Capítulo 1.0 - 1.5
Despedida lacrimosa
Ya podía salir de aquella oscura y fría ciudad, alejarme de la inmundicia que suponía aquel sitio.
Era agradable pensar que me marcharía por fin de allí; dos años tuve que soportar comiendo basura y durmiendo en las calles para sobrevivir a esa jungla de basura y mugre.
El plan que tenía pensado era simple, pero eficaz, o eso pensaba. Estaba muy seguro de mis posibilidades, pues a simple vista todos los que componían el gremio de cabecillas del vertedero en el que me encontraba parecían unos zopencos.
El plan consistía en quedarme vigilando el lugar hasta que se hiciera de noche. Poco después, cuando emprendieran el viaje para salir silenciosamente de allí, me subiría rapidamente sin ser visto a la parte trasera del vehículo y viajar como polizón. Ya cuando estuvieramos fuera de la ciudad me bajaría de un salto y andaría para buscar un lugar mejor en el que quedarme.
Por supuesto no me bajaba por que sí, si no para no ser descubierto posteriormente por esos zopencos y que sus guardaespaldas me dieran una paliza.
Puse el plan en práctica, esperando a que salieran aguantando el frío con mis cortas y desgastadas prendas. De vez en cuando sin darme cuenta daba pistas de mi posición a los guardias, pero imitando el sonido de algún animal callejero les burlé.
Ya cuando el sol se ocultó los zopencos llamaron a sus guardias para poner en plan su propia operación. Oculto cerca de lo que creía el garaje esperé am que salieran con el camión, pero tardaron lo suyo. Ya cuando salieron me acerqué a la parte trasera llenándome de todo lo que explusaba el tubo de escape cuanto más me acercaba. Ya subido en lo que era un saliente de metal me subí encime del camión para evitar caerme antes de salir de Ciudad Baja.
Fueron bastante despacio para no perturbar el silencio de la noche y despertar a los ciudadanos. El aire igualmente de daba de lleno en la cara, que por cierto me fue agradable. Hacía mucho tiempo que no sentía esa sensación y me gusto volver a sentirla. La última vez fue en el cohe de mi familia antes de que se iniciara la hecatombe en lo que era mi ciudad natal.
Algo me resultó extraño: el guardia que vigilaba la salida hacia el exterior se encontraba allí y tampoco les dejó pasar a ellos. Se liaron a golpes con él y poco hizo para defenderse pues le superaban en número y tamaño.
Que no les dejaran pasar a ellos tampoco significaba que ellos tampoco pudieron salir de allí anteriormente. Y este era su intento definitivo, si es que habían habido más.
Antes de que derribaran al guardia este tocó una alarma para llamar a los refuerzos. Los conductores de lo que serían mi billete hacia la libertad se alarmaron y no tuvieron otra que derribar la puerta, no encontraban ningún interruptor para abrirla. Era rígida, así que sacaron una herramienta parecida a una sierra circular. Solo que esta tenía como filo un generador especial que creaba campos de división entre la eléctricidad y la deformaban. Ciertamente no tengo ni idea de qué estoy hablando; no me enteré cuando me lo explicaron.
Ya cortada la puerta nos pusimos en marcha antes de que llegaran lo que parecían los guardias. Todos los ciudadanos, que ya se habían despertado alarmados por el jaleo que habíamos montado nos tiraban objetos, y algunos aprovecharon para huir, aunque en vano, ya que los guardias les cogieron y se lo impidieron.
Pero unas personas me llamaron la atención. Era la familia, mi familia, de la que me separé hace tanto tiempo. Ellos no me reconocieron.
Aún así, con lágrimas en los ojos les despedí sin que ellos me correspondieran y esperé volvermelos a encontrar.
Un chico de mi edad o más se dirigió hacia nuestro vehículo imitando lo que yo había hecho antes para subirme. A duras penas lo consiguió, si no hubiera sido por mi, que le tendí la mano y le ayudé a que subiera al vehículo no lo hubiera conseguido. Aún no entiendo porqué lo hice, pero creo que fue porque necesitaba compañia para no volver a sentirme solo.