Autor Tema: [FanFic] Desires  (Leído 2395 veces)

0 Usuarios y 1 Visitante están viendo este tema.

Graveyard

  • Usuario de honor
  • Profesor Pokémon
  • *
  • Mensajes: 1285
  • Karma: +20/-0
  • Hi!
    • Ver Perfil

  • Total Badges: 39
    Badges: (View All)
    Noveno aniversario Octavo aniversario Séptimo aniversario
[FanFic] Desires
« en: 09 de Agosto de 2012, 10:45:54 am »
Welcome to my place.
Aquí colocaré los capítulos. Para comentar sobre el Fic, por favor, en el tópico de comentarios.


Spoiler: Introducción • mostrar
Se diferencia del prólogo porque te introduce en lo que es la sala de los pecados y que es más largo.

La habitación era perfecta, circular, blanca, inmaculada. Las ventanas recordaban al sobrecargado estilo gótico, y mostraban el negro profundo e infinito. Algunos detalles sinistros que parecían flores decoraban las paredes entre ventana y ventana, e incluso debajo de ellas. El techo, por su parte, se hundía hacia arriba, formando un cono. Dicho cono era negro, como no podía ser. Era liso y pulido, pero no muy profundo. El piso era de mármol, muy claro y reluciente. En dicha sala hay siete sillas. Cada una de un color distinto. Todas decoradas acorde a los gustos de sus dueños.

La primera silla es la del orgullo. Adorada en colores dorados y amarillos, reflejaba la cara de quien la viera. La silla parecía un trono, con almohadilla dorada tejida con hilo de oro. Estaba muy adornada, con detalles en blanco para realzar la creencia en la pureza y perfección de su portador. En su almohadilla estaba un espejo.

La segunda silla es la de la envidia. Decorada en rosa pastel, muy coqueto y feliz. Portaba adornos muy infantiles y delicados, colocados de cualquier lugar que se encuentre. Con almohadillas multicolor por todos lados, la silla tenía a sus pies objetos aleatorios, de cualquier lugar de la existencia. Su almohadilla estaba adornada con un saco.

La tercera silla es la de la ira. Lucía colores rojizos muy fuertes, además de uno que otro tono naranja. La silla era de hierro, a diferencia del resto que era de madera. Muy filosa, por cierto, la silla era muy baja y contaba con púas. Su almohadilla tenía una llama grabada.

La carta silla es la de la pereza. Adornada con gris pálido y deslucido. La silla no presentaba adornos particulares, solo lo necesario para ser una silla. Era aburrida, y no parece llamar la atención. Es lo último que verías. Tenía una nube grabada en la almohadilla, pero ya estaba muy gastada.

La quinta silla es la de la avaricia. Tenía tonos azules, muy profundos y brillantes. Tenía seda adornándola, y muchas monedas de oro abajo. Lazos y lazos de seda caían de la silla, mientras que arriba, donde reposa la cabeza, había un adorno de oro. En la almohadilla había una moneda grabada.

La sexta silla es la de la gula. Tenía colores anaranjados muy opacos, y ciertos detalles de otros colores. Platos en el piso, llenos de comida sin terminar. Frascos llenos de venenos amargos, muchos sin probar. Moscas volaban alrededor de la silla, dando a entender que apestaba. ¿Almohadilla? Lo que quedaba para ver mostraba un jamón.

La última silla es la de la lujuria. Tenía colores morados muy incitantes, deliciosos y jugosos. Decorada con felpa, tiras de seda y adornos varios, la silla era la más cómoda. Tenía mallas en la parte de atrás, y en su almohadilla veíamos un flor. Morada, cómo no.

Y, en cada silla, estaba un demonio. Cada uno era terrible asqueroso, putrfacto. Las intensiones de cada unos en la sala era distinta, y cada quien miraba a cada cual. Nadie confiaba en nadie.

Y cada unos decide qué hacer. Cada quién decide quién muere, vive, o simplemente, peca. Aquellos demonios malditos que desean el mal.



Spoiler: Prólogo • mostrar
—Juega los dados— el demonio no podía ocultar su emoción. El brillo pálido en sus ojos era algo que le caracterizaba —¡Te toca!

El hermano de éste agarró los dados con su enorme mano y mucho desdén. Agitó un poco los dados y los dejó caer sobre el tablero. Marcaron el número siete.

—Muy bien, Asmodeus. Elige— el demonio seguía con poco ánimo.

Una figura sinuosa se acercó a la mesa con paso elegante. El púrpura de sus ojos era demasiado... Insitante —Has tu jugada rápido.

Asmodeus alzó el brazo y, con su dedo puntiagudo, tocó una parte del tablero. Ésta se agrandó y dejó ver una multitud de personas. Ninguna estaba enterada de lo que ocurría. Todos estaban inmóviles. Agarró un humano, lo examinó un poco, y por último, lo sopló. Éste se volvía, poco a poco, color púrpura. Pasaba a ser más traslúcido de lo normal, siendo casi un fantasma. Podías ver humanos en otros colores: amarillo, verde, rosado, azul, rojo. Algunos con más de un color, mientras otros eran transparentes.

Se retiró y volvió a su asiento, satisfecho.

—Buena jugada, supongo...— una voz comenzaba a hablar. Se encontraba en una silla metálica —por qué él?— sonó intrigado.

—Es muy insignificante, será uno bueno— sonó indignado. Blanqueó los ojos —¿Por qué el interés? Cada quién decide quién es y quién no.

Su interlocutor sonó molesto por su osadía.

—¡Quería saber! En fin, tira los dados— colocó su mano en la barbilla, se apoyó en ella e hizo un bufido.

Esta vez, tras tirar los dados, salió uno. Un ser enorme, con porte imperial, caminó hacia el tablero. Sin siquiera ver, tocó un área. Agarró un humano que brillaba. No era como el resto, era sólido. Su cuerpo resplandecía e iluminaba el tablero. Al tocarlo, Lucifer se quemó.

—¡¿Pero qué...?!— estuvo a punto de soltar un improperio, pero se contuvo por orgullo —Un humano bendecido... ¡Además, es una bendición suya!

Los demás, al oír esto, se alarmaron. Tanto así que se levantaron y rodearon el tablero. Sus expresiones reflejaban el horror que sentían.

—¡Bendecido!— soltó uno.

—Esto no es posible...— los murmureos eran varios.

Todos se alejaron poco a poco del tablero para regresar a sus sillas. Su preocupación era aún mayor en esos instantes. No sabían qué hacer. Nervioso, Lucifer habló.

—Debemos actuar...— su voz era débil — No creo que sea...

—Admítelo, lo es — esta figura era, a diferencia del resto, delgada y débil. Su piel era pálida... No llamaba la atención —Sólo hay una cosa que hacer, y todos lo saben— asintieron a duras penas. Los siete hermanos aquí reunidos mostraban el horror —¿Están todos de acuerdo?

Todos asintieron a la vez que exclamaban un fuerte "SI"


Trataré de postear los capítulos con regularidad.

« Última modificación: 17 de Septiembre de 2012, 09:16:47 am por Graveyard »



Graveyard

  • Usuario de honor
  • Profesor Pokémon
  • *
  • Mensajes: 1285
  • Karma: +20/-0
  • Hi!
    • Ver Perfil

  • Total Badges: 39
    Badges: (View All)
    Noveno aniversario Octavo aniversario Séptimo aniversario
Re:[FanFic] Desires
« Respuesta #1 en: 09 de Agosto de 2012, 11:48:46 am »
Debido a que tengo los primeros 3 capítulos hechos, no seré mala persona y los pondré de una vez.


