De repente un flash inmenso de luz ilumino la ciudad. No supieron que fue, pero fue rápido, no duro más de 3 segundo. Los Golem se apartaron del vehículo, aunque seguían rodando solo a unos metros por detrás y siguiéndolos. En el cielo y detrás de unos edificios cercanos unas pequeñas manchas blancas en el aire comenzaron a juntarse y sin aviso el cielo se oscureció como si toda la luz del sol que tenían encima fuera tragada por las sombras, solo esas manchas luminosas quedaron. Cuando todas se juntaron. Una mancha pequeña pero muy brillante apareció en el cielo y luego una explosión. Luz y energía fueron desprendidas en forma de una enorme burbuja que crecía y crecía más y más, a una gran velocidad, todo esto a vista y paciencia del grupo y todos los Pokémon aledaños.
Las ondas de choque de la explosión rompieron los vidrios de los altos rascacielos que se lazaban del centro de la metrópolis, cayendo como lluvia brillante. Las ondas llegaron hasta la calle donde se corría la carrera de la muerte, remeciendo mucho más fuerte el suelo que lo que los Diglett y Onix habían podido hacer. La calle se agrieto y una luz misteriosa y multicolor los impregno a todos. Susan y los demás sintieron una fuerte presión, sus cuerpos eran deformados por una misteriosa fuerza como si no pudieran hacer nada. Para fortuna de ellos esta sensación duro poco y tan rápido como vino se fue, junto con la burbuja de luz. Para los Pokémon que los perseguían, la sensación fue mucho más fuerte, tanto que cuando chocaron con la onda de energía esta los lanzo contra los edificios como canicas, como si esas moles realmente no pesaran nada. El autobús se detuvo.
- ¿qué diablos fue eso? – pregunto Gisela.
- no lo sé… pero creo que fue en esa calle, estamos muy cerca vamos a ver – dijo Susan. Todos habían olvidado por un minuto la persecución de la que fueron víctimas. Max acelero y doblaron hacia la calle donde había ocurrido aquella explosión. Al cavo de unos minutos, Los Golem furiosos lanzaron basura y vehículos volando por los aires mientras intentaban salir de los escombros que tenían encima.
Adelante, a una buena distancia se podía ver la figura de un sujeto parado sobre la calle. Tenía una indumentaria deportiva. “qué diablos hace ese tipo aquí” pensó Susan mientras el sujeto comenzaba a gritarles cosas que no alcanzaban a oír por la distancia.
Aquel triste día parecía continuar con hallazgos misteriosos, mientras el maletín negro reposaba seguro dentro del autobús escolar.
…
Para críticas del FanFic, hacerlas aquí:
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