Capítulo 4: Revelación
Me desperté temprano. A las 8 de la mañana. Supongo que la impaciencia no me dejaba dormir. Como estaba seguro de que no iba a poder dormir más me fui abajo, preparé el desayuno y me fui a ver la tele. Que aburrimiento, nada que hacer. Solo podía esperar e imaginarme lo que podría ocurrir. Pensé de todo. No quería dejar ninguna opción sin contemplar. Y se me ocurrió que a lo mejor era algo malo lo que me quería hacer esa "criatura". Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Era mejor no pensar en eso.
Hacia las 12 empezaron a llegar familiares para la comida. Yo estaba esperando a que vinieran Ángel, Isma, Mustal y Kimera. Había convencido a mi madre para que les dejase venir. Al fin y al cabo, eran las únicas personas que me habían venido a visitar a mi en bastante tiempo. A las 13:30 exactas (el reloj de mi casa acababa de sonar) llegaron ellos.
-Chicos- les susurré por lo bajó- comportaros como personas normales porque si no...
-¿Por quién nos tomas?- dijo Isma algo ofendido.
-Por el mayor fan de Digimon del año.- respondió Mustal sarcásticamente, sacándonos a todos una gran carcajada de la boca.
-Bueno, me refiero a que os comportéis como si fueseis compañeros de cole. Decid que sois buenos estudiantes, que os lleváis bien conmigo y todos esos rollos.
A las 14:00 ya estábamos todos y empezamos a comer. El centro de la atención eramos nosotros; yo por mi cumple y ellos por las tonterías de "¿Caes bien a tus compis? ¿Sacas buenas notas?" Chachara, chachara y chachara... Y además Ángel se llenó la barriga. Al llegar al postre ya no podía más.
-Ángel, no hemos venido a llenar la barriga. Vas a engordar.- dijo Mustal con la sonrisa más burlona que jamás había visto.
-Uff, cállate, no se por qué habré comido tanta carne.- le respondió mientras intentaba tomar un poco de helado.
-La venganza se sirve fría.- le atacó Mustal de nuevo- No lo olvides.
-¿Entonces la venganza es del helado?- murmuró Ángel. Parece que está delirando.
Después de comer pasamos a regalos y tal. Después todos se fueron al salón a charlar. Nosotros nos fuimos a la habitación. Estaba nervioso. Y así lo notaron ellos.
-Tranquilo- dijo Kimera intentando relajarme- No es nada del otro mundo.
-Kimera... si esto no es nada del otro mundo, ¿entonces me puedes decir que es lo diferente para ti?- bufó Isma mientras abría la puerta.
Ángel entro el último y cerró la puerta. ¿Y ahora qué?
-Pues eso... ¿Y ahora qué?- pregunté.
-Pues, ahora... hay que llevarte junto a él.- dijo Ángel encogiéndose de hombros.
-¿Y cómo, si se puede saber?
-Pues primero hay que llamarle, y después es él el que nos lleva hasta allí.- respondió Isma como si fuese lo más fácil del mundo. Mustal pareció adivinar mis pensamientos.
-Que no te quede esa cara. Es algo muy sencillo. Nosotros nos podemos comunicar con él.
Acto seguido, cerro los ojos. Debía de estar llamando a él, él... ya no se ni como llamarle. Un minuto después volvió a la tierra. Abrió los ojos, y como un comisario nos comunicó:
-Bien. Ya está hecho en unos instantes nos teletransportará hasta allí.- nos informó nuestro comisario.
-Bueno agárrate fuerte.- me avisó Kimera.
-¿Y eso porq...?
No me dio tiempo a acabar la frase porque de repente una especia de remolino me absorbió, y al momento me encontré flotando en un espacio. Estábamos subiendo hacia arriba, muy hacia arriba, como si este túnel fuese infinito. Pero entonces, salimos de golpe del torbellino, tan rápido como habíamos entrado. De repente, nos encontramos en un gran salón. Era realmente grande, como un palacio. Había grandes columnas que creaban soportales y el suelo era de un mármol reluciente. Paredes, columnas y lámparas tenían trozos bañados en oro. En el centro del salón había una especie de pirámide maya. Me explico; era como esas pirámides, con escaleras por los cuatro lados, pero bastante más baja. En el centro se elevaba una especie de trono.
Lo que más me llamó la atención de la sala no fue la decoración, si no la cantidad de gente que había allí. Eran cientos de personas que iban de un lado para otro o que se teletransportaban a cualquier lugar. Se nos acercó un grupo de 3 personas. Una era chica y los otros dos hombres (no iban a ser animales). Uno de los chicos nos habló;
-Que hay. ¿Este es vuestro ejemplar?
-¿Ejemplar?- contesté preocupado. A lo mejor era como un ejemplar de pesca, me pescaban, me traían aquí y...
-No seas tonto Pako.- Ángel me sacó de mis pensamientos- Sabes perfectamente de que va esto.
-Perdona, hombre.- entonces se dirigió a mi- Soy Luispako, Pako para los amigos.
-Yo soy Shark. Pero prefiero que me llamen Yuri.
-Yo Suprem. Y prefiero que me llamen, eh... Suprem.
-Pero, ¿no es lo mismo?- repliqué a Suprem
-Déjala.- dijo Isma riéndose- Solo te quiere tomar el pelo.
-Y creo que lo conseguí- dijo Suprem riéndose- Bueno, ya está. Encantada de conocerte...
-Juan.
-Entonces, este es el chico que os mandó traer M...- iba a decir el nombre, pero una mirada de KImera le hizo callara- ¿Es el que os mando traer?
-Si.- contestó Mustal- Es buen chaval, no se como puede tener problemas si es muy enrollado.
-Pues parece que lo habéis traído rápido.- dijo Yuri- Nosotros tenemos que irnos hasta Granada a por una chavala. Estamos esperando a Ciro.
-Pues pasadlo bien.- dijo Isma- Nos vamos, que ya nos debe de estar esperando.
-¡Adiós!- contestaron Suprem, Yuri y Pako al unísono.
Nos dirigimos hasta la pirámide, y empezamos a subir las escaleras. No eran muchas, pero era un poco cansado. Cuando llegamos a la cima me dijeron que diese un paso hacia delante. Y eso hice.
-Llámale.- me murmuró Kimera.
-Ems... ¿hola?
-Más fuerte jod... venga.- dijo Ángel impaciente.
-¡HOLA! ¡Ya estoy aquí!
De repente, se empezó a acumular energía en el centro y apareció Él. Cuando le vi el rostro supe que no era exactamente un humano. Tenía el rostro transparente y azulado. Todo el cuerpo era transparente y azulado, y se suspendía en el aire. Pensé que era un holograma, pero mis compañeros me dijeron que era su aspecto. No era ni una proyección ni un holograma. Entonces se dirigió a mi.
-Bueno, lo primero de todo; felicidades.
-Gracias.
-Segundo. Ya conoces a los cuatro pesad... jovenes que te han traído hasta aquí. Les debes mucho. Y el porqué de tu presencia aquí, ya te lo han "explicado". Sabes que te voy a hacer un regalo.- yo asentí como un buen chico.
-Y tercero y no menos importante. Yo se como te llamas pero tu no sabes como me llamo yo. ¿Verdad?
-En efecto. Me gustaría saber su nombre. Nadie me lo ha dicho.
-Trátame de tú.- dijo mientras sonreía. Después cogió aire y respondió la segunda duda más importante; su nombre.
-Mi nombre es... Melkor.