Spoiler: Capítulo 1 • mostrar
Capítulo 1 ~ Decisión

Los demonios estaban horrorizados. Sus horribles rostros parecían sudar, mientras sus mentes atormentadas confabulaban. Nadie se animaba a decir o hacer algo. Y, finalmente, la figura pálida alzó la voz.

—¿Lo harán?— su voz era tosca.

Lucifer, el mayor de todos, titubeó un poco, para luego decir, con su tono soberbio característico que los buscaran. Inmediatamente, aparecieron dos figuras femeninas. Ambas, vestidas con ropas extravagantes: vestidos de la época victoriana. Una de ellas, vestida de azul. La otra, de rojo. Hicieron una reverencia ante Lucifer para luego presentarse.

—Zepar y Furfur, demonios del amor, a sus órdenes.

La cara de Lucifer adquirió cierta satisfacción. No, ahora era una sonrisa maléfica que expresaba su conformidad.

—Busquen a los siete, por favor.— sonaba un poco molesto —Y nada de tonterías. Díganles que los demonios los necesitan.

Ambas figuras desaparecieron en un nube de humo grisácea, con cierto toque rosado.

—Sí que son unas molestias...— la figura pálida habló.

—Y que lo digas Belphegor— dijo Satán.

Lucifer caminó hasta el centro de la sala para hacer un anuncio, aunque todos parecían saber qué diría.

—Los siete pecadores son los únicos que pueden... — paró un momento —deshacerse de él.

Caminó por la sala de un lado a otro, viendo a sus hermanos. Exploraba posibilidades y viendo si podría o no confiar en ellos. Su rostro era diferente a como acostumbraba, no mostraba su orgullo, era una cara de odio.

—¿Podré confiar en sus criados? Claro que sí...

En ese momento, Zepar y Furfur aparecieron con siete humanos. Ninguno de ellos parecía muy alegre de estar ahí. El más alto, de cabello rubio y porte elegante, dio un paso hacia el frente.

—Damon de la soberbia, a sus servicios. ¿Qué desean los siete demonios del pecado?

Lucifer lo miró con desprecio.

—Hay un humano.

—¿Y qué?

—Ha sido bendecido. No una bendición cualquiera, la bendición suya.

Zepar Furfur se reían en lo bajo.

Damon se horrorizó al escuchar esto. Casi retrocede, pero debido a que debía actuar como el hermano mayor, se quedó allí. Hizo una reverencia y siguió hablando —¿P-pero, ¿qué debemos hacer? — esta vez, él también titubeaba.

Los demás hermanos del pecado seguían iguales, aunque por dentro querían saber más, y estaban igual de horrorizados. Sus poses eran poco naturales: un brazo en el pecho y el otro suelto. Pecho en alto y mirada fija.

—Eliminarlo. Erradicarlo. ¡Que no haya ningún vestigio de lo que fue! — vociferaba de la rabia. A veces Damon podía ser muy torpe.

Retrocedió un paso, junto a sus hermanos, y se retiró. Zepar y Furfur seguían riéndose, y se fueron, entre risas, en la nube. Lucifer volvió a su puesto, enfadado. Los demás hermanos observaban la escena algo perplejos porque no habían visto a su hermano alterado. Su piel blanca se había tornado roja, y las escamas de su piel se erizaron. Parecía algo digno de Satán.

Soltó un bufido para tranquilizarse, pero no parecía funcionar. Belphegor, el más sensato de todos, habló.

—Confío en nuestros criados, serán útiles. Sus habilidades serán suficientes.

—Sí, pero me preocupa que...— Beelzebub fue callado por Satán

—Nada, solo es cuestión de esperar. Así que...

Al unísono, todos exclamaron:

—¡Que rueden los dados!





Los semi-demonios estaban parados en el purgatorio. Habían almas entrando y saliendo, pero ninguna era relevante. Las almas eran de diferentes colores, muchas veces varios de ellos. Todos sollozaban y parecían sufrir. El lugar era un cueva oscura, rojiza. Era demasiado puntiaguda y las estalactitas colgaban. Vieron una puerta de madera gigante, de la cual salían almas coloridas. Parecía un espectáculo infernal.

—Debemos...— un joven de ojos púrpura empezaba a hablar.

Ronove, un demonio de gran rango, apareció junto a ellos en un estallido de mariposas negras. No se sorprendieron para nadad.

—Por aquí, por favor.

Les señaló el camino correcto, donde las almas en infortunio no podían pasar. Los siete, a paso lento, se encaminaban a destruir al bendecido. Sus cuerpo empezaron a brillar a la vez que pasaban la puerta, y mientras tanto, Ronove los observaba.

Estaban a punto de enfrentarse al humano enviado por Él. El que posee las siete virtudes. El que tiene poder suficiente para enfrentarse a los siete sabios malditos.

Aquel humano incapaz de pecar.



Las tres órdenes de ángeles estaban reunidos en la corte celestial. Vestidos de batas blancas y broches dorados, estaban los ángeles de tercera clase. Eran los menos valiosos, pero cumplían funciones en el mundo humano. Eran los más cercanos a ellos.

Sentado encima de ellos, en nubes, estaba la segunda clase. Conformada por ángeles que manejaban el cosmos y el destino, estaban vestido con nubes doradas y un arpa junto a ellos. Son los reguladores de la luz y el bien. El balance entre lo que es y lo que no.

Y, para finalizar, la primera orden. Los arcángeles y querubines, desnudos como señal de pureza. Sentados a los pies suyos, miraban con misericordia a los demás ángeles. Sentían compasión por ellos, y querían descender con ellos, pero como guardianes de Él están incapacitados para hacerlo. Los querubines, quienes entregan las bendiciones, estaban exhaustos. Entregar las siete virtudes a una sola persona no es fácil.

Encima de los ángeles, estaba Él, con su porte celestial, rodeado de luz. Su voz era potente, y retumbaba en todo el cielo. Y es que no había nadie más en él, solo las almas de los más puros rondando por ahí, viendo lo que ocurría, disfrutando de su premio.

—Tenemos que deshacernos de ellos— empezó a hablar la figura majestuosa — Los pecados son la cosa más despreciable... Son la fuente del mal y la falta de honor. Son los causantes de las desgracias. Son imperfecciones.

Los ángeles sólo necesitaban esto para actuar. Empezaron a revolotear por el cielo en una nube de plumas y color blanco que aumentaba poco a poco. Con el tiempo, desaparecieron dejando la corte de los cielos.

Y entonces, Él, satisfecho, se sentó en su trono a esperar.[/spoiler]


Spoiler: Capítulo 2 • mostrar
Capítulo 2 ~ Elección.


La luz era demasiada como para ser soportada, así que atravesaron el portal con ojos cerrados. Escucharon voces, risas, murmullos, campanas. Era todo muy extraño, pero casi podían sentir las almas rozando sus cuerpos. Ellos parecían ir perdiendo la sensibilidad, y es que ya no poseían cuerpo físico; se había desintegrado. No se sintieron extrañados para nada, era un proceso común. Aún sin poder verse entre ellos, llegaron a su destino.

