Capitulo 2
Un grupo de niños estaban reunidos en lo alto de un árbol, en una caseta construida sobre sus fuertes ramas. La casa era pequeña, pero bastante espaciosa para que cinco personas pudieran tumbarse sobre el plano suelo de madera y no sentirse agobiados. La caseta no tenía dueño, por lo que allí podía subir el que quisiera, pero claro, eso conllebaba serios problemas, ya que los chicos de aquel lugar se peleaban por poseerla. No era extraño que de vez en cuando alguien se rompiera una pierna al caer desde lo alto tras una intensa disputa.
Ahora estaba en posesion de un pequeño grupo de cuatro chicos, de entre doce y catorce años. Estaban pensativos, con el semblante serio, cualquiera diria que estaban preparando una tactita de defensa. Pero en este caso se trataba de algo completamente distinto.
-Entonces... ¿Está todo claro?-el que habló era un muchacho delgaducho, canijo, pero en sus intensos ojos negros no había ni pizca de duda. Todo lo contrario que en sus compañeros, que se mostraban un poco distantes, cabizbajos, no lo tenian nada claro.
-No se Tert...-tragó saliva, algo nervioso- creo que...-antes de que pudiera terminar la frase una esfera que se encontraba en el centro de la habitacion se ilumino de un rojo brillante.
-Mierda
-Mierda-repitió Tert- tenia que ser ahora... Gon, Trébol, ya sabeis, y tú, Pego... ¿Podrás?
Pego asintió firmemente, pero Tert no estaba nada convencido, Pego estaba decaido dede lo ocurrido dos noches atrás.
-¿Quienes son?- preguntó Gon
-Los “matamoscas”-afirmó Tert, y miró a Pego, éste le afirmó con la mirada
-Vamos a divertirnos un rato – Propuso Pego esbozando una enigmatica sonrisa.
Recogieron sus pertenecias y se apresuraron a bajar del árbol, uno bajaba por las escaleras mientras otros dos lanzaban cuerdas fuertemente atadas a las ramas y descendían deslizandose en ellas, pero el cuarto no dudó en saltar desde lo alto. Todo esto entre gritos de euforia y excitación, los rostros serios se habían convertido alegres sonrisas, pero mantenian un gesto decidido dispuestos a dar sus vidas por aquel fortín. El ambiente estaba tan animado que hasta Gon empezó a imitar a un pavo <<GlúGlugluglu... GlúGlugluglu...>> y todos le miraron atónitos durante dos segundos y empezaron a reir a carcajadas. Pero la alegria se esfumó enseguida.
-¡Fuego!- Una vez dicha la orden fueron lanzadas bolas de barro hacia el grupo de amigos.
Tras ese inesperado ataque aparecieron de entre los árboles corriendo hacia ellos 5 chicos lanzando más barro. Gon calló al suelo, una bola de barro le dió de lleno en la cara, pero los demas seguían en pie, estaban preparados. Estaban apunto de chocar los dos frentes de batalla, y los pajaros que anidaban cerca se espantaron por el alboroto y volaron sobre ellos, pero no sin dejar algun regalito sobre las cabezas de los matamoscas. Se olleron varias exlcamaciones de asco y otras de satisfacción tras aver dado en el blanco. Entonces la verdadera pelea comenzó, los chicos se repartían puñetazos y patadas, se revolcaban sobre la tierra con fiereza. Pero entonces cayeron las bombas, y empezaron a toser, trataban de orientarse pero no veian nada tras la tierra que se había leventado.
Había llegado un tercer frente que se limitaban a tirar más de esas bombas, que producian pequeñas explosiones unicamente para levantar el polvo, haciendo retroceder a los adversarios, hasta que quedaron atrapados, habían caido en la trampa. Estaban rodeados por una especie de barrera imbisible impenetrable, tejida entre los cinco arboles que los rodeaban.
-Jaaa jaja, a los dos!!, he tios tenemos a las moscas y a las salamandras!- un niño de unos doce años se les acercó, era bajito con la cabeza muy grande y los pelos desordenados
-¿Están todos?- pregunta otro chico que acaba de llegar
-Emmm.. ¿Haber?...-El chico cabezudo frunció el ceño, y trataba de pensar- 1..2..si..¿Cuantas moscas tiene que haver? ¿Eran 5, o 6?...eh... ¡que alguien me lo diga! ¡Manóm!- de verdad que aquel chico parecía sufrir.
-Tranquilizate Bonto, de tanto pensar solo conseguíras que explote el enorme planeta que tienes por cabeza- replicó Grup, el lider de los matamoscas- Y por cierto somos mata-moscas, tu eres el bicho-Todos reian excepto Grup.
Ya habían llegado todos sus compañeros. Ahora que el humo se había disipado se podian distinguir 7 figuras. Bonto lideraba el grupo, y a su derecha estaba Manóm, alto y atlético intentando calmar a Bonto en vano,ya que los gemelos seguían con las bromas sobre el cabezón de su lider- “¡Socorro! Estoy siendo absorvido por la fuerza gravitacional del inmenso planeta Bontón”.- Vómer y Vortiz eran los nombres de los hermanos, eran casi identicos, de pelo oscuro, que les crecía de forma salvaje tapandoles los ojos, marron amarillento. Lo que les diferenciaba era la cara, Vómer tenia los ojos más marcados como si tuviera siempre ojeras y era un poco más pálido. Pero realmente eran las heridas o cicatrices que tenían distribuidas por el delgado rostro lo que hacía más facil distinguirles. Los tres que quedaban eran Lían, Bejuco y Enre, un trio de amigos inseparable que disfrutaban de las alturas subidos a los árboles como los monos. Este entrañable grupo se hacía llamar las “Hormigas voladoras”.