Esta vez, estaban en un salón blanco. Era circular. No, poligonal. Era perfecto, sin machas. Tenía la capacidad de reflejar a quien lo viera con tan solo acercarse. Carecía de un techo, se veía el negro total, pero una luz se asomaba desde un lado: era el camino hacia la montaña del purgatorio. Ellos, mientras tanto, seguían su camino como si nada, hasta llegar a un salón más grande.

Este salón era rectangular. Pintado con siete diferentes colores, adornado con siete puertas, siete caminos, siete animales. Las puertas estaban decoradas de un color distinto a su camino correspondiente: era su opuesto. Así bien, cada uno se dispuso a entrar en la puerta de cada quien.


La lujuria, amante empedernida. Triste deseo carnal, personificado en la flor de la pasión. Jugosa y deseable, capaz de incitar a quien desee. Una tentación para aquellos pecadores. Adentrarse en el camino de Asmodeus implica un sacrificio, como debe ser. Debes dejar atrás tus conocimientos, tu ideal, tu personalidad. Te convertirás en quien deseas, maldita bestia.

Miguel, representante de la lujuria, entró en sus aposentos. Tiras de seda caen del techo, y una alfombra afelpada recibe con gusto a su dueño. Caminó hasta el fondo hasta encontrarse con la flor de la pasión. La acarició suavemente con sus delicadas manos, y besó sus puntas, su tallo, sus pétalos. Lamió con suavidad su superficie, mientras su cara demostraba el gusto que sentía. Reía para sí, mientras realizaba su ritual.

Se dirigió a la sala principal, a esperar a sus hermanos. Enfrentarse a la castidad no iba a ser fácil.


La gula, capaz de todo. Venenos, alimentos, cadáveres, cuerpos, seres vivos ¿Qué más da? ¡Deben ser míos! El alimento es fuente de vida, es fuente de placer. Drogas, alcohol, ¡qué delicia! El exceso genera felicidad. Gula, ¡y las existencia ya no están! Destroza, devora, come, tritura. Digiere, devora, aniquila. Todos los sabores son para ti.

Daniel caminó a paso lento. Su figura, plana por defecto, iba torpemente hacia la mesa. Trozos de madera mordidos, venenos bebidos y platos terminados en los pisos por todos lados. En su mesa se encontraba la copa de cristal que personificaba su pecado. La vio con melancolía, para luego beber su contenido. ¿Qué era? Nadie sabe, pero con un solo sorbo se hartó. Caminó de regreso a la puerta principal con el mal gusto en la boca.

Ya junto a Miguel, partió para encontrarse con la abstinencia.



Dos figuras celestiales, probablemente querubines, llegaron a los aposentos de los arcángeles. Fueron con el mensaje de que dos pecados se aproximaban, subiendo por la escalera de Jacob. Ningún ángel se atrevía a tocarlos, sabiendo que eran tóxicos. Su presencia era, de por sí, intolerable. Avisaron a la segunda clase de ángeles que fueran a buscar a la castidad y la abstinencia.

Dos mujeres atractivas de cabello rubio aparecieron en una nube cercana a la escalera de Jacob. Esperaban la llegada de los pecados con ansias, ya que siempre fueron insoportables. Casi podías ver la maldad en sus ojos, pero no sería posible. A un ángel se le tiene prohibido pecar.

Y, suavemente, sus figuras se deslizaron hasta el final de la sala. Sabían que iba a ser algo grandioso.[/spoiler]


Spoiler: Capítulo 3 ~ Capítulo especial • mostrar

Capítulo especial: ambiente musical.

Información:

Este capítulo contiene música que iré colocando conforme cambie de escena. Iré poniendo los links antes de cada escena para darle una ambientación musical. Si la música se acaba antes de terminar la lectura, ponerla de nuevo.
NOTA: La música no es obligatoria.



Capítulo 3 ~ Destrucción



Los pecados acababan de entrar a la sala. La escalera de Jacob fue muy poco problemática, considerando la toxicidad de los pecados. Vieron a las virtudes paradas en el fondo de la sala, viendo con burla sus ropas sucias. Ellas, vestidas de blanco con sus respectivas túnicas, emanaban un característico color dorado. La tensión en el aire era evidente, y casi se podía sentir físicamente. Ambas partes intercambiaron miradas, tanto de odio como emoción. Los pecadores se acomodaron en la sala blanca lo más cerca que pudieron de las virtudes, manteniendo la distancia. Miraron con malicia la sala, y se preparaban para actuar.

—Sinceramente no sé qué hacen aquí— hablaba la abstinencia, quien sonreía a la par que esbozaba sus filosas palabras —Espero que estén preparados para lo que viene, supongo.— era burlona al hablar.

—Misma historia. Supongo que saben de qué somos capaces.— dijo su contrario.

Los pecados dieron unos pocos pasos hacia el frente, muy confiados de sus habilidades. Las virtudes se quedaron inmóviles, esperando el primer movimientos de aquellos dos impuros.

—Supongo que actuarán primero, ¿no?— la castidad, muy seria, no parecía de hablar.

La gula sonrió. Agitó su mano para comenzar todo.



Al mismo tiempo que agitó la mano, una lluvia de cristales anaranjados salió de la nada. Brillaban con la luz que impregnaba el lugar, siendo ligeramente cegadores. Rápidamente, corrió hacia la derecha, mientras que su hermano saltó, tratando de llegar a ellas. Las virtudes, en respuesta, dieron una palmada al unísono, apareciendo atrás de ellos. Y con un chasquido, dos leones etéreos caen a la arena.

—Más suerte la próxima—

Las bestias gaseosas eran muy grandes. Parecían estar hechos de niebla, y partículas emanaban de ellos. No se fundían con el aire, eran una masa aparte. Los detalles de sus articulaciones terminaban en espiral. Los leones se abalanzaron sobre ellos con bastante furia, y su rugido aterrorizó a los pecados.

Rápidamente, la lujuria agitó la mano. Esta vez, un viento con olor fétido, parecido a la carne muerta, color púrpura en forma de espiral salió de su mano. Lucía como un gas que adquiría cierta solidez. Miró con malicia las caras de las virtudes. Agitó la mano mientras la nube salía, esparciendo el color por toda la habitación. Las virtudes quedaron cegadas, y entre la tos, los ojos le ardían.

Los leones, al ver la falta de control de sus dueñas, se desvanecieron. La gula corrió hacia ambas, mientras que en el camino, una ráfaga iluminó la niebla. Una cuchilla etérea color negro surgió de su brazo. Embistió contra ellas, dejando varias marcas sobre su cuerpo. Ahora sus túnicas estaban manchadas de rojo.

Furiosas, ambas dieron una palmada más. Esta vez, aparecieron en el aire. Con tranquilidad, recitaron unas palabras.

—Aprendices de Ephestos, brinden protección a las hijas del señor—

Seis gigantes de metal surgieron en un estallido amarillo, al frente de las chicas. Sus armaduras eran de color bronce, y estaban hechas al más puro estilo medieval. Las capas y capas de metal casi no dejaban ver sus brazos. Estaban forjados.

—No importa cuánto metal humano tengas, no servirá— la gula se reía en sus adentros, pero no se podía permitir eso en estos momentos.

Ellas reaccionaron dando un chasquido, con lo que otro halo de luz amarilla se esparció. Convocaron seis escudos amarillos. Estaban decorados en relieve, y tenían forma oval. Al igual que los cristales, brillaban con la luz.

Los gigantes estaban hechos de metal humano, sí, pero los escudos eran dorados. No era oro, era el escudo del señor.

Las virtudes se situaron entre los gigante. Alzaron sus manos, y sus palmas miraban a sus contrincantes. De ahí, un círculo dorado rodeó sus manos, y empezaron a salir balas de luz amarilla. Adquirían la forma de una gota que se dirigía a los hombres ahí presentes. Cambiaban constantemente de posición tratando de golpear a sus oponentes.

Los pecados corrían entre las balas, evadiendo algunas, recibiendo otras. Al impactar, las balas dejaban un rastro amarillo que desvanecía a los pocos segundos, como humo de una quemadura. Se podía oler la carne quemarse.

Al terminar la ráfaga de balas, la gula decidió agitar su mano otra vez. Esta vez fue una seña distinta, porque dos torres caen del cielo, situadas a los lados de ambos. Las torres eran enormes, decoradas con ornamentos góticos. Muchas ventanas a lo largo de ellas. La gula volvió a hacer la misma seña, con lo que, de las ventanas, miles de cristales salieron disparados como la vez anterior. No, ahora eran muchos más, llegando a ser miles.

Los gigantes cubrieron el cuerpo de las virtudes con sus escudos, desapareciendo. En lugar de su característico resplandor, explotaron, y el caos reinó unos segundos.

—¡Menudo truco!— habló la abstinencia —Pero fue en vano—

La lujuria hizo una expresión burlona. Agitó de nuevo la mano, y el humo salió. Al contrario que la otra vez, el humo se fue compactando, dando a lugar un charco. No un charco normal, uno púrpura y tóxico. Se esparció a lo largo de la sala de la escalera. Un humo salía de él, de seguro estaba caliente. O era ácido...



Los demonios observaban la escena con cierta emoción. A través del tablero, veían cómo sus discípulos embestían las figuras, y sus movimientos cada vez eran más bruscos. La tensión también se sentía, de manera que incluso Belphegor se preocupó. Esta era la primera batalla, de muchas.



El río púrpura asustó a las mujeres, pero no estaba muy cerca de ellas. Lo miraban casi incrédulas, pues pocas cosas podían corroer la sala de la escalera. Sin duda, la lujuria era muy potente.

Con el pie, la lujuria hizo una seña, con lo que el río se movió. Adquirió la forma de una esfera púrpura, que ahora era controlada por la lujuria. Reflejaba la sala y las caras de los presentes. Era un espejo que mostraba todo. La movió por la sala, tranquilamente, hasta situarse encima de ellas. Los demonio adquirieron una expresión de maldad, que parecía la sonrisa de un psicópata a punto de matar.

—¿Se animan a decir algo?— no podían aguantar mucho tiempo la risa —¿O se quedaron mudas de la impresión?

Empezaron a reír como maniáticos. La lujuria seguía sin perder el control de la burbuja, mientras que ambas veían todo con preocupación. Sus miradas se fijaron de repente en las mujeres otra vez.

Ellas no sabían muy bien qué hacer, y sin mucho que decir, descendieron de sus puestos. Era claro que no tenían más opción. Se arrodillaron frente a ellos, como en una ejecución, y cerraron los ojos.

—¿Se nos permite decir algo para terminar?— la castidad veía a la lujuria con ojos tristes y su voz era débil. Su mirada era casi, casi enternecedora. Temblaba de miedo, mientras que su hermana se aferraba a ella.

La lujuria lo pensó unos momentos... Levantó la mirada, viendo a sus ojos, y abrió la boca. Un hilo de voz se asomaba por su garganta, manteniendo la tensión en la sala. Poco a poco, fue pronunciando su mensaje.

—¡¡No!!— su voz era fuerte, poco propio de él. La expresión de las virtudes era de horror, y sus pupilas casi desaparecen.

La burbuja púrpura empezaba a hacer sonidos, como cuando hierve. Las burbujas salían de ella, como tratando de escapar de algo que se acercaba. A los pocos segundos de esto, explotó.

Varios misiles morados chocaban contra las paredes, dañando poco a poco la sal de la escalera. Quedaban los impacto grabados como muestra de su poder. Los misiles iban en todas direcciones, y atravesaban el cuerpo de las virtudes, mientras un charco se sangre quedó en el piso. Su cuerpos mutilados quedaron ahí, esperando un alma caritativa que les ayudara.

Y entre tanto alboroto, los hermanos estaban cubiertos de una delgada capa anaranjada que los protegía. Una especie de domo pequeño.



Victoriosos, ambos descendieron otra vez por la escalera. Los cuerpos mutilados yacían en el centro de la habitación, y entre risas, se burlaban de ambas mujeres. Los ojos de ambas se quedaron fijos en el orificio de la escalera, y sus brazos extendidos hacia el mismo, a modo de súplica.

Los pecados descendieron para reunirse con sus hermanos, aunque ya heridos.



La música le pertenece a 07th Expansion. [/spoiler]

« Última modificación: 10 de Agosto de 2012, 08:23:21 am por Graveyard »

Graveyard

  • Usuario de honor
  • Profesor Pokémon
  • *
  • Mensajes: 1285
  • Karma: +20/-0
  • Hi!
    • Ver Perfil

  • Total Badges: 39
    Badges: (View All)
    Noveno aniversario Octavo aniversario Séptimo aniversario
Re:[FanFic] Desires
« Respuesta #2 en: 13 de Septiembre de 2012, 10:25:56 am »
Lamento mucho, mucho la falta de capítulos nuevos, a quien le importe.

Spoiler: Capítulo 3.1 • mostrar


Capítulo 3.1 ~ Nuevo intento



Debido a que no lo resistí, decidí colocar música en todos los capítulos desde ahora. ¡Es que adoro el concepto! Como mencioné antes, la música no es obligatoria.





La situación se tornaba tensa, pues el escándalo de la 'Sala de la Escalera de Jacob' no pasó inadvertido. Los ángeles revoloteaban por todos lados, nerviosos. El aire se volvía cada vez más espeso. ¿Cómo pudo ocurrir esto? Vio, con sus propios ojos, cómo dos de las virtudes perecían ante la fuerza y astucia de dos seres impuros. Movió la mano con fuerza, y una serie de ángeles pequeños se presentó frente al Él.

Por unos instantes, el silencio reinó. Nadie hacía ningún sonido, y aquellos que pasaban presenciaban todo en silencio.

—Tráiganlas— dijo, molesto.

—...¿A quie...?— el menor de ellos no pudo terminar la oración, uno de sus hermanos lo calló. Acto seguido, todos se marcharon, aún más apurados que antes.

Él soltó un bufido y miró abajo. A través de un espejo, la sala que antes fue pura, ahora era un espectáculo de sangre y vísceras. La rabia inundaba su ser, viendo a sus dos hijas muertas, reducidas a nada. Sus miradas no eran para las almas que decidieran pasar por ahí, eran para él. Sus ojos decían "lo sentimos, padre". Esto lo enfureció aún más.