-¡Manóm, Vómez, Vortiz, deshacer el impedimento, voy a matar a ese imbécil!
-¿Pero estás loco? Dejale que diga lo que quiera, ahora no puede hacer nada, ya les daremos una paliza despues, pero antes necesitamos la caseta.- Intentaba razonar Vómez.
-Tu callate canalla, o te apalasto junto a las moscas, sé lo que tengo que hacer- le replicó Bonto, y entonces le dirigió la mirada a Tert, una mirada llena de rabia, estaba a punto de explotar de verdad- Tert maldita lagartija, dame el amuleto y acabaremos con esto de una vez
-Jamas le dare el amuleto a alguien tan pequeño, hormiga.- Dijo tras un breve silencio.
Un largo “UUUuuuuuuuu” de asombro surgió tras la advertencia, esperando una respuesta.
-Maldito reptil, solo sabes arrastrarte sobre la tierra, escurridizo y asustadizo, rindete ahora, entregame el amuleto y bésame los pies, entoncés te perdonaré.
“UUUuuuuuuu”. Los capitanes se miraban fijamente.
-Dile a tus hermanos los bichos que desaten el impedimento y recibirás lo que te mereces, un beso o..., un mordisco- actó seguido se relamio mientras miraba con deseo al pequeño.
- ¡Soltar la barrera de una vez, voy a arrancarle la lengua larga que tiene haber si le vuelve a crecer!
Manóm y los gemelos agarraban a Bonto que no paraba de lanzar maldicionesy dar puñetazos al aire, Lían, Bejuco y Enre discutían con los cautivos. El ambiente se lleno de gritos, burlas, insultos que se lanzaban unos a otros. La cosa se estaba descontrolando, podía ocurrir cualquier cosa.
Pero no ocurrió cualquier cosa, ocurrió que de entre los árboles cayeron siete sombras, y se lanzaron sobre las hormigas. El duro impacto provocó que desapareciera la barrera invisible, y los cautivos pudieron ser libres. Y todos corrieron o se pegaron, la batalla no se había acabado, acaba de entrar en acción un cuarto frente.
Tert estaba sumido en una intensa pelea llena de agarrones y manotazos contra Grup, habían sido aliados forzadamente mientras estaban atrapados, pero una vez libres la cosa cambió. Existía una gran diferencia entre ellos dos, Tert poseia un amuleto y Grup, no. El poseer ese amuleto significaba que eras el actual dueño de la tan codiciada casa del árbol, pero también significaba que eras el blanco de todas las miradas, eras la presa más apetitosa.
Una sombra cayó a escasos metros de los dos lideres, pero estos no le dieron importancia. Los chicos estaban agotados, habían parado por un momento, respirando entrecortadamente tratando de reunir fuerzas. Tert se estaba planteando salir corriendo de allí y ponerse a salvo, Grup era mas grande que él y le estaba dando la paliza de su vida, pero estaba seguro de que no lo alcanzaría en una carrera. Y cuando estaba a punto de poner en marcha su plan de huida, una mano le agarró el colgante en el que llevaba el amuleto y de un tirón se lo arranco del cuello. La sombra que cayó de los árboles unos segundos atrás había adquirido la forma de una niña que no dudo en abalanzarse sobre ellos y, tras obtener su premio, le dio un fuerte placaje a Grup, tumbándolo en el suelo.y salió corriendo del lugar, demasiado rápido para que el cansado Tert la persiguiera.
Los dos jóvenes confusos aún tras lo sucedido, fueron a reunirse con sus compañeros de equipo. El campo de batalla había quedado todo revuelto, tierra levantada, hojas desperdigadas, palos rotos, alguna mancha de sangre...
Finalmente Tert encontró a Pego. Ambos buscaron al resto del grupo, y cuando estuvieron todos juntos se reunieron en circulo.
-He perdido el amuleto-confesó Tert
-Mierda, ¿Quien ha sido?- preguntó Gon, aun con la cara manchada de barrro.
-Ahsta, esa ladrona apareció de la nada y no pude hacer nada para evitar que me lo quitara.
-Esas maleantes nos han destrozado a todos- dijo Trebol- ¿vistéis la cara de Bonto cuando se les echaron encima? porque yo sí, ¡casi se mea encima!! ni que hubiera visto a un fantasma, que careto...- Gon estaba emocionado, al igual que sus amigos, pero al oir la palabra fantasma apartaban la vista y se les bajaron los ánimos, al ver esto, Gon se dio cuenta de lo que había dicho y tambien bajo la mirada, borrándosele la mirada.
-Bueno ya sabeis, a medianoche en “La Cabra que rie”- dijo Tert, y sin esperar respuesta se alejó de aquel lugar hacia su casa.
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Era una noche cálida de verano, el viento soplaba debilmente refrescando los cuerpos de un grupo de cuatro niños que caminaban por el campo.
-Es una pena que hayamos perdido el amuleto hoy...- se lamentaba Gon.
-Ya, pero ha sido espectacular...- dijo Tert- ¿Cuanto hacía que no peleabamos cuatro bandas a la vez?
-Ni cuatro ni cinco, ni seis, ¡hoy se han metido todos!- contaba Trébol
-¡¿Los siete?!
-Si,si vi a Quant justo cuando ya os habíasis ido, y luego se metieron los locos de Ferb y esos...
Los cuatro amigos charlaban entretenidos sobre lo ocurrido hacía unas horas, y pasaban junto a un árbol solitario, un Jernial, donde los obserbaba un joven de no más de veinte años, pero estos no se percataron de su presencia. El joven esbozó su mejor sonrisa, dejando al descubierto su blanca dentadura, que destacaba en la oscuridad que lo invadía.