 Pensó en acabar con todo, con erradicar y crear de nuevo, pero una luz iluminó todo. Llamó a todos los ángeles. Esto era importante.





Los pecados iban caminando victoriosos. Se sentían dueños de todo, ¡habían derrotado a sus contrarios! Sentían que eran capaces de todo.

Caminaban a lo largo de un pasillo estrecho, donde apenas cabían unas pocas personas. Era blanco e iluminado. Su andar mostraba lo felices que estaban.

Sin mucho que hacer o decir, espantaban a los ángeles que pasaran por ahí. Su confianza era mucha, pero sus heridas aún no cicatrizaban del todo. Las quemaduras cada vez eran más fuertes. ¿De qué eran esas balas?

Entonces, ya cuando llegaban al final, la lujuria sintió un roce cerca de su cara. Una flecha dorada. Se quedaron un instante congelados.



Lentamente voltearon la cabeza. Vieron ahí, sentados en una nubes, a dos arcángeles. Uno de ellos estaba en la pose de disparo, con su arco. El humo salí del mismo, y su cara, juguetona, miraba a la lujuria.

Pasearon por encima de ellos, aún con sus sonrisas.

Rápidamente se bajaron con su arcos en mano. Confiados, se presentaron.

—Soy el Arcángel Miguel, protector del señor.
—Soy el Arcángel Rafael, protector de la voluntad del señor.

Ambos pecados no podían creerlo. Pensaron que habían dejado a los ángeles atrás.

—¿Confusos?— el Arcángel Miguel sonaba burlón —Sólo estamos para erradicarlos. Será una ejecución, sólo déjense llevar.

—No necesitan pensar en nada. Solo cierren sus ojos. Terminaremos con todo amablemente.— Rafael era seguro de sí mismo.

Cargaron sus arcos y apuntaron. Una luz iluminó el pasillo por un segundos, y las cuatro presencias allí presentes se miraban entre sí.



Para que conste, esta es una continuación -más corta- del capítulo 3, mientras escribo el 4. Esto es algo así como 'relleno', por decirle de una manera. Trataré de apresurarme, pero como antes, no prometo nada.

La música le pertenece a 07th Expansion.[/spoiler]



Lamento si la calidad bajó. Y perdonen que no escriba los capítulos, es que no encontraba motivación. ¡Lo lamento~!
« Última modificación: 15 de Septiembre de 2012, 06:44:59 am por Graveyard »

Graveyard

  • Usuario de honor
  • Profesor Pokémon
  • *
  • Mensajes: 1285
  • Karma: +20/-0
  • Hi!
    • Ver Perfil

  • Total Badges: 39
    Badges: (View All)
    Noveno aniversario Octavo aniversario Séptimo aniversario
Re:[FanFic] Desires
« Respuesta #3 en: 16 de Septiembre de 2012, 08:59:10 am »
He aquí un capítulo nuevo. Puede decirse que este es un capítulo decisivo para el fic: ¿qué ocurrió con los hermanos del deseo carnal?

Spoiler: Capítulo 4 • mostrar


Capítulo 4 ~ El final de uno, el inicio de otro.



Los ángeles, con delicadeza, se dirigieron hacia ellos. Los examinaban con la vista: estaban muy sucios. La batalla anterior dejó mucho daño en ellos; esto sería fácil. Sus ropas estaban rasgadas, y la balas de energía habían dejado quemaduras en su piel. Aún se olía la carne quemada.

Alzaron los arcos, e hicieron un movimiento, como si estuvieran cargando una flecha. Y efectivamente, una flecha dorada surgía con el paso de su mano a través del arco, materializándose a través la luz.

Y, tan rápido como aparecieron, lanzaron la flecha. Esta, en lugar de ir en un camino recto, era dirigible. Atravesó el campo, dando vueltas y vueltas. Los pecados se movían con cierta torpeza, y evitaban su filo por poco.

Al terminarse las flechas, los pecados reaccionaron. La misma nube de humo llenó el campo, y el brillo de la gula, con su elegante maldad, se acercaba a los arcángeles. Uno, dos, tres. El sonido de la espada cortando el aire era muy agudo.

Con rapidez, los arcángeles se retiraron. Un rasguño en sus túnicas blancas manchaba de rojo la perfección, pero eso no los detuvo. Otra flecha, esta vez blanca. Imitando el movimiento anterior, tratando de lanzar un tiro más, pero el filo sonó otra vez. Se retiraron con velocidad, anulando el tiro.

El humo se dispersaba. No había espacio para convocar las torres, así que recurrió a los cristales. Lanzó muchos menos que la primera vez, y de menor tamaño. La reacción ante esto fue de horror; su capacidad ofensiva disminuía.

Sonrieron. Como su potencia disminuía, solo se movían de lado a lado, evitando los cristales. Tenían a los pecado en la palma de su mano. Lanzaron múltiples flechas normales en diferentes direcciones. Miraban con felicidad el horror de los pecados. Una flecha, dos flechas. Algunas de ellas llegaban a su destino, ya sea el brazo o la pierna. La sangre no era mucha, eran lanzadas sin mucha fuerza.

Dirigieron la mirada a los seres blanquecinos. Las flechas clavadas en sus cuerpos producían un ardor fuera de lo común. Soltaban un pequeño hilo de humo, y el sonido del ácido en acción era lo único que podían oír. Sus articulaciones empezaban a perder sensación.

Pero eso no detuvo a la gula. Debía proteger a su hermano. Después de todo, ambos eran el deseo carnal. Decidió, una vez más, hacer brillar con elegancia su espada. La mirada de los arcángeles cambió. Su felicidad se vio mermada por la impresión. Sus túnicas ahora eran más rojas, cuatro cortes las decoraban.

Otra sonrisa por parte de ellos. E, incluso, una pequeña risa infantil. Esto enfureció a la lujuria; su hermano, en un intento de protegerlo, se arriesgó, y seguramente sufriría por su atrevimiento, ¿y qué hacen ellos? Se ríen. Con la fuerza que le quedaba, convocó otra vez la nube fétida. El morado, el ardor en los ojos, la toxicidad. La condensó, formando no un orbe, sino una maza. Con furia, la agarró, y se dirigió hacia sus oponente. Con la cólera cegando sus acciones, arremetió contra ellos con mucha torpeza. Los arcángeles se movían con lentitud, mientras él hacía el ridículo.

Los arcángeles no perdieron la sonrisa en ningún momento. Agarraron otra flecha, y con la misma calma, la cargaron. Esta flecha era física. Era de oro puro, desde la punta hasta el borde. Brillaba... Esta flecha parecía especial.

Al cargarla, empezó a emanar luz. No como el brillo etéreo de las otras flechas, no. Este brillo era una masa resplandeciente. Con solo verla, eras capaz de imaginar el calor y el poder que emanaba. Desde el momento en que fue finalmente cargada, la tensión aumentó. Los pecados no parecían capaces de moverse; eran, en esencia, títeres.

La flecha fue lanzada. Pasó entre ambos, sin hacerles daño, y al fin fueron capaces de moverse.

—¡Menuda tontería! Apenas y...

La lujuria calló. Vio un resplandor a su lado. Con miedo, dirigió la mirada a su compañero, situado a la izquierda. Sintió un cálido líquido en su mejilla, quizás eran unas gotas, o era una salpicadura enorme. El horror se había hecho una verdad. Su hermano era atravesado múltiples veces por la flecha, a gran velocidad. Su cuerpo era mutilado poco a poco. Era como su esfera tóxica en acción.

Ya cuando su cuerpo se redujo a una burla, la flecha se dirigió hacia él. Cerró los ojos, y se puso a pensar. La calma y la paz llenaban su ser.





Fue en ese momento que la vi. Aquella masa resplandeciente se acercó a mí. La luz me cegaba. Los momento que pasé con mi hermano fueron muy felices. Él me comprendía, él sabía qué era ser humillado por los otros. Fue el que me tendió la mano, y mi defensor. Siempre me apoyé en él, y fue mi hombro para llorar. Se mostraba fuerte, y yo lo admiraba. Deseaba ser como él. Deseaba, desde lo más profundo de mi ser, protegerlo como él a mí.

Desde que soy un pecado, él me ha guiado. Se dirigía a mí con amabilidad, con paciencia. Corregía mis errores. Me preparaba y me entrenaba. Y los demás hermanos nos veían como bichos raros. Lo sentía desde que él me acompañaba, lo amaba. Lo amé como quien adora a su pareja, o como quien añora compañía. Él era mi sustento, mi fuerza. Puede que él no lo sintiera así, pero yo lo amaba. Digan lo que digan, hagan lo que hagan, lo amé. Después de todo, gracias a ti soy quien soy. Soy fuerte, y represento algo. Soy un pecado.

Quiero ser fuerte. Quiero poder. Quiero que algún día me digas que lo hice bien. Solo eso, quiero oír eso de ti.

Pero parece que te fallé, hermano. Traté de protegerte, y de ser lo que fuiste para mí. Pero, al fin, seremos capaces de ser felices. Volveremos al lugar donde nacimos, a la tierra. Volveremos a ser humanos, ¡y jugaremos otra vez! Será como antes.

Lo siento, hermano. Traté de ser como tú. Y por eso ahora acepto mi muerte. Porque no pude se como tú.

Te amo, hermano.



La música le pertenece a 07th Expansion.

[/spoiler]

Lamento MUCHO si la escena final es muy inesperada o es muy cursi.

Spoiler: Spoiler del capítulo • mostrar

La verdad, los pecados no son sólo unos luchadores ultra-entrenados, son seres con sentimientos. Son capaces de sentir, reaccionar, relacionarse. Explotaré eso, y haré que cada uno exprese quién ese, de manera directa o no.
« Última modificación: 24 de Septiembre de 2012, 05:05:38 am por Graveyard »

Graveyard

  • Usuario de honor
  • Profesor Pokémon
  • *
  • Mensajes: 1285
  • Karma: +20/-0
  • Hi!
    • Ver Perfil

  • Total Badges: 39
    Badges: (View All)
    Noveno aniversario Octavo aniversario Séptimo aniversario
Re:[FanFic] Desires
« Respuesta #4 en: 19 de Septiembre de 2012, 04:43:36 am »
Publicar los capítulos como que ya no tiene sentido.

Spoiler: Capítulo 4.1 • mostrar

Capítulo 4.1 ~ Reinicio




Los demonios veían con impresión el tablero. En él, se podía ver un pasillo largo y estrecho, decorado con tonos grises. Pero la perfección no era una de sus cualidades, pues estaba manchado. La enorme mancha negra se esparcía a lo largo del mismo varios metros, salpicando todo a su alrededor. Era un charco enorme.

Dos cuerpos mutilados. Normalmente, esto les hubiera resultado muy divertido, e incluso harían apuestas para ver cual quedaría peor, pero no era el momento. Dos de los siete demonio estaban devastados. Ellos, más que nadie en la sala, gritaban en sus adentros. La escena era horrible ante sus ojos.

Los cuerpos se desvanecían con un ligero sonido relajador, como una campana. Se desintegraban a la vez que la sangre desaparecía. Ya no eran las sombras de lo que fueron.

Finalmente, al pasar los minutos, una cabeza quitó la vista de la escena. Las escamas de su piel seguían blancas, más de lo normal. Su vestimenta dorada no emitía brillo, pues las luces de la salan estaban apagadas. Con dificultad, se acomodó para dar a entender que lo superó. Los demás no le hicieron mucho caso, seguían en sus asuntos. Aclaró su garganta para poder hablar mejor.

—Hermanos, debemos contraatacar. Esto no se puede quedar así.

Ellos no parecían escuchar, pero de la silla metálica se levantó uno de los demonios.

—Silencio, Lucifer. Estamos conscientes de eso, pero la verdad, no sabemos qué debemos hacer... Si esos arcángeles son tan fuertes como aparentan, son un gran peligro.

—Es cierto— el más pálido de ellos empezó a hablar —Esto requiere medidas mayores. Los siete— hizo un sonido con la garganta y rectificó —los cinco hermanos del pecado no son suficientes.

—Creo que sé qué podemos hacer— esta vez, una silueta hermosa y púrpura tomó palabra. Su voz era... tentadora.

—¿Y qué será eso, Asmodeus?

—Un ataque al mundo humano. Debimos aprovechar que destruimos la abstinencia y la castidad para hacerlo pecar, pero ahora que no existen ambos pecados en el mundo físico, necesitamos algo más. Algo más fuerte.

Todos asintieron. Ya sabían a qué se refería.





Él estaba esperando en su silla, ansioso. Por fin se había deshecho de aquellos seres que contaminaban el ambiente. Los ángeles seguían con sus labores de siempre, esta vez menos preocupados. Los arcángeles Miguel y Rafael estaban en camino para presentar los resultados.

La luz que emanaba era ahora más fuerte. Los pecados infiltrados reducían su potencia, a la vez que reducían sus defensas. Pero ahora eso ya no era un problema. Sin embargo, su dos hijas, las hermanas de la prudencia... Eran muy importantes para él... Debía hacer algo al respecto.

Ya cuando llegaron los arcángeles, los vio de reojo, y casi no escuchó lo que dijeron. Después de todo, él ya sabía el resultado, pues tenía la capacidad de ver todo lo que ocurre en su reino. Les ordenó que se retiraran, y en apenas unos segundos se fueron.

Se acomodó en su asiento con felicidad, pues sabía que los ángeles protectores lo defenderían de las impurezas que trataran de entrar al reino. Después de todo, una gran brigada se encuentra defendiendo las entradas.

[/spoiler]

Esto es sólo mientras escribo el capítulo 5. Y bueno, quizás ni lo haga, no me dan muchas ganas.

Graveyard

  • Usuario de honor
  • Profesor Pokémon
  • *
  • Mensajes: 1285
  • Karma: +20/-0
  • Hi!
    • Ver Perfil

  • Total Badges: 39
    Badges: (View All)
    Noveno aniversario Octavo aniversario Séptimo aniversario
Re:[FanFic] Desires
« Respuesta #5 en: 07 de Octubre de 2012, 10:49:39 am »
FanFic cancelado temporalmente.

¡Disculpen las molestias!

Graveyard

  • Usuario de honor
  • Profesor Pokémon
  • *
  • Mensajes: 1285
  • Karma: +20/-0
  • Hi!
    • Ver Perfil

  • Total Badges: 39
    Badges: (View All)
    Noveno aniversario Octavo aniversario Séptimo aniversario
Re:[FanFic] Desires
« Respuesta #6 en: 26 de Octubre de 2012, 10:30:15 am »
Fanfic reabierto. ¡Capítulo 5 saliendo~!

Spoiler: Capítulo 5 • mostrar




A la hora de haber terminado con los pecados, los arcángeles, sentados en sus nubes, estaban conversando. Hablaban sobre la maravilla que habían logrado, ¡y en tan poco tiempo! Habían destruido dos guardianes del pecado, ahora los mismos estaban expuestos.

Miraban la escena con cierto gusto, y reían un poco sobre lo ocurrido.

—¡Mira qué patéticos! Tan solo necesitamos una flecha divina. Parece que no pudieron alcanzar aquello llamado "magia", ¡el amor en ellos no fue el suficiente!

El arcángel reía plácidamente. Su compañero le tendió la mano, para darle su arco.

—Muchas gracias, muy amable.

Era más una reunión de amigos en medio de un pasillo. En realidad, en el cielo todo estaba muy calmado. Los ángeles seguían su tránsito normal, pasando por el mundo humano y celestial con la misma regularidad de siempre. Las plumas en el piso indicaban que era algo extremadamente rápido, eran demasiadas. El color grisáceo del suelo estaba todavía manchado de un rojizo color, pues la sangre demoníaca tarda un rato en secar. Los cuerpos seguían tendidos ahí, no era prioridad retirarlos.

Y es que tampoco era la intención. Los dos ordenaron dejar los cuerpo un rato más, para así poder seguir admirando su hazaña. Las heridas que presentaban eran sanadas con velocidad por los pequeños angelitos que rodeaban sus auras. Uno que otro soltaba una risita al ver la sangre, y luego seguía su labor. La conversación tenía ese ambiente cálido característico de un hogar hermoso.

Un par de doncellas se dirigían de regreso al mundo celestial, donde su hermoso padre esperaba, en su benevolencia, para recibir sus mensajes del mundo humano. Reían con gracia, y los arcángeles sonrieron al ver sus rostros tan agraciados. Felicitaron a su padre por tan hermosa obra, y las doncellas les dedicaron una sonrisa.





Por alguna extraña razón, empezaron a sentir que el suelo se movía. Era algo extraño... y sus rostros cambiaron rápidamente. Se fijaron en que todo se tornaba más y más oscuro, lo que no era buena señal. Cuando vieron, al final del pasillo estaban situadas dos personas. Ambas, vestían unos atuendos muy fuera de época. Una de ellas, con un rojo horrendamente opaco, se acercaba con cierto apuro y muy bruscamente, reía. La otra, esta vez de azul, era más sutil, dirigiéndose con la gracia de una gacela al caminar; su risa era ligera y llevadera. A la vez, estas llevaban los brazos alzados, agarrando la mano de la otra. Con sus colores fuera de tono, y sus caras malévolas, caminaban. Se dirigían hacia los arcángeles, y vieron a las doncellas.

La de azul, con una expresión burlona, se dirigió a los arcángeles.

—¿La magia del ~a m o r~?

La otra terminó la oración.

—¿Te refieres a aquella capaz de mover mundos?

—¿La que se da entre humanos?

—¿Esa que es llamada "la fuerza más grande del mundo?

Los arcángeles se levantaron de sus nubes. Apurados, arco en mano, se dignaron a responder a estas criaturas grotescas.

—¡Esa magia! Aquella que reside en el corazón de los mortales— dijeron al unísono.

Las criaturas ríen ante la respuesta de los arcángeles. Otra vez, dirigieron sus miradas a las pobres doncellas. Con sus vasijas, sus caras de horror complacían las intenciones de las figuras femeninas. Todo empezó a llenarse de humo, y el ambiente se tornó más y más oscuro. Desde ese momento, todo era una especie de espectáculo macabro.

—¿Y se creen dignos de mencionar esta hermosa magia~?

Con esto, la de azul se descompuso. Su mirada se retorció, y con una carcajada maníaca, alzó la otra mano. Una cuchilla pequeña y etérea apareció, cortando la garganta de ambas criaturas débiles. Retorciéndose en el piso, pedían piedad. Los pequeños ángeles corrieron en su ayuda, pero el pie de la misma fue más que suficiente como para acabar con la vida de estos.

La de rojo reía al ver esta escena. Los arcángeles cargaban una flecha, con sus caras llenas de miedo. No, era una sensación más fuerte. Era odio, o incluso, horror.

Para cuando pudieron soltar la flecha, los demonios ya estaban detrás de ellos. Con una risa infantil, soltaron un enunciado que dejó helados a los seres del señor.

—...¿Y cuándo es que empieza lo difícil?

Entre risas y burlas, se esfumaron, pero el ambiente permaneció horrible. Una pequeña sensación de frío en el aire hizo que los arcángeles temblaran, no del mismo frío, sino del miedo a que algo más ocurriera. Con esta sensación, acompañada de un temblor más fuerte que antes, los arcángeles cargaron una última flecha divina. La misma se esparció por todo el salón, iluminándolo. Pero esta no era la intención.

Cuarenta legiones de demonios se infiltraron en la sala, gracias a la presencia de los demonios. Infectados y malditos, los demonios llegaban de a miles. La flecha rebotaba, y eliminaba cientos en tan solo segundos, pero esto no bastaba. La sangre de demonio les daba fuerza.

Potenciados por el odio hacia los demonios, atacaban sin piedad a los mismos. Flechas doradas, rojas y azules. Volaban por la sala, derribando a muchos. La estampida no parecía terminar.





Pasadas ya las horas, los demonios ya habían parado. Los arcángeles estaban agotados, y a duras penas eran capaces de sostenerse.

Con la mirada aún más burlona, llegó Zepar, demonio del amor, acompañada de Furfur, su hermana. Otra vez agarradas de la mano, hicieron una reverencia.

—¿Son capaces de mencionar la magia del amor otra vez~?

Jadeando, trataron de responder, mas su aliento no era suficiente.

—¿Se lo tomarán a juego~?

Otra vez, la respuesta fue nula. Ante esto, ambas rieron a carcajadas como si de un buen chiste se tratara. Con la misma rapidez que empezaron a reírse, cambiaron a una extraña pose antinatural, y sus expresiones faciales daban asco.

—Pues la muerte espera ansiosa su llegada.

Y con una risa, otra estampida comenzó.

[/spoiler]

Pido perdón por cancelar el fic. Espero que les guste, y no haberlo decepcionado, pero me forcé un poco a terminar este capítulo.

Graveyard

  • Usuario de honor
  • Profesor Pokémon
  • *
  • Mensajes: 1285
  • Karma: +20/-0
  • Hi!
    • Ver Perfil

  • Total Badges: 39
    Badges: (View All)
    Noveno aniversario Octavo aniversario Séptimo aniversario
Re:[FanFic] Desires
« Respuesta #7 en: 15 de Diciembre de 2012, 07:43:07 am »
Reviviendo el fanfic con el capítulo 6.

Spoiler: mostrar



—¿Que ustedes QUÉ?

La voz de Lucifer mostraba cuán molesto estaba. Aunque bueno, un poco de miedo parecía asomarse en su expresión facial, junto a un pequeño trozo de felicidad. Se levantó agitado, todavía asombrado, y caminó frente al par de demonios que sonreía siniestramente, agarradas de las manos.

—Pero... esto no tiene sentido...— Belphegor se levantó también, más calmado que su hermano, eso sí. Como viene siendo normal en él, tenía los ojos cerrados, pero también estaba angustiado. Prefirió no ver al par de criaturas con vestidos coloridos, eso terminaría estresándolo más. —¿Para qué hacerlo? Al fin y al cabo, no podremos recuperar a ese par de guardianes.

Asmodeus empezó a llorar, pero con calma. Estaba triste, pero no debía mostrar debilidad. Aún así, no pudo evitar soltar un grito desesperado.

—Es decir,— Belphegor continuó —¿por qué hacerlo? ¿Querían venganza? ¿Por qué no mandar nuestra horda de demonios menores?

Zepar, quien vestía de azul, dio un paso al frente e hizo una reverencia.

—Permítaseme hablar.— Lucifer asintió —Consideramos que, como guardianas del amor, debíamos vengar a aquellos que eran unidos.

—Permítaseme hablar.— Esta vez era Furfur, y Lucifer asintió otra vez —Aquellos eran amantes potenciales. Hermanos, sí, pero unidos por un lazo más especial. El amor era evidente.

Asmodeus y Beelzebub se miraron entre sí, con cara de asombro. No tenían ni idea de que, entre hermanos, podía haber amor más allá de una relación fraternal. Asmodeus se ruborizó al pensar en esto, y su hermano mayor volteó la cabeza, casi asqueado ante la idea de semejante atrocidad. Aunque claro, es de Asmodeus de quien hablamos.

—Entonces... ustedes... buscaban venganza por un amor perdido...

—En efecto, mi señor.

—Retírense.

El soberano del infierno se sentó en su silla a meditar. Al parecer, el par de seres insensatos decidieron actuar por su cuenta. Sí, magnífico, un par de demonios de alto rango pertenecientes a los setenta y dos pilares, comandantes de más de cuatrocientas legiones de demonios, decidieron vengar un par de amantes incestuosos. ¡Una idiotez!



Sus hermanos no hacían mucho. Estaban ahí, sentados, haciendo las idioteces propias de ellos. El tablero, donde decidían los pecadores, estaba en reposo; esto significaba que el tiempo en el mundo humano estaba paralizado, por lo que aquí, ellos eran seres atemporales. Podían existir sin necesidad de que el mismo fluyera, y decidir qué hacer con calma. Esto era un beneficio enorme, porque un pecador no es algo con lo que puedas jugar.

Pero así es como lo hacían parecer. Ellos, sus hermanos, no se lo tomaban en serio. Agarraban el dado y, simplemente, escogían a alguien de por ahí, sin estudiarlo, sin saber nada. No se tomaban el tiempo necesario, y eso lo irritaba. Era cuestión de ver a todos los presentes en el área, de estudiar su pasado, y lo que harían con su futuro. Agarrarlo, y comprobar el odio en su corazón. Era un arte menospreciado por ellos mismos, sus creadores, y él debía deshacer esa creencia. ¡Por amor a sí mismos, cómo era posible que no vieran lo que esto significaba!

Incluso si era algo irrelevante para ellos, merecía algo más que las burlas de Satán, o los comentarios ácidos de Belphegor. No, era el destino de seres inferiores, lo que podría decirnos quién ganaría la lucha. Todo merece dedicación, un poco de cariño y cuidado.

¡Pero ese maldito humano, bendecido! Aún con dos guardianes de virtudes fuera, era casi imposible quitárselas. Necesitaban algo potente, algo que hiciera que la gula y la lujuria embriagaran su ser. Pero eso no era prioridad, ese par de mujeres demoníacas convocaron la ira de una criatura aún más potente que él. ¿Qué podía hacer el rey de los demonios contra su propio padre?

Pensó y pensó. Sus hermanos no eran de ayuda. Las risas estúpidas de Satán a modo de burla lo distraían. Soltó un improperio, y todos se callaron. No era precisamente el mejor momento para hacerlo enojar.

Agarró con fuerza su silla. Se detuvo, porque sabía que terminaría rompiéndola, aunque repararla no era un problema. Se sintió más molesto aún cuando sus hermanos siguieron su parloteo. Uno de ellos tiró el dado, y salió el número uno. Sí, era su turno, pero tampoco tenía muchas ganas de hacerlo. Casi soltando fuego, lo que sus hermanos notaron. Agarró una niña pequeña, que estaba sentada en una esquina del tablero. Al parecer, ella había sido molestada por un grupo de personas por ser muy enana, y fue a llorar. Comprobó el odio que llevaba su mente, cosa que hizo aparecer un corazón negro en su cuerpo etéreo; todavía estaba calculando el nivel de maldad, pero era grandísimo. A cada segundo crecía y crecía, y llegó a ocupar todo el espacio de su pecho. Esto le bastó.

Ella seguía en posición fetal, agarrándose las rodillas mientras estaba sentada, y él decidió soplar. Esta vez, no fue como las otras veces, sopló un polvo dorado que pintó al pequeño cuerpecito con más fuerza de la habitual.

Sus hermanos se detuvieron a ver el punto resplandeciente. Se acercaron, asombrados. Por fin, tras mucho tiempo, había encontrado un ser con suficiente odio como para llegar a semejante nivel de soberbia. Seguramente, la niña iría al purgatorio en el momento de su muerte, pero él se encargaría de buscarla. Él, y solo él, tenía control sobre ese cuerpo.

—He encontrado a mi favorita.





Laura se empezó a sentir mal, sin razón alguna. Algo había cambiado repentinamente, pero no supo qué era. En la esquina en la que se encontraba, llorando, varias personas apuntaban y se reían. Pudo recordar qué hacía: se encontraba en su escuela, en el recreo. Aparentemente, alguien derramó un poco de jugo sobre ella, y empezaron a reírse. Pero era un recuerdo vago, no parecía haber ocurrido hace apenas unos minutos.

Y sin embargo, así fue como lo recordó.

Se levantó suavemente, con delicadeza, algo poco común en ella. Se sacudió, y dio unos pasos hasta aquel chico grande y moreno, delgado, que estaba al frente de todos. Su peinado era ridículo, y el cabello negro era opaco. Laura levantó la cabeza para dedicarle una sonrisa maléfica. Esto cesó las burlas.

Ahora, quien se asomara, podía ver a una niña de doce años dándole una serie de cachetadas a un chico mayor que ella, sin darle opción a que dijera algo.

Empezó a sentir un calor en su pecho, que llenó su todo su cuerpo, y se sentía bien. Al parecer, la venganza era lo mejor que podía hacer en este momento. Unas gotas de sangre empezaron a salir de la nariz del niño, y aterrorizado, se apartó. Esa ya no era la típica Laura, la tímida niña que se quedaba sola en el recreo. Sin embargo, esto no lo detuvo, y arremetió contra ella, degradando su nombre y lo que este significaba con, y cuesta admitirlo viniendo de alguien que aparenta ser tan torpe, chistes que hacían que todos rieran.

Ella ni se inmutó, y de una cachetada más lo derribó. Pero no le bastó, por lo que le pateó el estómago varias veces. Terminó vomitando. Ella empezó a reírse.

Qué bien se sentía.

[/spoiler]
« Última modificación: 15 de Diciembre de 2012, 07:44:50 am por Graveyard »